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Vuelve [Shaka x Afrodita]

Cuando coincidimos, cuando nos vimos
Cuando sonreímos, cuando nos conocimos
Cuando nos tomamos, cuando nos saludamos
Cuando hablamos, cuando quedamos
Cuando salimos, cuando compartimos
Cuando lo sentimos, cuando nos unimos
Cuando fue, cuando te bese
Cuando me besaste
Cuando te ame, cuando me dejaste


Fue en un caluroso día de verano. Se encontraba en su templo, llevando a cabo su meditación. A pesar de todos sus esfuerzos, simplemente no conseguía el ansiado Nirvana. Había intentado de todo, pero era simplemente imposible.

Era ya medio día. Dejó su meditación un momento, para acudir a la sala del patriarca, como se le ordenó un día antes. Al parecer, ese día llegarían los últimos tres reclutas destinados a vestir una armadura dorada. Y al él le fue encomendada la misión de guiar a uno de ellos, mientras se familiarizaba.

Shaka había sido de los primeros aspirantes a santos dorados en llegar al santuario, junto con el discípulo del patriarca, Mu, y ambos superados únicamente por Saga, Aioros y Aioria, quiénes prácticamente nacieron en el santuario.

Posteriormente comenzaron a llegar poco a poco más niños; Aldebaran, Camus y Shura, respectivamente.

Ahora estaba esperando en las afueras de la sala, junto a Camus y Shura, quiénes se encargarían de los otros dos niños.

Unos minutos después, escuchó como unas personas subían las escaleras; se trataba del patriarca, junto a los nuevos cadetes.

- Buen día, chicos.- Les saludó el mayor. A lo que los niños respondieron educadamente.- Ya saben cuál es la razón por la que están aquí. Así que no los haré perder más de su tiempo.

Shaka no había abierto sus ojos en todo ese tiempo. Y simplemente asentía con la cabeza.

- Milo, él es Camus, cadete de acuario.- Comenzó el pontífice con las presentaciones.- Camus, él es Milo, nuevo cadete de escorpio. Tu deber será guiarlo en lo que necesite, mientras se adapta. Te suplico que le tengas algo de paciencia.

El pequeño francés afirmó. Siendo abrazado de pronto por ese niño peli-morado. Ahora empezaba a entender la parte de la paciencia.

- Angelo, él es Shura.- Siguió Shion con los otros niños.- Shura, él es Angelo. Tu misión es la misma que la de Camus.

Ambos niños asintieron. Shura viendo venir desde ya los problemas de conducta del recién llegado.

- Y por último. Afrodita, él es Shaka.- Prosiguió, quedando ambos enfrente del rubio.- Shaka, él es Afrodita. Es el nuevo cadete de piscis. Ya sabes cuál es tu misión.

Después de hablar un poco más con los niños, y darles más detalles sobre el santuario a los recién llegados, les permitió retirarse.

Cada uno procedió a su manera; Shura acompañó al templo de cáncer a Angelo, como prácticamente le ordenó el pequeño italiano. Camus se ofreció a llevar a Milo a escorpio y ayudarlo a instalarse, y así lo hizo, sin ser soltado ni un segundo por el escorpiano.

Shaka, por último, se dirigió a Afrodita, y le señaló el camino a piscis. El sueco le siguió, tímido y en silencio, sin saber cómo romper el hielo.

- Tu nombre es Shaka, ¿cierto?- Habló por primera vez.

- Si.- Respondió un tanto seco el rubio.

Al estar en piscis, y después de dar un corto recorrido por el templo, Shaka se despidió de su nuevo compañero, no sin antes indicarle que en caso de necesitar algo, podía acudir a virgo.

Cuándo se disponía a bajar las escaleras y marcharse a continuar su meditación, sintió como su mano era sujetada.

- ¿Pasa algo?

Afrodita estaba totalmente nervioso.- Y-Yo... Me preguntaba... S-Sí me permitirías quedarme contigo.

Shaka enarcó la ceja, extrañado por la petición.- Lo siento, estoy algo ocupado en éste momento.

Afrodita agachó la vista, sintiéndose rechazado.- Está bien. N-No quise molestarte.

El pequeño hindú notó rápidamente las emociones del contrario, y como pocas veces en sus siete años de vida, sintió curiosidad por verle y saber cómo era.

Lo pensó por un par de minutos, abrir sus ojos implicaría una enorme probabilidad de perder todo su progreso. Pero al final la curiosidad le pudo más.

Lentamente, abrió sus ojos, con cuidado de no expulsar su cosmos. Y lo vió por primera vez. Su piel era extremadamente blanca, largos y ondulados cabellos turquesas, ojos del mismo color que su cabello, adornados por largar pestañas. Una nariz fina y pequeña. Y unos perfectos labios rojizos. No recordaba haber visto a alguien así de hermoso en toda su vida.

El peli-turquesa lo miraba, sin saber bien qué añadir.- ¿Ocurre algo?

- No, nada.- Respondió Shaka, sintiéndose avergonzado por mirar así a su compañero.- Será mejor que me vaya. Si necesitas algo, estaré en virgo.- Dijo, ahora siendo él quién estaba nervioso y se retiró lo más rápido que pudo.

Afrodita en ese momento no entendió el repentino cambio de comportamiento en el rubio. ¿Acaso había hecho algo malo o que lo puso incómodo?

Ingresó al templo de piscis. Pensando en cómo disculparse con el rubio. Pasó demasiado tiempo en el que sería su hogar desde ahora, hasta que el patriarca decidió hacer un recorrido para ver cómo estaban los niños. Afrodita decidió contarle lo ocurrido, quizás él sabría qué había molestado a Shaka.

Shion se sorprendió al enterarse de que Shaka había abierto los ojos, pero aún así le explicó a Afrodita lo que sucedía.

- No hiciste nada para incomodarlo, Afrodita.- Comenzó a explicar, tratando de elegir las mejores palabras posibles.- Es solo que... Bueno, Shaka mantiene un especie de "disciplina", llamemosle así. Solo dale un espacio y estará bien.

Dita sintió intriga por saber qué era esa "disciplina", y porqué Shaka actuaba así con él. Y comenzó a acercarse de a poco al rubio.

Shaka en un inicio, se mostraba reacio a la compañía de Afrodita, sintiendo que faltaba a su voto de castidad por considerar hermoso a su compañero.

Pero el futuro santo de piscis no se daba por vencido, y era cada vez más y más insistente. Llegando al punto de hastiar a Shaka, y orillarlo a acudir con el patriarca.

Shion, al escuchar al rubio, quedó consternado de que siendo un niño sintiera remordimiento por algo tan inocente como eso, incluso si era un futuro santo de oro.

- Shaka, no estás faltando a nada.- Intentó explicar y calmar la consciencia del niño.- No ves con malos ojos a Afrodita, ni él a tí. Simplemente te parece una persona bonita y ya. Es normal.

Pasaron los años, mismos en los que Shaka bajaba de a poco sus barreras con Afrodita, pero aún sintiendo algo extraño en su interior.

Los dos crecieron y se convirtieron en santos de oro. Ya no eran niños, sino adultos. A Afrodita le gustaba escabullirse al templo de virgo con el rocío de sus rosas, y mirar a Shaka meditar, antes de que éste lo descubriera, y terminaran hablando por horas.

Piscis era el único capaz de hacer reír a Virgo, y le encantaba verlo sonreír. Llevaba años enamorado de aquel rubio, pero su corazón se hacía pedazos al recordar que nunca sería correspondido.

Al crecer, entendió la actitud de Shaka cuándo se conocieron. Shaka seguía las enseñanzas de Buda, y había hecho un voto de castidad. Por eso es que puso barreras entre ellos.

Ahora, que ambos entendían mejor el concepto de castidad. Shaka había parecido tranquilizar su consciencia. Y Afrodita estaba resignado a qué Shaka siempre sería un amor imposible.

Con todos esos recuerdos en la cabeza, y sabiendo lo cerca que podría estar su fin en la rebelión de los santos de bronce, Afrodita decidió reunir todo su valor, y hacer lo que nunca creyó atreverse.

Llegó a virgo, y cómo siempre, pasaron un par de horas charlando. Cuándo Shaka estaba distraído hablando, el santo de piscis se acercó a sus labios, e hizo lo que solo en sueños se atrevía a realizar.

Estaba listo para ser golpeado y que Shaka lo fulminara con el tesoro del cielo, pero no pasó nada de eso.

Sintió cómo el santo de virgo le correspondía, para terminar coordinando sus labios. E incluso rozar por momentos sus lenguas.

No quería separarse, pero la falta de aire hizo de las suyas. Ambos se separaron lentamente, jadeando por aire, había sido más de lo que cualquiera de los dos podía aguantar.

- ¿Podrías explicarme porqué hiciste eso, Afrodita?- Preguntó virgo, tan apacible e indiferente como siempre.

Piscis vaciló, pensando en qué responder.- Yo... Lo siento, no pude evitarlo.- Respondió, agachando la cabeza, avergonzado.- Hace tiempo quería hacer eso, pero... Apenas me atreví.

Shaka dió un pequeño salto por la sorpresa, reponiendose rápidamente.- ¿Por qué querrías hacer algo como eso?

Pisics dudó, pero de todos modos ya no tenía nada que perder. Era ahora o nunca.- ¡Porque te amo!

Se formó un silencio incómodo entre los dos, que duró algunos minutos, hasta que el santo de piscis obtuvo una respuesta.

- Vete de aquí, Afrodita.- Fue lo único que dijo Shaka.- Vete, y no te molestes en volver si no es por orden del patriarca.

Afrodita se incorporó, y sin oponerse, caminó fuera de virgo, rumbo a su templo.

"No llores, Afrodita. Tú sabías que ésto pasaría. Todos te lo advirtieron.- Se repetía a sí mismo mentalmente, mientras subía a piscis.- Sabías que era mucho lo que se ponía en juego... Y aún así decidiste arriesgarte, no llores ahora."

Recuerdo cada detalle cual si hubiese sido ayer
Desde el olor de tu pelo hasta el color de tu piel
Le soy fiel a tu recuerdo pero no resuelve
Si cada tic tac del reloj te grita vuelve
365 días perdidos en la nada, 25 años de vida
Y mis 21 gramos de mi alma
Te los doy, a donde tu me digas yo me voy
Porque de que sirve estar si sin ti yo no estoy...
Contento

La batalla de las doce casas había llegado a su fin. El engaño de Saga fue descubierto, y Athena fue salvada. Incluso la guerra contra Poseidón había culminado.

Hace tiempo que tuvieron lugar esos acontecimientos tan desafortunados, ahora los santos de Athena podían vivir en paz, al menos por un corto tiempo, hasta el momento de la batalla final entre Hades y Athena.

A pesar de saber que la paz y la tranquilidad eran momentáneas, los santos trataban de aprovecharlas al máximo, y descansar de las guerras.

Mu volvió un tiempo a Jamir junto a Kiki, como una pequeña temporada de vacaciones. Aldebaran permaneció en Tauro, recuperándose totalmente de las heridas en sus oídos. Aioria entrenaba junto a Milo, con el objetivo de volverse más fuertes. Kanon, el nuevo santo de géminis, pasaba sus días entrenando en solitario y pidiendo consejo a Athena, buscando su redención.

Pero Shaka, el santo de virgo, el hombre más cercano a ser un dios, pasaba sus días cargando con una profundo pesar y arrepiento.

Desde la batalla de las doce casas, no volvió a ser el mismo. No todos lo notaron, de hecho, los únicos que notaron algo anormal en su comportamiento fueron Mu y Aioria, más no dijeron nada.

Shaka no podía evitar sentir un profundo arrepiento de haber roto lazos con el ahora difunto caballero de piscis, de la forma en que lo hizo.

Tantos años de amistad, de recuerdos, de sonrisas... Echados al abismo de la noche a la mañana.

Pero sobretodo, el arrepentimiento era porque él estaba perdidamente enamorado de Afrodita, el más hermoso de los 88 caballeros.

Lo amaba con todo su ser, le encantaba su forma de ser, su sonrisa, su cabello, su piel. Su olor natural a rosas frescas lo volvía loco, cada vez que lo tenía cerca, quería lanzarse encima de ese sueco, devorar sus labios, enredar sus dedos en sus largos cabellos turquesas, tomarlo mientras le repetía cuánto lo adoraba.

Al inicio de rehusaba a admitirlo, él no podía tener esos sentimientos tan banales y primitivos. No podía ni debía faltar a su voto de castidad. Debía permanecer totalmente puro hasta el último de sus días como había jurado.

Y el solo sentir atracción que iba más allá de la amistad por su compañero de armas, le causaba culpabilidad.

El día en que Afrodita lo besó, se sintió como si hubiera alcanzado el Nirvana. Por unos segundos, cedió el control a sus instintos, y correspondió el beso, como sólo en sus sueños se atrevía.

Después no soportaba el solo recuerdo de ese día. Debía deshacerse de esos sentimientos, piscis no era suyo y jamás lo sería.

Luego tuvieron lugar las batallas contra los santos de bronce, sabía de sobre que algunos no sobrevivirían, especialmente si subestimaban a los rivales... Cómo fue el caso de Afrodita.

Enterarse de la muerte de la rosa a manos del santo de Andrómeda fue un golpe duro.

No mostró ni una lágrima frente a sus compañeros, pero en su soledad, lloró como nunca antes en toda su vida había llorado.

Jamás pudo decirle la verdad a Afrodita, jamás pudo confesarle sus sentimientos, ni siquiera pudo disculparse por la forma en que lo trató... Nunca pensó que todo terminaría así. Con el objeto de su amor muerto, y él con el corazón hecho pedazos, sufriendo en soledad.

No podía darse el lujo de quebrarse y llorar frente al resto de sus compañeros, ni siquiera frente a Athena, ¿con qué ojos lo mirarían si se enteraban de que el hombre más cercano a ser un dios lloraba por algo así?, peor aún, ¿cómo los miraría a la cara de nuevo si supieran que pensó más de una vez en romper su voto de castidad?

No le quedaba más que luchar contra corriente por seguir adelante, y proteger a su diosa hasta que la muerte le otorgara el descanso eterno.

A quien le cuento lo que siento
Dicen que el viento del tiempo siempre borra un sentimiento
Pero no, me mintieron yo a ti no puedo olvidarte
Mi corazón late pero lejos en otra parte
Donde estamos tu y yo
Somos tu y yo
Donde tus sueños son míos y mis sueños son tuyos
Donde de nuevo puedo verte
Y me voy a asegurar que no volveré a perderte

Por más que pasaba el tiempo no conseguía sacar de su mente a ese chico que había robado su corazón desde que lo conoció.

Veía ser felices a los demás, pasando sus días al lado de las personas que amaban, sin pesares ni arrepentimientos.

Pero él había perdido para siempre a su rosa, la más hermosa de todo el mundo jamás antes creada.

Ni siquiera en sus sueños podía estar en paz. Y ahí estaba ese sueño otra vez, dónde su preciosa rosa volvía a su lado, y se quedaba con él para siempre. Dónde ambos corrían alegremente por un campo lleno de flores, con el cielo azúl y el brillante sol sobre ellos. Dónde tomaba la mano de esa persona a la que tanto amó. Dónde podía besarlo todo lo que deseara y entregarse el uno al otro sin remordimiento.

Pero solo se quedaba como eso: un sueño. Una mala jugada de su imaginación, buscando consolarlo. Y se terminaba despertando en medio de lágrimas y sollozos, susurrando el nombre del sueco.

- Dita... ¿Por qué?, ¿por qué te fuiste?- Sollozaba, abrazando sus rodillas contra su pecho, escondiendo su rostro en ellas.- Por favor... Vuelve... Estoy solo sin tí... Te amo.

Y así pasaba noche tras noche, despertando en la madrugada y llorando hasta el amanecer. Para después acudir al entrenamiento apenas habiendo dormido lo justo.

Cuando te tuve no supe lo que valías
Y hoy que no estas quiero darte hasta mi vida
Hasta lo imposible haría por ti volvería
Descalzo, por recuperar aquellos días
Pero, Vuelve que si tu no estás todo se me va
Menos estas ganas de gritar que ya no puedo más
Vuelve, cuando entenderás que si tu te vas
Te llevas mis sueños y no quiero despertar jamás

- Dita... Perdóname por favor.- Lloraba el rubio, abrazándose al peli-turquesa.- No vuelvas a dejarme nunca por favor.

- Shaka, tranquilo.- Decía piscis, acariciando las doradas hebras del virgo.- Estoy aquí, contigo.

- Te amo.

Vió esa hermosa sonrisa en el bello rostro de su ángel una vez más.- Yo también te amo, Shaka... Pero ya es hora de que despiertes.

Y así continuaba con esos sueños. Otra vez estaba sólo en su cama, en la casa de virgo.

Cuándo tuvo a su lado a ese chico, no lo valoró lo suficiente. No le dió todo el amor que se merecía. Y ahora que ya no estaba, deseaba con todo su ser volver en el tiempo al último día que habló con él, y confesarle cuánto lo amaba, lo importante que era para él, entregar todo de sí por él...

Pero ya era demasiado tarde. Él se había ido, y no volvería jamás, para frustración y desdicha suya.

Sin su amado, sus días cada vez tenían menos luz, su vida tenía menos sentido. ¿De qué servía entrenar si no podría proteger a su amado?, ¿De qué servía seguir adelante, si él ya no estaba para caminar a su lado?, ¿De qué servía despertar, si él no iba a estar ahí cuándo abriera los ojos?

Daría todo para recuperar a su piscis. Ya no lo soportaba, por más que lo intentara, no lograba superar su muerte. Ya no tenía fuerzas para seguir, solo tenía ganas de gritar el dolor que sentía.

Así es que tu partida esta matándome es enserio
No olvido los momentos que pasaron entre usted y yo
Se fue y me dejo y ni cuenta se dio
Daría todo por solo un minuto para decirle adiós

Su estado de ánimo era deplorable, y su salud comenzaba a resentirlo.

Tantas noches sin dormir, días sin probar bocado, llorando sin control alguno, y sin nadie que lo escuchase.

Tan notorio fue que sus compañeros, y hasta su diosa, Athena, se preocupaban por él. Pero no sabían cómo acercarse. Hasta que un día, finalmente una persona tuvo el valor de encararlo.

- Shaka.

- ¿Necesitas algo, Milo?- Respondió virgo, sentado en su típica posición de loto.

El escorpión dorado calló un momento, pensando bien sus palabras, hasta que finalmente habló.- Shaka, ya no tiene caso que escondas y cargues tú solo todo ese dolor.

El rubio se sorprendió. Milo era de los más receptivos entre la orden de Athena, perfectamente podía notar las emociones de los que le rodeaban, pero aún así, no iba a ceder.- No sé de qué hablas, Milo. Ahora, retírate por favor, estoy ocupado.

Entonces sintió como Milo le sujetó fuertemente del hombro, obligandolo a romper su posición y ponerse de pie.- ¡Maldita sea, Shaka!, ¡Ya todos se dieron cuenta!, así que deja de tragarte tus lágrimas, y de fingir que no pasa nada.

El hindú agachó la cabeza.- ¿A qué te refieres con "todos se dieron cuenta", exactamente?

El heleno rodó los ojos.- A que no eres capaz de superar la muerte de Afrodita.

Shaka no pudo evitar que unas lágrimas escaparan de sus ojos, aún cuándo éstos permanecían cerrados, y Milo rápidamente lo notó.

- Shaka, no estoy aquí para juzgarte.- Le dijo el peli-morado, dándole un par de palmaditas en el hombro.- Athena me envió para ayudarte. ¿Sabes?, yo también perdí a alguien muy importante para mí durante la batalla de las doce casas. Así que entiendo perfectamente como te sientes, no necesitas fingir ni guardar apariencias conmigo.

Shaka no pudo más, y rompió a llorar. Siendo reconfortado por Milo. Shaka jamás había derramado una sola lágrima en público, algunos ni siquiera creían que ese enigmático hombre pudiera llorar, pero ahí estaba... Finalmente expresando su dolor.

- Fuí un idiota...- Lloraba, siendo consolado por Milo.- Él se fue, y nunca... Nunca pude disculparme con él, ni... Ni... Ni decirle la verdad.

Milo le abrazó, en silencio, respetando su dolor.

- Daría todo por poder verlo una vez más... Y... Poder decirle la verdad.

- Entiendo cómo te sientes, Shaka.- Le respondió Milo, una vez que el rubio logró tranquilizarse.- Los dos perdimos a personas importantes para nosotros. No fuimos honestos con ellos, ni les dimos el valor que tenían... Y ahora que ya es tarde, daríamos hasta la vida por tenerlos de vuelta.

Shaka no decía nada. En cierta forma, Milo había descrito algo sobre cómo se sentía desde la partida de su rosa.

- Pero, no nos queda más que seguir. Somos caballeros de Athena, tenemos un deber mayor, que es proteger la paz de ésta tierra.- Añadió el escorpiano.- Sé que es difícil siquiera pensar en seguir y dejarlos atrás, lo sé. Pero nuestras vidas nunca han sido fáciles, ¿o sí?- Dijo con su típica sonrisa.- Además... Estoy seguro de que él no querría verte en éstas condiciones bajo ninguna circunstancia. Quisiera ofrecerte un consejo, que personalmente me ayudó mucho en éstos meses, lo dejo a tu criterio si lo tomas en cuenta o no.

Shaka asintió, dándole a entender que lo escuchaba.

- Imagina cómo serían las cosas si él estuviera aquí. Piensa en todo lo que le dirías, y dilo sin vergüenza alguna. Imagina que no se ha ido, que está a tu lado y no se irá jamás. Reprimir nuestros sentimientos fue nuestro error, Shaka. Fue el error que causó nuestra infelicidad, los errores son para aprender de ellos, no para volver a cometerlos.

Dime que va a pasar si contigo eran mis planes
Todas las noches que duermo en mis sueños invades
Bien dicen que para el amor no hay edades
Sigo esperando ese día en el que de nuevo me llames

Después de aquella plática con Milo, consiguió algo de paz mental. Hablar con alguien que vivía el mismo dolor que él fue liberador, poder liberarse de esa carga sin sentirse juzgado... Eso no tenía precio.

Pero, aún así, había noches en que su subconsciente lo traicionaba, y los fantasmas del pasado lo atacaban sin piedad.

Soñar dormido y despierto en cómo hubieran ido las cosas si ese día hubiera confesado sus sentimientos en vez de negarlo.

Hubiera sido feliz al lado de su amado, quizás ambos estarían vivos, tendría a su rosa con él. Podrían tener la posibilidad de algún día tener una vida plena y pacífica, lejos de las batallas... Pero se quedaban en eso: sueños, anhelos que jamás se harían realidad, y era lo que más le dolía.

Ahora hablaba con Milo, y gracias a eso, las pesadillas no le consumían por completo. A veces el escorpio le reconfortaba con palabras de aliento, consejos, gestos de compañerismo, o simplemente escuchándolo. Y a veces a él le tocaba desempeñar ese papel para Milo.

No resolvía el problema, pero sí lo hacía más llevadero. Aún amaba con todo su ser a Afrodita, y sabía de sobre que ese sentimiento jamás cambiaría, así volviera a nacer.

Rápido pasó, no avisó, se fue y me dejó solo
Y ahora estoy en este mundo de angustias que no controlo
Por Dios santo, porque a esa persona a la que amé tanto
Se me fue, se me adelanto y me dejo ahogado en el llanto

Transcurrieron meses, en los que su sufrimiento pareció ceder poco a poco. Pero ahora tenían otra guerra que librar, la más importante de todas, y de la que dependían las vidas de todos los habitantes de la tierra.

Era casi la medianoche, estaba sentado en medio de la casa de virgo, en su lugar de siempre, meditando. Percibió unos cosmos extraños acercándose al santuario, debía tratarse de espectros de Hades.

Ya no quedaba tiempo, quizás ya no volvería a ver la luz de un nuevo día, solo soñaba con volver a ver a su rosa, así fuera en medio del peor de los sufrimientos.

Aún no podía creer todo lo ocurrido en apenas un par de años, de cómo su vida se torció y tomó un giro tan distinto, tan de repente. Parecía que fue ayer cuándo los santos de bronce atravesaron las doce casas, y cuándo se enteró de la muerte del amor de su vida.

Dos años, y aún le quemaba por dentro, a pesar de todos sus esfuerzos y el apoyo de terceras personas. Quizás simplemente jamás superaría eso, y moriría llorando por su amor perdido.

Solo quedaba esperar en virgo a los atacantes, y enfrentarlos, sin intenciones de sobrevivir, pero tampoco los dejaría seguir tan fácilmente.

De pronto sintió un cosmos familiar, habían llegado los invasores. Pero... Ese cosmos... Ese calor... No, no podía ser cierto.

No podía tratarse de su amado. Pero la similitud era innegable. Al parecer Mu estaba luchando contra el portador de ese cosmos.

Entonces, Afrodita traicionó a Athena y se unió al ejército de Hades a cambio de una nueva vida... No, eso no podía ser cierto. Conocía de sobra a ese hombre, y sabía que él jamás se vendería de esa manera... Algo andaba mal.

La orden fue permanecer en sus templos, esperando su hora de atacar. No debía abandonar virgo ahora.

Pero de pronto sintió como el cosmos de Mu se incrementó, había lanzado su ataque más poderoso. Y el cosmos que se parecía tanto al de Afrodita, se desvaneció... No pudo soportarlo más, rompió su posición de loto, y corrió hacía la salida del templo. Debía hacer algo. Entonces sintió ese mismo cosmos detrás de él.

- ¿Que?- Podía sentir una presencia en su templo. Era idéntica a la de su rosa, dió media vuelta. Y aún inseguro, abrió los ojos lentamente.

Se quedó sin palabras ante lo que vió, sus ojos debían estarle jugando una mala pasada, o quizás estaba siendo atacado por un espectro con una ilusión... Pero, entonces ¿por qué no sentía ningún cosmos desconocido o amenazante?

- ¿No vas a decirme ni siquiera un "hola"?- Pudo ver una vez más esa hermosa sonrisa que lo enamoró años atrás.

- ¡Dita!- Como pocas veces en su vida, no se contuvo, y se lanzó a los brazos de piscis. Llorando en su hombro.

- Ya, ya.- Sonrió el peli-turquesa, abrazándolo y frotando su espalda para calmarlo. Igual que cuándo eran niños.

Quiero que sepas que yo nunca quise perderte
Y quedarme solo con un recuerdo
Me pongo triste y me lleno de llanto
Mamita en las noches que de ti me acuerdo
En este mundo sin ti yo me pierdo
Perdóname vida no aguanto las ganas
Esta noche me voy de este planeta
No intentes salvarme que no habrá mañana

No le importaba si era una ilusión, o una trampa de algún espectro, tan solo quería aferrarse a ese momento junto a la persona que más amó, vistiendo su armadura dorada y brillante.

- Dita... Perdóname por favor.- Lloraba como un niño pequeño.- Te juro que yo jamás quise perderte, lo fuiste y lo eres todo para mí... No tienes idea de cuántas noches pasé llorando por tí... Porque te amo.

Vió sonreír gentilmente a piscis.- Lo sé. Y quiero que sepas que yo jamás te dejé ni te dejaré solo nunca, Shaka.- Las lágrimas comenzaban a escapar de esas bellas gemas.- He escuchado todo tu llanto, y no he deseado nada más que volverte a ver.

- Déjame ir contigo... No me importa si es al Inframundo, si estoy a tu lado soy capaz de soportar el peor de los tormentos... Porque para mí no hay nada peor que perderte.

Afrodita abrazó con fuerza al rubio, y después susurró en su oído.- No, Shaka. Tú aún tienes una misión que desempeñar en ésta guerra, aún no puedes morir, Athena te necesita.

Shaka se aferró con más fuerza a la cintura del chico, derramando más de sus lágrimas.

Se separó un poco, y rápidamente juntó sus labios con los del ex-protector de piscis. Cometió un error una vez, no lo haría dos veces.

- Por favor, prométeme que no morirás tan fácil.- Añadió piscis al separarse, acariciando dulcemente las doradas hebras de virgo.

- Sólo si tú me prometes que nos volveremos a encontrar.

- Te lo prometo.

Un último beso selló esa promesa. Shaka vió desaparecer poco a poco a su amor, tomando su mano.

Ahora entendía su deber. Lucharía hasta el final, teniendo en mente, únicamente volver a ver a su dulce rosa en otra vida, una en dónde nunca lo soltaría.

Fue larga y difícil la batalla contra el dios del Inframundo. Perdieron muchas vidas en el proceso, entre ellas a los santos dorados.

Estaba cerca la cúspide, la pelea final y decisiva en los campos Elíseos. Las almas de los santos dorados caídos en batalla se levantaron por última vez para acudir en socorro de los santos de bronce, y abrirles paso a través del muro de los lamentos.

Cuando te tuve no supe lo que valías
Y hoy que no estas quiero darte hasta mi vida
Hasta lo imposible haría por ti volvería
Descalzo, por recuperar aquellos días
Pero, Vuelve que si tu no estás todo se me va
Menos estas ganas de gritar que ya no puedo más
Vuelve, cuando entenderás que si tu te vas
Te llevas mis sueños y no quiero despertar jamás

Se levantó empapado en sudor, con sus largos cabellos rubios pegados a su frente, al escuchar sonar la alarma del despertador.

- ¿Estás bien, cariño?- Le preguntó el peli-turquesa a su lado. Que recién despertaba.

- Dita.- Dijo abrazando fuerte al amor de su vida.

- ¿Ese sueño otra vez?- Preguntó el sueco, mientras sobaba su espalda para tranquilizarlo. Shaka asintió, escondiendo su rostro en el hombro de su pareja.- Tranquilo, cariño. Sólo fue eso; un sueño. Todo está bien.

Shaka seguía abrazando fuertemente a su hermosa rosa, la más preciosa de todo el Edén. Mientras gotas saladas escapaban de sus ojos azules.

- Ya, ya. No pasa nada.- Le consolaba el chico.- Espera un momento, creo que Alfhild ya se despertó.- Dita se levantó de la cama, y después de unos minutos volvió, con una pequeña bebé en brazos.- Mira quién despertó.

Shaka sonrió al ver a pareja en el marco de la puerta con su hija en brazos. Se puso de pie, y fue junto a ellos, para posteriormente sostener a la bebé que le extendía sus pequeños brazos.

- Iré a preparar el desayuno, ¿puedes cambiarla por favor?- Preguntó sonriendo el peli-turquesa.

El rubio accedió, y cada uno fue a un lugar de la casa diferente; Shaka fue a la habitación de su bebé, y Afrodita a la cocina.

Una vez listos, Shaka y su hija bajaron al comedor, dónde ya los esperaba Dita con un delicioso desayuno servido.

- Quizás debas dejar de ver películas por la noche, Shaka. Creo que comienzan a afectarte.- Comentó bromeando el sueco.- Quiero decir... ¿De dónde sacaste eso de caballeros dorados, Poseidón, Hades, Athena, y no sé qué más?- Añadió intentando contener su risa.- Creo que alguien está dejando volar demás su imaginación.

Shaka sonrió, sabiendo que Dita no lo decía con malicia.- Si te tengo que ser honesto, ni yo lo sé. Solo apareció de repente el sueño, y parece que nunca se irá.- Respondió, igualmente intentando contener la risa.

Los dos echaron a reír por un par de minutos. Cuándo las risas pasaron, Shaka se acercó a su esposo, sujetándolo delicadamente de las mejillas.

- ¿Pasa algo, cielo?- Preguntó sonriendo el piscis.

- No, solo quería recordarte que lo mucho que te amo.- Respondió, sonriendo el hindú.

- Bésame entonces.

El rubio no se negó, y besó con suma ternura y amor los labios de su amado sueco. Cómo si fuera la última vez que lo haría.

Él y Afrodita se conocieron en la universidad, cuándo Shaka llegó a Estocolmo como estudiante de intercambio.

Hubo una conexión instantánea apenas cruzaron miradas, como si se conocieran de una vida pasada o algo así.

Dita fue el intérprete y guía de Shaka por el tiempo que estuvo ahí. Cuándo el rubio tuvo que volver a su país de origen, fue un golpe duro para ambos. Y peor para Shaka, ya que su preciada rosa se desapareció por unos días, y actuaba muy distante. Incluso no lo vió en el aeropuerto para despedirlo.

Con el corazón hecho pedazos, abordó el avión, pero su roto corazón fue sanado en un abrir y cerrar de ojos, y latió más fuerte que nunca al llegar a su asiento.

Dita planeó desde un inicio ir con él a su país. Así fue como ambos viajaron al país natal de Shaka, y vivieron un tiempo ahí. Antes de que decidieran volver a Estocolmo, y hacer su vida allí.

Apenas un par de años después de terminar la universidad se casaron. Y otros dos años más tarde, adoptaron a su primera hija, una recién nacida.

Ahora eran una familia feliz. Se amaban con todo su ser el uno al otro. Sus amigos siempre hacían comentarios sobre lo felices que se veían, y parecía que el tiempo no pasaba sobre su amor. Éste "no se desvanecía, ni se desvanecería, ni siquiera se desgastaría, así pasaran cien años, o murieran- En palabras de la misma pareja- Así uno muriera, se volverían a encontrar en otra vida, y volverían a estar juntos, sin importar cuántos obstáculos tuvieran que atravesar.

Quizás ya lo habían hecho, aún sin darse cuenta...

No le importaba realmente, lo único que le importaba, era ese sueco. Recordarle a diario cuánto lo amaba, decirle cada "te amo" y dar cada beso y abrazo como si fuera el último.

The End

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Bueno, éste songfic está dedicado a ValeriaRamirez994 que me lo pidió.

Espero que te haya gustado, y haya cumplido tus expectativas. La verdad me encantó hacer algo basado en esa canción, gracias por haberla escogido 💙

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