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The Night [🐉RadamanthysxKanon♊]

El día es la esposa a la que evito
A quien debería ser leal
Aunque advertido por compañeros y parientes
Siempre me rindo ante la noche
Mamá siempre me advirtió tal
Ser un alma nocturna
Además de ser simplemente extraño
Genera de alguna enfermedad mental

Perdido entre los árboles de un enorme bosque, envuelto en la negrura de la noche, en una de las habitaciones de un enorme castillo en algún lugar de Inglaterra, se podía apreciar con la tenue luz de las velas, la silueta de un hombre, paseándose de un extremo de la habitación al otro.

- ¿Qué tengo que hacer para que me quiera?- Interrogó con fastidio a su único acompañante.

- ¿Yo qué sé, Radamanthys?- Bufó.- Es bastante bello, pero al final de cuentas, no es más que un simple, vil, repugnante y asqueroso humano. ¿Hasta cuándo vas a tenerlo aquí?

El rubio detuvo sus pasos, tan solo para tomar asiento en el escritorio de caoba, frente a su acompañante.

- No negaré que es un ejemplar sumamente hermoso, y que desearía poder conservar.- Respondió con tranquilidad.- Aunque debo admitir que comienza a colmarme la paciencia con su actitud.

El albino que se encontraba sentado en la silla frente a él, rió levemente.

- ¿Qué te hace tanta gracia, Minos?

- Oh, no es nada, Radamanthys.- Sonrió.- Es solo que me parece elocuente que un sangre pura de tu categoría, se encuentre tan encaprichado con su juguete.

El inglés no pudo evitar fruncir su uniceja, algo molesto por la burla de su amigo y consejero.

- En fin...- Minos pareció notar su molestia, e inmediatamente dejó de reír.- Quizás deberías simplemente preguntarle qué demonios quiere.

- ¿Y crees que no lo he intentado ya?

El albino solo rodó los ojos, y bebió el líquido de la copa en su mano, harto de escuchar cada noche las quejas y berrinches del inglés.

Radamanthys siguió quejándose por unos minutos más, recalcando cuán difícil era tratar con aquel humano, y que sin importar lo que hiciera, el resultado siempre era el mismo. Hasta que el ruido de un objeto pesado cayendo al suelo interrumpió su monólogo.

- Ahí va tu humano, a intentar escapar otra vez.- Se burló Minos, para después ver a Radamanthys salir corriendo del despacho.- Buenas noches, Radamanthys~

Canturreó, para después apagar las velas, y retirarse a su recámara.

[...]

No tardó nada en llegar a la habitación dónde permanecía cautivo ese hermoso ejemplar.

Sabía que apenas abriera un poco la puerta, lo primero que lo recibiría sería un golpe con algún objeto. Un cojín o un candelabro, ya le había intentado lanzar de todo: almohadones, velas, zapatos, partes de una armadura decorativa, un fuelle, una escoba, incluso un atizador... ¿Qué sería ésta vez?

Tomó una profunda bocanada de aire, sujetó la manija, y abrió la puerta.

Tal y como esperaba, estuvo a punto de golpearlo, pero sus movimientos fueron muchísimo más rápidos, esquivando el ataque y desarmando al contrario con facilidad.

- ¿Un perchero?- Dijo, sonriendo burlonamente.- Vaya, cada día me sorprendes más, Kanon.

El peli-azul se removió, buscando zafarse del agarre del rubio, pero de nada le sirvió.

- Sabes que si yo no te suelto, de aquí no te mueves, ¿cierto?

El contrario no respondió con palabras, sino con una patada directo al abdomen del rubio.

Radamanthys, en un ágil, rápido y certero movimiento, lo arrojó contra la cama de la habitación.

Kanon se estrelló contra la cabecera de la cama y la pared, cayendo cuál muñeco de trapo en el colchón, adolorido y desorientado.

Radamanthys se acercó a él, sujetandolo con fuerza del mentón, obligándolo a alzar la cabeza.

No le dolió en absoluto la patada. La fuerza y resistencia de su prisionero no se comparaban en lo más mínimo con la suya, pero ese fue el colmo, ya había sido demasiado tolerante con ese humano.

- ¡Maldito, ¿quién demonios te haz creído para hacer eso?!- Reprendió al peli-azul, que aún luchaba por recuperar el aire que escapó de sus pulmones por el impacto.- Debería matarte ahora mismo por tu osadía.

- ¡Mátame entonces de una maldita vez!- Gritó en respuesta el contrario, sorprendiendo a su carcelero.

Normalmente, cualquier humano en la situación del muchacho, estaría muerto del miedo, y de rodillas, suplicando por su vida. Pero él no, él parecía más enfadado que asustado.

- ¿Qué esperas?, ¿una invitación?- Volvió a hablar con dificultad el peli-azul.- ¡Mátame de una vez y terminemos con ésto, maldito chupasangre!

Y ahí estaba ese sobrenombre otra vez. Desde que lo llevó al castillo, ese chico no había hecho más que llamarlo así: "chupasangre".

Realmente no estaba demasiado alejado de la realidad. Después de todo, es lo que vampiros sangre pura como él suelen hacer para mantener sus poderes: consumir sangre de seres vivos.

Rió por lo bajo antes de responder.

- Lo haría, Kanon. Créeme que nada me haría más felíz.- Sonrió de lado.- Pero, desgraciadamente para tí, no me gusta la comida rápida.

Añadió, para después colocarse encima del peli-azul, apresando las muñecas de éste.

Kanon se removió apenas sintió su cercanía, igual que un pez sofocandose fuera del agua, sin éxito alguno. Radamanthys volvió a reír, hiciera lo que hiciera, Kanon no tenía oportunidad.

- Prefiero disfrutar el sabor de los alimentos lentamente, y bocado por bocado.- Murmuró contra el oído del peli-azul, y sintió como volvía a luchar inútilmente.

- ¡No te atrevas!- Forcejeó Kanon con todas sus fuerzas.

El vampiro hizo caso omiso a sus palabras, haciendo un leve corte con sus afiladas uñas en el cuello del muchacho, suficiente para provocar un sangrado.

Ese aroma... Ese maldito aroma que le robó toda pizca de razón apenas lo percibió hace unos meses.

Controlado por sus instintos, pegó su boca a la herida, lamiendo y chupando, tratando de succionar la mayor cantidad de sangre posible.

No solo olía bien, también era la sangre más deliciosa que hubiera probado en todos sus siglos de vida.

Era tan delicioso, que sus filosos colmillos comenzaban a crecer más de la cuenta, amenazando con morder la suave carne... Pero no, no podía morderlo.

Lo escuchó quejarse, y sintió como se movía desesperadamente, tratando de liberarse, probablemente asustado ante la posibilidad de recibir una mordida. Cuándo escuchó sus sollozos, supo que ya había sido suficiente.

Con muchísimo esfuerzo, y luchando contra sí mismo, se detuvo, dejando libre a su presa, quién no tardó ni un segundo en rodar hasta el otro extremo de la cama, cubriendo su cuello aún sangrante con ambas manos.

Radamanthys podía escucharlo llorar, mientras con sus manos trataba de frenar la hemorragia.

Se acercó lentamente a él, sabiendo que aunque quisiera, Kanon no sería capaz de huir. No con esa herida.

- Maldito monstruo...- Murmuró el peli-azul.- Te odio... Te odio... ¡Te odio, y no tienes idea de cuánto!

No respondió nada. Se acercó al peli-azul, obligándolo a quitar sus manos de la herida. Lamió el corte, hasta que éste dejó de sangrar al cabo de unos minutos.

- La saliva de los vampiros sangre pura puede curar heridas, lo sabes.- Comentó, mirando al chico.- Entonces, ¿por qué huyes de mí?, ¿quieres morir desangrado acaso?

- No tengo ninguna razón para vivir.- Los ojos de Kanon no mentían. Eran la ventana al alma de una persona destrozada, únicamente con ganas de morir.- Me haz tenido aquí encerrado desde hace seis meses...- Inició, con lágrimas en los ojos.- Me apartaste de mi hogar, me robaste mi vida, me quitaste a mi familia... Me separaste del amor de mi vida.- Otra vez estaba llorando. Radamanthys comenzaba a pensar que era lo único que ese humano sabía hacer, además de atacarlo.- ¡¿Y todo para qué?!, ¿para tenerme como tu comida, hasta que un día pierdas el control y me mates, o peor aún, me muerdas y me conviertas en un asqueroso monstruo como tú?... Solo por una vez, ten piedad de mí, y mátame de una vez.

El rubio se acercó al peli-azul, tomando su mentón, con mucha más delicadeza que antes.

Miró sus ojos, esos ojos tan verdes como el césped de primavera, y tan brillantes como una esmeralda, y después besó sus labios.

Kanon lo rechazó al instante, llegando a morderlo. Separó sus labios de los del chico, sin soltar su mentón.

- Oh, Kanon, dulce, pobre e ingenuo Kanon...- Canturreó burlonamente.- Soy un sangre pura, a diferencia de los sangre sucia, yo no necesito sangre de los humanos para mantener mi poder, me basta con algo de sangre de mamíferos de vez en cuándo. Además, yo no me mezclo con míseros y repugnantes humanos.

- Entonces ¿por qué quieres mi sangre?, ¿para qué me quieres a mí?- El muchacho era astuto, persistente y firme. No descansaría hasta tener al menos una respuesta.- Respóndeme... Al menos quiero saber qué hice para merecer ésto.

Realmente Kanon no había hecho nada. Quizás su único error fue tropezar en el bosque, mientras corría con su hermano y ese otro chico de cabello lila. Se raspó la rodilla, provocando que unas gotas de su sangre brotaran de su piel.

Radamanthys pudo percibir el aroma de la sangre. Normalmente no le agradaba el olor, ni mucho menos el sabor de la sangre humana; era asqueroso, además de que no había forma de saber dónde estuvieron esos humanos antes.

Pero el aroma de la sangre de Kanon... Era completamente diferente, tan suave, dulce... Fue atraído por ese aroma, y en cuánto supo a quién pertenecía, decidió que debía ser suyo.

Sabía que existían humanos con un raro tipo de sangre: Hambrosía. Uno que es extremadamente delicioso, y atrae cuál abejas a la miel a todo tipo de vampiros, desde los mestizos y sangre sucia, hasta los sangre pura.

Nunca había visto a un humano así, tan solo había escuchado historias de amigos y parientes que habían encontrado humanos así.

- No lo entenderías, Kanon.- Reafirmo.- Ni siquiera un humano tan especial como tú tendría ese privilegio.

- ¿Qué diablos estás diciendo?

Kanon no tenía ni idea de su especial y extraña naturaleza. Radamanthys solo rió bajo en respuesta.

- Buenas noches, Kanon.- Susurró, para después soltarlo, ponerse de pie y marcharse, dejándolo solo en la habitación en penumbras.

Pero la noche
Ella me llama
Ella me llama
Ella me llama
Ella me llama
Ella se balancea en su vestido de terciopelo
Y me tira atrae hacía ella en la oscuridad
Mientras los demás descansan
Mientras los demás descansan
Mientras los demás descansan

La noche seguía su curso, Radamanthys caminaba por los enormes pasillos del castillo Wembley.

El día en que conoció a Kanon seguía tan vivo en su memoria como si hubiera sido ayer.

Kanon Areleous, el hijo menor de una familia de inmigrantes griegos de clase baja, que se dedicaban a la agricultura y crianza de animales.

La primera vez que lo vió, el chico estaba junto al que sabía, era su hermano gemelo, y un doncel de cabellos lilas que reconoció apenas lo vió.

Cómo odiaba a ese niñito mimado; Sorrento Mermaid Wagner Kido, hijo de un adinerado comerciante, dueño de varios navíos. Nacido en Austria.

Kanon parecía estar perdidamente enamorado de ese mocoso, aunque probablemente el griego no tenía ni idea de quién era ese niñato en realidad.

Conocía a Sorrento desde hace años. Perteneciendo a la misma sociedad secreta era algo inevitable.

Algo que casi nadie sabía, era que la familia de ese muchachito pertenecían a un extenso linaje de vampiros.

Hijo del vampiro sangre pura Febo Abel Wagner, y una vampiresa de sangre sucia llamada Seraphina Kido.
El menor de cuatro hermanos mestizos; las mellizas Sasha Marie y Saori Antonniete Wagner Kido, las hijas mayores y unas de las mestizas más temidas.

Julián Saphire Wagner Kido, el hijo de enmedio, apodado como "Poseidón" por la sociedad secreta de vampiros. Uno de los más despiadados, que frecuentemente asesinaba humanos y animales por el puro placer de hacerlo, a pesar de no necesitarla para mantener su poder gracias a su naturalidad mestiza.

Aunque Sorrento, el más jóven del linaje, nació sin poder alguno. Parecía que los pocos genes humanos de su madre le ganaron a los de vampiro.

Radamanthys sabía el linaje del que venía ese peli-lila, tenía fama de buscar presas para sus hermanos, y no le sorprendería nada que Kanon fuera el próximo en su mira.

Ese día, cuándo sintió el aroma del menor de los Wagner, se puso en marcha para echarlo a patadas de su territorio, pero un raro y delicioso aroma lo impidió.

Al parecer, Kanon había tropezado con una roca, haciéndose un corte en la rodilla, de ahí provenía ese aroma a sangre.

Siguió observándolo a lo lejos por unos días más, y tal y como temía, vió al hermano mayor de Sorrento cerca de los jóvenes un par de veces.

Entonces comprendió que ese humano era suyo, o sería la próxima comida de Julián.

No quiso perder más tiempo, entendiendo que no lo había. Apenas tuvo oportunidad, cuándo Kanon caminaba junto a su hermano y ese intento fallido de vampiro, recolectando bayas en su bosque, aprovechó cuándo el peli-azul se quedó solo para raptarlo.

Nada pudo hacer el jóven, su fuerza física no le llegaba ni a los talones, y consiguió llevarlo con facilidad a su castillo.

Lo mantuvo cautivo en un sótano por un par de semanas, solo hasta que las autoridades y los habitantes de la ciudad y poblados cercanos se dieran por vencidos y dejaran de buscarlo.

Una vez que lo consideró viable, le asignó la habitación más grande, lujosa y bella de todo el castillo, y comenzó a visitarlo por la noche.

Probó la sangre por primera vez, y fue como si naciera por segunda vez. No se comparaba con nada, la sangre de ciervos o lobos salvajes eran basura a su lado.

No le quedaba duda de nada, era uno de esos humanos portadores de ese tipo de sangre tan inusual. Pero gracias a su amigo y consejero, descubrió que esa no era lo único especial en Kanon.

Oh, no, claro que no. Al parecer, ese chico, además de ser un portador de un tipo de sangre extraño, también poseía una inusual condición: se trataba de un doncel. Capaz de engendrar vida en su vientre.

Se sabía muy poco sobre los donceles, no eran comunes entre los humanos, por lo general eran licántropos o vampiros, o por lo menos descendientes de éstos, pero muy rara vez humanos.

Lo que sabía gracias a Minos, era que si conseguía dejar preñado a Kanon, el bebé que naciera, sería incluso más fuerte que un sangre pura.

Cómo ahora tenía al peli-azul en su poder, podía reclamar a Kanon como suyo, pero solo si él lo aceptaba.

Por eso estaba tan obsesionado en que el doncel lo aceptara. Si no lo reclamaba como suyo, otros vampiros desearían quedarse con él, y harían lo que fuera para conseguirlo.

Y con alguien como Sorrento Wagner allá afuera, el rumor se expandería como la pólvora antes de que pudieran idear algún plan de respaldo.

Llegó hasta su habitación, para después asomarse al balcón, apreciando la brillante luna llena. Mientras observaba el hermoso y radiante satélite natural, pensaba qué podría hacer para conquistar el corazón de ese hermoso doncel.

Lo tenía tan cerca y a la vez tan lejos, que lo hacía sentirse impotente, incapaz de lograrlo.

Pero no se rendiría tan fácilmente, era el último descendiente sangre pura de los Wembley. Sus padres habían muerto hace años durante las cruzadas entre clanes de vampiros, las cuáles terminaron cuándo comenzó su lucha contra los licántropos y todos los sobrevivientes de los clanes de vampiros se vieron forzados a unir fuerzas.

Él luchó en ambas guerras, matando y luchando tanto como contra otros vampiros, como licántropos. No era más que un niño de unos dieciséis años cuándo comenzaron las cruzadas entre clanes, y unos sesenta cuándo unió fuerzas con otros vampiros para luchar contra los licántropos.

Lideró varios de los ataques y emboscadas, y planeó aún más estrategias durante la guerra contra licántropos. Así fue como consiguió hacerse de un puesto alto en la organización secreta.

Actualmente estaba cerca de llegar a los doscientos años, que para seres inmortales como él era tan solo un suspiro, y no había tenido un solo descendiente.

También era de los miembros más jóvenes de la organización, siendo superado únicamente por su primo, Aiacos Caudhari, un mestizo de vampiro y humana, también provenía del linaje Wembley, sin embargo, su sangre era mayormente humana que vampira. Y el hijo menor de los Wagner.

- ¿Por qué no intenta ser más amable con él, mi señor?- Escuchó una voz a sus espaldas.

- ¿Qué quieres decir, Valentine?

Su más leal sirviente, un sangre sucia llamado Valentine. Lo conoció hace casi un siglo, cuándo el peli-rosa, teniendo tan solo diecisiete años, fue herido por un vampiro. Pero de alguna manera, consiguió escapar de la muerte, convirtiéndose en un vampiro sangre sucia.

Radamanthys sabía de sobra lo mal tratados que eran los sangre sucia si no tenían un sangre pura respaldandolos. Así que decidió acoger al joven como su mayordomo, permitiéndole vivir bajo su techo desde entonces. Convirtiéndose en un muy buen y leal amigo y consejero con el paso de los años.

- ¿Por qué no intenta hacer que se enamore realmente en vez de forzarlo a ello?

No pudo evitar soltar una pequeña risa.- Ay, Valentine. Eres un perdido y completo amante del amor.- El peli-rosa se la pasaba siempre soñando despierto con ese extraño sentimiento humano.- Soy un vampiro, un sangre pura, Valentine. Los vampiros no somos capaces de amar a nadie, vivimos por y para matar por territorios y poder. Y también para vivir en el caso de los sangre sucia.

Valentine se acercó al balcón, suspirando el frío aire de la madrugada.

- Es lo que aparentan a simple vista.- Comentó el menor.- Hasta ahora no he visto un solo matrimonio de vampiros que se amen. Están juntos únicamente por el poder o porque no tienen alternativa. Pero sí conozco a un sangre pura que ha sido capaz de amar.

- Yo no lo amo, Valentine. El amor solo trae dolor, sufrimiento y problemas.- Negó la afirmación del sangre sucia.- Le juré a mis padres y a mí mismo que jamás amaría a nadie. Solo me interesa que me dé el heredero que tanto deseo, es todo.

Valentine volvió a suspirar. Conocía bien al rubio, y sabía que nada podía hacer para que hablara con la verdad, a pesar de que el leve rubor en las mejillas lo delatara.

- Aún si solo lo quiere para ese fin, un poco de cortesía y trato humano jamás han matado a nadie, mi señor.

Radamanthys giró su vista, viendo al peli-rosa.

- Solo considerelo.- Insistió Valentine.- Buenas noches, mi señor.

- ¿Irás a cazar?

- No es algo que me enorgullezca o siquiera agrade, pero no tengo otra opción.

Después de decir eso, el sirviente se retiró de la habitación. Necesitaba salir de cacería de algún pobre humano desafortunado un par de noches al mes.

Los sangre pura y algunos casos de mestizos no tenían la necesidad de ingerir sangre humana, algo de sangre de mamíferos era suficiente. Otros casos de mestizos no necesitaban ingerir ningún tipo de sangre. Pero los sangre sucia eran otra historia.

Los sangre sucia, ese nombre recibían los que nacieron humanos pero fueron convertidos en vampiros por una mordida. Ellos tenían la necesidad de ingerir sangre humana por lo menos un par de veces al mes, de lo contrario, morirían. La sangre de mamíferos no les servía a ellos, así que solo les quedaba asesinar por sobrevivir.

Radamanthys sabía que su sirviente y amigo no se atrevería a atacar a un inocente, aún si su vida dependiera de ello. Ladrones, asesinos, violadores, y todo tipo de criminales que atacaban durante la noche eran sus presas principales. A pesar de ser convertido en un monstruo, el peli-rosa aún conservaba algo de su humanidad.

Quizás Valentine no estaba tan equivocado. Tal vez si cambiaba de estrategia, conseguiría que ese doncel decidiera ser suyo, y accediera a darle un heredero.

Ya había intentado mil cosas, qué más daba. Con intentar no perdía nada.

Escucha la llamada que ha llegado el momento
Para ustedes, hijos de la noche
Reúnanse como perros lactantes
Mamá ha llegado, es la noche
Ven conmigo al otro lado
¡Haz que esa chica de negro sea tu novia!

La mañana llegó, y con ella los brillantes rayos del sol. Radamanthys se bajó hasta la sala principal del castillo, tan solo para verificar que Valentine hubiese vuelto a tiempo.

Que el sol matara a los vampiros era una verdad a medias, que muchos humanos ignorantes del tema creían.

El sol no dañaba a los sangre pura, de hecho, en el peor de los casos, a duras penas les producía leves quemaduras al exponerse por muchas horas, nada que no sufriría un humano común y corriente en las mismas circunstancias.

En el caso de los mestizos, variaba dependiendo si nacían de una humana o una vampira. En el primer caso, no les dañaba el sol, gracias a su parte humana. En el segundo, era lanzar una moneda al aire, a algunos les afectaba, a otros no, o en mayor o menor grado.

Sin embargo, los rayos del sol sí era mortales para los sangre sucia.

Valentine no era alguien descuidado, sabía el peligro que corría si la luz del sol lo alcanzaba, y siempre volvía antes de que eso ocurriera. Pero aún así, Radamanthys no podía evitar preocuparse por su amigo.

[...]

Llegó a la sala principal, y se extrañó al no ver al peli-rosa. Se dirigió a la cocina, después al comedor, incluso a la recámara del menor, obteniendo el mismo resultado; ni rastro de Valentine.

Fue hasta la alcoba de Minos, preguntando por el jóven. El albino tampoco lo había visto desde la noche anterior.

Entonces comenzó a temer lo peor, y no perdió más tiempo, antes de salir del castillo al bosque, esperando encontrarlo a tiempo.

[...]

Mientras tanto, en la habitación más grande del castillo, Kanon observaba desde la ventana como Radamanthys salió como alma que se llevaba el demonio, rumbo al bosque.

Los pasos apurados del rubio corriendo por los pasillos, subiendo y bajando escaleras, lo habían despertado y puesto alerta.

¿Qué estaría tramando ahora ese chupasangre?

Era la pregunta que cruzaba la mente de Kanon. No era común que ese rubio estuviera tan alterado, tampoco que abandonara el castillo, y mucho menos de día.

¿No se suponía que los vampiros morían con la luz del sol?, ¿entonces por qué a Radamanthys parecían no hacerle ni cosquillas?

Se sentó junto a la enorme ventana, observando el tétrico bosque. Los enormes árboles meciendo suavemente sus ramas con el viento, mientras pequeñas gotas de rocío caían de sus hojas, y pequeños animales como ardillas y aves salían de sus nidos y madrigueras para conseguir alimento.

De pronto, todo el ambiente le resultaba nostálgico. Aún anhelaba los días junto a su familia, en la granja, sembrando, cosechando, cuidando de los animales, o correteando por el bosque, o nadando en el lago en sus ratos libres.

Incluso labores que detestaba como limpiar el establo o el granero, ahora mismo le parecieran un lujo.

Jamás pensó que extrañaría tanto todo eso. ¿Qué sería ahora de sus padres?, ¿de su hermano?, ¿de ese lindo peli-lila?... ¿Aún seguirían buscándolo, o ya lo daban por muerto y seguían con sus vidas?

Saga, su querido hermano, y él conocieron a Sorrento un día de los tantos en los que repartían pedidos por el pueblo. Ese día en específico, se encontraban llevando una entrega de fresas a la pastelería, cuándo sin querer, Saga chocó de frente con alguien, terminando ambos en el suelo.

Kanon rápidamente auxilió a su hermano y al otro jóven. El chico parecía ser de una buena familia, sus finas ropas, su piel extremadamente suave y sin ninguna cicatriz o herida, y su cabello perfectamente peinado no dejaban lugar a dudas. Y no se equivocaban, ese jovencito era Sorrento Wagner, el hijo menor de una de las familias más adineradas del país.

Sin embargo, a pesar de su posición económica, el jóven jamás se mostró altanero ni mucho menos irrespetuoso. Al contrario, siempre fue muy amable, respetuoso y cordial. Nunca los hizo de menos por tener menos dinero que él, siempre los trató como iguales.

Kanon suspiró, recordando al que consideraba su primer amor. Porque sí, sin pensarlo, desearlo, ni mucho menos planearlo, terminó enamorándose de ese chico, a pesar de que lo sabía imposible.

De entrada, ambos eran hombres, jamás sería bien vista una relación más allá de una amistad.
En segunda, pertenecían a clases sociales completamente diferentes.
En tercera, Sorrento jamás mostró algún interés en él, más que un amigo.

Pero aún así, lo amaba. Desearía haberse quedado a su lado, aún si era solo como un amigo, pero a su lado.

Ahora... Estaba encerrado en esa habitación, viendo los días pasar por ese enorme ventanal, siendo herido casi a diario en el cuello o cualquier otra extremidad de su cuerpo por ese chupasangre.

Había intentado de todo para escapar desde el primer día, pero nada dió resultado. Quizás debía resignarse, y esperar pacientemente el día de su muerte, porque si de algo estaba completamente seguro, era que prefería morir, antes que convertirse en un chupasangre.

Todos sus pensamientos se vieron interrumpidos cuándo el fuerte sonido de las puertas principales azotándose resonó por todo el castillo.

Lo siguiente que escuchó fueron los gritos de Radamanthys, y los apurados pasos del que era su asistente o algo así, corriendo a su encuentro.

Decidió acercarse a la puerta y pegar su oído, solo para entender qué demonios estaba pasando ahí afuera. Tal vez podría ser su oportunidad de escapar.

[...]

- ¡No te quedes ahí parado!

Gritoneaba Radamanthys, sostenido a un moribundo Valentine en brazos, cubriéndolo con una gruesa capa negra.

- Tranquilízate, Radamanthys.- Respondió Minos.- Llévalo a su habitación, enseguida iré a verlo.

El rubio corrió a toda prisa, llevando al peli-rosa a la alcoba, depositándolo con cuidado en la cama.

Minos llegó un par de minutos después, con algunos instrumentos médicos. No era la primera, ni tampoco la última vez que alguien era herido.

Radamanthys daba vueltas en la habitación, mientras Minos examinaba al sangre sucia. Después de unos minutos, se acercó a Radamanthys.

- Lo siento, Radamanthys.- Suspiró.- Me temo que Valentine no sobrevivirá.

El inglés sintió como su cuerpo se helaba aún más.

- P-Pero... N-No estuvo tanto tiempo en el sol... Yo... Conseguí traerlo a tiempo...

- Ese es el menor de sus problemas, Radamanthys.- Siguió Minos.- Tiene quemaduras, pero aunque graves, se recuperaría... El problema es que no consumió la sangre humana que debía.

- Tiene que haber algo que podamos hacer.- Radamanthys no se iba a dar por vencido sin luchar.- Iré al pueblo, y traeré al primer humano inútil que se me ponga enfrente... Cualquiera sirve, ¿no?

- Aún con tu velocidad, para cuándo vuelvas, él ya estará muerto.- Minos lo sujetó de los hombros, sabiendo lo testarudo que era el inglés.- Si le tienes tanto aprecio, entonces quédate a su lado, acompañalo en sus últimos momentos, y déjalo morir en paz.

- ¡No me voy a quedar aquí parado a dejarlo morir, Minos!

Entonces el albino recordó un dato importante.

- Radamanthys, ¿qué estás dispuesto a hacer para salvarlo?

- Lo que sea... No voy a dejar morir a un amigo.

- Hay un humano en el castillo, Radamanthys.- Le recordó Minos.- La sangre de tu humano es especial, un poco seria capaz de salvar a Valentine... Pero, dudo mucho que tu humano esté dispuesto a ayudarte.

Radamanthys lo pensó por unos segundos. Minos tenía razón, en todo. Si iba hasta el pueblo, para cuándo consiguiera la sangre de un humano, ya sería demasiado tarde para Valentine. Y si recurrían a usar la sangre de Kanon, sería prácticamente atar al griego y herirlo para extraer su sangre, corriendo el riesgo de que perdieran el control, y terminaran matandolo accidentalmente.

Los leves quejidos de Valentine lo hicieron girar la vista.

El menor casi no se movía, y su respiración era cada vez más débil.

- Iré por él.

Sentenció, y salió de la habitación, rumbo a dónde se encontraba Kanon.

[...]

Kanon escuchó los pasos de Radamanthys acercándose a la puerta, y rápidamente se alejó de ésta, no queriendo que el vampiro lo descubriera.

- Ponte de pie. Tú vienes conmigo.

- ¡No voy a ningún lado!- Se negó, retrocediendo aún más.

Radamanthys se movió antes de que él pudiera siquiera reaccionar, sujetandolo del brazo.

- Te dí una orden.

El rubio lo sacó prácticamente arrastrando de la habitación, atravesando unos pasillos y bajando unas escaleras, hasta llegar a otra habitación.

Al entrar, lo que vió y llamó fuertemente su atención, fue ver al que era un sirviente de Radamanthys, agonizando en la cama.

- ¿Qué le pasó?- Fue la pregunta que abandonó sus labios.

Ese peli-rosa había sido el único que lo trataba con decencia desde que llegó a ese lugar en contra de su voluntad.

A diario solía llevarle el desayuno, el almuerzo y la cena a la habitación. Y de vez en cuándo se quedaba a hablar con él. Valentine era su nombre, si mal no recordaba.

- Necesita beber un poco de sangre humana, o morirá.

Kanon sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo ante las palabras de vampiro de cabello blanco.

- N-No...- Escuchó la débil voz de Valentine.- M-Minos... R-Rada... É-Él no... P-Por favor.

- ¡Valentine...!- Kanon corrió a su lado, arrodillándose a su lado en la cama.- ¿Cuánta necesita?

El peli-rosa intentó volver a protestar, pero no fue capaz.

- Solo un poco, unos mililitros solamente.

Kanon vió a Valentine, que aún estando agonizando, se rehusaba a permitir que lo lastimaran. Después vió a Radamanthys, el rubio parecía desesperado, a punto de llorar, era la primera vez que ese chupasangre mostraba alguna emoción que no fuera el deseo de devorarlo.

- Lo haré.- Accedió.- Tranquilo, Valentine. Estaré bien.- Le sonrió al peli-rosa, buscando calmarlo.

Minos le acercó un pequeño vaso de cristal, junto a una daga de lo que parecía ser plata.

Sin pensarlo mucho, usó la cuchilla para abrir una herida en su muñeca izquierda, permitiendo que el líquido carmesí escurriera, cayendo en el recipiente.

Quizás era un suicidio hacer eso estando en la misma habitación con dos vampiros en perfectas condiciones de atacarlo. Pero si algo caracterizaba a Kanon, era su lealtad y enorme sentido de la gratitud.

Valentine había sido un apoyo para no volverse loco en su encierro. Había velado por su bienestar desde el primer día, lo trataba con amabilidad, lo escuchaba... Le debía mucho a ese peli-rosa, definitivamente no iba a dejarlo morir si tenía al menos la mínima posibilidad de salvarlo.

Minos salió corriendo de la habitación, cubriéndose la nariz, y Radamanthys no tardó mucho en seguirle.

Kanon decidió hacer caso omiso. Cuándo el pequeño vaso estaba casi a la mitad de su capacidad, y viendo que las fuerzas poco a poco abandonaban a Valentine, decidió darle de beber la sangre que había extraído.

Casi de inmediato, el peli-rosa recuperó su color, y su respiración recobró algo de fuerza.

- Kanon...- Suspiró el peli-rosa, aún algo débil.

- No te preocupes por mí, tu amo me hace heridas así casi a diario.- Sonrió de lado, sintiendo arder la cortada en su muñeca.- ¿Estás bien?

Valentine asintió levemente.

- ¿Necesitas más de mi sangre?

- N-No... Estaré bien.- Respondió el sangre sucia.- Ve con el amo Radamanthys... É-Él puede curarte esa herida.

Kanon torció los labios, gruñendo levemente por lo bajo.- Sabes bien lo que pienso de ese malnacido.

- Él no es tan malo... Además... Ahora mismo, necesitas de su saliva... Por favor, Kanon.

El peli-azul suspiró, y asintió. El jóven vampiro estaba muy debilitado, no iba a discutir con él.

- Está bien, iré con él.- Accedió a las súplicas de Valentine.- Descansa. No quiero que me abandones con ese par de chupasangre malparidos, ¿de acuerdo?

Valentine sonrió levemente, y asintió.

Kanon se incorporó, para después salir de la habitación, mientras apretaba su muñeca sangrante, tratando de frenar el sangrado.

Apenas abrió la puerta y dió un par de pasos, sintió como una mano se ceñía en su hombro, jalándolo hacía atrás, arrastrándolo hasta la habitación dónde permanecía prisionero desde hace meses.

Una vez en la habitación, fue arrojado a la enorme cama, sobre las suaves y finas mantas, hundiendo su rostro en los almohadones de ceda y plumas.

No hacía falta alzar la vista para saber quién era el responsable, reconocería ese olor a eucalipto dónde fuera.

- Linda forma de agradecerme por salvar la vida de tu amigo.- Refunfuñó, aún sabiendo que ese chupasangre haría oídos sordos.

Radamanthys no le respondió con palabras. Simplemente le sujetó con fuerza la muñeca herida, comenzando a lamer la sangre que emanaba de ésta por varios minutos, hasta que finalmente dejo de sangrar, dejando la piel libre de cicatrices.

Una vez que terminó, limpió con su antebrazo el delgado hilo de saliva y sangre que escapó de sus labios.

- Con eso debería bastar para que no mueras.- Gruñó el rubio.

- De nada, por arriesgar mi vida para salvar la de tu amigo.- Siguió reclamando Kanon, cruzándose de brazos mientras se sentaba en el borde de la cama.

Por unos segundos se hizo el silencio en la habitación. Hasta que Radamanthys fue el primero en romperlo.

- ¿Qué estás tramando?

Kanon arqueó una ceja, viendo confundido a su interlocutor.

- No estoy tramando nada, estúpido chupasangre.

- ¿Por qué no estás intentando escapar?

Kanon lo fulminó con la mirada, y después rodó los ojos, con una mueca de fastidio.

- Por si no lo haz notado, he estado perdiendo sangre constantemente éstos últimos días, y acabo de perder un poco más de lo regular hace apenas unos minutos.- Respondió irritado.

- Apenas ayer no parecía importarte mucho.

- Prácticamente desperté y lo primero que hice fue cortarme el brazo para hacerme sangrar, y ni siquiera he comido nada para reponer la pérdida de sangre. No estoy en condiciones de intentar huir, genio.

Estaba por responderle al griego, cuándo la conversación que había tenido durante la noche con Valentine, resonó en su mente: "Un poco de cortesía y trato humano jamás han matado a nadie, mi señor."

- Minos ya debe haber terminado de preparar el desayuno. Baja a comer.- Gruñó el inglés, tratando de sonar cortés.

Kanon parecía sorprendido por el repentino cambio de actitud del vampiro.

- ¿Y piensas que yo seré el desayuno?- Preguntó riendo levemente.- No, gracias.

- Por si ya lo olvidaste, Valentine no está en condiciones de traerte el desayuno a la cama.- Le confrontó Radamanthys, sujetandolo del brazo, obligándolo a ponerse de pie.- Así que por lo menos hoy tendrás que usar tus lindas piernas y bajar a la cocina por tu comida.

Kanon sonrió de lado, antes de replicar.- ¿Piensas que son lindas?- Radamanthys lo soltó de inmediato, retrocediendo un par de pasos.- Pues adivina algo, jamás se abrirán para tí, ¿entendiste, chupasangre?

Radamanthys, al darse cuenta de sus acciones, volvió al ataque, retando al peli-azul con la mirada.

- Eso ya lo veremos.- Kanon pareció intimidarse un poco con las palabras del rubio.- Si tú no las abres, yo te obligaré a abrirlas si no me dejas otra opción.

- ¡Atrévete a hacer eso, y te juro que te despellejo!

Radamanthys ignoró su amenaza, siendo consciente de que a Kanon le sería imposible de realizarla. Volvió a sujetarlo del brazo, arrastrándolo fuera de la habitación.

Lo arrastró por los largos pasillos, bajando las escaleras, hasta finalmente llegar al comedor, dónde la mesa ya se encontraba servida, aunque ni rastro del otro vampiro albino.

Radamanthys lo obligó a sentarse en una de las sillas, junto a él.

- Come.- Le ordenó el rubio.

- No quiero.- Se negó el griego.

- ¿Y ahora por qué?

- No tengo hambre.- Mintió.

Se estaba muriendo de hambre. Los mini drenados de sangre casi diarios, los desvelos, el estrés, y la reciente pérdida de sangre, comenzaban a cobrarle.

Su cabeza comenzaba a dolerle, empezaba a sentirse mareado, y se sentía bastante débil. Pero su orgullo era más grande que sus malestares físicos, y con tal de llevarle la contraria a ese chupasangre, era capaz de morir de inanición.

Eso planeaba, hasta que el gruñido de sus tripas lo delató.

Radamanthys lo vió fijamente, y Kanon maldijo mentalmente a sus intestinos por arruinar de esa forma sus planes.

- O comes, o te como a tí.- Amenazó el inglés.- No me gusta el ruido mientras estoy en la mesa, y menos el de tu estómago comiéndose a sí mismo.

Kanon gruñó, dejando ver sus dientes. Pero un nuevo rugido de su estómago lo hizo finalmente suspirar, resignandose.

Comenzó con el tazón de fruta que tenía enfrente. Se trataba de unos cuántos trocitos de manzanas rojas, acompañados de nueces, arándanos y unos cuántos frutos rojos.

- ¿Dónde está tu amigo?- Preguntó mientras se llevaba un arándano a la boca.- El que nunca se peina.

Radamanthys no pudo contener una pequeña sonrisa que se dibujó en sus labios, esforzándose en ocultarla con la copa que tenía en los labios.

Sabía que Kanon se refería a Minos. El largo y esponjado flequillo del albino lo hacía destacar y ser reconocido fácilmente.

- ¿Minos? Debe haber ido con Valentine a llevarle algo de comida y agua.- Respondió, ocultando la gracia que le había hecho la forma de Kanon para referirse a Minos.

Kanon asintió, aceptando la respuesta, y continuó comiendo. De momento le convenía obedecer al vampiro, al menos hasta que terminara su desayuno y sus fuerzas estuvieran más restauradas.

Comieron en silencio. La incomodidad era más que obvia, no podía ser de otra forma. Después de todo, hasta ese momento jamás habían tendió otra forma de relacionarse que no fuera captor-prisionero.

Terminaron sus respectivos alimentos, y el silencio prevaleció. Kanon sentía que no debía hablar, ya se había humillado a sí mismo lo suficiente al aceptar comer junto a ese chupasangre.

Pensó en intentar huir, después de todo, la puerta principal no quedaba muy lejos. Pero sería inútil, sus fuerzas aún no estaban totalmente restauradas, además de que no tendría oportunidad contra la velocidad y fuerza sobrehumana de Radamanthys.

Desistió de la idea, al menos por el momento. Entonces pensó en retirarse de vuelta a la habitación que fungía como su celda, tratar de descansar lo más que pudiera, y cuándo se sintiera mejor, intentar escapar.

Sí, eso quizás era lo más sensato. Estaba a punto de irse, cuándo la voz de Radamanthys lo interrumpió.

- No te dije que te podías retirar.- Habló el rubio, haciéndolo sentarse nuevamente.- ¿Sabes algo? Estoy harto de aguantar todas tus groserías, tus patéticos intentos de escape, y en general, de tí.

- Entonces déjame ir, y listo. Tú te libras de mí, y yo vuelvo a mi vida normal.- Replicó Kanon.- Es un ganar-ganar.

Radamanthys rodó los ojos. Ese humano era un completo descarado, atreviéndose siempre a hablarle como si estuvieran al mismo nivel.

- Te propongo un trato.- Agregó, después de respirar profundo y calmarse.

- ¿Qué clase de trato?

Radamanthys se puso de pie, quedando enfrente de él, para después sujetar suavemente su mentón.

- Kanon, ¿tienes idea de lo especial que eres?- El griego rodó los ojos, no era la primera vez que escuchaba algo así de Radamanthys, pero no tenía idea de a qué se refería.- Veo que no lo sabes.

- Ve al grano.

- Kanon, posees un tipo de sangre sumamente extraño. Tu sangre es diferente a la de los demás humanos, es capaz de atraer a todo tipo de vampiros, además de tener propiedades curativas para ellos.- Le explicó Radamanthys.- Por eso apenas un poco de ella fue capaz de restaurar la salud de Valentine.

- ¿Y qué quieres?, ¿que te dé de mi sangre cada mes?- Una explicación de ese tipo no le servía de mucho, quería saber de qué constaba el trato que quería Radamanthys.

El inglés negó con la cabeza. Y después siguió explicándose.

- Eso no es lo único que te hace especial, Kanon.- Siguió con su monólogo.- Eres un doncel. Posees una virtud que pocos humanos tienen. Eres capaz de engendrar vida en tu vientre.

Los ojos del griego se abrieron como platos. ¿Había escuchado bien?, hasta dónde él sabía, solo las mujeres eran capaces de quedar embarazadas y dar a luz.

- Sé lo que estás pensando.- Añadió Radamanthys.- Es extremadamente inusual entre humanos puros, los donceles generalmente son licántropos, a veces vampiros, o por lo menos descendientes de ellos.

- ¿A qué quieres llegar con todo ésto?

Aún si Radamanthys decía la verdad, quería saber qué deseaba el vampiro de él.

- Quiero que me des un heredero.

Si antes sus ojos se abrieron cuáles platos, ahora de seguro alcanzaban el tamaño de la luna.

- ¡Olvídalo!- Se negó rotundamente, tratando de empujar al contrario.- Estás loco si crees que voy a hacer "eso" contigo.

Sus patadas y empujones eran inútiles, Radamanthys no se movió un centímetro. Se quedó quieto, mirando a Kanon, hasta que el peli-azul se cansó de patalear.

- Te lo pongo así de sencillo, Kanon: Tú tienes a mi heredero, me lo entregas, y entonces eres libre de irte a dónde te dé la gana.

- Si, si, si. Y aún si dices la verdad respecto a que me puedo embarazar, y acepto tu trato, dime ¿cómo planeas "hacer" al bebé?

- No lo sé, ¿tienes alguna sugerencia?- Respondió sarcástico el rubio.

Kanon volvió a intentar patalear, aunque su cuerpo se sentía demasiado débil.

- Alucinas si crees que voy a dejar que me la metas.- Gruñó.- No seré el juguete, ni mucho menos el cultivo de hijos de un chupasangre.

- Sabía que responderías eso.- Sonrió de lado Radamanthys, apartándose.- Piénsalo, y después hazme saber tu respuesta.

Sin mucha delicadeza, volvió a sujetarlo del brazo y arrastrarlo por todo el castillo, de vuelta a su habitación.

Kanon ni siquiera se esforzó en luchar, se sentía demasiado cansado.

Apenas entró a la habitación, y Radamanthys se fue, se dejó caer en la cama. Quizás debía considerar el trato de Radamanthys.

Al menos así sería libre. Pero ¿que pasaba si el rubio mentía, en más de una cosa?, y aún si hablaba con la verdad, ¿que le garantizaba que cumpliría su promesa y lo dejaría ir en cuánto tuviera al bebé?... Más importante, ¿cómo se suponía que lo tendría?, biológicamente, no hallaba una forma en que un bebé saliera de su cuerpo.

Siguió pensando un rato más, en soledad, hasta que terminó durmiendose en poco tiempo.

Pero la noche
Ella me llama
Ella me llama
Ella me llama
Ella me llama
Ella se balancea en su vestido de terciopelo
Y me tira atrae hacía ella en la oscuridad
Mientras los demás descansan
Mientras los demás descansan
Mientras los demás descansan

No supo cuántas horas habían pasado, hasta que el sonido de la puerta abrirse lo trajo de vuelta del mundo de los sueños.

Se incorporó casi al instante de un salto, poniéndose en guardia.

- Tranquilo, soy yo.

- Ah, eres tú, Valentine.- Suspiró, volviendo a recostarse.- Me asustaste, creí que era el estúpido chupasangre ese.

El peli-rosa dejó la charola de plata que llevaba en sus manos en la mesa de noche que había junto a la cama.

- ¿Ya estás mejor?- Preguntó Kanon, a lo que Valentine asintió.- Me alegra que estés bien.

- Gracias.- Le sonrió el peli-rosa.- De no ser por tí, de seguro para esta hora ya estaría muerto.

- Te la debía, gracias a tí no me he vuelto loco en todo el tiempo que llevo secuestrado aquí.

Valentine se sentó en la orilla de la cama, pasándole uno de los platos que había llevado en la charola.

- Kanon... ¿Haz pensado en lo que te dije?

Kanon tomó el plato que Valentine le había pasado, y después respondió.

- Ya te lo dije, no me interesa tener nada de ese chupasangre malnacido.

- El amo Radamanthys no es tan malo una vez que lo conoces.- Insistió el peli-rosa.- No es malo en realidad, solo... Algo brusco.

Kanon casi escupe la sopa que comía, cuándo se rió por el comentario de Valentine.

- ¿Brusco?, ¿así le dicen a los secuestradores ahora?

- Es la primera vez que el amo se comporta así.- Volvió a hablar Valentine.- Nunca antes había traído un humano al castillo, mucho menos había mostrado tanto interés en alguien como te lo muestra a tí.

- Tomando en cuenta que ahora mismo estoy aquí metido, secuestrado, sin ningún contacto con el mundo exterior, y alejado de mi familia... Creo que preferiría no haber llamado su atención.

- ¿Por qué no le das al menos una oportunidad, Kanon?

El peli-azul rodó los ojos. Valentine realmente le hacía honor a su nombre, siempre tratando de ver y mostrar lo mejor de absolutamente todas las personas, y buscando formar romances dónde fuera, aún sin argumentos.

- Solo piénsalo. Perdió a toda su familia cuándo era muy joven.- Kanon le prestó más atención al relato de Valentine.- Pasó muchos años luchando por su vida en guerras, y después estuvo obligado a vivir en soledad.

- Pues para cuándo yo llegué, no estaba tan solo, estaban tú y el otro chupasangre de cabello blanco.

- Yo conocí a mi amo hace casi un siglo. En ese tiempo, el señor Minos apenas tenía unos meses de haber comenzado a vivir con él.- Añadió el sangre sucia.- Pero el señor Minos y yo solo somos unos sirvientes, acompañantes. Jamás nos ha visto con otros ojos.

- ¿Y qué hay de tí, Valentine?- El vampiro parecía no entender la pregunta de Kanon.- Dices que él nunca te ha visto más que como un sirviente, pero ¿qué hay de tí?. Parece que tú si lo ves como algo más que simplemente alguien a quién servir.

Ahora fue Valentine quién rió, para después negar con la cabeza.

- Claro que no, Kanon.- Respondió sonriendo.- No te negaré que lo admiro mucho, y le tengo un gran aprecio por todo lo que ha hecho por mí, pero solo eso... Yo solo he amado a una persona en mi vida, y lo perdí hace muchos años.

Kanon vió como los ojos de Valentine se cristalizaron, y un par de lágrimas escapó de ellos.

Valentine le había contado su historia hace un tiempo. Sabía lo mucho que el peli-rosa sufría en silencio.

- Lo siento, Val. No era mi intención hacerte sentir mal.- Se disculpó, sintiéndose culpable de hacer llorar al contrario.

Valentine no solo había visto morir a quién amó en manos de un chupasangre, también había sido condenado a ser un chupasangre en contra de su voluntad, y de tener que matar para no morir.

- No es nada, Kanon.- Negó Valentine, limpiándose las lágrimas, y volviendo a su habitual sonrisa.- Lo que quiero decir, es que ésta es la primera vez que el amo Radamanthys se esfuerza tanto en tratar de agradarle a alguien.

- ¿Tienes idea de lo que me pidió tu amo hoy, Valentine?

El peli-rosa negó.

- El idiota de Radamanthys quiere que le dé un heredero.

El peli-rosa parecía sorprendido.

- ¿Entiendes ahora, Valentine? Me trajo aquí en contra de mi voluntad, no tengo ningún tipo de relación con él, y de pronto me pide un hijo a cambio de mi libertad, como si fuera lo más normal del mundo.

- Bueno... Eso en realidad...

- No me importa si es algo normal entre vampiros.- Lo interrumpió Kanon.- Para los humanos no es normal, nada de ésto... ¡Por todos los cielos!, ni siquiera termino de creerle que puedo cumplir el rol de una mujer.

El griego le devolvió el tazón a Valentine, y después se dejó caer de espaldas en el suave colchón.

Valentine devolvió el tazón a la charola de plata, y suspiró, para después comenzar a acariciar el cabello de Kanon.

- Entiendo que estés confundido.- Dijo suavemente.- El amo Radamanthys puede ser algo torpe, de seguro no te explicó nada, ¿cierto?

- Realmente no le entendí casi nada.- Respondió Kanon, acomodándose en el regazo del peli-rosa.

- ¿Quieres que te explique todo ese asunto?

El menor asintió, dejándose mimar. De alguna manera, Valentine le recordaba a su madre y a su hermano, que solían calmarlo de una forma muy similar.

- Eres un doncel, Kanon.- Comenzó a explicar el mayor.- Tu cuerpo puede cumplir la función reproductiva de una mujer, puedes concebir.

- Si lo que quiere es un heredero, ¿no es más fácil solo buscar una mujer?

- No es solo por eso, Kanon.- Siguió Valentine.- Posees también un tipo de sangre muy extraño. Todo siendo un humano puro. Eso te hace extremadamente especial, al igual que lo sería un bebé nacido de tu vientre.

- ¿Nacería con poderes, o algo así?- Intentó bromear el heleno.

- De hecho, sí.- Respondí Valentine.- Sería un vampiro sumamente fuerte, incluso más que un vampiro sangre pura.

Kanon por unos segundos no sabía qué responder, qué pensar o cómo sentirse. ¿Entonces solo estaba ahí por ser el perfecto cultivo de hijos para un vampiro?, ¿qué tan cierto era el supuesto "amor", que según Valentine, Radamanthys sentía?, si aceptaba y cumplía el trato, ¿de verdad lo dejaría ir?

- Pero, incluso si puedo quedar en cinta, ¿cómo se supone que va a nacer?- Cuestionó la boba duda que le carcomía la mente.

- Bueno, yo... No lo sé.- Aceptó Valentine.- Quizás el señor Minos sepa. Tengo entendido que él ha atendido partos de donceles vampiros en el pasado, ¿quieres que le pregunte?

Kanon negó.

Dejó que Valentine cepillara y peinara su largo cabello, relajándose y olvidando todo por unos largos minutos, hasta que la voz de cierto vampiro rubio los interrumpió.

- ¿Ya tienes una respuesta, Kanon?

Ambos voltearon a verlo. Kanon, aún estando algo débil, no estaba dispuesto a dejarse intimidar por ese chupasangre, ni siquiera sabiendo que no tenía oportunidad alguna de ganarle.

El peli-azul se incorporó, dando un par de pasos, al igual que Radamanthys, quedando frente a frente.

- Valentine, retírate.- Le ordenó el vampiro rubio.

El sangre sucia los miró de reojo a ambos, y segundos después se retiró, cerrando la puerta tras de sí.

Humano y vampiro se miraron fijamente por unos segundos, retándose con la mirada, hasta que Kanon habló.

- Sí, tengo una respuesta para tí, chupasangre.- Respondió, sin dejar de mirar al mayor.- Acepto tu trato.

Radamanthys parecía sorprendido por el repentino cambio de opinión de Kanon. Pero entonces el griego continuó hablando.

- Pero tengo unas cuántas condiciones para tí.

El rubio rodó los ojos. Era demasiado bueno para ser verdad.- ¿Qué quieres?

Kanon sonrió burlón, para después dar media vuelta, avanzando a la ventana.- Para empezar, no tengo idea de cómo demonios funcionan las relaciones de ustedes.- Comenzó a hablar, avanzando hacía la ventana, siendo seguido por Radamanthys.- Pero entre los humanos, no es precisamente lo más normal solo tener hijos porque sí, sin ningún tipo de relación de por medio.

- Sé directo, porque no entiendo tu punto.

- Si seré la "madre" de tu amado heredero, primero quiero que te lo ganes.- El rubio pareció no entender.- No voy a meterme contigo solo porque sí, y de un día para otro. Por lo menos invítame a cenar o regálame algo primero. Los humanos lo llamamos "cortejo".

- Bien, si solo es eso-

- ¡No, no, no! Aún no termino, vampirito.- Siguió Kanon, sin borrar su sonrisa.- Te advierto que no soy alguien fácil de conquistar, así que no te será nada fácil ganarte ese heredero. Además, tengo otro par de condiciones.

- Dilas de una vez, antes de que me arrepienta.

Kanon parecía disfrutar sentir que tenía el control, y no se molestaba en ocultarlo.

- También quiero que me trates como un igual. Nada de seguir haciéndome cortadas a diario, ni tocándome sin permiso, tratándome con la punta del pie, ni nada, ¿entendiste?

Radamanthys rodó los ojos, pero asintió.

- También quiero que el tiempo que dure el embarazo, te encargues de cuidar de mí. Si tengo hambre, me traerás mi comida favorita. Si tengo sed, me traerás té. Si se me antoja algo, irás a conseguirlo. Si me siento mal, me consentirás. A la hora que yo lo diga.

- ¿Es todo?

- Oh, no. También quiero que me expliques cómo voy a dar a luz.

- Bien, acepto tus condiciones.- Gruñó resignado el inglés.- Humano idiota.

- Te escuché.

Radamanthys gruñó por lo bajo, tragándose toda su rabia.

- Entonces, adelante. Te escucho.- Añadió el heleno, sentandose en la orilla de la cama.- ¿Cómo nacerá el bebé?

- Biológicamente sería sumamente doloroso, además de peligroso un parto natural.- Comenzó a explicar, visiblemente incómodo.- Lo más recomendable es una cesárea.

- ¿Quieres decir que...?

- Básicamente, y en palabras que entiendes, consiste en hacer un corte en el vientre, sacar al bebé, y después zurcir la herida.

- Sé lo que es una cesárea, imbécil. No soy tan tonto.- Le interrumpió Kanon.- Pero... ¿Quién demonios va a realizarla? No hay muchos médicos capaces de llevar una cesárea a cabo.

Radamanthys rió un poco antes de responder.- Ustedes los humanos están sumamente atrasados en muchas áreas, y la medicina es una de ellas.- Kanon lo miró en forma de reproche.- Minos ha atendido partos de donceles vampiros, licántropos y uno humano en el pasado. Sabe perfectamente cómo realizar una cesárea sin que sea siquiera dolorosa.

- Entonces déjame ver si entendí.- Habló Kanon.- Me embarazo, gesto al bebé, y a la hora de que nazca, el vampiro de cabello alborotado ese me abre el estómago para sacarlo, ¿no?

- Básicamente sí.

- Y después de eso, tú me dejas volver a mi antigua vida, ¿correcto?

Radamanthys cerró sus ojos, y respiró profundamente. No quería dejar ir a ese humano, quería que se quedara con él, quería que se olvidara de todo lo relacionado con esa horrenda granja, y aún más, de ese estúpido mestizo. Quería su amor, quizás sin siquiera ser del todo consciente de ello... Pero debía pensar con la cabeza fría, y concentrarse únicamente en su beneficio propio.

- Correcto.- Suspiró, resignado.- ¿Aceptas?

Kanon lo miró, como si tratara de entender su forma de actuar, sin encontrar nada.

Radamanthys decidió no darle importancia, y mantener su inerte postura.

- Acepto.- Afirmó Kanon.

Veo la luz
Vienen a través de las persianas
Cierro los ojos
No me importa si crees que está mal
Voy a dormir todo el día
El sol se pone, esta es mi llamada de despertar

Las semanas pasaron. Radamanthys se esforzaba, incluso más que antes, únicamente en complacer en todo a ese humano.

Valentine dejó de ser el encargado de llevarle las comidas, ahora Kanon tenía permitido salir de la habitación. Con la única condición de estar acompañado por Radamanthys, o en su defecto, Valentine o Minos.

- Entonces, ¿qué es lo que piensas?

Kanon terminó de beber la taza de té, y después respondió.- ¿Qué te puedo decir, Val?- Se encogió de hombros.- Parece que de momento tengo a tu amo comiendo de mi mano. Por cierto, ¿puedes darme un poco más de té, por favor?

Valentine asintió, sirviendo un poco más de té en la fina taza de porcelana.

- ¿Aún sigues pensando que el amo Radamanthys es un monstruo despiadado y sin corazón?

- Si, si lo sigo creyendo, Val.- Rodó los ojos el oji-verde.- Aunque también es algo imbécil.- Añadió, sonriendo burlón.- En fin... ¿Sabes, Val?, he estado pensando en terminar con todo este trato de una vez por todas.

- ¿Qué quieres decir, Kanon?- Preguntó el peli-rosa.- ¿Piensas romper el trato?

Kanon negó con la cabeza.

- Seré muchas cosas, pero no alguien que falte a su palabra.- Habló Kanon.- Entre más pronto quede en cinta, más pronto nacerá el bebé, y entonces seré libre de largarme de aquí.

- ¿Entonces...?

Kanon desvió la mirada, algo avergonzado.- No es algo que me entusiasme, o siquiera interese hacer.- Dijo.- Pero... Si es la única forma de volver a mi vida, entonces que así sea.

- ¿Qué harás?

- Planeo seducirlo esta misma noche.- Confirmó el peli-azul.- Si tanto quiere un heredero, entonces ¿por qué no comenzamos a trabajar en él?

- Mejor no digo nada, Kanon.

- ¿Algún consejo?- Bromeó el heleno.

Valentine suspiró, con un leve rubor en las mejillas.- Solo relájate, y deja que las cosas fluyan por sí solas.- Respondió, manteniendo baja la mirada.

Entonces la voz del dueño del castillo resonó por los pasillos, llamando a su sirviente y amigo.

- Lo siento, debo ir a ver qué necesita el amo.

Kanon le sonrió en respuesta, y asintió.

- Suerte con tu plan.- Se despidió Valentine, para después retirarse.

Kanon se quedó solo en el jardín del castillo, bebiendo el té que Valentine preparaba para él a diario.

- Lavanda... Tal y cómo mamá solía hacerlo.- Murmuró para sí mismo, aspirando el tibio vapor de la infusión.- Sé que ni ella, ni papá, mucho menos Saga estarían de acuerdo en que hiciera ésto... Pero estoy harto de ser un jodido prisionero.

Bebió más del té que tanto le gustaba, meditando una y otra vez sus planes. Por momentos los valores inculcados por sus progenitores entraban en conflicto con sus intereses actuales, y lo hacían cuestionarse si era lo correcto. Pero luego, bastaba con mirar su muñeca o el dorso de su mano para recordar todas las cortadas que Radamanthys le había hecho, y lo mucho que despreciaba a esos demonios nocturnos.

- Lo siento, mamá, papá.- Pensó para sus adentros.- Sé que si se llegaran a enterar, estarían de todo menos orgullosos. Pero a veces es necesario hacer pequeños sacrificios, ¿no?

Una vez que consiguió convercerse a sí mismo de que no hacía nada incorrecto, y aún de ser ese el caso, solo sería quedar a mano con Radamanthys, decidió comenzar a maquinar su plan. Tenía apenas unas horas para idear una manera de seducir a ese chupasangre.

[...]

El día transcurrió casi sin que Kanon se diera cuenta, dando paso al manto oscuro de la noche.

Radamanthys daba su habitual paseo nocturno por los pasillos de su enorme castillo. Después de caminar, se detuvo frente a uno de los enormes ventanales, contemplando la noche estrellada.

La mente y forma de pensar, así como la mayoría de las costumbres de los humanos le eran casi desconocidas y sumamente confusas.

Jamás le gustó convivir ni mezclarse con humanos. A duras penas salía de su castillo, solo si era estrictamente necesario, pero con la época de paz y prosperidad que se vivía actualmente gracias a la organización secreta, podía darse el lujo de no salir por meses.

Pasó varios siglos sin tener ningún tipo de contacto con humanos, lo más cercano que tenía a ellos antes de la llegada de Kanon, era Valentine. Aunque el peli-rosa, perteneciendo a una época totalmente diferente a la de Kanon, era obvio que serían completamente distintos.

Esos últimos días los había pasado, sintiéndose como un completo estúpido. Kanon prácticamente se había adueñado del castillo, de sus sirvientes, y hasta de él.

Si al humano le daba hambre, quién estuviera más cerca de él debía correr a conseguirle comida, lo mismo si le daba sed.

Si se aburría y quería ir al jardín, alguno de ellos tres tenía que acompañarlo.

Si mencionaba que quería una fruta, una golosina o cualquier cosa inútil, tenían que conseguirlo para él.

Ciertamente, comenzaba a irritarlo.

¡Por todos los cielos! Era un vampiro sangre pura, descendiente de uno de los clanes más poderosos. Jamás, en sus casi dos siglos de vida, había permitido que ningún vampiro, ni siquiera un sangre pura más viejo, siquiera le alzara la voz, mucho menos que le dieran órdenes.

Y ahora parecía el esclavo de un torpe y engreído humano. Cumpliendo todas sus exigencias, dándole total libertad sobre sus pertenencias, poniendo a sus sirvientes a su disposición, llevándole regalos...

- Debo haberme vuelto completamente loco.

- ¿Apenas lo notaste?

Giró inmediatamente, al escuchar aquella voz a sus espaldas.

Kanon estaba ahí, sonriendo de esa forma tan burlona y altanera que solo él podía.

Aún si su actitud podía llegar a molestarle, tan solo con verlo o escuchar la voz de ese griego, sentía que se le aceleraba el corazón, un extraño calor se alojaba en sus mejillas, sentía un extraño hormigueo en las manos, y sentía cómo su estómago se revolvía.

- ¿Qué pasa?, ¿te mordiste la lengua?- Se le acercó Kanon, quedándose junto a él, viendo el paisaje nocturno por la ventana.

No respondió, todas esas sensaciones eran nuevas para él, y simplemente no lograba comprender el porqué las sentía.

- Es de mala educación no responder, ¿sabías?

- ¿Tú hablando de lo que es buena o mala educación?- Habló finalmente.- ¿Se te ofrece algo?

Kanon rió, haciéndolo sentirse tonto de alguna forma.

- ¿Qué te hace tanta gracia?

- Nada.- Se encogió de hombros el contrario.- Solo quería hablar contigo.

- Dí lo que quieres de una vez.

Kanon se acercó aún más a él. La diferencia de estaturas no era demasiada, tan solo unos cuántos centímetros. Pero aún así, Kanon se había puesto de puntas, recargándose en sus hombros.

Radamanthys no estaba acostumbrado a que invadieran su espacio personal de esa forma. Además de que el griego jamás solía acercarse tanto. Era imposible no sentirse extraño, nervioso.

- Estaba pensando que quizás deberíamos acelerar todo el proceso del trato.- Habló el peli-azul, cerca de sus labios.- Ya sabes lo que dicen: "Al mal paso dale prisa."

El rubio sintió ese extraño calor en sus mejillas hacerse más fuerte. Y de forma casi inconsciente pasó grueso.

- ¿Qué pasa?- Preguntó Kanon, acercándose aún más a sus labios.- ¿No quieres?

Esa sonrisa... Esa maldita sonrisa.

A veces tan dulce y tierna. Otras tan burlesca y socarrona. Otras tan altanera... Y ahora, tan... Sugerente, por decir lo mínimo.

Sintió que Kanon rompió la escasa distancia, besando sus labios.

Por unos segundos se quedó completamente paralizado. Jamás en su vida había tenido un contacto así.

No sabía qué hacer. No era lo mismo la teoría que la práctica, eso acababa de confirmarlo.

Después de unos segundos, Kanon se separó, aún con sus brazos rodeando su cuello.

- ¿Qué?- Lo vió sonreír.- ¿Nunca te habían besado?

Kanon no pudo evitar reír un poco. Radamanthys estaba casi tan rojo como un tomate maduro.

- ¡¿Qué demonios te importa?!- Tartamudeó nervioso el vampiro, haciendo reír aún más al griego.- ¡Deja de reírte, estúpido humano!

- Está bien, está bien.- Respondió el peli-azul, dejando de reír poco a poco.- ¿Quieres otro?

Antes de que el rubio pudiera negarse, Kanon acunó su rostro en sus manos, acercándose de forma peligrosa.

Quiso separarse, y perfectamente podría hacerlo, empujando al peli-azul y corriendo en dirección opuesta. Kanon no lograría alcanzarlo ni aunque corriera con todas sus fuerzas.

Pero no lo hizo. Dejó que el griego volviera a besar sus labios.

Esta vez, pasó tímidamente sus brazos por la cintura del griego, mientras trataba de corresponderle el contacto lo mejor que podía.

- ¿Quieres intentar el asunto de tu heredero?- Preguntó Kanon.

- Estás loco.- Dijo, soltando a Kanon, y devolviendo su mirada al paisaje nocturno.

- Más que tú lo dudo.

Kanon no lo admitiría, pero ese beso le gustó más de lo que hubiera pensado. Los labios del rubio, a pesar de ser delgados, eran bastante suaves y esponjosos. ¿Cómo sería pasar la noche con él?

- Solo terminemos con ésto de una vez.- Insistió Kanon, tratando de ocultar sus verdaderas intenciones.- Así tú tendrás a tu heredero, y yo me podré ir de aquí.

Radamanthys lo miró de reojo. Vaya que los humanos eran extraños.

Aún así, quizás esa era su única oportunidad, y debería aprovecharla.

- Antes debería advertirte algo.- Mencionó, captando la atención de Kanon.- Los vampiros sangre pura no somos comparables con ningún humano. De hecho, dudo mucho que aguantes la noche entera.

- ¿Vas a seguir hablando, o vas a dejar que te ayude con tu heredero?

No sabía mucho de vampiros. Pero ya era tarde para arrepentirse.

[...]

Fueron hasta la que supo Kanon, era la habitación de Radamanthys.

Era casi tan grande como la que le ha la asignado a él.

- ¿Estás seguro de esto?- Preguntó Radamanthys, sorprendiendo a Kanon.

- Ese es nuestro trato, ¿no?

Kanon no lo diría en voz alta, pero esas semanas le habían permitido ver un poco más de Radamanthys.

El inglés no era tan malo si le dabas una oportunidad, pero su orgullo era más grande, y se negaba a aceptarlo.

- ¿Haz hecho ésto alguna vez?- Preguntó Radamanthys.

Kanon volteó a mirarlo, y no tardó en darse cuenta del nerviosismo del rubio.

- No.- Decidió responder con la verdad.- ¿Y tú?

Radamanthys se quedó callado por unos segundos. Y Kanon comenzó a intuir lo que diría, al ver cómo el mismo rubor de antes, se apoderaba de las mejillas del vampiro.

- No.

- ¿Qué edad tienes?

- Casi 200 años.

- Vaya, eso sí es jodido.- Soltó Kanon al aire.- Y yo que me sentía extraño por ser virgen a los 27 años.

- Ya te lo dije. Yo no me mezclo con cualquiera.

- Solo cállate y terminemos con ésto, antes de que acabemos matándonos entre nosotros.- Terminó Kanon con la conversación, adueñándose de los labios de Radamanthys, como hace unos minutos atrás.

Radamanthys no se negó. Debía admitir que Kanon tenía razón, aunque ahora dudaba si sería capaz de lastimar al humano.

Una vez que llegaron hasta la cama del rubio, simplemente se recostaron.

Ninguno contaba con experiencia previa, era tan solo experimentar e improvisar sobre la marcha.

Kanon se había acomodado encima de Radamanthys, frotándose contra él de vez en cuándo mientras se besaban.

- No te quedes solo mirando.- Habló el griego al notar la quietud de Radamanthys.- No me dejes todo el trabajo a mí.

- ¿Qué quieres que haga?- Radamanthys parecía ser el más nervioso de los dos. Ni siquiera se atrevía a mirarle a los ojos.

- ¿Por lo menos podrías intentar pensar en algo que te ponga duro?

Radamanthys se ruborizó incluso más que antes. ¿Qué se supone que respondiera a eso?

Ni siquiera tuvo tiempo de pensarlo, cuándo Kanon volvió al ataque, besándolo como si su vida dependiera de ello.

Sintió como el menor movía sus caderas de una forma que resultaba bastante agradable.

Nunca antes había tenido tanta cercanía con alguien. Jamás había sentido cosas como las que sentía en ese momento.

Quizás era mejor solo dejar de pensar, y dejarse llevar por lo que sentía.

- ¿Ves que no era tan difícil?- Escuchó la voz de Kanon, tan burlona como siempre.

Se sintió enrojecer cuándo notó el bulto en sus pantalones. Aunque no tardó demasiado en darse cuenta de que Kanon estaba en la misma situación.

Volvieron a besarse, una y otra vez, mientras sus ropas desaparecían poco a poco, hasta quedar tan expuestos como se podía.

Las posiciones habían cambiado, ahora Kanon se encontraba debajo de Radamanthys, aferrándose a su cuello, mientras el rubio lo besaba y jugaban tímidamente con sus lenguas de vez en cuándo.

Radamanthys comenzó a acariciar sus muslos, y Kanon separó con timidez sus piernas, dándole al rubio permiso de continuar.

- ¿Duele?- Preguntó el rubio al escuchar un pequeño quejido de parte de Kanon cuándo comenzó a entrar en él.

- Claro que duele, imbécil.- Jadeó el peli-azul.- No soy una mujer, no voy a lubricar naturalmente. Ve más despacio.

Radamanthys volvió a besarlo, para después bajar por su cuello, y después pasar a sus hombros, mientras con sus manos se dedicaba a acariciar sus costados.

Kanon comenzó a soltar pequeños jadeos al poco tiempo. Las sensaciones eran nuevas, pero no desagradables.

Para cuándo Radamanthys continuó con su labor, Kanon se sorprendió por la humedad en su intimidad.

- ¿Qué...?

- Te lo dije, Kanon. Los donceles no son cómo los demás humanos.- Se adelantó el rubio a su pregunta.- ¿Estás bien?

El peli-azul asintió. Y permitió que el rubio volviera a besar su cuello y labios.

Radamanthys comenzó con un suave y lento vaivén, que paulatinamente fue aumentando de ritmo y velocidad, junto a los gemidos y jadeos en la habitación.

- ¿Se siente bien?

- S-Si...- Gimió Kanon en su oído, abrazándose a los hombros del rubio.- H-Hazlo más rápido... P-Por favor.

Continuaron de esa forma por varias horas más. Kanon había terminado enmedio de ambos un par de veces, pero tal parecía que ni siquiera se había dado cuenta.

El tercer orgasmo de Kanon llegó cuándo sintió un líquido caliente y algo espeso llenar su interior.

Ambos habían alcanzado el climax, quedando bastante agotados. Un último beso culminó aquella sesión nocturna, para después quedar profundamente dormidos.

[...]

Al otro día, al despertar, y darse cuenta de que se encontraba recostado sobre el pecho de aquel chupasangre, Kanon sintió un extraño vuelco en su estómago.

Al principio pensó que sería por asco o algo similar, o por lo menos quiso convencerse de ello. Pero siendo totalmente honesto consigo mismo, era más bien por un inusual nerviosismo.

Radamanthys comenzó a abrir sus ojos, y Kanon sintió que quizás debía fingir seguir dormido.

- Mejor no te molestes en intentar engañarme.- Escuchó la voz del rubio, que aún mantenía los ojos cerrados.

- Cállate y déjame dormir.- Respondió, acomodándose mejor en el cálido pecho del rubio.

Sintió que el vampiro rodeaba su cintura con uno de sus brazos. Extrañamente, era bastante cálido, y se sentía cómodo.

Al mirar con más detenimiento, pudo darse cuenta de unas cuántas cicatrices en el pecho de Radamanthys.

- Oye.- Habló, captando a atención del rubio.- ¿Cómo te hiciste esas cicatrices?- Preguntó, acariciando con las yemas de sus dedos algunas de ellas.

Radamanthys abrió los ojos apenas sintió el tacto de Kanon.

- Recordatorios de las cruzadas de vampiros y la guerra contra los licántropos.- Respondió, viendo al techo.

- Vaya, creo que nuestras razas no son tan diferentes después de todo.- Escuchó la voz de Kanon nuevamente.- Muchos humanos también se la pasan matándose y cremado guerras entre ellos, únicamente por unas monedas o un título... Quizás son igual o peores que cualquier monstruo.

- Lo sé.- Afirmó Radamanthys.- Por eso no me acerco a humanos, ni vampiros, ni licántropos. Todos son la misma bazofia.

- ¿Sabes? Quizás no somos tan diferentes.

Kanon siguió entretenido, observando y jugando con las cicatrices de Radamanthys. El sangre pura no mostraba sus cicatrices, mucho menos permitía que alguien las tocara, pero si era Kanon, se sentía seguro.

- ¿Cómo te hiciste ésta?- Preguntó Kanon, señalando una cicatriz, que parecía haber sido hecha por un lobo salvaje.

- Durante la guerra contra los licántropos, tuve que luchar contra uno de sus príncipes... Era más fuerte que cualquier otro licántropo al que hubiese enfrentado antes.- Relató Radamanthys.- Fue una batalla difícil, pero conseguí ganar. Aunque terminé bastante herido.

- ¿Y ésta?

- En las cruzadas entre clanes de vampiros.- Respondió el inglés.- Intentaron atacarme con una estaca, pero esos imbéciles olvidaron que esos trucos solo funcionan contra mestizos y sangre sucias.

- Esa cicatriz dice lo contrario.

- Es solo una cicatriz.- Rió el rubio.- Debiste ver sus caras cuándo me levanté y continué peleando, aún con la estaca clavada en el pecho.

- Vaya que sí hubiera deseado ver eso.

Continuaron hablando por unos minutos más, hasta que unos toques en la puerta los interrumpieron.

- ¡Radamanthys, hora de levantarse!

- ¡Lárgate, Minos!

- Si no bajas en cinco minutos, tiraré tu desayuno a la basura.- Sentenció el albino, y después escucharon sus pasos alejarse.

- Más que tu sirviente, parece tu madre o algo así.- Rió Kanon.

Radamanthys rodó los ojos, sin soltar la cintura del peli-azul.

Dejó a Kanon reír por unos segundos más. Ya comenzaba a acostumbrarse a la risa y las burlas de Kanon por todo.

Cuándo dejó de reír, Kanon besó sus labios, sorprendiendo al rubio.

- ¿Cuándo sabremos si tu heredero ya está en camino?

Radamanthys desvió la mirada.- No te preocupes. La parte difícil ya está hecha.

- ¿Cómo sabes...?

- Soy un vampiro sangre pura, ¿lo olvidas?- Interrumpió Radamanthys.- Los sangre pura tenemos una taza de fertilidad del 100%. No importa si es con otro sangre pura, un sangre sucia, un mestizo o un humano. La fertilización es un hecho.

Kanon asintió, llevando una de sus manos a su plano abdomen. Tan solo se acomodó sobre el pecho del rubio, para después volver a quedarse dormido.

[...]

El tiempo siguió transcurriendo. Tal y como Radamanthys había dicho, el jóven doncel había quedado en cinta aquella noche.

Ahora se encontraba cerca del fin del primer trimestre. El vampiro albino, Minos, era quién llevaba el control de su embarazo, revisando sus signos vitales y el desarrollo del feto a diario.

No entendía muchas cosas, realmente Radamanthys no mintió cuándo dijo que los humanos estaban atrasados en muchas áreas, comparados con los vampiros.

- Parece que todo está en orden.- Declaró Minos, una vez que terminó el chequeo diario.- Aunque parece que viene con una pequeña sorpresa.- Añadió, mientras veía a Radamanthys, con una burlona sonrisa.

- ¿Qué quieres decir, Minos?- Interrogó Radamanthys al notar la expresión de su amigo.

Minos rió bajo, haciéndose a un lado, dejándole un lugar junto al peli-azul.

- ¿Por qué no te acercas y lo compruebas tú mismo, Radamanthys?

El inglés, algo desconfiado, se acercó a Kanon. Colocar una de sus manos sobre el levemente abultado abdomen del griego fue suficiente para dejarlo boquiabierto.

- ¿Qué es lo que pasa?- Habló Kanon, comenzando a asustarse por la reacción de Radamanthys.

- Nada grave.- Le tranquilizó Minos.- Solo que no estás esperando un bebé.

- Pero acabas de decir que...

- Tendrás gemelos.- Le interrumpió Minos, sin borrar su sonrisa.- Bueno, lo dejaré a solas. Felicidades, Radamanthys~.- Canturreó burlón, para después salir de la habitación.

Kanon y Radamanthys se quedaron mirando, sin saber exactamente cómo reaccionar.

- Oye, ¿estás bien?- Rompió Kanon el silencio, haciendo reaccionar a Radamanthys.- Creo que ésto no salió como planeabas, ¿cierto?

Radamanthys negó con la cabeza rápidamente.- No. No es algo malo, al contrario.- Dijo, sonriendo inconscientemente.- Dos siempre es mejor que uno.

Kanon le devolvió la sonrisa, acariciando suavemente su vientre.

Sin que se dieran cuenta, se volvían cada vez más cercanos. Radamanthys pasaba sus días al lado de Kanon, desde que despertaba hasta que se dormía.

Si antes de su embarazo hacía hasta lo imposible por complacerlo, ahora era al doble. A veces incluso se quedaba a dormir en la habitación de Kanon, y otras le permitía dormir en la suya.

Minos le había advertido que la necesidad constante de atención y cariño eran algo muy probable. Incluso no sería extraño que su líbido aumentara significativamente entre el tercer y quinto mes de gestación. Después volvería a la normalidad poco a poco.

Así que Radamanthys ni siquiera se molestaba en negarle lo que deseara. Simplemente le daba gusto en todo lo que podía.

Ambos bajaron a desayunar. Lo que inició siendo una tortura para ambos, ahora era uno de los mejores momentos de su día.

- Radamanthys...- Le llamó Kanon al terminar su desayuno.

- ¿Pasa algo?

- Yo... Bueno...- El griego parecía nervioso.- Quería pedirte algo.

- ¿Qué necesitas?

Kanon pareció acobardarse. Pero no retrocedió.

- Es solo que... De seguro mi familia ya debe darme por muerto. Hace casi diez meses que no saben nada de mí.

- ¿Quieres ir a verlos?

Radamanthys parecía afligido con la sola idea.

- Mis padres y mi hermano deben estarla pasando bastante mal.- Suspiró Kanon.- Solo quiero decirles que estoy bien, y que no se preocupen por mí. Solo eso.

El inglés mantenía baja su vista, apretando levemente el cubierto en su mano.

Kanon notó el cambio en el estado de ánimo de Radamanthys. Se puso de pie, fue hasta el rubio, y sin pensarlo mucho, lo abrazó contra su pecho.

Quizás eran las hormonas del embarazo que le jugaban una mala broma, o comenzaba a despertar su instinto maternal... O quizás... Solo quizás, le había tomado algo de cariño al rubio.

- No te abandonaré.- Susurró en el oído de Radamanthys, acariciando su espalda.- ¿Sabes?... Hace unos meses, jamás pensé que diría ésto, pero... Creo que te quiero.

Radamanthys pareció sorprenderse con las palabras de Kanon.

- No sé si son los bebés, o algo relacionado con ellos.- Añadió Kanon.- Pero... Desde hace un par de meses... Siento que cada día me desagradas menos.

Radamanthys le correspondió el abrazo, escondiendo su nariz entre el arco del cuello de Kanon.

No dijeron nada por unos minutos, dedicándose únicamente a disfrutar la compañía y el calor del otro.

- Puedes ir.- Susurró Radamanthys, sorprendiendo a Kanon.- De momento es seguro, pero después del sexto mes de gestación, será peligroso que salgas de aquí.

- ¿Me acompañarías?- Preguntó Kanon, tomando su mano.

Radamanthys alzó la vista, topándose con las esmeraldas de Kanon.

Se miraron por un momento. Radamanthys solo asintió a la pregunta de Kanon.

- Gracias.- El heleno rompió la distancia, besando sus labios.

Tan solo un pequeño y casto rose, pero que a los pocos segundos cobró fuerza.

Antes de que se dieran cuenta, Kanon se encontraba sentado en el regazo de Radamanthys, abrazado de su cuello, mientras el inglés acariciaba su espalda por debajo de la ropa.

- Kanon...- Se separó el rubio, al recobrar un poco de cordura.- No... Puede ser peligroso para los bebés, y...

Kanon lo silenció con un pequeño pico en los labios.

- No creo que pase nada si tenemos cuidado.- Ronroneó Kanon cerca de sus labios.- Vamos a tu habitación.

[...]

Después de una sesión de caricias, besos y más, ambos se encontraban en la suave cama de Radamanthys, descansando y tratando de recuperar el aliento.

- Creo que en estos meses haz aprendido demasiado, ¿no?- Bromeó Kanon, acariciando las cicatrices en el pecho de Radamanthys, como tanto le encantaba hacer.

El rubio solo desvió la mirada, mientras le abrazaba por la cintura, permitiéndole acariciar sus marcas.

Todavía me parece muy extraño
Que sus calles tranquilas y solitarias
Drapados en todo su misterio
Podría ser tan dulce y reconfortante

Después de un par de días, suficientes para organizarse, Kanon y Radamanthys se alistaban para salir del castillo.

No les tomaría demasiado tiempo llegar a su destino. Bastaba con atravesar el bosque y llegarían. Poco más de un par de horas si iban al ritmo de Kanon.

- ¿Seguro de que estás bien?- Preguntó Radamanthys al notar al griego cada vez más cansado.

Kanon se detuvo, para sentarse en una roca y tratar de recuperar el aliento.

- No recordaba que este camino fuera tan largo.- Suspiró.- Saga y yo solíamos correr por aquí todo el tiempo.

- En ese entonces no tenías a dos vampiros gestándose en tu interior.- Respondió Radamanthys, acercándose a él, y comprobar que todo estuviera bien.- Será mejor que no continúes esforzándote.

- Ya estamos a medio camino.- Jadeó Kanon.- No recorrí tanto para nada.

- ¿Quién habló de volver?

Kanon alzó la vista, topándose con una poco común sonrisa en el rostro de Radamanthys.

- ¿Qué propones entonces?

- ¿Se te olvida que soy un sangre pura? Soy bastante fuerte y rápido, incluso para otros vampiros. Llevarte en brazos no será ningún problema para mí.

Kanon pareció pensarlo por un momento. Había escuchado cosas respecto a los embarazos, como que no era recomendable cargar a una mujer embarazada, a menos que fuera absolutamente necesario.

- ¿Es seguro para los bebés?

- Lo es de momento.- Lo tranquilizó el rubio.- Cuándo su nacimiento esté cerca, más o menos a partir del séptimo mes, sí será peligroso.

- Entonces solo tráeme un poco de agua, y continuaremos a tu manera.- Pidió Kanon.

Radamanthys sabía que cerca de ahí había un pequeño río. Además de que el doncel debía estar agotado.

Obedeció el pedido del jóven, y fue a buscarle algo de agua lo más rápido que pudo.

Kanon se quedó sentado en aquella roca. Descansando, pero también reflexionando sobre su vida, y todos los acontecimientos recientes.

¿Qué pasaría cuándo sus padres y su hermano lo vieran?, ¿ya lo darían por muerto?, ¿seguirían buscándolo?

Había hablado con Radamanthys sobre qué dirían acerca de su desaparición.

Dirían que de alguna manera se perdió en medio del bosque, rodó por un precipicio, y resultó gravemente herido.

Afortunadamente, uno de los sirvientes de Radamanthys lo había encontrado y llevado a la casa de campo del jóven. Y había pasado esos meses recuperándose, al cuidado del jóven.

Para volver con Radamanthys, le diría a sus padres que el jóven Radamanthys Wembley debía volver a Londres, pero deseaba llevarlo con él, como uno más de sus sirvientes, como su asistente. Y si Kanon se arrepentía, lo dejaría devolver.

Aún si habían cubierto lo mejor que podían todos los huecos de su mentira para tratar de hacerla algo creíble, seguía dudando si sus padres le creerían, o peor aún, si lo dejarían marchar tan fácilmente.

Es decir, desapareció por casi un año, ¿y reaparecía solo para volver a irse?... Vaya que su madre se opondría.

Se perdió por unos momentos en sus pensamientos, hasta que el crujido de una rama al ser aplastada, lo puso alerta.

Pensó que se trataría de Radamanthys, después de todo, dudaba que hubiera alguien más que ellos en ese lugar.

Sin embargo, algo le decía que corría peligro quedándose ahí, y que debía alejarse. Incluso sintió su estómago revolverse, y juraba haber sentido a sus dos futuros hijos removerse.

- ¿Ustedes también están nerviosos?- Preguntó como si tuviera a los bebés con él, mientras sujetaba su levemente abultado abdomen.- Tranquilos, todo estará bien... Ahora que lo pienso, ¿cómo debería llamarlos?- Lanzó esa pregunta al aire.- Son gemelos, así que... ¿Cástor y Pólux?... No, creo que no... ¿Hypnos y Thanatos?... Sí, creo que esos les quedan como anillo al dedo.

Todas sus alertas se dispararon cuándo una ventisca generada por alguien corriendo a toda velocidad, le rozó la espalda.

Intentó incorporarse, pero entonces sintió un fuerte golpe en la cabeza, que lo aturdió por completo, seguido de otro en la nariz, que terminó en mandarlo al suelo.

La alfombra natural que formaban las hojas secas amortiguó levemente su caída, pero aún así, fue bastante dolorosa.

Supo de inmediato que quién lo atacaba no era un humano, no tendría esa fuerza ni esa velocidad. Tampoco se trataba de Radamanthys.

Al vivir tantos meses con vampiros, había aprendido algunas cosas sobre ellos.

Los sangre sucia, como Valentine, no podían salir de día. Y los sangre pura, como Radamanthys, aunque inmunes a la luz solar, eran sumamente raros de encontrar en la actualidad, además de que tenían una peculiaridad: poseer un aroma natural, generalmente a algún tipo de plantas.

Entonces quién lo atacaba debía tratarse de un mestizo. Ese tipo de vampiros era el más común de encontrar, pero también el más complejo de entender. A algunos como el caso de Minos, les afectaba la luz del sol, pero no necesitaban de sangre humana para vivir. A otros no les afectaba la luz solar, pero requerían beber sangre humana. Otros solo requerían de sangre de mamíferos. Otros nacían sin poder alguno, como simples humanos.

No intentó contraatacar, sabía que sería inútil. Simplemente se dedicó a esquivar los ataque lo mejor que podía, Radamanthys y Valentine le habían enseñado algo con el entrenamiento.

Confiaba en que Radamanthys no tardaría en darse cuenta del peligro y vendría en su ayuda.

No se equivocó, reconocería ese peculiar aroma a eucalipto dónde fuera.

Radamanthys se abalanzó sobre el atacante. Intercambiaron unos cuantos golpes, pero finalmente, fue Radamanthys quién se alzó con la victoria, manteniendo atrapado al otro vampiro contra un árbol.

No le fue difícil intuir lo que Radamanthys tenía pensado hacer para deshacerse de su rival. Pero entonces Kanon lo reconoció.

- ¡Radamanthys, espera!- Le detuvo Kanon, acercándose a ellos.- No lo mates por favor.

- Kanon, ¿tienes idea de quién es éste tipo?

Kanon los miró a ambos. Claro que conocía a ese joven de cabellos celestes, aunque le parecía irreal que él lo haya atacado.

- Julián...- Murmuró el griego.- Es el hermano de un amigo mío.

Radamanthys apretó aún más el cuello del chico, haciéndolo retorcerse.

- Así es, Kanon.- Gruñó Radamanthys.- Julián Saphire Wagner Kido... Hijo del vampiro sangre pura Febo Abel Wagner, y la sangre sucia, Seraphina Kido.

- ¿Qué...?

- Uno de los mestizos más peligrosos. Que no requiere de sangre humana para sobrevivir, pero que asesina por el puro placer de hacerlo.

Kanon se quedó paralizado por un momento. No sabía nada de eso. Para él, Julián era el hermano mayor de Sorrento. Algo egocéntrico de vez en cuándo, pero en general, una buena persona... No tenía ni idea de lo que era en realidad.

El mestizo seguía pataleando, luchando por liberarse del agarre en su cuello, sin demasiado éxito en su misión.

Por un momento, incluso Kanon pensó que Radamanthys terminaría asesinando a Julián, pero un par de nuevas presencias llegaron para impedirlo, una alejando a Radamanthys de un empujón, y la otra, sosteniendo al herido Julián.

- Vaya, vaya. Pero miren qué tenemos aquí: Radamanthys Wembley.- Canturreó quién había empujado a Radamanthys.- Hace años que no nos veíamos.

- Saori Wagner.- Gruñó Radamanthys.- Ustedes, los Wagner Kido nunca cambian, ¿cierto?

Los hermanos Wagner tenían fama de siempre estar juntos, cubriéndose la espalda unos a otros, incluso al maldito de Julián, tanto sus hermanas, como su hermano menor, solían cuidarlo, y salvarlo siempre de una u otra forma.

Saori estaba más que dispuesta a luchar contra él, aún teniendo cierto riesgo de perder.

No por nada algunos la apodaban "Atenea", igual que la Diosa griega de la guerra.

- No queremos problemas, Radamanthys.- Intervino Sasha, poniéndose en medio de ambos, pero siendo un punto de apoyo para Julián. Ella era la hija mayor de Febo Abel, y quizás la más racional de toda esa familia.- Pero jamás permitiremos que alguno de los nuestros resulte siquiera herido.

- Para empezar, están en mi territorio, Wagner.- Se defendió el rubio, cubriendo a Kanon.- Y en segundo lugar, tu hermano atacó a mi humano primero.

Saori intentó alegar, pero de inmediato fue silenciada por su hermana, haciéndola sostener a Julián.

- Sé que las acciones de Julián son bastante cuestionables.- Aceptó la melliza mayor.- Pero sabes tan bien como nosotros, que la muerte de algún miembro de las familias de la sociedad, significaría el comienzo de una nueva guerra entre clanes.

En eso debía darle la razón a la peli-lila. Así comenzaron las cruzadas que años atrás le arrebataron todo lo que amó.

- Además, si ese humano te pertenece, ¿por qué no tiene tu marca?

Definitivamente ningún detalle escapaba a la vista de Sasha Marie Wagner. Bien merecido tenía su sobrenombre de "Pallas Atenea".

- La tendrá dentro de poco.- Mintió. No era seguro que esos vampiros supieran del embarazo del doncel.

La tensión se seguía sintiendo en el aire. Kanon se había aferrado a la espalda de Radamanthys, comprensiblemente asustado por la situación.

- ¡Detenganse ya!- Se escuchó una nueva voz.

Cerca de ellos se encontraba un pequeño peli-lila, al lado de un jóven de cabellos violetas, bastante similar a Kanon.

- ¡Sorrento!

Sasha no tardó ni siquiera un segundo en correr hacía su hermano menor.

- ¡Les dijimos que se quedaran en la mansión, ¿qué hacen aquí?!- Le gritó Saori, para después acercarse, aún sosteniendo a Julián.

- ¡No voy a permitir que inicien otra guerra, Saori!- Siguió protestando el menor.- ¡Mucho menos voy a permitir que lastimen a un amigo mío!

Hasta entonces, Kanon y Saga se percataron de la presencia del otro.

Las ganas de correr para abrazarse eran indescriptibles, pero no podían, con tantos vampiros en medio.

Aunque Kanon notó de inmediato algo raro en el peli-lila: su vientre. Parecía que Radamanthys dijo la verdad acerca de los donceles. Y Sorrento parecía estar a tan solo días de dar a luz.

También notó algo diferente en su hermano: Un par de puntos carmesí en la base de su cuello, cerca de la clavícula... ¿Acaso...?

Radamanthys lo sostuvo en sus brazos, evitando cualquier intento de avanzar. Los Wagner podrían interpretarlo como un intento de ataque y reaccionar de forma violenta.

- Vaya, entonces el menor de los Wagner está a punto de convertirse en madre.- Captó Radamanthys la atención de las mellizas, que seguían discutiendo con su hermano.- Y no solo eso, por lo visto, también se unió alguien más a su clan.

Saori intentó irse encima del rubio, pero la mano de Sorrento lo impidió.

El mestizo menos avanzó, hasta quedar frente a frente con Radamanthys, siendo acompañado por el gemelo de Kanon.

Cuándo estuvo frente a Radamanthys, levitó para poder quedar a la misma altura, apenas unos cuántos centímetros del piso.

Pero fue suficiente para sorprender al inglés. Se suponía que Sorrento había nacido sin poderes.

- No soy el único, Radamanthys.- Lo confrontó, sin mostrar la menor pizca de miedo.- Sé tu secreto... Sé que Kanon está esperando un par de gemelos que llevan tu sangre.- Murmuró al oído de Radamanthys.

El sangre pura comenzaba a temer lo peor, pero Sorrento volvió a hablar.

- No tienen porqué salir a la luz nuestros secretos, Radamanthys.- Añadió el peli-lila.- Tú guardas nuestros secretos, y nosotros guardamos los tuyos.

- Bien.- Gruñó Radamanthys.

Sorrento sonrió de una forma anormalmente tierna, para la situación.

- Sasha, Saori, y sobretodo, tú, Julián.- Se dirigió el menor a sus hermanos.- No quiero que vuelvan a acercarse a este territorio sin mi autorización. Ni mucho menos intenten lastimar a Radamanthys, o a Kanon. ¿Está claro?

Los tres mellizos parecían intimidados con las solas palabras de su hermano. Y se limitaron a asentir, aceptando las órdenes.

- Ahora retírense.- Les ordenó el menor, y el resto no tardó en acatar su voz.

Después de eso, el peli-lila volvió a colocar ambos pies sobre el suelo. Permaneciendo al lado de Saga.

Radamanthys y Kanon no dijeron nada por unos momentos. Hasta que Sorrento volvió a hablar.

- Es un placer verte de nuevo después de casi un año, Kanon.- Le sonrió al peli-azul.

- En otras circunstancias, diría lo mismo, ¿Sorrento?... No te reconozco en lo más mínimo.- Respondió Kanon, aún algo alterado por la situación de hace unos minutos.

El peli-lila rió levemente antes de responder.

- Lo siento.- Se disculpó.- Han pasado muchas cosas durante el tiempo que estuviste ausente.

- Ya lo noté.- Murmuró, viendo de reojo a Saga.

No lo admitiría en voz alta, pero por alguna razón, sentía miedo al tener a Sorrento y Saga cerca.

Fue su hermano gemelo quien dió el primer paso, y lo abrazó con fuerza, llorando.

- Pensé que jamás volvería a verte.- Sollozaba Saga, igual que un niño pequeño.- No tienes idea de cuánto te extrañé.

Eso le fue suficiente para entender que Saga seguía siendo el mismo de siempre.

Correspondió el abrazo de su hermano, permitiéndose llorar. Realmente había extrañado a su querido gemelo.

- ¿Cómo están papá y mamá?- Preguntó Kanon por sus progenitores, una vez que consiguieron calmarse.

- Aún siguen buscándote, con la esperanza de que algún día vuelvas.- Respondió Saga.- Mamá reza todas las noches por tí... ¿Irás a verlos?

Kanon asintió.- No puedo quedarme. Es solo una visita.

- Yo también.- Añadió Saga.- Casi un mes después de que desapareciste, tuve que irme con Sorrento.

- ¿Cómo es que tú...?- Quería saber la respuesta, pero no sabía cómo articular la pregunta.- ¿Ustedes...?

- Me quedé en cinta casi un mes después de que desapareciste.- Intervino Sorrento.- Mis hermanos se enteraron, y... Bueno, las costumbres de los vampiros son muy extrañas.

Eso ya lo había confirmado él mismo.

- Kanon, no lo mordí con una mala intención.- Parecía que Sorrento le había leído la mente.- Lo hice por amor.

Eso tomó por sorpresa, tanto a Kanon, como al mismo Radamanthys.

- Me enamoré de Saga.

- Y yo me enamoré de él.- Afirmó Saga, tomando de la mano al peli-lila.

- Los humanos no pueden saber de la existencia de los vampiros... Así que la única manera de que Saga pudiera quedarse a mi lado sin correr ningún tipo de peligro, era si se volvía uno de nosotros.- Radamanthys sabía que Sorrento no estaba mintiendo. Para los Wagner era una de las reglas más sagradas.- Pero será mejor salir de aquí. No es seguro para tí, Kanon.

Radamanthys y Kanon estuvieron de acuerdo, y los cuatro comenzaron a caminar, con el fin de salir del bosque.

[...]

Radamanthys terminó llevando a Kanon en su espalda, pero consiguieron llegar a su destino.

Una granja que ambos gemelos reconocían perfectamente.

- Será mejor que vayan ellos solos.- Se dirigió Sorrento a Saga, quién simplemente asintió.

- Sorrento tiene razón.- Intervino Kanon, sosteniendo de la mano a Radamanthys, comenzando a avanzar, mientras los otros dos permanecían escondidos detrás de un arbusto.

Apenas pusieron un pie dentro de la granja, una mujer que recolectaba unas hortalizas los vió. Y al ver a su hijo que creía perdido, no pudo evitar correr a su encuentro.

- ¡Kanon!

El peli-azul se abrazó a su madre, casi tan fuerte cómo cuándo era un niño y tenía una pesadilla.

- Kanon, mi niño, mi pequeño Kanon...- Lloraba la mujer en su hombro.- ¿De verdad eres tú?

- Si, mamá. Soy yo.- Lloraba Kanon, abrazándola.

- ¿Dónde haz estado?- Los ojos llorosos de su madre le dejaban ver todo el dolor que había sufrido por su ausencia.- Te hemos buscado por todos lados.

Hasta entonces, la madre de Kanon prestó atención al hombre que acompañaba a su hijo.

- ¿Quién es él?

- Es una larga historia, mamá.

Siguieron con el plan, explicando la supuesta forma en que se conocieron, y dónde había estado Kanon.

Para fortuna suya, la señora Areleous pareció creerse la mentira inventada por ellos, y no tardó en agradecer a Radamanthys por cuidar de su amado hijo.

- ¿Dónde están papá y Saga?- Preguntó Kanon, tratando de sonar lo más natural posible, una vez que terminaron de dar su explicación.

La madre de familia pareció afligirse ante la mención de su otro hijo, pero respondió igualmente.

- Tu padre fue al pueblo a realizar algunas entregas. No debe de tardar en llegar.- Al menos sabía que podría verlo.- Y Saga... Tu hermano se fue.

Ya lo sabía, pero por ahora debía apegarse a su papel, y fingir sorpresa.

- ¿A dónde?

- La familia Wagner le ofreció un trabajo, como asistente y acompañante de su hijo menor, Sorrento. El muchachito que solía venir a verlos de vez en cuándo.

- ¿Dónde está ahora?

- Tengo entendido que los Wagner se fueron a Francia hace meses, no sé cuándo volverán.

- ¿Kanon...?

Esa era la voz de Saga.

Ese día, Kanon descubrió que tenían buenos dotes actorales. Fueron capaces de fingir un reencuentro, a pesar de haberse visto hace apenas unos minutos.

El resto del día fue bastante largo. El padre de Saga y Kanon no tardó en aparecer, y tanto él, como su esposa, decidieron invitar a Radamanthys a la cena, en agradecimiento por haber ayudado a su hijo.

El inglés no tuvo de otra más que aceptar.

- Mamá, papá... Hay algo que quería decirles.- Habló Kanon, una vez que terminaron de cenar, captando la atención de todos.- El señor Wembley debe volver a Londres pronto. Y me ofreció un trabajo, y... Quisiera tener su aprobación para marcharme.

El matrimonio Areleous se vió por un largo rato. Apenas volvían a ver a su hijo después de meses, y era tan solo para volver a verlo marcharse.

- Kanon, supongo que ya puedes tomar tus propias decisiones.- Habló su padre.- Si ya hiciste tú elección, entonces está bien por nosotros.

Siguieron hablando sobre unas cuántas cosas más, hasta que Saga fue el primero en despedirse.

- ¿Seguro que debes irte, Saga?

- Lo siento, mamá. Pero el jóven Wagner solo volvió al pueblo con sus hermanos por un encargo, y debemos partir a Francia en unas horas.

- Está bien, Saga.- Aceptó su madre, para después besar su mejilla.- Cuídate, cariño.

Todos se despidieron de Saga. Y después de unos minutos, fue el turno de Kanon y Radamanthys para despedirse y marchar de vuelta al castillo Wembley.

[...]

En el bosque, se toparon con dos vampiros que conocían bien, pero esta vez no estaban a punto de matarse entre ellos.

- ¿Aún sigues aquí, Wagner?

- Sé que en el pasado hemos tenido nuestras diferencias, Radamanthys.- Habló Sorrento.- Pero creo ahora ambos tenemos otros enfoques, y por ellos haríamos lo que fuera.

Ciertamente, Sorrento no mentía. Ahora que lo volvía a ver, Radamanthys sentía que quién tenía enfrente, ya no era el Sorrento mimado, altanero y egoísta que recordaba, sino todo lo opuesto.

- Tú debes entenderlo, ¿no, Radamanthys?- Volvió a hablar Sorrento.- Ambos amamos a humanos, y tendremos descendientes de ellos. Deberíamos al menos tratar de arreglar las cosas.

- Está bien.- Aceptó el rubio.- Pero te advierto que si tú, o algún miembro de tu estúpida familia se atreve a lastimar a Kanon o a mis hijos, no va a salir vivo.

- Trato hecho.- Sonrió el peli-lila.

Pero la noche
Ella me llama
Ella me llama
Ella me llama
Ella me llama
Ella se balancea en su vestido de terciopelo
Y me tira hacia ella en la oscuridad
Mientras los demás descansan
Mientras los demás descansan
Mientras los demás descansan

Los meses pasaron, y el gran día que tanto habían esperado, finalmente llegó.

Kanon había entrado en labor de parto hace unas horas. Era Minos quién se estaba encargando de todo el proceso.

Valentine permanecía a su lado, en el pasillo, fuera de la habitación, esperando que todo saliera bien.

- ¿Qué demonios está pasando ahí adentro?- Exclamó nervioso Radamanthys, caminando en círculos.

- Amo Radamanthys, tranquilícese.- Le intentaba calmar Valentine, siguiéndolo de un lado a otro.- El señor Minos tiene experiencia, y Kanon es muy fuerte, estoy seguro de que todo saldrá bien.

En ese momento, la puerta de la habitación se abrió, dejando ver a Minos, con sus largos cabellos blancos totalmente recogidos. Sosteniendo una ropa manchada con algo de sangre. Y un pañuelo cubriéndole la mitad del rostro.

- ¿Qué pasó?

Radamanthys no tardó nada en preguntar. Minos se retiró el pañuelo del rostro, y le sonrió a su amigo rubio.

- Felicidades. Son dos niños fuertes y sanos.- Tranquilizó al rubio.

Al escuchar a Minos, Radamanthys sintió que podía volver a respirar tranquilo, pero aún tenía una duda.

- ¿Cómo está Kanon?

- Está bien, algo débil y adolorido por la cesárea, pero con reposo absoluto y los cuidados adecuados, se recuperará en un par de semanas.- Explicó el albino.- ¿Por qué no entras a conocerlos? Kanon aún está medio sedado por la anestesia, pero los bebés están despiertos.

Radamanthys asintió, y a un paso sumamente lento, entró a la habitación.

Pudo ver a Kanon, recostado en la cama, tapado casi por completo, y con dos mantitas al lado.

- ¿Cómo te sientes?- Preguntó al acercarse al peli-azul.

El griego le sonrió cansado. Era comprensible, fueron casi seis horas las que duró todo el proceso, y la pérdida de sangre debía estarle pasando factura.

- ¿Quieres conocerlos?- Le preguntó Kanon, sonriendo.

Radamanthys asintió.

Con todo el cuidado que podía, tomó a uno de los bebés en brazos. El pequeño tenía el cabello negro, y unos lindos ojos plateados, además de la piel sumamente pálida.

- Ese es Thanatos.- Dijo Kanon.- Él fue el primero en nacer.

- ¿Thanatos?, ¿cómo el Dios griego de la muerte?

Kanon asintió, abrazando al otro bebé.- Y éste es Hypnos.

Radamanthys sostuvo al otro bebé: un pequeño rubio, de ojos color miel, y la piel del mismo color que su hermano.

- Hypnos es igualito a tí.- Añadió Kanon, sin borrar su sonrisa.- Pero Thanatos no tengo ni idea.

- Heredó la apariencias de su abuela.- Explicó Radamanthys.- Se parece demasiado a mi madre.

- Entonces de seguro era una mujer hermosa.- Añadió Kanon, tomando su mano.

Radamanthys le devolvió la sonrisa a Kanon.

Esos pequeños vampiros eran una verdadera maravilla. El pequeño Thanatos le recordaba a su madre, tenía los mismos ojos y el mismo color de cabello.
Y el pequeño Hypnos se parecía a él, el mismo color de cabello y ojos.

- Minos dijo que tu recuperación será de mínimos dos semanas.

Kanon había cumplido con su parte del trato. Ahora Radamanthys debía cumplir la suya.

- ¿Y crees que voy a dejar a mis hijos así como así?

Alzó la vista al escuchar a Kanon.

- No iré a ningún lado, chupasangre idiota.- Rió Kanon.- Aunque no quieras, me quedaré aquí contigo y los niños... Solo si tú quieres.

- Kanon... ¿Lo dices en serio?

- Claro que sí, tonto.- Afirmó sonriendo.

Radamanthys abrazó con fuerza al peli-azul, junto a sus dos hijos recién nacidos.

Kanon, aún algo débil, le correspondió el abrazo. Después de que se separaran, el griego besó sus labios, como solo él podía.

- De ahora en adelante, Thanatos, Hypnos y yo seremos tu familia, ¿entendiste?

- Como digas, Kanon.- Respondió, sonriendo de forma sincera.- Te amo.

- Lo sé, yo también me amo a mí mismo.

Radamanthys sonrió, Kanon nunca cambiaría. Pero así lo adoraba.

- Y también te quiero a tí.- Añadió el heleno después.

Ambos rieron, para terminar besándose una vez más.

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Bueno, este songfic está dedicado a __MFPAND0RA

La verdad, había escuchado, leído algunos fanfics y visto algunos fanarts sobre este shipp, pero nunca antes había hecho nada relacionado a ellos.

Debo confesar que soy más del team Kanento, pero también debo admitir que al final terminé encariñandome con estos dos juntos 💗

Al inicio no sabía cómo comenzar, ya que no quería hacer algo exactamente igual a la historia de la animación, pero si quise dejar la temática de vampiros.

Al final, siento que quedó una mezcla un poco rara entre vampiros y temática al estilo de la bella y la bestia.

Espero que te haya gustado 💕

🛎️Algunas aclaraciones sobre los vampiros y otras cosillas en general del universo de este songfic, por si quedó alguna duda:

Sangre pura: Nacidos de dos vampiros puros. Son los más fuertes. No les afecta la luz solar, no necesitan sangre humana para vivir, pero sí necesitan consumir sangre de mamíferos para mantener sus poderes, son los más raros de encontrar, ya que la mayoría murió durante las cruzadas entre clanes. Si no consumen sangre de mamíferos por lo menos una vez al mes, sus poderes pierden fuerza y pueden ser asesinados con objetos de plata, pero solo si están muy debilitados.

Sangre sucia: Son humanos convertidos en vampiros. Son considerados los más débiles. Pueden ser dañados y morir con la luz solar, necesitan consumir sangre humana al menos dos veces al mes para vivir, son un tanto raros de ver (aunque no tanto como los sangre pura), ya que casi nunca son convertidos a propósito, sino que la mayoría son sobrevivientes de ataques de vampiros.

Mestizos: Son los más comunes. Son mezcla entre vampiros y humanos (Pueden ser nacidos de un sangre pura y un sangre sucia, un sangre sucia y un humano, un sangre pura y un humano...) Su nivel de poder varía. Algunos pueden ser afectados por la luz solar, o necesitar de la sangre humana, otros no. Algunos llegan a ser casi tan fuertes como un sangre pura, otros pueden nacer sin poderes, o sus poderes surgen a edad tardía.

Hambrosía: Es un tipo de sangre sumamente raro, menos del 1% de los humanos lo poseen.
Recibe el nombre de Hambrosía, ya que, al igual que el alimento de los dioses griegos, este tipo de sangre es capaz de sanar a los vampiros y aumentar su poder. Además de que los bebés nacidos de estos humanos, a pesar de ser mestizos, llegan a ser incluso más fuertes que los sangre pura.

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