Perdón [♐Aioros x Shura♑]
Prometí quererte para siempre
Y era cierto no había dudas
En mi mente
Si el destino tuvo planes diferentes
Y te herí por accidente
Perdón
- Shura, ¿aceptas a Aioros como tu legítimo esposo?
- Si.- Respondió el español, viendo totalmente enamorado al castaño que tenía enfrente, con sus manos enlazadas.
La misma pregunta fue hecha a Aioros, que respondió igual de enamorado que su amado español. Culminando así, con un beso, la ceremonia que debía unir sus vidas por siempre... O así se suponía.
...
- ¡¿Qué diablos haces aquí?!- Gritaba enfurecido un castaño, con obvias intenciones de irse encima de Shura.
- ¡Aioria, cálmate!- Luchaban unos conocidos suyos por contenerlos, y evitar que se mataran a golpes.
- ¡No me pidas que me calme, Kanon!- Respondió embravecido.- ¡Éste idiota no tiene ningún derecho de estar aquí después de lo que hizo!
- Shura, será mejor que te vayas.- Intervino otro de los presentes, un hermoso peli-turquesa. Mientras Kanon y otro chico rubio sujetaban a Aioria.- En éste momento, nadie requiere ni desea tu presencia aquí.
- Afrodita tiene razón, Shura. Ya causaste suficientes problemas.- Se sumó una nueva voz. Al dirigir la vista a la dirección, se toparon con un apuesto peli-morado.- Y por favor, dile a Camus de mi parte que mi hermano irá por mis cosas mañana por la tarde.
La tensión se sintió aún más en el ambiente, y Afrodita rápidamente se acercó al recién llegado, buscando evitar más confrontaciones.
- Milo...
- Tranquilo, Dita. No me voy a rebajar a semejante nivel, y Aioros tampoco.- Dijo el escorpiano, viendo la preocupación en los ojos de su amigo.- Por cierto, Shura. Aioros te manda a decir que tienes un mes para recoger todas tus cosas. No quiere verte, ésta fue la última vez. Y a tí, Aioria, tu hermano te necesita con él, no aquí perdiendo el tiempo.- Añadió, e ingresó nuevamente al domicilio, siendo seguido por todos los demás, a excepción de Shura.
El español se quedó estático, ni siquiera podía reaccionar. Ahora sí que la había errado.
Si me solté de ti, si no te defendí
Fue que mi corazón estaba ciego
Qué estupidez perderte para verlo
Lo siento
Ahora estaba en la casa que compartía con Aioros desde hace casi diez años. Y que ahora estaba solitaria sin la presencia de su pareja.
Habían pasado dos semanas desde aquel fatídico día en que lo perdió una buena parte de su mundo; su matrimonio, sus amigos... Y todo ¿a cambio de qué?, de un calentón del momento.
Camus, el ahora ex-prometido de Milo, y él se conocían desde la universidad, y siempre habían sido buenos amigos.
Nunca había visto a Camus con otros ojos que no fueran de fraternidad y amistad. Pero en una noche de copas, terminaron enredados entre las sábanas.
Acordaron que quedaría simplemente como una anécdota de borrachera más, y que quedaría entre ellos. Pero la carne es débil, y por más que lo intentaron, terminaron cediendo.
Siguieron viéndose a escondidas, sin que ninguna de sus respectivas parejas se enterara. Y pareciera que mantendrían esa mentira hasta que se les diera el antojo, pero el destino tenía otros planes. Y ambos fueron pillados con las manos en la masa por sus parejas.
...
Aioros llevaba meses notando a Shura actuar extraño. Salía de viajes de negocios más seguido, hacía más horas extras, se la pasaba pegado a su teléfono por "asuntos del trabajo", llegaba de madrugada a casa, y casi no le ponía atención.
El castaño trataba de justificar su forma de actuar, quizás no queriendo aceptar lo evidente.
Su hermano, y varios amigos se lo habían hecho saber, pero él se rehusaba a creer que Shura lo había vuelto a engañar, porque sí, dolorosamente no sería la primera vez.
El español ya le había sido infiel en ocasiones anteriores, y todas siguieron el mismo proceso: Aioros descubría el engaño. Shura lo negaba. Discutían. Pasaban una semana sin dirigirse la palabra. Y después Shura llegaba a casa con un ramo de flores enorme, una gran caja de bombones, un peluche gigante, o alguna joya lujosa, suplicando perdón, y prometiendo cambiar. Y Aioros le creía y lo recibía con los brazos abiertos.
Ahora Aioros había estado quedandose en casa de su hermano y su cuñado. Y observando la convivencia de ellos, más se cuestionaba el porqué perdonó y toleró tantas cosas durante tantos años.
Aún le dolía recordar ese día, en el que el destino le abrió los ojos a la fuerza, y lo obligó a darse cuenta de su estupidez.
Al parecer, él no era el único con sospechas con su pareja. Su amigo, Milo, también comenzaba a sospechar.
En un inicio, Aioros no quiso involucrarse, e incluso intentó persuadir a Milo. Pero el peli-morado era obstinado, y no iba a descansar hasta tener una respuesta clara.
Al final, Milo, con todas las pruebas que había reunido durante poco más de un mes, consiguió infundir en él el pequeño gusano de la intriga.
Ese día Milo y él los siguieron a cierta distancia. Y su corazón poco a poco comenzó a quebrarse. Para empezar, vió como Camus subió al auto de Shura, y ambos arrancaron.
Se seguía rehusando a creerlo, y quiso justificarlo, pero toda justificación que se le ocurrió se fue por el desagüe cuándo los vieron entrar a un hotel.
El que parecía estar más enfadado era Milo, ya que no se lo pensó dos veces para seguirlos, y una vez dentro, hacer una actuación digna de una película de Hollywood para engañar a la recepcionista, y conseguir la llave de la habitación.
Aioros siguió a Milo, casi en automático. Ni siquiera era consciente de sus movimientos corporales, si seguía a Milo con el afán de demostrarle que no pasaba nada entre sus parejas, o buscando detenerlo para poder seguir viviendo en su mentira, o quizás buscando una prueba y razón contundente para huir de los brazos de Shura.
No reaccionó, sino hasta que estuvieron frente a la habitación. Le pareció escuchar lo que parecían ser gemidos, pero seguía sin querer creerlo. Casi de inmediato escuchó el sonido de la puerta que Milo abrió sin pudor ni vacilación alguna.
No estaba preparado para lo que vió; Camus, uno de sus mejores amigos. Y Shura, su esposo. Ambos enredados en la cama, Camus con las piernas abiertas, aferrado a la espalda de Shura, gimiendo su nombre. Y Shura, enmedio de las piernas del galo, embistiendolo con fuerza, mordiendo su cuello.
Al darse cuenta de su presencia, inmediatamente hicieron un pésimo esfuerzo por ocultar su traición, con frases como: "Amor, te juro que ésto es solo un malentendido", "Ésto no es lo que parece", "Puedo explicarlo". Y su favorita, "No es lo que piensas"
- ¡¿Qué demonios me vas a explicar, Camus?!- El primero en reaccionar fue Milo.- ¡¿Cómo le abres las piernas a Shura?, ¿Cómo nos han estado viendo la cara de idiotas?, ¿O cómo eligieron éste hotel?!
- Milo, Aioros, hay una explicación para ésto.- Intentó Camus, en vano, de apaciguar las aguas.
- ¡Pues díganla de una puta vez, antes de que les arranque los huevos a los dos!- Siguió gritando Milo.
Aioros no decía nada. Simplemente mantenía la cabeza agachada, mientras dejaba las lágrimas escurrir por sus mejillas. Lo había vuelto a hacer, otra traición.
- Aioros, yo- Intentó excusarse Shura, acercándose al castaño. Pero fue silenciado por un fuerte puñetazo en la mejilla.
- ¡Vete al diablo!- Gritó totalmente destrozado, y salió corriendo de ahí, dejando al español con las palabras en la boca.
Llegó hasta el estacionamiento, y subió al auto de Milo. Comenzó a llorar lo más fuerte que sus pulmones y sus cuerdas vocales le permitían, no le importaba quién lo viera.
Era el colmo. Estaba harto. No creía merecer todas esas traiciones. Siempre hacía de todo para satisfacer a su esposo, en todos los sentidos. A diario se levantaba casi de madrugada para poder prepararle su desayuno favorito y el almuerzo, antes de irse él a su propio trabajo. Siempre lo consentía haciendo sus comidas favoritas. Jamás olvidaba una fecha importante. Siempre que podía le daba un regalo, aunque fuera un detalle pequeño. Incluso en la cama era demasiado complaciente con el peli-verde, estando siempre dispuesto a cumplir todas sus fantasías sin chistar. Entonces... ¿Qué había hecho mal?, ¿qué le hizo falta a Shura como para buscar en otra persona?
Reaccionó cuándo escuchó a Milo subir al auto. Ni siquiera hizo falta que Aioros le dijera que pusiera el auto en marcha. Después de unos minutos, Milo se detuvo, sin poder más con su propio dolor.
- Milo... ¿Qué hice mal?- Preguntó casi en un susurro, sin poder dejar de sollozar.- ¿Qué hicimos mal?
Milo apretaba el volante, como si quisiera arrancarlo.- Nada... Y ese fue nuestro único error.- Respondió, luchando por hacerse el fuerte.- Les dimos todo... Les dimos todo a quiénes no valen nada.
Aioros volvió a llorar, porque aunque le doliera admitirlo, Milo tenía razón.
- Escúchame, Aioros. No seas tan estúpido como lo fuí yo.- Le dijo Milo, limpiándose las pocas lágrimas que escaparon de sus ojos.- No es la primera, pero sí la última vez que Camus me hace ésto. Y me consta que tampoco es la primera vez que Shura se mete entre las piernas de alguien más.
Aioros solo asintió, sin dejar de llorar.
- Sé que lo que tú hagas con tu vida no me debe importar, pero eres mi amigo y debo hacer al menos el intento.- Habló Milo, visiblemente más tranquilo que él.- No es la primera y tampoco será la última vez que Shura haga ésto. Y yo solo te puedo decir que la primera vez es una gracia, la segunda vez es una regla. Tú decides si lo tienes en cuenta o no.
- Lo tendré en cuenta, Milo.
- Será mejor que te lleve a casa de Aioria.- Cambió de tema el peli-morado.- Al menos ahí será el último lugar dónde vayan a buscarnos ese par de... No, ni siquiera ellas merecen ser comparadas con semejantes escorias.
Aioros solo asintió. Los dos estaban igual de devastados. Una vez que arribaron a su destino, fueron recibidos por el hermano menor de Aioros y mejor amigo de Milo.
Aioria rápidamente se dió cuenta del estado de los dos, y no tardó en sacarles la verdad de lo ocurrido. Quería asesinar a Shura y a Camus, nadie lastimaba de esa forma a sus seres queridos y vivía para contarlo.
Pero Milo y Aioros se adelantaron a aquella inevitable reacción de Aioria, y solicitaron la ayuda del otro mejor amigo de Milo y Aioria; Kanon. Y el mejor amigo de la pareja de Aioria estaba de visita.
Entre todos a duras penas consiguieron aplacar la furia de Aioria. Y se dedicaron a consolar a las víctimas de aquella traición. Pero toda la paz se vió interrumpida cuándo el auto de Shura aparcó fuera de la casa, y Aioria no tardó ni dos segundos en salir y abalanzarse sobre el recién llegado.
Aioros y Milo permanecieron dentro de la casa, mientras los demás salieron a dar la cara por ellos. Aioros no se sentía con el coraje suficiente para enfrentarlo. Pero Milo se cansó de solo escuchar la discusión y no ha era nada.
- Milo... Por favor dile a Shura que tiene un mes para recoger sus cosas y largarse de mi casa.- Dijo, con todo el coraje contenido.- Ésta fue la última vez.
El peli-morado asintió, y salió a dar la cara por ambos. Aioros observaba en silencio desde la ventana el desenlace, el cuál fue todos volviendo dentro de la casa, y Shura quedándose paralizado por unos segundos, para después subir a su auto y marcharse por dónde llegó.
Recordar ese día aún le quemaba por dentro. Era toda una mezcla de emociones; tristeza, decepción, dolor, ira, rabia... Ni él lo sabía con certeza.
Las últimas dos semanas habían sido de las más pesadas de su vida. A veces tan solo quería dormir, y que despertar todo fuera un mal sueño, pero la realidad lo golpeaba en la cara. Otras quería ir a buscar a Shura y a Camus y darles una buena paliza. Otras quería que Shura lo llamara, y le hiciese saber que le importaba aunque sea un poquito... Todo era muy confuso.
No espero amor ni odio
Ya tengo bastante con mi dolor
Maldigo el episodio
Lo peor es que yo fui quién lo escribió
La situación de Shura no era tan distinta. Extrañaba a Aioros, quería salir corriendo a buscarlo, o llamarlo, pero no sé atrevía.
Hasta que ya no pudo más. Tomó su teléfono y marcó el número del castaño, cuándo respondieron del otro lado, casi se le paraliza el corazón al escuchar su voz.
- ¿Hola?
- Aioros...- Hiló con dificultad.- S-Soy yo.
Por un par de segundos no hubo respuesta. Pensó que de inmediato colgaría la llamada, pero no.
- ¿Qué quieres, Shura?
- Aioros... Necesito hablar contigo.- Dijo, casi suplicando.- Por favor.
Aioros nuevamente guardó silencio por unos segundos. Hasta que respondió.- Te veo que el muelle a las 5:00.- Fue lo único que escuchó, ya que de inmediato, el castaño cortó la llamada.
Eran las 3:47, si se daba prisa, podría llegar a tiempo en auto. No se la pensó dos veces, y se apresuró a tomar una ducha. Quizás ésta era si única oportunidad.
Sin saber cómo, llegó al muelle a la hora acordada, dónde vió a Aioros, parado en la orilla, viendo el océano.
- Aioros.
El nombrado giró la vista, topandose con el español.
- ¿Qué quieres, Shura?- Respondió a secas el castaño.
Shura se aclaró la garganta.- Entiendo que estés enfadado, y no te culpo en lo más mínimo.- Comenzó a hablar, agachando la mirada.- Pero... Solo... Quería decirte que te amo.- Añadió con los ojos cristalizados.- Créeme, no hay día que no me arrepienta. Ya nada es lo mismo sin tí, Aioros. Cometí un error, y uno grande, lo sé. Soy un perfecto idiota, y merezco totalmente que me odies... Pero... Aún te amo, y me arrepiento de haberte lastimado de esa forma.
Aioros se quedó callado. Sintió bastante pena por el contrario, pero debía ser firme, y recordar la única razón por la que acudió a esa cita.- ¿Sólo me llamaste para decir eso?
- Si.
- Bien.- Respiró hondo, reuniendo todo el valor que podía.- Shura... Te dí muchas oportunidades, y todas las desperdiciaste, exactamente ocho, si mi memoria no me falla... Quise creer que cambiarías, y que no reincidirías, pero hiciste exactamente lo contrario. Me demostraste que a tí no te importa nadie más que tú mismo, y nunca vas a cambiar.
Shura solo mantenía gacha la cabeza. No había forma de negarlo.
- Nunca te importó nada más que tu propio bienestar.- Siguió Aioros, con lágrimas brotando de sus ojos.- No te importó cuánto me lastimó cada una de tus traiciones, lo poca cosa que me sentí tantas veces. No te importó lastimar a alguien de quién decías ser amigo. Ni siquiera te importó lo que le pudiera pasar a Camus o a cualquiera de los demás con quiénes estuviste. Solo te importó saciar tus deseos.
- Lo sé.- Susurró el peli-verde.- Y por eso no espero que me perdones, sé que no merezco tu perdón, ni tu amor.
Me esperan los demonios
Que deja tu olvido que juegan conmigo
Ya sé que es cobarde
Pedirte en una canción
Perdón, perdón
- Shura... Quiero el divorcio.
Esas palabras le helaron la sangre, aunque debió verlas venir.
- Puedes quedarte con la casa, no me importa. Pero terminar con éste matrimonio es lo mejor para los dos.- Le dijo Aioros.- Así tú podrás ser feliz con quién quieras. Y yo... Podré seguir mi vida.
- ¿Hay alguien más?- Preguntó Shura, lo cierto era que no tenía derecho a hacer semejante pregunta, pero no pudo evitarlo.
- No, Shura.- Respondió Aioros.- Solo quiero seguir adelante, y cerrar ésta mala etapa.
Shura asintió.- Está bien.- Incluso Aioros se sorprendió por la respuesta, creyó que Shura no cedería así de fácil.- Pero... Solo concédeme un último deseo.
- ¿Qué es?
- Déjame hacerte el amor por última vez.- Aioros no se creía lo que Shura le pedía.- Sé que es totalmente atrevido de mi parte. Pero si voy a perderte para siempre, al menos quiero quedarme con un recuerdo tuyo.
Aioros no podía reaccionar por más que lo intentaba. Shura estaba delante de él, demasiado cerca. Sintió como los labios del español acariciaban los suyos. No pudo resistirse y correspondió.
- Está bien.- Respondió susurrando una vez que se separaron.
Antes de que lo notaran, ya estaban en la casa que antiguamente compartieron, y que ahora sólo habitaba Shura.
Los besos no se hicieron esperar. Ambos parecían necesitados uno del otro, y que sus labios encajaban perfectamente.
Shura se encargó de llevarlo a tientas a la habitación sin romper el beso. Y una vez ahí, se tumbaron en el colchón.
Shura comenzó a besar su cuello, bajando por su clavícula, mordiéndola, arrancando un gemido de sus labios en el proceso.
La ropa desapareció en segundos. Frotando su piel desnuda con la otra, buscando más contacto.
Cuándo se separaron por la falta de aire, Aioros abrió sus piernas, y comenzó a prepararse a sí mismo. Pero Shura le detuvo.
- Déjame hacerlo.- Dijo el peli-verde, apartando la mano del castaño, ocupando su lugar.- ¿Duele?- Preguntó mientras movía sus dedos dentro del heleno.
- No.- Respondió jadeando. En todos los años que estuvieron juntos, Shura jamás lo había preparado antes de tomarlo. Shura no era del tipo delicado y suave, era más bien, brusco. Simplemente lo invadía, causándole algo de dolor la mayoría de las veces. O en el mejor de los casos, cuándo Shura podía controlarse, tenía que hacerlo por sí mismo.- S-Shura...- Dejó salir de sus labios un suave gemido.
- ¿Puedo?- Preguntó. Aioros asintió, entendiendo a qué se refería.
Con cuidado se introdujo en la entrada del castaño, llenando por completo su interior. Aioros no se molestó en silenciar sus gemidos.
Shura comenzó a mover su pelvis hacía adelante y atrás, iniciando con un ritmo lento, pero que no tardó en aumentar. Aioros solo se limitaba a gemir y abrazarse de la espalda del peli-verde.
- ¿Te gusta?- Preguntó el peli-verde, sin dejar de moverse.
- S-Si.- Respondió entre sus gemidos el castaño.
Pronto perdieron la noción del tiempo, simplemente se entregaron hasta quedar rendidos, a sabiendas de que era la última vez.
Shura no recordaba cuándo le había hecho el amor así a Aioros. Solo tenía claro que nada se le igualaba a ese encuentro.
Después de agotar hasta su última gota de energía, se quedaron dormidos.
...
Al día siguiente, Aioros fue el primero en abandonar el reino de los sueños, despertando a Shura en el proceso.
- ¿Seguro que no quieres que te lleve?
- Nadie por esos lares quiere verte ni en pintura- Le respondió Aioros, terminando de cepillar su cabello.- Kanon a duras penas puede contener a Milo con ayuda de Dita y Sorrento. Aioria no te soporta, y Shaka ni hablar, especialmente ahora que los cambios hormonales por el bebé lo toman por sorpresa.
- Entiendo.- Suspiró, aceptando su derrota.- Iré a firmar los papeles cuándo tú lo digas.
Aioros asintió. Después de una pequeña despedida, el castaño se retiró.
Aioros caminaba por la ciudad, tratando de alejar el tema de la separación de su mente. Shura debía seguir con su vida, y él también.
Tan metido iba en sus pensamientos, que no se dió cuenta cuándo chocó con alguien.
- Oh, lo siento. No miré por dónde iba.- Se disculpó, poniéndose de pie.
- ¿Aioros?
Se sorprendió de que lo llamaran por su nombre, pero cuándo alzó la vista todo cobró sentido.- ¿Saga?
Si pudiera regresar el tiempo
Esta vez no escondería lo que siento
El silencio fue el engaño más violento
Mi terrible experimento falló
Si te alejé de mi, si te fallé y me fui
Fue porque mis mentiras
Me daban miedo
Tú me creíste y yo me volví tan bueno
Fingiendo
Shura se quedó sólo en su casa. Iba a extrañar a Aioros, de eso no había duda.
Se arrepentía de no haber valorado lo que tenía. Deseaba poder regresar el tiempo, poder enmendar los errores.
Sus mentiras fusionadas con el silencio y sumisión de Aioros fue una combinación terrible. Porque él siguió cometiendo el mismo error una y otra vez, y Aioros jamás dijo nada.
Era cierto que otros llegaron a atraerle, pero si era totalmente sincero, ninguno pasaba de ser mera atracción física.
Después del día en que todo se vino abajo, él y Camus se habían mantenido en contacto. A Camus a duras penas le quedaba su hermano mayor, pero estaban demasiado distanciados. Solo se tenían entre ellos.
- Entonces, ¿se van a separar?- Preguntó el francés, batiendo su taza de té.
- Si.- Respondió Shura.- ¿Y qué pasó con Milo?
- Lo esperado; me mandó al demonio.- Dijo con cierta simpleza.
- Ya veo.
Shura bebió de su taza de té, siendo observado fijamente por Camus, como si quisiera decirle algo.
- ¿Ocurre algo, Camus?
Camus suspiró.- Si.- Shura le dejó hablar.- Vas a ser padre.
El peli-verde escupió todo el té que tenía en la boca, totalmente desconcertado.- ¿De qué diablos estás hablando?
- Desde el principio sabías que puedo concebir.- Respondió el galo, sin verle a los ojos.- Y nunca usamos protección.
- Por favor dime que es una broma.
- Créeme que nada me haría más feliz.- Dijo el peli-aqua, sacando un sobre de su mochila, entregándoselo a Shura.- Me hice una prueba la semana pasada. Tengo poco más de cuatro meses de gestación. Me dejaste preñado la primera vez que lo hicimos.
- ¡Maldita sea, Camus!- Se empezó a alterar el mayor, levantándose del sillón, con la hoja con los resultados en la mano.- ¡¿En qué diablos estabas pensando?!
- ¡Yo no te obligué a metermela, ni a serle infiel a tu esposo!- Se defendió el doncel.
- ¡¿Y qué me asegura que ese engendro no es de Milo?!
- ¡Porque la última vez que lo hice con Milo fue hace más de seis meses!- Shura no cambió su semblante ni su postura.- ¿Sabes qué?, cree lo que quieras.
Finalizó la discusión, para después tomar sus cosas y marcharse, dando un fuerte portazo.
Shura se quedó solo, y se dejó caer en el sofá, viendo los resultados. Todo estaba ocurriendo tan rápido.
Primero, Aioros lo atrapa con las manos en la masa y lo manda al demonio. Dos semanas después, le pide el divorcio. Una semana después tiene fecha para acudir a firmar el divorcio. Y unos días después, Camus le sale con ésto...
Se quedó dormido sin darse cuenta, cansado mentalmente de todo. Despertó un par de horas después, con la mente más despejada.
Ya había metido demasiado la pata, debía hacer lo correcto al menos una vez. Tomó sus llaves y salió, rumbo al apartamento de cierto peli-aqua.
No espero amor ni odio
Ya tengo bastante con mi dolor
Maldigo el episodio
Lo peor es que yo fui quién lo escribió
Me esperan los demonios
Que deja tu olvido que juegan conmigo
Ya sé que es cobarde pedirte
En una canción
Perdón, perdón
Los días pasaron, y Shura acudió a firmar los papeles necesarios. El trámite fue realmente ágil, y en poco más de cuatro meses, su matrimonio estaba oficialmente disuelto.
Iba saliendo de la corte, junto a Aioros, dónde se despidieron.
- Supongo que es un adiós permanente.- Fue Shura el primero en hablar.
- Suerte en tu vida, Shura.- Respondió Aioros.- Espero que Camus, tú y tu bebé estén bien.
- Gracias, yo también lo espero.- Agradeció el español.
- Adiós.
Se dijeron al unísono, para después partir por caminos opuestos. Ese era el fin, ambos lo sabían. Shura no quería, pero era consciente de que debía aceptarlo, seguir con su vida, y dejar a Aioros seguir con la suya, al lado de alguien que pudiera valorarlo y amarlo como merecía.
Después de todo, él se lo buscó. Fue él quién no valoró suficiente a quién no hizo más que dedicar su vida a hacerlo feliz. Fue él quién traicionó su confianza. Fue él quién desaprovechó todas y cada una de las segundas oportunidades. Fue él quién buscó calor en otros brazos.
Llegó a su nuevo hogar. Ninguno de los dos quiso quedarse con la casa, así que la vendieron y repartieron el dinero en partes iguales.
Ahora vivía en un apartamento, junto a Camus y su hijo. Camus, a regañadientes, había dejado su trabajo para poder cuidar al bebé, así que el francés pasaba todo el día en casa haciendo las tareas hogareñas y cuidando a su retoño.
Apenas entró, fue directo al cuarto de su bebé. Se asomó por la cuna dónde su hijo dormía tranquilamente. No podía siquiera poner en duda su paternidad, ese niño era su vivo retrato.
- Hola, Shura. A Cid y a mí también nos da gusto verte.- Escuchó la voz sarcástica de Camus a sus espaldas.
- Lástima que no puedo decir lo mismo sobre tí.- Respondió rodando los ojos, mientras tomaba a su bebé en brazos.- Ahora, si me disculpas, es la hora de la cena para Cid, y estoy seguro de que tú no lo vas a alimentar.
- ¿Y quién crees que lo alimenta cuándo tú no estás?
Shura rodó los ojos, y fue directo a la cocina para preparar algo de leche en polvo para su bebé.- Tu hermano ya te dijo que debes amamantarlo por lo menos una vez a la semana.
- La fórmula que toma cubre todas sus necesidades.
- Como sea.- Respondió, terminando de preparar la leche para su bebé.
Camus se cruzó de brazos, simplemente se limitó a observar en silencio como Shura alimentaba a Cid con el biberón, igual que desde el día que lo llevaron a casa.
- Duele.- Susurró, pero Shura le escuchó, ya que le dirigió una mirada.- No lo entenderías... Los pezones quedan muy sensibles, duele cuándo el bebé intenta succionar.
Shura se acercó a Camus, con el bebé, y se lo entregó en brazos.- Al menos inténtalo.- Le dijo, frotando su espalda.- Solo una vez, por favor.
- No.
- Por favor, Camus. Sólo una vez.- Intentó persuadirlo.- Si te duele, no lo vuelves a hacer.
El francés no estaba del todo convencido, pero cedió. Alzó un poco su holgada camiseta, y pegó al bebé a su pecho. El pequeño no tardó en buscar comenzar a succionar, tratando de alimentarse.
Shura lo escuchó quejarse, y le vió hacer un gesto que reflejaba puro dolor.
- Trata de aguantar.- Le reconfortó, sin dejar de frotar su espalda.- Dame la mano.
Camus le obedeció, y entrelazó sus manos. El dolor no le dejaba, e inconscientemente apretó la mano de Shura. Así fue, hasta unos minutos después, cuándo Shura le sintió aflojar el agarre.
- ¿Todavía duele?
- No, ya no.- Respondió el peli-aqua, con la mirada baja.
Shura le despeinó un poco el cabello.- Lo hiciste bien.- Susurró en su oído.
Se sentó al lado de Camus, haciéndole compañía mientras amamantaba a su bebé.
Shura observaba al pequeño bebé que Camus sostenía en brazos. Ese bebé era su hijo.
Ahora tenía una obligación mayor. Tenía un hijo recién nacido del cuál cuidar. Definitivamente debía dejar atrás todos sus malos hábitos y concentrarse en ser mejor para Cid.
Quizás con el tiempo aprendería a querer a Camus por lo menos como a un amigo, después de todo, tenían un hijo en común.
Aioros estaba bien sin él. Ahora estaba saliendo con el hermano de Kanon, y se les veía bastante felices juntos.
Shura debía hacer lo mismo, pero ésta vez sería sin dañar a nadie en el intento.
•~•~•~•~•The End•~•~•~•~•
Bueno, éste songfic está dedicado a Jesica2701.
Perdón por haber tardado tanto, pero había estado algo ocupada.
Espero que te haya gustado.
La verdad que hacer un songfic basado en ésta canción me fue un pequeño desafío, debo reconocerlo. 😅
Y no quedé del todo satisfecha con el resultado, pero hice mi mejor esfuerzo 💙
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