Me Niego [♒Camus x Milo♏]
Es difícil abrir mis ojos y ya no verte
Tu olor en la cama, aún sigue intacto
Te he buscado en mis sueños, deseando tenerte
Y no encuentro tu rostro, por más que trato
Se despertaba con el sonido de la alarma producido por el despertador, indicándole que debía levantarse.
Estiró su brazo, apagando el aparato y deteniendo el sonido. Giró la cabeza, topandose con ese lugar vacío.
Sintió como sus ojos se humedecían al verse solo en la cama. En ese lugar ahora vacío antes solía dormir su bello ángel francés, y ahora... Simplemente era un espacio más del colchón.
Se giró completamente, tomando aquella almohada en sus manos, para después pegar su rostro en ella. Inhaló aquel dulce aroma a lavanda que aún mantenía.
Dejó escapar sus sollozos, mientras lágrimas salían de sus ojos. Después de unos minutos, logró tranquilizarse. Se puso de pie, sabiendo para después caminar a la ducha.
Después de aquel baño rápido, se vistió con un elegante traje negro, y cepilló sus largos cabellos morados.
Bajó al comedor, no sin antes inhalar nuevamente el aroma impregnado en la almohada, y mirar detenidamente la cama, para su pesar, vacía.
Era difícil vivir de esa manera.
Aún quedan tus retratos, en cada rincón de la casa
Y el silencio me habla de ti, es que solo hay tanto espacio
Desde que no estás, daría todo lo que hoy me queda
Por tenerte, por que vuelvas
Comenzó a bajar las escaleras, y no pudo evitar que su imaginación le hiciera recordar a ese hombre.
Con un nudo en la garganta, bajó hasta el comedor, y nuevamente, su mente le jugó una mala pasada.
Recordaba cuándo tenía a ese francés a su lado, siempre se despertaba con un delicioso aroma a waffles, omelette, o huevos con tocino ahumado. Después ambos desayunaban juntos, antes de partir cada uno a su trabajo. Ahora no quedaba ni la sombra de eso.
Ahora su desayuno consistía en una rebanada de pan tostado con mantequilla de maní y jalea, y un vaso de leche, que comía apurado antes de salir corriendo al auto tratando de evitar llegar tarde al trabajo.
Conducía su lujoso automóvil deportivo, sin tener nada más en la cabeza que el rostro de ese hombre al que amaba con locura y con el que era tan felíz.
Cuándo se topó con una luz roja en un semáforo, no pudo evitar tomar su billetera, y torturarse a sí mismo con aquella foto.
Se le veía notablemente más jóven en ella, era algo lógico, ya que esa fotografía tenía más de diez años de antigüedad.
La tomaron el día de su boda. Camus y él se conocieron en el preescolar, gracias a sus hermanos mayores.
Milo y su hermano perdieron a sus padres en un accidente automovilístico cuándo Milo tenía tres años. Su hermano tuvo que dejar la escuela a un año de entrar a la universidad, y comenzar a trabajar para mantenerlo, ya que no tenían familia.
Era difícil para su hermano cuidarlo, pero un ex-compañero de escuela de Kardia se enteró de la situación que pasaban. Además de que también tenía un hermano de la edad de Milo, así que se ofreció a recoger de la escuela a los dos, y cuidarlos por las tardes.
Así fue como se conocieron, y desde el momento en que cruzaron palabra se hicieron mejores amigos, sin saber que años después, terminarían perdidamente enamorados. Cuándo tenían dieciséis años, se dieron cuenta de sus sentimientos, durante una noche de embriaguez celebrando el cumpleaños de Milo.
Esa noche bebieron mucho más de la cuenta, y sin saber cómo, terminaron en el cuarto de Milo. En un principio simplemente estaban riéndose de sus propios chistes absurdos, y haciéndose cosquillas mutuamente, pero el alcohol hizo de las suyas, y terminaron besándose, y rápidamente las cosas subieron de tono. Terminaron teniendo su primera vez esa noche. Camus solía decir que realmente no recordaba mucho. Pero Milo sí recordaba, y bastante de lo ocurrido esa noche.
Al otro día, Camus se despertó en los brazos de Milo. Fue incómodo para los dos hablar en un inicio, pero al final, terminaron confesando sus sentimientos, y así fue como empezaron una relación de noviazgo que duró dos años, período de tiempo durante el cuál Milo le propuso matrimonio a Camus, y se comprometieron. Después, cuándo ambos tenían dieciocho años, se casaron.
Todos les advirtieron que eran muy jóvenes, y no debían tomarse semejante decisión tan a la ligera... Quién diría que al final sí tenían razón, o al menos eso dijo Camus el día que se fue de casa.
No tenían hijos ni tampoco mascotas (e incluso en caso de tenerlos, Camus se los habría llevado consigo.), así que ahora tenía aquella enorme casa de tres pisos para él solo. Nunca se había sentido tan solo en su vida, era un lugar vacío.
Se arrepentía profusamente de haber actuado como actuó ese maldito día. Ahora daría todo lo que tenía por volver en el tiempo, y evitar perder a ese ángel, que al irse, se llevó una parte de su alma con él.
De pronto, el estridente sonido de las bocinas de los autos lo hizo volver al presente. Se dió cuenta de que la luz había cambiado a verde desde hace unos segundos, y avergonzado, arrancó a toda velocidad.
Es que me niego a perderte, a más nunca verte
Me niego a aceptar que lo nuestro ya se acabó
Es que me niego a perderte, a más nunca verte
Me niego a aceptar que lo nuestro ya se acabó
Llegó a aquel enorme edificio, dónde era uno de los jefes. A pesar de haberse casado, tanto él como Camus continuaron sus estudios, y se graduaron de la universidad. Camus se graduó de la facultad de medicina como oncólogo. Y él terminó una carrera en finanzas y contaduría.
- Vaya cara la que traes, Milo.- Comentó un peli-azul, que ya le esperaba en su oficina, sentado en su escritorio.- ¿Otra mala noche pensando en el innombrable?
- Cállate, Kanon.- Respondió, dejando caer su portafolio en el escritorio, junto al geminiano, mientras se sentaba y sujetaba su cabeza.
- Ey, vamos, no seas tan cruel conmigo.- Insistió el mayor, fingiendo sentirse herido por las palabras del menor.- Soy tu mejor amigo, además de que gracias a mí es que todos ustedes tienen todo ésto.
Aunque odiara darle la razón a Kanon, siendo sinceros, el geminiano decía la verdad sobre ese asunto en particular.
Mientras estaba en la universidad, conoció a uno de sus mejores amigos, Kanon Gemínni, un estudiante de diseño gráfico, mayor que él, algo fanfarrón y un tanto infantil, pero con una gran visión para los negocios.
Gracias a Kanon, fue que entre él y otros amigos suyos, compraron unas acciones en una agencia de publicidad. Después, además de recuperar lo invertido, obtuvieron ganancias extras. Poco a poco sus ingresos fueron creciendo, hasta que de a poco fueron comprando el resto de acciones, hasta obtenerlas todas, y quedarse cada uno con una parte de las ellas.
Entre más detenidamente lo pensaba, ¿qué había logrado de importante?, ¿qué tenía de especial?... Y la única respuesta que su mente le daba era "Nada. No tienes nada. No eres nada."
Haber confesado sus sentimientos a Camus fue producto del alcohol en su sangre. Sus estudios se los debía a su hermano mayor, quién trabajó muchísimo, llegando a arriesgar su propia salud más de una vez y que al final terminó pagando muy caro, todo con tal de que a él nunca le faltara nada. Su puesto actual se lo debía a Kanon. Y ahora se daba cuenta de que hasta su estabilidad emocional se la debía a Camus.
- Ey, bicho, ¿estás bien?- Escuchó la preocupada voz de Kanon llamarle.
- Si, Kanon. No pasa nada.
Kanon de inmediato se percató del dolor que aún sentía su amigo por su amor perdido.- Milo, sé que ésto no es asunto mío, y que no debería meterme dónde no me incumbe.- No sabía cómo dar su opinión sobre el tema sin sonar como un entrometido.- Pero ya han pasado seis meses. Ya deberías superarlo.
- ¿Qué quieres decir?
- Sé que me vas a odiar con todas tus fuerzas, pero ya es hora de que alguien te lo diga porque pareces no entender, o simplemente rehusarte a aceptarlo.
- Déjate ya de rodeos, Gemínni.- Le retó con la mirada.
Kanon tomó una enorme bocanada de aire, y se aclaró la garganta antes de hablar.- Milo, tienes que aceptarlo. Camus ya te olvidó, no quiere saber nada de tí. Está rehaciendo su vida, y tú deberías hacer lo mismo.
Se escuchó el fuerte golpe de un objeto contra la pared. De pura rabia, Milo había lanzado con todas sus fuerzas el portafolio por los aires.- ¡No digas estupideces!
- Milo, ésto no es una pelea de un día, ni de una semana. Ya no viven juntos desde hace medio año, y él lleva cinco meses pidiéndote el divorcio, ¿qué más pruebas quieres para que te des cuenta de que esa relación está totalmente muerta?
- ¡Dedícate a tus propios asuntos!- Respondió enojado el escorpiano.
- Milo, no te digo ésto por hacerte enfadar, lo hago porque me preocupa verte así.- Intentó calmarle en vano el mayor.
- ¡Vaya, pero si habló el que se enamoró del secretario de un cliente!- Gritó, aún más enfurecido.- ¡Y que al final resultó no ser solo un empleado, sino la pareja y el prometido de ese hombre!
- A Sorrento no lo metas en ésto.- Contraatacó el geminiano, comenzando a irritarse.
- ¡¿Quieres que te recuerde lo que hiciste, Gemínni?!- Siguió Milo, sin importarle las palabras del contrario.- ¡Te acostaste con ese niño igualmente!, ¡Destruiste esa relación!
Kanon apretó fuerte sus puños hasta que sus nudillos tomaron un tono blanco, y sus dientes rechinaron, tratando de contenerse, pero Milo se lo estaba poniendo muy difícil.
- ¡Pero no solo eso, Kanon. Fuiste tan estúpido como para casarte con esa perra!- Kanon apretó fuerte sus puños, pegándolos a su cuerpo.- ¡Destruiste una relación, y para rematar, te casaste y adoptaste a una niña para criarla con esa puta barata de oficina!
Kanon no pudo más, y terminó propinandole un fuerte puñetazo en la mejilla derecha a Milo, que lo hizo perder momentáneamente el equilibrio.- ¡A mí insultame, gritame, golpeame y escupeme si quieres, pero con mi familia no te metas!- Le gritó, sujetándolo del cuello de la camisa y estampandolo contra la pared.- Milo esperaba recibir otro golpe de un cólerico Kanon, pero éste simplemente lo soltó bruscamente, y caminó furioso hacía la puerta.- Eres una porquería de persona, ahora entiendo porqué Camus te dejó. Eres un perfecto imbécil egoísta.- Remató, saliendo y azotando con fuerza la puerta.
Milo de inmediato se sintió como un idiota. Se había dejado llevar por sus instintos más básicos, no midió el peso de sus palabras, y terminó hiriendo a uno de sus mejores amigos.
Sabía de sobre lo difícil y tormentosa que había sido la historia de Kanon y Sorrento, y lo mucho que les costó poder estar juntos sin ser cruelmente señalados y juzgados. Sabía también lo difícil que fue para Sorrento salir de la relación tóxica y abusiva que mantuvo antes de conocer a Kanon. Y también lo mucho que Kanon sufrió al ayudar a Sorrento. Entonces...
¿Por qué había dicho todo lo anterior?, ¿Por qué se había expresado de esa forma del menor?, ¿Por qué había insultado tan cruelmente a su mejor amigo?, ¿Por qué le había repetido todas esas sandeces y tonterías con las que la gente los solía juzgar sin saber todo lo que había detrás?
Sin poder evitarlo, lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. Se dejó caer en el suelo, y escondió su rostro en sus rodillas, abrazándose a sí mismo... Quizás Kanon tenía razón, y sí era una porquería de persona. Y Camus simplemente se dió cuenta de la verdad, y por eso lo abandonó.
No puedo asimilar
Que ya tú no estás, sin ti nada es igual
Sé que por el mundo no hay otra similar
Que tú me hiciste que no te puedo olvidar
Había sido un largo y complicado día en la oficina. Tuvo que realizar los informes mensuales, además de ayudar a cubrir el puesto de una compañera que se ausentaba por permiso de maternidad, y la mirada asesina acompañada de la indiferencia de Kanon.
Pero la gota que derramó el vaso, y lo hizo estallar por segunda vez en el día, fue el tener que soportar las travesuras del hijo de uno de sus amigos.
• • •
Se encontraba llevando unos documentos importantes hacía la oficina de Saga, un amigo y colega suyo, además de hermano gemelo de Kanon para variar, encargado del área de recursos humanos.
Todo parecía ir viento en popa, hasta que sintió un fuerte golpe en su estómago. Al bajar la vista, rápidamente notó aquel cabello rojizo que tanto odiaba ver, se trataba de Kiki, el travieso e insoportable hijo de Mu.
- D-Disculpe, señor Milo.- Se disculpó el pequeño, antes de retomar su carrera, y alejarse.
Milo rodó los ojos, definitivamente ese día el universo conspiraba en su contra. No era la primera vez que su amigo llevaba al pequeño al trabajo, pero siempre era muy molesto y tedioso lidiar con aquel demonio miniatura de nueve años.
Decidió seguir su camino, y simplemente ignorar a aquel irritante infante. Llegó a su destino, hablando apenas lo necesario con Saga, para después disponerse a volver a su propia oficina.
En el trayecto sintió hambre, debido a su pésimo intento de desayuno, pero tenía que seguir trabajando en el informe. Entonces pensó que trabajar en la cafetería era una buena idea... Grave error.
Al llegar a su oficina, tomó la laptop que reposaba en el escritorio, y fue hasta la cafetería. Al llegar, se preparó algo de café, y tomó una rosquilla la caja, para después tomar asiento en una de las cuatro mesas de las que disponían.
Todo estaba bien, ya casi terminaba el trabajo, cuándo nuevamente, el cruel destino hizo de las suyas.
Escuchó y sintió como la mesa era golpeada, y un ardor se hizo presente en su abdomen hasta sus muslos, además de un llanto infantil que invadió sus oídos.
- ¡Maldito mocoso, fíjate por dónde vas!- Gritó enfadado.
El pequeño Kiki había chocado contra la mesa, derramando el líquido caliente encima de Milo y la computadora portátil.
- ¡Eres un niño tonto!, ¡¿No puedes comportarte y dejar de correr con tonto por todos lados?!
El pequeño pelirojo tan solo sollozaba, tanto por el café caliente que había caído en parte de sus brazos y cabeza, como por el miedo que le infundía Milo con sus gritos.
- ¡Eres un...!- Sujetó fuerte del brazo al niño, y pretendía golpearlo, pero alguien se lo impidió, sujetándole el puño.
- ¡Oye!, ¿qué demonios pasa contigo?- Al parecer había llamado más la atención de lo que hubiera deseado, y alguien había intervenido.
- ¡Tú no te metas, Angelo!- Respondió molesto Milo, tratando de liberarse del agarre.
- ¡Es un niño, Milo!- Le reprochó el italiano, poniendo al menor detrás de él, y apartando a Milo.- ¡Es menor que tú, ¿qué diablos pretendías hacer?!
Siguieron en un forcejeo, hasta que el canceriano consiguió empujar a Milo lo suficientemente lejos como para sostener en brazos al niño que lloraba.
- ¡Kiki!- Entonces un joven de cabello lila, tez blanca, y rasgos faciales similares a Kiki apareció, junto con los gemelos, un peli-turquesa y dos castaños corriendo hacía dónde se hallaba el menor.
- ¡Papá!
Death Mask le entregó al niño en brazos al recién llegado. Que rápidamente lo recibió y apenas lo tuvo en brazos, le abrazó fuertemente.
- ¡Deberías ponerle una cadena y un bozal a ese demonio!- Gritó un enfadado Milo.- ¡O como mínimo deja de traerlo aquí!
Sabiendo lo que venía, los castaños que habían llegado junto a Mu, decidieron intervenir.
- Mu, creo que lo mejor será llevar a Kiki lejos de aquí.- Le susurró a Mu.
- Gracias, Aioros.- Le agradeció.
- Kiki, lo mejor será que te cambies de ropa, o puedes enfermarte.- Se dirigió el hermano de Aioros al menor.
El niño miró a su padre, aún asustado.
- Kiki, ve con Aioria y Aioros. Yo... Tengo que hablar con Milo.
Dicho y hecho, los dos hermanos rápidamente alejaron al pequeño de aquel caótico escenario, antes de que presenciara algo que no debía.
- ¡Dí algo de una vez, Mu!- Gritó Milo, siendo sostenido a duras penas por Death Mask.
- Lamento mucho lo que haya hecho Kiki.- Se disculpó en nombre de su hijo.- Te compensaré, Milo. Estoy dispuesto a pagar el servicio de lavandería, y la reparación de tu computadora, incluso a comprar una nueva de ser necesario.
- ¡Tenía un maldito informe en esa computadora!- Siguió gritando.- ¡Así que a menos que puedas reponer todo el trabajo de dos semanas en un día, tus disculpas no me sirven para una mierda!
- ¡Milo, cálmate ya!- Intervino ahora Saga, ayudando a sujetar a Milo, ya que Death Mask a duras penas podía contenerlo.- Fue un accidente.
- ¡El único maldito accidente aquí es ese mocoso!- Gritó a todo pulmón, ganándose una mirada incrédula de todos.- ¡Ésto no es una estúpida guardería, Mu, ya deberías saberlo!, ¡Si fuiste tan idiota como para terminar siendo padre adolescente y encima soltero es tu problema. Los demás no tenemos porqué pagar tus errores!
Mu agachó la cabeza, con los ojos cristalizados. No era la primera, y estaba seguro que no sería la última vez que alguien lo juzgara y menospreciara por tener un hijo de nueve años siendo tan joven, y no teniendo pareja, de eso estaba más que seguro. Pero jamás imaginó que algún día aquellas palabras vinieran de uno de sus amigos, que conocía su historia, y era lo que más le dolía.
- De verdad lo siento mucho, Milo.- Pronunció a duras penas.- Mañana tendrás en tu oficina una computadora y un traje nuevos a primera hora.- Dijo, y se retiró corriendo, con gruesas lágrimas escurriendo por sus mejillas.
Todos miraron a Milo acusadoramente, y segundos después, la mayoría volvió a su trabajo, mientras que unos cuántos salieron corriendo detrás de Mu, para tratar de calmarlo.
Pero solo una persona se atrevió a confrontar a Milo.
El heleno recibió una fuerte bofetada en su mejilla, causando que girara la cara.
- ¡Eres un maldito idiota!- El único que tuvo las agallas suficientes para encararlo fue Afrodita Pixíe.- ¡¿Tienes idea de lo todo lo que acabas de decir?!
- ¡Vete al diablo, Afrodita!
- ¡¿Crees que un mono cilindrero como tú me va a callar?!- Respondió el sueco, sin dejarse amedrentar.- ¡Quizás puedes intimidar a Mu y a mil personas más, pero eso no te funciona ni te funcionará nunca conmigo, Antares!
Milo se quedó callado por unos segundos.
- ¡¿Sabes todo lo que Mu hace?!- Siguió su discurso el peli-turquesa.- Su día comienza a las 4 de la mañana, tiene que preparar el desayuno y los almuerzos, después tiene, o más bien tenía que alistar a su hijo para llevarlo a la guardería, antes de venir aquí. Tiene que cumplir su horario, y después salir corriendo en su hora de almuerzo para poder llevar a su hijo al escuela, y luego volver al trabajo. Y eso no es ni la mitad de su día. ¡Ya quisiera ver a un inútil egoísta como tú haciendo la mitad de esas cosas, como para tener los cojones de gritarle como lo hiciste!
Milo nuevamente se quedó en shock. Ahí estaba esa palabra otra vez: "egoísta".
- Ya, Dita.- Intervino Death Mask.- Ya tuvo suficiente.
El sueco giró la cabeza, alzando el mentón.- Ni se te ocurra volver a dirigirme la palabra, Milo Antares. Puedes dar nuestra amistad por terminada, porque no me interesa tener amigos como tú.- Dijo indignado.- Ahora me arrepiento de no haber impedido la boda, y haber permitido que te casaras con Camus. No quiero ni imaginar lo horrible que debió ser para mi mejor amigo vivir al lado de alguien como tú.
Milo sentía su corazón contraerse con cada palabra que salía de la boca del pisciano. Muy pocas personas lograban intimidarlo tan solo con palabras, pero ninguno de ellos como Afrodita, que era una "serpiente venenosa con una cara linda", que se volvía especialmente agresivo si se sentía agredido o herían a alguien importante para él. Y definitivamente, una de esas personas importantes era su asistente y amigo, Mu.
- Y por cierto, como te atrevas a tocarle un solo cabello a Mu, te juro que de aquí no vas a salir vivo o por lo menos no en una pieza. A diferencia de tí, yo si cuido y valoro a mis amigos.
Después de decir todo eso, se retiró del lugar, siendo seguido por Death Mask. Dejando a Milo totalmente solo.
• • •
Ahora que estaba en casa, sentía el enorme vacío que lo invadía desde la partida de Camus.
Se sentía un imbécil por haber actuado de forma tan despreciable ese día. Primero insultó a su mejor amigo, incluso llegó a ofender a quién ni siquiera estaba presente para defenderse. Le gritó, y estuvo a punto de golpear a un niño de tan solo nueve años de edad. Y la cereza del pastel; hirió con sus palabras a uno de los amigos que siempre le había tendido la mano cuándo lo necesitó.
Mu era tres años menor que Milo, tenía apenas 25 años, y era padre soltero.
Milo y Mu se conocieron cuándo el menor llegó a la universidad en un programa de intercambio. Para cuándo Milo, Camus y todos los demás conocieron a Mu, éste ya tenía a su pequeño hijo, un bebé de apenas un año.
Entonces Milo recordó lo mucho que Camus se encariñó con el bebé en ese tiempo, y el gran cariño que le tenía aún. Además de la verdad detrás de la "paternidad adolescente" de Mu, y se sintió aún más miserable y egoísta. Quizás Kanon y Afrodita decían la verdad, y realmente era una molestia, además de una carga en la vida de Camus, y tenía que dejarlo ir con alguien que si pudiera hacerlo feliz.
Quería llamar al francés, y decirle que firmaría los papeles, le daría el divorcio que tanto le había pedido, que lo dejaría ser libre... Pero su mano temblaba al sujetar el teléfono, el solo pensar que apenas firmara los documentos, Camus muy probablemente se iría a su país natal, o sabrán los dioses a dónde, cambiaría su número de teléfono (que en éste punto era la única forma que tenía de comunicarse con él)... En pocas palabras, desaparecería de su vida por completo, le llenaba de miedo, angustia, y una enorme tristeza.
Una parte de él trataba de consolarlo diciéndole que ya encontraría a alguien más. Que aunque Camus se fuera, había miles esperando una oportunidad para ocupar el lugar del galo... Pero siendo totalmente sincero con él mismo, ninguna mujer u hombre estaría ni siquiera cerca de igualar a su amado francés.
Pero debía hacerlo, era lo correcto, ¿no?
Haciendo uso de toda su fuerza de voluntad y sacando coraje de dónde no lo tenía, tomó el teléfono, y marcó el número.
Al escuchar el primer timbre se mordió con fuerza el labio inferior, presa del temor. Al segundo pitido, sentía como gruesas gotas de sudor frío resbalaban por su sien. Al tercero escuchó aquella preciosa voz.
- ¿Hola?
Tragó grueso, y se aclaró la garganta antes de finalmente hablar.
- C-Cam...- Tartamudeó a duras penas.
- Ah, eres tú.- Escuchó decir al francés, escuchándose fastidiado.- ¿Que quieres?
- Escucha, no sé cómo decir ésto, y ni siquiera estoy totalmente seguro, así que solo lo diré.- Dijo rápida y nerviosamente.- Estoy... Estoy dispuesto a hablar sobre... El... Ya sabes... Divorcio.
Hubo unos segundos de silencio en el otro lado de la línea. Aunque en parte podía entenderlo, ni él podía creer lo que acababa de decir.
- Escucha, Milo, si es una de tus estúpidas bromas...
- ¡¿En serio crees que bromearía con ésto?!- Interrumpió al galo, luchando para contener su llanto.
- Bien, supongo que te daré el voto de confianza.- Respondió el acuariano después de unos instantes.- Tengo la agenda llena para mañana y los dos días siguientes, para el jueves tengo programada una cirugía, y el viernes tengo guardia en el hospital, así que antes del fin de semana no puedo.
- ¿Estás libre ahora?
- Falta una hora para que termine mi turno, tengo que revisar un par de expedientes antes de irme a casa.
- Paso por tí en una hora, no quiero atrasar más ésto.
Finalizó la llamada, antes de que el contrario siquiera pudiera responder. Sabía que a pesar de eso, Camus aceptaría la propuesta, lo conocía como la palma de su mano.
Con todo el dolor de su corazón, se dirigió al cuarto de baño principal, no dejaría que Camus lo viera en semejante estado.
Tú me quieres a tu manera
Mi mente quisiera, que otra me quisiera
Mi corazón dice que por ti espera
Por que volvieras, daría lo que fuera
Tomó su auto y condujo hasta el hospital dónde laboraba el francés. El trayecto era relativamente corto, no eran más de quince o veinte minutos en auto dependiendo del tráfico.
Llegó, y estacionó fuera, lo suficientemente cerca como para que Camus se percatara de su presencia, pero no como para bloquear el paso de las ambulancias o vehículos que llegaran a la sala de emergencias.
Después de unos cinco minutos de espera, finalmente lo vió salir del edificio. Portaba su uniforme blanco, perfectamente planchado y pulcro. Además de una bandolera de color negro colgando de su hombro. Rápidamente lo notó, y fue hacía él.
- Hola.- Le saludó Milo, desviando la mirada.
- Hola.- Respondió Camus, igualmente desviando la mirada.- ¿Qué es lo que querías hablar?
Milo se mordía la lengua, y jugaba con su cabello y manos, sin saber cómo responder.- Y-Yo... Es... Yo... ¿No prefieres hablarlo en otro lugar?
Camus rodó los ojos, comenzando a hartarse, pero simplemente abrió la puerta y tomó asiento en el lugar del copiloto, cerrando de nuevo la puerta.- ¿Vas a subir o te vas a quedar ahí parado toda la noche?
Subió al auto por la otra puerta, y se sentó el el lugar del piloto, aún sin atreverse a dirigirle la mirada a Camus.
Encendió el motor, y arrancó el vehículo. Camus ya sabía a dónde se dirigían, así que ni siquiera se inmutó en todo el camino.
Llegaron a la casa que antes compartían, pero que actualmente solo habitaba Milo. Bajaron del auto, e ingresaron a la vivienda.
Camus no pudo evitar que la nostalgia lo invadiera al encontrarse en el que fue su hogar por años, después de seis largos meses fuera de él.
Se sentó en uno de los sillones, dejando su bolso a un costado suyo. Milo imitó la acción, manteniendo una distancia prudente.
- ¿Ya puedes decirme que quieres?
- Creí que ya lo sabías por la llamada.
- Déjate de juegos, Antares.- Le retó el peli-aqua con la mirada.
- ¿De verdad... Quieres terminar definitivamente con... Lo nuestro?
- Milo, nos casamos siendo demasiado jóvenes, era claro que ninguno de los dos tenía definidos sus objetivos ni sus prioridades.- Comenzó a explicar sus razones.- No éramos conscientes de lo que implicaba un compromiso tan grande, fue imprudente y hasta cierto grado, estúpido de nuestra parte tomarlo como si fuera un juego.
- ¿Entonces eso fuí para tí?, ¿un juego?- Dijo el heleno, sintiéndose herido.
Pero es que tú chica, con ese piquete
Sé que me olvidaste y en tus ojos veo que mientes
ahora puedo decir, sufrir amor lo que se siente
Te sacaré de mi mente y eso será de repente
- No pongas palabras en mi boca.- Respondió el galo.- Yo te quise, Milo. Pero ya no somos los niños de dieciséis años que fuimos alguna vez. Nuestras metas y perspectivas han cambiado, desafortunadamente muy distintas unas de las otras, y son diferencias demasiado marcadas, tanto que no podemos ni siquiera convivir sin comenzar una pelea por cualquier insignificancia.
- Camus, si lo dices por lo que dije aquella vez sobre la fundación Graude, te juro que yo...
- No es eso, Milo.- Aclaró el francés.- Creo que no entiendes lo que trato de decir, así que lo diré en palabras más claras; nuestra relación estaba basada en el sexo.
- Eso no...- Intentó alegar, pero fue interrumpido por el contrario.
- ¿Qué fue lo que hizo que iniciaramos esa relación en primer lugar?, que me acosté contigo. ¿Que era lo que solíamos hacer en cada momento a solas?, tener sexo. ¿Que era lo que más hacíamos juntos?, tener sexo.- Comenzó a enumerar cada situación.- ¿Cuál fue el detonante de muestras últimas peleas?, que los dos estábamos demasiado ocupados con nuestros propios asuntos, hasta que dejamos de hacer lo único que nos mantenía juntos.
- Lo sé, fuí un idiota.- Susurró, con la vista baja.- Pero ahora que te perdí, he aprendido la lección... Y te extraño muchísimo.
- Creo que fue una mala idea venir aquí.- Intentó terminar con aquella charla, tomando su bolso, y poniéndose de pie. Pero fue sostenido por el peli-morado.- Suéltame.
- Tan solo mírame a los ojos y dime que ya no sientes nada por mí.- Camus se quedó perplejo ante tal petición.- Dímelo.
- Déjame en paz.- Desvió la mirada, intentando soltarse.
- Dime que ya no me amas, y te dejaré ir.- El acuariano mantenía desviada la mirada.- ¡Dime de una maldita vez que me odias, porque solo así quizás dejaré de amarte y podré finalmente recuperar mi vida!
Pero es que tú, chica, con ese piquete
Sé que me olvidaste y en tus ojos veo que mientes
Ahora puedo decir, sufrir amor lo que se siente
Te sacaré de mi mente y eso será de repente
- ¿Que diablos te traes entre manos, Milo?
- No intentes cambiar de tema, Camus. Solo dímelo de una maldita vez.- Insistió, apretando involuntariamente su agarre en los brazos del contrario, quién dejó escapar un pequeño quejido.
- Me estás lastimando.- Se quejó, Milo era más alto y mucho más fuerte que él, aunque quisiera, no podría hacer mucho por liberarse del agarre.
El griego se dió cuenta de sus acciones, y de inmediato lo soltó. Camus era muy delgado, y a pesar de no ser precisamente débil, tampoco poseía gran fuerza.
- Lo siento.- Se disculpó, alejándose un par de pasos, dándole la espalda.- Vete.
- Milo...- Intentó acercarse al más alto.
- ¡¿No me escuchaste?!- Gritó alterado el escorpión, luchando por contener las lágrimas.- ¡Vete!
Camus notó las lágrimas que escurrían por las mejillas de Milo, y sintió una pequeña punzada en el corazón.- Milo, yo jamás quise que ésto terminara así.- Dijo, acariciando suavemente la mejilla del peli-morado, limpiando sus lágrimas con su pulgar.- No quise lastimarte. Cuándo me fuí de casa, lloré como nunca, te extrañé por semanas, y pensé en volver... Pero... De verdad lo lamento, pero no puedo continuar así.
En éste punto, ambos tenían ríos de lágrimas corriendo por sus mejillas. Milo no decía nada, simplemente dejaba hablar al contrario.
- Yo te quise como nunca pensé llegar a querer a alguien, Milo. Pero no puedo quedarme al lado de alguien que no me apoya, y que no le interesan en absoluto mis objetivos.
- Camus, yo... Lo lamento. Tú me importas muchísimo, y te juro que cambiaré...
- Ya no lo intentes, Milo.- Le interrumpió el acuariano.- Ésto no es difícil solo para tí, también lo es para mí. ¿Crees que no me duele dejar atrás más de diez años de mi vida?, ¿o tener que reiniciar desde cero, y solo?... Pero es lo mejor para los dos, Milo, tienes que entenderlo.
- ¡¿Cómo es que eso es lo mejor para mí?!
- Milo, entiéndelo de una vez. Los dos necesitamos a alguien que entienda nuestras propiedades, y esté dispuesto a apoyarnos. Y lamentablemente yo no soy esa persona para tí, ni tú lo eres para mí.
Hubo silencio por varios segundos, hasta que de pronto Camus sintió una presión en sus labios. Abrió los ojos sorprendido cuándo se dió cuenta de lo que pasaba, Milo lo estaba besando. Intentó apartarlo, pero sus brazos no le respondían, y al final terminó cediendo, llevando sus brazos al cuello del menor.
Después de un par de minutos, ambos rompieron el contacto debido a la falta de aire.
- Adiós, Milo.- Dijo el mayor, después de separarse, dirigiéndose a la puerta.
Y es que me niego a perderte, a más nunca verte
Me niego a aceptar que lo nuestro ya se acabó
Es que me niego a perderte, a más nunca verte
Me niego a aceptar que lo nuestro ya se acabó
Apenas había abierto la puerta unos centímetros, cuándo sintió a Milo pegado a su espalda.
- Milo, déjame.
- Quédate. Solo por ésta noche... Por favor.- Susurró en el oído del francés, que se estremeció levemente.
Sabía lo que pasaría si accedía a la petición, y era lo que más miedo le daba, que después nuevamente caer ante ese griego. Tanto le costó reunir el valor y coraje suficientes para decidir separarse, y probablemente todo se iría a la basura después de esa noche.
- No puedo.- Intentó ser fuerte, y no ceder tan fácil.
- No quiero lo que estás pensando.- Se sorprendió ante las palabras de Milo.- Solo quiero hablar.
- No nací ésta mañana, Milo. Te conozco perfectamente bien.
- No tengo porqué mentir a estas alturas.
Camus se dió la vuelta, y le abrazó, acariciando sus erizados cabellos morados.- Está bien. Pero a la primer cosa está que intentes me voy.
Ambos volvieron al sillón, aún manteniendo su distancia.
- ¿Podemos al menos ser amigos como antes?- Preguntó Milo tímidamente, agachando la mirada.
- Supongo que será raro, pero podríamos hacer el intento.
- ¿A qué te refieres con "raro"?
- A que no es precisamente lo más normal del mundo el que tu "amigo" alguna vez... Bueno, creo que ya entendiste el punto.
Me está matando la soledad
Duele saber que ya no estás
Quiero pensar, que todo
Esto es mentira
- Supongo.- Respondió Milo, aún con un estado de ánimo horrible.
- ¿Cómo han estado las cosas por aquí?- Cambió de tema el galo, antes de que el ambiente se tornara incómodo.
Milo se encogió de hombros.- Supongo que sé darme a basto, o al menos lo intento.
Camus sonrió tímidamente.- Entonces creo que al menos no morirás de hambre sin mí.
Así pasaron algunos minutos hablando como si nada, olvidando momentáneamente su situación actual.
Antes de que lo notara, Camus cayó en los brazos de Morfeo, quedándose profundamente dormido.
Milo solo lo contemplaba, no había notado las ojeras debajo de aquellas amatistas, aunque era entendible, Camus era un doctor totalmente entregado a su trabajo.
Todas esas noches que compartieron vinieron a su mente, todas esas noches en las que ese hermoso ángel dormía a su lado. Nunca pensó que lo perdería, ahora entendía lo que era sufrir por amor.
Lo tomó en brazos, y lo llevó a la habitación principal, dejandolo en la cama que alguna vez compartieron. Acarició sus cabellos azulados, y lo arropó con cuidado, para luego depositar un beso en su frente y retirarse.
Esa noche durmió en la habitación de huéspedes. Quería pensar que todo era un sueño, y que al despertar todo habría terminado.
Y que al llamarte contestarás
Y que al llegar la noche me besarás
Aún podemos intentarlo
No te alejes de mi vida
Al otro día se despertó, se giró hacía un costado, tomando su teléfono, miró la hora; 9:45 a.m.
También notó todos los mensajes y llamadas perdidas de Saga, Death Mask, Aioria, Aioros, Afrodita, y hasta de Kanon.
No solía ausentarse con frecuencia del trabajo, así que en cierta forma entendía el porqué del alboroto. Ya era tarde, pero no podía ausentarse, tenía un informe que rehacer, así que se levantó, y fue hacía el baño. Después de unos minutos, salió de la habitación, listo para iniciar su día.
Pasó enfrente de la habitación principal, sabía que él no estaría ahí, pero aún así decidió abrir la puerta. Tenía razón, la habitación estaba totalmente vacía, con la cama hecha, como si nunca hubiera estado ahí. ¿Acaso todo había sido una mala jugada de su mente?
Con el ánimo por los suelos, bajó hasta la cocina. Para su sorpresa, encontró un plato de waffles con fruta picada al lado, junto con una pequeña nota.
Tomó el pequeño papel en sus manos y lo leyó.
« Perdón por no despedirme, pero no puedo hacer esperar a mis pacientes enfermos, espero lo entiendas. »
Después de leer la nota, no pudo evitar sentirse confundido. Pero no debía ilusionarse, así que solo comió los alimentos, sabían igual de delicioso como lo recordaba.
Comió tranquilamente, para después salir de casa rumbo a su trabajo.
Al llegar, de inmediato todas las miradas se posaron sobre él, y se sintió avergonzado. Apenas unos cuántos minutos de haber llegado a su oficina, la puerta se abrió estruendosamente, mostrando a sus alterados amigos, pidiéndole explicaciones.
- ¡¿Podrías explicarnos dónde diablos estabas?!- El primero en interrogarle fue un furioso Afrodita.
- En mi casa, ¿dónde más?- Dijo, restándole importancia.
- ¡¿Y éstas son horas de aparecer?!- Habló ahora Aioria, siguiendo el ejemplo de Afrodita.- ¡Todos te hemos estado enviando mensajes y llamando como locos desde las 7:00 de la mañana!
- Lo noté, gata. No era necesario que me lo aclararas.
- ¡¿Cómo me llamaste?!
- ¡Señores, cálmense todos de una buena vez!- Intervino Saga, antes de que todo se saliera de control.- Milo, ¿podrías explicarles a todos porqué llegaste tarde?
- Me quedé dormido, ¿felices?- Respondió, rodando los ojos.- Ahora por favor, salgan todos de mi oficina. Tengo trabajo que terminar.
Antes de que Afrodita o Aioria siguieran colmando la paciencia del irritable escorpión, el resto se encargó de sacarlos del lugar. Quedándose solo Saga.
- ¿Se te ofrece algo, Saga?
- Mu me pidió que te entregara ésto.- Dijo, poniendo un bolso en el escritorio.
Estaba a punto de salir, cuándo Milo le llamó.
- Saga.- El geminiano se giró hacía él.- Por favor dile a Mu y Kanon que lo siento. Ayer actué como un idiota.
Saga se sorprendió. En los años que llevaba de conocer a Milo, sabía que el escorpión jamás sería el primero en disculparse.- Está... Bien.- Dijo, y se retiró.
Yo sigo aquí confundido y solo
Llorando de noche, muriendo de día
Viviendo esta agonía, no puedo entender
Que ya no seas mía, el circulo se cierra
Y el dolor me entierra
Qué difícil es vivir en esta guerra
Había terminado su jornada, y se disponía a volver a casa. Al parecer el destino se había apiadado de él ese día.
Al abrir el bolso que le entregó Saga, se dió cuenta de que se trataba de una laptop totales nueva, idéntica a la arruinada el día anterior. También notó un USB.
Cuándo revisó el contenido de éste, de inmediato notó el informe que había dado por perdido el día anterior, casi terminado. Definitivamente debía disculparse, pero no halló el momento ni las palabras para hacerlo.
Ese mismo día pudo terminar lo que faltaba del trabajo, y entregarlo a Saga al finalizar el día.
Estaba en su auto, cuándo vió a Mu salir del edificio, entonces decidió aprovechar para disculparse.
- Eh, Mu.- Se acercó al peli-lila, llamando su atención.
Mu ni siquiera lo miró a los ojos.- Hola, Milo.
- Mu, yo... Lo siento.
- No te preocupes, Milo.- Respondió el menor, aún sin levantar la mirada.- Discúlpame, pero tengo que ir a recoger a Kiki.
- Por favor permíteme llevarte. Es lo menos que puedo hacer después de mi comportamiento ayer.
- No es necesario, Milo.
- Insisto.
Al final, el peli-lila cedió, solo por la hora que era. En el trayecto, Milo no dejaba de disculparse por todo lo que había dicho, realmente estaba arrepentido.
- Mu, de verdad lamento haber dicho todas esas cosas. No he estado muy bien éstos últimos meses, me dejé controlar por mi temperamento más de la cuenta. De verdad lo siento, sé que fuí un tonto, espero que algún día puedas perdonarme.
- No te preocupes, Milo. En parte fue también mi culpa por dejar a Kiki sin supervisión.- Respondió el peli-lila, tratando de sonreír.
- También quiero agradecerte por lo que hiciste. Yo jamás hubiera terminado ese informe en un solo día.
- Bueno, en realidad tuve algo de ayuda.- Comenzó a explicar.- Dita, Kanon, Death Mask Aioria me ayudaron bastante.
Milo se sorprendió de escuchar aquello, pues las finanzas no eran la especialidad de ninguno de sus compañeros. Y después de su actitud el día anterior, no esperaba que Kanon y Afrodita estuvieran dispuestos a hacer eso.
- Son tus amigos, Milo.- Mu pareció notar los pensamientos de Milo.- Todos sabemos lo difícil que debe ser ese asunto para tí.
- Creo que al final, Kanon y Afrodita si tienen razón, soy un egoísta.- Respondió el mayor.- Desde que Camus se fue nada es igual. Pero creo que me enfrasqué tanto en mis propios problemas, que no me importó lo que le pasara a los demás, ni siquiera pude ser capaz de entender a Camus y por eso lo perdí.
- Eso suele pasarnos a todos, Milo. No seas tan severo contigo.
- Tan solo mírame, Mu, soy un tonto, un patán y un egoísta, y luego mira a todos los demás.- Siguió Milo, sintiéndose mal consigo mismo.- Kanon luchó años para poder estar con Sorrento, y nunca lo dejó sólo, peleó a capa y espada, aún cuándo tenía todo en contra. Death tuvo problemas con el alcohol hace años, pero no se rindió hasta superarlo. Afrodita nunca tuvo una vida fácil, siempre tuvo que luchar, y a pesar de eso, es todo lo contrario a mí, siempre se preocupa y trata de ayudar a los demás, incluso sin admitirlo. Tú asumiste desde muy joven una responsabilidad que no era tuya, te convertiste en padre a los dieciséis años, aún cuándo Kiki no era tu hijo, ni siquiera sabes quiénes son sus verdaderos padres... Y yo... Yo siempre tuve todo fácil gracias a Kardia, y ahora, solo soy una escoria de persona.
- Milo, tan solo mira lo que tienen en común todas las historias.- Intentó consolarlo Mu.- Kanon tenía todo en contra, pero no están sólo, Sorento también estaba con él, Saga también ayudó a su hermano, y tú también, a pesar de todo. Angelo también tuvo problemas con la muerte de su hermano, pero no estuvo sólo, Afrodita, Aioria, Kanon, Saga, todos estuvieron ahí para apoyarlo. Afrodita tampoco estuvo sólo, él, Camus y tú se conocían desde niños, y Dita me ha contado muchas veces lo mucho que Camus, Angelo y tú lo apoyaron, incluso cuándo Angelo y Camus iniciaron una pelea para defenderlo.
Milo dejó escapar una pequeña risa al recordar ese episodio de su infancia, y del que terminó siendo partícipe.
- Y en cuánto a mí... Sé que Kiki no tiene mi sangre. Pero el día en que lo encontré mientras volvía de la escuela, no sé cómo describirlo, sentí como si eso estuviera destinado a pasar. Quizás sólo las madres entenderían lo que sentí en ese momento al sostenerlo en mis brazos.
Milo le prestaba atención al peli-lila, sin quitar su vista del frente. Estaba impresionado de lo que escuchaba, y no podía evitar sentir una profunda admiración por sus amigos.
- En fin, tampoco estuve sólo, mi abuelo, aunque en un inicio no estuvo de acuerdo, al final me dió todo su apoyo. Y después los conocí a ustedes. No ha sido fácil, y sé que no lo será, pero por algo dicen que el amor nos hace dar siempre lo mejor de nosotros, ¿no?
Me niego, aunque digas que estoy ciego
Desde que te fuiste soy un andariego
A todo compromiso tarde le llego
Distraído de tu foto no me despego
Después de aquella charla, y de llevar a Mu y a su hijo a su hogar, en forma de compensación, volvió a su propia casa.
Ahora estaba acostado en su cama, pensando en Camus y todos los momentos que compartieron juntos.
Recordaba todo, desde el día que lo conoció, hasta el día de su peor pelea.
Examinando detenidamente cada uno de sus recuerdos, recién se daba cuenta Camus siempre estuvo ahí para él, para apoyarlos, sin importar la distancia, el lugar ni la hora. Pero él no le pagó con la misma moneda.
Al recordar el día de su ruptura, se dió cuenta de que quién cometió el error fue él, no Camus.
• • •
- Milo, ¿quieres calmarte ya de una buena vez?
- ¡No me pidas que me calme!- Respondió gritando, lanzando lo primero que alcanzó, un florero.- ¡Te largaste tres putos días, sin siquiera avisarme!
- Ya te dije que estaba en un seminario.
- ¡Seminario mis pelotas!- Seguía gritando enfadado.- ¡¿Así se le dice ahora a fugarte con tu amante?!, ¡¿Que tal estuvo Surt?, ¿Te gustó, pequeña perra?!
Camus no pudo contener su enojo, y le dió una bofetada a Milo.- ¡En primer lugar, pasé tres malditas semanas mencionandote el viaje, pero como siempre, nunca me escuchas!- Respondió el galo, ya habiendo perdido por completo la paciencia.- ¡Y en segundo lugar, no metas a Surt en ésto!
- ¡Si tanto te gusta por qué no te largas con él?!
- ¡Que buena idea me acabas de dar!
Milo se acercó a la puerta, abriéndola.- ¡Adelante!, ¡Vete ahora mismo de mi casa. Ya quiero ver a ese idiota pelirojo darte la mitad de las cosas que yo te doy!
- ¡¿Qué insinúas?!
- ¡No te hagas el idiota, Camil!- Siguió Milo, sin intenciones de retroceder.- ¡Tienes ésta maldita casa gracias a mí!, ¡Viajas en un buen auto gracias a mí!, ¡Comes en buenos restaurantes gracias a mí!, ¡Tienes ropa de buena marca gracias a mí!, ¡Sin mí no eres nada más que una puta francesa!
Eso fue el colmo para Camus.- ¡Vete al diablo!- Gritó furioso, atravesando el umbral.- ¡Y quédate con ésto!- Agregó, quitándose su anillo de matrimonio, para después lanzárselo en la cara a Milo.
- ¡Te lo advierto, Camus. Si te vas no pienses en volver!
Camus se alejaba caminando cada vez más lejos de la casa, con Milo gritando mil cosas detrás, hasta que lo perdió de vista.
Días después, no tenía noticias de Camus. El francés lo había bloqueado en todas sus redes sociales, e incluso su número de teléfono. Milo temía lo peor, pero al tercer día, en su puerta apareció el hermano mayor de Camus; Degel.
El peli-verde recogió algunas cosas de Camus, y le hizo saber a Milo que el menor estaba bien.
Un mes después, recibió de nueva cuenta una visita de Degel, ésta vez para informarle que Camus exigía el divorcio, y que él llevaría el caso.
Así fue como había terminado en ésta situación, seis meses después.
Si tú eres mi vida, por qué me liquidas
Yo no provoqué tu partida
Necesito tu olor, necesito tu calor
Necesito verte encima de mi ropa interior
Quería recuperar a Camus, quería enmendar sus errores, quería ser mejor por y para él.
Decidió ir a dónde trabajaba el menor, lograría su objetivo o moriría en el intento, pero ya no tenía nada más que perder de todas formas.
Al llegar, esperó unos minutos, hasta que lo vió salir. Se acercó al peli-aqua, tocando su hombro.
- ¿Milo?, ¿qué haces aquí?- Preguntó el mayor, comprensiblemente sorprendido.
- Ayer no pude hablar del todo bien contigo.
- Milo, son casi las diez.- Intentó evadirlo.
- Por favor.
Camus pareció pensarlo por unos segundos.- Está bien, pero que sea rápido. No quiero preocupar a mi hermano.
Ambos subieron al auto, y Milo arrancó.
- ¿Qué quieres hablar ahora?
- En realidad no sé ni siquiera por dónde empezar.- Respondió Milo sin quitar la vista del frente.
Llegaron al hogar del escorpión, e ingresaron. Milo encendió las luces, mientras Camus se sentaba en uno de los sillones. Después imitó la acción del francés.
- ¿Puedes decirme de una vez qué es lo que quieres?
- Camus, yo... No sé cómo empezar.
- Milo, no tengo toda la noche, así déjate de juegos y dime lo que me tengas que decir de una vez.
- Lo siento.
- ¿Eh?
- Lamento haberte tratado como te traté cuándo estábamos juntos. Yo debí prestarte más atención, debí ser más comprensivo contigo. No debí decir todo eso de tu amigo, ni de tí.- Dijo, mirando al contrario con los ojos vidriosos.- En una sola frase; lo siento... Por todo.
Camus no sabía bien cómo reaccionar, no se esperaba aquella "disculpa".- ¿E-Eso era todo lo que querías hablar?
- No.
Antes de que pudiera reaccionar, Milo se abalanzó sobre sus labios. El francés intentó resistirse, pero igual que la noche anterior, esa sensación como una descarga eléctrica le recorrió todo el cuerpo, y terminó cediendo.
Casi por instinto, poco a poco se fue recostando en el sillón, con el heleno encima suyo.
Los besos no pararon, volviéndose cada vez más húmedos y atrevidos, iniciando una batalla con sus lenguas por dominar a la contraria.
Pasaron minutos entre besos, que ni siquiera notaron la ropa que desaparecía poco a poco, hasta que tan solo quedaba su ropa interior.
- No, Milo.- Interrumpió de pronto el galo, volviendo a la realidad.- Ésto no está bien, yo... Tú... Nosotros...
- Te amo.- Le interrumpió el griego, acariciando sus largos cabellos.- Te amo demasiado, no quiero perderte.
Aún quedan tus retratos, en cada rincón de la casa
Y el silencio me habla de ti, es que solo hay tanto espacio
Desde que no estás, daría todo lo que hoy me queda
Por tenerte, por que vuelvas
Camus notó que Milo nuevamente estaba llorando, y acarició sus mejillas.
- Sé que ahora mismo debes pensar que soy un idiota y una molestia, pero por más que he intentado, no puedo olvidarte.- Añadió Milo, ahora acariciando las mejillas del contrario.- No puedo resignarme a que te perdí. El solo pensar que no te veré más, y que alguien más me reemplazará en tu vida hace que se me rompa el corazón. Cuándo te tuve no fui consciente de la enorme suerte y honor que tenía, y ahora daría hasta mi vida por que volvieras.
Al oír aquellas palabras, las amatistas de Camus se llenaron de lágrimas.- Eres un idiota, Milo Antares.- Susurró, con lágrimas escurriendo por sus pálidas mejillas.- ¿Tienes idea de lo mucho que me costó decidirme a pedir el divorcio?, no tengo idea de cómo, pero siempre haces que todo lo que implique alejarte se vaya al diablo.
- Cam, eso significa que tú...
- ¡Sí!- Respondió casi gritando.- ¡Aún te amo, y probablemente lo haré hasta mi último aliento, Milo!
Milo volvió a besarlo, siendo correspondido con desesperación.
Es que me niego a perderte, a más nunca verte
Me niego a aceptar que lo nuestro ya se acabó
Es que me niego a perderte, a más nunca verte
Me niego a aceptar que lo nuestro ya se acabó
Antes de que lo notara, ya se encontraba arqueando la espalda, dando pequeños gemidos ahogados.
- M-Milo...- Trataba de hilar algo coherente, mientras el peli-morado devoraba su sexo.- M-Milo... Y-Yo...
Milo solo siguió con su actividad, viendo a los ojos al galo, cuándo sintió un líquido tibio llenar su boca.
- Milo... L-lo siento, yo...- Intentó disculparse, cuándo fue besado por el griego, correspondiendo.
Se abrazó con fuerza a la espalda de Milo, con sus piernas algo abiertas recibiendo al menor.
Sentía a Milo abrirse paso, comenzando a entrar. No pudo evitar arquear la espalda y gimotear ante la intromisión.
- Milo, espera.
- ¿Duele?- Preguntó Milo, deteniéndose, y comenzando a acariciar la espalda y los cabellos del galo.
- S-Si.- Respondió, abrazando aún más fuerte al menor.
- Lo siento.
- S-Sólo dame unos segundos.
- ¿Duele mucho?- Preguntó el peli-morado, acariciando la espalda del mayor para tranquilizarlo.- Ahora que lo pienso, nunca te había preguntado.
- Un poco, pero no tanto como la primera vez, esa siempre es la que más duele.- Respondió, con las mejillas sonrojadas.- Y-Ya puedes seguir.
Milo se tumbó en el sillón, quedando Camus encima.- Ve a tu ritmo. Llevamos ya un buen tiempo sin hacer ésto, y no quiero lastimarte.
El francés comenzó a mover lentamente su cadera, ya un poco más acostumbrado a la intromisión. Los jadeos y gruñidos ahogados no se hicieron esperar, y fue cuestión de segundos para pasar de tímidos movimientos a saltos fuertes.
- Cam, espera.- Le detuvo Milo.
El mencionado detuvo sus saltos, que comenzaban a tomar un ritmo un tanto violento.
- No hagas eso... Al menos no con tanta fuerza...- Intentó explicar tímido.- Duele si lo haces muy fuerte.
- Perdón.- Se disculpó, para después besar al griego que tenía debajo suya, comenzando a mover la cadera, y dar saltos mucho menos fuertes.- M-Milo...- Jadeó entre besos.
- ¿Si?
El galo no respondió con palabras, sino que se separó momentáneamente del contrario, para colocarse boca abajo, dejando sus caderas un tanto elevadas.- Solo hazlo, y no digas nada, yo sé lo que dije en el pasado.- Se adelantó, ya sabiendo lo que cruzaba por la mente del heleno.- Creo que es más sencillo para mí si tú llevas el control.
- Cam, yo... ¿Estás seguro?, entiendo si es incómodo para tí esa posición, y no...
- Solo hazlo, dije.
Milo, aún sin estar del todo seguro, decidió continuar. Comenzó a entrar de nueva cuenta en el peli-aqua, obteniendo de resultado gemidos y jadeos roncos del acuariano.- ¿Estás bien?
- Si... Muévete.
Comenzó a moverse, primero lento para darle tiempo a acostarse totalmente, subiendo de ritmo poco a poco. Hasta que en un movimiento escuchó gemir demasiado fuerte al mayor, casi gritando, había dado en su punto dulce. Continuó embistiendo con fuerza en ese punto, sosteniendo de la cadera al contrario.
- ¡Milo!, ¡Oh, por todos los dioses!- Le escuchaba gritar, de seguir así terminaría desgarrando su garganta.- ¡Por favor no pares!
Escucharlo gemir de esa manera lo hacía perder por completo el juicio, junto a la estrechez y calidez del interior del galo.
Sin previo aviso, le dió la vuelta al contrario, sin salir de él, quedando frente a frente. Se acercó, siendo de inmediato apresando por los brazos y las piernas del mayor.
- ¿Te gusta?- Preguntó jadeando en el oído del acuariano.
- Sí.- Gimió, ya habiendo perdido por completo la razón.
Después de varios minutos en los que los gemidos, jadeos y gruñidos no cesaron ni un solo segundo. Cuándo Camus comenzó a sentir un pequeño cosquilleo en el vientre bajo.
- M-Milo... Y-Ya...- Intentaba hilar algo coherente.
- Yo también.
Dió unas últimas estocadas, mucho más fuertes y profundas que las anteriores, haciendo llegar al ansiado clímax al francés.
- ¡Ah, Milo!- Gimió en el oído del menor, llevándolo al límite, haciéndole terminar.
Los besos húmedos no se hicieron esperar, tratando de recuperarse de su reciente orgasmo. Hasta minutos después, cuándo finalmente consiguieron regularizar sus respiraciones.
- Entonces... ¿Ésto significa que... Volverás a casa?- Preguntó tímidamente el heleno, con el francés en brazos.
- Oui.- Respondió en su idioma natal.- Milo no pudo contener su felicidad, y besó al menor, abrazándolo.- Pero aún no celebres antes de tiempo, Milo. Estás a prueba.
- Cam, quizás no es el mejor momento para decirlo, pero...- Respondió Milo, abriendo el cajón de un pequeño mueble que estaba junto al sillón.- ¿Te volverías a casar conmigo?- Preguntó, poniendo enfrente del galo el anillo, que él mismo había dejado de usar meses atrás.
- M-Milo... Ese es...
- Si. Desde el día en que te fuiste, lo he guardado.- Explicó.- Entiendo que aún no merezco del todo tu perdón, y te lastimé mucho en el pasado con mi egoísmo y mis celos, pero... Por tí cambiaré, y seré mejor por y para tí. Es un juramento.
Camus tomó el anillo, y se lo colocó en su dedo anular.- Te daré una segunda oportunidad entonces.- Vió como los jades de Milo se iluminaron por unos segundos.- Ahora cállate y bésame.- Finalizó, antes de lanzarse a besar a su escorpión como si no hubiera un mañana.
•~•~•~•~•
Bueno, éste songfic está dedicado a lovegameover, que me lo solicitó.
Traté de adaptar la lírica de la canción lo mejor que pude para hacer una historia con algo de sentido, aunque fue un poco difícil debido al coro que se repetía muchas veces. Pero lo hice con mucho cariño.
Espero que te haya gustado ❤️
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