Hasta el fin del mundo [🦢HyogaxShun 🔗]
Tú no te imaginas
Lo que siento por ti
Como me haces falta
Cuando estás lejos de mi
En un aeropuerto de Tokio se encontraba un jóven peli-verde, acompañado de sus amigos, esperando con ansias el aterrizaje de un avión que venía desde Rusia.
Cuándo finalmente anunciaron por el altavoz la llegada del avión, el jóven corrió lo más rápido que pudo hacía el andel indicado.
Con la vista buscaba desesperadamente a la persona que había cautivado su corazón años atrás, y que finalmente volvería a ver después de meses sin verse.
- Shun, ve más despacio.- Jadeó uno de sus amigos, que habían corrido detrás de él.
- Lo siento, Seiya.- Se disculpó el peli-verde.- Es solo que... Estoy demasiado emocionado.
- Eso ya lo notamos todos, Shun.- Añadió sonriendo su otro amigo, un jóven de largos cabellos negros.
Shun solo asintió, sin borrar su sonrisa, y volvió su vista hacía el pasillo que conectaba con la pista de aterrizaje.
Varias personas salían, pero ninguna era quién el buscaba.
Cuándo finalmente pudo ver esa característica cabellera rubia, y sus ojos conectaron con esos bellos ojos azules, las palabras salieron sobrando.
Corrió nuevamente, para lanzarse a los brazos del rubio, quién lo recibió felizmente, abrazándolo de la cintura, y levantándolo unos centímetros del piso.
- Hola.- Le sonrió Hyoga, después de separarse apenas unos centímetros.- Yo también te extrañé.
- Al fin estás aquí...- Susurró el peli-verde, con pequeñas lágrimas en los ojos.- Al fin volviste.
- No podía esperar ni un día más para volver a verte.
Volvieron a abrazarse como si no hubiera un mañana, felices de al fin estar juntos de nuevo. Tanto que incluso olvidaron la presencia de sus amigos.
- Si, si, todos estamos felices de que Hyoga esté de vuelta.- Escucharon la voz de Shiryu.- Pero ¿podríamos irnos ya?
- ¿Tenías que arruinar el momento, lagartija torpe?- Regañó Seiya a su amigo.
Los dos chicos solo rieron, y después de abrazarse una vez más, se dispusieron a ir con sus amigos.
Después de recoger las maletas del rubio, y de abordar el auto de Shiryu, y llegar hasta el departamento que el rubio compartía con el peli-verde, se encontraban charlando sobre el viaje del rubio a su país natal.
- ¿Cómo está todo por allá en Rusia?- Preguntó Seiya.
- Nada fuera de lo normal.- Respondió Hyoga.- Un poco de nieve por aquí, otro poco de vodka por allá...
- Al menos te divertiste después de todo. Aquí Shun se la pasó llorando por tí estos meses.- Comentó Seiya, haciendo enrojecer al peli-verde.
Shiryu se golpeó la frente a sí mismo, sintiendo vergüenza ajena.
- Solo me fuí por dos meses.- Respondió el rubio, abrazando al peli-verde contra su pecho.- ¿Tan mal te sentiste, cielo?, lo lamento.
- N-No es nada.
Hyoga tomó el rostro de Shun entre sus manos, para después besar suavemente sus labios.
- Bueno, de seguro ustedes tienen mucho que hablar.- Habló Shiryu, sintiendo que él y Seiya salían sobrando en aquella habitación.- Seiya y yo ya nos vamos. Yo tengo que ir a comprar algunas cosas para Ryuho, y de seguro Ikki ya debe estar preocupado por Seiya.
- El que tiene un hijo eres tú.- Respondió el castaño, bebiendo de la soda en sus manos.- Vete tú a comprar los pañales o lo que te haya pedido tu esposa. Ikki sabe que puedo cuidarme solo.
Seiya, como siempre, no entendía las indirectas, obligando a Shiryu a decirle las cosas más claramente.
- Dije que nos vamos, Seiya.- Le susurró al castaño.- Hyoga acaba de regresar, y de seguro él y Shun quieren algo de privacidad.
Entonces el castaño pareció comprender, y después de despedirse de sus amigos, se marchó con Shiryu.
Cuándo finalmente se quedaron a solas, no se limitaron, y se besaron con todo el deseo, amor y dulzura que sentían el uno para el otro.
- Te amo.- Le dijo el rubio, acariciando sus mejillas.
- También te amo.- Respondió el menor.- Realmente te extrañé.
Shun no pudo contener más sus lágrimas, y terminó llorando en el pecho del rubio, siendo consolado por él.
- Cielo, ¿por qué lloras?- Preguntó Hyoga, algo desconcertado.
- Y-Yo... Lo siento, es solo que... Te amo demasiado, y... No puedo evitar sentir miedo de perderte.
Hyoga le acarició el rostro nuevamente, sabiendo que eso siempre lograba tranquilizarlo.
- A veces siento que no soy lo suficientemente bueno para tí.- Siguió hablando el peli-verde.- Temo que algún día te aburras de mí, y de todos mis defectos y mis inseguridades.
Hyoga no dijo nada, simplemente besó sus mejillas, y después sus labios, mientras acariciaba su cabello y lo abrazaba con cariño.
Por unos minutos, se dedicó únicamente a mimar a su adorado peli-verde, dando pequeños besos en todo su rostro y algunos en su cuello, y a abrazarlo como si su vida dependiera de ello.
- Te conocí así. Así me enamoré de tí. Así te amo, y así te amaré siempre.- Le dijo, mirándolo a los ojos.- ¿Acaso no recuerdas cómo nos conocimos?
Si tú me dejaras
No sabría que hacer
cambiaría mi vida
Me podría enloquecer
Pido a Dios que ese momento nunca llegue
Y que proteja nuestro amor
Como tú no existen dos
Hyoga y Shun se conocieron de una forma bastante... Peculiar, por decir lo menos, hace unos ocho años, cuándo Hyoga llegó a Japón como estudiante de intercambio.
En ese entonces, el rubio se encontraba en su segundo año de universidad, tenía apenas diecinueve años, y se sentía como un pez fuera del agua, estando completamente solo en ese país, sabiendo a duras penas lo básico del idioma.
No era la primera vez que salía de Rusia. De hecho, a consecuencia de la muerte de su madre, vivió casi la mitad de su vida en Francia, siendo adoptado por un tío lejano.
En Francia lo tenía todo: sus tíos, que lo amaban como si fuera su hijo, amigos, una linda casa, una excelente educación... No tenía muchas ganas de abandonar todo eso para ir a un país que le era totalmente desconocido, y pensó seriamente en rechazar la oferta que le hizo la universidad, pero por consejo de sus tíos, terminó aceptando.
Así llegó a Tokio, y justo en su primer día de clases, terminó protagonizando una escena digna de una película dramática de Hollywood, o un drama coreano.
Todo comenzó cuándo tomó el tren subterráneo para llegar a la institución. En la estación, una delgada y pequeña figura de cabellos verdes llamó su atención.
No sabía bien porqué. Quizás por su innegable belleza, o esa sonrisas tan hermosa... No lo sabía, pero algo en su interior no dejaba de insistir en que se acercara.
No se atrevió a hacerlo, recordando que a duras penas estaba aprendiendo a hablar japonés, y que según lo que le habían dicho, los nipones solían ser muy educados, y por lo tanto, algo fáciles de ofender. No quería decir o hacer algo que en la cultura japonesa fuera incorrecto o irrespetuoso, y prefirió no hacerlo. Especialmente cuándo otros chicos se acercaron al peli-verde.
No le dió más importancia, y subió al vagón, recordándose a sí mismo que debía concentrarse.
[...]
Ese día fue uno de los más pesados en toda su vida. Vaya que el sistema nipón era bastante estricto y agobiante.
Cuándo terminaron las clases, decidió ir caminando al complejo de apartamentos que sería su hogar los próximos dos años que estaría en Japón.
Mientras caminaba, cuándo ya estaba a tan solo unas cuadras de llegar a su destino, al pasar por un puente peatonal, vió a un chico que se le hizo conocido de algún lado.
Era el mismo chico que había visto en la estación esa mañana... Pero, ¿qué demonios hacía parado en el borde del puente?
- ¡Oye!- Habló, captando la atención del chico.- ¿Qué haces ahí?
Su japones aún no era del todo fluido, pero al menos era suficiente para poder comunicarse, y el hecho de que el peli-verde volteara en su dirección se lo confirmó.
Pero de inmediato su intuición le dijo que algo no estaba bien.
Vió que las mejillas del chico estaban completamente mojadas a causa de las lágrimas que éste derramaba.
No hacía falta ser genio para saber lo que estaba pasando.
El peli-verde no dijo nada, solo devolvió su vista al vacío debajo de sus pies.
Hyoga sabía que si no hacía algo ahora, después sería demasiado tarde.
Corrió lo más rápido que pudo, hasta llegar al peli-verde, sujetándolo de la cintura, y jalandolo con fuerza hacia atrás, terminando ambos sobre el frío y duro concreto.
Sintió que el peli-verde intentó apartarse para volver a la orilla y saltar, pero Hyoga no se lo permitió, sujetándolo con fuerza.
- Escucha, no tengo idea de lo que estés pasando, pero ésta no es la solución.
El pequeño peli-verde en sus brazos giró su vista hacía él, y pudo ver cómo las pequeñas lágrimas llenaban sus ojos por completo.
- Exacto... No tienes idea de nada.
Hyoga no pudo evitar sentir su corazón oprimirse al ver tal escena. Quizás había aprendido de su tío ese instinto paternal por proteger a todos, pero no soportaba la idea de ver a alguien así.
- No te conozco en lo más mínimo, pero definitivamente te puedo asegurar que sin importar tu problema, ésta no es la solución.- Volvió a hablar Hyoga.- Solo respira y cálmate. Trata de pensar y tomar las cosas con calma.
El peli-verde terminó llorando en su pecho, y Hyoga por puro instinto lo abrazó, permitiéndole desahogarse.
Hyoga sabía que para que alguien siquiera considerara la idea de quitarse la vida, debía pasar por demasiados problemas. Él mismo era un sobreviviente de un intento fallido.
Entendía lo vacío que debía sentirse aquel chico en ese momento. Lo destrozada que debía estar su alma, su corazón hecho pedazos, y sus esperanzas reducidas a cenizas.
- Entiendo cómo te sientes.- Susurró en el oído del peli-verde, sin dejar de frotar su espalda con cariño.- Entiendo que en éste momento te sientes acorralado, sin lugar a dónde correr, pero todo tiene solución, aunque no seas capaz de verla ahora.
Se quedó abrazando al jóven por varios minutos, hasta que el peli-verde consiguió calmarse lo suficiente para hablar.
Hyoga le preguntó su nombre, y si tenía algún familiar o amigo que pudiera ir a buscarlo.
- Mi nombre es Shun Nakamura.- Respondió el jóven su primer pregunta.- Mis padres y mi hermano deben estar muy ocupados, y siendote honesto, no tengo demasiados amigos cercanos.
Hyoga sabía que el chico probablemente estaba mintiendo, ese mismo día lo había visto al lado de un no tan pequeño grupo de chicos en la estación, y parecía llevarse bastante bien con todos ellos.
No obstante, era consciente de que unas veces las apariencias engañan, y en otras ni siquiera el tenerlo todo te impide querer acabar contigo mismo.
Confirmó que el caso de Shun era el segundo cuándo escuchó la agitada voz de alguien a lo lejos, gritando el nombre del chico.
- ¡Shun!
Hyoga giró la vista, y tan solo vió a un pequeño peli-lila abrazando al peli-verde, aún junto a él.
Pero no era el único, Hyoga notó que se trataba del mismo grupo de chicos con los que lo había visto ese día en la mañana.
- ¿Dónde demonios estabas?- Preguntó en medio de lágrimas el peli-lila que abrazaba a Shun.- ¡¿Tienes idea de lo preocupados que estábamos?!
Shun no dijo nada, probablemente las palabras de su amigo lo habían dejado en un especie de shock.
Mientras el peli-lila, y otros dos chicos, uno pelirojo y otro castaño se quedaron abrazados a Shun como si fuera lo último que hicieran, el chico restante, uno de largos cabellos negros, se acercó a Hyoga para ayudarlo a levantarse.
- ¿Te encuentras bien?- Preguntó el azabache.
Hyoga asintió.- Yo estoy bien. Deberían preocuparse más por él.- Dijo, señalando con la vista a Shun, quién había terminado abrazándose y llorando con sus amigos.
El contrario asintió, bajando la mirada. Eso hizo sospechar a Hyoga que no era la primera vez que Shun intentaba eso, y que sus amigos eran conscientes de ello.
- Gracias.- Suspiró el peli-negro.- Por un segundo creí que no llegaríamos a tiempo.
Hyoga miró de reojo a Shun, y verificando que él y los otros chicos estaban distraídos, decidió preguntarle su duda al azabache.
- ¿Cuántas veces lo ha intentado ya?
El peli-negro guardó silencio unos segundos, probablemente sorprendido al ver lo obvio que era.
- Con ésta van cuatro.- Susurró finalmente.- Por cierto, ni siquiera te he preguntado tu nombre.
- Hyoga Lebedeb.- Respondió Hyoga.
- Shiryu Yamagawa.- Se presentó el peli-negro, con una leve reverencia.
El rubio estaba intrigado por el peli-verde, quería saber lo que le había pasado para terminar así, teniendo amigos que parecían apreciarlo demasiado.
- ¿Qué le ocurrió?
Sabía que era atrevido, quizás hasta grosero de su parte preguntar eso de la nada, pero quería saberlo.
Shiryu incluso pareció meditarlo un poco, pero aún así le respondió.
- Es una larga historia...- Susurró el azabache.- Ha tenido que soportar demasiadas cosas éstos últimos meses.
Hasta el fin del mundo te iría a buscar
De ti nada me puede separar
Cruzaría los siete mares hasta llegar a ti
Hasta el fin del mundo te seguiré
Donde sea que estés yo te encontraré
Nada en mí es más importante
Que vivir junto a ti
[...]
Los días siguieron su curso. Hyoga descubrió que Shun solía ser un talentoso patinador artístico, comenzando a practicar el deporte desde muy jóven.
Tan bueno era, que incluso llegó a estar entre los candidatos para ir al próximo Grand Prix de patinaje sobre hielo que ya estaba a tan solo un par de meses de celebrarse. Esa hubiera sido su mayor oportunidad, por lo que trabajó toda su vida, para incluso llegar algún día a las olimpiadas.
Pero todos sus sueños se vinieron abajo, cuándo hace casi un año, mientras entrenaba, él y su compañero fallaron en un lanzamiento, terminando ambos en el hospital.
El otro chico tuvo una fractura leve en la nariz y algunos hematomas en la cara por la caída, pero se recuperó completamente un par de meses después.
Sin embargo, desgraciadamente con Shun no fue el caso. El impacto de la caída fue tal, que le provocó una fractura expuesta. En palabras de Shiryu, quién fue testigo el día del accidente, su hueso prácticamente perforó la piel.
El peli-verde tuvo que someterse a unas cuántas cirugías para volver a acomodar completamente el hueso en su lugar y arreglar los daños colaterales. Incluso estuvo unos meses usando una silla de ruedas, y otros meses más en rehabilitación antes de siquiera volver a caminar.
Su pierna sanó lo suficiente para permitirle llevar una vida normal, pero no para seguir compitiendo. Obligándolo así, a retirarse del patinaje artístico, y arrebatándole su sueño.
Eso, y otras cuántas cosas más lo sumieron en una profunda depresión, de la que no sabían cómo sacarlo.
Porque sí, cómo Hyoga imaginaba, no era solo una causa, sino todo un conjunto de ellas, las que lo llevaron a ese extremo.
El compañero de Shun, quién también salió herido en el accidente, no era solo objeto de la amistad del peli-verde, sino de su amor. Pero el otro chico jamás lo vió con otros ojos más que como un buen amigo y compañero de equipo.
El punto era que hace apenas un par de meses, cuándo Shun pudo volver a caminar por sí solo, el chico y su mejor amigo le dieron la noticia de su relación, desconociendo los sentimientos del peli-verde, rompiéndole por completo el corazón sin querer.
Y para terminar de coronar el pastel de desgracias, el mejor amigo de Shun no solo se quedó con su amor platónico, sino también con su lugar en la competencia.
Hyoga sabía lo estresante que podía llegar a ser la vida de un patinador. Su tío Camus solía practicarlo en su juventud, pero en propias palabras de su tío, fue toda la presión y estrés que las competencias implican, las causas que lo hicieron abandonar el deporte de forma competitiva permanentemente. Aunque aún atesoraba los buenos recuerdos, e incluso de vez en cuándo lo llevaba a las pistas de patinaje, y le enseñó a patinar cuándo tomó su custodia.
Al aspirar practicar el deporte de forma profesional, los deportistas se someten a estrictas reglas de alimentación, rutinas de entrenamiento extenuantes, y horarios sumamente estrictos.
En el caso de Shun, a eso habría que sumarle la presión que el sistema educativo de Japón imponía a todos sus estudiantes para ser los mejores. Y sazonarlo con un amor no correspondido.
No pudo evitar sentir algo de pena por el peli-verde. Quizás por haber estado en la misma situación que él, al borde del suicidio, entendía como se sentía, y no podía evitar verse reflejado en el peli-verde.
Así fue como, de una forma bastante peculiar, se integró al grupo de chicos, que sin saberlo, años después se volverían sus amigos más inseparables, y uno de ellos el amor de su vida.
Shiryu: Era como una madre para todo el grupo. Siempre al pendiente de los demás, siempre cuidando de todos, siempre ayudando. Siendo estricto, pero también un buen confidente y amigo.
Seiya: Era prácticamente el payaso del grupo. Siempre con una sonrisa alegre dibujada en el rostro, bromeando, riendo y jugando. Al inicio no le simpatizaba mucho, pero con el tiempo aprendió a divertirse de todas las escenas embarazosas que protagonizaba el castaño.
Mime: Un talentoso músico y cantante pelirojo, originario de Noruega. Al inicio se mostró bastante desconfiado, y hasta un poco grosero. Pero poco a poco fue dejando eso atrás, y aceptando a Hyoga como parte de ellos.
Sorrento: El mejor amigo, y (desde el punto de vista de Hyoga) de cierta forma, el peor enemigo de Shun al mismo tiempo. Era un pequeño y adorable peli-lila austriaco. Él y Shun se conocieron en una competencia de patinaje cuándo eran niños, y después se hicieron más cercanos cuándo Sorrento llegó a la misma academia de patinaje que Shun.
Él, al igual que Mime, al inicio se mostró muy sobreprotector con Shun, desconfiando demasiado de Hyoga... Ciertamente, parecía importarle demasiado el peli-verde.
Irónicamente, también era de una u otra forma parte de las desgracias de Shun. Quedándose con el chico del que el jóven nipón estaba secretamente enamorado, quedándose con su puesto en la competencia, quedándose con el sueño del peli-verde... En fin... Con el tiempo, al igual que Mime, aceptó a Hyoga como parte del grupo.
Shun parecía no guardarle rencor a Sorrento, incluso siguieron siendo amigos. Probablemente el peli-verde entendía que nada de eso era culpa del peli-lila, simplemente fueron víctimas de las circunstancias.
Y por último, a quién más difícil le fue ganarse; Ikki, el hermano mayor de Shun.
Aunque al inicio eran como el agua y el aceite. Y no soportaban verse ni en pintura, con los años, para sorpresa de todos, se hicieron buenos amigos.
Hyoga, sin planearlo, se fue haciendo cada vez más cercano a Shun.
Conociendo cada parte de él, cada capítulo de su vida, cada cicatriz en su cuerpo y en su alma, cada inseguridad, cada tristeza, cada sueño, cada ilusión...
Shun le pareció la persona más dulce, amable y bondadosa que había visto en toda su vida. Demostrándole a todo el mundo que la belleza no solo se lleva en el exterior, y que la belleza y la bondad no estaban peleadas. Y Shun no solo era hermoso por fuera, con ese sedoso y brillante cabello verde que se movía suavemente al correr o cuándo el aire lo mecía, y esos brillantes ojos verdes como las esmeraldas, o esa suave piel de porcelana. Sino que también era condenadamente hermoso por dentro, con tanta bondad, amor, dulzura, generosidad y lealtad en su corazón.
Entre más lo conocía, Hyoga veía más y más virtudes en él. Y no pudo evitar caer enamorado ante Shun.
Hyoga terminó jugando un papel importante en la recuperación de Shun, convirtiéndose en su amigo más cercano y confidente.
El rubio sabía que recuperarse de enfermedades como la depresión era todo un proceso que no se hacía de la noche a la mañana. Podía llevar meses, incluso años sanarse. Él había pasado por eso.
Teniendo esa ventaja, de saber lo que era estar en el pellejo del peli-verde, tenía al menos una idea de qué decir, cómo ayudar, y qué hacer. Así pudo aconsejar tanto a la familia, como a los amigos de Shun cuándo no sabían qué hacer, y también cuidar él mismo del peli-verde.
Debido al programa de intercambio, Hyoga se quedó en Japón unos años, hasta casi terminar la mitad de sus estudios.
Y un par de años después de conocerse de esa forma tan extraña, y motivado por su grupo de amigos, le declaró sus sentimientos a Shun.
Aún recordaba ese día, y como estaba más nervioso que un pavo gordo en vísperas de navidad. Si bien, él y Shun se habían hecho buenos amigos, eran cercanos y se tenían mucha confianza el uno al otro, tanto que incluso Hyoga de vez en cuándo se quedaba a dormir en casa de Shun, o iba a pasar fechas importantes con el peli-verde y su familia, eso no garantizaba que sus sentimientos fueran a ser correspondidos.
Y justamente, planeaba aprovechar una de esas fechas para llevar a cabo el plan que trazó con ayuda de Sorrento, Mime, Shiryu y Seiya.
Fue durante el festival del Hanami. El festival se realizaba cada año en primavera, para celebrar la aparición de las flores de cerezo, y justo después de éste, iniciaba el nuevo curso académico.
Hyoga sabía que no le quedaba mucho tiempo. Tenía que volver a Francia en tan solo unos meses, cuándo terminara el semestre. Así que esa fue una de las contadas ocasiones en que le dió la razón a Seiya: "Es tu última oportunidad. Si no le dices ahora, entonces jamás podrás decírselo."
Y también a su tío Milo, con quién hablaba a diario, y estaba más que enterado del asunto: "Ve por él, es ahora o nunca. Si lo intentas y fallas, al menos te quedarás con la satisfacción de haberlo intentado. Pero si no lo intentas, entonces solo te quedarás con la duda de 'qué hubiera pasado'."
Ese día, fue con sus amigos y las familias de Seiya, Shun y Shiryu al parque dónde se celebraba el festival, para ver florecer los árboles de Sakura, y hacer picnics bajo su sombra.
Todo era paz, tranquilidad y alegría alrededor. Todos reían, comían jugaban y se divertían en familia o con amigos.
Los niños jugaban y se divertían entre ellos. Los adultos comían y hablaban sobre temas diversos. Y claro que no faltaban las parejas que celebraban su amor, y otros cuántos como él, que trataban de encontrar el momento perfecto para declarar el suyo.
Su momento llegó cuándo, con ayuda de Seiya y sus demás amigos, que se encargaron de distraer al hermano mayor sobreprotector que era Ikki en ese entonces, pudo llevar a Shun a un lugar un poco menos concurrido del parque, prácticamente en la salida de éste, justo debajo de un árbol de cerezo.
- ¿Qué es lo que pasa, Hyoga?- Le preguntó Shun, con su típica sonrisa.
Otra vez sentía que los nervios se apoderaban de él, y temía arruinarlo todo. Pero decidió seguir el consejo de sus amigos, y respirar profundo. Así consiguió armarse de valor, y finalmente confesar sus sentimientos.
Mantuvo sus ojos cerrados en todo momento, quizás temiendo la reacción de Shun. No quería perder su amistad.
Después de terminar de hablar, no obtuvo una respuesta por parte de Shun, y temió lo peor.
- No te preocupes, lo entiendo.- Suspiró derrotado.- Espero que al menos podamos seguir siendo amigos.
Se sentía bastante desilusionado, creyéndose rechazado. Pero al menos había hecho el intento.
Al menos había podido decirle lo enamorado que estaba de él, lo mucho que le encantaban sus ojos, su cabello, su personalidad, todo de él... Cuánto adoraba cada faceta suya, y cómo lo volvía loco su sonrisa, y se sentía completamente indefenso bajo su mirada.
Al menos se podía quedar con la satisfacción de haber hecho el intento, y no quedarse con la duda, como le había dicho su tío.
Estaba por retirarse, con el corazón roto, cuándo sintió a Shun tomándolo de la mano.
Giró su vista, y no se esperaba en lo absoluto el corto y tímido beso que recibió.
- ¿Shun...?
- Te amo también.- Susurró el peli-verde, abrazándose a él, escondiendo su rostro en su pecho.- Hace años tú me salvaste de cometer una tontería... Recuerdo que en ese entonces no dejaba de pedirle al cielo que me enviara una señal de que aún valía la pena seguir aquí... Y justo en ese momento, apareciste tú.
Hyoga no dijo nada, permitiéndole a Shun hablar.
- Me enseñaste que siempre hay una salida, que siempre habrá personas que nunca te fallarán, y que cuándo una puerta se cierra, se abre otra.- Siguió hablando el peli-verde.- Y que por cada corazón roto, hay alguien capaz de sanarlo.
Después de confesar sus sentimientos, dándose cuenta de que el amor era mutuo, decidieron iniciar su relación.
Ese día también se dieron su primer beso, y les dieron la noticia a sus amigos.
- Menos mal que no te acobardaste, Hyoga.- Comentó Mime.- Felicidades a los dos.
- Por cierto, ¿dónde está Seiya?- Preguntó Shun, al no ver a su castaño amigo entre el grupo.
Hasta entonces notaron la ausencia del castaño, y recordaron cuándo lo vieron por última vez.
- Probablemente Seiya murió en su intento de retener a Ikki. No los hemos visto desde hace un buen rato.- Dijo el novio de Sorrento, que se les había unido, ganándose un codazo del peli-lila en el proceso.
Estaban a punto de salir corriendo a buscar a Seiya, siendo conscientes del carácter de Ikki, y también de la torpeza de Seiya. Si por alguna razón se salvaba de Ikki, probablemente se había perdido en medio de toda la gente.
Pero entonces los dos chicos aparecieron, comiendo unas paletas de hielo.
- Oh, ¿entonces Hyoga no murió en el intento de confesarse?- Preguntó Seiya, después de que sus amigos les dieran la noticia, mientras lamía su paleta de un brillante color rojo.- Quizás debí decirle a ambos que le gustaban al otro desde un inicio.
En otras circunstancias habrían estallado en carcajadas por el comentario de Seiya, porque la verdad era que todos lo sabían, era muy obvia la atracción que sentían. Pero estando Ikki presente, con esa expresión dura, y esa mirada afilada en su rostro, temían que se le lanzara al cuello a Hyoga.
- Tranquilos, me prometió que no iba a matar a nadie.- Rió Seiya, al ver el nerviosismo de todos.- ¿Verdad, Ikki?
El peli-azul solo asintió, comiendo un poco de la paleta azúl en su mano.
No obstante, todos sabían que no podía ser tan perfecto. Ikki tenía un as bajo la manga, y no se equivocaron, aunque si fue muchísimo más leve de lo que creyeron.
- Más te vale hacerlo felíz.- Dijo Ikki, mirando fijamente a Hyoga.- Porque te lo advierto, tú le rompes el corazón y yo te rompo todos los malditos huesos.
- ¡Ikki!- Regañó Seiya al mayor.
Un poco más tranquilos todos, y Hyoga sabiendo que tenía la aprobación de Ikki, decidieron cambiar de tema, y todo marchaba bien, hasta que el novio de Mime y el novio de Sorrento notaron algo.
- Seiya, ¿de qué color es tu paleta?- Preguntó el peli-azul, con una sonrisa burlona.
- ¿Eres daltónico acaso, Kanon?- Rodó los ojos el castaño.- Es roja, ¿no ves?
- Y la de Ikki azúl, ¿cierto?- Se sumó el novio de Mime, Alberich.
- ¿Qué les pasa?, ¿bebieron algo?- Preguntó Seiya, genuinamente desconcertado.- Si. La mía es de fresa, y la de Ikki de mora azúl.
Los dos chicos parecían contener sus risas a duras penas, y el resto no entendía el porqué, hasta que Kanon habló nuevamente.
- Y entonces¿por qué sus lenguas están moradas?
Las mejillas de Ikki y Seiya se tiñeron completamente de rojo al verse descubiertos.
Los demás entendieron entonces las risas de Kanon y Alberich. Y no pudieron contener sus carcajadas al notar la reacción de ambos chicos.
Hyoga y Shun supieron que al parecer no habían sido la única pareja que se formó ese día, y el porqué del cambio de opinión tan radical de Ikki.
Me da tanto miedo esta gran necesidad
De tenerte siempre y quererte más y más
Seis meses después de haber iniciado formalmente su relación, el momento que tanto temían había llegado.
El programa de intercambio había llegado a su fin, y Hyoga debía volver a Francia.
Fue una despedida bastante dolorosa para los dos, a pesar de que decidieron continuar su relación aún a distancia.
- Te voy a extrañar.- Sollozó el peli-verde, mientras abrazaba al rubio, no queriendo dejarlo ir.
- Yo también te extrañaré.- Le respondió Hyoga, intentando no llorar.- Pero ya te dije que vendré a visitarte en seis meses, además, te llamaré todos los días. Así que trata de no estar triste, ¿de acuerdo?
Shun solo asintió, limpiando sus lágrimas.
Hyoga acunó suavemente su rostro entre sus manos, haciéndolos verse a los ojos.
- Prometí que estaría contigo y te amaría siempre.- Le repitió la promesa que le había hecho hace unos meses.- No tengo ojos para absolutamente nadie más que no seas tú. Ésto no es un 'adiós', es solo un 'hasta pronto'.
Shun no respondió con palabras, sino con un inesperado beso, que no tardó en ser correspondido.
Se abrazaron por última vez, hasta que anunciaron la salida del vuelo, y Hyoga tuvo que abordar el avión.
Ambos sabían que se amaban, que estaban hechos el uno para el otro, y que jamás se aburrirían de la compañía del otro, y que lo único que deseaban en esa vida era poder estar juntos siempre... Desgraciadamente, el destino no estaba de su lado, y tendrían dificultad para lograr lo último, pero preferían tomarlo como una prueba para demostrar que su amor era real, y sería lo suficientemente fuerte para soportar la distancia.
- Ey, Shun, tranquilo.- Le reconfortó Seiya, mientras veían el avión despegar.- Él volverá por tí, estoy seguro.
- Al menos que por algún milagro del cielo, el avión se estrelle en el océano, y se hunda...- Mascullaba Ikki, recibiendo de inmediato una mirada inquisidora de Seiya y el resto del grupo.- Es solo una posibilidad.
Seiya puso los ojos en blanco, y después de darle un leve golpe en la nuca a Ikki, volvió a hablar con Shun.
- No le hagas caso al orco malhumorado que tienes por hermano.- Bromeó Seiya con Shun.- Estoy seguro de que Hyoga volverá, tal y como te lo prometió... Solo debes tener algo de paciencia hasta que pasen los seis meses.
Y así fue, seis meses después, Shun pudo volver a tener entre sus brazos a ese rubio que le tenía completamente enamorado, con una pequeña sorpresa.
- ¡¿De verdad?!
Hyoga asintió, con una alegre sonrisa dibujada en su rostro.
Shun estaba que saltaba de la alegría, tanto que terminó abrazándose con fuerza del cuello de Hyoga.
Al parecer, gracias a su desempeño durante el programa de intercambio, Hyoga había conseguido una beca académica en la misma universidad de Shun.
Podría terminar sus estudios en Japón, y si conseguía destacar lo suficiente para hacerse con un puesto laboral, podría quedarse a vivir ahí.
Así pasaron los años. Ambos se graduaron de la universidad, convirtiéndose Shun en médico pediatra y Hyoga en paramédico.
Sus planes habían salido a pedir de boca, incluso mudándose juntos al terminar sus estudios y hacerse con un puesto de trabajo.
Pero hace un par de meses, Hyoga tuvo que salir de viaje a su país natal, que no visitaba hace años.
No dió muchas explicaciones al respecto, simplemente dijo que eran asuntos familiares que debía resolver.
Shun lo aceptó, confiando en su rubio de ojos azules.
Fue difícil para él estar separado del que consideraba el amor de su vida, pero al menos, finalmente lo tenía de regreso.
- Pensar que en unos días será nuestro sexto aniversario juntos.- Susurró Hyoga, mientras le acariciaba el cabello, haciéndolo volver al presente.- Cómo vuela el tiempo, ¿no?
Shun asintió, acurrucándose en el pecho de Hyoga, sintiendo el calor que desprendía su piel.
- Te amo.- Añadió susurrando el rubio.- No puedo creer como han pasado ocho años desde que nos conocemos, seis desde que te confesé mis sentimientos... Y yo te amo igual que el primer día.
- También te amo.- Respondió Shun.- Tú fuiste la luz que llegó a mi vida en mi momento de mayor oscuridad.
Hyoga besó sus labios con cariño, recordándole lo mucho que lo amaba.
- Tú lo haz dicho, cielo: Fuí solo la luz que te iluminó el camino, pero tú fuiste quién decidió avanzar y no quedarse estancado.- Le sonrió.- Eres mucho más fuerte y valiente de lo que crees. Eres capaz de lograr absolutamente todo lo que te propongas, y nada ni nadie puede detenerte de alcanzar tus objetivos.
- Siempre me dices cosas como esa.- Susurró el peli-verde, sonrojándose levemente.
- Te las digo, porque tú muchas veces pareces olvidarlas, y como buen novio es mi deber recordartelas.- Le sonrió Hyoga, abrazándolo aún más fuerte.- Te amo, y lo haré siempre. Nunca dudes de eso, ni tampoco lo olvides.
Shun se acurrucó con su novio, quedándose profundamente dormido en los brazos de ese hombre al que amaba con toda su alma.
Mentiría si dijera que podría seguir su vida como si nada sin ese rubio a su lado. Que si Hyoga desapareciera el día de mañana, no lo extrañaría... Porque la verdad era que lo amaba desde hace años, y eso no había cambiado.
Obviamente, no todo era color de rosa y lleno de azúcar y arcoiris. Shun tenía bastantes inseguridades, que si fueran tangibles, serían suficientes para llegar a la luna. Después de haber pasado gran parte de su vida sumergido en un constante estrés y presión por su apariencia, su peso y en general, todo de él, era difícil simplemente dejar todo eso atrás.
Aún recordaba los años de su tierna infancia, cuándo comenzó a practicar el patinaje a los tres años. Y si bien, había tenido experiencias bastante lindas y que no cambiaría por nada del mundo, como conocer a su mejor amigo, también había vivido una constante presión.
Recordaba que desde muy corta edad se había visto en necesidad de acudir a un nutriólogo y a un dietista para apegarse a un plan de alimentación bastante estricto y riguroso. El como a veces veía comer golosinas y demás comida con altos contenidos calóricos a su hermano o a sus amigos y compañeros de escuela, y él casi siempre tenía que abstenerse de ello. Pero llegar a ser como esos patinadores que veía en la televisión, y llegar algún día a los juegos olímpicos para representar a su país, era su sueño, y estaba dispuesto a hacer esos pequeños sacrificios para lograrlo.
Durante su infancia, fue algo difícil, pero sus padres de vez en cuándo le permitían romper su dieta y comer algunas golosinas, así que no fue tan distinta a la de un niño normal.
Pero cuándo llegó la adolescencia, y con ella todos los cambios en su cuerpo... Todo se puso de cabeza.
Ganó un par de kilos, como era normal durante esa etapa de la vida, ya que la más muscular comienza a desarrollarse y aumentar de tamaño. Y su entrenador y sus médicos le dijeron que no había nada de qué preocuparse, ya que aún tenía un peso aceptable. Pero para Shun fue desastroso.
Por algo muchas personas dicen que la etapa más difícil para un ser humano es la adolescencia, no solo por todos los cambios físicos que implica, sino también por los cambios hormonales.
Algunos jóvenes pasan de ser angelitos de mamá y papá, a convertirse en rebeldes sin causa. Otros, que durante la infancia fueron huracanes andantes, en la adolescencia se calman. Y otros más, siguen siendo igual que en su infancia, pero con miles de inseguridades en la cabeza atormentandolos día y noche, como fue el caso de Shun.
Manteniendo esa dulzura, amabilidad y nobleza que lo caracterizó desde siempre, pero viéndose envuelto por inseguridades sobre su cuerpo.
La presión por mantener un peso fijo y una linda apariencia física se hicieron cada vez más grandes, especiales cuándo tuvo que dejar las ligas infantiles e incorporarse a las juveniles, y con ello, cambiar de entrenador.
Su nueva entrenadora era todo lo contrario a su primer entrenador. Era una mujer bastante exigente, de mal carácter, y muy poco empática con sus alumnos.
Todo el tiempo se la pasaba exigiéndole más y más a los jóvenes bajo su tutela. Siempre debían ser más delgados, más flexibles, más ágiles, más rápidos... Parecía que nunca nada era suficiente.
Shun incluso recordaba el día del accidente, y el cómo su entrenadora fue al hospital solo para preguntar si podía seguir compitiendo, y al recibir una respuesta incierta de los médicos, se dirigió a él.
"Más te vale no echar a perder todo mi trabajo, estúpido mocoso. Recuerda que eres tan reemplazable como cualquiera de los incompetentes de la academia, así que si no puedes volver a patinar, no creas que detendré todo por un inútil como tú."
Esas palabras aún resonaban en su mente cada tanto. Pero quizás fueron peores las "dulces" palabras de despedida que le dió su entrenadora cuándo los médicos le informaron que no volvería a patinar.
"Bueno, supongo que era obvio que un pedazo de basura como tú jamás lo conseguiría. No estás hecho para ésto, quizás lo mejor es que no sigas estorbando en el camino de otros jóvenes con más talento que tú."
Recordaba que Ikki y sus padres estaban presentes cuándo la entrenadora dijo eso. Y el cómo Ikki y su madre no dudaron ni un segundo en echarla a patadas, no sin antes responder sus insultos con 'amables' palabras igual o peores, antes de jalonearla del cabello hasta la puerta.
Ese día la pobre mujer descubrió de la peor forma posible de quién había heredado Ikki su carácter.
En fin... Eso ya estaba en el pasado.
Y quién sabe, quizás su ex-entrenadora tenía razón después de todo, y verse forzado a dejar el deporte de forma competitiva había sido lo mejor que le pudo pasar.
Porque si jamás hubiera tenido ese accidente, quizás no habría conocido a Hyoga, y ahora no tendría a su lado a ese galante rubio al que adoraba con el alma.
Hyoga llegó a su vida igual que un ángel, para sanar todas sus heridas del pasado, hacerle ver que 'no sirve de nada llorar por la leche derramada', como solía repetirle Hyoga hace años. Y que la vida es como un libro, un mal capitulo no tiene porqué significar el final.
Hyoga lo amaba a pesar de sus inseguridades, de sus celos muchas veces infundados y de sus múltiples temores. Incluso a Shun le era difícil comprender cómo Hyoga podía soportarlo, cuándo muchas veces ni siquiera él era capaz de soportarse a sí mismo.
Simplemente no podría describir el miedo que sentía de perder a Hyoga, del daño que le haría su partida, y de lo doloroso que sería tener que seguir sin él a su lado.
Es un sentimiento muy difícil de explicar
Lo loca que me pongo si demoras en llegar
Pido a Dios que no me dejes
Y por siempre que proteja nuestro amor
Como tú, no existen dos
Hasta el fin del mundo
[...]
Pasaron un par de semanas desde que Hyoga volvió de Rusia, y por alguna razón había citado a Shun en el centro comercial.
Todo comenzó como una aparente mañana de un día de descanso normal. Shun se despertó, pero ésta vez notó que Hyoga no estaba acostado a su lado.
Pensó que tal vez había ido al baño, o a la cocina para buscar algún bocadillo matutino. No le dió mucha importancia, y quiso volver a dormir, pero minutos después, comenzó a sentir ganas de ir al baño.
Se puso de pie, y se dispuso a ir al sanitario, esperando que Hyoga no estuviera usándolo.
Para su sorpresa, no encontró al rubio por ningún lado. Entonces pensó que quizás había ido a comprar algo al supermercado más cercano o algo así, pero al ver una pequeña nota sobre la mesa, descartó la idea.
Tomó el pedazo de papel en sus manos, y leyó el contenido:
"Buenos días, cielo:
Si estás leyendo ésto, entonces significa que despertaste, y como habrás notado, no estoy en casa.
En fin...
Para celebrar nuestro aniversario, preparé una sorpresa especial para tí, pero primero necesito que vayas a unos cuántos lugares, dónde he dejado algunas pistas distribuidas en algunos puntos de la ciudad. ¿Aceptas?"
Shun sonrió, mientras rodaba los ojos. No era la primera vez que Hyoga hacía alguna actividad como esa para él.
Giró la hoja, sabiendo que su primera pista siempre estaba al reverso de la nota.
"¡Bien!, ¡aceptaste!
Tu primera pista podrás encontrarla en el lugar dónde todo comenzó."
Leyó al reverso del papel. Y de inmediato supo a dónde debía dirigirse.
No perdió más tiempo, fue a cambiarse de ropa, y salió de su hogar, rumbo al lugar dónde conoció a su adoración rusa.
...
Condujo hasta llegar al puente del que años atrás intentó saltar, y Hyoga lo salvó.
Estacionó el auto dónde pudo, y al llegar a la cima del puente, se encontró con un rostro conocido.
- Vaya, hasta que llegas.- Comentó Seiya apenas lo vió.- Llevo como dos horas esperándote, creí que no ibas a llegar nunca.
- Lo siento, vine tan rápido como pude.- Se disculpó el peli-verde.
- En fin, ésto es para tí.- Dijo Seiya, entregándole un sobre de color blanco.- ¡Suerte!- Añadió, para después irse, dejando solo a Shun.
El peli-verde abrió el sobre para obtener la siguiente nota, y saber a dónde debía ir ahora.
Al abrir el sobre, se sorprendió que no solo contenía la nota, sino un pequeño broche para el cabello con forma de flores.
Quizás era parte de la sorpresa, así que simplemente lo guardó nuevamente en el sobre, y éste en la pequeña mochila que llevaba con él, quedándose únicamente con la nota.
"¡Lo lograste! Felicidades, cariño, encontraste la primera pista.
Tu siguiente pista está en el lugar que fue el primer testigo de nuestro amor.
Suerte."
Le tomó algo de tiempo entender a dónde debía ir ahora, y cuándo finalmente creyó haberlo descifrado, se puso en marcha.
...
Llegó hasta el parque dónde Hyoga le declaró sus sentimientos hace seis años.
El festival se celebraría esa misma tarde, por lo que ya había unas cuántas personas esperando.
Mirar todos los árboles, cubiertos de ese hermoso color rosa le traía recuerdos igual de hermosos.
El lugar exacto dónde había sido, era bajo un árbol de cerezo, casi en la entrada del parque, por lo que no fue difícil llegar hasta ahí.
Bajo ese árbol de cerezo, vió un ja cabellera anaranjada que reconocería en cualquier lado.
- Al fin llegas.- Le dijo Mime, riendo levemente.- Aquí tienes.
- Gracias, Mim.
Después de eso, Mime se retiró del lugar.
Nuevamente le habían entregado un sobre blanco. Del interior, además de la nota, sacó otro broche idéntico al anterior.
Al igual que antes, guardó el broche y el sobre en la mochila, y leyó la nota:
"¡Felicidades, cariño!, conseguiste encontrar la segunda pista.
La siguiente pista se encuentra en el mismo lugar que nos vió crecer como médicos."
Esa era quizá la más fácil hasta ahora. Sin duda, Hyoga hablaba de la universidad.
Guardó la nota en su mochila, y emprendió la carrera nuevamente.
...
Llegó hasta la universidad que los formó como profesionales de la salud, y que fue uno de los lugares testigos de su amor.
Apenas estacionó el auto, cerca de la entrada, divisó a Shiryu, sosteniendo a su pequeño hijo en brazos.
- Hola, Shun.- Le sonrió Shiryu.
- Hola, a los dos.- Les sonrió el peli-verde.
- Creo que Ryuho tiene algo para tí, ¿no es así, pequeño?
El bebé de apenas ocho meses de edad estiró sus pequeños bracitos en dirección de Shun, sosteniendo un sobre igual que los anteriores.
- Muchas gracias, Ryuho.- Le sonrió Shun al bebé.- Gracias, Shiryu.
El peli-negro asintió, y después de despedirse, se retiró del lugar, junto con su hijo.
Shun abrió el sobre, ésta vez había unos pétalos de rosas blancas dentro. Repitió el mismo proceso que con los anteriores, y leyó la nota:
"¡Wow!, ¿tan rápido? ¡Eres increíblemente bueno en ésto!
Tu siguiente pista está en el lugar que fue escenario de muchos momentos felices, pero también de algunas escenas no tan buenas.
¿Quieres una pista extra? También fue el escenario de la peor vergüenza de Seiya."
Ésta vez le tomó un poco más de tiempo descifrar la pista. Había varios lugares que podrían encajar con esa descripción, pero la última frase es la que lo hizo apostar por uno: En centro comercial.
...
Llegó hasta el lugar, y no dudó en ingresar, hasta llegar al centro de la plaza, dónde había una enorme fuente de agua.
Y al parecer, ese día la suerte estaba de su lado, ahí pudo ver sentado a su mejor amigo esperándolo.
- Al fin llegas.- Le sonrió el peli-lila.- ¿Tan difícil fue adivinar?
Shun rió levemente, dejándole a Sorrento leer la nota.- Un poco.- La verdad era que la última pista era algo ambigua, pero recordó lo que lo hizo apostar por el centro comercial.- Aquí fue dónde Seiya se cayó dentro la fuente, y terminó resbalandose como cinco veces antes de que Ikki lo sacara.
Ambos rieron al recordar aquel suceso. Fue un día en el que habían salido en un especie de citas múltiples, cada uno con su pareja: Alberich y Mime, Sorrento y Kanon, Shiryu y Shunrei, Ikki y Seiya, y Hyoga y él.
Seiya se subió al borde de la fuente, pero no tomó en cuenta que ésta estuviera salpicada de agua. Terminó resbalando y cayendo dentro de la fuente.
Por las prisas de ponerse de pie, no tomó en cuenta la salida de los chorros de agua, y terminó resbalando múltiples veces, siendo goleado por los chorros de agua de paso, causando las risas de todos los que pasaban, hasta que Ikki terminó metiéndose a la fuente para sacarlo en brazos.
- Vaya que esa debió ser la peor vergüenza que ya pasado Seiya.- Rió Sorrento.- En fin, aquí tienes.- Añadió el peli-lila, devolviéndole la nota, y entregándole otro sobre.- ¡Buena suerte!
Abrió el sobre, encontrándose ésta vez con unas pequeñas figuras de porcelana, una con forma de corbatín y otra de un sombrero de copa.
Las guardó ambas, junto con el sobre, y leyó la nota:
"¡Bien hecho, cielo!, ¡ya casi lo logras!
Tu última pista se encuentra en el lugar que ha sido testigo de nuestras tristes despedidas, pero también de nuestros más dulces reencuentros.
¡Buena suerte!"
De inmediato supo a dónde ir; el aeropuerto.
Cómo imaginarme esta vida sin tu amor
Si te necesito igual que al agua, oh
Me derrumbaría si me dejaras de amar
Me harías una herida mortal, mortal
Condujo tan rápido como pudo, hasta llegar a su destino.
Estacionó dónde pudo, y al llegar frente al aeropuerto, vió a una de las personas más importantes de su vida esperándolo.
- ¡Ikki!- Saludó alegremente a su hermano, para después abrazarlo, siendo correspondido.
- Por un segundo creí que te habías arrepentido.- Rió Ikki, después de que se separaron.- En fin, ésto es para tí.
Ikki le entregó el sobre que contenía su última pista. Lo abrió, y en su interior encontró un cordoncito de color rojo.
Lo guardó, igual que todos los objetos anteriores, y procedió a leer la nota.
"¡Buen trabajo!, conseguiste encontrar todas las pistas.
Ahora Ikki será el encargado de llevarte a tu sorpresa... ¡Oh!, por cierto, para hacerlo más emocionante, tienes que ir con los ojos vendados.
¡Nos vemos pronto!
Te amo."
- ¿Nos vamos ya?- Preguntó su hermano.
Shun asintió, guardando la nota.
Subió a su auto, ésta vez en el asiento del copiloto, dejando a su hermano conducir.
Una vez que estuvo sentado en su lugar y con el cinturón de seguridad puesto, se cubrió los ojos con una pañoleta de color blanco que Ikki le había dado.
...
El viaje duró unos cuántos minutos, en los que solo escuchaba el sonido del tráfico y los bullicios de la gente, sin saber a dónde iban.
Hasta después de un buen rato, Ikki detuvo el auto, indicándole que ya habían llegado, pero todavía no podía quitarse la venda de los ojos.
Su hermano lo ayudó a bajar del auto y lo guío.
Le fue fácil intuir que habían ingresado a una casa, el que de un momento a otro la sensación del calor de los rayos del sol en su piel se desvaneciera por completo se lo hizo saber.
Pero también notó algo peculiar: el aroma en el aire.
Era el aroma de una jardín lleno de flores de todo tipo, como el jardín que sus padres tenían.
Estaban en casa de sus padres, pero ¿por qué?
Sintió que salieron de la casa, y habían llegado hasta el patio trasero, cuándo nuevamente sintió el calor del sol, y el aroma a flores se hizo más fuerte.
- Llegamos.- Le hizo saber su hermano.
- Puedes quitarte la venda en 3...- Escuchó ahora la voz de Hyoga.- 2... 1... ¡Ahora!
Shun llevó sus manos al nudo tras su nuca, para deshacerlo y retirarse la pañoleta.
Cuándo finalmente consiguió retirar la tela de sus ojos, se llevó una enorme sorpresa que definitivamente no se vió venir.
Hyoga estaba arrodillado enfrente de él, sosteniendo una pequeña caja que contenía un hermoso anillo dorado. Y detrás de él, estaban sus padres y sus amigos más cercanos, sosteniendo unos carteles, que al juntarlos se podía leer la pregunta: "¿Quieres casarte conmigo?"
- H-Hyoga...
- ¿Qué dices?
Shun no se lo podía creer. Estaba viviendo la escena con la que muchos solo sueñan.
Ahora todos los objetos recolectados con las pistas tenían sentido: los broches para el cabello, los pétalos, las figuritas de porcelana, el cordón...
- ¡Si!- Gritó de la emoción, para después abrazar con fuerza al rubio.
El resto de los presentes no dudó en festejar el compromiso de ambos, vitoreando desde sus lugares.
Por eso mi amor
Hasta el fin del mundo
Hasta el fin del mundo
Una vez que hicieron oficial el compromiso enfrente de todos, y lo festejaron al lado de sus seres queridos, finalmente habían vuelto a casa.
Se encontraban acostados en la cama que compartían, mirándose fijamente, sonriendo como los enamorados que eran.
- Entiendo lo de las figuritas de porcelana y los pétalos, pero ¿por qué el cordón rojo y los broches?- Preguntó Shun sonriendo, mientras abrazaba los objetos que había recolectado ese día.
Hyoga acarició su mejilla, pasando la mano después por su cabello antes de responder.
- Le cordón de color rojo representa el hilo rojo del destino.- Le sonrió el rubio, y entonces Shun recordó esa leyenda.- El hilo que une a las personas destinadas a amarse por toda la eterna... Estoy seguro de que tú eres esa persona, y por eso es que puse ese cordón, representando nuestro amor.
Shun sonrió enternecido, mientras sus mejillas se teñían levemente de color rosa.
- ¿Y los broches?
- Eran de mi madre. Han estado en mi familia por generaciones.- Respondió Hyoga, sorprendiendo a Shun.- Se heredan de madre a hija, su abuela se los heredó a su madre el día de su boda, y mi abuela se los heredó a mi madre antes de fallecer.- Siguió explicando la historia de esos broches.- Mi madre jamás se casó, y su madre jamás pudo verla casarse. Pero hace años, antes de que mi madre muriera, me dijo que le entregara esos broches a la persona con la que eligiera compartir mi vida.
- Hyoga, yo... N-No tenía idea.- Tartamudeó nervioso.- Yo... N-No puedo aceptarlos, son muy importantes para tí.
Entonces Hyoga le tomó de las manos, dónde sostenía los broches.
- Son un símbolo de amor que ha pasado de generación en generación. Le hice la promesa a mi madre de que seguiría la tradición.- Le sonrió el rubio.- Y tú eres la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida. Estoy seguro de que mi madre estaría feliz de que tú los conservaras.
- Estoy seguro de que no soy ni la mitad de lindo que las mujeres que los usaron en el pasado.- Replicó el peli-verde, bajando la vista.- No creo merecer semejante regalo.
Hyoga besó sus labios con toda la ternura y cariño que podía, antes de responder.
- ¿Sabes porqué volví a Rusia después de tantos años?- Shun negó en respuesta, Hyoga no dijo nada al respecto.- Fuí a visitar la tumba de mi madre.- Explicó el ruso.- Fuí para pedir su bendición, y para decirle lo mucho que te amo, y quiero estar toda mi vida contigo... Por eso estoy seguro de que ella estaría felíz de que formes parte de la familia.
Shun solo se abrazó a Hyoga por varios minutos, y después de separarse, miró nuevamente los hermosos broches en sus manos.
- Entonces, ¿los usarás el día de nuestra boda?
Shun sonrió, mirando los broches. Por alguna razón, de pronto sentía una calidez en su pecho, como si la madre de Hyoga tratara de decirle que aceptara los broches.
Finalmente, asintió, aceptando aquel regalo, para después volver a besar y abrazar a Hyoga.
- Prometo cuidarlo con mi vida.- Prometió el peli-verde.
- Y yo prometo amarte con todo mi ser por el resto de mi vida.- Prometió Hyoga, para después volver a besarlo.
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Bueno, este songfic está dedicado a saraiCos
Perdón por tardar tanto, tuve unos cuántos contratiempos.
Aún así, espero que te haya gustado 💕
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