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Criminal (🦅MinosxAlbafica🥀)

Él es un estafador, no es bueno en absoluto
Él es un perdedor, es un vago
Miente, fanfarronea, no es confiable
Él es un tonto con una arma

Aún recuerdo cuando te ví por primera vez. Fue en aquel callejón a unos cuantos pasos de la escuela, mientras viajaba junto a mis primos en el auto que mi tío recién le había regalado al mayor de nosotros por su cumpleaños.

Normalmente no prestaba atención a nada a mi alrededor. Éste era ya mi tercer y último año en aquel instituto, y jamás había visto absolutamente nada relevante.

Todos los inicios de año eran siempre lo mismo: chiquillos de nuevo ingreso asustados por su primer día como preuniversitarios, otros cuantos de último año planeando bromas para darles la bienvenida a los nuevos, algún que otro alumno nuevo o enviado de intercambio... Todo era bastante aburrido.

Pero en esa ocasión, giré mi vista hacia aquella dirección, y no pude evitar abrir mis ojos asombrado al ver una larga cabellera celeste.

Estabas recargado en la pared de uno de los edificios, con un cigarrillo encendido en los labios, y con un semblante que parecía inmutable. Resaltabas bastante entre todos los niños mimados que estaba acostumbrado a ver a diario por las cercanías del colegio, todos usando pulcros uniformes, con camisas blancas de botones, sacos y faldas o pantalones negros, a juego de una corbata roja. Mientras que tú usabas unos ajustados jeans de color negro, una camiseta a juego con tu cabello, y una chaqueta y botas de cuero negro.

Me fue imposible ignorar tantos detalles, como las cadenas decorativas que colgaban de la cinturilla de tus pantalones, o las púas metálicas en tus botas y chaqueta, y ese pequeño tatuaje debajo de tu ojo, una pequeña lágrima de color negro. Y ni hablar de esos pequeños piercings en tu ceja y tu labio inferior.

Creo que te miré demasiado y hasta tú te diste cuenta, ya que volteaste en mi dirección, y en ese momento dí un brinco en el asiento, desviando rápidamente la vista.

Aiacos y Radamanthys se dieron cuenta y no tardaron en preguntar qué pasaba. Yo solo dije que una abeja había intentado entrar, ellos me miraron incrédulos, pero no insistieron.

Ese día transcurrió con relativa normalidad, ir a clases, salir a los breves recesos, y a repetir hasta la hora de salida.

Lo único diferente en aquella ocasión, fue que Radamanthys se lesionó durante la práctica de soccer, y fue trasladado a un hospital.

Radamanthys era el único de nosotros que sabía conducir, y nuestro tío probablemente estaba en el hospital con él. Así que Aiacos y yo tuvimos que tomar un taxi por aquella vez.

No solíamos caminar ni siquiera una cuadra después de terminar las clases, y menos a la hora de la salida, cuándo ya había anochecido. Desde la muerte de nuestros padres y la hermana de Aiacos, nuestro tío se ha hecho cargo de nosotros, y siempre nos ha sobreprotegido bastante. Así que ambos estábamos algo nerviosos.

Apenas íbamos a mitad de camino para llegar al sitio de taxis más cercano, cuando comencé a sudar frío y a temblar levemente de forma inconsciente. Mi instinto me decía que algo malo estaba a punto de suceder... Y al parecer, no me equivoqué.

Cuando intenté llamar la atención de Aiacos, colocando mi mano en su hombro, sentí un metal frío contra la piel de mi cuello.

Aiacos casi se desmaya del susto, y yo, aunque intenté guardar la calma, no pude evitar el leve temblor en todo mi cuerpo.

No hacía falta ser genio para adivinar que se trataba de un atraco. Así que intenté poner en práctica lo que muchas veces nos advirtieron en la escuela en este tipo de situaciones. Mantener la vista en el suelo, no ver la cara del asaltante, no oponer resistencia y entregar todo lo que pida, para tener una oportunidad de salir con vida.

Aiacos estaba petrificado por el miedo, pero aún así me las arreglé para que obedeciera las indicaciones.

En esos momentos no podía dejar de rezar porque fuera una horrible pesadilla, o que alguien aparecieron para salvarme de aquella situación... Y al parecer, mis plegarias fueron escuchadas por alguien.

- ¡Oye, idiota!

Escuché una voz desconocida, y después unos pasos acercarse a nosotros, pero no me atreví a levantar la vista.

- Por si no estás enterado, ésta es mi zona.

Cuando aquella persona estuvo enfrente del atacante, quien aún apretaba la navaja contra mi cuello, pude ver algo que llamó mi atención.

- Así que te lo pondré así de sencillo: Podemos resolver ésto por las buenas, así que te largas por donde llegaste, y no vuelves a aparecer por aquí. O puede ser por las malas, y de aquí no sales en una pieza.

"¡Es él!" Fue lo primero que pensé al ver las púas metálicas que decoraban las botas de cuero.

Me perdí tanto en mis pensamientos, que tan solo reaccioné cuando caí de lleno al suelo.

Lo siguiente que escuché, fueron una serie de golpes y los quejidos del sujeto que me había amenazado con una navaja.

- Te dejaré ir para que les digas a todos tus amigos lo que les pasa a los que intentan meterse en mi territorio.- Gruñó aquel pandillero, del cuál desconocía su nombre en ese momento.- ¡Así que lárgate antes de que me arrepienta, y ni se te ocurra volver!

Hasta entonces me atreví a voltear, y ví como el hombre huyó a pasos torpes y rápidos, en medio de gimoteos por el dolor.

- ¡¿Qué me ves?!

Ese tono de voz, y ese fuerte y explosivo carácter contrastaban totalmente con su apariencia casi angelical, y me fue imposible ocultar mi fascinación.

- Y-Yo... Gracias.- Tartamudeé torpemente.

- Será mejor que se vayan de aquí cuanto antes.- Dijo, dejando caer en mis manos los teléfonos y las billeteras que aquel sujeto casi nos había robado.- Unos niños torpes y forrados en dinero como ustedes son presa fácil por éstos rumbos.- Añadió, para después alejarse y perderse en medio de las oscuras calles.

Quise ir tras él, y preguntarle su nombre, y lo intenté, pero la luz y el sonido de la bocina de un auto me lo impidieron.

Al parecer, nuestro tío había enviado su conductor particular a buscarnos, pero a causa del tráfico en la ciudad, no había llegado a tiempo para la hora de la salida.

Aiacos estaba muerto del miedo, y no tardó ni dos segundos en saltar dentro de la limusina, temblando como un perro bajo la lluvia.

Yo no tuve más opción que seguirlo. Definitivamente el tío Hades nos iba a querer matar a todos cuando se enterara de lo que pasó: A Caronte por llegar tarde, y a nosotros por no haber Respondido sus llamadas ni haber tenido la cortesía de esperar al menos unos minutos más en el colegio.

Pero gracias a ese ángel de ropas negras y cabellos celestes que llegó en mi ayuda, no pasó nada malo. Así que estaba decidido a dar con él y encontrar la forma de agradecerle por haberme salvado.

Sé que me dijiste que debería alejarme
Sé que dijiste que es solo un perro descarriado
Él es un chico malo con un corazón contaminado
E incluso yo sé que esto no es inteligente

Tal y como esperaba, esa noche, nuestro tío estuvo a nada de volverse loco cuando a Aiacos se le soltó la lengua y le contó todo lo que pasó.

Después de que los tres recibieramos el regaño de nuestras vidas, el tío Hades nos informó a Aiacos y a mí que Radamanthys estaría incapacitado por un par de semanas, y Caronte nos iría a dejar y recoger de la escuela durante ese tiempo.

Aunque quisiera negarme, me mordí la lengua, sabiendo que mi tío me cuestionaría inmediatamente la razón. Así que no tuve opción más que acceder.

Así pasé varios días intentando acercarme, pero siempre había algo que lo impedía. Si no era Caronte, esperando por órdenes directas de Hades, hasta que la campana sonara para retirarse, entonces era mi entrometido primo, o era que aquel pandillero me rehuía. Pero siempre pasaba algo.

Hasta que un viernes, justo el último día que Caronte nos llevaría al escuela, después de esperar escondido pacientemente hasta que el chófer de mi tío se marchara apenas sonó la campana, crucé rápidamente la entrada de la escuela y me escabullí hasta aquel callejón, sin ser detectado por ningún maestro.

Cuando me asomé, pude verlo, justo como el primer día que lo ví. Inconscientemente, una sonrisa se dibujó en mis labios, y quise acercarme, pero cuando él giró su vista hacía mí, me paralicé por completo.

Nuestras miradas chocaron, y yo giré la cabeza a un lado, avergonzado, pero él no, y podía sentir su mirada atravesandome.

- ¿Vas a decir algo, o solo vas a quedarte ahí parado como imbécil?

El escuchar su voz me hizo dar un brinco.

- Y-Yo...- Intentaba hablar, pero las palabras se trababan en mi garganta.- Gracias por salvarme de ese tipo.

Él me miró de arriba a abajo, con una mueca que no supe interpretar, antes de responder.

- Agradeceme manteniéndote lejos de mí, princesita.- Soltó finalmente.- Siempre te me quedas mirando demasiado. Eres bastante extraño, y me desagrada que me mires de esa forma.

Maldije mentalmente esa extraña manía mía de mirarlo fijamente cada vez que se cruzaba en mi campo de visión. Pero ¿cómo evitarlo?

- En fin, pequeño bebé, será mejor que vuelvas a clases o mami podría quitarte tu teléfono.- Añadió con burla, y ésta vez sí comencé a molestarme.- O tal vez papi no te preste si tarjeta de crédito, o yo qué sé cuales son los problemas de niños ricos como tú.

Una pequeña molestia creció aún más en mi pecho, y, aunque no era algo común en mí, decidí responderle de la misma forma.

- Supongo que tienes cosas qué hacer, ¿no, Mr. Bad Guy?- Dije, con una sonrisa triunfante en mis labios al ver su reacción de molestia.- Yo qué sé cuales son las obligaciones diarias de pandilleros adictos al cigarrillo, además de pasar horas en cualquier callejón, silbando a todas las mujeres que les pasen enfrente, y esnifando coca.

De pronto, un puñetazo en la pared, justo a un lado de mi rostro, me recordó con qué tipo de gente estaba hablando.

- Tú lo haz dicho, idiota. No tienes una puta idea de mi vida.- Gruñó, haciéndome temblar levemente.- Así que si no quieres terminar igual o peor que el imbécil del que te salvé el culo, será mejor que te largues a arreglar tus uñas o a tomar el té con tus amigos, y no te vuelvas a acercar por aquí.

Tragué grueso antes de responder, por un momento olvidé que estaba enfrente de un tipo, que a pesar de su linda apariencia, no dejaba de ser un delincuente juvenil, capaz de romperme todos los huesos del cuerpo si se lo proponía.

Después de darme ese pequeño susto, él comenzó a alejarse, y yo, de inmediato fuí tras él... Hasta hoy sigo preguntándome porqué.

- Lo siento.- Murmuré, sujetando suavemente su hombro.- Yo... Quería agradecerte por ayudarme esa vez, y... Creo que terminé haciendo todo lo contrario.- Añadí, y él gruñó, probablemente harto de mí.- ¿Me dejarías invitarte a tomar algo, como disculpa y agradecimiento?

Lo escuché reír, antes de voltear a verme.- No sé si me das risa o vergüenza ajena.- Dijo entre risas.- Ya te dije lo que debes hacer para agradecerme. Así que empieza de una vez, pareces un niño malcriado haciendo un berrinche por no tener el juguete que quería.

Después de eso, se soltó fácilmente del agarre, y se alejó, dejándome con las palabras en la boca.

Yo me quedé ahí, en medio del callejón, con la mirada agachada.

¿Realmente actuaba como un adolescente malcriado?... Quiero decir, mis padres siempre fueron muy fríos y algo rudos conmigo, y desde que quedé huérfano a los cinco años, mi tío siempre fue bastante estricto, no solo conmigo, sino también con mis primos.

A pesar de haber nacido en lo que la gente considera "una cuna de oro", nunca obtenía lo que quería sin antes ganarlo. Cuando vivía con mis padres, lo único de lo que estaba rodeado siempre, era de libros de todo tipo, algunos bastante complejos para un niño.

Desde que mis padres descubrieron que mi coeficiente intelectual estaba levemente por encima del promedio, no descansaron en su intento de convertirme en un "superdotado"... Quizás por eso, sus muertes no me afectaron como todos esperaban, y hasta ahora, sigue sin dolerme hablar al respecto.

Cuándo mi tío me adoptó, aunque no era tan estricto como mis padres, y ciertamente, me mostraba un poco más de cariño que ellos, tampoco nos llenó de dulces y juguetes. A lo mucho teníamos dos o tres juguetes nuevos al año.

Hades también nos obligaba a tomar clases de etiqueta y buenos modales. Tampoco nos permitía comportarnos de forma déspota con ninguno de sus trabajadores, incluso solíamos tratarlos como parte de la familia.

Me perdí en mis pensamientos, hasta que sentí una mano posarse sobre mi hombro.

- Minos, ¿qué haces aquí?

Al girar, me topé con unos ojos violetas y una larga cabellera similar a la mía.

- Lune... ¿Qué haces aquí?

Un chico que conocía desde hace años, y de las pocas personas con las que no compartía lazos sanguíneos, con las que era cercano.

- Te ví cuando saliste de la escuela. ¿Qué estás haciendo aquí?

- Nada.- Mentí.- Solo... Olvidé un libro en la limusina y traté de decirle a Caronte, pero no lo alcancé.

Lune alzó una ceja, mirándome fijamente. No me había creído ni media palabra.

- ¿Por qué me seguiste?- Pregunté, intentando desviar su atención, y lo logré.- No traes tu mochila, ¿en serio fuiste capaz no solo de escaparte, sino de dejar tus cosas en la escuela solo por ir tras de mí?

Ví las mejillas de Lune teñirse levemente. Había dado en el clavo.

- Oh, Lune. No sabía que te gustaba tanto.- Añadí riendo, mientras me dejaba caer, hasta sentarme, recargando mi espalda en la pared.- ¿En serio te sigo gustando después de tantos años?

- ¡No digas tonterías!- Exclamó, negando con la cabeza.

- No parecía lo mismo cuando me besaste en mi fiesta de cumpleaños cuando teníamos siete años.- Repliqué, conteniendo la risa.- O cuando nos besamos en el armario, en la fiesta de cumpleaños de Radamanthys cuando teníamos 13 años, o cuando-

- ¡Ya entendí!- Interrumpió, agachándose a mi altura, cubriéndome la boca.- No digas eso en voz alta, y menos cuando estamos cerca de la escuela y cualquier persona podría escucharte.

Yo me solté del agarre, dejando escapar una pequeña risa.- ¿Quieres recordar los viejos tiempos acaso, Lune?

Él desvió la vista, pero no negó. Yo volví a reírme por lo bajo, y después ví a Lune acercar su rostro al mío, con sus ojos cerrados, pero justo antes de que nuestros labios siquiera se rozaran, me cubrí con una mano, evitando el contacto.

Él me miró confundido, y yo solo mantuve una sonrisa triunfante.

- ¿Lo ves, Lune?- Dije, después de dar una pequeña carcajada.- Ésta es la razón por la que terminé, y no volvería contigo así fueras el último ser vivo sobre la faz de la tierra.

Lune se quedó callado, y agachó lo vista. Él sabía de sobra lo mucho que me molestaron sus acciones en el pasado, y las razones por las que lo dejé.

- Cuándo no hay testigos, no dudas en besarme, tocarme y decir que me amas.- Continué con mi reproche.- Pero en público no eres capaz de siquiera mirarme a los ojos. A tí te importa mil veces más lo que tus padres y las personas piensen que yo. Así que lo mejor será continuar como lo que somos, y nunca debimos pasar de ser: amigos. Nada más.

Lune no respondió nada, y simplemente asintió.

- Ahora mejor vete, o estarás en problemas por faltar a clases.

Él volvió a asentir, y se puso de pie, visiblemente avergonzado, y caminó fuera del callejón, hasta perderse de vista.

Sabía que él no me delataría. A pesar de todo, Lune me sigue siendo tan devoto como el primer día. Pero aunque yo realmente llegué a amarlo, no estoy dispuesto a vivir una mentira ni ocultar quién soy en realidad. ¡Maldita sea!, ni siquiera mi tío hizo un melodrama cuando le confesé que me gustaban los hombres, él y mis primos ni siquiera me juzgan por ello, entonces ¿por qué demonios debería importarme lo que un montón de idiotas piensen al respecto?

Me quedé sentado en ese lugar por unos minutos más, intentando calmarme. En cuestión de minutos había experimentado una montaña rusa de emociones que hace tiempo no ocurría, y necesitaba tiempo para asimilarlo.

Cuando finalmente conseguí poner todas mis ideas en orden, me marché de aquel callejón sin un rumbo fijo.

Debía matar el tiempo por varias horas, hasta que la hora de salida llegara. Pero no tenía a dónde ir.

Aproveché este día porque Aiacos está en casa con un resfriado, y Radamanthys aún en reposo por su lesión, así que volver a la mansión no es una opción.

Acababa de mandar a Lune al demonio, así que tampoco podía convencerlo de ir a su casa.

Las pocas personas con las que me llevaba bien y que no vivían conmigo, estaban en clases, así que tampoco podía recurrir a alguno de ellos.

Sin más remedio, tuve que aventurarme a hacer algo que jamás imaginé y que nunca antes había hecho: recorrer la ciudad por mi cuenta.

Desde que nos adoptó, mi tío nos llevaba de paseo todos los domingos a algún lugar de la ciudad. A veces era el teatro, otras el cine, otras a comer a algún restaurante, otras a nadar a algún parque acuático, otras a comprar ropa o cosas que necesitaramos, o si coincidía la fecha, a elegir nuestro regalo de cumpleaños. Pero siempre éramos los cuatro, nunca había ido yo sólo.

Estaba nervioso, pero emocionado a la vez. Así que, después de mentalizarme y tomar valor, comencé mi aventura. Dinero no me faltaba, así que podía ir a dónde quisiera, la verdadera pregunta era: ¿Por dónde empezar?

Decidí dejar que mis pasos me guiaran, así que comencé a caminar sin un rumbo fijo.

Después de un rato, llegué a una tienda de conveniente. Recordaba haber visitado alguna cuando era más pequeño y mi tío nos llevó con él a un viaje familiar, pero desde entonces no había vuelto a visitar una.

Recordaba que en ese tipo de tiendas vendían cosas como café, donuts, dulces y comida instantánea. Pronto sería la hora del almuerzo, y comenzaba a tener algo de hambre, así que decidí entrar para conseguir algo de comer.

Entré y pregunté a la chica a cargo de la caja por café. Ella me señaló amablemente el lugar dónde se encontraba la máquina, y fuí directo a esa dirección, al fondo de la tienda.

Cuando llegué, ví a un par de niños, uno terminando de llenar el vaso con lo que parecía ser leche chocolatada, y el otro colocando un par de donuts de chocolate en una bolsa de papel.

Se me hizo extraño ver a dos niños en la tienda a esa hora, deberían estar en la escuela o en sus casas, ¿no?

Pensé que quizás estarían de paso por la ciudad, en compañía de sus padres o el adulto responsable de ellos, pero no había nadie más en el lugar.

Los dos se dieron cuenta de que los miraba, pero no dijeron nada. Ciertamente, yo a esa edad no tenía permitido salir ni siquiera un paso fuera de la mansión solo, quizás solo estaba exagerando, así que simplemente dejé el tema de lado, y me acerqué a la máquina, intentando descifrar cómo funcionaba.

La única vez que bebí un café proveniente de una de esas máquinas, fue mi tío quién se encargó de dármelo. Yo no tenía idea de cómo ponerla en marcha.

Creo que fuí demasiado obvio, ya que escuché un par de risitas y murmullos a mi lado. Al girar la vista, me dí cuenta de que se trataba de esos dos niños.

- ¿No sabes usarla?- Preguntó burlón uno de ellos, un pequeño de piel morena y cabellos violetas.

No respondí nada, y devolví mi vista a la máquina, intentando ocular mi vergüenza.

Escuché ese par de risitas nuevamente, y en ese momento deseaba que la tierra se partiera en dos y me tragara.

- Señor, primero tiene que depositar una moneda.- Dijo el otro pequeño, un tierno niño de tez blanca y largos cabellos turquesas.- En esa apertura.- Añadió, señalando una pequeña apertura en un costado de la máquina.

Hice lo que el niño me indicó, y una luz verde se encendió.

- Ahora debes poner el vaso ahí.- Añadió con burla el niño de cabello violeta, señalando otra parte de la máquina.

Ni siquiera yo podía creerme que un par de niños mucho menores que yo, estuvieran dándome instrucciones, pero aún así, hice lo que me indicaban.

- Ahora debe elegir el tipo de café.- Dijo el niño de cabello turquesa.- Solo oprima el botón del tipo de café.

Ni siquiera presté atención al botón que presioné, simplemente oprimí el primero que ví.

La máquina comenzó a hacer ruido, y no pude evitar dar un pequeño salto en mi lugar, causando la risa de ambos niños nuevamente. Y unos segundos después, ví el café recién preparado caer en el vaso.

- Listo.- Dijo con una sonrisa el pequeño peli-turquesa, tomando el vaso.- Aquí tiene.- Añadió, entregándome el vaso, que tomé.- Cuidado, está caliente.

- Gracias.- Les dije a ambos, ellos solo asintieron, y se encaminaron a la caja.

Por alguna razón, el pequeño de cabellos turquesas tenía algo que me parecía familiar, pero no sabía qué.

Decidí ignorar el asunto, tomar un donut, e ir a pagar.

Cuándo me acerqué a pagar, ví a los dos niños retirarse de la tienda. Los ví sentarse en una pequeña banca de lo que parecía ser una parada de transporte público, y comenzar a comer lo que habían comprado. Pagué el monto correspondiente, sin poder dejar de observarlos.

- Disculpe, ¿conoce a esos niños?- Pregunté a la cajera, movido por la curiosidad.

- Eh, sí. Vienen a diario a comprar café y donuts.- Respondió la chica.- ¿Por qué?

- ¿Sus padres no se preocupan de que estén solos en la calle?- Cuestioné, más incrédulo que antes a lo que veía.

- No sabría decirle, jóven.- Añadió la chica.- ¿Necesita algo más?

Miré a esos pequeños una vez más, al parecer estaban compartiendo la leche chocolatada que habían comprado, mientras comían los donuts.

- Sí.

Después de unos minutos, finalmente salí del establecimiento, cargando un par de bolsas.

Algo inseguro, me acerqué a ambos niños, que estaban terminando de comer.

Ambos me miraron. El de tez morena me veía con desconfianza, bueno, no lo culpo, yo también estaría algo asustado al ver a un desconocido seguirme. El otro me miraba con curiosidad.

Les pregunté si podía sentarme con ellos, y sus reacciones fueron completamente opuestas. El de cabellos largos asintió, el de cabello corto, aunque algo desconfiado, al final terminó asintiendo.

No sabía tratar con personas adultas, mucho menos con niños, así que no sabía ni siquiera qué decir.

Afortunadamente, el niño de cabello turquesa me preguntó mi nombre, yo le respondí, y él se presentó a sí mismo y a su amigo. Así descubrí que su nombre era Afrodita, y el del otro niño era Angelo.

Afrodita comenzó a preguntar más cosas, y yo le respondía. Así, poco a poco, el ambiente se fue haciendo menos tenso, tanto que después de unos minutos parecía que los conocía de toda la vida.

Saqué algunas golosinas que había comprado y les ofrecí algunas. Afrodita las aceptó, y aunque Angelo se rehusó en un principio, al final tomó una bolsa de patatas fritas.

Pasé unos minutos más con ellos, comiendo patatas fritas, chocolates y todo tipo de comida chatarra que había comprado. Hace tiempo que no hacía algo como ésto.

Todo estaba perfectamente bien, hasta que escuché una voz conocida.

- ¿Tú otra vez?

Los tres alzamos la vista, y no podía creer lo que veía. ¿Ese pandillero otra vez?

- Papá.- Escuché a Afrodita llamarlo de esa forma, y sentí que todo el aire escapaba de mis pulmones.

Ahora entendía porqué Afrodita se me hacía familiar. Teniéndolos enfrente a ambos, me daba cuenta de que Afrodita era una mini copia casi exacta de aquel pandillero, a excepción del tono y textura de cabello, y del lunar que tenía Afrodita dónde el mayor tenía un pequeño tatuaje en forma de lágrima. Pero sus facciones, color de piel y ojos, incluso la complexión física, eran exactamente los mismos.

- ¿Qué están haciendo aquí, Afrodita?- Interrogó el mayor al pequeño.- Creí haberles dicho que se quedaran en el escondite y no salieran hasta nuevo aviso.

- Albafica, relájate. No es la primera vez que salimos nosotros solos.- Habló ahora Angelo, delatando el nombre de aquel pandillero.- Además, no es como que tú o el idiota de Manigoldo hayan dejado algo de comida en ese agujero.

Albafica volteó a verme por unos segundos, consciente de que el infante había delatado su nombre. Pero rápidamente devolvió su atención a los niños.

- Esa no excusa para desobedecer una indicación, Angelo.- Siguió discutiendo con el niño.- Si tu hermano o yo les decimos que se queden a resguardo, ustedes lo hacen y punto.

- Por favor, Albafica.- Se burló Angelo.- Aprendí a pelear antes que a leer, al igual que tu copia, además de que nunca salgo sin ésto.- Añadió, sacando una navaja del bolsillo de su pantalón.- Y ¿tú crees que somos unas presas fáciles?

- ¡Idiota, guarda eso!- Lo regañó Albafica al ver mi reacción.

No pasarían de los diez años de edad, ¿por qué un niño tan pequeño llevaba una navaja?, y peor aún, ¿por qué lucía tan seguro de saber usarla?

- Ustedes dos vienen conmigo, ¡ahora!- Se dirigió Albafica a los niños, después de un pequeño forcejeo con Angelo por la navaja.- ¡Y pobres de ustedes si los vuelvo a encontrar fuera del escondite!- Añadió, y los niños se pusieron de pie inmediatamente, sin replicar.- Y tú, ni se te ocurra volver a acercarte a Afrodita ni a Angelo. Porque si te vuelvo a ver cerca de alguno ellos, te juro que de aquí no sales vivo.- Añadió, dirigiéndose a mí.

Después de eso, tomó de la mano a ambos niños, y se marchó con ambos.

Yo solo me quedé sentado, sin poder creer haber tenido tan mala suerte en un mismo día. Es decir... ¿Qué probabilidad había de que ese pandillero tuviera un hijo, y que de tantos niños que hay en esta maldita ciudad, justamente me topara con su vástago?

[...]

Después de pasar todo el día yendo de un lado a otro, la hora del final de las clases estaba próxima. Así que volví al escuela, y esperé pacientemente que la campana sonara y los estudiantes salieran, para poder mezclarme con ellos y pasar desapercibido.

Por un segundo creí haberme salido con la mía, hasta que, al subir a la limusina, lo primero que ví fue el rostro furibundo de mi tío.

- Y bien, Minos...- Siseó el peli-negro.- ¿Qué tienes que decir en tu defensa?

Suspiré resignado. Había olvidado por completo que la estúpida rectora tenía la maldita política de siempre llamar a los tutores de los alumnos que no se presentaban a clases.

- Nada.- Murmuré, aceptando mi destino. Si me atrevía a negar lo que hice, solo empeoraría las cosas.

Escuché a mi tío suspirar pesadamente antes de hablar.- ¿Por qué lo hiciste, Minos?- Preguntó.- ¿Qué necesidad había de fugarte de clases?, ¿tienes idea de lo peligroso que fue lo que hiciste?, ¿o de cuánto nos preocupaste a todos al no saber dónde estabas?

- ¡Tío, no soy un niño.- Exclamé, ya harto.- ¡Tú piensas que soy estúpido, y que aún necesito usar pañales, pero no es así!, ¡tengo diecisiete años, soy perfectamente capaz de valerme por mí mismo, pero tú me tratas como si aún fuera ese niño de cinco años, llorón y sumiso al que adoptaste cuando tu hermano murió!, ¡por eso hice ésto, porque estoy harto de que me trates como si fuera un completo idiota!- Añadí, yo sabía que la razón de mi fuga no había sido eso, pero era algo que llevaba tiempo guardando, y qué mejor oportunidad para sacarlo que esa.- No necesito una niñera, y lo tienes que entender, porque siento que me asfixias.

Ví a mi tío bajar la vista, y masajear sus sienes.

Entonces sentí una pequeña pizca de remordimiento. ¿Se me había ido demasiado la mano?

- Minos, no he hecho nada de ésto por molestarte a tí o a tus primos.- Dijo el mayor, con un tono sumamente tranquilo.- Sabes que mi esposa murió al dar a luz, y cuando mi hijo murió, sentí que me había quedado solo...- Añadió, y unas pequeñas lágrimas escaparon de sus ojos.- Y todo empeoró cuando mis hermanos murieron tan solo un par de meses después de mi Alone.- Continuó, con su voz amenazando con romperse por el llanto.- Cuando tu padre, el padre de Radamanthys y la madre de Aiacos murieron, me quedé completamente solo al frente de las empresas y todas las propiedades de la familia... En ese momento lo único que quería era morir, sentía que no podía con tanta presión.

Al oír a mi tío, me sentí fatal. Sabía que la muerte de mi primo, mis tíos y mi padre lo había afectado bastante, pero no creí que tanto. No solíamos hablar al respecto, y el que ahora lo hiciera, era algo completamente nuevo.

- Pero estaban ustedes... Por ustedes es que no me dí por vencido. Aiacos, Radamanthys y tú, son la única familia que me queda, y no estoy dispuesto a perderlos como perdí a Alone y a mis hermanos.- Dijo el mayor, con un manantial de lágrimas recorriendo sus mejillas.- Sé que no eres tonto, Minos. Tú eres el único que sabe cuál fue la verdadera causa de muerte de tus padres.

Vaya que lo sabía, yo estaba ahí cuando ocurrió, y era un auténtico milagro que haya vivido para contarlo.

- Sabes que Alone fue secuestrado y asesinado cuando era tan solo un niño.- También sabía eso, mi primo murió a la corta edad de seis años, y hasta ahora no habían dado con los responsables.- Y sabes que tus padres, y los de tus primos fueron asesinados.- Cuándo eso ocurrió, yo estaba con ellos en el auto. Una bala atravesó el cristal, perforando el cráneo de mi padre, matandolo al instante. Después de eso, ni siquiera yo recuerdo con exactitud qué hice, lo único que recuerdo es el rostro de un oficial de policía diciéndome que todo está bien. Según lo que me dijeron, yo me escondí debajo del asiento trasero, logrando pasar desapercibido para los atacantes, y me quedé escondido ahí hasta que la policía llegó, uno de los oficiales escuchó un ruido, y al registrar el auto, me encontró.- Asesinaron a mi hijo, a mis hermanos y a mi sobrina, e intentaron hacer lo mismo con ustedes... No tengo idea de porqué, Minos, ni tampoco han dado con los responsables. Por eso es que siempre intento protegerlos... No quiero que corran el mismo destino que Alone, Hypnos, Thanatos o las Pandoras.

Sé que mi tío se refiere a la madre y la hermana de Aiacos con "las Pandoras", después de todo, eran madre e hija y compartían el mismo nombre. Una era hermana de Hades, y la otra su sobrina. Hypnos era el padre de Radamanthys, y Thanatos el mío.

- Minos, por favor prométeme que no volverás a hacer algo tan peligroso como ésto.- Me pidió mi tío, con los ojos llorosos, tomándome de las manos.- Te prometo que cuando den con los responsables, y todos ustedes estén a salvo, todo será diferente... Pero por ahora necesito asegurarme de que no estén en peligro.

Al ver a mi tío en ese estado, no pude negarme, y accedí a su petición.

Ciertamente, estaba dispuesto a cumplir mi palabra, y no reincidir en lo que había hecho ese día. Pero al concluir el fin de semana, cuándo al pasar enfrente de aquel callejón, ví de nuevo a aquel pandillero, del que ahora sabía su nombre, algo dentro de mi pecho me pedía a gritos ir tras él.

Al inicio intenté resistir el impulso, tanto por la promesa hecha a mi tío, como el hecho de que Albafica era un tipo nada amigable y que por alguna razón no me soportaba. Pero al final, ese pequeño deseo culposo pudo más que yo.

Pero mamá, estoy enamorada de un criminal
Y este tipo de amor no es racional, es físico
Mamá, por favor no llores, estaré bien
Dejando a un lado la razón, no puedo negarlo, amo a ese chico

Volví a buscar a Albafica un par de semanas después, y nuevamente, rehuyó de mí.

No entendía porqué le causaba tanto repele, y seguí insistiendo, fugandome de la vista de mis primos de vez en cuándo, hasta que después de varias semanas e intentos fallidos, algo nuevo ocurrió.

- ¿Podrías al menos decirme por qué me ayudaste esa noche si te desagrado tanto?- Le hice aquella pregunta, esperando obtener una respuesta.

Él me había acorralado contra la pared de aquel callejón. Podía sentir su respiración chocar contra mi cara, y ver sus ojos brillar.

Radamanthys y Aiacos estaban ocupados con sus asuntos en las puertas de la escuela, así que nada me salvaría de ésta.

- ¿De verdad quieres saberlo?

- Si no quisiera saberlo, no te lo habría preguntado tantas veces, hermoso.

Lo escuché gruñir, y sentí como me apretaba aún más contra la pared, arrancándome un quejido.

- ¡Vuelve a llamarme así, y te juro que te mato aquí mismo!- Gruñó enfadado.- Esa noche te ayudé porque ésta es mi zona, y no iba a permitir que algún invasor sacara ventaja de aquí. Pero también fue porque me dió pena solo verte temblar y lloriquear.- Respondió a mi pregunta.- Ahora que tienes tu respuesta, déjame en paz.

Me soltó, y se dispuso a marcharse, pero yo lo alcancé, sujetándolo de la muñeca.

Él giró la vista, y nuestras miradas chocaron como la primera vez que hablamos de frente semanas atrás.

Pero esa vez hubo una diferencia abismal. No desvié la mirada, al contrario, y bien dicen que un pequeño factor puede cambiar el resultado de la ecuación.

Todo se volvió borroso, y para cuando reaccioné, nos estábamos besando.

No estaba seguro de cómo había pasado eso, pero no me importó en lo absoluto, y le correspondí gustoso.

Cuando nos separamos apenas unos centimetros para tomar una bocanada de aire, nuestras miradas se volvieron a encontrar.

- ¿Entonces todo éste tiempo fue solo tensión sexual?- Dije con algo de burla, intentando relajar el ambiente.

Albafica no respondió nada, y yo tampoco quise añadir nada. Nuestros labios hablaron por sí solos, tomando lo que querían.

Esa pequeña pero intensa sesión de besos continuó por algunos minutos, hasta que la voz de Radamanthys llamándome nos obligó a terminarla...

En ese momento no sabíamos que eso era apenas el comienzo.

Él es un villano por la ley del diablo
Él es un asesino solo por diversión
Ese hombre es un soplón, impredecible
No tiene conciencia, no tiene ninguna

Ahora, meses después de aquel primer encuentro, y a tan solo un par de meses de graduarme, las cosas habían cambiado por completo entre nosotros.

Al inicio, Albafica se mostraba sumamente agresivo, pero poco a poco fue bajando sus barreras.

Él me había permitido acercarme, incluso me había contado algunas cosas sobre su pasado, y me permitía estar cerca de Afrodita.

Albafica no era alguien realmente malo, al contrario. Tenía un corazón enorme, y lleno de bondad y amor, pero su vida no había sido la más fácil ni la más amigable.

En esos meses, descubrí que Albafica tenía era un par de años mayor que yo, él tenía diecinueve años, y yo diecisiete. También supe que había nacido y vivido los primeros cinco años de su vida en Groenlandia, antes de que comenzara su infierno.

Albafica tuvo la mala suerte de nacer en una familia sumamente pobre, y que debía una cantidad exorbitante de dinero a un jefe mafioso.

La deuda era imposible de pagar, y habían amenazado a los padres de muerte. Pero cuando el jefe al que debían el dinero vió al menor de los díez hijos de la familia, le ofreció un trato a los deudores, y ellos aceptaron.

En pocas palabras, sus padres lo vendieron para pagar su deuda. Así fue como siendo tan solo un niño, fue llevado a otro país y convertido en un esclavo de un jefe de la mafia.

Los años pasaron, y Albafica vivió un completo infierno. Desde ser entrenado para convertirse en el asesino perfecto, hasta ser forzado a servir como esclavo sexual de su amo, siendo sometido a toda clase de cosas desde sus tiernos cinco años de edad.

Básicamente, así fue como nació Afrodita. Cuando Albafica tenía tan solo doce o trece años de edad, en uno de los tantos actos sexuales perversos en los que era forzado a participar, dejó embarazada a una prostituta.

Ella fue forzada por el jefe a continuar con el embarazo, sabiendo que era de Albafica, y meses después, esa mujer dió a luz a pequeño y frágil bebé, físicamente similar a Albafica.

El jefe mafioso le pagó a ella una enorme suma de dinero por el recién nacido, y Albafica fue obligado a cuidarlo.

Albafica tuvo la confianza de contarme que al inicio detestaba el tan solo ver al bebé, porque era producto de su sufrimiento, y le recordaba todos los actos repugnantes en los que era obligado a participar. Pero con el tiempo, poco a poco eso fue cambiando.

Al final, había terminado teniéndole un inmenso amor al bebé, que nombró Afrodita en honor a su maestro, que usaba aquel apodo, el único que, a pesar de haberlo entrenado para ser el asesino perfecto, le había mostrado algo de tacto y trato humano en medio de ese círculo podrido.

Durante ese tiempo, llegaron a la casa grande otros dos niños de la misma forma que él años atrás: vendidos al jefe.

Uno de ellos tenía la misma edad que Albafica, y el otro era un bebé de apenas un año de edad.

Albafica me contó que él y el niño nuevo rápidamente se hicieron amigos, e incluso se ayudaban mutuamente para cuidar de los bebés.

El bebé de un año era Angelo, y el otro niño era Manigoldo, el mejor amigo de Albafica.

Manigoldo y Angelo eran un par de hermanos, que habían nacido en Italia, pero corrieron el mismo destino que Albafica, siendo vendidos al jefe cuando su familia no pudo saldar sus deudas.

Sin embargo, y a pesar de lo dura que era la vida para ambos, Manigoldo y Albafica sentían un enorme amor por los pequeños a su cuidado, y por ellos hacían todo lo que fuera necesario.

Por eso, cuando se enteraron de los planes que el jefe tenía para Afrodita y Angelo, no dudaron en huir.

Pasaron años huyendo de ciudad en ciudad, haciendo cosas moralmente cuestionables para sobrevivir, hasta que consiguieron escapar del jefe y su gente.

Ahora Afrodita tenía siete años, y Angelo ocho, pero jamás habían ido a una escuela, y sabían cosas básicas como leer, escribir y hacer operaciones matemáticas básicas gracias a Manigoldo y Albafica, que les habían enseñado en casa.

Yo sabía que Albafica era de todo menos un santo. Su apariencia de pandillero no era solo estética, él y Manigoldo se habían encargado de formar su propia red de tráfico de sustancias, que con los años había ido tomando fuerza poco a poco.

Yo sabía que Albafica podría mentirme en las narices y yo ni siquiera lo notaría. Sabía que podría apuñalarme por la espalda sin sentir remordimiento alguno. Sabía que podría usarme de cebo o traicionarme en cualquier momento. Sabía que incluso había asesinado. Sabía que él era capaz de hacer lo que sea por sobrevivir... Pero aún así decidí quedarme a su lado.

- ¿No deberías irte a casa ya?- Escuché la voz de Albafica, devolviéndome al presente.- Si tu familia descubre que estás aquí, te aseguro que nada estará bien.

Yo solo solté una pequeña risa.- Aiacos y Radamanthys están ocupados por todo el asunto de la graduación. Aiacos ayudando a su novia a organizar todo para el baile, y Radamanthys preparando su discurso de despedida.- Dije.- Te aseguro que ni siquiera han notado mi ausencia.

- Quiénes si que notan tu ausencia son Angelo y Afrodita.- Dijo Albafica, sosteniendo a su hijo, que se había quedado dormido en sus brazos.- Estás aquí casi a diario, y cuando no vienes, no tardan en preguntar por tí.

Debía admitir que en algo tendría razón Albafica. Después de todo, él me había abierto las puertas de su hogar, y solía visitarlos muy a menudo, especialmente desde que comenzaron todos los preparativos para la graduación y tenía tiempo libre para fugarme y pasar tiempo con ellos.

- ¿Te molesta acaso tenerme aquí?- Pregunté con una sonrisa burlona.

- No realmente.- Respondió con una leve sonrisa.- Pero ahora, si me disculpas, debo llevar a los niños a su cama.

Albafica llevó a su pequeño Afrodita en brazos, yo hice lo mismo con Angelo, y lo acompañé a la habitación que compartían los cuatro.

El apartamento en el que vivían era algo pequeño para cuatro personas, pero habían sabido darse a basto.

En la cocina había una pequeña estufa de gas con una par de ollas sobre ella, un fregadero, y una pequeña nevera.
La sala servía también como comedor. Una pequeña mesa de centro y un par de sillones algo viejos pero funcionales, y una pequeña y vieja televisión eran suficiente.
El baño era el cuarto más pequeño, contando con un inodoro, un pequeño espacio para la ducha, y un lavamanos.
Y el dormitorio, dónde habían conseguido acomodar tres colchones. Uno era de Manigoldo, otro de Albafica, y el otro era compartido por Angelo y Afrodita.

Acostamos y arropamos a los niños, dejándolos dormir tranquilamente, y después nos retiramos de vuelta a la sala-comedor.

- ¿Tengo algo en la cara?- Preguntó Albafica, después de que me le quedara viendo cómo era mi costumbre.

- Sabes que me llama mucho la atención ese tatuaje de lágrima.- Respondió con simpleza.- No me culpes por no poder dejar de mirarlo.

- Ya te dije que no tiene nada de bueno.- Repitió Albafica, como varias veces atrás.- Un tatuaje de lágrima nunca representa nada bueno en el mundo de las pandillas, ya te lo he dicho.

Albafica me había contado la historia detrás de ese peculiar tatuaje. En el lugar donde éste se ubicaba, el pómulo izquierdo, debajo del ojo, antes solía estar un lunar que Albafica compartía con Afrodita. Pero la tinta lo había cubierto por completo.

Yo no sabía absolutamente nada sobre significado de tatuajes, así que para mí era simple decoración, dibujos en la piel, pero Albafica me dejó claro que no era así.

En el bajo mundo de las pandillas, todos los tatuajes tienen un significado, y el de Albafica no era la excepción. El significado de una lágrima tatuada debajo del ojo, en la mayoría de los países representaba un asesinato.

Albafica me había contado que en algunas prisiones extranjeras, como en Austria, las lágrimas servían para marcar a abusadores de niños. Pero por lo general, en los demás países eran asociadas a los asesinatos.

Albafica había cometido varios crímenes, pero había uno que lo marcó de por vida y hasta hoy lo atormentaba: el asesinato de su maestro.

Lugonis alias "Afrodita", fue un asesino a sueldo, y maestro de Albafica. Él fue quien le enseñó el manejo de todo tipo de armas de fuego y armas blancas, el combate cuerpo a cuerpo, entre muchas cosas más.

Según lo que Albafica sabía, ningún discípulo de Lugonis había soportado el entrenamiento, él fue el único que llegó al final. Pero Lugonis tenía una prueba final para su prodigio.

Albafica tuvo que pelear contra su maestro en una pelea a muerte cuerpo a cuerpo. No quería hacerlo, pero no tuvo opción. Era la vida de él o la suya...

Así que asesinó a su maestro.

No fue la primera vez que mataba a una persona, pero sí fue la única muerte que lo marcó y que seguía lamentando. Por eso, después de asesinar a su maestro, se hizo aquel tatuaje en forma de lágrima, como una forma de recordar por siempre a su maestro, pero también de castigarse a sí mismo por haber cometido aquel acto.

Estoy seguro de que si mi tío o mis primos se enteraran de nuestra relación, se escandalizarían por completo. No por el hecho de que Albafica no tenga una fortuna como nosotros, porque los dos seamos hombres, ni siquiera por el hecho de que él tenga un hijo, sino por su vida y pasado delictivo.

Por eso no le he dicho una sola palabra a absolutamente nadie. Aiacos y Radamanthys saben que estoy escapándome de la escuela a espaldas de nuestro tío para ir a ver a un chico, aunque estoy seguro de que ellos piensan que se trata de Lune... Ellos saben lo que pasó con él, pero en fin, al menos así no hacen preguntas.

En cuanto a mi tío, él no sabe nada al respecto, y prefiero que siga siendo así.

Si fuera Lune o cualquiera de los otros niños mimados del colegio, estoy seguro de que no tendría objeción alguna. Pero tratándose de alguien como Albafica, lo creo capaz de mandarme a un monasterio al Tibet.

Sé perfectamente que razones válidas le sobrarían a mi tío, después de todo, Albafica no deja de ser alguien peligroso, pero simplemente, no quiero dejarlo.

Sé que él puede parecer intimidante a simple vista, pero al tenerlo a conmigo, durmiendo tranquilamente en mis brazos, mientras acaricio sus cabellos para arrullarlo, y escucho su suave respiración, me es suficiente para saber que él no es del todo malo, simplemente ya sido una desafortunada víctima de las circunstancias.

Oh-oh lo sé
Debí haberlo dejado ir, pero no
Porque es un chico malo con un corazón contaminado
E incluso yo sé que esto no es inteligente

Los días siguieron su curso, el día de la graduación estaba cada vez más cerca, y yo no podía creer lo que acababa de pasar... No puedo creer que fuí tan descuidado.

- ¿Qué tienes que decir, Minos?- Escuché la intimidante voz de mi tío interrogándome en su despacho.

Yo estaba paralizado, y no sabía qué decir. Me habían atrapado con las manos en la masa, y pasó exactamente lo que temía que ocurriera.

- Te estoy escuchando, Minos.- Repitió el mayor, luciendo aún más enfadado.- ¿Qué tipo de relación tienes con ese... Tipo?

Ese día todo lo que podía salir mal, salió mal. Pero todo comenzó cuando hace un par de días, yo me escabullí al callejón dónde veía a Albafica, como siempre, pero no contaba con que el irresponsable de Aiacos haya dejado su teléfono en mi mochila, y al darse cuenta, él y Radamanthys fueran detrás de mí... Tampoco contaba con que el entrometido de Lune se les uniera.

Besé a Albafica como siempre, pero al sentirme observado y girar mi vista, ví a mis dos primos y a mi ex viéndonos. Radamanthys parecía confundido, pero Aiacos estaba a nada de gritar, y Lune salió corriendo sin decir nada.

Yo no sabía qué hacer. Albafica sabía porqué mis parientes no debían saber nada, pero aún así no quise negarlo frente a ellos.

Aún cuando Albafica se rehusó, lo presenté con Aiacos y Radamanthys. Ellos se mostraron confundidos en un inicio, pero cuando Aiacos lo reconoció como el chico que nos salvó de un robo a mano armada, no paró de agradecerle. Radamanthys no dijo nada, y se limitó a escuchar.

Yo les expliqué, y les pedí que no le dijeran nada a nuestro tío, al menos no ahora. Aiacos accedió de inmediato, y Radamanthys, aunque algo inseguro, terminó aceptando. Aiacos por estar agradecido con Albafica por salvarle el trasero esa noche, y Radamanthys por no ser un soplón.

Creí que todo estaría bien, después de todo, mis primos ahora sabían la verdad, y me cubrirían la espalda... Pero desgraciadamente, no tomé un tercer factor en cuenta.

- Fue Lune quién te dijo, ¿no es así?- Fue lo único que murmuré.

- ¡El cómo lo supe es lo que menos importa en éste momento, Minos!- Evadió Hades la pregunta, pero estoy seguro de que fue ese maldito resentido.- ¡¿En qué diablos estabas pensando al involucrarte con un delincuente?!

Apreté mis puños y mordí mis labios con fuerza. Comenzaban a molestarme las palabras de Hades, pero no debía perder el control ahora.

- ¡¿Era necesario involucrarte con ese tipo de gente, existiendo tantos hombres en la maldita ciudad?!- Continuó gritoneando Hades.- ¡¿Tienes idea de lo peligroso y lo estúpido que fue lo que hiciste?!

Por más que me doliera aceptarlo, mi tío tenía razón. Sé que ésto es estúpido, sé que me estoy metiendo a la boca del lobo, y me estoy jugando incluso la vida al estar cerca de Albafica... Pero ¿qué se hace cuando uno se enamora?

- Él no es como crees.- Dije.- Jamás me ha hecho daño.

Ví a Hades rodar los ojos y gruñir frustrado, y como sobó sus sienes con violencia. Llamó a Aiacos y Radamanthys, que no tardaron en acudir a su llamado, y entonces finalmente dió su sentencia.

- ¡Me importa un bledo lo que digas sobre él, Minos!- Exclamó aún más enfadado.- ¡A partir de mañana, no me importa si cae un rayo o llega el apocalipsis, ustedes tres no se separan en todo el día!, ¡Y pobre del que me desobedezca!

Los tres estábamos en completo desacuerdo, pero sabíamos que era inútil discutir con Hades, una vez que él daba una orden, era lo que se hacía.

Así que simplemente asentimos, y cuando nos lo indicó, nos retiramos.

Pero mamá, estoy enamorada de un criminal
Y este tipo de amor no es racional, es físico
Mamá, por favor no llores, estaré bien
Dejando a un lado la razón, no puedo negarlo, amo a ese chico

Después de esa escena, mis primos y yo fuimos a clases normalmente, pero nos vimos forzados a pasar todo el tiempo juntos... Ésto es igual o incluso peor que cuando éramos unos niños, ¡ni siquiera podemos separarnos para ir al baño!, sabía que Hades no era el ser más cuerdo del mundo, pero no creía que estuviera tan chiflado.

- Juro que cuando vea a Lune, lo voy a estrangular con mis propias manos.- Maldecía Aiacos, mientras se lavaba las manos.- Nadie más sabía sobre Albafica, y nosotros no dijimos nada.

- Yo también sé que fue él, Aiacos.- Respondí.- Pero de nada serviría matarlo.

Los tres estábamos molestos, los planes de Aiacos estaban arruinados, y los ensayos de Radamanthys serían más complicados, y yo debía pensar en cómo volver a ver a Albafica.

Los tres nos quedamos en el baño hasta que terminó el receso, ideando un plan, hasta que finalmente conseguimos armar uno.

Definitivamente, cuándo los tres nos aliabamos éramos una amenaza en potencia.

[...]

Después de idear todo, volvimos a clases, y seguimos el día con normalidad, hasta que la hora de la salida llegó.

Si nuestro tío quería que nos quedamos juntos todo el tiempo, eso haríamos entonces.

Así que, logrando escabullirnos por el estacionamiento de profesores, conseguimos salir de las instalaciones sin ser detectados por Caronte, y corrimos al callejón.

Albafica estaba ahí, y cuando lo ví, no dudé en correr a abrazarlo. Mis primos se alejaron un poco para darnos algo de privacidad, no teníamos demasiada tiempo, así que debía hablar rápido.

- ¿Papá te atrapó con las manos en la masa, señorito?- Preguntó con burla Albafica.

Yo solo reí levemente, y lo besé para callarlo.

- Lo siento, es la forma más rápida de hacer que te calles.- Le sonreí después de separarnos.- En fin... Tenemos que hablar.

Él asintió, probablemente ya deduciendo lo que yo tenía en mente.

Así que, le expliqué el plan que armamos mis primos y yo. La primera fase era fingir nuestra ruptura, para así quitarnos de encima a mi tío. El resto de las fases se las diría después.

Albafica accedió a lo que le pedí, y después de hablar por unos minutos más, entregarle unos dulces para Afrodita, y darnos un pequeño beso, nos despedimos.

Yo volví con mis primos, y regresamos por la ruta por la que habíamos escapado. Al parecer, conseguimos salirnos con la nuestra, ya que Caronte se creyó el cuento de que Aiacos había perdido su teléfono durante las clases y habíamos ido a buscarlo a la sala de objetos perdidos.
Bueno, Aiacos es bastante descuidado, así que fue una excusa creible.

Al llegar a casa, fuí directo al despacho de mi tío, y le dí la noticia que sé, anhelaba oír.

- Tenías razón, tío.- Dije, haciendo mi mejor actuación.- He pensado mejor las cosas, y sobre lo que dijiste ayer. Así que no te preocupes, no volveré a ver a ese tipo.

Hades se puso de pie, y fue directo a mí, para abrazarme.

- Sabía que entrarías en razón.- Me dijo, mientras yo le correspondía el abrazo.- Al menos sé que estás a salvo.

Ví a mi tío derramar unas pequeñas lágrimas, y sentí algo de remordimiento por mentirle de esa forma, pero mi amor por Albafica era mucho mayor. Así que continué con mi actuación, y después de hablar un rato con mi tío, me retiré.

Fase uno: completada con éxito.

Y él tiene mi nombre
Tatuado en su brazo, su amuleto de la suerte
Así que supongo que está bien
Él está conmigo

Después de conseguir que Hades nos revocara el castigo, las cosas volvieron a la normalidad. Aunque ahora era mucho más precavido.

Continuaba visitando a Albafica en su hogar, pero ahora Radamanthys o Aiacos me acompañaban hasta la puerta, para evitar levantar sospechas de algún curioso.

Sin importar los riesgos que la mayoría de las personas creía, corría cerca de Albafica, yo era felíz a su lado.

Esa noche, Albafica me dijo que tenía algo que mostrarme. Y al ver la sorpresa, sentí mi corazón saltar como loco.

- ¿Un... Grifo?

- ¿No te gusta?

- N-No es eso.- Tartamudeé nervioso, mirando el nuevo tatuaje en el brazo de Albafica.- Es solo que... Es increíble, parece una fotografía.

Albafica rió levemente antes de responder.- Conozco tatuadores muy buenos.

- ¿Por qué elegiste un grifo?

- Es mi amuleto de la buena suerte a partir de hoy.- Dijo entre risas.- Es como llevarte conmigo a todos lados.

No pude evitar la sonrisa que se dibujó en mis labios al oír aquellas palabras.

- Creo que un grifo te representa bastante bien.- Añadió, mirándome de arriba a abajo.- Una criatura majestuosa, pero peligrosa. Inteligente, pero a la vez sumamente agresiva. Una criatura imposible de domar.

Apenas terminó de decir aquellas palabras, me besó y yo le correspondí felizmente. Nos separamos cuando escuchamos las voces de Angelo y Afrodita.

Los pequeños habían estado durmiendo una siesta en la habitación, y al escuchar mi voz, fueron directo a la sala.

El tiempo que pasé ahí, estuvimos jugando con los niños, y comiendo algunos dulces que llevé para ellos.

Y después de pasar un rato bastante agradable jugando con Afrodita y Angelo, en compañía de Albafica, llegó la hora de irme.

Nunca era fácil decir adiós, pero mis primos ya habían llegado a buscarme para irnos a casa. Así que, después de despedirme de todos, me marché.

Esa noche no pude dejar de sonreír. Albafica me tenía tanto aprecio como para hacerse un tatuaje en mi honor, e incluso lo llamaba su amuleto de la buena suerte...

Definitivamente, él no sería capaz de lastimarme nunca.

Y escuchamos a la gente hablar (la gente hablar)
Tratando de hacer comentarios, mantenernos separados
Pero ni siquiera escucho
No me importa

Las cosas parecían marchar bien, pero aún faltaba ejecutar la segunda fase del plan: darle un escarmiento a los entrometidos.

Y ese día fue el que elegí para confrontar a Lune.

Aiacos, Radamanthys y yo esperamos pacientemente en unos cubículos del baño, hasta que finalmente entró.

Una vez que lo tuvimos dónde queríamos, Radamanthys se escabulló a toda velocidad hasta la puerta para cerrarla por dentro.

Lune se sobresaltó ante el ruido, y cuando nos vió, su cara se puso más blanca que la nieve. Parecía que había visto unos fantasmas.

- Y bien, Lune...- Siseé.- ¿Hay algo que tengas que decir?

- Minos...

- Te escucho.- Gruñí, mostrando los dientes.- Ya sé lo que hiciste, Lune, así que no tiene caso que lo niegues. Solo dime la verdad, y no te irá tan mal.

Lune tragó saliva y retrocedió hasta que su espalda chocó contra la pared. Él sabía lo que había hecho, y sabía que yo era capaz de mil cosas cuando me enfadaba.

- Ya sé que tú le dijiste a mi tío lo que viste en el callejón.- Continué, avanzando hacía él.- Y también sé todos los malditos rumores que haz estado esparciendo por toda la escuela.

Lune estaba sudando frío, y de su boca no salía una sola palabra... Ya lo tenía dónde quería.

- Así que te pondré las cosas fáciles y de una forma que todos salgamos ganando.- Dije, con una diabólica sonrisa, que lo asustó aún más.- Tú dejas de hablar sobre cosas que no sabes, y yo no publico unas cuántas fotos y videos que tengo en mi poder, y que sin duda tus padres deberían ver.

Cuando le mostré una de las fotos, comenzó a temblar y tartamudear palabras indescifrables.

- Si una foto hace que te pongas así, espera a que veas los vídeos.- Reí, mostrándole uno de los vídeos.- Lindos tiempos aquellos, ¿no, Lune?- Lune estaba más pálido de lo normal, temblando, sin poder desviar la vista de la pantalla.- ¿Recuerdas cuando tomamos ese vídeo?, fue cuando lo hicimos por primera vez... Quizás debería enviárselo a tus padres, para que vean como su adorado hijo se cogía a otro chico.

- No te atreverías.- Gruñó, en un vano intento de intimidarme.

- ¿Quieres apostar?- Me reí en su cara.- Yo no tengo nada que ocultar, Lune, toda mi familia sabe que estuve contigo. Pero tú... Debe ser duro tener que fingir ser "normal" ¿no?

Ví a Lune apretar los puños y morderse los labios y la lengua por los nervios, pero no dijo nada más, viéndose acorralado.

- Pero nadie fuera de mis primos y mi tío tienen porqué enterarse de nuestra historia de amor, Lune.- Añadí con burla, y una sonrisa triunfante en mi rostro.- Tú cierras tu maldita boca, y yo no publico estas fotos dónde me estás besando, mordiendo el cuello o los labios.- Él me miró, y yo sabía que debía dar el golpe final y obtendría mi cometido.- O puedes continuar esparciendo rumores, y yo me encargaré personalmente de que todo el mundo veas todas estas fotos y vídeos.

El silencio se adueñó de todo el lugar, y Lune ni siquiera se atrevía a alzar la vista.

- Tu silencio a cambio del mío. Es justo, ¿no, Lune?

Y finalmente, Lune aceptó el trato.

Fase dos: silenciar al entrometido de Lune, y asegurarme de que no intervenga a futuro, listo.

Porque mamá, estoy enamorada de un criminal
Y este tipo de amor no es racional, es físico
Mamá, por favor no llores, estaré bien
Dejando a un lado la razón, no puedo negarlo, amo a ese chico

Después de encargarme de Lune y conseguir engañar a mi tío, finalmente tenía vía libre para seguir mi relación con Albafica, y todo parecía salir como yo quería, pero hoy, a un día de mi graduación, Albafica me dijo algo que no esperaba para nada.

- ¿Te haz vuelto loco acaso?

- Es una misión importante.- Sentenció.- Debo proteger a los míos.

- ¡Estás diciendo que irás a matarte por vengar a un par de dealers!- Exclamé, comenzando a alterarme.- ¡Es una maldita locura retar a ese tipo de gente!

- ¡Ellos eran más que unos simples dealers, eran mis aliados y los asesinaron!- Replicó él.- ¡¿Tú te quedarías de brazos cruzados si alguien de pronto viniera y asesinara a algún integrante de tu familia?!, ¡claro que no!

- ¡¿Y qué hay de Afrodita?!- Repliqué, y Albafica cambió su expresión a una más suave.- ¡Él es tu hijo, es un niño!, ¡te necesita vivo, no muerto por una venganza estúpida!... Yo te necesito.- Dije, con un leve hilo de voz.

Agaché la mirada, mientras sentía las lágrimas escapar de mis ojos y resbalar por mis mejillas. Albafica suspiró, y después sentí que acariciaba suavemente mi mejilla, limpiando mis lágrimas.

- Justo por eso es que te estoy diciendo ésto, Minos.- Susurró, haciéndome verlo a los ojos.- Necesito que me prometas algo.

- Jamás te ayudaré en algo que te ponga en peligro.- Dije, intentando contener el llanto por la impotencia. Albafica era más terco que una cabra de monte cuando se lo proponía, y sé que no va a desistir de esa absurda misión suicida.

- Sé que no lo harás, Minos.- Me dijo.- Yo sé el riesgo que implica esta misión, y justamente por eso es que necesito que de tu ayuda para otra cosa.

Yo no respondí nada, y guardé silencio, dejándolo continuar.

- Te prometo que haré todo lo posible por volver con vida.- Añadió, tomando mi mano.- Pero si algo sale mal, y no regreso... Por favor prométeme que cuidarás de Afrodita.

Aquella petición me sobresaltó, no la esperaba.

En ese tiempo, Afrodita se había vuelto casi un hijo para mí. Lo quería demasiado, y no dudaría en hacer lo que sea por él y su padre... Pero si Albafica es capaz de pedirme que cuide de él...

- Escucha, Minos.- Añadió Albafica al ver mi reacción.- Yo he vivido mi vida, y sé que no lo he hecho de la mejor manera, y quizás tampoco termine bien en ningún sentido... Pero por tí es que conocí el amor, y por quién quise cambiar y dejar mi pasado atrás.

- ¿Y por qué no lo haces?- Dije.- ¿Por qué no mandas todo este asunto de pandillas y tráfico de drogas al diablo, y comenzamos juntos desde cero?

- No es tan fácil, Minos.

- ¡Claro que lo es!- Lo interrumpí.- Puedes dedicarte a otra cosa... Puedo hablar con mi tío, y podemos rehacer una vida... Afrodita, tú y yo.

Él sonrió de la misma forma que alguien sonríe al escuchar a un niño decir que quiere ser astronauta de adulto, y acarició mi cabello antes de responder.

- Sin duda, eres bastante ingenuo aún, Minos.- Me dijo Albafica.- De éste mundo solo se sale de una forma: Muerto.

En el fondo sabía que él tenía razón. Después de todo, era una regla entre ese tipo de grupos, pero yo quería mantener viva al menos una pequeña esperanza.

- Por tí haré todo lo posible para volver a verte.- Me dijo con una sonrisa, una bastante cálida y suave, que solo Afrodita y yo conocíamos.- Tú cuida de Afrodita mientras tanto, ¿de acuerdo?

Yo suspiré pesadamente, y después asentí.
Albafica me dió un pequeño y suave beso en los labios, y me sonrió en agradecimiento. Yo le correspondí tan gustoso como siempre, aunque siendo incapaz de olvidar mi preocupación.

Mañana es mi graduación, y la misión de Albafica y su grupo... Tengo un muy mal presentimiento.

[...]

Volví a casa, junto con mis primos, y traté de fingir que no me pasaba nada, no podía permitir que mi tío descubriera todo.

Después de la cena, mi tío me pidió que lo acompañara a su despacho. Aiacos y Radamanthys se retiraron a dormir, y yo seguí a mi tío.

Cuando estuvimos solos en esa habitación, mi tío me contó que la policía, después de tanto años, al fin parecía tener una pista de los asesinos de una buena parte de nuestra familia.

Yo me sorprendí, después de más de díez años, creí que ya habrían dado carpetazo a ese caso, dejándolo como un crímen sin resolver, pero al parecer, quién tiene dinero hace bailar al mismo diablo, y Hades vaya que tenía dinero para arrojar por la ventana.

Al parecer, los sospechosos pertenecían a una organización criminal aún activa, y habían seguido cometiendo varios delitos durante esos años, entre ellos, tráfico de drogas y armas, falsificación de documentos, trata de personas, trata de blancas, y varios asesinatos.

La policía había conseguido infiltrar a un agente en aquella organización, y sabían que el día de mañana podrían atraparlos, teniéndoles una emboscada.

Radamanthys y Aiacos no tenían idea de que sus padres y hermana habían sido asesinados. Ellos seguían pensando que murieron en un accidentes automovilístico y aéreo, respectivamente. No sabían ni siquiera que nuestro primo Alone también fue asesinado, para ellos, Alone había muerto de una enfermedad cardíaca que se complicó.

Mis primos y yo éramos muy pequeños cuando todo ocurrió, y mi tía Pandora y mi tío Hypnos prefirieron ocultarles la verdad a sus hijos. Pero a mí, Thanatos me contó toda la verdad, aún no comprende bien qué pasaba por su cabeza en ese tiempo.

Y cuando nuestros padres fueron las siguientes víctimas, Aiacos y Radamanthys estaban con su niñera o en alguna clase cuando sus familias fueron asesinadas, yo era el único que había tenido la mala suerte de estar con sus padres al momento del crímen, y el único además de mi tío, que sabía la verdad.

En fin... Mi tío Hades me llamó para informarme que no asistiría a nuestra graduación el día de mañana, ya que debía estar con la agente a cargo del caso y esperar noticias. Necesitaba que lo encubriera con mis primos, diciendo que estaría en un viaje de negocios de último momento.

Solo accedí, y me retiré a mi recámara.

Algo me decía que algo muy malo ocurriría mañana, pero no me quedaba más que callarme y aguantar.

Mamá, estoy enamorada de un criminal
Y este tipo de amor no es racional, es físico
Mamá, por favor no llores, estaré bien
Dejando la razón a un lado, no puedo negar que amo a ese chico

El amanecer había llegado, y yo no pude pegar el ojo en toda la noche, dando mil vueltas en mi cabeza sobre la misión de Albafica.

Posé para la fotografía de la generación, aún sintiéndome ausente, pensando en Albafica. Sé que él y su grupo se pusieron en marcha desde la madrugada, y para ésta hora deben estar en medio de la misión.

Cuando todo el evento terminó, y aprovechando la ausencia de mi tío, me escabullí hasta el callejón dónde conocí a Albafica.

Él me había dicho que me encontraría ahí cuando la misión terminara, pero al llegar, sentí que el aire escapaba de mis pulmones.

- ¡Afrodita, Angelo!- Llamé a los dos niños, que se encontraban en el callejón, escondiéndose detrás de unas cajas.- ¿Qué hacen aquí?

- ¡Minos!

Afrodita se abrazó a mí, en medio de sollozos, yo solo atiné a estrecharlo en mis brazos.

No entendía qué estaba pasando, pero algo me decía que todo estaba mal.

Alcé mi vista, y ví a Angelo, que lucía demasiado serio, pero lo que llamó mi atención, fue la mancha de sangre que el pequeño italiano tenía en la camiseta.

- ¿Qué pasó?- Pregunté, intentando mantener la calma.

Afrodita no dejaba de llorar, y Angelo bajó la vista, suspirando.

- Es Albafica.- Apenas el pequeño mencionó a Albafica, sentí mis ojos arder por las lágrimas.- La misión salió mal.

- Llevenme con él.

Angelo asintió, y comenzó a guiarme. Yo de inmediato alcé a Afrodita en mis brazos y seguí a Angelo a toda prisa.

Llegamos hasta el edificio dónde vivían, y cuando ví el rastro de sangre desde la entrada me alteré aún más.

Deseaba con todas mis fuerzas que ésto fuera una maldita pesadilla, pero al llegar al apartamento, cuya puerta estaba manchada de sangre, y finalmente lo ví... No pude hacer más que llorar.

- Albafica...- Sollocé, mientras bajaba a Afrodita al suelo.- No... Por favor no...

No podía, no quería creer lo que mis ojos veían. Albafica estaba recostado en el sillón donde tantas veces reíamos, mientras hablábamos... Pero ésta vez, todo era diferente.

Conté cuatro heridas de bala en su cuerpo. Una en la pierna derecha, otra en el hombro izquierdo, otra en el estómago, y la otra en el pecho, la que sin duda alguna acabó con su vida.

No pude hacer más que llorar sobre el cuerpo inerte de Albafica. No tenía pulso, y su corazón no latía, estaba muerto... No podía, no quería creerlo... No quería perderlo, no de ésta forma... No estaba listo para dejarlo ir.

[...]

Años después de aquel horrible día, caminaba por aquel enorme cementerio, con el suelo cubierto de verde pasto.

Llegué hasta aquella tumba, cuya lápida de mármol mostraba el nombre de aquella persona a la que amé tanto.

Dejé sobre la blanca superficie el macetero con un brote de rosa que llevaba cada semana. Así lo había hecho desde hace años, y dos bellos rosales decoraban ya los costados de la tumba.

No pude evitar llorar al poner mi mano sobre la fría superficie, que me recordaba que Albafica dormía ahí.

- Minos, ¿estás bien?

Escuché su voz, y supe de inmediato de quién se trataba.

- Sí, Afrodita.- Sollocé, limpiando mis lágrimas.- Todo está bien.

Él arrodilló enfrente de la tumba igual que yo, y puso su mano en mi hombro, haciéndome girar la vista hacia él.

- Yo también lo extraño.- Dijo, con su semblante afligido.- Aún si no era la persona más buena o correcta del mundo, era mi padre... A pesar de que yo nací gracias a su sufrimiento, él me amaba muchísimo, y siempre hizo todo lo que estaba en sus manos por cuidarme... Y lo extraño.

Afrodita ya no era el pequeño niño de siete años que tomé bajo mi custodia cuando Albafica murió, ya era todo un hombre, tenía ya diecinueve años, la misma edad a la que murió su padre.

- Han pasado ya doce años, y todavía no puedo aceptar que ya no está.- Murmuré, intentando limpiar las lágrimas que escapaban de mis ojos sin control.

Afrodita me abrazó, permitiéndome llorar en su hombro. Estos años no han sido nada fáciles para nosotros, pero hemos sido un apoyo el uno para el otro.

Después de que Albafica muriera, ocurrieron muchas cosas.

Me enteré que Albafica no murió a manos de los pandilleros rivales, sino por culpa de la policía.

Mi instinto tenía razón, y el asunto del operativo que involucraba a los asesinos de mis padres, y la misión de Albafica estaban más relacionados de lo que esperaba.

Resultó que la pandilla que había asesinado a dos de los chicos de Albafica, era parte de una organización criminal más grande.

Esa organización era dirigida por el mismo hombre que compró y abusó de Albafica cuando era un niño, y del que escapó. Ellos eran responsables de la muerte de una buena parte de mi familia, y cuando se enteraron del paradero de Albafica y la relación que tenía conmigo, decidieron tenderle una trampa para capturarlo y después usarlo para llegar a mí y a mi familia.

Pero no contaban con que un agente de la policía se había infiltrado en sus filas. Así que todo terminó muy mal.

Albafica y su pandilla llegaron a luchar contra la pandilla rival, pero fueron emboscados por la organización entera. Y justo cuando la lucha comenzó a salirse control, la policía apareció para llevar a cabo el operativo, disparando contra todos.

Todo se salió de control, murieron integrantes de la organización criminal, pero también del lado de Albafica.

Al final, solo un puñado de los aliados de Albafica sobrevivieron, incluído su mano derecha, Manigoldo, que decidió entregarse voluntariamente a las autoridades poco tiempo después.

Yo terminé confesándole toda la verdad a mi tío, y aunque él estaba bastante enfadado conmigo, decidió permitirme tomar la custodia de Afrodita y Angelo.

Manigoldo fue de gran ayuda para terminar de hundir a los pocos miembros sobrevivientes de la organización, incluído el jefe. Gracias a eso, su sentencia fue reducida considerablemente, y mi tío incluso le otorgó un abogado para poder recuperar la custodia de su hermano, además de otorgarle un puesto de trabajo cuando cumplió su condena.

Los años que Manigoldo pasó en prisión, yo cuidé de Angelo y Afrodita, y cuando el mejor amigo de Albafica fue liberado, le devolví la custodia de Angelo.

Yo he cuidado de Afrodita todos estos años, le hice esa promesa a Albafica, y la cumpliré. Afrodita es como un hijo para mí, uno que habría deseado poder criar al lado de Albafica.

- Él te amaba, Minos.- Susurró Afrodita.- Tú alegraste su vida, e incluso sin ser consciente, hiciste que sus últimos días fueran los más felices de su vida.

- Debí impedir que fuera a esa estúpida misión ese día...- Sollocé.- Si lo hubiera hecho... Él estaría aquí.

- Sabes que mi padre era bastante testarudo con ese tipo de cosas.- Respondió Afrodita.- Hiciste lo que pudiste... Además, cumpliste tu promesa.

Alcé mi vista, y miré a Afrodita. Él sabía la promesa que le hice a su padre, Albafica le había contado.

- Haz cuidado de mí estos doce años, y lo sigues haciendo, pesar de que eres apenas díez años mayor que yo.- Añadió Afrodita, con una cálida sonrisa, sumamente similar a la de su padre, aunque no idéntica.- Decidiste cuidar de un niño hacía el que no tenías responsabilidad alguna, y perfectamente podías deslindarte en cualquier momento. Pero no lo hiciste.

- Jamás te dejaría a tu suerte, y lo sabes.- Le dije a Afrodita.- Aunque no lleves mi sangre, para mí eres como un hijo. Amé a tu padre como no tienes idea, y a tí te amo como un padre puede amar a un hijo... Tú eres mi familia, y jamás estarás solo.

Afrodita me sonrió, y asintió.- Para mí tú también eres como un padre. Aún recuerdo cuando nos vimos por primera vez en esa tienda, y cómo mi padre te rechazaba todo el tiempo.

Ambos reímos levemente, recordando aquellos días. Aún recordaba la primera vez que ví a Albafica, la noche en que me salvó, todos los días que pasé detrás de él, siendo rechazado una y otra vez... Jamás pensé que extrañaria tanto incluso esos días.

- Ven, será mejor que plantemos ese brote.- Dijo Afrodita, tomando en sus manos el pequeño macetero.

Yo le seguí, y juntos plantamos ese pequeño brote, que daría origen a otra rosa.

Se había vuelto nuestra forma de recordar a Albafica. Las rosas siempre fueron su flor favorita, no por su olor, ni por su belleza, sino por sus espinas.

Albafica solía decir que esas flores eran las mejores, gracias a sus espinas, que las protegían de depredadores, y a sus tallos, tan fuertes que eran casi imposibles de doblar con el viento, y por su unión en rosales, que las protegía de vientos fuertes y demás catástrofes. Él solía decir que las personas deberían ser como las rosas, fuertes, resistentes y unidas.

Por eso, Afrodita y yo íbamos a visitar su tumba cada semana, y llevábamos un brote de rosa. Una semana era de color rojo y otra de color blanco. Así los rosales que se habían formado alrededor de su tumba tenían ambos colores, haciéndolos hermosos y únicos, igual que lo era Albafica.

Terminamos de plantar aquel brote, y después de despedirnos de Albafica, volvimos a casa.

Si yo para Albaficas era como un grifo. Para mí, Albafica era como una rosa.

Él era sumamente hermoso, pero también fuerte y peligroso, igual que una rosa... Él era mi rosa, y jamás he vuelto, y estoy seguro, jamás volveré a encontrar otra igual.

Así que solo me queda recordarlo, y si es que hay otra vida, esperar algún día volver a verlo.

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Bueno, este songfic está dedicado a nicolearcee16

Antes que nada, perdón por haber tardado tanto, pero algunas situaciones personales me han tenido algo ocupada 😔🙏

La verdad es que casi no había trabajado con este shipp antes, pero me gusta bastante 💕

Espero que te haya gustado 💕

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