Bad Romance [🍦DegelxRadamanthys🐉]
Atrapado en un mal romance
Atrapado en un mal romance
Quiero tu mal romance
Quiero tu mal romance
La batalla estaba a punto de llegar a su final. Podía sentirlo, como el cosmos de Kardia ardía con fuerza, ese idiota... Había usado su técnica tan fuerte cómo peligrosa, asesinar al enemigo inmolándose a sí mismo...
Corría lo más rápido que sus piernas se lo permitían, ya había perdido a Unity, no quería perder otro amigo... Pero dentro de él sabía que era inútil, no había nada que pudiera hacer para salvar a su mejor amigo de su trágico destino.
Su cosmos estaba debilitado, y su aire frío ya no sería suficiente para salvar a Kardia esta vez... Aún así, no podía simplemente rendirse sin luchar.
Llegó hasta el lugar, y pudo ver a su mejor amigo a punto de fallecer incinerado por el fuego de su propio corazón... Y también a ese desgraciado juez: Radamanthys.
El rubio también estaba herido, definitivamente Kardia dió una buena pelea.
El juez estaba a punto de lanzarse sobre el escorpión, y el peli-morado, aunque moribundo, no se dejaría matar sin pelear hasta su último aliento.
Degel usó su cosmos para crear una ligera capa de hielo, que fue rápidamente destruida, pero suficiente para detener el ataque del rubio.
- ¡Déjalo ya, Radamanthys!- Gritó, desesperado por salvar a su amigo.- ¡Yo seré tu rival ahora!
Kardia estaba a punto de protestar, pero el agonizante dolor en su pecho se lo impidió.
Degel corrió nuevamente, y se acercó al convaleciente escorpión, usando su aire frío para aliviar aunque sea un poco el dolor.
- D-Degel...
- Tranquilo, estoy aquí.- Susurró.
- Vete de aquí, Degel.- Tosió con dificultad Kardia.- De todos modos voy a morir... No tiene caso que desperdicies tu vida.
Las llamas del corazón de Kardia estaban fuera de control, causándole nuevamente un espeluznante dolor.
Kardia tenía razón, ni siquiera usando todas sus fuerzas sería suficiente para apagar ese fuego que ya estaba descontrolado. Además de que varios órganos importantes ya habían sido consumidos por las llamas.
- Degel... Tengo mucho sueño.
Degel optó entonces por darle a su amigo una muerte lo menos dolorosa posible, usando su aire congelado para adormecer el cuerpo del peli-morado.
- Solo duerme, Kardia.- Susurró, mientras pequeñas lágrimas resbalaban por sus mejillas.- Siempre te recordaré como el mejor amigo que la vida me pudo dar.
Kardia sonrió, como siempre solía hacer.- No mueras... Por favor.
Y finalmente, Kardia cerró sus ojos, cayendo en el eterno sueño llamado muerte.
Degel lloró la muerte de su amigo. Primero Unity, y ahora Kardia... Y todo por culpa de Hades...
No, ésto no era por Hades... ¡Era por culpa de ese maldito juez y esa maldita bruja!, ¡era culpa de Radamanthys y Pandora!
De un momento a otro, como si el deseo ferviente de lucha que siempre caracterizó a Kardia en vida se apoderara de él, toda la tristeza se transformó en odio y un fuerte deseo de venganza por las muertes de sus amigos.
- ¡¿Qué estás esperando?!- Gritó, viendo con desprecio a Radamanthys, que jadeaba agotado y herido.- ¡Levántate y lucha como un hombre, maldita rata miserable!
De seguro si Kardia o Unity lo escucharan, no creerían que de él habían salido esas palabras. Pero su odio era tanto, que había olvidado por completo todos sus modales.
Quería ver correr la sangre de ese estúpido espectro, estrangular con sus propias manos a ese miserable, llevar su cabeza y usarla para decorar su templo, hacerlo rogar la muerte, suplicar... Pero él no sería el único, claro que no, solo sería el primero. Después seguiría esa zorra llamada Pandora... Quería hacerles sentir todo el dolor que Unity y Kardia sintieron.
- ¿En serio quieres pelear, Degel?
El peli-verde no respondió con palabras, sus puños y piernas hablaron por él, golpeando con fuerza el herido cuerpo del juez.
- ¡Deja de preguntar estupideces y pelea, maldito cobarde!- Gritó enfurecido.- ¡Vas a pagar por ésto!, ¡te vas a arrepentir de haberte cruzado en mi camino, maldita basura!
Radamanthys tosió unos delgados hilos de sangre mezclada con saliva, y después se incorporó con dificultad.
- De eso ya me arrepiento.- Jadeó el rubio.- No hay día en que no me arrepienta de haberme cruzado contigo hace cinco años, Degel.
Degel no entendió a qué se refería Radamanthys. Él no recordaba haberlo visto antes del comienzo de la guerra santa.
- ¿Ya se te olvidó la fiesta que ofreció el gobernador de Bluegrad por el cumpleaños de ese idiota amigo tuyo?
Entonces los recuerdos de esa noche llegaron de golpe a su memoria... No, no había forma... No podía ser él.
- ¿Ahora recuerdas?- Volvió a hablar Radamanthys.- ¿Recuerdas a ese sirviente ahora?
Detuvo absolutamente todos sus ataques, y observó fijamente al hombre que tenía enfrente... Maldición, ¿cómo no se dió cuenta antes?
- ¿Cómo demonios terminaste siendo un perro de Hades?- Fueron las únicas palabras que escaparon de sus labios.- ¡Respóndeme!, ¡¿cómo pasaste de ser alguien lleno de valor, coraje y leal a sí mismo, a convertirte a un sirviente del mal?!
Quiero tu fealdad, quiero tu enfermedad
Quiero tu todo mientras sea gratis
Quiero tu amor
Amor, amor, amor, quiero tu amor
[... Bluegrad: 5 años antes]
Un jóven Degel de tan solo diecisiete años de edad había arribado a las heladas tierras de Bluegrad, invitado a la fiesta del hijo del gobernador.
Sabía la ubicación de la mansión, no era la primera vez que estaba ahí, pero siempre adoraría ese lugar; el clima, la comida, la amabilidad de la gente... Y sobretodo, ver a su querido amigo.
Ese día, después de saludar a Unity, y de instalarse en la que sería su habitación durante toda su estancia, acompañaba a su inseparable amigo, dando un paseo alrededor de la mansión.
- Vaya que te gusta estar aquí, Degel.- Comentó Unity, con una sonrisa en el rostro.
Degel solo asintió, devolviéndole la sonrisa al contrario.- ¿Qué puedo decir? Me gusta mucho la nieve, y Bluegrad está lleno de ella.
Caminaron por unos minutos más, hasta que apareció uno de los sirvientes de la mansión.
- ¡Señor Unity!- Jadeó el rubio, que parecía, había corrido para alcanzarlos.- Lamento mucho molestarlo, pero ya casi es hora de la fiesta, y su padre lo está buscando.
Degel no pudo evitar posar su mirada en aquel muchacho rubio. Esa pálida piel, esos cabellos mostaza, esos ojos de color miel... Por su apariencia física, así como el acento en su habla, no era difícil intuir que era extranjero.
- Muchas gracias por avisarme, Rada, iré enseguida.- Le sonrió Unity al chico.- Degel, será mejor que tomes una ducha caliente y te cambies de ropa o podrías enfermarte.
El peli-verde estaba tan absorto en sus pensamientos, observando a ese sirviente rubio, que a duras penas asintió, sin prestar atención a lo que su amigo decía.
- Rada, ¿podrías acompañarlo por favor?
- Como ordene, señor.- Respondió el rubio, para después hacer una leve reverencia.- Por favor sígame, señor.
Hasta ese momento, Degel volvió en sí. No quería quedar como tonto enfrente de su amigo, y simplemente meneó la cabeza, tratando de disipar todos los pensamientos relacionados a ese chico rubio.
Unity, el sirviente rubio y él volvieron al interior de la mansión, y una vez ahí, fueron por caminos separados. Unity fue a la biblioteca, dónde siempre se encontraba su padre. Y Degel siguió al rubio hasta una habitación que reconoció como el nuevo baño sauna del que Unity le había hablado.
- El agua ya está caliente y lista para usarse.- Escuchó hablar al contrario.- Puede tomarse el tiempo que desee. ¿Necesita algo más?
- N-No... M-Muchas gracias.- Tartamudeó nervioso.
- Si necesita algo solo suene la campanilla que está dentro, y vendré enseguida.- Añadió el rubio, luego de abrir la puerta.
Degel lo miró de reojo nuevamente. Algo en ese chico llamaba fuertemente su atención, y no sabía bien qué era.
- M-Muchas gracias.- Agradeció Degel las atenciones.- Por cierto... ¿Cuál es tu nombre? No te había visto aquí antes.
- Mi nombre es Radamanto.- Respondió con ese acento que Degel reconoció como propio de un inglés.
- ¿Radamanto?- Repitió Degel el nombre del chico.- Vaya, igual que uno de los tres jueces de la mitología griega.
El rubio asintió, parecía que era la primera vez que alguien notaba esa peculiaridad de su nombre.
- Soy relativamente nuevo por aquí. Comencé a trabajar para el gobernador hace un par de meses.
- Ya veo. Gracias por todo, pero puedes retirarte. Deben estar demasiado ocupados por todo el asunto de la fiesta, ¿no?
- Como ordene, señor.
Degel estaba sorprendido, por la actitud extremadamente sumisa del chico. Los sirvientes del gobernador solían ser bastante educados y amables, pero el nivel de éste chico era ridículo. Parecía más una especie de esclavo que un sirviente.
- No es necesario que tengas tantas formalidades conmigo. Solo llámame Degel.- Pidió el santo de acuario, quién ya comenzaba a sentirse incómodo por tal trato.- Después de todo, creo que tenemos casi la misma edad.
- Como desee.
Después de esa conversación, Degel ingresó a la habitación, y después de escuchar la puerta cerrarse, comenzó a desvestirse.
Se sumergió en la bañera, hasta que la tibia agua lo cubría casi por completo. No podía dejar de pensar en ese jóven, y lo atractivo que le había parecido, tan absorto estaba que a duras penas notó que aún no se había retirado los lentes, ocasionando que cayeran al agua.
- Debo estarme volviendo loco.- Soltó al aire para sí mismo, mientras intentaba recuperar los lentes.
Después de unos minutos lo consiguió, aunque éstos estaban completamente mojados e imposibles de usar en ese estado.
Casi de forma literal, le era difícil ver más allá de sus narices sin esos lentes. Sabía que si intentaba ponerse de pie para ir a limpiarlos por su cuenta, terminaría irremediablemente en el suelo, y haciendo el ridículo enfrente de alguien.
Entonces recordó la campanilla que mencionó Radamanto. Y aunque con algo de dificultad, consiguió hacerse con ésta.
Por un momento una extraña sensación en su pecho lo hizo dudar. Pero no tenía opción, así que se obligó a sí mismo a tragarse toda su vergüenza, y a sonar la campanillas.
Y tal y como prometió el rubio, apenas unos segundos después, estaba llamando a la puerta, solicitando permiso para ingresar.
Degel se lo concedió, y el jóven ingresó a la habitación.
- ¿En qué puedo servirle?
- ¿Podrías traerme una toalla para limpiar mis lentes?- Pidió el peli-verde de forma respetuosa.
- Por supuesto. La traeré enseguida.- Aceptó el rubio, para después salir de la habitación.
Apenas un par de minutos después, volvió con dicha toalla. El jóven se tuvo que acercar a Degel, para tomar los anteojos en sus manos, y comenzar a secarlos de forma delicada.
Degel no podía dejar de mirar los movimientos que hacían las manos de rubio, ni tampoco evitar los pensamientos no tan puros que llegaban a su mente.
- Ya están secos.- Comentó el chico, sacándolo de su trance.- ¿Hay algo más que pueda hacer por usted?
Degel tomó negó con la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos de su mente, antes de que provocaran algo peor.
- N-No, muchas gracias.- Hiló con dificultad.
Aún con su visión limitada, se dió cuenta de que las mejillas de Radamanto estaban levemente ruborizadas. El chico parecía estar nervioso, pero Degel no entendía el porqué.
Entonces miró al punto en el que el rubio mantenía fija la vista, y de inmediato comprendió la razón.
- ¡L-Lo siento!, yo...- Tartamudeó nervioso el jóven sirviente.
Degel estaba igual o más nervioso que Radamanto, tratando de cubrir la leve erección que se había formado entre sus piernas.
Jamás le había pasado algo así, ni siquiera cuándo su cuerpo comenzó a desarrollarse durante la pubertad.
Si fuera un desvergonzado como Kardia, estaría incluso alardeando sobre el asunto, o quizás algo peor... En ese momento desearía ser así de relajado como el escorpión, pero no lo era. Y no pudo evitar que la vergüenza lo invadiera.
- Lo lamento, yo...- Intentó disculparse.- N-No sé qué me pasó... Por favor no creas que yo...
- N-No hay problema.- Interrumpió el rubio.- No tiene porqué darme explicaciones.
Un silencio incómodo se formó en la habitación. Ninguno sabía qué decirle al otro, o como actuar.
Degel no pudo evitar sentirse como un tonto al verse envuelto en esa situación. ¡Por Athena!, no era un chiquillo en pleno desarrollo con las hormonas alborotadas como para que le sucediera eso. Era prácticamente un hombre adulto desarrollado por completo, se suponía que eso ya no debía suceder.
Al alzar apenas un poco la vista, intentando hallar las respuestas a sus cuestionamientos en el techo del baño, se topó con las sonrojadas mejillas de Radamanto. Pero también con un pequeño bulto en los negros pantalones del contrario.
¡Definitivamente ese día la suerte no estaba de su lado!
Sus ojos se toparon con los de Radamanto. Por unos segundos su mente perdió el control y su cuerpo actuó por sí solo, atrayendo por el cuello de la camisa al rubio.
No tardó nada en probar con desespero los labios ajenos. Pero quizás lo más sorprendente para él, fue que Radamanto correspondiera el acercamiento casi al instante.
La falta de aire los obligó a separarse, haciendo que sus miradas se cruzaran nuevamente.
La tensión sexual era más que palpable. Ese juego ya había comenzado y no había vuelta atrás.
Un nuevo y profundo beso selló silenciosamente aquel acuerdo mutuo.
Radamanto había comenzado a deshacerse de su ropa, probablemente intentando no ensuciarla o romperla.
Degel estaba ansioso, y apenas estuvo fuera la última prenda de ropa, jaló de la muñeca al contrario, haciéndolo sentarse en su regazo, quedando frente a frente.
No pudo evitar enredar sus dedos en ese suave cabello dorado como el sol, mientras se deleitaba con el sabor de los labios ajenos.
Degel se desconocía a sí mismo en ese momento. Estaba actuando igual que un animal en celo, desesperado por saciar su lujuria.
Hasta ese momento su mente volvió a despertarse, y recordó que jamás en su vida había tenido relaciones, o siquiera experiencias sexuales en solitario previas.
Siempre que presentaba alguno de esos "problemas" en la entrepierna, optaba por una ducha con agua fría para bajarla.
Había leído un par de libros al respecto, aunque era conciente de que la teoría y la práctica eran cosas completamente diferentes.
La única información que tenía además de esos libros, eran las historias que Kardia le contaba de todos sus amoríos.
Y lo más cercano que había estado con otra persona, fue a sus trece años, cuándo se besó con Kardia, por curiosidad de ambos por saber qué se sentía.
Intentó recordar algunas de las historias que Kardia le había contado, en un intento de obtener algún dato útil.
Y para fortuna suya, recordó algo.
"El cuerpo de un hombre no funciona igual que el de una mujer, ¿sabes?. Así que es importante usar algún tipo de lubricante, y si es que puedes aguantarte las ganas, usar los dedos para prepararlo para la diversión... Si entiendes a lo que me refiero."
Vaya que Kardia era un completo sátiro con un líbido que llegaba al cielo, capaz de llevarse a hombres y mujeres a la cama por igual.
Degel usualmente lo hacía callar o alejarse de inmediato, intentando ignorarlo. Pero en ésta ocasión, las pocas palabras que había recordado le acababan de salvar el pellejo.
Radamanto no había dejado de moverse encima de él en ningún momento, provocando el roce de piel con piel, aumentando aún más la temperatura y deseo de ambos.
Los leves gemidos escaparon de los labios de ambos. Radamanto puso sus brazos en los hombros de Degel, y el acuariano, por puro instinto, llevó sus manos a la cintura de Radamanto.
Aún si sus instintos habían tomado el control, y su líbido estaba por las nubes, no podía evitar sentirse nervioso por lo que venía, temiendo arruinarlo.
Intentó lo que Kardia había dicho una vez, usando sus dedos para dilatar un poco al rubio, intuyendo que el propósito era evitar o disminuir el dolor al momento de la penetración.
Era extraño, pero no desagradable. Lo más cercano a lo que podía comparar la sensación, era a introducir sus dedos a su garganta lo más profundo que pudiera.
Escuchó un pequeño quejido por parte de Radamanto, y de inmediato se detuvo, preguntando si todo estaba bien.
- S-Si.- Gimió en su oído.- S-Solo dolió un poco.
Un poco más tranquilo, prosiguió con el movimiento de su mano, simulando pequeñas embestidas.
Entonces un recuerdo de datos que Kardia le había contado llegaron a su mente.
"En serio deberías considerar intentarlo con un chico, o al menos con tus dedos. Una vez que el dolor se va, y encuentras cierto punto... Es lo mejor que sentirás en toda tu vida. No sé cómo explicarte, tendrías que sentirlo para entenderlo."
Por lo que sabía de anatomía humana, el punto al que Kardia podría haberse referido, se trataba de la próstata.
Pensó que no perdía nada con intentar, así que usando sus dedos, consiguió rozar ese punto.
Y parecía que Kardia no mentía, ya que en ese instante, su compañero en esa locura, arqueó la espalda mientras soltaba un agudo gemido.
Cuándo el momento llegó, intentó no ponerse nervioso, no pensar demasiado y simplemente dejar que sus instintos lo guiaran.
Comenzó a entrar en el interior del contrario, y sintió como Radamanto le enterraba levemente sus uñas en la espalda.
Por alguna razón que no entendía del todo, ese ardor producido por los arañazos le causaba cierto placer.
Cada vez conseguía invadir más la intimidad del contraria, y podía escucharlo suspirar, jadear y de vez en cuándo gemir. Él tampoco se abstenía de emitir esos sonidos, realmente le gustaba como se estaba sintiendo.
Cuándo por fin entró totalmente, ambos gimieron al unísono, para después devorarse los labios mutuamente, intentando sofocar cualquier ruido que pudiera delatarlos, aunque unos movimientos después, se olvidaron totalmente de eso.
Los gemidos de Radamanto, junto con el sonido de chapoteo, y del agua escurriendo fuera de la bañera, y sus propios gemidos roncos, eran una sinfonía que parecía simplemente perfecta para los oídos de Degel.
¿Cómo había podido pasar tantos años sin probar aquello? Las descripciones de novelas eróticas le parecían un chiste comparadas con el placer que experimentaba en ese momento.
Las paredes internas de aquel rubio le recibían gustosas, amoldandose a sus medidas, apretando y soltando a intervalos.
- ¿Te gusta?
Fue lo único que se le ocurrió decir enmedio del acto, mientras besaba el hombro del rubio, dejando una marca en la pálida piel.
- S-Si.- Gimió en respuesta el contrario, abrazándose a él, permitiéndole marcar su cuerpo a voluntad.
Degel sentía que el agua facilitaba entrar aún más profundo en el cuerpo del chico. Era mucho más de lo que su cuerpo estaba acostumbrado, tanto que no pudo siquiera preveer la llegada de su clímax, derramando su escencia en el interior de Radamanto.
El rubio se abrazó con fuerza a su espalda, como si su vida dependiera de ello, ahogando un gemido en el cuello de Degel. Después el peli-verde sintió un líquido caliente sobre su abdomen, notando que su acompañante también había terminado.
Quiero tu drama y el toque de tu mano
Quiero tu piel besando la arena
Quiero tu amor
Amor amor amor quiero tu amor
(Amor, amor, amor, quiero tu amor)
- Vaya, Degel, sabía que te gustaba la higiene, y que te gusta quedar bien con todos, pero ¿no crees que pasar más de dos horas bañándote ya es una exageración?
Escuchó la voz de su amigo, mientras terminaban de alistarse para la fiesta.
Degel solo se limitó a fingir acomodar sus lentes, evitando mirar a Unity.
Si su amigo supiera lo que realmente pasó en el baño, y que la razón de su tardanza tenía nombre...
- La verdad es que la temperatura del agua era tan agradable que no pude evitar quedarme dormido.- Inventó una excusa, esperando que Unity se la creyera.
- Bueno, la verdad es que el viaje de Grecia hasta aquí es algo largo, y no haz descansado prácticamente nada, supongo que es normal que estés agotado.
Para buena o mala fortuna suya, Unity a veces pecaba de ingenuo. Pero en ocasión como esas, prefería que así fuera.
- Será mejor que descanses en cuánto termine la fiesta.- Volvió a hablar Unity.- Le pediré a Rada que esté al pendiente de tí, para cualquier cosa que puedas necesitar durante la noche. Parece que le agradas y él a tí.
Degel carraspeó antes de responder.- Ciertamente, es una persona bastante agradable y educada.
Unity no le dió más importancia, y después de unos minutos, ambos bajaron al salón dónde la fiesta se llevaba a cabo.
[...]
Habían pasado ya un par de horas desde que la celebración había comenzado, y Degel no podía sentirse más aburrido.
Unity ahora se encontraba bailando y riendo con su hermana, y otros chicos que parecían provenir de familias acomodadas.
Degel apreciaba muchísimo al gobernador de Bluegrad y a toda su familia, y a Unity lo consideraba casi un hermano, su mejor amigo junto con Kardia, pero no podía evitar sentirse fuera de lugar cuándo otros chicos y chicas con dinero se acercaban a hablar con Unity.
Todos ellos lucían trajes y vestidos de ceda y otras telas finas, junto a joyería, accesorios y tocados carísimo. Él no tenía nada de eso, si bien tenía algunos trajes que fácilmente podían servirle para pasar desapercibido entre ese grupo de gente, ninguno lo había adquirido por sus propios medios, sino que todos habían sido regalos del gobernador, de Unity o de Seraphina.
Por eso prefería alejarse de Unity y el grupo de niños ricos, e ir a alguno de los balcones o zonas apartadas del salón cuándo se sentía abrumado.
Ahora mismo estaba en uno de los balcones, un lugar apartado de todos los invitados, mirando la luna llena y las calles de Bluegrad llenas de nieve, tratando de despejar su mente.
- Hace frío aquí.
Escuchó una voz familiar a sus espaldas, y giró la vista para ver a su interlocutor.
- Debería volver adentro con los demás invitados.
Degel le sonrió al contrario, y después suspiró.
- No tengo muchas ganas de volver ahí adentro, Rada.- Respondió.- A veces es algo abrumador estar enmedio de tanta gente.
- ¿Necesita que le anuncie al gobernador que se retira a su habitación?
Estaba a punto de negar, pero una extraña idea cruzó por la mente de Degel, y antes de que pudiera evaluarla, la llevó a cabo.
- Claro.- Aceptó, con una inusual sonrisa en su rostro.- No me siento muy bien, ¿podrías acompañarme a mi habitación?
El jóven rubio pareció entender sus verdaderas intenciones, ¿a quién creía Degel que engañaba con esa sonrisa coqueta?
- Se lo haré saber al joven Unity y al gobernador enseguida.- Dijo Rada, y luego se retiró.
Degel simplemente permanecido sentado a esperar. Después de unos minutos, vió al rubio acercarse nuevamente.
- El jóven Unity dice que irá a verificar su estado por la mañana.- Habló el rubio.- Y el señor gobernador le desea buenas noches.
- Muchas gracias, Rada.
De inmediato se puso de pie, y ambos fueron a la habitación que siempre le era asignada a Degel.
Una vez que estuvieron a solas, Degel se sentó en el borde de la cama, para después palmear a un lado suyo, invitando al rubio a sentarse a su lado.
Rada se sentó junto a Degel, manteniendo su vista en el suelo todo el tiempo.
- Rada, ¿no eres de aquí, cierto?
El rubio negó con la cabeza.- Como ya dije, comencé a trabajar aquí hace un par de meses, cuándo llegué de Inglaterra.
Degel había acertado, sí era inglés. La situación económica en ese país no era muy favorable, la gente enfermaba de gravedad, morían varias personas, y a causa de eso, el desempleo y desabasto estaban a la orden del día.
Había escuchado que varias personas habían huido de su país, en busca de una vida mejor. Quizás Rada era uno de ellos.
- Ya veo.- Asintió Degel.- ¿Qué te trajo a Bluegrad?
El rubio desvió la mirada a un lado de la habitación. Sus ojos se habían cristalizado levemente, amenazando con derramar lágrimas.
- Larga historia.- Susurró.- Gracias a las pésimas condiciones de salubridad, perdí a casi toda mi familia, solo sobrevivimos mi hermana, mi hermano y yo. Mis otros hermanos y mis padres murieron.
Degel guardó silencio, prestando total atención a la historia del chico.
- Mi hermano es apenas un niño de siete años. Mi hermana tiene dieciséis años, y se quedó en Inglaterra para cuidarlo.- Siguió contándole.- Por eso tuve que salir de mi tierra y tratar de ganarme la vida aquí.
- Debe ser duro, ¿no?
Radamanto asintió, sin poder contener ya las lágrimas.- Pero por mis hermanos haría lo que sea... Yo soy el mayor de todos, soy lo único que les queda... Por eso no puedo simplemente dejarme vencer.
Degel, por alguna razón, no podía evitar sentir admiración por la actitud y forma de pensar de ese chico.
Esa determinación, ese coraje, esa valentía, esa lealtad y ese inmenso amor, era una combinación algo difícil de ver en la mayoría de las personas.
- Estoy seguro de que ellos están orgullosos de tí.
Después de decir esas palabras, Degel terminó abrazando al rubio.
No era algo habitual en él, incluso sus amigos más cercanos como Kardia o Unity tenían que pedirle permiso para acercarse antes de abrazarlo.
Pero, ésta vez había nacido de su interior esa intención de abrazar a Rada. Podía sentir el calor de su cuerpo, y eso le hacía sentir bien.
Rada no se opuso, y termino correspondiendole el abrazo.
Degel se dejó caer hacía atrás, llevándose a Rada con él, dejándolo encima de su pecho.
- ¿Puedes quedarte a dormir conmigo ésta noche?- Susurró Degel en el oído del contrario.- Me agradas mucho y quiero conocerte más.
Rada solo asintió, aceptando la propuesta del peli-verde.
Degel no entendía porque sentía esa conexión con Rada. Apenas tenían unas horas de conocerse, pero parecía que habían sido amantes de toda la vida, abrazándose, besándose y acariciándose de forma sutil mientras hablaban tranquilamente.
- Si tu hermana tiene dieciséis años, ¿tú qué edad tienes entonces?
- Tengo veintitrés.- Respondió Rada.
Degel se sorprendió un poco. A pesar de que Rada era seis años mayor que él, no aparentaba llevarle más que uno o máximo dos años de diferencia.
No le tomó más importancia, y siguieron hablando por horas, como si el tiempo no pasara.
Tanto, que se quedaron dormidos sin darse cuenta. Rada se acurrucó en el pecho de Degel, arrullandose con los latidos de su correo.
Degel pegó su nariz en el cabello de Radamanto, oliendo la deliciosa fragancia a jazmín que éste desprendía.
Sabes que te quiero
Y que te necesito
Quiero tanto
Tu mal romance
El amanecer llegó, y Degel se despertó, encontrando esos ondulados y sedosos cabellos rubios recargados en su pecho.
No dijo nada, y se limitó a abrazar el cuerpo de su acompañante, pegándolo aún más a él.
No sabía si era normal sentirse así, tampoco le importaba demasiado realmente. Por alguna razón, solo por esa ocasión, no quería pensar. Quería simplemente apagar su cerebro y dejarse llevar por sus emociones y los latidos de su corazón.
[...]
El resto del día lo pasó al lado de Unity, yendo a pasear por Bluegrad, caminando por los jardines, bebiendo té, hablando sobre sus aventuras...
Pero por esa ocasión, iban acompañados de un tercero: Rada.
Degel se acercaba de vez en cuando al chico, y segundos después terminaban riendo por alguna broma o comentario de alguno de los dos.
Para Degel era algo extraño sentirse de aquella forma, y aún no terminaba de entender bien todo lo que pasaba por su cabeza. ¿Lo que sentía ahora, era a lo que se referían todas las personas que conocía a "estar enamorado"?, ¿o era simplemente una cercanía inventada por él, basada únicamente en el encuentro que habían tenido el día anterior?
No lo sabía, y quizás no lo sabría en un buen tiempo. Pero por el momento se conformaba con tenerlo cerca, y quizás Radamanto se sentía igual que él.
La situación de Rada no era tan diferente a la de Degel. También tenía muchas cosas en la mente, pero también estaba casi seguro de que quería quedarse al lado de ese guapo peli-verde por el resto de su vida de ser posible.
Aunque también le era imposible no sentir culpa por hacer algo indebido. En su tierra natal no eran bien vistas las relaciones entre dos personas del mismo sexo, todo lo contrario. Todos las veían mal, y llegaba a ser considerado un pecado por la iglesia... Pero, ¿por qué Degel no parecía preocupado como él?, ¿acaso no le importaba ser señalado, o peor aún, perseguido?, ¿no temía morir?
Trató de no pensar en eso, y centrarse únicamente en cumplir su trabajo como sirviente, llevando las cosas que el jóven Unity le entregaba para cargar y llevar hasta su carruaje. Pero incluso ahí, Degel terminó ayudándolo, cargando la mayoría de las cosas.
De pronto, Unity dijo sentirse demasiado cansado, y que volvería a la mansión.
Rada de inmediato lo acompañó hasta el carruaje, y se dispuso a volver a la mansión con su amo, pero el jóven hijo del gobernador habló.
- Rada, creo que Degel aún quiere ir a algunos lugares más, ¿no, Degel?- Preguntó sonriendo gentil.
- No es vital, Unity, si no te sientes bien, será mejor volver. Ya habrá oportunidad otro día.
- No me estoy muriendo, Degel.- Rió el chico.- Rada, ustedes quédense. En un par de horas enviaré un carruaje por ustedes, ¿de acuerdo?
Los dos intercambiaron una mirada, y después asintieron, acatando la orden de Unity.
Una vez que terminaron de subir todas las cosas, y a Unity al carruaje, fueron en dirección contraria.
No sabían bien a dónde ir, así que se limitaron a hablar entre ellos, mientras caminaban sin un rumbo fijo, dejando que sus pasos los guiaran.
Quiero tu amor y quiero tu venganza
Tú y yo podríamos escribir un mal romance
(Oh oh oh oh oh)
Quiero tu amor y la venganza de todos tus amantes
Tú y yo podríamos escribir un mal romance
Los días pasaron, Degel decidió quedarse un par de semanas más en Bluegrad, y eso aparentemente hizo felices a todos.
Pero había alguien a quién, si bien en un inicio le agradó la idea, poco a poco fue cambiando de opinión.
Unity rápidamente notó la cercanía que había desarrollado Degel hacía el sirviente rubio en tan poco tiempo.
No pudo evitar sentirse algo celoso por dicha cercanía. Él sabía lo difícil que era ganarse la confianza de Degel. A él le llevó años hacerse amigo del peli-verde, pero de pronto un sirviente extranjero se lo ganaba de la noche a la mañana, de la forma más literal posible.
Tanta era esa maldita cercanía, que Degel prácticamente se olvidó de él y lo reemplazó con Radamanto. Todos los días salían a caminar por todo Bluegrad, a los jardines, o Degel le pedía a ese inglés que lo acompañara a tomar el té.
No tenía una razón válida para sentirse así. Él y Degel solo eran amigos después de todo, además de que Degel tenía derecho a tener más amigos que él y hacer lo que le diera la gana con su vida, y hablar con quién quisiera. Pero sentía que Degel lo dejaba cada vez más de lado por otras personas.
Cuándo Degel se marchó al santuario, Unity se sintió abandonado, pero trataba de convencerse a sí mismo de que Degel cumpliría su promesa.
Pero poco a poco fue perdiendo la fé en ello. Degel visitaba cada vez menos Bluegrad, y las pocas veces que lo visitaba, se la pasaba hablando de las misiones que cumplía, casi siempre al lado de un tal Kardia.
Unity ya se sentía bastante desplazado por Kardia. Sentía que le había quitado a su mejor amigo, quién ahora pasaba casi todo el tiempo hablando de él. Siempre "Kardia ésto", "Kardia lo otro", "Kardia aquello", ¡Kardia, Kardia, Kardia! Hubo un tiempo en el que prácticamente juraba ver a Kardia hasta en la sopa, a pesar de jamás haberlo conocido en persona.
El albino creía haber superado esa etapa. Creía que finalmente había conseguido no tomarse tan a pecho la amistad que Degel tenía con Kardia, incluso creía que si se le presentaba la oportunidad, podría hacerse amigo de Kardia.
Pero de pronto su propio sirviente lo apuñalaba por la espalda, robándose toda la atención de Degel.
Radamanto se había vuelto un amigo para él en los meses que llevaba en la mansión, mucho más que solo un sirviente. Unity confiaba plenamente en él, por eso se lo presentó a Degel.
Pero ahora se arrepentía rotundamente, y si pudiera volver en el tiempo, haría de todo con tal de evitar haber permitido que Degel siquiera lo viera.
- ¡Maldición!- Gritó un enfurecido Unity, lanzando todo objeto que estuvo sobre su escritorio al alcance de sus brazos.- El destino definitivamente me odia...- Gruñó al ver pequeños hilos de sangre brotar de la palma de su mano.
Al parecer, entre las cosas que había arrojado al suelo y roto en el proceso, se encontraba un florero de cristal, que al hacerse añicos, uno de los pedazos terminó hiriendolo.
Por un momento miró los pedazos del florero... Eso definitivamente no tenía arreglo, estaba completamente destrozado...
Justamente así se sentía en ese momento: Destrozado, destruido por completo, pisoteado, despreciado, desechado...
Otra vez estaba solo.
Gruñó, y después fue al buscar unas vendas en uno de sus cajones.
Por alguna razón, giró su vista hacía una de las ventanas de su habitación, que daba a uno de los jardines, el más apartado de toda la mansión. Y ahí se encontraba Degel, al lado de Rada.
Por curiosidad se acercó más, escondiéndose detrás de las cortinas, cuidando que no lo descubrieran.
Pero bien dicen que la curiosidad mató al gato, y Unity se sintió como ese gato.
Lo siguiente que sus ojos color plata vieron, fue algo que jamás imaginó observar, y que hizo florecer en él una enorme rabia.
Degel sujetó de las mejillas a Radamanto, para después besarlo. Y el rubio, lejos de alejarlo o separarse, solo se pegó más al peli-verde, abrazándose de su cuello.
Unity no entendía lo que estaba sintiendo en ese momento, o más bien el porqué.
En muchos lugares no eran bien vistas ese tipo de relaciones, en algunos incluso eran castigadas con la muerte. En Bluegrad no era el caso, pero tampoco eran respetadas ni bien vistas por la sociedad.
Debería sentirse asqueado, ofendido, quizás hasta horrorizado... Pero no, si era completamente sincero consigo mismo, lo único que sentía eran celos.
Sabía por Degel, que en el santuario ese tipo de relaciones no eran mal vistas, siempre y cuándo no interfieran en el cumplimiento de sus deberes, todo tipo de relación era respetada. Aunque la mayoría prefería no involucrarse con nadie que no perteneciera a la orden ateniense.
Quizás todas las historias que Degel le había contado sobre sus compañeros de armas y los amoríos pasajeros, y otros no tan pasajeros de éstos, junto al enorme aprecio que tenía hacía Degel, le impedían sentir asco hacía su propio amigo.
Pero ¿por qué los celos?, ¿por qué las ganas de golpear a Radamanto?, ¿por qué... Por qué ese deseo de estar en el lugar del rubio?...
¿Acaso confundió un enamoramiento con una amistad?, ¿estaba enamorado de su mejor amigo?... No, no podía, no debía ser.
Por puro instinto, volvió a asomar sus narices dónde nadie lo llamó, quizás intentando convencerse de que sus ojos le habían jugado una broma, pero no, lo único que hizo fue confirmar lo que ya sabía.
Degel y Radamanto seguían ahí, y cuándo finalmente se separaron, vió como se sonrieron mutuamente, y después Degel lo abrazaba contra su pecho, tan solo para volver a besarse segundos después.
Unity desvió la vista nuevamente, ésta vez hacía los restos que quedaban del florero, y después hacía la cortada en su mano.
Esas simples imágenes hicieron que floreciera una siniestra idea en su mente.
Ese florero se hizo pedazos cuándo él lo arrojó contra el suelo en medio de su ataque de cólera, pero no salió ileso. Uno de los pedazos de ese florero lo hirió...
Si él se sentía destrozado como el florero, y Degel fue quién lo produjo... Entonces ¿por qué no vengarse igual que aquel florero?, ¿por qué no pagarle con la misma moneda a quién lo hizo pedazos?, ¿por qué no quitarle esa felicidad?...
Si ese peli-verde no podía ser suyo por las buenas, entonces lo sería por las malas, por los medios que fueran necesarios para lograrlo.
Atrapada en un mal romance
Atrapada en un mal romance
Quiero tu mal romance
Los días pasaron, hasta estar a punto de convertirse en un mes. Degel recibió un llamado del santuario, indicándole que se había ausentado por demasiado tiempo, y debía volver cuánto antes.
El francés no deseaba apartarse del lado de ese rubio, que se había convertido en objeto de su amor. Pero era su deber como caballero de Acuario responder al llamado del santuario.
Con todo el dolor de su corazón, se vió forzado a despedirse de ese hermoso inglés.
- Entonces, ¿te irás?
Degel no soportaba ver esos brillantes ojos color miel cristalizados por las lágrimas. Y acunó el rostro de Radamanto con toda la ternura que alguien pudiera ofrecer.
- Volveré tan pronto como pueda.- Respondió Degel, sonriendo como pocas veces solía hacer, para después besar la frente del rubio.- Quisiera que vinieras conmigo al santuario, pero entiendo que tienes planes que cumplir aquí. Así que vendré a verte tanto como pueda, hasta que algún día puedas acompañarme.
El jóven inglés sonrió, con un leve rubor en sus mejillas.
Degel volvió a besarlo, ésta vez uniendo sus labios con los contrarios, siendo alegremente correspondido.
Esa noche era la última que Degel pasaba en Bluegrad por tiempo indefinido. Y no iban a desaprovechar la oportunidad de estar juntos y entregarse una vez más.
Minutos después, Degel había entrelazado sus dedos con los de Rada, mientras trataba de ayudar al rubio a ahogar sus gemidos con besos. Iluminados únicamente por la tenue luz de luna que se colaba por la ventana.
Era ya de madrugada, y era poco probable que alguien llamara a la puerta, pero era mejor prevenir que lamentar.
- D-Degel...- Gimió el rubio contra sus labios.- Y-Yo...
- Y-Yo también...- Jadeó Degel.
Unas cuántas caricias y embestidas más, y Radamanto sintió esa sensación similar a una descarga eléctrica, recorriendole todo el cuerpo, haciéndolo llegar al clímax.
Degel le siguió solo unos segundos después, sintiéndose completamente embriagado de placer.
A duras penas consiguieron contener sus gemidos, ahogándolos con besos desesperados.
- Rada...- Susurró Degel contra su oído, después de que ambos consiguieran regular sus respiraciones.- Je t'aime.
- I love you.
A veces solían hablar en sus idiomas natales, era una forma que tenían de hablar más íntimamente y única entre ellos.
Volvieron a besarse una vez más, como si trataran de demostrar que todo el amor que se profesaban era real.
- Sé que quizás no es el mejor momento.- Volvió a hablar Degel, después de separarse.- Pero... Quiero preguntarte algo.
- ¿Qué cosa?
- Do you want to marry me?
Radamanto sintió sus mejillas arder apenas escuchó esa pregunta. Oír una propuesta como esa era algo hermoso, pero que bien sabía imposible.
- No te preocupes.- Escuchó de nuevo la voz de Degel, y al alzar la vista, se topó con esos ojos violeta que lo tenían completamente hipnotizado.- En el santuario todos son tratados como iguales, y siempre y cuándo no interfiera en el cumplimiento de nuestro deber, cualquier tipo de relación o unión es aceptada y respetada, incluso por la misma Athena.
- Oui.- Respondió finalmente Radamanto, sonriéndole a Degel.
Aunque al principio ninguno de los dos estuviera seguro de qué eran esos sentimientos, ahora ambos estaban seguros de que lo que sentían por el otro era amor.
No quería dejarse ir.
No estaban dispuestos a perderse.
No iban a abandonarse...
Al menos no por voluntad propia.
[...]
Al otro día, Degel partió por la tarde, dejando atrás Bluegrad y a su adorado rubio, prometiendo volver.
Radamanto se quedó en la mansión, únicamente esperando pacientemente el regreso de Degel.
Pero incluso el cuento de hadas más hermoso tiene un villano dispuesto a acabar con todo con tal de saciar sus propios deseos, y el suyo no sería la excepción.
Lo peor era que quizás el villano resultó ser quién menos esperaban. Tanto que ni siquiera pudieron ver de dónde llegó el golpe.
Quiero tu horror y tu forma de vestir
Porque eres un criminal mientras seas mío
Quiero tu amor
(Amor, amor, amor, quiero tu amor, uh)
- Rada, ¿podrías ayudarme a buscar un libro que dejé en mi oficina, por favor?
- Por supuesto, señor Unity.
Radamanto fue a dónde su jóven amo le indicó, sin sospechar siquiera lo que sucedería después.
Ingresó a la oficina que pertenecía a Unity, y después escuchó como el jóven cerraba la puerta. Pero eso no fue lo que encendió sus primeras alarmas, sino el escuchar como la puerta era asegurada con llave por dentro.
Aún así, trató de calmarse, creyendo que solo estaba exagerando... Debió hacerle caso a su instinto.
- Rada, ¿por qué no buscas en los cajones del escritorio?- Escuchó la tranquila voz de Unity.- Yo buscaré en los estantes, ¿de acuerdo?
Radamanto asintió, y comenzó a hacer lo que Unity le indicó.
Pero al agacharse para buscar en el último cajón, sintió como alguien cubría su boca con una mordaza, impidiéndole gritar.
Intentó zafarse, sin éxito en su cometido, siendo azotado contra el escritorio, y después un nuevo golpe en su cabeza lo dejó inconsciente.
[...]
Cuándo despertó e intentó moverse, se dió cuenta de que sus manos y tobillos estaban atados, inmovilizandolo por completo en una silla.
No podía hablar, su boca estaba cubierta por una mordaza de tela, impidiéndole pronunciar una sola palabra. Tampoco podía ver absolutamente nada, todo la habitación era completa oscuridad. No era capaz de reconocer en dónde se encontraba. Incluso le era difícil recordar cómo había llegado ahí.
- Vaya, hasta que despiertas.
Escuchó esa voz, que reconocería en cualquier parte.
- No tienes idea de los difícil que fue traerte hasta aquí. Deberías considerar perder un poco de peso.
Unity... Ahora recordaba todo, Unity lo había golpeado en la cabeza.
Pero, ¿qué estaba haciendo el peli-plateado?, ¿dónde estaba y porqué?
- Debes tener muchas preguntas, pero aquí el único que habla soy yo.- Volvió a hablar Unity, inclinándose hacía él.- Tú simplemente te quedas callado, como el insignificante lacayo que eres.
La tenue luz de una vela era lo único que alumbraba el rostro de Unity. Y Rada no pudo evitar el terror que lo invadió al ver los ojos del contrario.
Los ojos de Unity, que eran de un extremadamente inusual color plateado, brillantes como el metal con el que compartían color, que desprendían pureza, amor y compasión... Ahora habían perdido completamente su brillo, y lo único que desprendían era un aura de profundo odio, rencor y sed de venganza... Si los ojos eran la ventana del alma, entonces el alma de Unity había sido consumida por sus propios demonios.
- Dime, Rada, ¿te divertiste con Degel?- Escuchó la voz de Unity, y pudo ver esa siniestra sonrisa dibujada en su rostro.- ¿Te gustó compartir la cama con él?
Rada abrió sus ojos, sorprendido de que Unity supiera esa información.
- ¿Crees que soy tonto acaso, Rada?- Preguntó Unity, ampliando esa espeluznante sonrisa.- ¿Creíste que no había notado la cercanía de ustedes dos?
¿Tan obvios habían sido?, ¿acaso alguien más que Unity sabía lo que pasaba entre ellos?... ¿Qué planeaba Unity?
- ¡¿Creíste que podías quitarme lo que por derecho es mío?!- Gritó un enfurecido Unity, para después propinarle un fuerte golpe en la mejilla.- ¡¿Creíste que él realmente amaría a una zorra como tú?!
¿Qué?... ¿De qué hablaba Unity?
Vió sonreír nuevamente al albino.
- No eres el primero, y te puedo asegurar que tampoco el último que cae ante los encantos de Degel.- Dijo el jóven de ojos plateados.- De seguro te dijo que era la primera vez que se sentía tan cercano a alguien, la primera vez que sentía eso, que te amaría por siempre... ¿O me equivoco?- Rada no movió ni un músculo, ¿cómo es que Unity sabía todo eso?. Solo lo escuchó reír levemente, para después continuar.- Degel realmente es un gran seductor, ¿no lo crees? Todos los que quiere caen a sus pies.
Rada sintió como si su corazón fuera estrujado con toda la fuerza del mundo. ¿Acaso todo habían sido mentiras?
- No te sientas mal, Rada.- Escuchó reír a Unity.- Después de todo, es normal que pobres ingenuos, desesperados de amor como tú, caigan en esas tretas... ¿De verdad creíste que podías tener su amor? ¡Ja!, no sé si debería reírme o sentir lástima por tí.
Sin que pudiera evitarlo, gruesas lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. Pero Unity seguía hablando.
- Escucha bien ésto, porque será lo último que sepas antes de irte al jodido infierno.- Exclamó Unity, tirando de sus cabellos, obligándolo a verlo a los ojos.- Degel es mío... Siempre ha sido mío, siempre lo será... ¡Y ninguna perra como tú va a quitarmelo!
Otro golpe en la mejilla de Radamanto, seguido de otro en el abdomen, y varios más repartidos por todo su cuerpo, siendo incapaz de defenderse.
- ¡Debiste pensarlo mejor antes de meterte con lo que no te pertenece!- Gritaba Unity, completamente cegado por la rabia.- Pero me aseguraré de que no te interpongas más entre nosotros.- Añadió, cesando los golpes, para después tirar con rudeza de los rubios cabellos.- Debería tomarme mi tiempo para hacerte sufrir de todas las formas que se me ocurren ahora mismo, para que entiendas a dónde perteneces...- Rada sintió el frío filo de una cuchilla cerca de su cuello, pero se sentía extremadamente débil como para siquiera intentar defenderse.- Pero no gasto mi tiempo en tonterías. Así que simplemente acabaré contigo rápido.
Lo siguiente que sintió Rada fue un punzante dolor en el abdomen, seguido del calor de la sangre emergiendo de la herida.
- Aún si intentaste robarte lo que es mío, soy una persona bastante generosa.- Escuchó reír a Unity.- Mientras estabas inconsciente por el golpe, te hice beber algo de opio. Así que por lo menos te dejaré ir sin dolor, deberías agradecerme.
Rada perdió la noción del tiempo, y de las puñaladas que le siguieron a la primera.
Cada vez le faltaba más el aire, y sentía sus fuerzas abandonar su cuerpo con cada segundo que pasaba. Hasta que llegó el punto de no tener fuerza siquiera para abrir los ojos.
Entonces fue cuándo Unity finalmente se detuvo, cayendo en cuenta de lo que acababa de hacer.
El albino estaba paralizado por completo, incluso la daga terminó resbalando de sus dedos, cayendo al suelo con todo y la sangre del sirviente.
Fue como si la mente de Unity todo el tiempo hubiera estado siendo manipulada igual que un títere, y finalmente hubiera vuelto en sí, después de acabar con la vida de Rada.
Unity no pudo hacer más que dejarse caer de rodillas al suelo, contemplando sus manos completamente manchadas de sangre, al igual que sus cabellos y su ropa...
No era un sueño como esos que estaba teniendo últimamente desde que descubrió el romance de Degel y Rada... Todo lo que había hecho era real.
Había perdido completamente la razón, había asesinado a un inocente sin justificación... ¿Y todo para qué? ¿Únicamente por el enfermizo amor unilateral que sentía hacía Degel, y que jamás le sería correspondido?
Estaba arrepentido de haber cometido tan atroz crimen, no sabía qué hacer, no podía contarle a nadie...
Si alguien se enteraba... Era seguro que no solo él, sino que su padre y toda su familia pagarían las consecuencias...
Lo hecho, hecho estaba, y ya era muy tarde para arrepentirse... Ahora debía terminar lo que empezó, y deshacerse de toda prueba que pudiera incriminarlo.
Quiero tu psicopatía, tu vértigo
Te quiero en mi ventana trasera, amor, eres un enfermo
Quiero tu amor
Amor amor amor quiero tu amor
(Amor, amor, amor, quiero tu amor)
[... Actualidad]
- No hay día que no me arrepienta de haberme cruzado en tu camino.- Gruñó el rubio.- Fuiste mi perdición... ¡Aún no puedo creer que fuí tan idiota para creer todas tus mentiras!
- ¡Yo no dije ninguna mentira!- Gritó Degel de vuelta.- Yo... Yo te envié varias cartas por seis meses, pero jamás respondiste ninguna.
Radamanthys guardó silencio. Realmente no sabía nada de esas cartas que mencionaba Degel... ¿Cómo iba a saberlo, si para ese entonces ya se encontraba muerto, vagando por el Inframundo?
- Yo regresé a Bluegrad seis meses después.- Siguió hablando Degel.- Regresé para cumplir mi promesa... Pero tú no estabas ahí.
- ¡Ya te dije lo que pasó!- Siguió gruñendo enfadado el juez.- Fuiste mi maldita perdición... ¡Pero eso me pasa por creer en esa maldita estupidez del amor!, ¡por creer todas tus malditas mentiras y promesas vacías!... ¡Por haber confiado en tí y en ese estúpido niño mimado!
Degel no dijo nada, se acercó al herido juez, sujetándolo del brazo. Pero sin intenciones de atacar.
Radamanthys, aún herido, no solo físicamente, sino también en su orgullo, estaba dispuesto a pelear y acabar con Degel de ser necesario... Él no caía dos veces en la misma trampa. Pero lo siguiente que sintió, fue al caballero de Acuario, abrazándolo contra su pecho.
- Yo... Yo jamás creí que Unity fuera capaz de hacer algo así...- Lo escuchó sollozar.- Debí escuchar a Kardia cuándo me dijo que sospechaba de él... No debí dejarte solo.
Radamanthys no sabía qué responder. Hace años que no veía a Degel, casi no recordaba la calidez que transmitía con sus abrazos, y los suaves latidos de su corazón...
- Yo te amé como no tienes idea.- Escuchó la voz de Degel.- Te amé tanto, que cuándo volví a Bluegrad, y Unity me dijo que habías vuelto a Inglaterra, sin despedirte... Me sentí completamente destrozado... No quise volver a intentarlo con nadie más, porque en el fondo, sabía que yo solo tenía ojos para tí.
- ¿Qué me asegura que no estás mintiendo?
Degel no le respondió con palabras, sino con un beso, que hace años quedó pendiente.
Radamanthys en un inicio se rehusó a aceptar el contacto, incluso llegando a morder los labios de Degel, pero el peli-verde no se apartó en ningún momento. Hasta que Radamanthys finalmente cedió, aceptando el contacto, abriendo levemente su boca.
- ¿En serio crees que mentiría con algo como eso?- Escuchar la voz de Degel, y la sinceridad en ella, fue lo que lo hizo entender que sus palabras eran auténticas.- Nunca dejé de amarte... Incluso no sé si puedo dejar de amarte ahora.
Pero esa última frase hizo que Radamanthys recordara su actual posición como juez del Inframundo.
No podía simplemente abandonar a su señor Hades, o a su señora Pandora... Después de todo, había sido Hades quién lo eligió para ser uno de los tres jueces, y quién le había otorgado una nueva vida.
Estaba en deuda con el dios del Inframundo, no podía simplemente darle la espalda por un caballero de Athena.
Degel definitivamente no abandonaría a su Diosa para unirse al bando enemigo, Radamanthys lo sabía de sobra.
Radamanthys se separó de Degel, empujando al peli-verde, para después retroceder.
- Te perdonaré la vida ésta vez, solo porque estoy demasiado herido como para continuar luchando, y no estoy dispuesto a maltratar el cuerpo que me otorgó el señor Hades.- Dijo.- Pero la próxima vez que nos encontremos, no seré tan generoso, Degel de Acuario.
Después de decir aquello, Radamanthys abrió sus alas, y se marchó, probablemente para buscar a Pandora y emprender la huida, sin darle a Degel tiempo de hablar.
Degel se quedó quieto por unos segundos, tratando de asimilar toda la situación.
Quizás había enloquecido, pero ahora que había vuelto a encontrar a ese inglés, no estaba dispuesto a volver a dejarlo ir... Aún si hacía falta morir en el proceso, mejor perder que no intentar.
Sabes que te quiero
Y que te necesito
(Porque soy una perra libre, amor)
Quiero tanto
Tu mal romance
Después de haber dejado huir al enemigo, Degel tuvo que seguir su camino hacía el templo de Poseidón para solicitar la ayuda del dios de los mares.
No sabía qué se encontraría, o cómo reaccionaría Poseidón. A pesar de todo, se sentía bastante nervioso, casi asustado.
Pero cuándo finalmente llegó a su destino, se sorprendió de ver a Pandora inconsciente, justo fuera de la habitación dónde yacía Poseidón.
Sin embargo, al cruzar el umbral de la puerta, su sorpresa no hizo más que aumentar, al ver el cuerpo inerte de una chica a la que reconocía perfectamente; Seraphina, la hermana mayor de Unity.
- Hasta que finalmente llegas, Degel.
Escuchó una voz familiar a sus espaldas, y al girar, se topó con ese amigo de la infancia, que supuestamente había muerto hace unos minutos.
- Unity...- Susurró, sin creer que el albino siguiera con vida.- ¿Cómo es que sigues vivo?
Vió sonreír de lado al peli-plateado, quién se acercó a él, vistiendo las escamas que Degel reconoció como las de Dragón Marino.
- Conseguí hacerme con la bendición de Poseidón. Él me otorgó éstas escamas, y me protegió de la muerte.- Explicó Unity.- Yo estoy a cargo de hacer cumplir la voluntad del señor Poseidón.
Degel sintió como si un aire frio le recorriera todo el cuerpo. Sentía que quién tenía delante no era el Unity amigable, dulce y cálido que recordaba de su infancia. Sentía que no conocía en lo absoluto a quién tenía delante, y la historia de Radamanthys ahora le sonaba más real que nunca.
Los ojos de Unity, que solían desprender un brillo, reflejar calidez y bondad, ahora estaban completamente opacos, vacíos, sin vida...
- ¿Sabes, Degel?- Escuchó la voz de Unity, que consiguió helarle la sangre.- Podría matarte ahora mismo, y deshacerme de tí como lo hice con esa tal Pandora... Pero eres alguien muy querido para mí, y a pesar de tu traición, estoy dispuesto a perdonarte, incluso te daré el oricalco que tanto quieres para Athena.
Degel no dijo nada. Estaba paralizado, no podía creer las palabras de Unity. ¿Qué quería decir con "su traición"?
- Pero a cambio, necesito un favor de tí, Degel.- Esas palabras hicieron que Degel fijara su vista en Unity.- Necesito que liberes el alma de Poseidón, para que pueda usar el cuerpo de Seraphina como su vasija.
- ¡¿Estás loco acaso?!- Degel no contuvo sus emociones. Nuevamente sentía ese deseo de luchar corriendo por sus venas.- ¡Es tu hermana, Unity!
El peli-plateado rió bajo de una forma siniestra.- Yo no dañaría nunca a alguien que me importa Degel.- Respondió.- Seraphina falleció hace años, a causa de una enfermedad... Pero yo no iba a perder a nadie más...
- ¿Qué hiciste, Unity?
- Le vendí mi alma a Poseidón, a cambio de éste poder, y de que que el cuerpo de Seraphina pudiera conservarse... Y que ella volviera a la vida con la ayuda de Poseidón.
Con las palabras de Unity, la historia que Radamanthys le había contado, y lo que él mismo había presenciado, Degel consiguió atar cabos, y entendió lo que causó todo ese desastre.
Unity había sido engañado por algún ente maligno, que había corrompido su mente, haciéndolo cometer aquellos atroces crímenes...
¿Cómo fue tan ciego?, ¿cómo no se dió cuenta antes?... No era la primera vez que veía a alguien corrompido por el deseo de poder, influenciado incluso por entes malignos, gracias a eso perdió a su maestro, y quedó parcialmente discapacitado del sentido de la vista.
Pero gracias a eso sabía que incluso los entes malignos más fuertes como Ker, Dolos o Eris, no eran capaces de corromper un alma de la nada, para lograrlo, esa alma ya tenía que estar lastimada, consumida por sentimientos negativos.
Por eso no entendía qué pasaba con Unity, porqué había traicionado a todos de esa forma.
El albino siempre lo tuvo todo: una familia amorosa, un pueblo que lo adoraba, buenos amigos, nunca le faltó alimento en la mesa, ni un techo bajo el que dormir... Era mucho más de lo que cualquier persona podría desear...
¿Qué faltaba en la vida de Unity, y lo hacía sentir tan mal como para dejarse corromper de esa forma?
- No lo haré.- Fue lo único que dijo Degel, captando la atención de Unity.- No te ayudaré a cumplir tus propios deseos egoístas... Ésta no es la voluntad de Poseidón.
Unity volvió a reír bajo, para después, de un segundo a otro, lanzarse sobre Degel.
- Entonces no me dejas otra opción que deshacerme de tí, Degel.- Dijo, con una diabólica sonrisa decorando su rostro.- ¡Te prefiero muerto antes que al lado de alguien más!
Degel se limitaba a esquivar los ataques de Unity, y solo empujarlo si era muy necesario.
Aún sabiendo todo lo que Unity había hecho, y que él había sido el verdadero culpable de uno de sus más grandes pesares, no podía simplemente borrar de su memoria todos los buenos recuerdos que tenía al lado del peli-plateado.
Aún si su amigo estaba irreconocible, y consumido por un profundo odio y maldad, Degel sabía que en el fondo, Unity seguía siendo ese chico, que aunque frío y duro por fuera, por dentro era sumamente cálido, leal y bondadoso... Solo necesitaba encontrar la forma de traerlo de vuelta.
- ¡Recuerda quién eres realmente, Unity!- Gritó Degel, después de conseguir empujar a Unity unos cuántos metros lejos de él.- ¡Ésto no es quién eres!, ¡el Unity que yo conozco no sería capaz de causar todo ésto... No sería capaz de sacrificar el descanso del alma de su hermana únicamente por un deseo egoísta... No sería capaz de venderse... No sería capaz de asesinar a un inocente!
Unity alzó la vista, fijándola totalmente en Degel, tan solo para después soltarse a reír a carcajadas.
Degel estaba confundido, no entendía qué demonios pasaba con Unity, hasta que el contrario habló.
- Así que después de todo, ese maldito bastardo consiguió decirte lo que pasó ese día.- Dijo riendo.- Creí que acabar con su vida sería más que suficiente para silenciarlo por el resto de la eternidad, y que jamás volvería a interponerse en mi camino... Vaya que algunas alimañas son más difíciles de exterminar que las cucarachas.
Degel sintió las lágrimas llenar sus ojos... Unity era consciente de lo que había hecho, y no estaba arrepentido en lo más mínimo, sino todo lo contrario, incluso parecía jactarse del crimen que realizó.
- ¿Por qué lo hiciste, Unity?- Preguntó en un débil susurro.- ¡¿Por qué, maldita sea?!
- Ya te lo dije, Degel.- Respondió, sin dejar de sonreír en ningún momento.- Para ser considerado el más inteligente de toda la orden ateniense, eres bastante tonto al no notar los sentimientos de otras personas.
Degel no dijo nada.
- Yo te amo.- Añadió Unity.- Pero tú... Tú... ¡Tú siempre preferiste a otros!- Gritó con fuerza el albino.- ¡Primero fue ese idiota de Kardia!, ¡y luego ese maldito lacayo de pacotilla!... Pero ya nada de eso importa ahora. Después de todo, ambos están muertos.
Esa última frase hizo que la llama de lucha se avivara dentro de Degel, haciéndolo lanzarse contra Unity nuevamente, ésta vez golpeándolo, hasta dejarlo malherido en el piso.
Unity se dejó consumir por sus propios demonios. Permitió que el egoísmo y el odio lo cegaran y convirtieran en su títere... Tanto, que era prácticamente imposible rescatarlo de su propia oscuridad si él no ponía de su parte.
Si debía acabar con su vida para liberarlo de ese tormento, y cumplir su misión de llevar el oricalco, entonces que así fuera.
Quiero tu amor y quiero tu venganza
Tú y yo podríamos escribir un mal romance
Quiero tu amor y la venganza de todos tus amantes
Tú y yo podríamos escribir un mal romance
Atrapada en un mal romance
Atrapada en un mal romance
Quiero tu mal romance
Degel luchó con todo lo que tenía, no estando dispuesto a perder contra Unity.
Debía ganar esa pelea por Athena, por Seraphina, por Kardia, por el mismo Unity... Y sobretodo, por Radamanthys.
Sin embargo, su cuerpo estaba dañado por las peleas anteriores contra Radamanthys, y su cosmos se debilitaba cada vez más, dándole la ventaja a Unity.
Apenas Degel bajó un poco la guardia, Unity lo lanzó contra uno de los pilares, derribando la estructura en el proceso.
Ni siquiera le dió tiempo de levantarse, cuándo lo tomó del cuello, comenzando a apretar cada vez más, con la clara intensión de estrangularlo.
Degel creyó que ese sería su fin, a manos de quién menos lo pensó. Pero justo cuándo sentía que la muerte llegaba para llevarse su alma, pudo volver a respirar, aunque terminó cayendo de rodillas al suelo.
- ¿Vas a quedarte ahí o vas pelear?
A duras penas consiguió alzar la vista, topándose con la imponente figura de Radamanthys.
El juez acababa de salvarle la vida, empujando a Unity lejos de él.
- No me importa en lo absoluto la vida de Athena ni lo que le pase a todos sus estúpidos caballeros.- Gruñó el rubio.- Pero ésto ya es personal, dragón marino.
Unity se incorporó, algo adolorido, pero dispuesto a acabar con ambos.
- Nadie lastima a la señora Pandora y sale ileso.- Siguió hablando el rubio.- ¡Pero sobretodo, vas a pagar por todas las mentiras que dijiste y todos tus crímenes!, me encargaré personalmente de enviarte al peor de los infiernos. ¡Tengo un lindo lugar en el Tártaro esperando por tí!
- ¡Cierra la maldita boca y muéstrame el poder de los jueces del Inframundo!
Ambos se lanzaron uno contra el otro, batiéndose en un duelo a muerte, usando únicamente sus puños y cosmos.
- Rada...- Lo llamó Degel, observando la pelea.
Estaba demasiado débil y herido como para levantarse e ir a ayudar a Radamanthys, pero entonces sintió unos brazos alzándolo del suelo, y escuchó una voz familiar.
- ¿Necesitas ayuda, Degel?
- ¡¿Kardia?!
¿Cómo era posible? Él mismo había visto morir en sus brazos al escorpión hace unos minutos, ¿cómo es que estaba junto a él?
- El desgraciado que me mató me trajo de vuelta temporalmente para ayudar.- Respondió Kardia, sin darle demasiada importancia, típico de él.- En fin, acabamos con el lunático albino primero, charlamos después.
Kardia lo puso en un lugar seguro, lejos de la batalla, tan solo para dejarlo e ir a ayudar a Radamanthys, no sin antes decirle que intentara recuperarse.
Degel hizo lo que Kardia le indicó, tratando de usar su aire frío para aliviar el dolor en su cuerpo.
Mientras tanto, Kardia se había lanzado sobre Unity, siendo seguido por Radamanthys. El peli-plateado se defendía, pero era obvio que no era rival para dos guerreros como Wivern y Escorpio.
Después de una dura batalla, que Unity terminó perdiendo, Radamanthys fue a dónde estaba Degel para auxiliarlo, mientras Kardia se encargaba de inmovilizar a Unity.
- ¿Estás bien?
- No es nada, solo un par de fracturas.- Respondió Degel.- Estaré bien.
Radamanthys solo asintió, para después ir a dónde se encontraba Pandora, aún inconsciente.
Tomó a la peli-negra en brazos, y después se dispuso a retirarse, pero la voz de Degel lo hizo detenerse.
- ¡Radamanthys!- Lo llamó el galo.- ¿Por qué regresaste a salvarme?
Necesitaba saberlo. Necesitaba saber si aún podía luchar por el amor de Wyvern o era un caso perdido.
Radamanthys guardó silencio por unos segundos, y después habló.
- Ya lo dije: Nadie daña a la señora Pandora. Ella es nuestro segundo hombre al mando, después del señor Hades, y como espectros es nuestro deber protegerla.- Repitió.- Pero éste asunto ya era personal entre ese idiota y yo. Así que no pienses que volví solo por tí.
Degel sintió su corazón acelerarse por un momento... Radamanthys ciertamente había cambiado, pero aún podía ver el amor que había renacido en el corazón del Wyvern.
- Por cierto, será mejor que te largues de aquí cuánto antes.- Añadió el rubio.- No será la última vez que nos veamos, la próxima vendré directo por tu cabeza. Pero por ahora estoy seguro de que Poseidón estará de todo menos felíz al notar éste desastre... Y tu amigo deberá volver al Inframundo en unos minutos, solo le permití volver temporalmente.
Después de eso, Radamanthys se retiró tan rápido como llegó, llevándose con él a Pandora.
Degel se quedó en su lugar por un momento, para después ponerse de pie e ir hasta dónde estaban Kardia y Unity.
Pudo comprobar las palabras de Radamanthys, el cuerpo de Kardia volvía a presentar poco a poco las mismas heridas que le causaron la muerte, y podía sentir su cosmos debilitarse.
Apenas intentó acercarse a Unity, toda la estructura del lugar dónde se encontraban comenzó a temblar, amenazando con caer sobre ellos.
- Kardia...- Degel sabía que quedaba poco tiempo para salir de ahí.- Salgan de aquí ustedes dos, ¡ahora!
- Degel, ¿estás loco?, te vas a matar tú solo.
- Es cuestión de tiempo para que Hades envíe más de sus secuaces por el oricalco.- Insistió Degel.- Solo destruyendo éste lugar podremos asegurarnos de que no lo obtengan.
Kardia sabía lo obstinado que podía llegar a ser Degel cuándo se lo proponía.
No insistió más, simplemente cargó a Unity en su hombro, cuál saco de patatas, y corrió lo más rápido que podía hacia la salida.
Degel esperó a que estuvieran lo suficientemente lejos, y después lanzó una ejecución de aurora que congeló todo a su paso, incluído él mismo.
De todos modos, no tenía ya nada porqué quedarse vivo. Kardia solo había vuelto por unos minutos, después volvería a morir, ya no necesitaba su aire frío.
Si Unity no les daría el oricalco, al menos se aseguraría de que no cayera en manos de Hades.
Quizás la muerte era lo mejor...
Quiero tu amor y quiero tu venganza
Quiero tu amor, no quiero tu amistad
Quiero tu amor y quiero tu venganza
Quiero tu amor, no quiero tu amistad
Abrió sus ojos, sorprendiendose al instante.
Lo último que recordaba era haber lanzado la ejecución de aurora, que congeló la Atlántida completa, y a él junto con ella.
Y ahora, yacía en una suave cama, sobre unas sábanas de lo que parecía ser seda.
La decoración de la habitación era muy similar a las de la mansión del gobernador de Bluegrad, solo que un poco más sombrías.
- Hasta que despiertas.
De inmediato giró si vista, contemplando a ese rubio, aún portando su surplice.
- ¿Rada?- Tenía muchas preguntas en la mente, y no sabía por dónde empezar.- ¿Dónde estoy?
- ¿Dónde crees que van las almas de los muertos?- Respondió con otra pregunta el inglés.- Al igual que todas las almas mortales, llegaste al Inframundo después de que tu cuerpo falleció.
Entro de verdad había muerto... Pero ¿no debería estar en una de las prisiones?, ¿o por lo menos recibiendo su juicio?, ¿qué hacía en esa habitación?
- Afortunadamente, el señor Hades es muy generoso.- Añadió Radamanthys.- Se enteró de todo lo que nos hizo ese bastardo, y en compensación, me permitió traerte aquí.
Degel no sabía qué decir, o cómo reaccionar. Nuevamente estaba paralizado.
Si había muerto, pero Hades le había dado permiso a Radamanthys de conservarlo, ¿qué quería a cambio el dios del Inframundo?
- Espero que te guste la habitación, porque será tu nuevo hogar por el resto de la eternidad.- Volvió a hablar Radamanthys, acercándose al lecho.- Ya te perdí una vez. Pero ahora nada ni nadie va a apartarte de mi lado.
Degel sintió un leve sonrojo en sus mejores. No dijo nada, solo se acercó a Radamanthys, cortando la distancia entre ellos, adueñándose de los labios ajenos.
Poco le importaba si debía pagarle a Hades de alguna forma. Ya estaba muerto, así que por ahora solo quería disfrutar el reencuentro con el que consideraba el amor de su vida.
[...]
Las piezas metálicas de la armadura de Wyvern comenzaron a resultar estorbosas, y Degel no dudó en retirarlas, dejando expuesto el cuero del rubio.
Había cambiado un poco en esos años. Probablemente había pasado un tiempo entrenando su nuevo cuerpo en el Inframundo, obteniendo así esa musculatura.
Degel no dudó en pasar sus manos por el firme abdomen del rubio, arrancándole un par de suspiros en el proceso.
Notó también varias cicatrices repartidas en el abdomen y pecho del rubio, y no le fue difícil saber que habían sido causadas por un cuchillo.
- Lindas cicatrices.- Comentó sonriendo.- Te dan un toque bastante sensual.
Escuchó a Radamanthys gruñir levemente.
- Aunque el señor Hades nos haya otorgado una nueva vida, nuestros cuerpos conservan marcas sobre cómo morimos.- Explicó.- Creo que no te haz mirado en un espejo.
Degel no entendió, pero después de girar su vista a un punto de la había que Radamanthys le señaló, y vió su reflejo, todo cobró sentido.
Su piel estaba mucho más pálida de lo normal, y sus labios habían perdido su color rosado, siendo reemplazado por una tonalidad azulada. Parecía un especie de fantasma de las nieves.
- Moriste congelado, así que esas marcas se quedan en tu cuerpo.- Volvió a hablar Radamanthys.
(Quiero tu mal romance, quiero tu mal romance)
No quiero tu amistad (atrapada en un mal romance)
(Quiero tu mal romance, quiero tu mal romance)
No quiero tu amistad
(Quiero tu mal romance, quiero tu mal romance)
Quiero tu mal romance (atrapada en un mal romance)
(Quiero tu mal romance, quiero tu mal romance)
¡Tu mal romance!
Degel lo silenció con un nuevo beso, al que Radamanthys no se negó.
No hizo falta decir más, sus cuerpos hablaron por sí solos.
Hace tanto tiempo que ninguno de los dos tenía esa cercanía con nadie...
Degel podía sentir el calor que emanaba de la piel de Radamanthys, haciéndolo suspirar, mientras besaba cada centímetro de piel que tenía a su alcance.
Minutos después, tenía a ese rubio saltando sobre su regazo, intentando callar sus gemidos en vano.
A Degel poco le importaba la guerra santa en ese momento. Después de todo, había cumplido su misión, había muerto, así que eso automáticamente lo dejaba fuera de aquel conflicto.
La imagen de Rada saltando sobre su miembro, con las mejillas rojas mezcla de la excitación y el agotamiento, con pequeñas gotas de sudor perlando todo su cuerpo, y con los labios entreabiertos era bastante buena. Pero no era suficiente, quería aún más de él.
Cambió la posición, quedando encima del rubio, y arremetió contra su cuerpo tan fuerte y rápido como podía, haciendo que el juez gimiera y se retorciera por el placer, debajo de él.
Perdieron la cuenta del tiempo que pasó, hasta que sintieron el ansiado clímax alcanzarlos.
Así culminó aquel encuentro que llevaban años esperando, quizás sin ser del todo conscientes, para después caer dormidos, completamente agotados.
Quiero tu amor y quiero tu venganza
Tú y yo podríamos escribir un mal romance
(Oh oh oh oh oh)
Quiero tu amor y la venganza de tus amantes
Tú y yo podríamos escribir un mal romance
(Quiero tu mal romance)
Atrapada en un mal romance
(Quiero tu mal romance)
(Quiero tu mal romance)
Atrapada en un mal romance
Quiero tu mal romance
Los días pasaron, y la conexión entre ellos no hacía más que intensificarse.
Durante el día, Degel se quedaba en aquella habitación, a veces salía a una biblioteca que había al final del pasillo, y Radamanthys se ausentaba por completo...
Pero durante la noche, únicamente la oscuridad era testigo de sus apasionados encuentros, y el amor que se profesaban.
Degel se sabía traidor de su diosa y los que alguna vez fueron sus compañeros de armas. Era seguro que los santos atenienses seguían cayendo uno tras otros como moscas a diario, y Athena debía estar haciendo su mayor esfuerzo por detener esa masacre y los malévolos planes de Hades.
Pero no había nada que pudiera hacer. Hades únicamente le había concedido permiso de quedarse al lado de Radamanthys en el Inframundo, pero para todos los espectros, a excepción de Radamanthys, era un cero a la izquierda.
Quizás terminarían arrepintiendose, quizás no... No lo sabía, no tenía forma de saberlo. Pero tampoco le importaba.
La muerte, la traición y el egoísmo le quitaron una vez a ese hombre al que tanto amó, no permitiría una segunda.
Aún si tenía que aguantar las constantes intimidaciones y denigraciones de Pandora y algunos espectros, si podía tener a Radamanthys a su lado, estaba dispuesto a aguantarlas.
Lo único de lo que estaba seguro, es que quería ese mal romance más que nada en el mundo.
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Bueno, éste songfic está dedicado a
-euphxrix
Lamento haber tardado tanto :((
La verdad es que jamás había escuchado antes sobre este shipp, y me fue algo difícil adaptarlo a la canción.
Aún así, creo que terminé añadiendo otro shipp raro a mi lista de OTP's 😅
Espero que te haya gustado 💕
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