Ahora tú (💀Death MaskxAfrodita🌹)
Antes de ti, no
Yo no creía en Romeos, Julietas
Muriendo de amor
Esos dramas
No me robaban la calma
Pero la historia cambió
Pero esta historia me cambió...
Antes de conocerlo, jamás había creído en esas tonterías de amor a primera vista, almas gemelas, ni nada de eso. Le parecían hasta ridículas obras como "Romeo y Julieta", porque ¿quién diablos se mataría por "amor"?, ¿acaso esa mujer no tenía amor y criterio propio para seguir su vida sin el mentado Romeo?
No le gustaba en lo absoluto ese tipo de cosas, lo cual sorprendía a quienes no lo conocían. Prejuicios, prejuicios y más prejuicios... Todo mundo creía que por ser un doncel, y por su linda apariencia y vida de ensueño, sería un completo aficionado a ese tipo de cosas, pero nada más lejos de la realidad.
Era el hijo menor de la familia Lindbergh. Fruto del matrimonio del rico empresario hotelero Hypnos Lindbergh, y su esposa, la famosa diseñadora Pasítea Alexopoulos.
Podía decir que lo tenía todo: una innegable belleza heredada de su madre, inteligencia, porte, gracia, dinero, una familia amorosa... Y sí, lo tenía todo, debía reconocerlo, pero no dejaba de molestarle que la mayoría de las personas lo considerasen un inútil solo por su linda apariencia.
Sus hermanos mayores, Albafica y Cardinale, también eran bastante bellos, pero la atención de todos siempre terminaba yendo a él, diciendo lo hermoso que era, y que debería considerar seriamente ser modelo.
No tenía nada en contra de aquel trabajo, pero no era lo que él quería. Él desde niño había soñado con convertirse en botánico, y no había cesado en su intento.
Pero aún teniendo una familia perfecta, bien dicen que nada dura para siempre, y no todo puede ser siempre de color rosa. Y las cosas comenzaron a complicarse cuándo uno de sus hermanos y su madre casi fueron secuestrados.
Sus padres se alarmaron a más no poder, y no tardaron ni cinco minutos para contratar un guardaespaldas personal para cada miembro de la familia, que los vigilase las 24 horas del día. Albafica, quién casi fue víctima de un secuestro junto a su madre, no se opuso para nada, y aceptó. Cardinale protestó por un par de minutos, pero al pensarlo mejor, decidió aceptar. Y él, aunque incómodo, aceptó, sabiendo que corría peligro.
Desde el día en que los guardaespaldas habían llegado a la mansión habían pasado ya casi seis meses.
El guardaespaldas que le asignaron a él, era un hombre joven, de su misma edad. Moreno, de cabellos azulados, y unos peculiares ojos violeta.
Angelo era su nombre, pero "por seguridad", en palabras de su guardián, se dirigía a él con el nombre clave "Death Mask".
Al inicio, ellos dos se llevaban como el perro y el gato, al contrario de sus hermanos con sus respectivos guardaespaldas, que congeniaron casi al instante. ¿Cómo no llevarse mal, si eran prácticamente polos opuestos?
Afrodita era un jovencito educado, estudioso, callado y reservado. Todo lo contrario de su protector, que era un mal hablado, vulgar, escandaloso y grosero.
Todo fue difícil al inicio, no se llevaban bien, y el tener que pasar todo el día juntos terminaba por agotarlos. Pero con el pasar de los días, las peleas y discusiones fueron siendo cada vez menos frecuentes, hasta que finalmente se hicieron amigos.
Afrodita pasó toda su vida criticando tanto a los personajes de novelas, películas y cuentos de romance, que ahora se sentía estúpido por comprender cómo se sentían. Ni siquiera se dió cuenta en qué momento, pero terminó enamorándose de su guardaespaldas, y al parecer, era correspondido.
Dicen que se sabe
Si un amor es verdadero
Cuando duele tanto
Como dientes en el alma
Dicen que lo nuestro
Es tan solo pasajero
Pero qué sabe la gente
Lo que siento
Así fue como terminó teniendo una relación con Death Mask. Ni siquiera él comprendía qué había visto en el italiano para terminar enamorándose, y menos si recordaba todas sus interacciones desde que se conocieron.
- Entonces, ¿puedes explicarme por qué tus padres te pusieron "Afrodita"?- Preguntó con una burlona sonrisa el peli-azul en una ocasión.
Afrodita bufó, sabía que ese italiano del demonio solo quería burlarse de él como siembra hacía.
- Ya te he dicho como 100 veces que es por mi abuela.- Suspiró molesto.- Mis padres querían una niña, y tenían pensado ponerle el nombre de mi abuela. Pero nací yo, y para tu información, la forma correcta de pronunciarlo es "Aphrodite", no "Afrodita".
- Todo mundo te llama "Afrodita".- Se encogió de hombros el contrario.- Hasta tus hermanos.
- Y tú eres un igualado y grosero.- Contraatacó en aquella ocasión.- Tu hermano es mucho más amable y agradable que tú.
Angelo rió antes de responderle.- ¿Manigoldo?, no seas ingenuo, principito. Lo conozco como a la palma de mi mano, y sé que solo actúa así con tu hermano porque quiere intentar conquistarlo... Pobre imbécil, como si tuviera oportunidad con un niño rico.
Dita se molestó al escuchar la forma de Death Mask para referirse a Albafica. No era la primera, y estaba seguro que no sería la última vez que alguien usara el término "niño rico" de forma despectiva en contra de alguno de ellos, pero no dejaba de molestarle.
- Pues ese "niño rico" ya dirige su propia compañía. Así que ni se te ocurra volver a insultar a ninguno de mis hermanos.
Después de eso, ambos terminaron discutiendo por varios minutos en la biblioteca, hasta que sus hermanos mayores fueron a separarlos.
Esa fue solo una de tantas discusiones que protagonizaron durante los primeros meses que convivieron. Y ahora, más de medio año después, se daban un pequeño beso, junto a la fuente con una estatua de la diosa Afrodita, en el enorme jardín de la mansión, mientras se sonreían mutuamente.
No sabían cómo terminaron enamorándose, ni qué les había atraído del otro como abejas a la miel, ni en qué momento sucedió. Solo sabían que era algo real, fuerte, y que deseaban conservar para siempre.
Pero todo lo bueno termina, y temieron que eso sucediera con ellos.
Al parecer, las personas que intentaron secuestrar a su familia, ya habían sido atrapadas por la policía. Por lo tanto, la familia Lindbergh ya no corría peligro, y podían prescindir de los servicios de sus guardaespaldas.
Los guardas de la familia pertenecían a una agencia especial, así que simplemente volverían a ella y tomarían nuevos trabajos.
Cardinale se hizo muy buen amigo de su guardaespaldas, e incluso intercambiaron números de teléfono para seguir en contacto.
Albafica le había tomado bastante aprecio a Manigoldo, y se habían hecho buenos amigos, solo eso, ninguno se había arriesgado a proponer algo más. Aún así, intercambiaron números y acordaron seguir en contacto.
Pero para el menor de los Lindbergh y su guardaespaldas no fue tan fácil. Ellos habían formado una relación, y no concebían la idea de simplemente dejarse ir.
Hace tiempo habían intercambiado números y demás formas de contactarse. Pero no dejaba de doler la idea de ya no verse a diario ni pasar tanto tiempo juntos.
Dita sabía que Death Mask podía ser enviado a cualquier lado del mundo para cuidar de alguien, y debía obedecer, después de todo, era su trabajo, lo que ponía el pan en su mesa. Hoy podía tenerlo a su lado en Suecia, y el día de mañana el italiano podía encontrarse en Canadá.
Hablaron sobre el tema durante las últimas semanas que pasarían juntos, y habían llegado al acuerdo de continuar su relación, aún si debía ser a distancia.
Sería difícil si Death Mask era enviado a otro país, pero, por alguna razón, ambos sentían ganas de luchar por su amor, y lo iban a hacer.
El día de la despedida llegó, y Dita vió partir al que pasó de ser solo un guardaespaldas a ser la primera persona de la que se enamoraba genuinamente en su vida.
Para fortuna suya, Death recibió unas vacaciones, y pasaron las siguientes dos semanas viéndose por las tardes, después de que Dita saliera de la universidad. También intercambiaban mensajes hasta altas horas de la madrugada, y se llamaban en sus ratos libres.
Los hermanos y el padre de Afrodita y el hermano de Angelo notaron rápidamente aquel comportamiento en ambos chicos.
La familia de Dita pensaba que el menor simplemente se estaba dejando llevar por la ilusión del primer amor, y por eso veía todo de color rosa. Sería cuestión de tiempo para que la realidad le golpeara en la cara, y aquel romance terminase como empezó.
La opinión de Manigoldo no era tan diferente a la de los Lindbergh. El mayor pensaba que su hermano no era consciente aún de lo que enfrentaba. Aquel jóven y él pertenecían a clases sociales diferentes, a mundos opuestos, sería cuestión de tiempo para que las diferencias se hicieran notorias y toda la magia se esfumara. Después de todo, Angelo jamás llegaría a igualar nunca a cualquiera de los otros pretendientes de la rosa más hermosa de los Lindbergh.
La pareja no se molestó en ocultar su romance, y no tuvieron problema en admitirlo en público, ganándose aún más palabras de la gente encima de ellos.
Todos pensaban que Afrodita solo estaba encaprichado con aquel guardaespaldas de aspecto rebelde, y en un par de semanas, o con suerte meses, se le pasaría.
Todos murmuraban, hablaban, e incluso se burlaban, apostando que no durarían más de dos meses juntos. Sería un romance pasajero, efímero, y que no recordarían...
Bueno, casi todos. La única persona que genuinamente creía en ellos, y que su amor resistiría, era la madre de Dita; Pasítea Lindbergh.
- Si de verdad se aman, la opinión de la gente sale sobrando.- Le sonrió su madre, mientras lo ayudaba a arreglarse para su cita con Angelo, después de que él le contara sus temores por lo que todos decian.- Cuándo tu padre y yo comenzamos a salir, todos decían que no duraríamos ni siquiera un mes, y miranos.- Añadió su progenitora con una sonrisa, señalando orgullosa el anillo en su dedo.- Tenemos casi treinta años casados y tres hijos maravillosos. Y este anillo les cerró la boca a todos.
- Gracias, mamá.- Le sonrió de vuelta a la peli-turquesa.- Espero poder tener una vida como la tuya con papá.
Su madre lo abrazó contra su pecho, igual que cuándo era un niño.- Recuerda que solo tú sabes lo que sientes, solo tú decides lo que quieres, y mientras seas felíz y no le hagas daño a nadie, la opinión de la gente no importa.
Cuando callan
Y ahora tú
Llegaste a mi
Oh no
Y sin más cuentos
Apuntas directo
En medio del alma
Las vacaciones de Angelo terminaron, y apenas unos días después recibió un nuevo trabajo para cuidar del sobrino de un millonario, en España.
Para Afrodita fue difícil, pero también era consciente de que algo así sucedería tarde o temprano. Así que con todo el dolor de su alma, se despidió de su amado.
Angelo sabía lo triste que estaría Afrodita por su despedida, así que decidieron pasar todo su último día juntos. Ese día iniciaron su recorrido después de desayunar en la mansión Lindbergh, luego fueron a ver una película al cine local, después a comer a la fuente de sodas del centro comercial, y recorrieron varios lugares más, hasta que llegó el atardecer, y fueron al apartamento de Angelo.
Afrodita les había informado a sus padres que se quedaría a dormir con Death Mask, y aunque Hypnos no estuvo del todo de acuerdo, Pasítea terminó por convencerlo.
Angelo era bastante bueno en la cocina, y juntos prepararon la cena. Fueron solo ellos dos, el hermano de Angelo había obtenido un puesto de trabajo en Grecia y partido hace un par de días. Así que tenían todo el lugar para ellos solos.
La cena fue un éxito, y la pasaron bastante bien. Afrodita no había tenido la oportunidad de preparar algo desde que era un niño y su nana les enseñaba a él y a su madre a preparar unos postres.
Para Afrodita, el mundo que Angelo le mostraba era uno completamente diferente al que conocía y estaba acostumbrado. Angelo no lo trataba como una muñeca de porcelana que se fuera a romper al mínimo roce del viento, ni como una princesa inútil, ni como una carga. Era de las pocas personas que lo valoraban por quién era y no lo que tenía, que creía en él y sus capacidades, que veía mucho de él más allá de su apariencia y su origen familiar. Podía decir que Death Mask era el único que se había atrevido a conocerlo completamente, a aprender todo de él, y a quererlo tal cual era.
Quizás por eso se había enamorado de él. Eran tan diferentes y tan similares a la vez, que resultaba difícil de creer incluso para ellos.
Ambos habían vivido sus vidas odiando los clichés románticos, y negándose a creer en cosas como el amor a primera vista y todo eso, y ahora vivían su propio cuento de hadas.
Ambos tambien habían tenido ciertas dificultades en sus vidas. Angelo, por un lado, había tenido una vida complicada, naciendo en una familia de clase trabajadora, abandonado por su padre, y después quedándose huérfano y al cuidado de su hermano mayor a la edad de diez años.
Angelo le había contado que Manigoldo tenía tan solo diecinueve años cuándo su madre murió, y lo tomó bajo su cuidado. Manigoldo trabajó en un restaurante, y después como cocinero para un hombre mayor, a quién ambos le tomaron un gran aprecio y fue como el padre que deseaban haber tenido.
Sage era su nombre, y los trataba como si fueran sus hijos. Tanto era el cariño que había entre ellos, que Manigoldo le contó a Sage la ilusión que tenía de formar parte del ejército.
Sage vió en Manigoldo un potencial bastante grande, y lo motivó a apuntarse en la escuela militar, ofreciéndose a cuidar de Angelo.
Después de un tiempo, Manigoldo se graduó como militar a la edad de 27 años. Angelo decidió seguir el mismo camino que su hermano, y cuando cumplió la mayoría de edad, hizo su entrenamiento, que, aunque con muchas dificultades por su personalidad agresiva e impulsiva, consiguió concretar a la edad de 23 años.
Para ese entonces, Manigoldo había dejado el ejército, y se había unido a una agencia de escolta personal, así fue como terminó trabajando como un guardaespaldas, y un par de años después, conociendo a Afrodita.
Aún mantenían contacto con Sage, y de vez en cuándo iban a visitarlo. Probablemente Manigoldo aprovecharía su estadía en Grecia para ir a ver a su viejo amigo más seguido, tomando un vuelo de un par de horas.
Por otro lado, la vida de Afrodita podía parecer un sueño al lado de la de Angelo, pero bien dicen que aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión.
Afrodita nació en el seno de una familia pudiente. Siendo el hijo menor, tenía demasiadas expectativa sobre sus hombros desde antes de siquiera nacer.
Su padre y otros familiares esperaban que fuera una niña. Después de todo, ya tenían un doncel y un varón en la familia, una niña sería el complemento perfecto, incluso decidieron su nombre sin siquiera tomar en cuenta si no era una niña.
Cuándo nació, gran parte de la familia no tardó en demostrar su desilución. Esperaban una niña fuerte y sana, pero en cambio, nació él, que aunque bastante lindo, no dejaba de ser un doncel pequeño y débil.
Para cuándo él nació, Albafica y Cardinale tenían 9 y 5 años respectivamente. Y conforme fueron creciendo, las expectativas sobre ellos también.
Albafica, que aunque había nacido doncel como él, con el tiempo había demostrado llenar el papel de hermano mayor. Poseía un carácter fuerte y determinado, capaz de intimidar a cualquiera. Era fuerte, inteligente y culto. Había demostrado que era capaz de hacer todo lo que se propusiera, y que había cumplido con el rol que recaía sobre él.
Cardinale, siendo el único hijo varón no doncel, llevaba sobre sus hombros ser quién protegiera a sus hermanos donceles. Que fuese alguien inteligente, fuerte, un digno heredero de la fortuna Lindbergh. Y vaya que lo había cumplido. Cardinale, a pesar de su innegable belleza, no era lo que más lo hacía destacar, sino su gran capacidad de liderazgo y astucia, llegando a pecar de manipulador algunas veces. Sin duda, lo que la familia y la sociedad se esperarían de un Lindbergh.
Y él, siendo el más pequeño de sus hermanos, y un doncel, pasaba casi desapercibido para todos. Albafica tenía el rol de ser el mayor, de apoyar a su hermano Cardinale cuando llegara el momento. Cardinale tenía el rol de ser el heredero de su padre. Y él, como el doncel menor, tenía el rol de ser la cara bonita de la familia.
Sin importar cuánto hiciera, todos lo reducían a una cara linda y un bonito cuerpo, cuyo única utilidad para la familia era casarse con un buen partido y agrandar la fortuna familiar.
Quizás por eso se complementaban tan bien. Por una parte, Afrodita era el único que no veía a Angelo con lástima por su pasado, el único que no le temía, y que era capaz de enfrentarse a su carácter problemático.
Y por la otra, Angelo era el único que admiraba a Afrodita por sus cualidades, no solo por su físico, que aunque innegablemente hermoso, era solo una de tantas cualidades. Angelo era el único que lo admiraba más por su inteligencia, su personalidad y sus metas, que por su belleza o su posición social.
- ¿En qué piensas?- Preguntó Death Mask, sacando a Afrodita de sus pensamientos.
Afrodita lo miró con una sonrisa, para después darle un pequeño beso en los labios, siendo correspondido.
- Nada. Solo cuánto te amo y cuánto te extrañaré.- Respondió el peli-turquesa, intentando sonreír.
El peli-azul lo abrazó, para después besar sus labios dulcemente.- No es necesario que finjas ser fuerte conmigo.- Le dijo Angelo, limpiando unas lágrimas traicioneras que escaparon de los ojos de Afrodita.- Puedes confiar en mí.
Afrodita le sonrió, para después limpiarse las lágrimas.
Durante toda su vida, siembra sintió miedo y vergüenza de llorar en público. Todas las personas a su alrededor lo consideraban alguien débil y frágil, si lloraba, reforzaría aún más ese pensamiento. Así que se aisló de la gente por años, y nunca permitía que alguien lo viera llorar... Bueno, ahora solo permitía que Angelo lo viera llorar.
- Vendré a verte cada vez que pueda.- Le susurraba el peli-azul al oído, mientras le acariciaba el cabello.- Solo espero que tu padre no intente asesinarme en cuanto me vea.
Afrodita rió levemente por la broma del peli-azul.- Hypnos puede parecer intimidante a simple vista. Pero todos sabemos que su esposa Pasítea siempre lo mantiene a raya.
Ambos rieron por las palabras de Afrodita. El bello doncel no mentía, el patriarca de la family Lindbergh podía parecer intimidante a simple vista, pero quien llevaba las riendas de la relación y siempre lograba ponerle un alto y contenerlo era su esposa, Pasítea Lindbergh.
Pasaron el resto de su velada mirando un par de películas, comiendo algunos postres y botanas, hablando y bromeando entre ellos. Afrodita, al lado de Angelo, no extrañaba ni un poco la mansión Lindbergh.
Y para cerrar aquella noche, que sería la última que pasarían juntos por tiempo indefinido, compartieron el lecho, disfrutando al máximo aquella entrega de cuál la luz de la luna fue el único testigo.
Ahora tú
Llegaste a mi
Oh no
Sin previo aviso
Sin un permiso
Como si nada
Ahora tú
Pasó más de un mes desde que Angelo había partido a España. A pesar de que hablaban a diario, y se mantenían en contacto, Afrodita no podía evitar extrañar al italiano, anhelando su regreso.
A Afrodita le faltaban ya solo unos meses para conseguir el doctorado por el que había pasado años luchando, aguantando desveladas, proyectos y tareas, y todo el estrés que conlleva obtener un título así. Y en cuanto lo lograra, iría con Angelo a España, después de todo, su trabajo le permitiría viajar de un lugar del mundo a otro, con el fin de estudiar los distintos tipos de especies animales.
Así que, a pesar de la distancia, y lo difícil que estaba siendo el estar separados, ambos confiaban plenamente en el otro, y estaban seguros de que al final su amor triunfaría.
Pero dicen que no todo puede ser perfecto, y por más hermoso que parezca una historia, siempre habrá obstáculos que saltear, y la de ellos no sería una excepción.
- Afrodita, ¿estás bien?- Le llamó uno de sus amigos desde el otro lado de la puerta.
Lo único que obtuvieron de respuesta, fue una serie de arcadas.
- Afrodita, ¿quieres que llamemos a la enfermera?- Preguntó su otro acompañante.
- N-No, Shaka...- Respondió con dificultad, antes de volver a vomitar.- No es necesario.
Los amigos de Afrodita se quedaron esperando al peli-turquesa, hasta que finalmente escucharon el sonido del desagüe, y lo vieron salir del cubículo.
- Afrodita, ésto no es normal.- Lo confrontó el más serio de sus amigos.- Será mejor que veas a un médico canto antes.
- No exageres, Camus.- Negó Afrodita.- De seguro solo comí demasiado anoche, y en unos días se pasará.
- Llevas casi una semana "comiendo demasiado por las noches", Afrodita.- Le confrontó ahora Shaka.- Esos son síntomas de una infección estomacal, si no recibes antibióticos podría evolucionar a algo más serio, lo sabes bien.
- Chicos, cálmense todos.- Intervino Mu, el más tranquilo de los cuatro.- No ganamos nada con pelear y enfadarnos entre nosotros.
Afrodita se quedó callado, y se limitó a enjuagar su boca con algo de agua y lavarse las manos.
- Si los hace sentir más tranquilos, les prometo que iré a ver a un médico esta tarde.- Suspiró Afrodita finalmente.- Pero estoy seguro de que no será nada grave, así que no se preocupen.
Shaka y Camus intercambiaron una mirada, ambos tenían algo más que decir, pero no se atrevían. Entonces ambos miraron a Mu, quién ya intuía lo que cruzaba por sus mentes. Así que fue el peli-lila quién tomó la palabra.
- Afrodita.- Comenzó el peli-lila.- No queremos sonar entrometidos, ni que lo tomes a mal...- Añadió con dificultad.- Pero... Tu novio y tú... ¿Se han estado cuidando?
Afrodita se sorprendió por la pregunta, y le fue imposible evitar que sus mejillas se colorearan de rojo.
- ¿P-Por qué la pregunta?- Tartamudeó.
Camus y Shaka rodaron los ojos, para después golpearse la frente con la palma de la mano, en señal de hartazgo.
- Eso significa que no usaron ningún tipo de protección.- Suspiró Shaka, pareciendo más agobiado que Afrodita.
El peli-turquesa guardó silencio nuevamente, bajando la vista.
- Afrodita, sabes perfectamente que no somos como el resto de chicos.- Le regañó ahora Camus.- Un descuido puede terminar muy mal, y sabes bien a lo que me refiero.
- No creo que sea el caso.- Negó Afrodita nuevamente.- Estoy seguro de que es solo una horrible e increíble coincidencia.
Sus dos amigos suspiraron, frotándose las sienes.
- Afrodita, ¿no recuerdas cuando a Mu le pasó las misma "coincidencia" cuándo teníamos 16 años?- Le recordó Shaka.
- Y la "infección estomacal" ya tiene nueve años y le dice "papá".- Añadió Camus.
Mu, segundo nieto más jóven de la familia Xuang, había tenido un hijo a la edad de tan solo 16 años, y fue un gran escándalo, especialmente al terminar siendo padre soltero
Afrodita volteó a mirar a Mu, esperando que el peli-lila dijera algo que contradijera lo dicho por sus otros dos amigos, pero Mu solo respiró profundo antes de hablar.
- Afrodita, quizás deberías solicitar una prueba, solo por si acaso.- Sugirió el peli-lila.- Si es una simple infección como dices, entonces solo bastará un tratamiento. Pero sino... Bueno...
Discutieron el asunto por un par de minutos más, hasta que entre los tres consiguieron convencer a Afrodita de hacerse un test de embarazo, acordando acompañarlo.
Así que, después de clases, pusieron manos a la obra con su plan. Todos avisaron a sus familias que se quedarían unas cuántas horas en la biblioteca haciendo un proyecto. Pero realmente, fueron a la clínica en la que trabajaba el médico que había atendido a Mu durante su embarazo, evitando ser vistos por alguien que pudiera delatarlos con sus familias.
Cuándo llegaron, Mu habló con la recepcionista, que rápidamente los hizo ingresar al consultorio a él y Afrodita. Mientras que Shaka y Camus tuvieron que permanecer en la sala de espera.
- Así que nos volvemos a ver, Mu.- Le saludó el médico.
- Es un placer volver a verlo, doctor Odysseus.- Respondió el peli-lila.
- ¿Qué te trae por aquí con tanta urgencia?- Preguntó el albino, tomando asiento.- ¿Kiki será hermano mayor acaso?
Mu negó.- Ésta vez no soy yo quién necesita la cita.- Respondió, para después señalar a Afrodita.- Es para mi amigo.
Odysseus miró a Afrodita, y no tardó en reconocerlo.
- Así que tú eres Afrodita Lindbergh.- Afirmó el peli-blanco.- Tu madre y yo fuimos compañeros en la universidad, te pareces demasiado a ella.
- Así es.- Asintió Afrodita.- Pero no estoy aquí para hablar de mi madre, ni cuánto me parezco a ella.
- Eso es más que obvio.- Dijo Odysseus.- Ya eres mayor de edad, así que todo lo que hablemos aquí es completamente confidencial. Entonces necesito que respondas unas cuántas preguntas.
Afrodita asintió, y Odysseus comenzó con las preguntas, escribiendo las respuestas de cada una en su computadora.
Desde las preguntas más obvias, como la última vez que había intimado, hasta otras más específicas como los síntomas que había presentado. Y después de unos minutos, el interrogatorio terminó.
Después de eso, Odysseus le pidió a Afrodita que se recostara en una camilla que había en el enorme consultorio, y alzara un poco su camiseta. Afrodita obedeció, siempre acompañado de Mu.
Odysseus le colocó un gel en el vientre, para después encender una máquina con una pantalla, comenzando a pasar un pequeño aparato sobre el abdomen del peli-turquesa.
Todos guardaron silencio, esperando que Odysseus dijera algo. Afrodita estaba nervioso, y ni siquiera se atrevía a mirar la pantalla, apretando la mano de Mu en el proceso, hasta que después de unos minutos que parecían eternos, Odysseus habló.
- Listo.- Dijo Odysseus, limpiando el gel con una toalla desechable.- Ya puedes cubrirte.
Después de eso, el doctor volvió a su escritorio. Afrodita acomodó su ropa, y volvió a la silla frente al escritorio, acompañado de su amigo.
Afrodita tenía la esperanza de que Odysseus no haya encontrado nada en aquel ultrasonido, y en efecto, todos los síntomas fueran producto de una infección estomacal o algo similar, pero toda esperanza se marchó cuando el médico se retiró los anteojos, para después tomar una profunda bocanada de aire.
- Bien, te seré franco, y terminemos con ésto rápido.- Comenzó a hablar el albino.- Tienes casi dos meses de gestación.
Afrodita no pudo evitar sorprenderse, no esperaba aquella noticia.
- Todo parece estar en orden, y el producto parece estar desarrollándose bien.- Volvió a hablar el peli-blanco.- Pero creo que necesitas hablar con tu pareja, y tomar una decisión. Así que será mejor que vayas a casa, y pienses bien las cosas, no te queda mucho tiempo si es que decides no continuar con el embarazo.
Afrodita y Mu agradecieron la atención del doctor, para después despedirse y retirarse.
Al salir del consultorio, se toparon con sus amigos, que apenas los vieron, no tardaron en acercarse, preguntándoles qué había pasado.
Pero Afrodita no quiso responder nada, y sugirió ir a un lugar más privado, sabiendo que había ojos y oídos en todas partes, y podían llegar a sus padres de alguna forma.
Sus amigos estuvieron de acuerdo, y acordaron ir a casa de Mu, que era la más cercana, para hablar más tranquilos.
Cuándo llegaron, no tardaron en ir directamente a la habitación del peli-lila, y bombardear a Afrodita con preguntas.
- Tengo casi dos meses.- Respondió Afrodita, llevando una de sus manos a su vientre.
Shaka y Camus, a pesar de que ya se veían venir aquello, no podían evitar sorprenderse por la tranquilidad de Afrodita ante semejante noticia.
- ¿Qué vas a hacer ahora?- Preguntó Camus.
- Faltan solo dos meses para terminar el doctorado.- Respuesta Afrodita.- Así que, supongo que tengo tiempo suficiente antes de tener que guardar reposo.
- ¿Cómo puedes estar tan tranquilo?- Preguntó ahora Shaka.- ¿Qué vas a hacer si tus padres o tus hermanos se enteran?
- No va a pasar nada malo.- Respondió Afrodita.
- ¿Ya se te olvidó lo que hizo Shion cuándo Mu estaba esperando a Kiki?- Habló Camus.- Casi mata a Mu, a Touma, y hasta a Atla y a nosotros de paso por encubrirlo.
Todos pasaron grueso al recordar aquel episodio. Cuándo el primo de Mu se enteró del estado del peli-lila, no dudó en irse encima de todos. Incluso persiguió al ex-novio de Mu por toda la ciudad, y hasta terminó dándole una golpiza con sus propios puños.
- Shion es algo impulsivo, pero no es una mala persona.- Habló Mu.- Además, Albafica y Cardinale son mucho más tranquilos, así que no creo que reaccionen igual que Shion.
Continuaron hablando por unos minutos más, discutiendo sobre cómo debía proceder Afrodita, intentando hallar la mejor solución.
Finalmente, llegaron a la conclusión de que Angelo debía ser el primero en saberlo, después de todo, también era responsabilidad suya. Lo primero era que ellos como pareja tomaran una decisión. Después verían cómo proceder con el resto de su familia.
Después de eso, todos se retiraron a sus respectivos hogares.
Afrodita esperó pacientemente la llamada de Angelo, más nervioso que nunca. Y cuando la pantalla del celular se iluminó, sus manos comenzaron a temblar.
Contestó la llamada, aún nervioso, tratando de mentalizarse. Angelo sonaba tan alegre de hablar con él como siempre, y Afrodita no podía evitar sentirse aún más nervioso, tanto que a duras penas y habló.
Death Mask lo notó, y le preguntó qué le pasaba. Afrodita tomó una profunda bocanada de aire, y simplemente le dió la noticia.
Por unos segundos no hubo más que un abrumador silencio en ambos lados de la línea. Afrodita comenzó a temer lo peor, hasta que escuchó la risa de Angelo, seguida de su voz, que irradiaba alegría.
- ¿L-Lo dices en serio?- Tartamudeó el italiano, como si hiciera un esfuerzo por contener su alegría.
- Sí.- Respondió Afrodita.- Me enteré hace unas horas. Así que...
- Volveré a Suecia cuanto antes.- Le interrumpió Angelo.- No puedo creerlo... De verdad seremos padres.
Afrodita se sorprendió por la reacción de Angelo, pero no pudo evitar que una enorme sonrisa se formara en su rostro.
- No puedo esperar a verte.- Escuchó la voz de Angelo.- ¡Ésto es increíble!... No imaginas lo felíz que estoy en este momento.
Afrodita comprendió que Angelo, a pesar de su personal, no era el tipo de personas que huyen de sus responsabilidades, ni tampoco de las que abandonan a las personas que quieren. Incluso se sintió mal por dudar del amor del italiano.
Después de eso, continuaron hablando por varios minutos más. Riendo y bromeando entre ellos, y también acordando no decir nada del embarazo hasta que fuera el momento.
Angelo comprendió las razones de Afrodita, y no se opuso a las condiciones del peli-turquesa.
Dicen que se sabe
Si un amor es verdadero
Cuando duele tanto
Como dientes en el alma
Dicen que lo nuestro
Es tan solo pasajero
Pero qué sabe la gente
Lo que siento
Cuando callan
Los meses siguieron su curso, y el tiempo comenzaba a hacer lo suyo.
Mu, Shaka y Camus ayudaban a Afrodita a encubrir el embarazo, que ya transcurría el cuarto mes. Aunque sabían que era cuestión de tiempo para que no pudieran ocultarlo más.
El curso escolar había llegado a su fin, y todos habían obtenido sus títulos, así que por el momento podían disfrutar de un pequeño período de vacaciones.
Angelo llegaría a Suecia en un par de semanas, y entonces le darían la noticia a la familia de Afrodita. Así que solo debían aguantar dos semanas más.
- Quizás deberías decirles tú.- Sugirió Camus.- Creo que tus hermanos ya empiezan a sospechar.
- No lo creo.- Respondió Afrodita.- Si lo sospecharan, ya me habrían preguntado directamente. Conozco a mis hermanos y sé que ni siquiera se les ha cruzado por la cabeza la posibilidad.
Todos se encontraban en el jardín de la mansión, tomando el té mientras hablaban, siempre al pendiente de que nadie escuchara la conversación.
- Quizás debas decirles, Afrodita.- Habló ahora Mu.- Si aún no quieres decirle a tus padres, está bien. Pero deberías decirle a Albafica o a Cardinale, ellos son tus hermanos y te quieren muchísimo, estoy seguro de que te apoyarán.- Añadió el peli-lila, sosteniendo a su hijo en brazos.- Además, créeme, es mejor que se enteren por tí y no por otros medios.
Afrodita terminó de beber su té, y pensó en las palabras de su amigo. Era verdad que él se llevaba bastante bien con sus hermanos, y ellos siempre lo apoyaban en todo, pero ésto no era lo mismo que cuándo Albafica lo encubría por haberse comido una galleta antes de cenar, o Cardinale le llevaba un pedazo de tarta a escondidas cuando lo dejaban castigado sin postre cuando eran niños.
No tenía forma de saber con certeza la reacción que tendrían sus hermanos. Si Shion, que era alguien bastante serio y reservado se volvió como un animal salvaje cuando se enteró de que Mu había quedado en cinta, y fue necesaria la intervención del novio de Shion, la hermana de Touma, el hermano y el padre de Mu para hacer que soltara al chico, entonces él podía esperar cualquier cosa de sus hermanos.
- Confía un poco en ellos.- Escuchó la voz de Mu, sacándolo de su trance.- Si, sé que Shion no reaccionó de la mejor forma, pero Shion es Shion.- Añadió Mu con una sonrisa.- Shion aún le guarda algo de rencor a Touma, pero adora a Kiki... Pensar que hace años decía que no quería cuidar niños, y ahora no puede vivir sin su sobrino.
Afrodita pensó las palancas de Mu, y consideró la opción de contarle a sus hermanos. Después de todo, si Shion, a pesar de su reacción, no dejó solo a su primo y siempre estuvo apoyándolo en todo, quizás con sus hermanos no sería diferente.
[...]
Después de despedir a sus amigos, Afrodita estaba decidido a contarle a sus hermanos. A esa hora, Albafica y Cardinale ya se encontraban en casa, así que era su oportunidad perfecta.
Llamó a ambos, y los llevó hasta su habitación, y sus hermanos inevitablemente, pensaron en cuándo eran niños. Afrodita siempre los llamaba y llevaba hasta su habitación cuando cometía alguna travesura o se metía en problemas...
La nostalgia invadió a los dos mayores, pareciera que fue ayer cuando eran unos niños, cubriéndose el uno al otro, siempre siendo cómplices... Y ahora, ya eran unos adultos, que con sus obligaciones a duras penas tenían tiempo para pasar juntos con hermanos.
- ¿Qué pasa, Afrodita?- Preguntó Albafica.
Afrodita respiró profundamente, comenzaba a acobardarse, pero ya era tarde para echarse atrás.
- Hay algo que tengo que contarles.- Dijo el peli-turquesa.- Pero necesito que me prometan que guardarán el secreto.
Albafica y Cardinale se miraron entre ellos, sin entender porqué Afrodita les pedía eso.
- ¿En qué problema te metiste ahora?- Preguntó Cardinale.- ¿Qué fue ésta vez?, ¿chocaste el auto?, ¿te peleaste con alguien?... ¿Descubriste algún amante de papá o mamá?
- ¿Qué?, ¡claro que no!- Exclamó Afrodita.- Es... Otra cosa.
Cardinale no entendía porqué Afrodita actuaba tan nervioso, su hermano no actuaba de esa forma. Ese no era el Afrodita seguro de sí mismo, orgulloso y fuerte que estaba acostumbrado a ver.
Por otro lado, Albafica también notó el inusual comportamiento de su hermano, pero se percató de una pequeña acción de Afrodita, quizás hasta inconsciente... No sabía si su suposición era correcta, pero decidió preguntar directamente.
Albafica tomó de las manos a su hermano, y sus miradas se cruzaron.- ¿Estás en cinta?- Preguntó tranquilamente, sorprendiendo a Afrodita.
- Alba... Yo...- Tartamudeó Afrodita nervioso, mientras sus ojos se cristalizaban.- Yo...
Albafica no dijo nada, solo lo abrazó, igual que cuándo eran niños, dejándolo llorar sobre su hombro.
- Ya lo sabíamos.- Susurró Albafica, frotando su espalda para calmarlo.- Solo estábamos esperando a que tú nos lo dijeras.
Afrodita alzó su vista, topándose con los verdes ojos de Cardinale.
Su hermano no dijo nada, solo se acercó, uniéndose al abrazo.
- Nos dimos cuenta cuando empezaste con náuseas matutinas todos los días.- Dijo Cardinale.- Yo solo sospechaba, pero no estaba totalmente seguro.
- ¿Es de Angelo?
Afrodita asintió.
- ¿Se va a hacer cargo de su responsabilidad?- Preguntó ahora Cardinale.- Porque se lo advertí desde que empezó a coquetear contigo: Él te rompe el corazón y yo le rompo todos los huesos.
- ¡Cardi!- Exclamó Afrodita.- No quiero que hagas eso. Él quiere al bebé, vendrá en dos semanas para acompañarme y darle la noticia a mamá y a papá.
- Más le vale, porque tú no estás solo.- Dijo el rubio.- Tienes dos hermanos mayores que te cuidan desde que naciste.
- Gracias.- Le sonrió Afrodita, limpiándose las lágrimas.- Pero necesito que guarden el secreto. Mamá y papá aún no deben saberlo.
- Nosotros no diremos nada, pero mamá ya comienza a sospechar.- Le advirtió Albafica.- Pero los apoyaremos si lo necesitan.
Afrodita abrazó a sus hermanos nuevamente, permitiéndose llorar y expresar abiertamente sus emociones, como hace años no hacía.
Ahora le parecía tonto el haber fingido una personalidad dura e insensible para quitarse de encima el que dirán, que terminó alejándolo de sus hermanos. Albafica y Cardinale lo conocían desde que usaba pañales, lo amaban tal y como era, creían en él, y no lo juzgaban. Incluso Death lo notó, y se lo dijo en más de una ocasión, pero hasta ese momento se daba cuenta.
Afrodita se sentía bastante afortunado por tener dos hermanos tan maravillosos, y sus lágrimas, que al inicio fueron producto del miedo, se volvieron de felicidad.
Sabía que con su padre las cosas no serían tan fáciles como sus hermanos, o incluso su madre, por eso había decidido esperar a Angelo para contarle. Pero al menos sabía que tenía a sus hermanos de su lado, y eso lo hacía sentir más seguro.
Si algo o alguien te hace felíz, entonces debes luchar por ello, por más difícil que sea.
[...]
Las dos semanas pasaron, y al fin, después de más de cuatro meses, volvían a estar juntos.
Apenas lo vió a lo lejos en el aeropuerto, Afrodita corrió a abrazarlo, siendo correspondido.
Era imposible ocultar el amor que sentían el uno por el otro, y como si no pudieran creer que otra vez estaban juntos, no se soltaban del abrazo. Al menos hasta que la voz de Albafica hizo el trabajo.
- Si, muy lindo, todos estamos muy felices, y esas cosas.- Habló Albafica.- Pero creo que tienen un asunto muy importante que hablar con Hypnos y Pasítea.
- Así que, si ya terminó el reencuentro, será mejor que vayamos a la mansión.- Se sumó Cardinale.
- ¿Les contaste ya?- Le Preguntó Death a Afrodita, con una leve sonrisa.
Afrodita asintió.- Mis padres son los únicos que no lo saben aún.
Death solo lo abrazó.- Está bien, me alegra que hayas recuperado esa confianza con tus hermanos.
Después de eso, los cuatro fueron de vuelta a la mansión en el auto de Cardinale, dónde ya los esperaba el matrimonio Lindbergh en el jardín.
Los hermanos saludaron a sus padres, y Angelo imitó la acción de los otros.
Pasítea le sonrió gentilmente a todos, incluso yendo a saludar al italiano, diciendo lo felíz que estaba de que él y su hijo siguieran juntos.
Hypnos, tan serio como siempre, simplemente respondió cortés y cortante, hablando lo menos posible. No era ningún secreto para los presentes que el jefe de familia no toleraba al italiano.
Aún así, todos se sentaron a la mesa, dónde los platillos ya estaban servidos y listos para ser ingeridos.
El almuerzo transcurrido con relativa calma y normalidad. De vez en cuando, Albafica y Cardinale hacían lo posible por hacer que Hypnos hablara, siendo apoyados por su madre.
Afrodita se sumaba de vez en cuando, pero prefería no decir mucho. Death Mask ni siquiera se molestó en hablar, sabiendo que no era del agrado de Hypnos.
Al finalizar el almuerzo, Albafica y Cardinale dirigieron sus miradas a Afrodita, indicándole que ya era hora.
- Mamá, papá, tenemos algo que decirles.- Dijo Afrodita, tomando la mano de Angelo, después de tomar una boca de de aire.
Sus padres los miraron fijamente, y el nerviosismo se adueñó de cada célula de su ser, pero la mirada de sus hermanas y Death Mask le dieron valor.
Así que, sintiéndose apoyado, les dió la noticia a sus padres, aún muerto de los nervios.
Desde de darles la noticia, el silencio reinó en todo el lugar, práctica se podría escuchar una hoja caer al césped. Al menos hasta que sus padres salieron del shock.
- Dita-
- ¡¿Qué demonios acabas de decir?!- Gritó Hypnos, poniéndose de pie, interrumpiendo a su esposa.- ¡Por un jodido demonio, era lo único que faltaba!
- Hypnos, cálmate.- Intervino Pasítea, intentando hacer que su esposo volviera a tomar asiento.
- ¡¿Cómo pides que me calme?!, ¡¿escuchaste lo que dijo?!
- Papá, cálmate.- Se sumó Cardinale, ayudando a su madre.- Ambos son adultos, no tienes porqué ponerte así.
Hypnos fulminó con la mirada a sus dos hijos mayores, intimidandolos al instante.
- ¡¿Sabían de ésto?!- Interrogó a Albafica y Cardinale.- ¡¿Por qué no le dijeron nada?!, ¡estamos arruinados! Si las personas se enteran de ésto...
- ¡Porque sabíamos que reaccionarías así!- Replicó Albafica, alzando el tono de voz como pocas veces hacía.- ¡Sabemos que lo único que te importa son las demás personas y lo que podrían decir o pensar!, ¡pero también fue porque no nos correspondía a nosotros decirte. Nosotros no somos los padres!
Todos se quedaron callados. Hypnos terminó volviendo a tomar asiento, llevándose las manos a los costados de la cabeza.
- Lárgate de mi vista, y aléjate de mi hijo si no quieres que te mate con mis propias manos.- Gruñó, fijando su vista en el mantel. Pero todos sabían que el mensaje era para Death Mask.
- No.
La familia giró su vista al peli-azul, que para entonces ya se encontraba abrazando a Afrodita.
- No me hagas enfadar, no sabes con quién te metes ni de lo que soy capaz de hacer.- Amenazó el rubio, retando con la mirada al italiano.- Por tu bien, lárgate y no te vuelvas a acercar a ninguno de mis hijos. Ya hiciste suficiente deshonrando a mi hijo más pequeño.
- No lo voy a dejar solo con alguien como usted.- Contraatacó el peli-azul, sin soltar a Afrodita.- No nací en una maldita cuna de oro, así que me importa un carajo lo que las personas opinen. Yo cuido a las personas que amo, y es todo lo que me importa.
Ambos comenzaron una lucha de miradas, amenazando con iniciar una riña física en cualquier momento. Pero antes de que la situación pasara a mayores, Afrodita intervino.
- No es necesario que continúen discutiendo.- Habló el peli-turquesa.- Nos vamos.
- ¡Si te vas no vuelvas, te lo advierto, Afrodita!- Le amenazó Hypnos.- ¡Elige, él o tu familia!
Afrodita no dijo una sola palabra, tomó la mano de Angelo, y ambos abandonaron el lugar. Los hermanos de Afrodita no tardaron ni un segundo en correr tras ellos, dejando solos a sus padres.
Hypnos no esperaba aquella reacción de Afrodita, y no sabía cómo reaccionar. Pero al alzar la vista, se topó con la mirada acusadora de Pasítea.
- ¿Qué?
- Hablaremos más tarde.- Dijo su esposa, sin cambiar su expresión.- Por ahora, debo ir a ver a mi hijo.
Hypnos se quedó solo en el jardín. En ese momento sentía como si estuviera en un mar embravecido, con el agua llegándole al cuello. La verdad era que la opinión pública no le era indiferente, después de todo, su reputación, la de su familia y su negocio dependían de ella. Pero su familia también era importante.
Afrodita no era un niño, ya tenía 25 años, sabía lo que hacía, podía cuidarse solo y tomar sus propias decisiones. Pero en ese momento su cabeza era un lío y no pudo hacer más dejarse caer sobre la mesa.
Ahora tú
Llegaste a mi
Oh no
Y sin más cuentos
Apuntas directo
En medio del alma
Ahora tú
Llegaste a mi
Oh no
Sin previo aviso
Sin un permiso
Como si nada
Ahora tú
Llegaste a mi
Pasaron casi cinco meses desde el día en que le dieron la noticia a los padres de Afrodita.
Al final, Afrodita había empacado sus cosas, marchándose de la mansión Lindbergh al departamento de Angelo.
Su madre y sus hermanos intentaron persuadirlo para que se quedara en la mansión, al menos hasta que diera a luz, pero el peli-turquesa se negó, no queriendo darle la victoria a su padre.
Angelo pudo quedarse una semana, pero sus vacaciones terminaron y tuvo que volver a España, dejando a Afrodita sólo, aunque con un techo dónde vivir y prometiendo proveerle todo lo necesario.
Afrodita continuaba asistiendo a sus chequeos médicos, a veces acompañado de sus amigos, otras de madre, y otras de sus hermanos. Aunque Angelo pudo asistir a una antes de partir a España.
Al principio, después de que Angelo se marchara a España, le fue un poco difícil aprender a manejar un departamento totalmente por su cuenta, teniendo que llamar a alguno de sus amigos o a Angelo más de una vez al día. Pero poco a poco lo fue logrando, hasta que consiguió aprender casi todo a la perfección.
El hermano de Death Mask ya estaba al tanto del embarazo, y aunque sorprendido, y no del todo feliz, no opuso resistencia alguna a que Afrodita se quedara en el departamento. Después de todo, él, al igual que su hermano, aún no tenía una fecha para volver a habitarlo, así que incluso era mejor si alguien lo usaba.
Afrodita, debido a su embarazo, no tenía muchas opciones de trabajo, especialmente por estar a tan solo unas cuántas semanas el nacimiento del bebé, pero en cuanto naciera, buscaría algo. Si bien, con el trabajo de Angelo no les faltaba nada, quería tener la oportunidad de ejercer su profesión algún día.
Poco a poco ponía su nueva vida en orden. No tenía tantos lujos como cuando vivía con sus padres, pero, se sentía felíz. Al fin era libre de ser quien era, lejos de la presión social, la estigmatización, las expectativas y la constantes preocupaciones de opiniones malintencionadas.
Al inicio le dolió el rechazo de su padre, y el hecho de saber que lo consideraba una decepción, y jamás haría el más mínimo esfuerzo por arreglar las cosas. Pero con el correr de los días fue olvidándose de ese asunto.
Pero justamente ese día, recibió una visita que no esperaba en lo absoluto.
- ¿Papá?
No creía lo que veía. Tenía a su padre en el marco de la puerta, sin pronunciar una sola palabra.
- ¿Qué haces aquí?
- ¿Puedo hablar un momento contigo, Afrodita?- Preguntó Hypnos, con la mirada baja.
- Claro.- Accedió Afrodita, permitiéndole ingresar al apartamento.
Hypnos siguió a su hijo hasta la pequeña sala. No era ni siquiera la mitad de la sala de la mansión Lindbergh, pero eso era lo que menos le importaba en ese momento.
- ¿Quieres un poco de agua?
- No.- Rechazó la oferta de su hijo.- Afrodita... Escucha, sé que no soy un padre ejemplar, y que dije muchas cosas que no debía, y... Y sé que tardé meses en intentar arreglar las cosas, y... Creo que lo que trato de decir es que, lo siento.
Afrodita se quedó callado ante las palabras de Hypnos. Sabía que su padre era orgulloso a más no poder, jamás se disculparía, pero ahí estaba.
- ¿Crees que algún día puedas perdonarme?
Afrodita respiró profundo, para después tomar las manos de su padre entre las suyas.- Sé que hemos tenido nuestras dificultades.- Dijo el menor.- Pero acepto tus disculpas, y estoy dispuesto a olvidar todos y empezar de cero.- Añadió, con una sonrisa sincera.
- Gracias.- Suspiró Hypnos, con los ojos cristalizados, y haciendo un esfuerzo por contener las lágrimas.
Afrodita, en el fondo, sabía que su padre no era una mala persona, solo algo imprudente y orgulloso, pero no por eso olvidaba todos los momentos alegres que compartieron como padre e hijo durante su niñez.
Angelo le había enseñado a perdonar, y que siempre y cuando admitan el error y estén dispuestos a cambiar, todos merecen una segunda oportunidad. A pesar de que Hypnos lo trató con desprecio, Death Mask no le guardaba rencor alguno, e incluso le insistía a diario a Afrodita con al menos hacer el intento de llamarlo para hacer las paces.
Afrodita y su padre pasaron unos minutos hablando, poniéndose al día de sus vidas, y limando asperezas. Todo parecía estar bien, hasta que Afrodita sintió un fuerte dolor el el vientre.
- Afrodita, ¿estás bien?- Preguntó preocupado Hypnos.
- S-Sí.- Respondió el peli-turquesa.- S-Son solo contracciones... El médico dijo que es normal que duela de vez en cuando.
Pero conforme pasaban los minutos, las contracciones se hacían más fuertes y más constantes.
Hypnos era padre de tres hijos. Había acompañado a su esposa en tres partos, y su instinto le dijo que algo no andaba bien.
- Afrodita, ¿desde cuándo comenzaste a sentir contracciones?
- Desde ayer... Por la noche...- Respondió con dificultad.- Pero eran muy leves.
Ya no le quedaba la menor duda. Afrodita había entrado en labor de parto desde la noche anterior, y lo había confundido con contracciones prodómicas. Era de esperarse de un doncel primerizo.
- Afrodita, tenemos que ir a un hospital ahora.- Dijo Hypnos.- ¿Crees que puedas caminar?
- Sí.
Hypnos ayudó a Afrodita a caminar hasta el elevador, y después hasta el auto, ayudándolo a recostarse en el asiento trasero.
- Llamaré a tu madre, le diré que nos espere allá.
Hypnos no tardó nada en llamar a su esposa, informándole lo que pasaba, y pidiéndole la dirección exacta de la clínica dónde Afrodita había estado llevando su control prenatal.
Mientras tanto, Afrodita intentaba poner en práctica los ejercicios de respiración para aguantar el dolor.
Después de finalizar la corta llamada, Hypnos arrancó el auto, llegando en poco tiempo a la clínica, dónde ya los esperaban el médico y la madre de Afrodita.
Rápidamente, ayudaron a Afrodita a bajar del auto y a sentarse en la silla de ruedas que habían preparado para su llegada. Ingresaron a la clínica, dónde preparon a Afrodita, y Pasítea se alistó para acompañar a su hijo en el proceso.
Ya estaban a punto de entrar al quirófano para la intervención, pero entonces Hypnos se percató de algo.
- ¿Quieres que lo llame?- Le preguntó a su hijo, quién asintió.- Está bien, lo llamaré cuanto antes. Por ahora, sé fuerte y no te rindas... Te quiero.
- También te quiero, papá.
Después de esa breve conversación, el equipo médico ingresó con Afrodita al quirófano, iniciando el proceso.
Hypnos, tal y como prometió a su hijo, llamó a Angelo, informándole la situación.
Y ahora tú
Llegaste a mi
Oh no
Y sin más cuentos
Apuntas directo
En medio del alma
Ahora tú
Llegaste a mi
Oh no
Sin previo aviso
Sin un permiso
Como si nada
Dicen que se sabe
Si un amor es verdadero
Cuando duele tanto
Como dientes en el alma
Para cuándo Angelo recibió la llamada de Hypnos, se encontraban en pleno vuelo, rumbo a Suecia, y cuando se enteró, la ansiedad lo invadió completamente.
Aún así, Hypnos le hizo saber que todo estaba en orden, y que lo mantendría al tanto de cualquier cosa que sucediera.
[...]
Unas horas después, Angelo se encontraba en el aeropuerto, dónde lo esperaba uno de los hermanos de Afrodita, Cardinale, y partieron a toda prisa al hospital.
Al llegar, entre los amigos de Afrodita, vieron a Hypnos en la sala de espera, y el ambiente se tensó.
Nadie dijo nada, no queriendo ocasionar una riña, pero cuando Hypnos se puso de pie y fue hasta Death Mask, todos temieron lo peor, y estaban listos para intervenir, pero ese momento nunca llegó.
- Felicidades.- Fue lo que dijo Hypnos, ofreciendo una de sus manos a Angelo, sorprendiendo a todos.- Es un niño muy fuerte y sano.
- Gracias.- Respondió Angelo, estrechando la mano de Hypnos.- ¿Sin rencores?
- Solo si prometes cuidar de mi hijo y de mi nieto.
- Es un trato.
[...]
Años después, frente a la mansión Lindbergh se podía ver a una familia siendo recibida por el material Lindbergh.
- ¡Abuelo, abuela!- Exclamó emocionado el pequeño de seis años, para después ser alzado en brazos por su abuelo.
- Hola, pequeño.- Le sonrió Hypnos a su nieto.
Después de saludarse, todos ingresaron a la mansión, hasta llegar al jardín, dónde ya los esperaba el resto de la familia.
- Hasta que nos honra con su presencia, su majestad.- Exclamó uno de los presentes.
- Creí que los demonios solo salían de noche, ¿qué haces aquí, Manigoldo?- Respondió a su hermano Death Mask riendo.
Era una forma bastante peculiar de saludarse que solo ellos tenían.
Después de saludarse, todos se sentaron a comer y convivir en familia.
Para Hypnos no fue fácil dejar de lado las opiniones malintencionadas de la gente, pero poco a poco consiguieron dejar eso atrás. Ver a su familia felíz y unida era motivacional suficiente.
Para Pasítea, el hecho de que su esposo al fin decidiera soltar aquellos malos hábitos y compañías fue un alivio. Y no podía estar más feliz al ver volar del nido a sus polluelos.
Manigoldo y Albafica, después de unos años, decidieron intentar tener algo más que una amistad, y funcionó. Tanto, que se habían casado un año atrás.
Cardinale era felíz dedicándose a su trabajo y a sí mismo. No tenía prisas por encontrar el amor, y prefería simplemente esperarlo.
Y Death Mask y Afrodita, después de haber salteado con éxito todos los obstáculos, se habían casado un año después del nacimiento de Mei.
Su pequeño hijo ya tenía seis años. Un pequeño niño de piel lechosa como Afrodita, cabellos azulados como Death Mask, y unos peculiares ojos de color miel, como los de su abuelo.
Podían presumir de un amor como pocos. Ni siquiera ellos podían creer la suerte que tuvieron de encontrarse sin siquiera proponérselo.
Lo único que sabían y les importaba, era que eran felices juntos. Se complementaban perfectamente, y se entiendan el uno al otro.
Death siguió trabajando como guardaespaldas. Y Afrodita consiguió un trabajo como maestro de biología en la universidad de la que se graduó.
No tenían todo el tiempo del mundo para pasar juntos, pero el tiempo que tenían, lo aprovechaban y disfrutaban al maximo.
¿Destino o casualidad?, no lo sabían, ni tampoco les importaba.
Lo único de los que estaban seguros, era de que su amor era real, y duraría por siempre.
•=•=•=•=•=•=•=•=•=•=•
Bueno, este songfic está dedicado a AlbaVegaSantana
La verdad es que este shipp es uno de mis favoritos 💕
Honestamente, me encanta la química que tienen éstos dos.
Espero que te haya gustado ✨
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