Tili Tili Bom
Era casi la media noche, en un bar de alguna ciudad de Japón se encontraba un grupo de amigos, charlando animadamente al calor de algunas bebidas.
- Vaya que haz sabido sacar este lugar adelante, Hyoga.- Comentó uno de los presentes.
- Es verdad. No tiene ni siquiera un año que lo inauguraste, y éste lugar ya es todo un éxito. Qué buena forma de celebrar tu cumpleaños.
- Muchas felicidades.
Comentaron varios más de sus amigos.
- Muchas gracias a todos.- Agradeció el rubio los cumplidos.
Brindaron por el éxito de su amigo, así como por su cumpleaños. Y después de tomar unos tragos más, siguieron con su charla, variando de tema con frecuencia.
Era el cumpleaños de Hyoga, y no se le había ocurrido mejor idea para celebrarlo, que hacer una pequeña fiesta privada en su bar, acompañado de sus amigos más cercanos.
Había recibido múltiples elogios y felicitaciones durante la noche. Se la había pasado bastante bien, incluso con las parejas de unos amigos suyos.
Ya entrada la madrugada, alguien sugirió un nuevo tema de conversación.
- Oigan, ¿alguien de ustedes ha tenido alguna experiencia paranormal?- Preguntó curioso un castaño.
- ¿Te refieres a fantasmas o alguna de esas tonterías, Seiya?- Rió un peli-azul más alto que el castaño.
El mencionado asintió.- Las bebidas que prepara Hyoga están muy buenas. Pero comienzo a aburrirme de solo beber.
Los presentes se miraron entre sí, y después de meditar un poco y decidir que no tenían nada que perder con escuchar los relatos de los otros, aceptaron.
Cada uno comentó alguna experiencia, algunas más aburridas que otras, una que otra que daba más risa que miedo, algunas genuinamente escalofriantes... Un poco de todo.
Tan entretenidos estaban, que solo una persona notó que el dueño del bar y cumpleañero, se había alejado del grupo, refugiándose en la cocina, y decidió ir a buscarlo.
- Hyoga, ¿estás bien?
El rubio se encontraba lavando sus manos en el fregadero, dando un pequeño respingo al escuchar la voz de su amigo.
- S-Si, Shun...- Tartamudeó, evidentemente nervioso.- ¿Y-Ya terminaron con sus historias?
El peli-verde negó con la cabeza, para después acercarse al rubio, sujetándolo levemente del hombro.- Hyoga, ¿ocurre algo?
- N-No ocurre nada.- Negó la afirmación.- Solo avísame cuándo hayan terminado, ¿de acuerdo?
El jóven estaba desconcertado por el evidente nerviosismo de su amigo. Conocía a Hyoga desde hace años, sabía que el ruso no era una persona miedosa, ¿por qué de pronto actuaba como un niño asustado por cuentos de terror?
- De acuerdo.- Aceptó finalmente, y después se retiró, no queriendo incomodar al rubio con preguntas.
Shun salió de la cocina y volvió a las mesas dónde se encontraba el resto del grupo.
Apenas se acercó y habló, un castaño saltó igual que un gato, gritando en el proceso, causando las risas de todos los demás.
- ¡No puedo creer que te hayas asustado con esa historia!- Rió un peli-azul de cabello erizado.
- ¡Cállate, Kanon!- Exclamó un avergonzado Seiya, que en el proceso de saltar se había llevado de corbata todos los vasos de cristal de la mesa.
El evidente estruendo que causó la caída llamó la atención del propietario, quién salió de la cocina y fue con el resto del grupo lo más rápido que pudo, preguntando qué había pasado.
- Nada, solo que Ikki, Seiya y Kanon se comportan como unos niños a pesar de tener casi treinta años.- Respondió un azabache de cabellos largos, siendo sostenido del hombro por una linda chica de cabellos negros.
- Lo siento, Hyoga.- Se disculpó el castaño por el desastre que había causado.- Te pagaré por los vasos rotos.
Hyoga solo suspiró, pareciendo aliviado por una extraña razón.- Olvídalo, de todos modos ya era hora de cambiarlos.- Esa no era la reacción que esperaban de Hyoga, como mínimo se habría reído por la reacción sobreexagerada de Seiya.- Lo importante es que todos están bien.
- A ver, a ver.- Fue Kanon quién decidió hablar.- ¿Quién eres y qué hiciste con el verdadero Hyoga?
El rubio miró confundido al peli-azul.- ¿De qué hablas?
- Haz estado actuando muy raro desde que Seiya propuso contar historias de terror.- Mencionó una chica de cabellos lilas.
- Es verdad, Hyoga. Tú no eres así.- Le siguió un peli-morado.
Todos los demás solo asintieron, acorralando al rubio. Hyoga finalmente suspiró, y se sentó en una de las sillas libres.
- Se los contaré, pero no estoy seguro de que vayan a creerlo.
Todos se juntaron más para poder escuchar la historia del rubio, intrigados de saber qué era lo que lo tenía así de nervioso.
- Todo ocurrió hace años, cuándo aún vivía en Siberia...- Comenzó su historia.
=====
Recuerdo que tenía seis años en ese entonces. Corría el mes de julio, y recientemente había salido de vacaciones de la escuela.
Durante esos días, solía pasármela jugando con mis amigos, haciendo guerras de bolas de nieve, paseando en trineo, patinando sobre el hielo... A veces perdía tanto la noción del tiempo, que terminaba llegando a casa muy tarde.
A mi madre no le agradaba eso, probablemente sabiendo que el camino a casa era largo, y las tormentas de nieve eran frecuentes, incluso en esa época del año. Pero en ese entonces era solo un niño, ignorante de todos esos peligros.
Esa noche, después de regañarme por mis malas acciones, y de cenar, mi madre me mandó a darme una ducha con agua caliente, ponerme la pijama y a dormir.
Hice caso a las dos primeras indicaciones. Me duché, y me puse la pijama lo más rápido que pude, las noches son realmente frías en ese lugar, en fin... El punto es que desobedecí la última orden de mi madre, que fue irme a dormir.
No tenía sueño, quería seguir jugando, y lo más divertido que se me ocurrió fue saltar sobre la cama.
Obviamente llamé la atención de mi madre, quién no tardó en ir hasta mi habitación para reprenderme y repetirme que me durmiera.
Solo me reí, y le dije que aún no tenía sueño, y que quería seguir jugando.
- Te lo diré solo una vez más, Hyoga, es hora de dormir. Mañana podrás jugar todo lo que quieras.- Repitió mi madre, para después arroparme en la cama.- Además, a él no le gustan los niños desobedientes.
No entendí a quién se refería mi madre, y no pude evitar preguntar al respecto.
- ¿Él?- Pregunté ingenuamente.- ¿Quién es él?
- El Tili Bom.- Respondió mi madre.
- ¿Qué es eso?
Mi madre me arropó en la cama, y después fue hasta mi ventana para asegurarse de que el cerrojo estuviera bien apretado, y para cerrar las cortinas. Después se sentó en el borde de la cama a mi lado, y comenzó a contarme aquella leyenda.
- Hace mucho tiempo, existió un hombre bastante avaro, cruel y malvado.- Comenzó el relato.- Dicen que un día, ese hombre conoció a una hermosa mujer, y se enamoró perdidamente de ella.
La dama se percató de sus sentimientos, y le puso una condición para aceptar casarse con él.
- ¿Qué condición?
- La dama le dijo, que debía escoger entre tener amor, o poseer todas las riquezas del mundo.- Respondió mi madre.- Pero el hombre, al ser tan avaro y egoísta, eligió las riquezas.
Entonces la hermosa dama reveló su verdadera identidad: una hechicera, y colérica por la actitud del hombre, lo transformó en un horrible monstruo.
Desde entonces, la hechicera canta una canción todas las noches para llamarlo, y el tili bom vaga por todo el mundo, llevándose con él a los niños desobedientes para arrastrarlos hasta los bosques y devorarlos.
No me asusté con esa leyenda. Ya era algo mayor y no me creía ese cuento, incluso me reí, y le dije a mi madre que esas eran solo historias que la gente inventaba.
- Tú decides si creer o no, Hyoga. Pero yo ya te dije lo que te puede pasar.- Añadió mi madre, para después ponerse de pie y dirigirse a la puerta de mi habitación.- Después no digas que no te lo advertí.
Simplemente me acomodé en mi cama, y me dispuse a fingir dormir hasta que mi madre se fuera a la cama, y así seguiría jugando sin que nadie me molestara. En mi cabeza era el plan perfecto, pero entonces escuché la voz de mi madre cantando una tétrica canción, que me heló la sangre.
- ¿Qué decía la canción?- Preguntó Seiya, interrumpiendo el relato de su amigo.
- Está en ruso, y es algo larga. Pero puedo traducirla para ustedes.
"Tili, tili bom... Cierra pronto tus ojos. Alguien ve a la ventana, y toca la puerta."
Escuché la voz de mi madre entonar esa primera estrofa, y como si todo estuviera prediciendo lo que pasaría, escuché un golpeteo en la puerta principal.
Intenté calmarme, diciéndome a mí mismo que se trataba de algún vecino, pero ya era demasiado tarde. Y segundos después, escuché el ruido de algo golpeando contra el cristal de mi ventana.
"Tili, tili bom, grita el pájaro nocturno. Ya está dentro de la casa para visitar a los que no pueden dormir."
Mientras el golpeteo en la ventana era cada vez más fuerte y constante, mi madre seguía cantando esa canción.
Y yo no pude hacer más que esconderme entre las cobijas, intentando convencerme de que simplemente era un truco de mamá para asustarme, y yo me estaba dejando llevar más de la cuenta.
Pero cuándo escuché la ventana abrirse, golpeando con fuerza la pared, dejando entrar el helado aire junto con nieve por la ventana, mientras la voz de mi madre seguía cantando, supe que algo no andaba bien.
"Él camina. Él viene, cerca... Tili, tili bom, ¿escuchas a alguien a tu lado? Escondido en la esquina, viéndote directamente."
Sentía que algo me observaba, y con todo el miedo del mundo, me asomé apenas un poco de entre las cobijas, y aún no puedo olvidar lo que ví esa noche.
En una esquina de mi habitación, cerca de la ventana, había una figura delgada y alargada, con un especie de picos en la cabeza, y lo que más temor me dió, una siniestra sonrisa, llena de afilados colmillos, y que prácticamente le partía el rostro a la mitad.
"Tili, tili bom, toda la silenciosa noche se esconde. Para tí es robado, y va a atraparte... Él camina, él viene... Cerca."
La voz de mi madre no dejaba de cantar, y yo estaba en shock, totalmente paralizado de pies a cabeza por el miedo. Quería gritar, ponerme de pie y correr en busca de mi madre por ayuda, pero no podía hacer nada, mi cuerpo no respondía.
Cuándo sentí una huesuda mano sujetando mi tobillo, jalándome hacía los pies de la cama, no pude contener más el miedo, y grité con todas mis fuerzas, llamando a mi madre.
- ¡Mamá!- Grité, lleno de miedo, implorando que mi madre me escuchara y fuera en mi auxilio.- ¡Mamá, ven rápido!
Pataleé con fuerza contra esa cosa, que continuó sujetándome, hasta tirarme de la cama, para después arrastrarme por el piso, con intenciones de llevarme hacía la ventana.
Recordaba una de las estrofas de la canción que mi madre había cantado, y algo me decía que si dejaba que esa cosa me sacara de casa, sería mi fin. Así que, sacando fuerzas de dónde no tenía, pataleé y me removí con fuerza, intentando soltarme. Mientras también hacia todo mi esfuerzo por sujetarme del suelo de madera con las uñas, y gritando llamando a mi madre.
No tengo idea de cuánto tiempo pasé en medio de aquella lucha, cuándo la luz de mi habitación se encendió, y escuché la voz de mi madre llamándome.
- ¡Hyoga!, ¡Hyoga, ¿qué tienes?!- Me llamaba mi madre con desesperación, moviéndome de un lado a otro, aún en el suelo, hasta que me atreví a abrir los ojos.- ¿Por qué estabas gritando?, ¿qué haces en el suelo?
- ¡Mamá!- Grité, rompiendo en llanto en los brazos de mi madre.
Ella parecía confundida, pero no dijo nada, simplemente me abrazó hasta que me calmé.
Mi madre me revisó, y se dió cuenta de que tenía marcas de golpes en todo el cuerpo, y dos marcas rojas en los tobillos, como si un par de manos de adulto le hubieran apretado por un tiempo prolongado. También había estado a nada de arrancarme las uñas de las manos por haber arañado el suelo.
Aún recuerdo el dolor que sentí después de que el efecto de la adrenalina pasó, y la sangre que quedó esparcida por el piso, y que también manchó mi pijama.
Mi madre me vió demasiado asustado, y después de curarme las heridas, me permitió dormir con ella esa noche.
Pero desde esa noche tuve miedo de dormir solo y a oscuras por varios años.
A la mañana siguiente, le conté a mi madre lo que había pasado en la noche. Y le pregunté porqué había cantado esa canción.
Ella parecía igual o más confundida que la noche anterior, y pronto supe el porqué.
- ¿De qué hablas, Hyoga?, yo no canté ninguna canción anoche.- Respondió mi madre.- Después de arroparte, yo me fuí a dormir a mi habitación. Me desperté cuándo escuché tus gritos y como pataleabas y arañabas el piso.
- Entonces ¿quién cantaba eso?
Mi madre me miró un momento, y después me preguntó: - ¿Recuerdas qué decía la canción que escuchaste?
Le repetí la canción que había escuchado durante la noche, y ví como su rostro se puso pálido. Cuándo terminé de repetir toda la canción, mi madre me tomó en brazos, apretándome contra su pecho.
- Eres un necio, Hyoga.- Me dijo, sonando estar al borde de las lágrimas.- Tu terquedad casi te cuesta la vida.
- ¿Qué era esa cosa, mamá?- Pregunté, igual de asustado que la noche anterior.
- Era el tili bom.- Respondió mi madre.- Ésta vez tuviste suerte, pero él no te va a dejar en paz tan fácilmente.
Ese día, mi madre llamó a mis abuelos, y les contó lo sucedido. Después de eso, mi madre y yo comenzamos un largo viaje hasta la casa de mis abuelos, en Moscú, y comencé a vivir con ellos.
Mi madre me visitaba frecuentemente, y me llamaba a diario, pero yo jamás he vuelto a Siberia desde entonces. Mi madre y mis abuelos me dijeron que no es seguro, y si iba, corría el riesgo de que esa cosa volviera, y ésta vez no tendría la suerte de salir ileso.
- Esa es la historia de cómo años después, cuándo fallecieron mis abuelos, terminé mudándome a Japón.- Finalizó el rubio su relato.
Todos en el lugar se quedaron callados por unos segundos. Sorrento, Shunrei, Shun y Seiya parecían algo asustados. Ikki, Shiryu, Saori, Camus y Milo parecían intentar hallar algo qué decir. Y solo Kanon dijo algo.
- ¡Wow, qué buena historia!- Comentó Kanon, pareciendo emocionado.- Vaya que sabes crear tensión en el ambiente, casi consigues que me la creyera.
- Es verdad, eres muy bueno contando historias de terror.- Le siguió Milo al peli-azul.- ¡Tan solo mira!, hiciste que hasta Sorrento y Camus se asustaran.
Todos rieron por unos segundos, pensando que Hyoga les seguiría, festejando que su broma había salido bien, pero no fue así.
- No inventé nada, Kanon.- Dijo Hyoga, con una seriedad que asustó a todos.- Eso pasó realmente.
Todos se quedaron callados. Si bien, Hyoga no se la pasaba todo el día riendo a carcajadas por cualquier tontería como Seiya, tampoco solía tener una expresión tan seria todo el tiempo.
- Ya deja de bromear, Hyoga.- Dijo Seiya, que parecía ser el más nervioso de todos.- Te salió muy bien tu broma, pero ya basta. Comienzas a asustarme de verdad.
Hyoga suspiró, y después se levantó de su asiento.- No es una broma. Por algo les dije que no iban a creerme.- Dijo, para después ir hacia la cocina.
Nadie se atrevió a decir nada, ni a seguir a Hyoga. El ruso tenía su carácter, y cuándo se ponía así, era mejor mantenerse al menos a tres metros de distancia, hasta que él solo consiguiera tranquilizarse.
Decidieron darle su espacio a Hyoga, pensando que quizás simplemente había bebido demás, y solo debían dejarlo un momento a solas. Y continuaron hablando sobre otros temas.
Pasaron los minutos, y Hyoga no regresaba. Fue entonces que algunos comenzaron a preocuparse, y después de debatirse mentalmente si era buena idea o solo empeorarían las cosas, Shun se puso de pie, diciendo que iría a buscar al rubio. Seiya, Sorrento y Milo se le sumaron. El resto dijo que se quedarían esperando.
Los cuatro chicos se dirigieron a la cocina, dónde creían que se encontraba Hyoga, pero no había ni rastro del ruso.
Entonces Sorrento se percató de que la puerta que daba a un callejón, estaba entreabierta, y se los hizo saber al resto.
Los cuatro se dirigieron a la puerta, y al salir del establecimiento, lo primero que vieron fue a su amigo, parado contra la pared de la esquina del callejón.
- Hyoga...- Le llamó Shun, captando su atención.- ¿Qué haces aquí afuera?
- ¿Qué hacen aquí?- Preguntó el rubio, pareciendo demasiado alterado.- ¡Vuelvan adentro, rápido!
No hicieron caso, pensando que Hyoga solo estaba enfadado, se le habían pasado un poco las copas, o quizás solo les estaba jugando una broma.
Milo fue el primero en intentar acercarse, siendo seguido por el resto.
Hyoga se puso aún más nervioso que antes, haciéndoles señas de que retrocedieran, pero ellos las ignoraron.
Cuándo llegaron al lado del rubio, intentaron hablar con él, pero Hyoga de inmediato les dijo que guardaran silencio.
No entendía porqué, pero cuándo Seiya pisó accidentalmente una pequeña rama, lo entendieron de inmediato y desearon haberse quedado dentro del local.
Una alargada y delgada figura, con unos afilados y enormes colmillos, como la que Hyoga había descrito en su historia, estaba justo enfrente de ellos, con claras intenciones de atacar.
No pudieron hacer más que gritar horrorizados y correr tan rápido como pudieron, con el objetivo de resguardarse.
El primero en lograrlo fue Seiya, siendo seguido por Sorrento, y después por Milo, que había terminado sujetando de la muñeca a Hyoga. Shun fue el último en entrar, logrando escapar a duras penas, cerrando detrás de sí la puerta.
- ¡¿Todos vieron lo que yo ví?!- Preguntó Seiya, más histérico que nunca.
- ¡Todos lo vimos, genio!- Respondió Sorrento.- ¡¿Qué demonios era esa cosa?!
- Era él...- Murmuró Hyoga, como si estuviera en un estado de shock.- Sabía que él no le dejaría en paz tan fácilmente...
- ¿Qué pasó?- Preguntó Ikki, seguido del resto que no había salido.- Los escuchamos gritar y después la puerta azotandose.
Todos sus amigos que decidieron quedarse dentro del local habían ido qué pasaba, y porqué los gritos y el golpe de la puerta.
Sorrento no tardó en correr hacia Kanon, luciendo más asustado de lo que el peli-azul recordara.
Seiya corrió hacía Ikki, que fue el primero que tuvo enfrente.
Milo y Shun, aún asustados, consiguieron autocontrolarse, y se quedaron junto a Hyoga, intentando hacerlo reaccionar.
- ¿Qué les pasó?- Preguntó Kanon.- Parece que vieron un fantasma.
- ¡Fue mucho peor que un maldito fantasma!- Gritó un histérico Seiya.- ¡El monstruo de la historia de Hyoga es real, y por poco nos mata a todos!
- ¿Qué rayos estás diciendo?- Preguntó Ikki.- ¡Fue solo una historia, Seiya!, esa cosa no existe, ¿entiendes?, no existe.
- Por increíble que les parezca, esta vez Seiya dice la verdad.- Dijo Milo, siendo junto con Shun el que se mantenía más cuerdo.- No tengo idea de qué era, pero algo nos atacó, y está allá afuera.
Al ver que incluso Sorrento, quién era casi tan frío e inexpresivo como Camus, lucía asustado. Milo había dicho eso con tanta seriedad. Y Hyoga parecía estar en un especie de trance, comenzaron a alarmarse.
Solo para estar seguros, Shiryu, Saori y Camus corrieron a cerrar por dentro todas las puertas del local, humano, monstruo, fantasma o lo que fuera, algo había atacado a sus amigos, y debían hacer lo posible por evitar que entrara.
Ikki y Kanon intentaban tranquilizar a Seiya y Sorrento, que se rehusaban a soltarlos.
Milo y Shun seguían intentando hacer a Hyoga salir del trance. Pero no fue hasta que Shunrei se acercó con un vaso de agua, que consiguieron que volviera en sí, cuándo Milo le tiró el agua a la cara.
- Hyoga, ¿estás bien?- Preguntó Milo, cuándo Hyoga reaccionó.
- ¿Están todos bien?- Preguntó Hyoga, ignorando la pregunta de Milo.- ¡Nadie se quedó afuera, ¿cierto?!
- No, Hyoga, todos estamos bien.- Dijo Milo, intentando calmarlo.- Asustados, pero bien.
Shiryu, Saori y Camus volvieron a la cocina después de asegurar todas las puertas, ayudando a Ikki y Kanon a calmar a los chicos que seguían alterados.
Nadie entendía qué estaba pasando, pero sabían que por el momento era escencial calmar a los chicos y evitar una histeria colectiva.
Cuándo finalmente todos estuvieron calmados, decidieron preguntarle a Hyoga qué había pasado, y qué los había atacado.
- Todo ésto es mi culpa...- Murmuró Hyoga.- ¡Vino hasta aquí porque canté esa maldita canción, y los puse en peligro a todos!
- ¡Hyoga, cálmate!- Exclamó Shun, sujetándolo del brazo.- ¿Qué hacemos ahora para deshacernos de eso?
Hyoga dejó escapar unas lágrimas, y después rompió en llanto, cubriendo su rostro.
- No los quiere a ustedes... Ni siquiera me quiere a mí...- Dijo entre llantos.- Él solo se lleva a los niños, nosotros no estamos en su mira.
- Entonces ¿por qué nos atacó?- Preguntó Sorrento, aún refugiandose en los brazos de Kanon.
- Nunca quiso atacarlos a ustedes... Solo me estaba persiguiendo a mí, ustedes solo fueron circunstanciales.
- Hyoga, cálmate. Ya todo pasó.- Intentó calmarlo Milo, al ver que el ruso parecía alterarse más con cada palabra que decía.- Dices que solo va tras niños, entonces eso significa que no volverá, ¿verdad?
- Yo conseguí escaparme de él hace años, Milo.- Sollozó Hyoga.- Pero él jamás se rinde, ni deja ir a nadie tan fácilmente... Por eso pasé años huyendo de él, pero ahora que finalmente me encontró... Ya no me quiere a mí, pero va tras mi sangre, y no va a dejarme en paz hasta lograrlo.
- ¿A qué te refieres?- Preguntó ahora Camus, acercándose al rubio, para ayudar a calmarlo.
Hyoga guardó silencio por unos minutos, dejando escapar pequeños sollozos, pero finalmente habló.
- Mi esposa... Ella está embarazada.- Dijo, sorprendiendo a todos.- Ésto fue solo una advertencia... No pudo conmigo, y ahora va a hacer todo lo posible por llevarse a mi hijo cuándo nazca.
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