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El Fantasma De Atenas [Parte IV]

Maldita sea. La fuente se me había roto, no había la menor duda, el parto se me había adelantado.

Abel alcanzó a escucharme, corrió de vuelta a mi lado, y al percatarse de lo que ocurría, me tomó en brazos y me bajó del avión.

El personal se dió cuenta, y no tardaron en llamar una ambulancia.
Mi bebé aún no estaba listo para nacer, así que un parto natural o en una ambulancia no era buena idea, necesitaba llegar a un hospital.

Esa horrible sensación de miedo me invadió una vez más. Ya tenía suficiente con perder a Kanon, no quería perder a mi hijo también.

Abel se quedó conmigo en todo momento, tomándome de la mano y tratando de calmarme, hasta que la ambulancia finalmente llegó.

[...]

Después de una horas en las que estuve inconsciente, me desperté en la cama de un hospital, con un suero conectado a mi brazo, y Abel a un costado de la cama.

- ¿Cómo te sientes?

Me sentía fatal. Tuvieron que hacerme una cesárea de emergencia, y creo que terminé desmayándome a la mitad, porque no recuerdo nada más.

Quise responderle, pero mi lengua parecía dormida.

- Tranquilo, el efecto de la anestesia aún tardará unos minutos en pasar por completo.

- E-El... B-Be... M-Mi... B-Be... Be...

- No te preocupes. Él está bien. Es un niño muy fuerte.- Parece que Abel logró entender mis balbuceos.- Estuvo dentro de tí por 31 semanas, así que tendrá que completar su desarrollo en la incubadora, pero los médicos dicen que sobrevivirá.

Solo pude sonreír levemente. Había tantas cosas que quería preguntar, quería ver a mi hijo, pero no podía hacer nada más de momento.

- Sorrento, no quiero alarmarte. Pero creo que lo mejor será que vaya a ver al bebé un momento.

Casi olvidaba que un maldito fantasma nos seguía y quería mi cabeza y la de mi bebé.

Solo asentí como pude, y después de calmarme, Abel se retiró, dejándome completamente solo.

Estuve así por unos largos minutos que parecían eternos, hasta que escuché a alguien tocando la puerta, solicitando permiso para entrar.

El efecto de la anestesia ya había pasado, y pude responder un: "Adelante."

- ¿Cómo estás, Sorrento?

Quién entró no era nadie más que el señor Aspros, el padre de Kanon.

- Algo mareado, pero bien.- Respondí, aún sintiendo algo dormida mi lengua.

Aspros me miró unos minutos, y sentí un leve temor sin una razón lógica. Pero parece que esa mirada es de familia, la reconozco por Abel y Saga, y sé que jamás precede algo bueno.

Aún así, no dije nada, esperando pacientemente a que el hombre dijera algo, y después de un par de minutos, finalmente habló.

- De seguro Abel ya te contó sobre la maldición que tenemos, ¿no es así?

- A-Algo así.- Respondí, con algo de miedo.

Aspros se quedó callado un par de minutos más de nuevo antes de añadir algo.

- Mejor no te encariñes con ese niño, Sorrento.- Dijo.- Lo más probable es que no pase de ésta noche.

Me paralicé al escuchar eso, pero entonces recordé que Abel se encontraba con el bebé, así que debía estar a salvo, ¿cierto?

- Abel poco o nada puede hacer contra ella.- Dijo Aspros, como si me hubiera leído la mente.- Todos los Dimitris tenemos el tiempo contado.

De un momento a otro, todos los sentimientos y emociones que yacían dentro de mí, salieron a flote en un segundo, y saqué fuerzas de dónde no las tenía. Suficiente para incorporarme en la camilla y gritar, exigiéndole una explicación.

- ¡¿Qué pasó exactamente ese día?!- Grité.- ¡¿Por qué mató a Saga y a Kanon?!

Aspros de inmediato me pidió que me calmara, e intentó hacer que me volviera a recostar, pero yo me resistí. No iba a quedarme quieto hasta saber absolutamente toda la verdad.

- ¡Respóndame de una vez!- Seguí gritando.- ¡Por culpa de sus malditos secretos perdí a mi Alpha, ¿también quiere que pierda a mi hijo?!

- Te diré todo, Sorrento, pero calmarse por favor.- Se rindió al fin el mayor.- Todo ocurrió hace años, cuándo Saga y Kanon eran unos bebés, no tenían más de dos meses de haber nacido.

Esa parte me la sabía, que todo ocurrió cuándo ellos eran pequeños, pero siento que hay una pieza faltantes en todo este asunto.

- Saga y Kanon eran unos bebés de salud bastante delicada, requerían muchos cuidados por haber nacido prematuros. Fue bastante difícil cuidarlos y trabajar al mismo tiempo, pero no me importaba...- Siguió hablando.- Pero Seraphina... Esa maldita bruja...- Gruñó el Alpha peli-azul al mencionar el nombre del fantasma.- Ella nunca los quiso, ni a ellos, ni a Caín ni Abel... Solo le importaba el dinero y mantener sus lujos, solo por eso los dió a luz.

Ví que Aspros apretaba sus puños con rabia contenida, mientras unas cuántas lágrimas escapaban de sus ojos.

- Ella... Ella estaba completamente loca.- Siguió su relato.- Juro que no quise hacerlo, pero... Pero no tuve elección.

- ¿De qué habla?

Aspros no pudo más, y rompió en llanto, quizás producto de los sentidos de rabia, impotencia, miedo que lo invadían, pero la pregunta era ¿por qué?

- Ella no se suicidó.- Me confesó en medio de sollozos.- No quise hacerlo, pero ella... Ella intentó matar a Kanon... Cuándo me dí cuenta, ella tenía en brazos a mi pequeño, con un cuchillo recargado en su garganta... Había atacado a Abel, y Caín estaba llorando, abrazando a sus hermanos... Yo solo intentaba proteger a mis hijos, pero no medí mi fuerza y la empujé del balcón por accidente... No tuve opción, eran mis hijos o ella.

No supe qué decir o hacer. Jamás imaginé terminar en algo como ésto.
Todo me parecía tan irreal, como si fuera una pesadilla y en cualquiera momento fuera a despertar.

- Te juro que yo no quise hacerlo... Yo solo quería proteger a mis hijos.- Repitió Aspros.- Pero ella no se dió por vencida... Y ahora quiere terminar lo que empezó.

- ¿Qué podemos hacer?- Pregunté. Si había alguna forma de detenerla, o al menos escapar de ella, quería saberla.

- No podemos...- Murmuró el mayor.- Desde que atacó a Saga y a Kanon, pasé años tratando de encontrar la forma de deshacernos de ella, pero jamás lo conseguí, y mira como terminaron ya dos de mis hijos...

Entonces ocurrió un fallo en la electricidad, y las luces comenzaron a parpadear, para después apagarse y dejarnos en completa oscuridad.

Mi instinto me decía que eso no era coincidencia, ella estaba ahí, e iba por Abel y mi hijo. Aspros debía estar igual o más asustado que yo, pero no dudé en hablar.

- Ve a la sala de incubadoras.- Le dije.- Abel está ahí con mi bebé... Haz al menos el intento de salvarlos.

Aspros me tomó de la mano, y después lo escuché decir un "Gracias", para luego soltarme, y escucharlo salir de la habitación lo más rápido que podía.

Mentiría si dijera que no tenía miedosa de estar completamente solo e indefenso en medio de la oscuridad, corriendo el riesgo de que esa cosa decida venir por mí. Pero si con eso consigo al menos ganar tiempo para Abel, Aspros y mi pequeño, entonces que así sea.

[...]

Los minutos pasaron, y la luz eléctrica volvió. Una enfermera vino para decirme que todo había ocurrido un problema con los fusibles, pero ya habían puesto en marcha el generador de emergencia y todo estaba en orden.

Pregunté por la sala de incubadoras, dónde se encontraba mi bebé, y la beta me dijo que todo estaba bien.

Eso me tranquilizó un poco, eso significaba que quizás Aspros y Abel estaban bien. Lo confirmé unos minutos después, cuándo ví a Aspros entrar nuevamente a la habitación, diciéndome que de momento todo estaba bien.

Pero sé que ésto no ha terminado. Debo irme de Atenas con mi hijo apenas tenga oportunidad, y no regresar nunca.

[...]

Pasaron casi dos meses en los que mi hijo estuvo en una incubadora, hasta que finalmente le dieron el alta.

Sabía que no era lo más recomendable del mundo que un bebé tan pequeño viajara en un avión, pero sé que aquí corre el mismo, o incluso más riesgo.

Toda mi familia sé enteró de la muerte de mi Alpha, y mis padres me ofrecieron mudarme con ellos un tiempo para que me ayudasen a cuidar del bebé, y a recuperarme de la pérdida de Kanon. Y sin dudarlo acepté.

Y ahora me encontraba sentado en un avión, al lado de Abel, y llevando a mi pequeño en brazos, que dormía tranquilamente.

- ¿Cómo lo llamarás?- Preguntó Abel.

Miré a mi pequeño un momento, y después acaricié su mejilla.

- Es igualito a Kanon cuando era un bebé.- Comentó Abel, pasando el dorso de su mano por la mejilla del bebé.- Casi siento como si mi hermano no hubiera muerto, y simplemente hubiera vuelto a ser un bebé.

- Kanon quería que si era una niña, la llamáramos Saori o Sasha.- Respondí.- Y si era un niño, Julián... Así que, ese será su nombre.

El Delta asintió, y continuamos hablando por unos minutos más, hasta que la voz de la azafata desde la cabina nos indicó por el altavoz que íbamos a despegar.

El viaje fue más largo de lo que recordaba, y mis brazos estaban cansados por sostener a Julián, además de que desde hace unos minutos la necesidad de ir al baño Comenzó a un invadirme. Abel lo notó, y se ofreció a sostener al bebé mientras yo iba al sanitario.

Acepté la ayuda de mi cuñado, y le entregué a Julián, que seguía durmiendo tranquilamente.

Entré al pequeño baño, y después de hacer mis necesidades, me dispuse a lavarme las manos y acomodar un poco mi cabello. En el espejo pude ver que aún tenía la marca de Kanon en mi cuello, aunque estaba desapareciendo poco a poco. Sabía que después de todo, eso pasaría tarde o temprano, hasta desaparecer por completo, pero no dejaba de ser un constante recordatorio de que un maldito fantasma me quitó a mi Alpha, y lo mucho que me seguía doliendo su partida.

Solo suspiré, limpié las pequeñas lágrimas que escaparon de mis ojos, y abrí el grifo para enjuagarme la cara.

Pero cuándo alcé la vista y ví mi reflejo en el espejo, me dí cuenta de que no estaba solo...

Ví ese horrible rostro una vez más, estaba justo detrás de mí, con una espeluznante sonrisa que evidenciaba su desencajada mandíbula.

El miedo me paralizó por completo, y no pude ni siquiera gritar, pero ella no hacía nada, simplemente sonreía...

Entonces las luces del avión empezaron a fallar, y escuché sonar la alarma de pánico, los gritos de los demás pasajeros y las de los asistentes de vuelo intentando contener el caos...

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