El Fantasma De Atenas [Parte III]
Sentí a mi bebé moverse en el interior de mi vientre cuándo Kanon y Abel fueron a la cocina... Algo anda mal.
Al poco tiempo los seguí, aún con mi bebé moviéndose como loco en mi interior.
Al llegar a la cocina, ví a Kanon desplomarse, siendo sostenido por Abel a duras penas... Lo sabía.
- ¿Qué pasa?
- Saga...- Murmuró Kanon a duras penas, mientras lágrimas comenzaban a escapar de sus ojos.
- ¿Qué le pasó a Saga?
Abel llevó a su hermano menor hasta el sofá de la sala, y lo hizo recostarse.
Kanon parecía estar en shock, y no entendía la razón, hasta que Abel me dió una respuesta.
- Saga tuvo un accidente cuándo venía manejando para acá, y está muy grave en el hospital.
Ahora entendía la razón del estado de Kanon. Él y Saga siempre han sido inseparables, y sé lo mucho que mi Alfa quiere a su gemelo. Sé que por él daría hasta su vida, y el saber que ahora mismo su hermano está en el hospital, luchando por su vida definitivamente debe ser un golpe duro.
- Debemos ir a verlo.- Dije, mientras me sentaba al lado de Kanon, tratando de calmarlo.
- Tú estás esperando un bebé, dudo que te dejen entrar a un hospital a menos que vayas a dar a luz o a alguna consulta.
- ¿Entonces qué hacemos?
- Yo iré a ver a Saga.- Anunció Abel.- Ustedes quédense aquí, y terminen de empacar, les conseguiré unos boletos de avión a Austria para mañana a primera hora.
Como si Abel hubiera dicho algún tipo de palabras mágicas, Kanon salió del shock, y comenzó a discutir con el mayor.
- ¡¿Qué demonios estás diciendo?!, ¡Mi hermano está herido de gravedad en el hospital, ¿y tú quieres que yo me vaya y lo deje abandonado como si nada?!
- Bien, entonces tú ve con Saga.- Conocía esa mirada tan aterradora de Abel, la había visto un par de veces.- Deja a tu Omega y a tu hijo a su suerte, pero después no digas que no te lo advertí.
Kanon tembló levemente. Sé que se lleva bien con todos sus hermanos, incluso con Abel, pero también le tiene cierto temor al azabache.
- Adelante, Kanon.- Volvió a hablar Abel, haciéndose a un lado, señalando la puerta principal.
- Kanon...- Le llamé, y él me miró.
Yo me aferraba a su brazo, mirándolo con súplica.
Quizás es egoísta hacer ésto, y Saga necesita a su hermano ahora. Pero yo tengo miedo, y no sé qué haría si esa cosa viene por mí, y estoy solo.
- Vete.- Intervino Abel.- Probablemente van a necesitar donadores de sangre, ustedes son gemelos, hay más probabilidades de que sean compatibles.- Ambos lo miramos, probablemente Abel entendió.- Yo me quedo a cuidar a Sorrento.
Sin estar del todo seguro, Kanon al final aceptó, y salió rumbo al hospital.
Yo me quedé con Abel en el departamento, sin separarme demasiado. Aún no sabemos qué fue lo que pasó, o si estamos en peligro o no.
- Abel...- Lo llamé.- ¿Crees que ella haya tenido que ver algo con el accidente?
El Delta pareció pensar bien sus palabras antes de hablar.- Probablemente... Pero si yo fuera tú, Sorrento, ya me habría largado a Austria.
- Quizás es lo que debería hacer.- Admití.
Abel me tomó de la mano, haciendo que alzara la vista, topándose con su normalmente fría e inexpresiva mirada, pero que ahora solo reflejaba una fuerte aflicción.
- Saga, Kanon, incluso Caín, y yo estamos condenados.- Habló.- Lo más probable es que Saga no pase de ésta noche, y Kanon tampoco.
- ¿Por qué estás tan seguro?
- Caín tiene un especie de don.- Explicó.- No tengo idea de cómo o porqué lo obtuvo, pero desde que ella nos atacó, él comenzó a tener sueños premonitorios, por eso huyó de Grecia. Y creyó que había logrado escapar, pero...
- Pero ¿qué, Abel?
Estaba volviéndome loco de la incertidumbre. ¿Qué tantos secretos más ocultan?
- Últimamente, Caín ha tenido muchos sueños dónde mis hermanos mueren.- Me confesó de repente.- Hace un mes, me llamó en la madrugada. Él estaba llorando, mientras me decía que en su sueño, Saga se volcaba en un auto y moría... Y mira lo que acaba de pasar.
- Pero... ¿Kanon...?
Abel bajó la mirada, tratando de limpiar las lágrimas traicioneras de sus mejillas.
- ¡Abel, ¿qué le pasa a Kanon?!
Sin poder evitarlo, me puse de pie, exigiéndole una respuesta. No puedo quedarme aquí cruzado de brazos mientras mi Alfa está en peligro.
- ¡Respóndeme, Abel!
- No lo sé... Caín no quiso contarme, dijo que era demasiado horrible como para decirlo.
Me quedé helado. ¿Acaso no había nada que hacer contra eso?... No... ¡No puede ser!, me niego rotundamente a perder a mi Alfa, la persona que más amo por culpa de un maldito fantasma.
- Vete mientras puedas, antes de que ella termine con nosotros y decida ir por tí.
Sentí la mano de Abel sobre mi hombro. ¿Cómo podía estar tan tranquilo?
- Ve a tu habitación, termina de empacar y avísame cuándo estés listo. Te llevaré al aeropuerto.
Fue como si me hubiera puesto en piloto automático. Tenía mil emociones y pensamientos cruzando por mi cabeza ahora mismo.
Esa noche perdería a Kanon, mi Alfa, mi destinado, el amor de mi vida, y no podía hacer nada al respecto para evitarlo. Y si no me ponía en marcha ahora, probablemente también perdería a mi bebé.
No dije nada, y me retiré a mi habitación. Hice lo que Abel me indicó, tardé una hora aproximadamente.
Cuándo volví a la cocina, ví a Abel colgando el teléfono de la cocina.
Lo escuché sollozar, pero al verme, de inmediato se limpió las lágrimas con el antebrazo.
Sabía la razón de su llanto, pero me negaba a aceptarlo. Hasta que sus palabras me hicieron tener que afrontar la realidad.
- Saga no sobrevivió. Falleció hace diez minutos.- Me anunció primero.- Y Kanon... No saben nada de él, jamás llegó al hospital.
Entonces aún había una pequeña esperanza de que Kanon siguiera con vida.
- Mejor no te ilusiones, Sorrento.- Volvió a hablar Abel.- También me dijeron que hace casi una hora hubo un accidente, en la calle dónde ella te atacó. Fue un choque de una unidad de transporte público contra un camión. Aún no saben el número de víctimas.
No pude decir nada. Me dejé caer en el sillón, dejando escapar mis lágrimas.
Me quedé ahí, inmóvil. Hasta que el tacto de Abel sobre mi hombro me hizo reaccionar.
Al alzar la vista, ví que él tenía mi maleta a un costado. Ni siquiera noté cuándo había ido y vuelto con ella.
- Vámonos.
No podía reaccionar, Abel tomó mi mano, me hizo levantarme y salir del departamento, pero sin llegar a ser brusco.
Abel había pedido un taxi, y ahora nos encontrábamos viajando al aeropuerto.
Todo el tiempo mantuve mi vista baja, en ese momento le rezaba a todos los dioses que se me ocurrían que Kanon estuviera bien, y que apareciera vivo... No quería perderlo.
Llegamos al aeropuerto, bajamos del taxi, y entramos al lugar.
Aún faltaban unas cuántas horas para que el avión despegara, así que Abel se sentó a mi lado.
Mientras esperábamos, Abel recibió una llamada. Se levantó un momento para responder, y aún a lo lejos, pude verlo derramar un par de lágrimas.
Colgó, y volvió a mi lado.
- Lo siento.- Me dijo con un hilo de voz.- Eran del hospital... Kanon estaba en el accidente... No pudieron hacer nada para salvarlo.
Sin poder evitarlo, terminé llorando, siendo abrazado casi de inmediato por Abel.
Sé que me gané más de una mirada, pero no me importa. Deseaba con todas mis fuerzas que todo ésto fuera una maldita pesadilla, y Kanon viniera a despertarme con un beso en los labios, para poder desayunar juntos.
[...]
Abel llamó a su padre y a su gemelo para darles las terribles noticias. Sé que el padre de Kanon debe estar destrozado ahora mismo, no quiero ni imaginar el dolor que debe sentir al perder a dos de sus hijos al mismo tiempo.
El peli-negro estuvo al teléfono, tratando de calmar a su padre. El señor Aspros no es demasiado viejo, pero ya tiene sus años, y es entendible la preocupaciones de Abel.
Después de conseguir calmar a su padre, llamó a su hermano; Caín. Su reacción fue igual o quizás peor que la del señor Aspros. A Abel le tomó más tiempo calmarlo, ya que incluso estando algo alejado, pude escuchar los gritos de Caín.
...
Las horas restantes habían pasado, y la hora de abordar el avión había llegado.
Ya me encontraba en la fila, esperando para abordar, con Abel a mi lado, ayudándome a cargar el equipaje de mano.
Los oficiales no se opusieron a permitirle a Abel abordar para ayudarme con el equipaje.
Tomé asiento, y Abel acomodó la maleta.
- No te preocupes por nosotros.- Me sonrió amargamente el Delta.- Cuida bien de tu hijo.- Agregó, acariciando levemente mi vientre.
- Cuídate mucho, Abel.- Le dije, intentando sonreírle de vuelta, pero mi corazón estaba tan destrozado que simplemente no fuí capaz.
El Delta asintió, y dió media vuelta, dispuesto a retirarse.
Abel tan solo se había alejado un par de pasos, cuándo sentí una inesperada humedad entre mis piernas... Tenía que ser una maldita pesadilla.
- ¡Abel!- Fue lo único que alcancé a gritar, antes de paralizarme del miedo.
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