El fantasma de Atenas [Parte II]
- ¿Por qué crees eso?- Le pregunté comenzando a alterarme.
- No lo sé.- Saga estaba igual o más asustado que yo, pero veía como se esforzaba para controlarse.- Lo mejor será que no vuelvas a pasar por esa calle.
No hacía falta que me pidiera eso. Ni loco volvería a pasar por ese lugar.- ¿Y qué pasa si esa cosa nos sigue?
Nunca antes había creído en fantasmas y ese tipo de cosas, y realmente nunca había tenido una experiencia paranormal antes de esa noche. Pero ahora tenía miedo, y mucho. ¿Qué tal si esa cosa nos había seguido?, ¿o ahora estaba pegada a mí?, ¿y si Saga tenía razón, y esa cosa quería a mi bebé?, ¿o si iría detrás de alguno de nosotros tres?
- Sorrento, cálmate.- Saga me sujetó de los hombros.- Entiendo que tengas miedo, yo también lo tengo.- Sabía que él no estaba mintiendo, podía ver el terror reflejado en sus ojos.- Mira, te prometo que todo va a estar bien. Solo no vuelvas a pasar por esa calle. Kanon y yo nos turnaremos para acompañarte a la universidad y de regreso para asegurar que nada pase, ¿de acuerdo?
Asentí, y sin poder evitarlo, terminé abrazando a mi cuñado, y él me correspondió el abrazo. Ambos estábamos asustados, y de seguro Kanon también lo estaba, pero lo que menos necesitábamos era perder la calma.
[...]
Habían pasado ya varios meses desde aquel día. Ya tenía poco más de siete meses de gestación, y sabía que Kanon y yo tendremos un niño.
Hace poco dejé de asistir a clases presenciales debido a mi estado. No quería, pero Kanon, Saga, mi suegro, y toda mi familia insistieron y terminé aceptando.
Nunca he vuelto a pasar por esa calle, ni a salir a la calle o quedarme en casa solo, no quería arriesgarme, ni arriesgar a mi bebé. Además de que Saga, Kanon y yo seguíamos muy paranoicos.
Afortunadamente, no me he vuelto a topar con esa cosa, pero no había desistido de investigar qué diablos me atacó esa noche.
Me encontraba en la habitación que compartía con Kanon, buscando en mi computadora portátil alguna información; una nota, un testimonio, un hilo... Algo que me diera una pista, pero hasta ahora no había tenido mucha suerte.
El timbre sonó, pero ni siquiera me moví. Tal y como prometió Saga, él y Kanon se han estado turnando para cuidar de mí. Éste día Saga se fue a trabajar y Kanon se quedó conmigo, sé qué él abrirá.
- Hola, enano.- Escuché una voz familiar proveniente de la sala, seguida de unas cuantas risas por parte de mi Alfa.
- Hola, demonio de cabello negro.- Escuché reír a Kanon.
- ¿Cómo está tu Omega?
- Bien. Algo cansado y con malestares por el bebé, pero fuera de eso, ha estado bastante tranquilo. Puedes pasar a verlo si quieres, dijo que tenía que hablar contigo sobre algo.
Un par de minutos después escuché unos pasos y la puerta de la habitación ser abierta.
- Hola, Sorrento.
- Hola, Abel.
Abel, el hermano mayor de Saga y Kanon. Él actualmente trabaja como investigador privado, pero sé por sus hermanos que trabajó un tiempo en la policía ateniense, si alguien puede ayudarme a averiguar algo sobre éste asunto es él.
- Kanon me dijo que querías hablar conmigo.- Dijo el azabache, sentandose en el borde del colchón.
Asentí.
- ¿Qué se te ofrece?
- Supongo que Saga y Kanon ya te habrán contado sobre lo que pasó hace meses, ¿no?
- No realmente.- Respondió Abel.- Sabes que a mí me dejan al margen de casi todo, así que no sé mucho al respecto.
- Bien, ¿qué es lo que sabes?
- Saga y Kanon me contaron que te desmayaste, te golpeaste la cabeza y quedaste en coma dos días.
Bueno, al parecer Saga y Kanon le habían ocultado lo que realmente pasó. Me cuestioné si debía decirle a Abel o no, sabía de antemano que el tipo era un Delta impredecible. Él podía hacerte creer que estaba de tu lado, y apenas te dieras la vuelta, apuñalarte por la espalda sin sentir el menor remordimiento. Por algo es que dejó la policía y se volvió investigador privado, trabajar solo por y para sí mismo. Vaya que le quedaba bien el trabajo.
Pero yo no había podido encontrar casi nada de información, él era mi última esperanza.
- Mira, Abel. Por ésta vez no quiero que me veas cómo el Omega de tu hermano, sino como un cliente.
Él me miró extrañado, no lo culpo, entiendo que le suene raro. Pero tengo que estar seguro de que ni mi bebé, ni Kanon, Saga o yo corremos algún tipo de peligro.
- Tus hermanos no te dijeron la verdad de lo ocurrido ese día.- Comencé a contarle.- Pero antes de contarte la verdad debo saber si estás dispuesto a ayudarme de la forma que necesito.
Abel pareció pensarlo por un momento, y después respondió.- Está bien.- Vaya, eso fue más fácil de lo que pensé.- Ya sabes lo que dicen en éstos medios: Dinero es dinero.
En cierta forma me alivié, eso significaba que Abel estaría dispuesto a ayudarme, aunque de sobra sé que no me saldrá barato.
- Gracias.- El azabache solo asintió.
- Bueno, empieza por decirme qué pasa.
Le expliqué a Abel lo ocurrido esa noche, y me sorprendí de que, al igual que Saga, poco a poco su expresión fue cambiando, hasta tornarse en una de puro terror.
- Llevo meses tratando de buscar algo de información sobre lo que ví esa noche.- Expliqué finalmente para qué lo necesitaba.- Pero no he tenido mucha suerte. Por eso necesito de tu ayuda, no sé a quién más recurrir.
Abel parpadeó un momento, y luego ví como peinó su cabello hacía atrás. Reconozco ese gesto, está nervioso. Saga y Kanon lo hacen todo el tiempo, supongo que es algo de familia.
- Ahora entiendo porqué ese par me mintió.- Murmuró.- Dices que ellos te contaron lo que les pasó cuándo eran niños, ¿verdad?
- Sí. ¿Sabes algo más, Abel?
- Cuándo mis hermanos fueron atacados, yo tenía unos 15 años. Y al igual que tú, pasé años investigando sobre esa cosa, incluso llegué a tratar de verla yo mismo.
- ¿Y lo conseguiste?
- Vaya que lo conseguí.- Bien, ésto ya es mucha coincidencia. El mismo fantasma ya ha atacado a varios integrantes de una misma familia.- Somos dos pares de gemelos, Kanon y Saga, y Caín y yo.- Eso lo sabía, aunque nunca había conocido personalmente a Caín, ya que él vivía en América y no había vuelto a Grecia en un buen tiempo, según las palabras de Kanon y Saga.- Mi gemelo y yo pasamos varios meses investigando, pero yo me atreví a buscarla por mi cuenta. Caín no quería, pero terminé arrastrándolo y pagando las consecuencias conmigo. Terminamos siendo atacados, y Caín y yo prometimos no volver a tocar ese tema. Él estaba muy asustado, y se fue a América apenas tuvo oportunidad. Juró que jamás volvería a Grecia.
Así que esa era la verdadera razón de porqué Caín estaba en otro país y siempre ponía alguna excusa para no venir a Grecia.
- En fin.- Abel parecía un poco asustado.- En todos los años que pasé siguiendo la pista de esa cosa, conseguí cierta información, y... Sorento, quizás lo mejor sea que vuelvas a Austria.
- ¿Qué quieres decir?
- Te diré lo que sé y no te contaré un centavo, pero tienes que prometerme que no le dirás nada a Saga ni a Kanon.
Lo pensé por un momento. De cierta forma era una información que le concierne a Kanon y Saga, pero si Abel trataba de ocultarlo por algo debía ser.
Al final acepté la condición de Abel, y el peli-negro comenzó su relato.
- Hace años, en esa calle había un condominio de varios edificios con departamentos. Hoy en día son pocos los que siguen en pie.- Inició Abel.- En uno de esos edificios vivía una familia integrada por un Alfa, su esposa, y sus cuatro hijos. Fueron una familia felíz por un buen tiempo, pero un día, el esposo le pidió el divorcio a su esposa después de enterarse de una infidelidad.
La mujer suplicó por el perdón de su marido, pero nada consiguió. Perdió todo; su matrimonio, su hogar, su dinero... Pero lo que más le dolió perder, fue sin duda a sus hijos.
Dicen que poco a poco fue perdiendo la cordura, pasaba sus días llorando, y saliendo a la calle a hacerles la misma pregunta a todas las personas que pasaban: "¿Dónde están ellos?"
Escuchar esa pregunta me heló la sangre. Recordé esa noche, y cómo esa pregunta fue mi sentencia.
- En fin... Ella no soportó el dolor, y terminó arrojándose de su departamento, muriendo al instante.
Dicen que su fantasma continúa apareciendo por ese lugar de vez en cuándo, haciéndole a las personas la misma pregunta que hacía en vida: "¿Dónde están ellos?", refiriéndose a sus hijos.
Los que la han visto dicen que no hay forma de escapar de ella. Si alguien la llega a ver, su única esperanza es señalar lo más lejos que pueda, y correr en la dirección contraria sin mirar atrás en ningún momento.
Todo ésto sonaba como un típico cliché de una leyenda popular. Y realmente pensaría que es solo eso, de no ser porque yo mismo la ví.
Pero aún hay algo que no me cuadra, ¿por qué Abel parece tan asustado?, y aún mejor, ¿por qué no quiere que Saga ni Kanon sepan esa historia?
- Ya sé lo que piensas, Sorrento.- Supongo que mi silencio y mi lenguaje corporal me delataron ante los entrenados ojos de Abel.- ¿Sabes qué fue lo que pasó con mi madre, Sorrento?
Lo que Kanon me había contado, es que su madre murió al darlos a luz a él y a Saga.
- No culpes a mi hermano. Él no tiene ni idea de que su madre no murió de esa forma.
¿A qué se refería con que Kanon no sabía?
- Sorrento, pasé años investigando ese caso. Y no hay día que no me arrepienta.- Siguió hablando Abel.- El nombre de esa mujer era Seraphina LeRose de Dimitris.
Dimitris era el apellido de la familia de Kanon. Eso significa que...
- Si.- Se adelantó Abel a mi pregunta.- La familia de la historia es la nuestra, y esa mujer era nuestra madre.
Pero si era así, ¿entonces por qué había atacado a sus propios hijos?
- El alma de esa mujer continúa vagando porque quiere volver a ver a sus hijos.- Parece que Abel puede leerme la mente.- Por eso nos atacó a mis hermanos y a mí. Quiere llevarnos con ella, y casi lo logra con Caín.
- ¿Crees que ella...?
- Probablemente también quiera a tu hijo.- Confirmó mi temor.- Mi padre estuvo casado por un tiempo con una mujer Omega llamada Katya, ella quedó embarazada y dió a luz a un niño, pero ella murió durante el parto, y el bebé murió por causas desconocidas a las pocas horas de haber nacido.
Mi padre quedó devastado, jamás se volvió a casar ni a tener más hijos. Parece que tenemos un especie de maldición, cada niño varón que lleve la sangre de alguno de nosotros, muere a las pocas horas, o con suerte, días de nacer.
- ¿Tú crees que ella tenga algo que ver?
Abel asintió.
- Abel, me confirmaron la semana pasada que mi bebé es un niño.
Solo yo lo sabía, Kanon dijo que quería esperar hasta que naciera para saberlo, y para que toda su familia lo supiera. Así que nadie más estaba enterado.
El azabache abrió los ojos como platos.- Empaca lo indispensable, tenemos que irnos de aquí cuánto antes.
Ni tiempo me dió de replicar, cuándo Abel ya se encontraba sacando una maleta del armario, y empacando todo lo que podía.
- Yo hablaré con Kanon y Saga después. Por ahora date prisa.- Me dijo mientras guardaba toda la ropa que podía.
- Abel, ¿por qué no les dijiste nada a tus hermanos antes?- Trataba de mantenerme tranquilo, pero todo estaba ocurriendo tan rápido que sentía que me desmayaría en cualquier momento.
- No me había preocupado, porque nunca la habíamos vuelto a ver. Y en nuestra familia no habían vuelto a nacer niños, hasta ahora.
Escuchamos la puerta abrirse, y vimos entrar a Kanon.
- ¿Qué está pasando aquí?
- Kanon, luego te explico.- Respondió Abel.- Ayuda a Sorrento a empacar y pidan un taxi. Yo llamaré a Saga, tienen que irse cuánto antes.
- ¿Por qué?
- Kanon, escúchame.- Le tomó de los hombros Abel.- Tu Omega y tu hijo están en peligro. Si no quieres verlos morir, váyanse de Grecia cuánto antes.
- ¿A dónde se supone que vayamos, Abel?
- Hablaré con Caín. Estoy seguro de que él no tendrá problemas en recibirlos.
- ¿Estás loco?, Sorrento tiene siete meses de gestación, es peligroso que se suba a un avión.
- Está en igual o mayor peligro si se queda aquí.
El sonido del teléfono de la cocina interrumpió la discusión que comenzaba a formarse. Ambos hermanos se miraron, como si presintieran algo, y fueron a dónde provenía el ruido.
Algo anda mal.
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