Tomar tu lugar
El fin estaba cerca, los santos de bronce habían conseguido abrirse paso por las doce casas, y en pocos minutos llegarían a la sala del patriarca.
Saga estaba nervioso, sentía que el fin de su reinado estaba cada vez más cerca. Ni siquiera el camino de rosas envenenadas de Afrodita consiguió detener el paso de los santos de Athena.
Estaba tan asustado que casi quería llorar de la impotencia. En ese momento se daba cuenta de que estaba completamente sólo.
Quizás su muerte sería lo mejor. Había permitido que su lado malvado tomara el control, mató a inocentes, cometió mil pecados, y ya era tarde para arrepentirse.
Se dejó caer al suelo, y se rindió ante su dolor, dejando escapar su llanto.
Si había algo de lo que se arrepentiría hasta su último aliento, y que era probablemente lo que más le dolía, era haber encerrado a su hermano en aquella prisión.
Hace años dejó de sentir su cosmos, probablemente Kanon había muerto ahogado entre terrible sufrimiento y una inmensa soledad, en ese horrible lugar.
- Kanon... Lo siento...- Lloraba en soledad.- Por favor... Perdóname, hermano.
- Levántate.
Escuchó una voz que le resultó familiar, y al alzar la vista, no podía creer lo que veía.
- ¡Kanon!- Sin poder evitarlo, se puso de pie y corrió hasta su hermano para abrazarlo.- Estás vivo... De verdad estás vivo.
Inesperadamente, Kanon le correspondió el abrazo.
Tener a su hermano a su lado una vez más se sentía tan irreal, que casi pensaba estaba soñando, y que despertaría en cualquiera momento. Pero no... Kanon estaba vivo, estaba ahí, con él.
- No hay tiempo para lágrimas.- Escuchó nuevamente la voz de Kanon, mientras ponía cierta distancia entre ellos.- Llegarán aquí en cualquier momento, y debes irte.
No entendía las palabras de su gemelo, hasta que vió cómo Kanon abría un portal enfrente de él.
- Date prisa, tienes que salir de aquí.- Volvió a hablar Kanon, sujetando su muñeca y arrastrándolo hasta el portal.
- ¿A dónde?
- Éste portal te llevará al reino submarino de Poseidón. Nadie sabe de su existencia, ahí estarás a salvo.
Dudó si debía cruzar o no. Pero el gemelo menor no lo dejó.
- ¡Maldita sea, Saga!, no hay tiempo para dudar ahora.- De un empujón, Kanon lo lanzó dentro del portal, que se cerró segundos después.
Quedó inconsciente, y todo se volvió oscuridad por tiempo indefinido.
Cuándo despertó, se dió cuenta de que no estaba en el santuario.
Se encontraba en un lugar que no era capaz de reconocer. Era similar a los templos zodiacales, pero tenía algo diferente. El simple olor del aire era diferente, como... Húmedo, salado...
- Hasta que despiertas.- Escuchó una voz desconocida.- Tú debes ser Saga.
- ¿Quién eres?
Al buscar a su interlocutor, se encontró con la pequeña y delgada figura de un jóven peli-lila, de enormes ojos rosados, llevaba una flauta en las manos, y vestía una armadura similar a la de Kanon.
- Dejémoslo en que soy un conocido de tu hermano.- Le respondió ese chiquillo, avanzando hacia él.- Vaya que se parecen. De no ser porque conozco perfectamente la voz de Kanon, no los habría diferenciado.
- ¿Dónde está mi hermano?
El menor agachó la cabeza, cerrando los ojos.- Para ésta hora, ya debe estar muerto.- Saga se petrificó con las palabras de aquel joven.- Hace unos minutos dejé de sentir su cosmos.
Negándose a aceptarlo, Saga intentó buscar el cosmos de su hermano, sin éxito alguno.
El pequeño peli-lila se llevó a los labios la flauta que tenía en las manos, y comenzó a tocar una melodía.
Sonaba bastante melancólica, y transmitía una profunda tristeza. Saga incluso pudo ver cómo unas lágrimas escapaban de los ojos cerrados del jóven.
Entonces Saga entendió. Kanon había vuelto al santuario por él. Había tomado su lugar para salvarlo de una muerte segura... Había entregado su vida por la suya.
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