Igual que cada día, vienes a verme a mi hogar, abro la puerta y puedo ver tus lindos ojos, tu largo y hermoso cabello, tu perfecta piel... Es que amo absolutamente todo de tí, y nada puedo hacer para evitarlo.

Tomamos el té mientras hablamos alegremente, como si el tiempo no pasara, porque así me siento. Cuándo estoy contigo, siento como si el tiempo se detuviera, solo pienso en tí, y en qué no quiero que éste momento se termine.

Pero la realidad es diferente, el tiempo pasa, la tarde está a punto de terminar, dando paso a la noche, y debes marcharte.

Te vas, y yo me quedo sólo en casa, con un sabor agridulce en la boca.

Llevo años muriéndome por tí, y tú ni siquiera lo haz notado. Sé que de todos modos es inútil, porque para tí solo soy un amigo, alguien ya ocupa el lugar que yo tengo anhelo.

Soy solo un Omega, debería elegir a uno de los tanto Alfas o Betas que me pretenden, pero mi corazón solo te quiere a tí.

Con mi corazón y mi mente en conflicto, decido solo ignorarlos y sumergirme en mis sueños, el único lugar dónde estás conmigo.

[...]

Pasó una semana, y ahora me encuentro llorando sin consuelo alguno en mi habitación, abrazando mi almohada.

Igual que cada fin de semana, veniste a visitarme, aunque rápidamente noté algo inusual.

Lucías mucho más sonriente de lo normal, y no entendía la razón, hasta que tú mismo me contaste, y en ese momento sentí como si mi alma saliera de mi cuerpo.

- ¡Afrodita, me voy a casar!- Me anunciaste alegremente, con una enorme sonrisa dibujada en tu rostro, mientras me enseñabas el anillo plateado en tu dedo.

No pude evitarlo, y unas lágrimas escaparon de mis ojos.
Tu expresión cambió a una de preocupación, y me preguntaste si todo estaba bien.

- Claro que sí, tontito.- Sonreí lo mejor que pude, aún con unas cuántas lágrimas escurriendo por mis mejillas.- Es solo que... Me emociono mucho con las bodas, y... Estoy muy felíz por tí.

Vaya excusa más tonta, pero al parecer fue suficiente para convencerte.

Me abrazaste contra tu pecho, mientras acariciabas mi cabello. Amé esa sensación, de seguro es lo que él siente cada vez que está a tu lado...

¿Cómo no adorarte?, Si eres perfecto. Eres hermoso, inteligente, tienes una personalidad sumamente magnética... Eres un sueño para cualquiera que te vea.

Recuerdo que seguí llorando, hasta que conseguí calmarme completamente. Después de eso, seguimos hablando.

Me pediste que fuera parte de tu séquito el día de tu boda, y yo no me negué, aunque por dentro sintiera que se me rompía el alma.

[...]

Pasaron los meses, y el día finalmente llegó.

Todos éstos meses te acompañé en todo. Desde elegir tu vestuario para tu gran día, hasta las flores para tu ramo.
También me encargué de organizar tu despedida de soltero, y tu fiesta de compromiso.

Incluso yo mismo me encargué de maquillarte y peinarte hoy.

- ¿Estás bien, Afrodita?

Escuché tu voz, mientras terminaba de dar los últimos toques a tu maquillaje.

- S-Si... No es nada, Cam.- Mentí nuevamente.- Ya te dije que me emociono demás en las bodas... Solo ignorame, ¿de acuerdo?

Las lágrimas me traicionaron nuevamente, escapando sin permiso de mis ojos.

Terminé el maquillaje, y después de unos minutos, salimos en la limusina, rumbo a dónde te unirás a tu Alfa por el resto de tu vida.

El doloroso momento llegó, y yo estaba en primera fila para verlo.

Cuándo la sacerdotisa dijo la típica frase de: "Si alguien se opone a ésta unión, que hable ahora, o que calle para siempre." Una pequeña parte de mi alma quería con todas sus fuerzas, saltar y gritar con todas mis fuerzas: "¡Yo me opongo!"

Pero igual que siempre, mi cobardía fue más fuerte, y solo cerré los ojos, esperando que todo terminara pronto.

Una ovación me hizo saber que la ceremonia había finalizado. No quise alzar la vista, sabiendo que lo que vería, sería a tí, besando a tu esposo.

Durante la fiesta, te ví sonriendo, abrazado a tu marido. Al menos eres felíz, creo que él realmente te ama.

- Ey, Dita.- Se me acercó Milo, tu Alfa, en algún momento.- ¿Cómo estás?

- Bien, Milo.- Le sonreí.- Por cierto, felicidades.

El griego me agradeció, y después apareciste tú. Él te abrazó por la cintura, y tú te abrazaste a su cuello.

Se ven tan enamorados, que me duele.
¿Realmente lo amas?... Bueno, para que tú demuestres tus sentimientos tan abiertamente, vaya que debe ser muy especial para tí.

- Camus me contó que te casarás pronto, ¿es verdad?

- Sí.

Yo soy el único de mis hermanos que aún sigue soltero, y mi padre no estaba dispuesto a dejarme seguir así más tiempo porque "su hijo va a cumplir su función cómo Omega, sí o sí", en sus propias palabras.

Mi padre, ese Alfa al que desprecio con toda mi alma, se encargó de arreglar mi matrimonio a mis espaldas.

Realmente, ni siquiera conozco a mi prometido. Lo veré por primera vez hasta dentro de un mes.

Sé que hay leyes que supuestamente protegen los derechos de los Omegas. Pero la realidad es que a nadie le importamos realmente.

Soy un maldito cobarde, no me atreví a desafiar a mi padre, y como siempre, acataré su voz sin protestar.

- Felicidades.- Me sonrió Milo.

Sé que tú Alfa no lo dice con mala intención, sino todo lo contrario.

Él no tiene idea de nada. Ni de mi situación real, ni mucho menos que he amado a su Omega desde que éramos niños.

- Gracias.- Le sonreí de vuelta.- Disculpen, debo ir al tocador. Los veo después.

Aproveché ese momento para salir a los jardines, y llorar.

¿Por qué tuve que enamorarme de tí? Fue una locura.

Los dos somos Omegas, una relación así jamás sería bien vista por la sociedad. Fuí criado en un núcleo familiar sumamente conservador, y jamás tuve, ni tendré el valor suficiente para enfrentar a mi familia. Y gracias a eso, perdí la batalla sin luchar.

No sé si tú en algún momento sentiste por mí, lo mismo que yo por tí. O si en algún momento habría llegado a sentirlo. Y desgraciadamente, jamás lo sabré, y tendré que vivir con esa incertidumbre en mi mente de ¿qué hubiera pasado si...?

Pero por algo dicen que el "hubiera" no existe.

Tuve mi oportunidad, y la dejé ir. No quise arriesgar nada, y no perdí nada, pero tampoco gané nada.

" ¿Quién cómo tú, Milo?- Pensaba, mientras miraba la luna llena, con mis ojos llenos de lágrimas.- ¿Quién cómo tú, que puedes tenerlo a tus pies?.. ¿Que día a día puedes tenerlo?, ¿quién cómo tú, que solo entre tus brazos se duerme?... ¿Quién cómo tú?"

Me quedé llorando por quién sabe cuánto tiempo. Hasta que sentí mis ojos arder, y volví al salón, encontrándome con mi amor secreto.

- ¡Afrodita!- Corrió hacía mí, abrazándome. Y por ese momento, sentí mi corazón latir con fuerza.- ¿Dónde estabas? Te estuvimos buscando por más de una hora.

¿Tanto tiempo me había ausentado?

- N-No te preocupes.- Le sonreí levemente.- Solo estaba... Hablando con mi prometido por teléfono... No es nada.

- Entiendo.- Asintió el peli-aqua, para después soltarme.- Me alegra que estés bien. Y que finalmente hayas encontrado a alguien especial.

Mantuve mi sonrisa, mientras asentía.

Oh, Camus. Si supieras que yo jamás seré del todo felíz, por el simple hecho de no tenerte a mi lado como quisiera, lo mucho que he llorado por tí, lo mucho que envidio a Milo, lo infeliz que soy por tener que confinarme a un matrimonio sin amor... Porque yo hace años encontré a esa persona especial, te encontré a tí.

Me quedé solo un rato más, y después me retiré a casa, cuándo todo terminó.

[...]

Ahora, era yo quién se encontraba vistiendo un atuendo nupcial, frente al altar, a punto de atarme de por vida a un Alfa que apenas y conocía desde hace unos meses.

Y tú estabas sentado en las primeras filas, al lado de tu esposo. Tu vientre estaba algo hinchado, en unos meses nacerá tu primer hijo. Me perdí, observándote de reojo.

- Afrodita.- Me llamó la atención el sacerdote.- ¿Aceptas?

Volví a mi realidad, dándome cuenta de que tenía más de una mirada encima de mí. Giré mi vista a mi futuro esposo, y después respondí.

- Sí... Acepto.