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Quel filo che ci unisce [☠️Death Mask☠️]

Hace un par de días, había aparecido en ese lugar helado. Por pura suerte, se encontró con Afrodita, y gracias a eso, no se quedó completamente sólo.

Se había encargado de conseguir algo de dinero apostando, y así consiguieron alojamiento y comida. Afrodita pasaba los días dedicándose a tratar de encontrar a los demás, o de averiguar porqué estaban ahí. Él tenía la idea de usar su nueva vida para disfrutarla, lejos de todo el asunto de un Santo, después de todo, ya no tenía el título ni la capacidad de portar la armadura, ¿qué caso tenía aferrarse a eso?

Ahora, Aioria había aparecido de la nada, diciendo que debían pelear por salvar ese lugar... No, no iba a aceptar. Le daba igual si Aioria o cualquier otro creía que era cobarde, ni siquiera él sabía quién era ya.

Se encontraba en ese cuarto donde se había estado quedando con Afrodita esos días, mirando la inerte caja de su armadura. De alguna forma, se sentía acompañado y a la vez incómodo. Era como estar a solas en una habitación pequeña con alguien a quien le has fallado. Era como si la armadura lo estuviera mirando, esperando que dijera algo.

"Ridículo."- Pensó, antes de recostarse en la cama y disponerse a simplemente dormir hasta la noche. Iría al bar a apostar y conseguir más dinero, después de todo, Helena y sus hermanos lo requerían, y él y Afrodita también.

Solo cerró sus ojos y se dejó envolver en la oscuridad del sueño, sintiendo como su respiración se hacía cada vez más tranquila, al igual que los latidos de su corazón.

La oscuridad fue lo único que percibía, hasta que la sensación de estar acompañado lo obligó a abrir los ojos. No había nada, solo la nada, pero al girar la vista, vió a un hombre de tez morena, cabellos violetas, y lo que más ruido le hizo: una versión de la armadura de Cáncer, dándole la espalda.

- Pero qué mierda...- Pensó en voz alta, captando la atención del desconocido.

- Hasta que tenemos esta conversación.- Mencionó el peli-violeta, girándose a verlo, cruzandose de brazos.- Death Mask. ¿O debería decir, Angelo?

- ¿Quién demonios eres?- Gruñó, algo perturbado por el parecido físico que compartía con ese desconocido.

- Eso no importa ahora, pedazo de imbécil.- Respondió el contrario.- Hace años debí tener esta conversación contigo, pero hasta ahora te dignas a prestarme atención.

- ¿De qué mierda estás hablando?

- Sé lo que sientes. No tienes que ocultarme ni tampoco explicarme nada.- Alegó el desconocido. Death Mask quiso replicar, pero no lo dejó.- Sé que cometiste muchos errores en el pasado. Y que ahora todas tus dudas están enfrente de tí, pero este no es el final.

- Sí, claro.- Bufó con molestia.- Después de haber hecho tantas cosas, e incluso ser rechazado por mi propia armadura, seguro que puedo seguir llamándome "Santo."

El desconocido esbozó una pequeña sonrisa, y se acercó a él, dándole una palmada en el hombro.

- Te equivocaste, muchas veces. Es cierto, pero mírate, ahora eres diferente.- Dijo, captando la atención de Death Mask.- Sé que ahora estás en crisis contigo mismo. Yo sé lo que sientes cuando miras al mar, lo asocias con tu dolor que no tiene fin.

Death Mask se sorprendió con esas sencillas palabras. Ahora entendía lo que estaba pasando. Ese hombre era uno de sus antecesores, antiguo portador de Cáncer, o más bien, su espíritu.

Le fue imposible contener más el llanto y terminó quebrándose enfrente de él, sollozando igual que un niño. Se sentía como en aquel entonces, cuando partió del santuario a completar su entrenamiento en Sicilia, siendo apenas un infante. Al ver tantas cosas, tanta muerte, tanta injusticia, cómo el fuerte aplastaba al débil... Toda la impotencia, la tristeza, todo el dolor y el miedo que sintió...

- Has tenido una existencia difícil, es cierto. Te comprendo, sé que tienes deseos de cambiar, así que háblame, te estoy escuchando.- Dijo con un tono mucho más calmado su antecesor, palmeandole el hombro, ofreciéndole una sonrisa gentil.- Tú ni siquiera me prestaste atención, hasta ahora. Pero yo te conozco desde que eras apenas un bebé, ese pequeño bambino que llegó al santuario y despertó el último rastro de mi cosmos dormido en la armadura.- Añadió.- Te ví crecer, madurar, equivocarte... Y ¿sabes?, tengo que confesar que me agradas porque desde niño metes los pies en el fango, sin temor de que alguien te mire mal. Sabes que todo es un juego y gana quién sonríe.

De alguna forma, esas palabras y esa sonrisa le hacían sentir tranquilo. Era como las palabras que habría querido escuchar en ese entonces, lo que necesitaba escuchar en ese momento. Era como si esas palabras acariciaran su alma.

- Esto es jodidamente extraño...- Intentó bromear, limpiandose las lágrimas.

- Lo sé, no soy del tipo de dar sermones. Ni de juzgar las acciones de otros. Pero cuando intenté aconsejarte desde las sombras, me ignoraste.- Asintió.- Yo alguna vez estuve en tu lugar. Sé lo que sientes cuando buscas respuestas y no encuentras ninguna. Cuando sientes que estás sólo. Cuando dudas de tí mismo. Cuando te sientes perdido en un carrusel. Pero, a diferencia de tí, yo tenía un maestro que fue mi fiel amigo.

- Supongo que eso debió ser bueno tener un guía.- Rió con amargura. Él había tenido que entrenarse a sí mismo, igual que todos sus demás compañeros.

- Sí, lo fue. Pero tú eres diferente porque estás equivocado.

- ¿Equivocado en qué?- Cuestionó.- Me he equivocado en demasiadas cosas, sé más específico.

- En que no puedes volver a luchar y que este es el fin. En eso estás equivocado.- Afirmó.- Tienes que volver a portar tu armadura, agarrarte bien los huevos, e ir al campo de batalla como el guerrero que eres.

- Sigue soñando, Cáncer.- Negó con la cabeza.- No pidas cosas que son imposibles.

- Imposible para todos, pero no para mí, que creo en los milagros.- Replicó su antecesor.- Tienes la fuerza necesaria, pero eres como un vaso de cristal, al borde de una mesa que temes a la caída.- Añadió.- No eres el mismo hombre al que Cáncer y yo abandonamos, puedo ver que todas las cosas que te han pasado te han cambiado.

Había pasado por muchas cosas. Desde ese enfrentamiento con Shiryu, hasta su batalla con Radamanthys.

- ¿Qué importa de todos modos?, nada borra lo que hice.- Insistió, con aquella culpa que seguía atormentandolo.- Nadie confiaría jamás en alguien como yo.

- ¿Acaso no te buscó Aioria?, ¿acaso no confía esa chica, Helena y todos sus hermanos en ti?, ¿acaso no sigue Afrodita a tu lado a pesar de todo?- Eso... Bien, debía admitir que era verdad.- Dime, ¿qué sentido tiene hablar de tristeza si hay alguien a tu lado con quién reír? ¿Qué sentido tiene lamentarse por los errores del pasado si hay personas a las qué proteger en el presente?

Esas palabras lo hicieron cuestionarse nuevamente. Debía reconocer que Afrodita, su más leal y fiel amigo, nunca se fue de su lado a pesar de todo. Helena... Esa chica no lo juzgó, sino todo lo contrario, lo ayudó siendo un completo desconocido. Ella y sus hermanos confiaban en él, a pesar de no saber nada de su pasado.

- Cómo tú, durante mi vida, busqué un sentido de vida, y encontré el amor.

Death Mask soltó una pequeña y amarga risa. Amor. Todos se llenaban la boca con él, pero a pesar de haber muerto y renacido, no podía creer en eso.

- Sí, sí. Sé que no lo crees, y sé que razones te sobran para dudar. Pero sé que en el fondo quieres creer.- Dijo su antecesor, sin darle tiempo de replicar.- Y sí, por supuesto que creo en los acontecimientos. A veces es necesario mirar hacia atrás para avanzar con firmeza hacía adelante. Y claro que sé lo que pesa sufrir por dentro en silencio. Sé que ves el abandono como tu hogar, y ¿sabes?, me gustaría llamar a la puerta para sorprenderte.

No entendió qué quería decirle su antecesor con su última frase, pero no tuvo tiempo de preguntar.

- Ya debo irme.- Sonrió, dando media vuelta, para después empezar a alejarse.- Y tú ya debes despertar. Alguien te necesita allá afuera.

- ¡Espera!

Ni siquiera él supo de dónde salió la desesperación de ese grito. Nuevamente se sentía como cuando era niño, no quería quedarse sólo, no después de al fin haber tenido una conversación sincera, con alguien que genuinamente parecía entenderlo y no juzgarlo para nada.

- No te preocupes, nunca estarás sólo, tonto.- Sonrió.- Nunca lo haz estado.

- ¿Qué?

- Los dos hemos vestido a Cáncer, nuestros cosmos están unidos en nuestra constelación.- Explicó.- Yo logré dejar una pequeña parte de mi cosmos en la armadura, igual que todos los Santos de Cáncer que han existido, sin importar nada. El hilo que nos une lo puedes llamar amor, pero sé que no lo harás porque no quieres un nombre. Solo saber que no estás sólo.

Una fuerte luz blanca comenzó a inundar todo, haciendo que la oscuridad se desvaneciera poco a poco.

- Al menos dime tu nombre.- Pidió, mucho más tranquilo.

- Manigoldo.- Sonrió el contrario, antes de que la luz los alcanzara.


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¿Por qué un One-shot dedicado a Death Mask?, ¿por qué no?

Sinceramente, una de las cosas que debo aplaudirle a SOG, es haberle dado algo de desarrollo a personajes que el anime clásico desperdició, cómo Afrodita y Death Mask. Me gustó el desarrollo que le dieron al cangrejo, fue poco, pero bien planteado. Genuinamente sentí un cambio y empatizar con él, pero sentí que le faltó un último y pequeño toque.

Así que, al ver la escena donde mira la armadura de Cáncer, y tomando en cuenta que las armaduras pueden guardar no solo memorias, sino también cosmos de sus antiguos portadores, no pude evitar imaginarme algo como ésto.

Eso es toda la historia y justificación de este shot.

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