¿Qué es el amor para... Un herrero? [🐑Shion🐑]
Después de aquella charla con Kardia, Regulus siguió bajando, hasta llegar a su templo. Libra y Virgo estaban sin custodio, por lo que dedujo que estarían en el Coliseo o en algún otro lado, como Rodorio o el bosque.
Tenía ya cinco diferentes definiciones de qué era el amor, cada una diferente pero con ciertos puntos en común... ¿En serio era tan difícil llegar a una sola conclusión?
Bueno, aún quedaban compañeros a quiénes pedirles su opinión al respecto, y el día aún era jóven, así que después de desayunar lo más rápido que pudo, decidió bajar el resto de templos para probar suerte.
En Cáncer no había nadie, al parecer, al igual que en Acuario, su guardián aún no volvía de su misión.
En Géminis tampoco había nadie, pero ya había obtenido su respuesta el día anterior. Así que siguió bajando.
En Tauro tampoco hubo suerte, al parecer, su custodio ya había partido a entrenar a sus discípulos.
Aries era su última esperanza, de lo contrario, tendría que ir a probar mejor suerte en el Coliseo, y de lograrlo, esperar a que sus compañeros se desocuparan, lo cual no sería pronto.
Afortunadamente, al llegar al templo del carnero, escuchó unos golpes contra una superficie de metal. El herrero del Santuario estaba en casa.
- Buenos días, Shion.- Saludó al peli-verde, quién estaba reparando una armadura, sorprendentemente, dorada.
- Buenos días, Regulus.- Respondió el lemuriano, secándose el sudor de la frente.- ¿Sucede algo?
- Nada importante en realidad.- Aclaró el menor, sentándose frente a Shion.- Solo quería hacerte una pregunta. Si tienes tiempo, claro.
- ¿Qué tipo de pregunta?- Inquirió desconfiado el mayor.
- No es nada malo. Solo una duda que tengo y que nadie me ha podido aclarar.
No era un secreto para nadie, que lo que Shion tenía de talentoso, lo tenía de orgulloso, llegando a pecar de arrogante de vez en cuando, en palabras incluso de su propio maestro. Regulus sabía que el guardián de Aries no se resistiría a la oportunidad de demostrar su inteligencia respondiendo una duda que nadie había podido, así que lo usó a su favor.
- Bien. Te escucho.- Accedió finalmente el mayor.- ¿Qué duda tienes?
Regulus tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no esbozar una enorme sonrisa al ver que su plan había funcionado. Shion había mordido el anzuelo.
- Pues, verás...- Dijo, aclarándose la garganta.- Es algo complicado. ¿Estás seguro de que no tienes algún inconveniente?
- Ya te dije que no, Regulus.- Repitió Shion.- Solo dilo.
- ¿Qué es el amor?- Soltó Regulus la pregunta, y Shion casi suelta el martillo de la impresión.- ¿Qué entiendes tú por amor?, ¿qué es el amor para tí?
Hasta ahora, el único que había tenido una reacción distinta era Kardia, quién no se sorprendió o impresionó, pero Shion se puso demasiado nervioso. Sus pálidas mejillas tiñéndose a pasos acelerados de color rojo, lo delataron.
- Shion...
- ¿Por qué preguntas eso?
- Curiosidad.- Se encogió de hombros el menor.- Pero tú dijiste que no tenías inconveniente, así que responde.
- Yo, y mi enorme boca...- Masculló Shion.- Yo...
- ¿No tienes una respuesta tú tampoco?
- Claro que la tengo.- Afirmó el mayor, frunciendo levemente el ceño.- Es un conjunto de sentimientos que ligan a una persona a otra, a ideas o cosas.
- Te pregunté qué es para tí, no qué dicen los diccionarios de Degel.
- Pues eso es para mí.
Regulus suspiró. A veces olvidaba que Shion podía ser incluso más insoportable que Kardia. El Escorpio al menos era más abierto con sus emociones, y, aunque rara vez, daba buenos consejos. Pero Shion se negaba a mostrar el menor rastro de vulnerabilidad o imperfección.
- ¿De quién es esa armadura?- Preguntó curioso Regulus.- Me parece familiar.
El sonrojo en las mejillas de Shion se volvió más intenso, y Regulus no entendía el porqué.
- De Albafica.- Murmuró.
- ¿Por qué la tienes aquí?- Cuestionó extrañado Regulus.- Albafica no ha salido de misión desde hace como dos meses, y su armadura no parece dañada.
Entonces los ojos del Santo de Leo captaron un pequeño detalle en la armadura, específicamente en la pieza en la que Shion trabajaba: la pechera.
En el cuello ahora había lo que parecía ser un zafiro, mismo que antes podía jurar que no estaba. No desde que Albafica perdió el topacio que iba ahí en su última misión.
- Me pidió que le pusiera ese zafiro, es todo.- Dijo Shion, algo nervioso, intentando cubrir la pieza.
- Albafica te agrada bastante, ¿no es así?
- Sólo somos compañeros de armas, nada más.
Shion se dió media vuelta y trató de seguir trabajando en la armadura, ignorando la mirada de Regulus, pero el más joven era insistente.
- ¿Desde cuándo lo conoces?
- Desde que llegué al Santuario, cuando tenía más o menos tu edad.- Respondió Shion.- Hace apenas un par de años.
- ¿Por qué siempre haces el intento de acercarte a él?
- ¿No tienes algo mejor que ir a hacer?
Regulus miró a Shion por unos segundos, analizándolo. De todos, Shion fue quién se cerró definitivamente y no respondió con algo que creyera realmente... Hubiera esperado eso de Cid, quizás de Defteros, pero no, incluso ellos respondieron sinceramente... Pero sentía que había algo que Shion trataba de ocultar.
- Bueno... Igualmente, gracias por responder.- Dijo finalmente.- Nos vemos.
Después de eso, se alejó de la casa de Aries, para volver a subir a Leo. Suficientes respuestas por ese día, además de que le tocaba guardia en la noche, ya continuaría después.
Shion definitivamente ocultaba algo, pero no iba a forzarlo a decirlo si era algo realmente privado o delicado para él, así que simplemente decidió dejarlo en paz. Quizás algunas personas simplemente no eran capaces de expresar tan fácilmente su verdadero sentir sobre cosas como el amor.
Cuando Regulus se fue, Shion solo suspiró, intentando calmar los latidos desenfrenados de su corazón. Siempre que algo relacionado con Albafica salía a colación, su corazón latía acelerado.
Sí, sentía algo más que simple admiración por el santo de Piscis, pero sabía que jamás sería correspondido y prefería no correr riesgos innecesarios.
Albafica no lo cautivó con su enorme e innegable belleza física, sino con su nobleza para siempre poner el bienestar de los demás por encima del propio, su bondad, su fuerza de voluntad, su valentía, su coraje, su fuerza, su lealtad... Definitivamente, Albafica era más que sólo una cara bonita, y eso era lo que le atraía como abeja a la miel, a pesar de que Albafica siempre evitaba el contacto físico tanto como fuera humanamente posible.
En otras circunstancias, habría hecho al menos el intento de acercarse. Confesarle sus verdaderos sentimientos, con la pequeñísima y prácticamente inexistente esperanza de ser correspondido.
Pero la guerra santa estaba a la vuelta de la esquina, no tenían tiempo para dramas románticos de adolescentes. Así que intentaba simplemente no pensar en todo lo que Albafica le provocaba, esperando que algún día desapareciera.
Cuando logró calmarse lo suficiente, continuó con su trabajo, terminando de colocar aquel zafiro en el lugar que le correspondía.
Al ver el trabajo finalizado, le fue a no suspirar y sonreír ligeramente de forma inconsciente. El color de esa piedra preciosa combinados perfectamente con los ojos de Albafica, sin duda, el guardián de Piscis la haría lucif como la más hermosa de todas, solo por ser usada por él.
Ojalá que a Albafica le gustara. Verlo sonreír sería más que suficiente para sentirse satisfecho y felíz con su trabajo.
La vida de un herrero de Jamir es solitaria. Viendo las memorias de tantas armaduras, dando su sangre para traerlas de vuelta a la vida, lastimándose las manos hasta endurecerlas por el trabajo duro, sin tiempo para algo que no sea la batalla o su deber como reparador... Sí, era duro, pero era su deber.
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