¿Qué es el amor para... Un espadachín? [⚔️El Cid⚔️]
Regulus creyó que después de aquellas conversaciones con Asmita y Defteros, se sentiría más tranquilo, pero solo habían aumentado más su inquietud.
El concepto de amor de Asmita no era el mismo que el de Defteros. Ahora se preguntaba si pasaría lo mismo con todos los demás Santos, y de ser así, ¿cuál era el concepto de cada uno?, ¿habría demasiadas diferencias entre uno y otro?, ¿cuál era el correcto?, ¿quién tenía razón y quién estaba equivocado?...
Pasó la noche entera dándole vueltas a ese tema en su cabeza, hasta que el sol se asomó, y entonces lo decidió. Le preguntaría a todos los Santos dorados. Ahora la cuestión era: ¿Con quién empezar?
Finalmente, decidió que dejaría que el destino escogiera por él. Así que comí cada mañana, fue a la sala del patriarca para reportarse y recibir una misión si era el caso. Para fortuna suya, no se le requería en ninguna misión, así que podía solo hacer su entrenamiento diario o tomar el día libre.
Después de eso, salió del recinto y comenzó a bajar los escalones. Piscis estaba vacía, probablemente Albafica estaba en su jardín, así que siguió su descenso. Acuario tampoco estaba en casa, al parecer, aún no volvía de su misión.
Fue hasta Capricornio que obtuvo un resultado distinto. En las escaleras que conectaban con Sagitario, se topó con el guardián de la décima casa, quién como cada mañana, hacía sus primeros estiramientos para comenzar su estricto entrenamiento diario.
- Buenos días, Cid.- Habló Regulus, captando la atención del mayor.
- Buenos días, Regulus.- Respondió Capricornio, sin cambiar su neutra expresión.
El Santo de Capricornio terminó sus estiramientos, y comenzó su descenso por las escaleras. Regulus rápidamente comenzó a seguirlo, logrando extrañar al español.
- ¿Se te ofrece algo, Regulus?
- Bueno... En realidad sí.- Respondió el joven algo nervioso.- Quería preguntarte algo.
- ¿Qué necesitas?- Cuestionó el mayor, arqueando una ceja.
Regulus tomó un profundo respiro. Asmita y Defteros habían sido faciles, pero Cid era más difícil de leer por su expresión neutra que parecía ser permanente en él. A veces era difícil saber su verdadero estado de ánimo, aunque sabía que no era una mala persona, sino todo lo contrario. Así que con ese pensamiento en mente, hizo la pregunta para la que tanto buscaba una respuesta.
- ¿Qué es el amor?- Preguntó, viendo cómo ni siquiera El Cid de Capricornio era inmune a los nervios que generaba esa pregunta.- ¿Qué entiendes tú por amor?, ¿qué es el amor para tí?
El peli-azul detuvo su andar, volviendo a su expresión habitual, guardando silencio por unos segundos. Regulus lo miraba curioso en silencio, realmente tenía curiosidad por saber qué era el amor para un hombre tan serio y algo frío como Cid.
- Una espada.- Fue la respuesta del décimo guardián.
- ¿Eh?
Regulus se sorprendió demasiado por esa respuesta. Definitivamente, Defteros se había quedado corto ante Cid.
¿Entonces eso era para el caballero de Capricornio el amor?, ¿una espada?, ¿eso era lo único que amaba él?
- Una espada, a pesar de ser un arma, no es buena ni mala, solo es.- Escuchó hablar al mayor.- El héroe la usó para defender a los débiles, el ruin la usó para asesinar a inocentes, el historiador la observó y escribió sobre ella para preservar su existencia por la eternidad, el coleccionista la usó para exhibirla en una vitrina sin darle ningún uso más que decorar... Pero la espada sigue siendo exactamente la misma, lo único que cambió, fue quién la tuvo en su poder.
- No entiendo.
- El amor, al igual que una espada, puede ser el arma que te salve la vida, si se la entregas a la persona correcta. Pero en manos equivocadas, puede ser usada para acabar contigo.- Explicó el espadachín del Santuario.- Una espada es más que solo un arma. En ella lleva todos los sueños y anhelos de su portador, todo lo que ama, lo que cree, por lo que lucha... Por eso, para mí, el amor es como una espada.
Cid dirigió su mirada a su "espada", excalibur, gesto que no pasó desapercibido a los ojos de Regulus.
No sabía mucho de Cid, más bien, nunca le había preguntado sobre su pasado ni su historia.
- ¿Y, esa "espada", representa a alguien en particular?- Preguntó el guardián de Leo.
El portador de la excalibur esbozó una tenue y pequeña sonrisa, y asintió con la cabeza.
- A varias personas en realidad.- Respondió.- A quiénes fueron parte de mi camino, y que aunque ya no puedo ver ni escuchar su voz, una parte de ellos sigue viva mientras los recuerde, impulsándome a seguir luchando a diario para lograr el ideal que en esta vida compartimos.- Añadió.- Y también a los que siguen aquí, enseñándome algo nuevo cada día, siendo mi razón de vivir y luchar, mi refugio en la tempestad... Todos ellos son el filo de mi espada.
Regulus se sintió conmovido por aquella respuesta. Cid era un hombre de pocas palabras, y que no mostraba sus emociones fácilmente, pero que sin duda, hacía honor a su título.
- Entiendo.- Sonrió Regulus, dándose cuenta de que la mirada de Cid cambió de dirección conforme le contaba sobre esas personas.
Al mencionar a "quiénes fueron parte del camino y ya no estaban", sus ojos se cerraron. Pero al empezar a mencionar a "quiénes siguen aquí", su mirada por un momento se posó en el Coliseo, y después en dirección a la casa de Sagitario.
- No sé mucho de tí, Cid, pero creo que ya sé de quienes hablas.- Añadir Regulus con una sonrisa.- Gracias por tu respuesta.
El mayor solo sonrió ligeramente y volvió a asentir, en señal de despedida, y ambos siguieron su camino.
Cid sabía que Regulus era mucho más perspicaz de lo que se podría pensar a simple vista, así que no le extrañaría que el jóven Santo realmente ya supiera a quiénes se refería. Aún así, no le quitaba el sueño que el menor tuviese conocimiento de eso, después de todo, no veía nada de malo.
Lacaille, Tsubaki y Rusk, esos tres chicos que aunque jóvenes, valientes y persistentes como pocos, y que a diario daban todo de sí mismos para hacerse más fuertes. Sísifo de Sagitario, ese noble guerrero que con los años se había vuelto su hombre de confianza y guardián de sus dudas y temores más profundos... Y Mine, ¿cómo olvidarla? Esa mujer tan fuerte, valiente y persistente. Ella fue quién le hizo dar el primer paso en su camino como guerrero, ella fue la primera en enseñarle sobre el amor, y cómo poseerlo hace a su portador más fuerte y capaz de enfrentar lo que sea, y el enorme dolor que representa perder al ser amado, pero también cómo ni siquiera la muerte es capaz de apagar la luz de un verdadera amor.
Una parte de Mine seguiría viva en él, mientras recordara todo lo que ella representó y le enseñó. Impulsándolo a no desistir, y esforzarse siempre para lograr el ideal que en esta vida compartieron.
Lacaille, Tsubaki, Rusk y Sísifo, seguían a su lado a pesar de todo, enseñándole algo nuevo cada día, siendo su razón de vivir y luchar, su refugio en sus peores momentos.
Todos ellos eran el filo de su espada. Ese que a diario seguía creciendo, fortaleciéndose y perfeccionándose.
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