Se conocieron en el primer día de clases de preuniversitario. Cid era el típico chico de semblante serio y frío, capaz de intimidar a cualquiera solo con la mirada. Sisifo era todo lo contrario: tímido, callado, y bastante asustadizo.
Sisifo terminó sentándose delante de Cid por mera coincidencia, y probablemente nunca habrían cruzado palabra, de no ser por Cid.
"¿Sucede algo?- Preguntó, sin levantar la vista del libro que leía, haciendo a Sisifo dar un respingo.- Llevas varios minutos mirándome."
"Y-Yo... N-No es nada, solo...- Tartamudeó algo nervioso el castaño, pensando en una excusa, cuando vió la portada del libro.- Solo que... El libro que estás leyendo parece interesante."
"Ya veo.- Fue lo único que dijo aquel chico de cabellos azulados.- ¿Cuál es tu nombre?"
"S-Sisifo"
El peli-azul soltó una pequeña risa, para después dejar a un lado el libro y ofrecer su mano al contrario.- "Cid. Un gusto."
Así fue como se conocieron hace ya diez años. Su amistad fue creciendo con los años, y se hicieron bastante cercanos.
Cid podía parecer intimidante a simple vista y aparentar rudeza y seriedad, pero cuando estaba con gente de su confianza, la situación cambiaba completamente.
Sisifo, en los diez años de amistad que tenían, y durante los cuales Cid le había abierto las puertas de su casa, había visto a Cid reírse por chistes sin sentido, e incluso bromear o jugar de formas infantiles, cosas que ninguna otra persona que lo viera por primera vez podían siquiera imaginar de alguien como él.
- ¡Cid, ya basta!- Reía Sisifo, mientras su amigo no dejaba de hacerle cosquillas en el abdomen.
De vez en cuando, Sisifo se quedaba a dormir en casa de Cid, y esa noche era una de esas ocasiones. Solían quedarse despiertos hasta tarde viendo películas, jugando o a veces, Sisifo escuchaba Cid cantar alguna gesta o canción de su tierra natal; España. Aunque a veces a Cid le daba por hacer alguna broma, como ahora, que mientras estaban sentados en la cama del peli-azul, Cid se las ingenió para quedar detrás de Sisifo sin que él lo notara, sino hasta que comenzó a hacerle cosquillas en el abdomen, apresandolo con las piernas y rodeandolo con los brazos, impidiéndole cualquier intento de huida.
- ¡Cid, ya!- Decía Sisifo, con su respiración agitada por las risas, mientras intentaba liberarse.
En su intento de escape, Sisifo trató de impulsarse hacia atrás y caer encima de Cid para zafarse, pero el peli-azul pareció leer su mente, y antes de que Sisifo pudiera llevar a cabo su plan, Cid se impulsó hacía adelante, terminando encima de Sisifo.
- ¡Cid, quítate que pesas!- Patelaba Sisifo, intentando quitarse de encima al español, que usó sus brazos para sostenerse y darle algo de espacio al castaño.- Gracias. Por un momento sentí que moriría asfixiado.
Ambos terminaron riendo, aún con Cid encima de Sisifo, ambos cara a cara.
Poco a poco la risa fue pasando, hasta cesar por completo, dejando únicamente sus respiraciones un poco alteradas. Sus corazones seguían algo acelerados por el pequeño forcejeo y el ataque de risa recientes, tiñendo de un leve rubor sus mejillas.
Por un momento, sus miradas se cruzaron, y ninguno supo cómo reaccionar. Se quedaron viendo fijamente, sintiendo como sus respiraciones chocaban y los latidos de sus corazones parecían coordinarse.
- Cid-
Las palabras de Sisifo fueron silenciadas completamente por los labios de Cid sobre los suyos.
Sisifo se paralizó por un momento, sin saber cómo reaccionar, pero a los poco segundos simplemente se dejó llevar, correspondiéndole como podía, pasando sus brazos por el cuello del contrario.
Cid no tardó mucho en posar sus brazos en la cintura del castaño, dando unas leves caricias, hasta sujetarlo y apretarlo levemente, generando una pequeña fricción entre sus cuerpos.
Ambos ahogaron un pequeño gemido en los labios ajenos, mientras sentían que el aire se les escapaba, pero negándose a soltarse.
Fue hasta que el aire escaseó por completo, que se separaron unos segundos, con sus mejillas más rojas que antes, sus corazones latiendo desbocados, y sus pulmones intentando recuperar el oxígeno perdido.
- C-Cid...
- Shh...- Le silenció el peli-azul, poniendo un dedo sobre sus labios.- ¿Te molestó?
Sisifo negó con la cabeza rápidamente, aún con sus mejillas rojas.
Cid frotó su nariz con la de Sisifo un par de veces, como pidiéndole permiso de volver a besar sus labios, obteniendolo casi al instante.
Los dos estaban tan felices y a gusto, disfrutando los labios del otro, hasta que, al separarse un momento para tomar aire, por el rabillo del ojo vieron dos pequeñas siluetas paradas en la puerta, observándolos fijamente.
- ¡Aioria!, ¡Shura!- Exclamó Sisifo el nombre de ambos infantes de tres y seis años respectivamente, que los miraban.
Se habían olvidado por completo que esa noche les tocaba hacer de niñeras por unas horas, se suponía que los niños debían estar dormidos así que ni siquiera los imaginaron.
- ¿Ya le dijiste que te gusta?- Preguntó el pequeño Shura, dirigiéndose a su hermano mayor.
- Te dije que a mi tío le gusta tu hermano.- Dijo Aioria a Shura.- Pero tú y Aioros nunca me creen.
- ¡Aioria!- Exclamó Sisifo, con las mejillas completamente rojas.
Al final, Cid, como siempre, terminó siendo la voz de la razón, calmando a un sonrojado Sisifo y llevando a dormir a los niños de nuevo, hasta que sus padres llegaron a recogerlos.
- ¿Todo bien?- Preguntó el peli-azul, frotandole un poco la espalda a Sisifo, que parecía querer hundirse en la almohada.
- Creo.- Susurró Sisifo, escondiendo el rostro en la almohada.
- Lo que dijo Aioria... ¿Es verdad?
Sisifo se paralizó al escuchar aquella pregunta, e internamente no podía dejar de maldecir lo parlanchín que era su pequeño sobrino, prácticamente idéntico a Regulus.
- Sisifo.- Insistió Cid.- Dime por favor.
Sisifo solo pudo asentir, sin atreverse a salir de su escondite en la almohada, al menos hasta que sintió un beso en su mejilla, que lo hizo incorporarse al instante.
- Pues... Lo que dijo Shura también es verdad.- Confesó Cid, con una inusual pero cálida sonrisa, y un suave sonrojo en sus mejillas.
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