Más allá de la lealtad ❄️Degel❄️
Muchos lo llamarían privilegiado, nacido en cuna de oro, y que nunca en su vida había conocido la necesidad o tenido dificultad alguna. Y siendo completamente sincero, no estarían equivocados.
Cómo hijo del embajador más importante y reconocido del reino, desde muy joven fue educado en todas las ramas posibles, desde historia, hasta arte, pasando por economía, y por lenguas extranjeras. Todo con el fin de poder heredar el puesto algún día.
Había podido salir varias veces del reino, acompañando a su padre a alguna misión, y gracias a eso, conocía todo el reino y más allá de él. También sabía hablar unos cuantos idiomas extranjeros de tierras que había visitado, desde niño mostró una gran facilidad para eso, y no la desaprovecharon.
Su padre también era muy cercano al rey, y gracias a eso, incluso llegó a ser invitado a cenas, galas y bailes de la corte.
Sí, sí era un privilegiado, y bastante afortunado por tener todo lo que tenía, y no se quejaba en absoluto de su vida. ¿Cómo podría?, tenía prácticamente toda la vida resuelta. Lo único que debía hacer, era seguir aprendiendo y cuando fuese el momento, tomar el lugar de su padre. Casarse no era una de sus prioridades, y su padre tampoco lo presionaba para ello, después de todo, "con dinero cualquiera aceptaría casarse", según decía su padre.
Esa última parte lo disgustaba un poco. No le agradaba degradar a las personas a objetos, y si se casaba algún día, le gustaría que entre ambos existiera al menos una buena relación amistosa, pero si era amor, mejor para él.
En fin... No le daba demasiadas vueltas a ese asunto y vivía un día a la vez, estudiando y aprendiendo tanto como podía a diario, ayudando de vez en cuando a su padre con el trabajo, y practicando algo de piano, pintando leyendo o bebiendo té en sus ratos libres. Pero una visita del rey cambió todos sus planes que daba por sentados.
- ¿El harem?- Murmuró algo sorprendido por esa petición.
- Así es, Degel.
Estaba al tanto de que el siguiente rey sería el príncipe Asmita, un Omega, y el rey tenía planeado seguir la tradición del harem real para su hijo. Su padre era cercano al rey, y sabía bastantes cosas que el resto del reino desconocía, pero nunca imaginó que él fuera seleccionado para formar del harem.
Para ser sincero, no estaba muy convencido de aceptar aquella propuesta, pero no podía negarle algo al rey, y menos algo tan importante para el monarca como su hijo.
- Será un honor, su alteza.- Respondió finalmente, hincando una rodilla.
- Gracias, Degel.
Después de aquella conversación, el rey se retiró con toda su compañía, y él volvió a sus actividades cotidianas.
Al otro día, por la tarde, decidió ir a la biblioteca a pasar el rato leyendo, después de haber terminado con todas sus obligaciones. Tenía una biblioteca personal enorme en casa, pero le gustaba ir a la biblioteca pública para tomar algo de aire y distraer un poco su mente caminando. Además de que si tenía suerte, podría encontrarse con algunos conocidos que vivían en el reino. Y ese fue uno de esos días.
En la plaza principal se encontró con cierto Alpha de larga y alborotada cabellera violeta, que como siempre, lo sorprendió saltando sobre su espalda.
- ¡Kardia, ya bájate que pesas!- Exigió, con el peli-violeta colgado a su espalda.
- También me da gusto verte después de tanto tiempo, Degel.- Rió, antes de bajar de un salto.- ¿A qué debemos el honor los simples plebeyos de su visita?
- Kardia.- Refunfuñó, cruzándose de brazos.
Kardia solo se rió por su reacción. A veces hasta Degel se preguntaba exactamente porqué eran amigos o algo así.
- Iba a la biblioteca.- Respondió Degel, frotándose el puente de la nariz.- ¿Vienes?
- Lo siento, pero ya sabes que no tengo descanso en todo el día si quiero que mi hermana pueda comer.- Respondió con simpleza y naturalidad Kardia.
Degel sintió un pequeño nudo en la garganta. Sabía la situación de Kardia, y le era tan increíble como algo doloroso que a pesar de todo, él siempre estuviera tan felíz.
- Por cierto, ¿cómo está Sasha?
- Mucho mejor. La pequeña pulga es más fuerte de lo que parece.- Sonrió Kardia.- Gracias por lo de la medicina. Ya casi reúno todo el dinero que me prestaste.
- Ya te dije que no es necesario. A mí no me hace falta ese dinero, a tí sí.- Replicó el peli-verde.- Y también, ¿cómo estás tú?
- Eh... Pues, bien. Sigo vivo.- Dijo bromeando Kardia.
- Kardia, esto es en serio. ¿Has estado cuidando tus hábitos?
Kardia se quedó callado por unos segundos, igual que un niño siendo sermoneado por su madre. Degel de inmediato supo la respuesta a su pregunta.
- Kardia, no puedes tomarte tu salud tan a la ligera. Tienes que cuidar lo que comes, dormir lo necesario y no hacer demasiado esfuerzo físico.- Lo regañó, preocupado por él.- Si no lo haces por tí, entonces házlo por Sasha. Ella te necesita vivo.
- Bien, bien. Lo haré.- Prometió con una leve sonrisa.- Ya debo irme. Nos vemos.
Degel solo suspiró y lo dejó marchar, para después seguir su camino.
Conoció a Kardia por azares del destino hace unos cinco años, cuando perdió la noción del tiempo y la noche lo sorprendió en la biblioteca, y para rematar su mala suerte, había lluvia esa noche.
La lluvia no cesaba, al contrario, aumentaba, y antes de que se diera cuenta, estaba en medio de una tormenta, completamente perdido y sin saber a dónde ir. Era difícil ver con tanta agua cayendo como cántaros frente a sus ojos.
Fue en una calle oscura, que alguien le tomó de la mano. Rápidamente se dió cuenta que se trataba de un jóven Alpha de su edad, Kardia.
Al parecer, estaba muy lejos de su destino, había ido en la dirección contraria. La tormenta no parecía ir a parar en un buen rato. Kardia dijo que su casa estaba a tan solo unas calles de ahí, y le ofreció refugio hasta que la tormenta pasara.
Degel dudó, pero no tenía muchas opciones, era eso, o quedarse en la lluvia, así que terminó aceptando.
Kardia, tal y como dijo, lo guió por unas cuantas calles, hasta llegar a una casa bastante pequeña y humilde. Su habitación era más grande que toda la casa, pero no iba a hacer comentarios inoportunos.
Para sorpresa suya, en la casa había una pequeña niña de siete años. De cabellos lilas, ojos verdes y piel blanca, a la que Kardia le presentó como su hermana menor.
La niña regañó a Kardia por haber llegado todo empapado, pero después les dió a ambos unas mantas para secarse y fue a buscarles algo de té.
Para Degel era sorprendente que no estuvieran los padres de ambos hermanos. Kardia tendría a lo mucho 16 años, igual que él, lo cuál el mismo Kardia le confirmó después. ¿Qué hacía cuidando él solo de su hermana?, ¿dónde estaban sus padres?
- La verdad... De mi padre no sé nada. Mi mamá murió cuando yo nací.- Le contó Kardia, después de que Sasha se durmiera en la única cama que había.
- Pero entonces, ella...
- La encontré hace un año, cerca del río.- Confesó Kardia.- Tenía una herida muy fea en la cabeza, y algunos golpes. Parecía que se había escapado de alguien, pero no había resistido más.- Añadió.- La traje a casa, le curé las heridas, y la cuidé hasta que despertó. Pero, ella no recordaba nada, ni siquiera su nombre ni cómo había terminado ahí. Pero tenía con ella un collar que tenía grabado el nombre "Sasha", y un par de días después, recordó que ese era su nombre, y tenía 6 años. Pero solo eso.
- ¿Te has estado haciendo cargo de ella tú sólo?
- Bueno, yo sé cuidarme sólo. Pero ella aún es muy pequeña.
Kardia le siguió hablando sobre su vida durante un rato más, así descubrió que Kardia desde que era niño, de vez en cuando tenía dolores algo fuertes en el pecho y le costaba respirar, también supo todo lo que Kardia había tenido que hacer desde pequeño para poder sostenerse económicamente y todas las dificultades que había tenido. Y para Degel, eso fue como abrir los ojos y darse cuenta de que era realmente afortunado. Esa noche, Kardia le dió refugio de la tormenta, y al otro día, lo acompañó a la biblioteca, cuando todo estuvo más despejado y supo encontrar el camino de vuelta a casa.
Degel aún recordaba que su padre casi lloró cuando lo vió regresar sano y salvo, y después de que le contara todo lo que había pasado, luego de castigarlo sin permiso para ir a la biblioteca por un mes entero, le dijo que buscara a ese muchacho y le llevara unas cuántas monedas por haberlo salvado de una muerte segura. Y así lo hizo.
Eso fue solo el principio de su amistad con Kardia, y aunque le doliera verlo siempre descuidando su salud por asegurar que a Sasha nada le faltara, era poco lo que podía hacer desde su posición, además de prestarle dinero o darle algo de comida de vez en cuando.
En fin, lo mejor era no darle demasiadas vueltas al asunto, o se iba a quebrar la cabeza pensando en eso. Así que siguió su camino, hasta la biblioteca, dónde al llegar a su mesa de siempre, se encontró con otro conocido: Hasgard.
No podían hacer demasiado ruido, así que simplemente se saludaron de forma discreta con la mano.
A Hasgard lo conocía por casi siempre coincidir con él en la biblioteca desde que era un adolescente de unos 14 años y comenzó a ir sólo a la biblioteca pública. La primera vez que cruzaron palabra fue el primer día que se vieron, cuando Degel buscaba un asiento y el único disponible era junto a un jóven Alpha de cabellos blancos, cuyo nombre descubrió que era Hasgard.
Recordaba que Hasgard le contó que eran temporadas de exámenes y por eso la biblioteca estaba a reventar con estudiantes de todas las edades. Eran pocos los que tenían la posibilidad de asistir a una universidad, ya que eran pocas las públicas y los cupos limitados, además de difíciles de costear para las familias de clase trabajadora. Así que muchos competían por una beca real desde niños, esforzándose al máximo por siempre ser los primeros de su clase. Y Hasgard resultó ser uno de ellos.
Degel recordaba que al inicio solo se saludaban, pero poco a poco fueron rompiendo más y más el hielo, hasta que, después de perderse y ser ayudado por Kardia, decidió acercarse más a Hasgard, descubriendo así varias cosas de él.
A decir verdad, Kardia y Hasgard le mostraron una parte del mundo que desconoció por mucho tiempo. Y aunque al inicio fuera deprimente para él ser consciente de todo y no poder hacer nada, a la larga se habían vuelto su inspiración para llegar más lejos y una vez que heredara el puesto de su padre, buscar una forma de ayudarlos.
El tiempo pasó, y era hora de volver a casa, así que se despidió de Hasgard y se marchó a casa.
El resto de la noche transcurrió con total calma y normalidad. Al igual que la mañana siguiente. Pero cuando fue de camino a la biblioteca, vaya sorpresa que se llevó.
- ¿Qué?- Ni siquiera él podía creer lo que Kardia y Hasgard le acababan de contar.
- Lo que escuchaste.- Repuso Kardia.- Creímos que tú estabas enterado.
- Claro que no. Se supone que esto es un secreto de estado y... ¿Qué respondieron?
Ambos Alphas se miraron entre ellos un par de segundos, y después bajaron la mirada. Algo andaba mal, Degel lo sabía.
- Como si tuviera otra opción que aceptar.- Suspiró con impotencia Hasgard.- Si actualmente terminé la universidad y puedo ayudar a las personas, es por una beca que obtuve... Sabía que era venderle el alma al diablo y aún así tomé el riesgo. Ahora no puedo hacer nada.
- ¿Y tú, Kardia?
- Yo... Acepté también.- Murmuró, con la mirada baja, pareciendo algo avergonzado y decaído. Eso no era normal en Kardia, y Degel estaba comenzando a preocuparse.- Sasha... Me ofrecieron adoptarla y darle un título real, y yo...
A Kardia se le comenzó a quebrar la voz, y no tardó en romper en llanto, abrazándose a sí mismo para tratar de calmarse.
- Ella no quería irse... Pero... Prácticamente la abandoné...
- Kardia... Tranquilo. Yo...- Degel no sabía bien qué decir. Realmente no esperaba que sus dos amigos también fueran seleccionados para formar parte del harem, y menos el trato que Kardia había aceptado. Mucho menos sabía qué decir para calmarlo.- Yo también fuí seleccionado.- Confesó finalmente.
Le tomó algunos minutos calmar a Kardia. Pero una vez que lo logró, les contó a ambos cómo el rey había ido a verlo el día anterior y cómo había aceptado. También les explicó que todo iba a estar bien, pero de momento debían mantener en secreto que habían sido seleccionados, igual que todos los demás. Así que los tres prometieron guardar el secreto, y reunirse dentro del harem, y después cada uno fue a hacer sus actividades.
Al volver a casa, siguió su misma rutina. Bueno, al menos no estaría sólo ni tendría que cuidarse las espaldas todo el tiempo en el harem, tendría al menos dos aliados. Pero sus sorpresas no terminaron ahí, y al día siguiente, la visita de alguien lo sorprendió.
- Cid, ¿qué te trae por aquí?- Preguntó, recibiendo al peli-negro en su casa.
- Tengo un favor que pedirte, Degel.
- ¿De qué se trata?
Conocía a Cid por ser hijo de uno de los generales y guerreros más fuertes de todo el reino, su familia era prácticamente una leyenda al haber servido a la corona desde la funda del reino. Así que habían crecido juntos al pertenecer a familias cercanas al rey, y por haber compartido misiones en tierra extranjera.
Cid le explicó la situación que lo tenía tan angustiado como para ir hasta su casa y dejar de lado sus deberes por un día. Al parecer, Defteros también había sido seleccionado para el harem, y Cid temía que Aspros estuviera tramando algo en contra de la corona.
Degel escuchaba atentamente, hasta que terminó de contarle todo lo que ocurría. Ahora él también estaba nervioso. Sabía que Aspros era la perfecta encarnación de la palabra complot.
- Creo que es tu día de suerte.- Sonrió Degel, quitándose los lentes un momento para limpiarlos.- También fuí reclutado. Ahora sé que tú y Defteros también, y sé quiénes son los otros dos faltantes. Ahora solo queda averiguar si Aspros será el que falta o no.
Ya sabía la identidad de cuatro, tentativamente cinco, de los otros esposos. Solo faltaba uno.
- Al menos si tú estarás dentro, será más fácil contenerlo si llega a ser el caso.- Mencionó Cid.- Pero, ¿por qué el rey reclutaría a alguien como Aspros?
- Sinceramente, Cid, ni siquiera yo comprendo del todo las decisiones del rey.- Confesó, volviendo a colocarse los anteojos.- Nadie del harem tiene algo que ver entre sí, más que tú y Defteros, que son buenos, leales y honorables guerreros. Los otros dos, no puedo revelar su identidad, pero te diré que no tienen nada que ver con la corona, y poco o nada tienen que ofrecer. Aunque, también admito que no son malas personas, así que quizás eso también tuvo algo que ver.
No mentía. Cid y Defteros eran guerreros, pero Hasgard y Kardia, poco o nada tenían que ver con ellos o con él. Y no era hacerlos menos, simplemente nadie tenía nada qué ver con nadie. Era como mezclar gallinas con zorros y serpientes, nada tenía que ver una cosa con la otra.
- El problema es que Aspros no encaja en ninguna de esas descripciones, y lo sabes bien.- Replicó Cid.- Él solo se rige por sus propios deseos egoístas. No respeta ni le es fiel al rey, al reino, a la corona ni a absolutamente nada de lo que representa. No tiene honor alguno, todas sus victorias se basan en tácticas deshonestas. Tampoco es una buena persona. ¿Por qué querrían a alguien así?
- Eso es lo que trato de comprender. Pero la única respuesta que se me ocurre, es que fue por Defteros. Ya sabes, es demasiado apegado a su gemelo.
Esa era su teoría, y quizás era lo más probable. Esos gemelos siempre estaban juntos, no recordaba que durante las misiones que compartieron, haya ido solo uno.
- Quizás...- Murmuró Cid, entre frustrado y cansado.
- Pero bien, en caso de que sea o no Aspros el último esposo, debemos buscar la forma de evitar que se vuelva una amenaza.- Sugirió, sacando un libro y abriéndolo en una hoja en blanco, para después mojar de tinta su pluma favorita.
No era cualquier libro, era uno que contenía todas las reglas del reino, y el capítulo que abrió, era el de las reglas del harem, específicamente, el orden de las esposas. Lo iba a necesitar.
- Según lo que sé, seremos siete esposos. Así que nos corresponde llenar esta jerarquía.- Explicó al azabache, señalando la hoja donde se ponía el orden en caso de que fueran 7 en el harem.- "La primera esposa es quién mayor poder tendrá dentro del harem, y estará a cargo de que todo funcione. Debe ser una buena mediadora de conflictos y líder, ya que será la encargada de mantener el orden. Y también la única cuya opinión tendrá peso en la toma de decisiones importantes."- Leyó la descripción que debía cumplir la primera esposa ideal.- Seamos sinceros, Cid. No es arrogancia, pero cualquiera de nosotros dos cumple perfectamente estas características. Y el rey es lo suficientemente inteligente para poner el deber por encima del capricho. Así que tanto tú cómo yo podríamos ser el elegido.
- ¿Y eso qué tiene que ver con todo este asunto?
- Déjame leer la siguiente descripción: "La segunda esposa debe ser cercana a la primera, será quién se encargue de ser su mano derecha y ayudarla a mantener el orden en el harem."- Procedió a leer la siguiente descripción.- La primera y segunda esposa son cercanas, ambas sostienen el orden del harem y juntas pueden contener a cualquiera de las demás. Y la primera prácticamente es quien elige a la segunda.
- Entonces, quieres decir que si alguno de los dos queda como el primer esposo...
- Puede sugerir al otro como el segundo, y así evitar que Aspros se salga de control. No importa si es él directamente o a través de su hermano.- Completó. Vaya que Cid había entendido su plan.- Si soy elegido como primer esposo, te doy mi palabra de que haré todo lo posible porque seas seleccionado como segundo.
- Si tú lo prometes, yo también.
Ambos hicieron ese pacto, ambos unidos por un interés en común, y un bien mayor, frenar a Aspros y evitar un golpe de estado, asesinato del rey, de los demás esposos o algo peor. Se conocían, y sabían que el otro cumpliría su palabra. Ahora, solo quedaba esperar.
Degel pasó el año siguiente vigilando todo el proceso de selección del harem desde las sombras, pero ese proceso fue mucho más discreto de lo que creyó. A duras penas logró enterarse de que el esposo faltante tenía vínculos con la realeza del reino vecino, pero nada más. Ningún nombre, ni pista que lo guiara.
Pero el tiempo pasó, y la hora llegó. El rey falleció, y no tardaron en ir a ser buscados. Él ya tenía todo listo, y sin hacer ningún tipo de drama, abordó el carruaje que lo llevó al palacio.
Una vez ahí, lo condujeron por un pasillo, hasta llegar a una enorme habitación, dónde logró distinguir a Kardia, Hasgard y a Sísifo. Así que el tío del rey del reino vecino era el último que le faltaba descubrir. Bueno, al menos Sísifo no era una amenaza para el reino.
Degel se quedó ahí, hablando con Kardia y Hasgard, hasta que vió a Cid, y después a los gemelos... Tal y como temían, Aspros había logrado ingresar.
Cid se acercó a él discretamente, buscando no llamar la atención de los gemelos. Afortunadamente, Defteros conocía a Sísifo, y quizás por los nervios, se distrajo hablando con el castaño. Aspros, por otro lado, se acercó a hablar con Kardia y Hasgard, probablemente buscando ganarse la confianza y simpatía de ambos.
- Rien de suspect pour l'instant. Mais ne le quittez pas des yeux.- Le susurró a Cid en francés, un idioma que ambos dominaban, y sabían que Aspros no.
- Cid, Degel, qué sorpresa verlos aquí.
Menos mal que había hablado en francés. Aspros se acercó a ellos, forzándolos a fingir no sospechar nada de él.
- Lo mismo digo, Aspros.- Respondió Degel.- No los veía desde la última cumbre de comercio en el reino vecino, hace seis meses.
- Ya sabes, el deber de un soldado nunca termina.- Sonrió el Delta.- ¿De qué hablan?
- Nada en especial, solo hablábamos sobre un libro que le recomendé a Cid.- Respondió, mostrando un libro, escrito en francés. Menos mal que lo primero que empacó fueron sus libros.
- Oh, ya veo. En ese caso, no los molesto más.
Cid no dijo nada, y él solo asintió con una leve sonrisa.
Degel sabía que por protocolo, se llevarían a cabo todos los ritos fúnebres y la coronación, y hasta después de todo eso, el nuevo rey iría a conocerlos y a elegir al primer esposo.
Cid seguía demasiado desconfiado, él también, pero debían fingir tranquilidad. Debían hacerlo creer que no sospechaban nada, dejarlo que se confiara, y esperar el menor movimiento raro para asaltarlo por sorpresa.
Cid y él mantenían su juramento, si uno era elegido como primer esposo, haría todo lo posible porque el otro fuera elegido como el segundo. Pero eso era un secreto únicamente entre ellos dos, si eso salía a la luz, definitivamente, los demás podrían interpretarlo como un complot.
Durante los primeros tres días todo estuvo bien y relativamente normal. Degel llegaba a sentirse algo extraño por momentos al conocer a todos los del harem, sabía que si llegaba a ser elegido como primer esposo, su deber sería mantener vigilados y cuidar que existiera una buena y sana relación entre todos los demás. Pero aún así, era algo raro que Cid lograra llevarse bien con Kardia a pesar de tener solo días de conocerlo. Incluso entrenaban juntos durante las tardes, y otras, simplemente se sentaban con él y Hasgard a leer.
Sísifo y Defteros vivían en su pequeña burbuja a parte, pasaban sus días hablando entre ellos y entreteniendose. Era la primera vez que los gemelos se quedaban separados por tanto tiempo, y eso era algo raro.
Y Aspros... Estaba extrañamente servicial. Había tomado la costumbre de dormir cerca de las puertas y recibir las comidas de todos. Cid comenzó a sospechar, pero Degel simplemente pensó que trataba de ganarse la confianza de todos. Aún así, tomó sus precauciones, olfateando discretamente y saboreando muy lentamente todo, pero nunca encontró nada fuera de lo usual. Al menos durante esos primeros tres días.
En la mañana del cuarto día, ocurrió algo bastante extraño. Todos se quedaron dormidos.
Kardia siempre era el último en despertarse, pero ese día, era el único despierto además de Aspros. Pero lo que más les sorprendió, es que era mucho más tarde de lo que acostumbraba despertar Kardia.
- Quizás solo estábamos demasiado cansados y estresados.- Habló Aspros al verlos tan confundidos.- Yo solo desperté cuando tocaron la puerta... Ya saben, duermo algo cerca, así que por eso me desperté. Defteros está algo estresado, mi pobre hermano... Quizás sea mejor dejarlos descansar. Mañana llega el rey y debemos estar lo mejor posible. Un buen descanso le sienta bien a todos.
Simplemente no comprendía cómo se quedaron dormidos por tanto tiempo, ni cómo es que solo Aspros se despertó al escuchar el sonido de la puerta. Hasgard y Kardia lo atribuyeron a que Aspros era un guerrero con experiencia y quizás por eso tenía el sueño mucho más ligero que la mayoría... Pero eso a él, y seguramente a Cid, solo les incrementaba sus sospechas. Aún si Aspros había entrenado toda una vida, Cid y Defteros también lo habían hecho, y ellos no despertaron. La explicación más fácil fue decir que ellos estaban más lejos de la puerta.
No tuvo más opción que fingir tragarse ese cuento y simplemente sentarse a comer. Seguían teniendo solo sospechas y ninguna prueba concisa, no podían hacer nada, y menos si los Hasgard y Kardia no le daban importancia.
Cerca del mediodía, Sisifo y Defteros despertaron, llevándose la sorpresa de lo tarde que era, y sabiendo que pronto recogerían los platos y no queriendo problemas, se apresuraron a comer y beber todo lo más rápido posible, logrando terminar a tiempo a duras penas.
El rey llegaba mañana, y ellos aún no tenían nada para sacar a Aspros del juego. Así que una de dos, o ellos realmente estaban volviéndose locos, viendo fantasmas donde no los había. O ese Delta sabía esconder sus huellas. O al menos eso creía, hasta que Kardia los despertó a él y a Cid durante la madrugada.
- Lamento si los molesto, pero sinceramente, no quiero quedarme de brazos cruzados.- Murmuró el peli-violeta.
- ¿De qué hablas, Kardia?- Preguntó, algo adormilado.
- Que yo me desperté a la hora de siempre, pero cuando ví que Aspros se levantó a recibir el desayuno fingí seguir dormido. La verdad, fue porque no quería que me pusiera a servir todo...- Contó el Alpha. ¿Por qué será que a Degel no le sorprendía eso de Kardia?- Pero ese no es el punto. El caso, es que ví cómo Aspros le ponía unas gotas a todas las tazas.
- ¿Qué?, ¿por qué no lo dijiste antes, Kardia?- Reclamó Degel, despertándose totalmente.- ¿Qué pasaba si eso era veneno y todos lo bebíamos?
- Pues veneno no creo que haya sido, de ser el caso, no estaríamos teniendo esta conversación, Degel.- Replicó Kardia.- La verdad, quise seguir fingiendo que estaba dormido, a ver si alguien despertaba. Pero... Si era veneno, no quería que alguno de ustedes sufriera las consecuencias.
- Kardia...
Lo.que le faltaba... Ahora se sentía mal por haberle hablado así a su amigo, sabiendo que para Kardia nada de eso estaba siendo fácil, y menos si se la pasaba ocultando todo y tratando de tapar el sol con un dedo.
- Descuida. Sé que todos ustedes tienen familias que llorarían sus pérdidas, pero yo... Bueno, ya sabes, Degel. A mí nadie me extrañaría, y ya nadie depende de mí.- Dijo con una amarga sonrisa el Alpha de cabellos violetas.- Por eso, decidí fingir que recién me despertaba y que no había visto nada. Me bebí de un trago el jugo, pero no pasó nada. Después, todos empezaron a despertar, y bueno... No pasó nada. Después creí que solo malinterpreté todo y era solo una broma de Aspros con un laxante o algo así, pero nadie aquí tuvo dolor de estómago ni nada así durante el día. Y sinceramente, ésto ya me dió mala espina.
Bueno, al parecer, no estaban locos después de todo, Kardia vió algo que podría darles la razón. Pero el problema era que no tenían ningún tipo de malestar, tampoco una alteración en el sueño, simplemente no había algo concreto para decir que era algo dañino para su salud. Y si acusaban con eso a Aspros, corrían el riesgo de que realmente estuvieran malinterpretando todo, y esas gotas fueran algún tipo de medicina para prevenir enfermedades o algo así... Necesitaban algo más irrefutable.
- Por ahora no podemos hacer nada, Kardia.- Admitió derrotado Cid.- Por ahora, lo mejor es dormir, y rezar por despertar mañana.
Kardia solo suspiró y asintió, para después volver a su lugar, antes de despertar a alguien más y los escuchara.
Por más que detestara admitirlo, era la verdad, Cid tenía razón. No podía hacer nada. Aunque también se dió cuenta de cómo Cid miraba con algo de lástima a Kardia.
- Ne sois pas désolé pour lui. C'est un homme courageux.- Le dijo en francés.
- Je le sais.
Después de esa pequeña conversación, cada uno volvió a dormir, aunque algo intranquilos.
La mañana siguiente llegó, y todos siguieron la rutina de siempre. Aunque en esa ocasión, llegaron algunos sirvientes para ayudarlos a arreglarse para la vista del rey, lo cual ocurrió al mediodía.
Con la presencia del monarca, llegó un silencio sepulcral. Nadie se atrevía a decir algo, cada uno por sus razones. Hasta que Kardia rompió el silencio.
- Buen día y bienvenido, su majestad.- Le sonrió pícaro el peli-violeta.- Por favor, siéntase en total confianza.
- Y... ¿Tú eres...?
- Oh, disculpe mis modales.- Degel reconocía esa sonrisa, definitivamente, Kardia ya le había puesto los ojos de encima.- Kardia, a su servicio.
Degel sentía que se iba a desmayar en cualquier momento. Le dijo hasta el cansancio a Kardia que no se comportara de esa forma con el rey, pero parecía que había estado hablando con la pared.
- Vaya, el rey es mucho más hermoso de lo que me prometieron.- Añadió Kardia con esa misma sonrisa.- Será un honor y sobretodo, un placer estar a su servicio.- Añadió, para después besar su mano.
- Kardia, ¿qué crees que haces?
Degel no dudó más en salir a evitarle una muerte segura a Kardia. Sabía que su amigo no era precisamente el más precavido, pero esto era ir demasiado lejos incluso para él.
- Relájate, Degel. Estoy seguro de que tendrás tu parte.
- No seas insolente.- Se sumó Cid, igualmente buscando ayudar a Kardia.
- Por favor, discúlpelo, alteza.- Intervino Aspros.- Kardia no sabe medir bien sus palabras y es algo imprudente, pero es solo porque está algo nervioso.
- ¡Oye!- Se quejó Kardia, pero Degel y Cid rápidamente le impidieron cavar más profundo su tumba.
- No se preocupen. No me ha molestado en absoluto.- Dijo Asmita, cesando la pequeña revuelta, sorprendiendo a todos.- Al contrario. Gracias por la bienvenida, Kardia.- Añadió, regálandole un leve guiño al Alpha, quién sonrió victorioso. Definitivamente, nadie esperaba que el rey fuera tan relajado.- Los demás, ¿serían tan amables de presentarse, por favor?
- Desde luego que sí, majestad.- Habló Aspros otra vez.- Mi nombre es Aspros, y estoy a su servicio.
Degel mantuvo su semblante serio y sobrio, al igual que Cid, y después de intercambiar una rápida y discreta mirada, ambos hincaron una rodilla en señal de respeto, después de decir sus nombres.
Los otros tres restantes seguían renuentes, pero cedieron. El primero fue Hasgard, sin molestarse en ocultar su desagrado por estar ahí, pero siendo respetuoso.
Sísifo y Defteros estaban temblando, y a duras penas lograron decir sus nombres, para después quedarse sin más que decir.
Después de esas presentaciones, Asmita se retiró para tomar la decisión, lo cual podría tardar un poco.
Bien, esa quizás no fue la mejor primera impresión, pero al menos no había sido tan desastrosa. Así que ahora solo quedaba tener fé.
El tiempo pasó sin que se dieran cuenta, y un sirviente apareció, solicitando la presencia de Degel. Lo habían logrado, ya tenían la primera parte del plan.
Cid y Kardia despidieron a Degel, deseándole suerte, y después de eso, el peli-verde fue a dónde se le guió.
En el comedor real lo esperaba Asmita, quién le pidió tomar asiento. Degel estaba algo nervioso, pero sabía disimularlo bien.
- Y, cuéntame, Degel, ¿cómo terminaste aquí?- Preguntó el rubio, mientras comían algo juntos.- Tengo entendido que tu padre es embajador, y perfectamente podías haber seguido su ejemplo y heredar el puesto.
- Siendo honesto, su alteza, fue el anterior rey quién me mandó a llamar y me pidió jugar este papel cuando llegara el momento.- Respondió con cortesía.- Es imperdonable decir "no" al rey, especialmente a una petición tan importante para su alteza. Así que por eso acepté.
- ¿Sabes algo sobre los demás?
- Los conozco a todos de una u otra forma, Majestad.- Asintió.
- Y cuéntame, ¿qué opinas de los demás chicos?
Esa pregunta podía tener varios propósitos, pero fuera el que fuera, debía cuidar bien sus palabras. Eso podría significar su grandeza o su fin.
- Creo cada uno es... Especial a su manera.- Respondió.- Cid, Defteros y Aspros son guerreros, toda su vida han sido entrenados cómo tal, y son bastante buenos en lo que hacen. Cid es algo serio, frío y quizás pueda parecer intimidante a simple vista, pero es un buen hombre, leal a muerte a la corona, y fiel a sus ideales. Defteros es realmente algo cohibido, es difícil que ganarse su confianza, pero es alguien bueno y muy tranquilo. Aspros... Bueno, puede ser algo arrogante pero con el tiempo es posible aprender a tolerarlo.
Asmita escuchaba atentamente, mientras bebía algo de vino.
- En cuánto a Sísifo, sé que es tío del rey del reino vecino. Hasta hace más de un año creían que era un Omega, pero se presentó como Alpha. Aún sigue tratando de asimilar todo eso, pero es alguien muy paciente, dulce y cálido, aunque algo tímido.- Siguió contando Degel lo que sabía.- Hasgard solía ser médico en el pueblo. Estudió gracias a una beca real, y siempre estuvo muy agradecido con el anterior rey por eso. Sé que para él fue difícil dejar toda su vida atrás, y quizás pueda parecer algo arisco por el momento, pero con algo de paciencia, se dará cuenta de que es un Alpha muy amable, cálido y que siempre procura el bienestar ajeno antes que el propio. Y Kardia... Bueno, él es bastante extrovertido y enérgico siempre. Pero dejando de lado su descaro, es un buen hombre. Estoy seguro de que le tomará aprecio con el tiempo.
- Verás, Degel. No quiero forzar a ninguno de ustedes a estar aquí en contra de su voluntad.- Mencionó Asmita.- Quisiera tener al menos la oportunidad de ganarme su confianza y quizás cariño. Pero no sé nada de ustedes más que sus nombres, y por eso quiero iniciar contigo, y que me ayudes a saber qué hacer.
Vaya... Eso era un poco inesperado, pero accedió. Conocía a todos lo suficiente como para saber qué cosas podrían ser suficientes para cautivarlos o al menos hacer que bajaran un poco sus barreras, así que le contó a Asmita todo lo que sabía, y también le contó algunos datos más sobre ellos.
Asmita escuchaba atentamente todo lo que Degel decía, parecía genuinamente interesado en saber sobre sus esposos y cómo podía hacerlos felices. Para Degel eso era algo sorprendente. Sí, sabía por sus libros que el rey podía hacer regalos a sus esposas, pero no era una obligación, ya que si le hacía un regalo a una, tendría que dar el mismo o con un valor equivalente a todas las demás.
- Bien, y ahora dime, Degel. ¿Con qué puedo hacerte felíz a ti?
La mirada que Asmita le dirigía, logró erizarle todos los vellos del cuerpo. De alguna forma, sentía que Asmita quería devorarlo con la mirada.
- Yo... No hace falta nada, majestad. Es más que suficiente con darme este gran honor.- Respondió nervioso, intentando desviar la vista y convencerse de que estaba imaginando todo.
- Degel, si vas a ser mi primer esposo, a ayudarme a tomar decisiones importantes y a dirigir el harem, debe existir confianza entre nosotros.- Insistió Asmita.- Pídeme lo que desees y será tuyo.
Degel dudó, pero al final terminó pidiéndole algo que sí que le gustaría tener: una biblioteca en el harem.
Asmita se la concedió, y de inmediato mandó a llamar a su ministro para decirle que pusiera manos a la obra.
- Y dime, Degel, ¿hay alguien que sugieras como segundo esposo?
- En realidad, sí, majestad.
- Degel, déjate de tantas formalidades. Solo llámame Asmita.
- De acuerdo.- Suspiró Degel.- Volviendo al tema, sí. Creo que Cid podría ser un buen candidato, y es a quién soy más cercano.
- Bien, entonces él será.- Replicó el rubio, terminando el último sorbo de vino.- ¿Nos vamos?
Degel sintió sus mejillas arder al comprender a dónde irían exactamente. Era difícil no sentirse nervioso ante la mirada de Asmita, pero solo asintió y tomó la mano del Omega.
Esa misma noche consumaron el matrimonio, y oficialmente eran esposos. Al ser el primero de siete, sabía que llevaba la responsabilidad de complacer al Omega durante su primer encuentro íntimo, y realmente estaba nervioso de arruinarlo, pero grande fue la sorpresa que se llevó cuando Asmita se mostró bastante receptivo a todo. Eso hizo todo mucho más fácil y, tenía que admitirlo, satisfactorio hasta para él.
Por las mañanas volvía al harem para asearse y comer algo, y aprovechaba esos momentos para hablar con Cid y saber si había ocurrido algo en su ausencia. Pero el resto del día y la noche los pasaba con el rey.
Esas tardes y noches fueron bastante interesantes a decir verdad. Asmita era más que solo un hermoso Omega, Degel descubrió que con él podía hablar de temas que a nadie más le interesaban, cómo economía, historia o arte, y Asmita le entendía. A eso, debía sumarle lo satisfactoria que estaba siendo aquella búsqueda de un heredero.
Pero el mes correspondiente pasó, y el embarazo no se logró. Así que era momento de elegir al segundo esposo, que tal y como le prometió Asmita, fue Cid.
Cada uno fue recibiendo su título como esposo, pero ninguno logró dejar en cinta a Asmita... Excepto Aspros.
Eso levantó las sospechas de todos, pero no tenían nada con qué comprobar que había tenido algo que ver. Así que no tuvieron otra opción más que tragarse su rabia.
Pero el tiempo pasó, y los herederos fueron llegando. Los primeros fueron los gemelos Saga y Kanon, un Delta y un Alpha respectivamente, ambos hijos de Aspros.
Más de un año después, llegó Aioros, un Alpha, hijo mayor de Sísifo.
Cuatro años después de Aioros, llegó Shura, el primer Beta, hijo de Cid.
Tres años después de Shura, llegó Camus, su único hijo, un pequeño Alpha, casi una copia idéntica suya. Resultado de cuando él y Asmita se fueron de viaje a una reunión importante en el reino vecino, dónde gobernaba el sobrino de Sísifo... Sobraba decir lo que pasó durante el trayecto y estancia en el reino para que Asmita volviera a quedar en cinta, y nueve meses después de ese viaje, diera a luz a Camus.
Apenas un año después, llegó otro pequeño Alpha, Aldebarán. Hijo de Hasgard.
Dos años después de Alde, llegó Aioria. Otro Alpha, el hijo menor de Sísifo.
Un año después del nacimiento de Aioria, llegó Shaka, hijo de Defteros. El segundo Beta, y una pequeña copia exacta de Asmita.
Y finalmente, tres años después de Shaka, llegó Milo. El único Omega entre todos los príncipes, siendo hijo y una copia casi exacta de Kardia, a excepción de los ojos. Esos los había heredado de su madre Omega.
Al final, casi todos ellos habían terminado enamorándose de ese Omega de cabellos rubios y ojos celestes. Amándolo a él, y a los hijos que les había dado.
Pero ahora, estaban en una situación que ponía en juego la vida de algunos de los niños a los que vieron crecer.
Saga, Kanon, Aioros, Shaka y Milo competían por la corona, y eso tenía tanto a sus padres, cómo a todos los demás, angustiados.
Él, al igual que Cid, logró salvar a su hijo de esa posible carnicería, haciéndolo quedarse con un puesto funcionario.
Hasgard lo hizo, comprometiendo a su hijo. Sísifo solo lo logró con Aioria.
Todos sabían que Aspros era el único que todo el tiempo trató a sus hijos como objetos, y que para nada le dolía verlos pelear entre ellos por la corona.
Aspros jamás entendería lo que los otros seis sentían. Que iba mucho más allá de la lealtad.
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