La vida no siempre era fácil. Entre el estrés y cansancio del trabajo del día a día, hasta circunstancias que simplemente estaban fuera de su control. Pero al llegar a casa, y ser recibido primero por sus dos pequeñas de dos y cinco años, y después por los dos Omegas y el Beta que tanto adoraba, hacía que cualquier malhumor se esfumara.

Elvira y Sol eran los nombres de sus dos pequeños ángeles, una Beta y una Omega respectivamente. Elvira era su vivo retrato, una linda Beta de cabello azulado, piel blanca levemente bronceada, y afilados ojos negros.

Sol era más parecida a Rusk. Piel más pálida, cabello negro y lacio, y unos enormes y brillantes ojos violetas.

Los seis cenaban lo que los dos Omegas y Beta mayores habían preparado, mientras hablaban de su día y qué habían hecho. Una pequeña tradición que habían implementado desde que Elvira empezó a ir al escuela a los tres años, era decir algo nuevo que hubieran aprendido ese día, ya fuera algún dato interesante o simplemente alguna lección de vida.

Era una forma divertida y ligera de demostrarle a sus hijas que a diario se aprendía algo nuevo, y nada era menos interesante o importante. También de enseñarles que sin importar la edad, nunca era tarde para aprender algo. No importaba si era la pequeña Sol que había aprendido a escribir su nombre, o Elvira aprendiendo de memoria una poesía, o si era Cid descubriendo una nueva ruta para llegar al trabajo, o Tsubaki aprendiendo una nueva receta, o Rusk encontrando una manera diferente de prepara alguna comida, o Lacaille hablando sobre alguna espada, casco o cualquier otro artículo de guerra antiguo que hubiera restaurado en su trabajo en el museo.

Su familia se mantenía unida gracias a pequeños gestos y detalles como ese, que quizás para muchos podrían ser insignificantes o incluso algo tontos, pero ellos sabían el gran valor sentimental que tenían.

Después de cenar, las niñas tomaban un baño y se colocaban las pijamas, mientras los adultos se encargaban de limpiar la mesa, lavar y acomodar los platos, y pasar la aspiradora por la cocina y la sala. Si algo tenían en común todos en esa casa, era que odiaban el desorden y la suciedad. Solo asegurándose de que todo estuviera limpio y ordenado, podían irse a dormir en paz.

Una vez que las niñas salían del baño, era el turno de los dos adultos que tenían la costumbre de ducharse de noche, los otros dos preferían hacerlo por la mañana antes de iniciar un nuevo día.

Mientras Tsubaki y Rusk tomaban una ducha, Lacaille y Cid se encargaban de ayudar a las niñas a desenredarse y secarse el cabello. Así como de arroparlas y prepararlas para dormir.

Para finalizar su rutina nocturna, Cid se encargaba de tocar en la guitarra unas melodías, que especialmente había creado para sus dos niñas tan amadas.

Sus dos pequeñas hijas siempre escuchaban encantadas esas melodías. Sabían que eran únicas en el mundo, su padre las había compuesto para ellas, y eso las hacía sentir muy especiales y amadas.

Después de esas melodías, Cid dejaba la guitarra en su lugar y se encargaba de sostener en brazos a la pequeña Sol, y abrazar a Elvira, mientras cantaba algunas canciones de cuna para ellas. Las niñas, al vivir en una casa donde dos culturas convivían a diario, siendo Lacaille y Cid originarios de España, y Tsubaki y Rusk de Japón, habían aprendido de cada una. Sabían hablar tanto el español como el japonés, y sabían lo que los demás niños de sus edades sabrían de ambas culturas. Gracias al esfuerzo de sus padres, como ese.

Durante todo el día y con Tsubaki y Rusk hablaban en japonés, pero durante la cena y con Lacaille y Cid, hablaban español, y Cid les cantaba nanas en español para dormir.

Los otros tres adultos escuchaban en silencio la voz del único Alpha entre todos, dejándose llevar por la profunda sensación de paz y relajación que les infundía escucharla.

Las niñas no tardaban mucho en quedarse dormidas en brazos de su padre, y cuando eso sucedía, Cid se encargaba de dejarlas con cuidado sobre sus camas, arroparlas con delicadeza y darles un beso de buenas noches a ambas.

Lacaille, Tsubaki y Rusk también tenían la costumbre de darles a las dos un beso de buenas noches, para finalmente retirarse y dejarlas dormir.

Definitivamente, una familia algo inusual, pero no por eso menos amorosa. Aún si Elvira había nacido de Tsubaki y únicamente compartía sangre con él y Cid, y si Sol había nacido de Rusk y solo compartía sangre con su padre, ninguno hacía diferencias entre ellas. Sin importar lo que dijeran unas pruebas de sangre, ambas eran hijas de los cuatro, y los cuatro las amaban cómo tal.

Y después de dejar a las niñas durmiendo, ahora era turno del papá para dormir y reponer energías para el día siguiente. No era difícil realmente, especialmente en los brazos de los dos Omegas y el Beta a los que tanto amaba desde hace años.

- Buen trabajo, súper papá.- Murmuró Lacaille, algo adormilado.

- Los dos lo hacen bien.- Añadió Tsubaki con una ligera sonrisa enternecida al ver al Beta y el Alpha más dormidos que despiertos.

- Sí. Cuando no están por algún viaje o algo así, nunca logramos hacer que se duerman.- Rió levemente Rusk.

- Por eso siempre terminan llamando a mitad de la noche.- Rió bajo Lacaille antes de finalmente quedarse dormido.

Los dos Omegas solo rieron bajo, asintiendo. Ya habían perdido la cuenta de cuántas veces había pasado algo así cuando ni Cid ni Lacaille estaban disponibles por al menos una noche para dormir a las niñas.

- No se preocupen.- Murmuró adormilado Cid.- Nada de viajes largos... Hasta que las niñas sean más grandes.- Añadió, para terminar profundamente dormido.

Tsubaki y Rusk solo sonrieron con ternura y se encargaron de arropar a los otros dos. Sin duda alguna, eran afortunados. Los cuatro lo eran.

•=•=•=•=•=•=•=•=•=•=•

Ay, demasiada miel para mí XD

Por ser Nochebuena, y de este cuarteto, quería algo soft y tierno, pero creo que se me fue un poco la mano con el azúcar.

Bueno, cómo sea. Si festejan Navidad, espero que la pasen bien con su familia/pareja/amigos/mascotas o con quién sea que la vayan a festejar.

Así que, felíz Nochebuena para todos 🫶🏻