I Acto: Encrucijada [🎭Aspros x Asmita📿]
Cortejar a uno de sus compañeros Omegas, vincularse, casarse, y de ser posible, preñarlo y que diera a luz a un cachorro fuerte y poderoso. Su plan era simple, perfecto y sin probabilidad de fracaso. O al menos eso creyó al inicio.
Omegas para elegir en el santuario había de sobra, y aún más entre todos los que matarían por una noche con él. Pero no iba a conformarse con cualquier cosa. No, claro que no. Su objetivo era uno de los Omegas de la orden dorada.
Shion, Asmita, Sísifo y Albafica eran las opciones. Objetivamente, ninguno era del tipo que llamaría su atención, ninguno era lo suficientemente bueno, pero era lo que había.
Shion era demasiado jóven, infantil y berrinchudo. Pero tenía a su favor ser discípulo del anciano de Jamir.
Sísifo... Ay, Sísifo. Ese era viva imagen de porqué los Omegas no sirven como guerreros. Demasiado sentimental, demasiado llorón, demasiado impulsivo... Lo sabía él, que lo conocía desde la infancia. Siempre detestó su actitud de mártir, de actuar sin pensar, de dejarse guiar por los sentimientos, y gracias a eso, poner en riesgo sus planes más de una vez. Pero tenía a su favor ser hermano de Ilías, uno de los más grandes héroes del Santuario.
Albafica, admitía que era fuerte, mucho menos impulsivo que Sísifo y Shion. Pero también era un maldito arisco.
Y Asmita... Ese Omega siempre le provocó varias cosas, pero atracción definitivamente no era una de ellas. Además, era el Omega de Virgo, el Omega de Athena. Así que a él lo descartó en automático.
Primero fue por Albafica, pero vaya que Piscis era un hueso difícil de roer. No recordaba haber conocido a un Omega más arisco, grosero y malhablado en toda su vida. Simplemente se hartó de la actitud del doceavo caballero, y lo dejó fuera.
El siguiente fue Shion, pensando qué sería mucho más fácil. Después de todo, aún siendo un santo de oro, no dejaba de ser un Omega joven y seguramente inexperto aún en todo lo que al amor y las relaciones se refiere... Vaya que las cosas fueron más difíciles de lo que pensó, pero irónicamente, no por Shion.
El Omega de Aries efectivamente, resultó ser alguien inexperto y bastante fácil de engatusar. Bastaron unos cuantos detalles, atenciones y halagos para dejarle el ego en las nubes, y con la voluntad en el suelo. Todo apuntaba a que podría salirse con el suya, pero entonces, el venenoso de Albafica tuvo que arruinarlo todo.
Ese desgraciado Omega de alguna forma logró informar al anciano de Jamir de sus intenciones con Shion. Y ese vejestorio se tomó todas las libertades de ir al Santuario, reprender al Omega peli-verde y recordarle que tenía rotundamente prohibido vincularse antes de los 20 años... Malditos Lemurianos y su maldita longevidad.
Él tampoco se salvó, el maldito Omega viejo tuvo el atrevimiento de amenazarlo con acusarlo con el Patriarca para que se mantuviera alejado de Shion.
Definitivamente, Albafica tenía más venenosa la lengua que la sangre.
Con su plan fallido, intentó ir por Sísifo. Vaya que ese Omega fue el más sencillo de los tres. Tan sencillo, que lo aburrió.
Sísifo parecía un niño soñando despierto con su cuento de hadas. No había día que no apareciera en Géminis solo para joderlo con un desayuno y varios abrazos y besos empalagosos... Ni hablar de cuando entrenaban, el Omega siempre estaba puntual para observarlo en sus combates simulados y apoyarlo desde las gradas.
Lo único de lo que no podía quejarse, era de su desempeño en la cama. Debajo de esa cara angelical se escondía un verdadero demonio casi insaciable que lograba encender cada célula en él.
Pero una vez terminado todo, volvía a ser el Omega meloso que ya empezaba a hartarlo. Simplemente sentía que iba a volverse loco.
Finalmente, se hartó de ese teatro poco más de cuatro meses después, y decidió terminar con eso.
Sísifo se veía algo triste, pero solo suspiró y asintió, pidiéndole que se mantuvieran como amigos. Aspros solo aceptó por no querer ganarse el desprecio ni enemistad de Hasgard, Cid, Kardia, y el Patriarca, quiénes le tenían demasiado aprecio a Sísifo y seguramente iban a ponerse de su lado y buscar hacerle la vida miserable si ese Omega despechado inventaba algo.
Sentía que todos sus esfuerzos habían sido en vano. Todos eran unos completos inútiles. ¿A quién diablos se le ocurrió aceptar Omegas como santos?, siempre necesitaban ser protegidos. Todos eran unos sentimentales, llorones, berrinchudos, mojigatos, ineptos y entrometidos.
Definitivamente, lo único para lo que podrían servir en una guerra, sería para atender a los Alphas durante el celo o simplemente para liberar tensión. Para carne de cañón. Moneda de cambio. O para parir guerreros más fuertes, y criarlos hasta que llegaran a la adultez.
Sísifo no duraría ni cinco minutos en una batalla. Bastaría con que su enemigo se pusiera a llorar enfrente de él para que lo dejara ir.
Shion era bastante fácil de manipular usando su enorme ego. Sin duda, todo un traidor en potencia. Bastaría que llegara alguien a prometerle todo el reconocimiento que deseaba, y haría lo que le pidieran.
Albafica quizás sería de los tres el que más pelea daría, pero inevitablemente, su sentimentalismo terminaría jugandole en contra. Siendo realistas, sin su sangre envenenada, no era nada.
Sentía que daba vueltas en círculos, que no podría lograr nada. Pero entonces recordó que aún quedaba una última opción: Asmita.
Era arriesgado, quizás solo quedaría como imbécil. Pero era su última oportunidad para lograr lo que quería.
Llegó hasta Virgo, dónde se sorprendió por no sentir la presencia de su custodio. Intrigado, decidió ingresar, hasta llegar a la sala principal del templo. Tal y como pensó, ni rastro de Asmita.
- ¿Puedo ayudarte en algo, Aspros?
Al escuchar la delicada pero imponente voz del Omega, no logró evitar dar un respingo por la sorpresa.
- Eh... Yo...
Al girar sobre sus talones para mirarlo, nuevamente se sorprendió, de una forma que ni siquiera él sabía exactamente si era buena o mala.
La blanca piel perlada con pequeñas gotas de agua, el largo cabello rubio pegado a la espalda y pecho desnudos. No se atrevió a bajar más la mirada, después de apreciar el inicio de la cadera descubierto.
Esa imagen lo estaba haciendo imaginar y desear muchísimas cosas. Y el agradable y dulce aroma floral que apareció al mismo tiempo que Asmita tampoco ayudaba a disipar todos esos pensamientos. Así que de inmediato apartó la vista, logrando escuchar una pequeña risa de parte de Asmita.
- Lo siento si te incomodo, pero estaba tomando un baño y no esperaba visitas hoy.
- N-No te preocupes.- Repuso, intentando ocultar el leve nerviosismo que lo invadió.- Debí esperar a que respondieras.
Asmita esbozó una pequeña sonrisa nuevamente, jugando un poco con su cabello.
Aspros no sabía cómo interpretar esos gestos. Llegó ahí con un objetivo, pero ahora dudaba seriamente qué debía hacer.
- Te escuchas algo estresado.- Mencionó el Omega, avanzando hasta rodearlo, llevando sus manos a sus hombros. Aspros casi salta igual que una rana.- Sí, estás demasiado tenso, tus hombros están muy rígidos.- Añadió, sobando con delicadeza sus hombros, haciéndolo soltar un pequeño y bajo suspiro. Ni siquiera él era consciente de toda la tensión que tenía acumulada.- El agua aún está caliente, por si quieres darte un baño.- Le susurró Asmita, mientras sentía ese agradable aroma relajándolo.- Te ayudará a relajarte.
Jamás había sentido el aroma de Asmita. El Omega era bastante receloso y precavido con eso. Casi no salía de su templo, y las pocas veces que lo hacía, sabrán los dioses cómo ocultaba completamente su aroma, haciéndose indetectable.
Ahora se daba cuenta de cuán embriagador y atrayente era. Suave, dulce, relajante, pero a la vez, endemoniadamente seductor y tentador.
- ¿Vienes?
Escuchó la voz de Asmita, sacándolo de su trance, y pudo verlo enfrente de él, ofreciéndole su mano.
Con su cordura a mil años luz de ahí, no lo pensó dos veces antes de tomar la mano de Asmita y dejarse guiar hasta un cuarto de baño, parecido a un sauna.
Había algunos rumores de que el templo de Virgo era el más lujoso de todos. Que era mucho más grande de lo que parecía a simple vista. Tenía varias habitaciones, varios cuartos de baño, que incluso tenía un jardín enorme oculto, y unas aguas termales. Prácticamente, el único templo acondicionado para que un Omega pudiera pasar cómodamente sus celos. Todo gracias a que Virgo era considerado "el Omega de Athena" desde la era mitológica, y cuando el Santuario fue construido, la diosa quiso que su Omega tuviera todas las comodidades posibles.
En ese tiempo, Virgo era el único puesto que podía ser ocupado por un Omega. Así que por varias generaciones fue el único Omega entre once hombres Alphas y Betas. Los demás templos carecían de todos esos lujos debido a que anteriormente eran únicamente ocupados por Alphas o Betas, que no necesitaban cosas como esas.
Creía que eran solo rumores, pero ahora se daba cuenta de que no era así. Al menos lo de las aguas termales era verdad, y vaya que era agradable estar ahí.
Por unos segundos, se perdió completamente en sus pensamientos, para cuando volvió en sí, ya estaba en la pequeña piscina natural de roca, sentado al lado de Asmita.
- Es encantador este lugar, ¿no?- Rió bajo Asmita, recargando completamente su espalda en la pared de roca, relajando su cuerpo sumergido en el agua.
Para Aspros fue imposible no posar sus ojos en la esbelta figura del Omega, visible aún debajo del agua tibia.
Era tan perfecto... Tan bello, y además, con un poder enorme. Sin duda, sería una excelente madre Omega. Daría a luz cachorros sumamente fuertes.
- ¿Pasa algo?- Nuevamente, la voz de Asmita lo hizo volver a la realidad.- ¿Qué tanto me ves?, ¿acaso nunca habías visto desnudo a un Omega?
- No es eso.- Repuso, sintiendo un leve golpe en su orgullo. Vaya que había visto Omegas al natural... Pero ninguno como el que tenía ahora al lado.- Solo... Solo me preguntaba a qué manantial está conectado esto.
Asmita no se molestó en disimular su risa. No le creía ni media palabra... Bueno, no lo culpaba. Vaya excusa más estúpida.
- Si tú lo dices.- Rió el rubio, para después sumergirse completamente en el agua.
Asmita nadó hasta la mitad de su pequeño estanque personal, dónde emergió cuál sirena de las aguas. Echando sus largos cabellos dorados hacia atrás, alzando y sacudiendo delicadamente su cabeza, mientras las pequeñas gotas de agua resbalaban por su piel.
Al parecer, el Omega se dió cuenta de que tenía toda la atención de Aspros sobre él, ya que le dedicó una pequeña sonrisa, mientras peinaba su flequillo.
El cuerpo de agua era lo suficientemente grande como para estirarse y dejarse flotar, cómo si de una gran cama se tratara. Y eso fue exactamente lo que hizo Asmita, simplemente relajarse y flotar como una flor de loto.
E igual que esa flor, su aroma atraía fuertemente la atención del santo de Géminis, hasta hacerlo ceder a la tentación y acercarse para sujetar la pequeña cintura, pegar la blanca espalda contra su pecho y olfatear el delicado cuello del Omega.
- Adelante.- Susurró Asmita, ladeando la cabeza, dejando expuesto su cuello.- No seas tímido.
Eso fue la gota que rebasó la copa. No pudo resistir más sus deseos de probar su piel.
Apenas lo tuvo en la orilla, no dudó ni un poco en arrinconarlo y besar, morder y tocar todo su cuerpo, sintiendo como Asmita lejos de negarse, parecía igual de ansioso que él.
Ese encuentro fue uno de los mejores de toda su vida. Asmita era un verdadero manjar, una delicia de Omega. Cada centímetro de él era perfecto y simplemente exquisito. Desde la suavidad de su piel, hasta los gemidos que brotaban de sus labios tras cada estocada.
Cedió a la tentación, probó el fruto prohibido, incluso podría decirse que traicionó a su diosa al profanar a su Omega. Pero fue tan increíble que simplemente su mente no daba atención alguna.
Ni siquiera prestó atención en qué momento abandonaron el cuarto de baño para ir a la habitación personal de Asmita y terminar lo que ya habían empezado.
- ¿Qué pasa?- Escuchó reír sutilmente a Asmita.- ¿Hasta ahora recordaste mi posición ante Athena?
- ¿Lo hiciste tú acaso?
Asmita solo rió, antes de besarlo hasta robarle el aliento, mientras usaba sus manos para hacerlo perderse nuevamente.
Bastó ver esa brillante cabellera rubia descender hasta su pelvis y perderse en la blancura de las sábanas de la cama de Virgo, para olvidar cualquier pequeño remordimiento. Y sentir la cálida humedad de esa boca fue el último clavo en el ataúd.
Lo siguiente fue dejarse llevar por sus más primitivos instintos, y poseer a ese Omega hasta hacerlo venir.
Verlo de espaldas, con sus cabellos cayendo por los costados, mientras lo escuchaba gemir... Dioses, era lo más excitante del mundo. Ver cómo sus brazos flaqueaban, hasta finalmente ceder y elevar aún más la cadera, aumentando la humedad en su intimidad, hasta que finalmente terminaba en un fuerte clímax, que dejaba a ambos mareados por unos segundos.
Todos sus ángulos eran perfectos. Verlo de frente, sus expresiones deformándose por el placer, sentir sus piernas abrazándolo por la cadera, y sus manos arañando su espalda, era igual de satisfactorio.
Incluso hacer lo que nunca antes había hecho, cederle el control, y dejarlo llevar el ritmo. Verlo subiendo y bajando, sentir su interior apretandolo con deseo, y el lubricante natural brotando cómo manantiales... Todo era demasiado.
Fue de los pocos momentos en los que agradeció no ser un Alpha. De serlo, seguramente lo habría anudado al menos ya unas tres veces.
Esa fue la primera vez que hizo suyo a Asmita. La primera vez que compartió el lecho con ese Omega. El primer paso a su perdición.
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¿Por qué este shot? La verdad, ni siquiera yo lo sé. Simplemente he estado en cama, enferma estos últimos dos días.
Así que si alguien tenía curiosidad o quería una mini-historia más detallada de los headcanons Omegaverse de Aspros, agradezcale a la infección de garganta que me dejó en cama con demasiado tiempo libre y fiebre para imaginar todo esto.
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