En la sala de profesores todos los docentes se encontraban reunidos después de una larga jornada de trabajo, listos para entregar evidencias de trabajo y partir a sus casas para disfrutar de un bien merecido periodo de vacaciones.

- Oigan, ¿alguien ha visto a Kardia?- Preguntó uno de los profesores.

- Siempre es el que más quiere irse temprano a casa.- Rió un maestro de cabello castaño.- No creo que tarde demasiado, señor Degel, no se preocupe.

Y como si lo hubiesen invocado, el profesor de alocada cabellera apareció, aunque sorprendiendo a todos sus colegas por la expresión que tenía.

- ¿Por qué esa cara, Kardia?- Preguntó un profesor de cabellera azulada.- Parece que viste a un fantasma.

El mencionado se acercó a su puesto en la enorme mesa, dejó su bolso y sus libros encima de ésta, tomó asiento, y después procedió a explicar lo que había pasado.

- Hoy uno de mis alumnos me llamó "papi".- Murmuró avergonzado, manteniendo sus ojos cerrados.- Lo cuál no tendría nada de malo o raro si estuviéramos en preescolar o escuela primaria...- Siguió hablando.- ¡Pero no en sexto semestre de licenciatura!- Exclamó finalmente, alzando los brazos y con las mejillas encendidas como el fuego.

Sus compañeros mostraron distintas reacciones. Al principio nadie supo cómo reaccionar, pero segundos después, varios de ellos rompieron a carcajadas por lo hilarante de la situación. Otros fueron un poco más discretos, intentando disimular su risa, sin demasiado éxito.

- Solo tú te alteras por algo así, Kardia.- Le dijo riendo el mismo profesor peli-azul.- Son jóvenes revoltosos, les gusta bromear. No te lo tomes tan en serio.

- Vaya que el alumno que me lo dijo es un revoltoso, Aspros.- Añadió Kardia, mirando a su compañero.- Por cierto, deberías prestarle más atención a tu hijo, para que no ande por la vida diciéndole "papi" a todo mundo.