Hasta la muerte ⚔️Cid⚔️
Fue criado para ser un guerrero desde su infancia. Su familia sirvió a la familia real desde el primer monarca, y él estaba dispuesto a seguir ese ejemplo. Recibió el entrenamiento para ello, y era perfectamente capaz, lo había demostrado de todas las formas posibles, pero una visita del rey cambió todos sus planes.
- ¿El harem?- Cuestionó algo dudoso ante aquella petición.
- Así es, jóven Cid.- Repitió el rey.- Para mi hijo sería imprescindible tener a alguien como tú a su lado.
No esperaba una petición así del rey. Toda su vida creyó que tomaría el lugar de su padre cuando llegase el momento, y protegería a la corona hasta su muerte, cómo sus antepasados habían hecho.
- Si es lo que su majestad desea, así será.- Respondió, hincando una rodilla ante el monarca.- Mi familia nació con la corona, y morirá con ella. Seguiré su voluntad siempre, majestad.
- Gracias, joven caballero.
Eso cambiaba completamente sus planes, pero su lealtad hacia la corona era más grande que cualquier cosa, y por eso tanto él como toda su familia se sentían sumamente honrados por aquel suceso.
Cuando llegara el momento, dejaría atrás todo lo que conocía, para cumplir su promesa al rey y tomar el papel de un esposo para el príncipe sucesor. Pero hasta entonces, tenía deberes que cumplir como guerrero y proteger a su reino y a su rey de cualquier peligro.
No le dió más vueltas al asunto, pero al día siguiente, cuando volvió de un patrullaje a dejar a su caballo al establo, se encontró con una escena inesperada.
Dejó a su corcel en su caballería para que finalmente pudiera descansar, y se acercó a aquel Delta que reconoció de inmediato.
- ¿Ocurre algo?
Al escucharlo, su compañero dió un respingo, para después voltear a verlo.
- No es nada, Cid.- Respondió, limpiandose los ojos con rapidez.
- No suenas como que no es nada.- Replicó al ver sus ojos irritados e hinchados por las lágrimas, sin cambiar su estoico semblante.
Defteros era hijo de uno de los generales más importantes de todo el reino, casi a la par del suyo. Habían luchado y cumplido algunas misiones juntos en ocasiones anteriores a lo largo de sus vidas, y aunque no eran precisamente mejores amigos, ni siquiera cercanos, se conocían y habían tenido alguna que otra conversación en el pasado.
- Es que... Yo...- Murmuró el Delta, apretando los ojos, como si estuviera a punto de llorar otra vez.- El rey...
- ¿También te reclutó para el harem del futuro rey?- Cuestionó lo primero que se le vino a la mente. Sabía que Defteros a pesar de su apariencia que podría resultar intimidante, era una persona sumamente emocional a su parecer, casi llegando a pescar de dependiente de su hermano en ocasiones.
Defteros pareció sorprendido por sus palabras. Eso era un sí.
- El rey me mandó a llamar ayer para pedirme lo mismo.- Aclaró, buscando evitar malos entendidos, y quizás confortar un poco a su compañero.
- ¿Qué respondiste?
- Acepté.- Respondió con simpleza.- Mi familia nació con la corona y morirá con ella. Si es la voluntad del rey, yo la cumpliré.
Defteros solo asintió. Cid no comprendía muchas veces el actuar de Defteros, pero vaya que esta vez estaba consternado.
- ¿Por qué aceptaste si no querías?- Preguntó directamente. Aunque ya se veía venir una posible explicación.
- Mi hermano... Él...- Defteros dudó por un momento, pero al final solo negó.- No es nada.
Cid lo miró por unos segundos, pero al final solo asintió y no insistió más. No necesitaba palabras para saber que Aspros había tenido algo que ver en eso. Ese Delta era una verdadera arpía, capaz de lo que fuera por conseguir lo que quería. Por algo prefería mantenerse lo más lejos posible de él.
Ahora la duda era: ¿Por qué Aspros intervendría en algo así?
Solo había dos posibilidades: una, que planeara usar a su hermano para obtener beneficios indirectamente de la corona. O dos, la que seriamente dudaba, que Aspros también fuese seleccionado.
Cualquiera de las dos opciones era un peligro en potencia para la corona, y no se iba a quedar de brazos cruzados, mirando su reino y todo en lo que creía, ser destruidos por ese Delta enfermo de ambición.
- Cierra bien las puertas cuando te vayas.- Dijo finalmente, para después retirarse, dejando sólo al Delta.
Volvió a casa, y no dudó en contarle a su padre lo que había visto en los establos. Definitivamente, el gemelo mayor estaba detrás de todo, pero sin pruebas para acusarlo, no podían hacer nada. Ya habían intentado en un par de ocasiones quitarlo de en medio, Aspros era un peligro para los ciudadanos, la corona y para sus propios compañeros.
Ese Delta ya tenía su fama de ser un cerdo egoísta y avaro, y nadie más que su hermano lo quería cerca. Incluso su padre parecía tener cierto desprecio hacia él desde la batalla en la que por su culpa murieron decenas de soldados jóvenes. Eso ocurrió durante una misión hace años, cuando Aspros tenía 18 años, y no dudó en mandar a los soldados más jóvenes al frente como carne de cañón, y atacar por la espalda al ejército enemigo, cuando bajaron la guardia. Ninguno de esos jóvenes sobrevivió, y eso enfadó a todos los guerreros sobrevivientes, pero el muy maldito se escudó en qué fue un error de cálculo. Al final, lo perdonaron por haber logrado ganar esa batalla.
Pero eso fue solo el colmo de lo peor que había hecho Aspros, con anterioridad, había hecho cosas menos graves en comparación a cargar con varios muertos en la espalda, pero igual de malintencionadas.
Cuando eran más jóvenes, y estaban aprendiendo a montar, Aspros fue el último en lograr domar a su caballo, y en cuanto lo hizo, se la pasaba empujando a todos, haciendo caer a la mayoría. En una ocasión, hizo que el caballo de uno de sus compañeros se descontrolara, y lanzara a su jinete por los aires, lesionándolo de gravedad. Aspros se excusó en qué fue un accidente, ya que aún no controlaba bien a su caballo. Una de las tantas que le dejaron pasar.
En otra ocasión, cuando tenían entre 11 y 13 años y entrenaban lucha cuerpo a cuerpo, el Delta hizo trampa, usando una piedra para herir a su contrincante. En esa ocasión, quedó como un tramposo y un cobarde ante todos, Cid lo sabía perfectamente, porque él fue su oponente y quién lo dejó en ridículo, después de darse cuenta de la piedra en su mano y romperle la muñeca, revelando su trampa ante todos.
Desde ahí se distanciaron completamente, y no se dirigían la palabra a menos que fuera absolutamente necesario. Aspros decía no tener rencores y ser un hombre nuevo, diferente al mocoso tonto que fue en el pasado. Pero Cid no confiaba en él y nunca lo haría. No se podía confiar en alguien sin honor como él.
Pero en todas esas ocasiones logró zafarse de su merecido de una u otra forma. Definitivamente, ese desgraciado tenía un ángel, o quizás un demonio, cubriendole la retaguardia.
Después de pensarlo por un par de días, vigilando a los gemelos Deltas a la distancia, con cuidado de no levantar sospechas, decidió armar un plan para contener a Aspros, pero ello implicaba descubrir quiénes más habían sido seleccionados para el harem. Y eso era un verdadero problema, ya que los seleccionados eran un secreto de estado y no podían decirlo públicamente. E ir casa por casa preguntando no era precisamente la mejor idea.
Entonces decidió recurrir a un viejo conocido, y lo más cercano a un amigo. Quizás él podría ayudarle al ser más cercano a esos asuntos.
- Cid, ¿qué te trae por aquí?- Preguntó el Alpha de cabellos verdes, recibiéndolo en su casa.
- Tengo un favor que pedirte, Degel.
- ¿De qué se trata?
Cid le explicó la situación a Degel, el hijo del embajador del reino, con quién había crecido también y había acompañado en algunas misiones en tierra extranjera.
Degel escuchaba atentamente, hasta que terminó de contarle todo lo que ocurría y sus sospechas de Aspros.
- Creo que es tu día de suerte.- Sonrió Degel, quitándose los lentes un momento para limpiarlos.- También fuí reclutado. Ahora sé que tú y Defteros también, y sé quiénes son los otros dos faltantes. Ahora solo queda averiguar si Aspros será el que falta o no.
- Al menos si tú estarás dentro, será más fácil contenerlo si llega a ser el caso.- Admitió el peli-negro.- Pero, ¿por qué el rey reclutaría a alguien como Aspros?
- Sinceramente, Cid, ni siquiera yo comprendo del todo las decisiones del rey.- Confesó Degel, volviendo a colocarse los anteojos.- Nadie del harem tiene algo que ver entre sí, más que tú y Defteros, que son buenos, leales y honorables guerreros. Los otros dos, no puedo revelar su identidad, pero te diré que no tienen nada que ver con la corona, y poco o nada tienen que ofrecer. Aunque, también admito que no son malas personas, así que quizás eso también tuvo algo que ver.
- El problema es que Aspros no encaja en ninguna de esas descripciones, y lo sabes bien.- Replicó Cid.- Él solo se rige por sus propios deseos egoístas. No respeta ni le es fiel al rey, al reino, a la corona ni a absolutamente nada de lo que representa. No tiene honor alguno, todas sus victorias se basan en tácticas deshonestas. Tampoco es una buena persona. ¿Por qué querrían a alguien así?
- Eso es lo que trato de comprender. Pero la única respuesta que se me ocurre, es que fue por Defteros. Ya sabes, es demasiado apegado a su gemelo.
- Quizás...
- Pero bien, en caso de que sea o no Aspros el último esposo, debemos buscar la forma de evitar que se vuelva una amenaza.- Habló Degel, sacando un libro y una hoja en blanco, para después mojar de tinta una pluma.
Cid reconoció ese libro. Era uno que contenía todas las reglas del reino, y el capítulo que abrió Degel, era el de las reglas del harem, específicamente, el orden de las esposas.
- Según lo que sé, seremos siete esposos. Así que nos corresponde llenar esta jerarquía.- Explicó Degel, señalando la hoja donde se ponía el orden en caso de que fueran 7 en el harem.- "La primera esposa es quién mayor poder tendrá dentro del harem, y estará a cargo de que todo funcione. Debe ser una buena mediadora de conflictos y líder, ya que será la encargada de mantener el orden. Y también la única cuya opinión tendrá peso en la toma de decisiones importantes."- Leyó Degel la descripción que debía cumplir la primera esposa ideal.- Seamos sinceros, Cid. No es arrogancia, pero cualquiera de nosotros dos cumple perfectamente estas características. Y el rey es lo suficientemente inteligente para poner el deber por encima del capricho. Así que tanto tú cómo yo podríamos ser el elegido.
- ¿Y eso qué tiene que ver con todo este asunto?
- Déjamelo leer la siguiente descripción: "La segunda esposa debe ser cercana a la primera, será quién se encargue de ser su mano derecha y ayudarla a mantener el orden en el harem."- Leyó Degel la siguiente descripción.- La primera y segunda esposa son cercanas, ambas sostienen el orden del harem y juntas pueden contener a cualquiera de las demás. Y la primera prácticamente es quien elige a la segunda.
- Entonces, quieres decir que si alguno de los dos queda como el primer esposo...
- Puede sugerir al otro como el segundo, y así evitar que Aspros se salga de control. No importa si es él directamente o a través de su hermano.- Completó Degel.- Si soy elegido como primer esposo, te doy mi palabra de que haré todo lo posible porque seas seleccionado como segundo.
- Si tú lo prometes, yo también.
Ambos hicieron ese pacto, ambos unidos por un interés en común, y un bien mayor. Se conocían, y sabían que el otro cumpliría su palabra. Ahora, solo quedaba esperar.
El tiempo pasó más rápido de lo que habría imaginado. La noticia de que el rey había enfermado y su salud empeoraba cada vez más, no tardó en expandirse como polvo por todo el reino.
La hora estaba cerca, lo sabía, y por eso, decidió ir a hacer una última visita a aquella tumba en el cementerio.
Una tumba bajo la sombra de un árbol, decorada con muchas flores, y delicadamente cuidada.
- Hola, Mine.- Suspiró, arrodillándose frente al sepulcro dónde desde hace un tiempo dormía su amada.- Supongo que ya debes saber lo que pasa, y porque estoy aquí.- Añadió, dejando con cuidado el ramo de flores que había llevado.- El rey morirá pronto, y tendré que irme al palacio, como esposo de su hijo. Supongo que esta es la última vez que nos vemos, y solo quiero que sepas, que a pesar de todo, yo jamás te olvidaré. Gracias por haber pasado unos años de tu vida a mi lado, por haberme dado fuerzas para levantarme y luchar en cada batalla, por formar parte de mi camino como guerrero, y por hacer que mi corazón latiera cómo nunca con solo ver tus ojos.
Mine, esa Beta a la que conoció en su infancia, con quién estuvo comprometido, y que por caprichos del destino, le fue arrebatada por la enfermedad y la muerte hace dos años. Un año antes de recibir aquella petición del rey.
Mine era diferente a cualquier mujer que hubiera conocido. Era fuerte, valiente y aguerrida, pero a la vez, grácil, femenina y bastante hermosa. Ella era la mujer perfecta a sus ojos, perfectamente podía imaginar un futuro a su lado, criando juntos hijos fuertes y valerosos, pero todo ese sueño llegó a su fin cuando la salud de Mine comenzó a decaer.
Por más intentos de varios médicos, nada pudieron hacer por ella. Él pasaba todo el tiempo que podía a su lado, la vió marchitarse lentamente, igual que una flor, hasta que la luz de sus ojos se apagó.
Pero en su lecho de muerte, Mine le hizo prometer que después de que ella se fuera, él seguiría con su vida, volvería a enamorarse, y cumpliría el ideal en el que tanto creía. Él se lo prometió, y segundos después, la vió morir, manteniendo una hermosa y tranquila sonrisa en sus labios.
Ese día, sus compañeros de armas estaban lidiando una batalla para repeler un ejército invasor, y aunque cualquier otro en su lugar, se habría quedado llorando a su amada, él no. Mine no habría querido eso.
Dejó a su amada a cargo de sus hermanas y padre, y se fue a alcanzar a su ejército para ayudarlos. En nombre de su amada y la promesa que le hizo.
Se le había hecho un hábito ir a visitar su tumba una vez por mes, siempre llevando sus flores favoritas, y compartiendo sus aventuras con ella, cómo si aún pudiera escucharlo y fuera a responderle. Pero sabía que una vez casado, no podría seguir haciéndolo.
- Gracias por todo, Mine.- Sonrió suavemente, levantándose.- Gracias por haberme acompañado en esta aventura, ahora nos toca ir por caminos separados. Hasta pronto.
Después de esa despedida, se marchó de vuelta a casa, listo para esperar la noticia y partir en el momento que fuera.
La hora no tardó en llegar, y tres días después de despedirse de Mine, se dió la noticia de que el rey había muerto, después de una larga y longeva vida.
Esa misma tarde, unos guardias fueron hasta su hogar, y después de una corta despedida de sus padres, abordó el carro que lo llevó al palacio.
Lo condujeron por un pasillo, hasta llegar a una enorme habitación, dónde logró distinguir a Degel, y sorprendentemente, a Sísifo, y después vió aparecer a los gemelos... Tal y como temían, Aspros había logrado ingresar.
Discretamente, habló con Degel, buscando no llamar la atención de los gemelos. Para fortuna suya, Defteros estaba tan nervioso que se distrajo hablando con Sísifo. Y Aspros, cómo el gran hipócrita, mentiroso y manipulador que era, no tardó en comenzar a tratar de ganarse la confianza de los otros dos Alphas a quiénes no logró reconocer.
- Rien de suspect pour l'instant. Mais ne le quittez pas des yeux.- Le susurró Degel en francés, un idioma que ambos dominaban, y sabían que Aspros no. Así que no podía saber de qué hablaban.
- Cid, Degel, qué sorpresa verlos aquí.
Hablando de la escoria de Roma... Aspros se acercó a ellos, forzándolos a fingir no sospechar ni saber nada.
- Lo mismo digo, Aspros.- Respondió Degel.- No los veía desde la última cumbre de comercio en el reino vecino, hace seis meses.
- Ya sabes, el deber de un soldado nunca termina.- Sonrió el Delta.- ¿De qué hablan?
- Nada en especial, solo hablábamos sobre un libro que le recomendé a Cid.- Respondió el peli-verde, mostrando un libro, escrito en francés.
- Oh, ya veo. En ese caso, no los molesto más.
Su sola presencia ya molestaba, pero gracias al cielo se fue.
De momento no podían hacer nada más que vigilar a Aspros y tener cuidado de cualquier movimiento extraño, los ritos fúnebres y la coronación se llevarían a cabo, y hasta entonces, el rey iría a conocerlos para elegir al primer esposo.
Degel y él mantenían su juramento, si uno era elegido como primer esposo, haría todo lo posible porque el otro fuera elegido como el segundo.
Durante los primeros tres días todo estuvo bien y bastante normal. Degel conocía a todos los del harem, pero Cid no conocía a dos de ellos: Kardia y Hasgard, pero logró entablar una buena relación con ambos. Incluso entrenaba con Kardia durante las tardes, y otras, simplemente se sentaba con Hasgard y Degel a leer.
Aspros estaba extrañamente servicial, siempre recibiendo la comida y entregándoselas después a todos. Eso era extraño, pero no tenían ninguna prueba de que estuviera poniendoles algo en la comida o la bebida. Y vaya que buscaron.
Desde oler y saborear muy lenta y atentamente todo, hasta incluso observar a Aspros por el rabillo del ojo, pero nada. No hallaban nada, no tenían nada para avisarle de algo, más que su instinto. Pero eso no contaba, y sin pruebas, no podían hacer nada.
Pero en la mañana del cuarto día, ocurrió algo bastante extraño. Todos se quedaron dormidos.
Kardia siempre era el último en despertarse, pero ese día, era el único despierto además de Aspros. Pero lo que más les sorprendió, es que era mucho más tarde de lo que acostumbraba despertar Kardia.
- Quizás solo estábamos demasiado cansados y estresados.- Mencionó Aspros... Sí, o quizás algún Delta desgraciado les dió algo.- Yo solo desperté cuando tocaron la puerta... Ya saben, duermo algo cerca, así que por eso me desperté. Defteros está algo estresado, mi pobre hermano... Quizás sea mejor dejarlos descansar. Mañana llega el rey y debemos estar lo mejor posible. Un buen descanso le sienta bien a todos.
Simplemente no comprendían cómo se quedaron dormidos por tanto tiempo, ni cómo es que solo Aspros se despertó al escuchar el sonido de la puerta. Pero todos los chicos lo atribuyeron a que Aspros se crió y entrenó como guerrero y quizás por eso tenía el sueño mucho más ligero que la mayoría... Pero eso a Cid y Degel solo les incrementaba sus sospechas, aún si Aspros fue entrenado como guerrero, Cid y Defteros también lo fueron, encajaba en ese perfil, y ellos no despertaron. La explicación más fácil fue decir que ellos estaba más lejos de la puerta.
Prefirieron no darle más vueltas al asunto, y simplemente sentarse a comer. Seguían teniendo solo sospechas y ninguna prueba concisa, no podían hacer nada, y menos si los Hasgard y Kardia no le daban importancia.
Cerca del mediodía, Sisifo y Defteros despertaron, llevándose la sorpresa de lo tarde que era, y sabiendo que pronto recogerían los platos y no querían problemas, se apresuraron a comer y beber todo lo más rápido posible, logrando terminar a tiempo a duras penas.
El rey llegaba mañana, y ellos aún no tenían nada para sacar a Aspros del juego. Ese maldito sabía esconder sus huellas, o al menos eso creían, hasta que Kardia los despertó a mitad de la noche.
- Lamento si los molesto, pero sinceramente, no quiero quedarme de brazos cruzados.- Murmuró el peli-violeta.
- ¿De qué hablas, Kardia?- Preguntó Degel.
- Que yo me desperté a la hora de siempre, pero cuando ví que Aspros se levantó a recibir el desayuno fingí seguir dormido. La verdad, fue porque no quería que me pusiera a servir todo...- Contó el Alpha.- Pero ese no es el punto. El caso, es que ví cómo Aspros le ponía unas gotas a todas las tazas.
- ¿Qué?, ¿por qué no lo dijiste antes, Kardia?- Reclamó Degel.- ¿Qué pasaba si eso era veneno y todos lo bebíamos?
- Pues veneno no creo que haya sido, de ser el caso, no estaríamos teniendo esta conversación, Degel.- Respondió Kardia.- La verdad, quise seguir fingiendo que estaba dormido, a ver si alguien despertaba. Pero... Si era veneno, no quería que alguno de ustedes sufriera las consecuencias.
- Kardia...
- Descuida. Sé que todos ustedes tienen familias que llorarían sus pérdidas, pero yo... Bueno, ya sabes, Degel. A mí nadie me extrañaría, y ya nadie depende de mí.- Dijo con una amarga sonrisa el Alpha de cabellos violetas.- Por eso, decidí fingir que recién me despertaba y que no había visto nada. Me bebí de un trago el jugo, pero no pasó nada. Después, todos empezaron a despertar, y bueno... No pasó nada. Después creí que solo malinterpreté todo y era solo una broma de Aspros con un laxante o algo así, pero nadie aquí tuvo dolor de estómago ni nada así durante el día. Y sinceramente, ésto ya me dió mala espina.
Así que no estaban tan locos después de todo, Kardia vió algo que podría darles la razón. Pero el problema era que no tenían ningún tipo de malestar, tampoco una alteración en el sueño, simplemente no tenían algo concreto para decir que era algo dañino para su salud. Y si acusaban con eso a Aspros, corrían el riesgo de que realmente estuvieran malinterpretando todo, y esas gotas fueran algún tipo de medicina para prevenir enfermedades o algo así... Necesitaban algo más irrefutable.
- Por ahora no podemos hacer nada, Kardia.- Admitió derrotado Cid.- Por ahora, lo mejor es dormir, y rezar por despertar mañana.
Kardia solo suspiró y asintió, para después volver a su lugar, antes de despertar a alguien más y los escuchara.
Cid no podía evitar mirar con algo de pena a Kardia. A decir verdad, no era una mala persona, quizás algo hablador y confianzudo, pero no podía culparlo debido a sus orígenes. Sabía que no todos tenían la buena suerte de nacer en una buena familia, pero la historia de Kardia realmente logró tocar una fiebre sensible en su ser.
- Ne sois pas désolé pour lui. C'est un homme courageux.- Le dijo Degel en francés.
- Je le sais.
Después de esa pequeña conversación, cada uno volvió a dormir, aunque algo intranquilos. Si vivían para ver otro día, ya sería buena suerte.
Para fortuna suya, lograron ver otro amanecer, y como marcaba el protocolo, algunos sirvientes los ayudaron a alistarse para recibir la visita del rey. Lo cual ocurrió al mediodía.
El rey solo observaba a todos en silencio, nadie se atrevía a decir una sola palabra, hasta que Kardia fue el primero en romper el hielo y acercarse con descarada coquetería al joven monarca.
- Kardia, ¿qué crees que haces?- Degel se acercó a toda prisa para apartar a Kardia, temiendo que su amigo no supiera cuando cerrar la boca.
- Relájate, Degel. Estoy seguro de que tendrás tu parte.
- No seas insolente.- Se sumó Cid, temiendo lo mismo que Degel. Kardia no le desagradaba y no quería que algo malo le pasara por no poder quedarse callado.
- Por favor, discúlpelo, alteza.- Intervino Aspros.- Kardia no sabe medir bien sus palabras y es algo imprudente, pero es solo porque está algo nervioso.
- ¡Oye!- Se quejó Kardia, pero Degel y Cid volvieron a intervenir.
Ganas no le faltaban a Cid de gritarle a Aspros y hasta de darle un puñetazo por haberles dado a beber lo.que fuera esa cosa de ayer, y por todas las cuentas pendientes que tenían. Pero debía mantener la calma.
- No se preocupen. No me ha molestado en absoluto.- Dijo el rey, cesando la pequeña revuelta.- Al contrario. Gracias por la bienvenida, Kardia.- Añadió, regálandole un leve guiño al Alpha, gesto que no pasó desapercibido para nadie, especialmente ante la mirada asesina de Aspros que se posó sobre Kardia.- Los demás, ¿serían tan amables de presentarse, por favor?
- Desde luego que sí, majestad.- Y ahí iba esa rata deshonesta otra vez...- Mi nombre es Aspros, y estoy a su servicio.
Degel y Cid mantuvieron su semblante serio y sobrio, hincando una rodilla en señal de respeto, después de decir sus nombres. Tuvieron que hacer uso de todo su autocontrol para tragarse sus ganas de irse encima de Aspros, debían reunir más pruebas, y apegarse al plan. No tenían otra opción.
Hasgard fue el siguiente en presentarse. Dejando bastante claro que no estaba felíz de estar ahí, pero sin olvidar su posición.
Sísifo y Defteros estaban temblando igual que unos gatos asustados, y a duras penas lograron decir sus nombres, para después quedarse sin más que decir.
Después de esa presentación que estuvo a nada de ser un desastre, Asmita se retiró. Cid y Degel sabían que el rubio tomaría una decisión, y después enviaría a alguien a buscar al elegido como primer esposo.
El tiempo pasaba a una velocidad tortuosamente lenta, pero finalmente, después de una larga espera, las puertas se abrieron, y supieron el resultado: Degel era el elegido.
Cid y Kardia lo despidieron, deseándole suerte, y lo vieron partir.
Degel volvía al harem por las mañanas para asearse y comer, pero el resto del día y la noche, lo pasaba con el rey, cómo decretaba el protocolo.
Durante esos momentos, aprovechaban cualquier descuido de Aspros para hablar sobre sus observaciones, pero simplemente no veían nada raro.
Aspros seguía recibiendo las comidas, pero por más que Cid y Kardia lo intentaron, jamás lo vieron echar nada raro a las bebidas o la comida. Parecía que buscaban una aguja en un pajar.
Aún así, el mes pasó, Degel no logró el embarazo, y era hora de elegir al segundo esposo. Y tal y como Degel prometió, logró que Cid fuera elegido como el segundo.
Su primer encuentro a solas con Asmita fue en el comedor real, dónde el Omega le hizo una pregunta.
- Y, cuéntame, Cid, ¿cómo terminaste aquí?- Preguntó, mientras comían algo juntos.- Tengo entendido que tu padre es general de la guardia real, y perfectamente podías haber seguido su ejemplo y heredar el puesto.
No tenía problema en hablar de eso. Así que le contó su historia a Asmita. Despierta de todo, ahora era su esposo y estaba a su servicio.
- Estuve comprometido, pero mi prometida enfermó y falleció hace un par de años. Fue entonces que el rey me mandó a llamar, y me pidió tomar este puesto.- Respondió.- No se le puede negar algo al rey, y menos si es un asunto gam importante y tan delicado para él, como su hijo y su reino. Así que acepté, y aquí estoy.
- Comprendo.- Asintió Asmita, después de escuchar su historia.- Lamento lo de tu prometida. Supongo que debe ser duro perder a alguien y casi inmediatamente ser reclutado para casarte con alguien más.
- Descuide. Estoy bien con esto.- Respondió con total calma. No le dolía hablar de Mine.- Mi familia siempre ha sido fiel a la familia real. Mi familia nació con la familia real, y morirá con ella.
- Vaya que son los más fieles.- Sonrió Asmita.- Mi padre me hablaba mucho sobre tu familia. Y debo admitir que Degel también habló bastante bien de tí, y creo que no se equivocó.- Añadió.- Será un placer tenerte como segundo esposo.
- El placer y el honor es mío, majestad.- Respondió, llevándose una mano al pecho.
Asmita sonrió complacido, y continuaron con la cena. Hasta que la noche cayó y lograron consumar el matrimonio.
Así pasaron el resto de días del mes. Hablando y conociéndose un poco más durante el día, y compartiendo la noche en busca de un heredero.
Siendo sincero, era difícil no tomarle aprecio a Asmita. El Omega no era solo una cara bonita, era bastante inteligente, fuerte a pesar de su delicada apariencia, y un gran estratega.
Casi dos semanas después de seguir aquella rutina, Asmita lo citó en los establos reales, diciéndole que irían a montar a caballo, y fue ahí que el rubio le pidió que lo llevara al sepulcro de Mine.
No podía negarse a una petición del rey, pero una corazonada le decía que no se trataba de algo malo, así que obedeció y lo guió. Asmita sabía montar a caballo bastante bien, incluso atreviéndose a retarlo a una carrera.
Cuando llegaron al lugar, Asmita se arrodilló frente a la lápida, ofreciendo sus respetos.
- Mine, hoy he venido hasta aquí, únicamente para pedir su permiso de amar a su Alpha.- Mencionó el rubio en voz baja.- Sé que jamás ocuparé el lugar en su corazón que usted tiene, pero le doy mi palabra de que lo cuidaré y amaré hasta el último de mis días. Solo si él está de acuerdo.
Cómo si Mine estuviera ahí, Cid sintió una suave calidez en su pecho, y sin razón aparente, unas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.
Asmita se levantó y se acercó a él para limpiar sus lágrimas, y justo en ese momento, una suave corriente de aire meció los cabellos de ambos.
Lo siguiente que sintió, fue un tierno beso de parte de Asmita, al que felizmente correspondió. Después de eso, los dos volvieron al palacio.
El mes correspondiente pasó, y nuevamente, no había heredero en camino. Y era hora de elegir al tercer esposo.
Cid se despidió de Asmita y volvió al harem con los demás, para seguir vigilando a Aspros desde dentro. Al menos ahora, Degel y él podrían contenerlo si era necesario.
El tiempo pasó y ahora, más de dieciocho años después, había herederos más que suficientes.
Los primeros en llegar habían sido los gemelos Saga y Kanon, siendo un Delta y un Alpha respectivamente, hijos de Aspros, y los primeros en línea de sucesión por ser los primogénitos. Vaya que esos dos niños siempre le dieron bastante lástima al saber la clase de padre que tenían. Aspros siempre los manipuló a su antojo, siempre los expuso a crueles maltratos y castigos, y les imponía metas inalcanzables.
Poco más de un año después del nacimiento de los gemelos, el siguiente príncipe en llegar, gracias a Sísifo, fue Aioros, nacido como Alpha.
Cuatro años después de Aioros, llegó Shura, nacido Beta, su único hijo y mayor adoración, siendo una copia casi exacta suya.
Tres años más tarde, llegó Camus, un pequeño Alpha, bastante parecido a Degel, su padre.
Apenas un año después, llegó otro pequeño Alpha, ahora por parte de Hasgard. Y llegó Aldebarán.
Dos años después de Alde, llegó Aioria. Otro Alpha, nuevamente de parte de Sísifo.
Un año después del nacimiento de Aioria, llegó Shaka, hijo de Defteros. Siendo el segundo Beta, y el único que era idéntico a Asmita.
Y tres años después de Shaka, llegó Milo, el único Omega entre todos los príncipes, siendo hijo y una copia casi exacta de Kardia, a excepción de los ojos. Esos los había heredado de su madre Omega.
Ya los gemelos habían cumplido la mayoría de edad, y Aioros estaba a nada de cumplirla. Era hora de nombrar a su sucesor, y todo el reino esperaba la noticia.
Al menos podía respirar tranquilo en esa enorme sala del castillo. Se había encargado de criar y educar a Shura lo mejor posible. Siendo estricto cuando debía serlo, pero también demostrándole a su hijo cuan importante era para él y cuánto lo amaba.
Le enseñó a Shura a poner siempre antes el honor y el cumplimiento del deber que la ambición y el egoísmo. Y gracias a eso, Shura prefirió quedarse a cargo de comandar las fuerzas armadas del reino. Así que estaba a salvo del peligro que el llevar la corona representaba.
Shura y Camus crecieron siendo bastante cercanos, probablemente gracias a la amistad y buena relación que existía entre él y Degel. Y tomando en cuenta que Camus había aceptado el puesto de tesorería del reino, era un punto sumamente a favor, ya que trabajarían juntos.
Aioria y Alde, a quiénes les había tomado también un cariño bastante especial por el simple hecho de haberlos visto crecer y participar en su crianza, al igual que al resto, también estaban a salvo por estar comprometidos con nobles de otros reinos.
Pero Aioros, Shaka, Milo y los gemelos... Ellos eran otra historia.
Los gemelos, teniendo el padre que tenían, pelearían por el trono incluso entre ellos. Ya podía ver la tragedia avecinarse, aún si alguno de ellos era elegido, y peor si alguno de sus hermanos era el elegido.
Pero ya nada podía hacer. Aspros había querido que todo eso terminara así, y ya nada podían hacer para cambiarlo.
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Otro shot más de este harem!
Lo prometido es deuda, así que aunque me quede sin dormir, todos salen porque salen.
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