Hacer lo que se debe hacer ♉ Hasgard ♉
Su vida jamás había sido fácil. No conoció a sus padres, ni siquiera sabía si es que seguían vivos. Fue abandonado en un orfanato siendo apenas un recién nacido, y ahí fue donde se crió.
A pesar de todo, jamás se lamentó de su suerte, ni se quejó de su situación. Siempre creyó firmemente que su destino dependía únicamente de él y nadie más. Desde pequeño, sintió una gran curiosidad por saber cómo funcionan las cosas, y después de ver a varios de sus compañeros y cuidadores enfermar, algunos sin lograr recuperarse, y cómo el médico del orfanato siempre trataba de hacer lo que podía con todas las limitaciones que tenía, decidió que quería seguir ese camino.
Durante años se desvivió estudiando día y noche, para poder mantener la beca escolar que el gobierno le otorgaba a los niños de los orfanatos, y lo logró. Pero el verdadero desafío fue conseguir una beca para estudiar la universidad.
Sabía que muchos aspiraban a una beca, y que muchos, igual que él, habían dedicado sus vidas a obtener las calificaciones más altas para tener el derecho de presentar el examen.
A sus 16 años, después de tanto esfuerzo, dividiendo su tiempo entre estudio y sus deberes en el orfanato, logró obtener el derecho a presentar el examen que si lograba pasar, obtendría la beca.
Pasó días en vela preparándose para ese examen, y aunque estaba muerto de nervios, no se iba a rendir sin luchar. Y afortunadamente, la suerte estuvo de su lado, ya que logró quedar en el primer lugar, al obtener una puntuación perfecta. Ya lo tenía, la beca y el lugar en la universidad eran suyos.
Aún así, jamás bajó sus exigencias consigo mismo. Y durante todos sus años de formación, siguió estudiando mucho más de lo necesario. Nunca era suficiente.
Al cumplir la mayoría de edad, tuvo que dejar su hogar en el orfanato y buscarse su propio techo. Ahora su tiempo se dividía entre los estudios y un trabajo de medio tiempo para costear sus gastos personales. Sí, el camino no fue fácil, pero lo logró.
Logró graduarse de la universidad y conseguir un puesto en el hospital del reino. Había realmente muy pocos médicos, todo debido a que mayormente solo miembros de la realeza o familias adineradas tenían la capacidad de solventar todos los gastos que los estudios requerían, e irónicamente, casi nadie de esa clase social se interesaba en esa rama de estudio, y si alguien lo hacía, era aspirando a ser médico real.
Sabiendo todo eso, y que muchas personas no tenían la posibilidad de solventar los gastos de medicina y consultas médicas, por haberlo visto con sus propios ojos y haber presenciado la muerte de amigos y personas que apreciaba, todo por no tener acceso a medicamentos y atención, se levantaba a diario, siempre dispuesto a ayudar a todo el que lo necesitara.
A veces iba al orfanato dónde creció para llevar algunas cosas como libros que le sirvieron para estudiar y lograr entrar a la universidad, medicamentos, ropa, alimentos y de vez en cuando algunos juguetes que él pagaba de su propio bolsillo. Sabía lo que era estar en el lugar de esos niños, y por eso les tenía tanto cariño. Desearía que ningún niño tuviera que pasar por todo lo que él pasó, pero sabía que no era posible, aún así, él aportaría siempre su granito de arena.
Sí, su vida no era perfecta. Su trabajo era agotador y demandante, el dinero jamás había sido algo constante o que le sobrara, pero estaba felíz y conforme con lo que le había tocado vivir. Ver las sonrisas de todos esos niños, ver mejorar la salud de las personas de escasos recursos a las que brindaba atención y ayudaba a costear sus medicamentos, ver a niños, jóvenes y adultos recuperarse tras grandes luchas contra alguna enfermedad, y saber que ayudaba a hacer sus vidas un poco mejores, eran razones más que suficientes para dar todo de sí mismo a diario.
Trataba de ir a diario al menos una hora o dos a la biblioteca para estudiar y mantenerse actualizado de cualquier nuevo avance o descubrimiento y así poder dar la mejor atención posible a sus pacientes. La lectura y estudio diario era una costumbre que tenía desde su infancia y que hasta ahora mantenía. De hecho, fue gracias a esa costumbre, que durante sus años de universidad, conoció a Degel, un amigo con quién compartía ciertos intereses.
Sabía que Degel era hijo de uno de los embajadores más importantes e influyentes del reino, y también de los más cercanos al rey. Pero eso no fue un motivo para tratar mal al chico. Después de todo, nadie tenía la culpa de nacer en alguna familia o en otra. Además, Degel resulto ser una persona bastante amigable y que no hacía menos a nadie por algo como la clase social. Incluso se había ganado el aprecio de varias personas del reino.
Ese día era uno más en su vida: ir a cumplir su turno, ver a sus pacientes, salir del trabajo, pasar a la biblioteca, encontrarse con Degel y hablar un poco, y volver a casa para reponer energía para otro día.
Creyó que su vida sería siempre la misma, pero ese día, una visita cambió por completo todo.
Definitivamente, lo último que esperaba ver al llegar a casa, era al rey junto a otras personas que supuso, serían miembros de la realeza también, y algunos guardias. Pero eso fue solo la punta del iceberg, lo siguiente casi hace que su corazón se detenga.
- Y bien, ¿cuál es su respuesta?
Tenía que ser una broma, un sueño, una pesadilla... ¿Él, parte del harem del siguiente rey?, ¡ni hablar!
Había escuchado ciertas cosas sobre el actual príncipe y futuro rey. Un Omega que había participado activamente en los conflictos bélicos que el reino libró hace algunos años. Todo el reino sabía que el príncipe Asmita no se limitó a ayudar a administrar recursos, sino que fue desde planear las estrategias más sangrientas que les dieron la victoria, hasta ir al campo de batalla y regresar al lado de su ejército con el estandarte en alto, después de acabar con las vidas de cientos de inocentes, quizás único error había sido nacer en el lugar equivocado y servir a un rey idiota.
No, definitivamente no quería estar cerca de alguien así. Él era un médico, su vocación y deber era salvaguardar la vida de las personas, no arrebatarla. Su deber era evitar el sufrimiento de las personas, no provocarlo. Simplemente no tenía absolutamente nada que ver con todo lo que ese Omega había hecho. Además, si tuvo la sangre tan fría como para dirigir y llevar a cabo las estrategias y planes que ni siquiera los príncipes y demás nobles Alphas con experiencia previa en batalla se atrevieron a ejecutar por lo brutales y despiadadas que eran, ¿cuánto y más haría con Alphas que prácticamente pasaban a ser unos objetos más de su propiedad una vez dentro del harem?
- ¿Por qué yo?- Cuestionó, procurando no faltarle al respeto al monarca.- ¿Por qué alguien de clase media, y no a un noble o de clase alta?
- Me alegra que pregunte, doctor.- Respondió tranquilamente el rey.- No puedo revelar el porqué de todos los demás elegidos, pero en su caso, tengo mis razones. Para empezar, tuve demasiada curiosidad por conocer al primero en obtener una puntuación perfecta en el examen para una beca real en toda la historia del reino. Antes de usted, el puntaje más alto había sido de 420 de 500.
No le gustaba hablar de eso. Sabía que era el primero en obtener ese puntaje, pero alardear no iba con él.
- Verá. Me tomé mi tiempo de investigar su historial académico y personal, y debo confesar que me siento bastante complacido con los resultados.- Continuó el rey.- Creo que en el harem hará falta alguien con sus características y conocimientos.
- Realmente agradezco todo lo que obtuve con la beca, y también sus palabras y su tiempo, majestad. Pero como seguro sabrá, hay muy pocos médicos que puedan hacerse cargo de las personas, y ni hablar de hospitales, y de puestos en la universidad para formar a futuros médicos.- Respondió finalmente.- Y yo no puedo dejar a mis pacientes a su suerte por mi propio beneficio. Muchas personas cuentan conmigo, confían en mí, y yo no pienso defraudarlos. Así que muchas gracias, pero no puedo aceptar su propuesta.
- Ya veo.- Habló el Alpha mayor.- Entonces, ¿qué te parece si hacemos un trato?
Definitivamente no esperaba esa respuesta.- ¿Qué clase de trato?
- Si aceptas formar parte del harem, yo te doy mi palabra de incrementar los fondos destinados a las becas para la universidad de medicina, y también a construir más hospitales en las zonas más apartadas del reino.
Una oferta tentadora a decir verdad, eso era lo que más deseaba, que las personas con menos recursos tuvieran acceso a la salud, y que los jóvenes tuvieran acceso a la educación y preparación... Definitivamente, oportunidades como esa no se presentan dos veces en la vida.
- Bien. Acepto el trato.- Respondió después de pensarlo un poco.
El rey se retiró poco después, y hasta entonces pudo mortificarse por lo que había pasado.
Desde el momento en que competía por una beca, sabía que le vendía el alma al diablo, pero ahora definitivamente, se había metido a la boca del lobo... Aún así, ya era tarde para arrepentirse.
Al otro día, a su hora de salida del hospital, se topó con cierto Alpha peli-violeta, que más nervioso que un cerdo gordo en un matadero, le contó cómo había terminado en la misma situación que él.
- ¿Qué estás diciendo, Kardia?
- Lo que oíste.- Repuso agitado el peli-violeta.- Yo... Soy lo peor.
- Kardia...
- No quería hacerlo, pero... No tenía opción.- Suspiró, visiblemente intentando contener las lágrimas.- Ella se merece todo, y yo no puedo darle nada... De seguro me va a odiar toda la vida.
- Kardia, solo hiciste lo que creíste mejor para sasha.- Intentó consolarlo.- Quizás Degel sepa qué hacer ahora. Ya sabes que su familia es cercana al rey.
Kardia solo asintió, y después de que el peli-violeta logró calmarse lo suficiente, comenzaron su búsqueda del Alpha peli-verde, al cual no tardaron mucho en encontrar yendo de camino a la biblioteca.
- ¿Qué?- Exclamó el peli-verde, después de que le contaran todo.
- Lo que escuchaste.- Repuso Kardia.- Creímos que tú estabas enterado.
- Claro que no. Se supone que esto es un secreto de estado y... ¿Qué respondieron?
Hasgard y Kardia se miraron entre ellos por un par de segundos, y después ambos bajaron la mirada.
- Como si tuviera otra opción que aceptar.- Suspiró con impotencia.- Si actualmente terminé la universidad y puedo ayudar a las personas, es por una beca que obtuve... Sabía que era venderle el alma al diablo y aún así tomé el riesgo. Ahora no puedo hacer nada.
- ¿Y tú, Kardia?
- Yo... Acepté también.- Murmuró, manteniendo la mirada baja. Eso no era normal en Kardia, y Hasgard sabía que Degel ya debía al menos suponer por dónde iba el asunto.- Sasha... Me ofrecieron adoptarla y darle un título real, y yo...
A Kardia de nuevo se le comenzó a quebrar la voz, y no tardó en romper en llanto por segunda vez, abrazándose a sí mismo para tratar de calmarse.
- Ella no quería irse... Pero... Prácticamente la abandoné...
- Kardia... Tranquilo. Yo...- Ni siquiera Degel sabía qué decir, y parecía algo nervioso.- Yo también fuí seleccionado.- Confesó finalmente.
Le tomó algunos minutos a Degel calmar a Kardia. Pero una vez que lo logró, el peli-verde les contó cómo el rey había ido a verlo el día anterior y cómo había aceptado. También les dijo que todo iba a estar bien, pero de momento debían mantener en secreto que habían sido seleccionados, igual que todos los demás. De ahí en fuera, no había más que pudieran hacer.
Cómo forma de consuelo, y quizás para calmarlos, Degel propuso prometer que los tres guardarían el secreto, y se reunirían dentro del harem. Él y Kardia aceptaron, y después, cada uno se fue a realizar sus actividades.
Iba a ser difícil seguir su rutina de siempre como si nada, pero no tenía más opción. Ya se había comprometido y ahora debía cumplir su parte, obviamente, solo si el rey cumplía la suya.
El tiempo pasó, y con él muchas cosas cambiaron. Para tanto desgracia como fortuna suya, el rey cumplió su promesa, ya que varios hospitales fueron construidos y se anunció un aumento en el cupo de alumnos en las universidades de medicina, así como la creación de dos nuevas... Bien, al menos ahora las personas más vulnerables tenían más oportunidades, pero él ya tenía un pie en la tumba.
Poco más de un año después de la visita que selló su destino, la noticia de que el rey había enfermado y su salud era cada vez más delicada, se esparció por todo el reino. Varios médicos reales lo habían atendido, pero ninguno dió un buen pronóstico. Era una pena a decir verdad, después de todo, el rey Hakurei había sido un buen gobernante dentro de lo que cabía.
Lo que sí lo sorprendió, fue que el rey lo mandara a llamar, pidiéndole que se presentara en el palacio. No tuvo más opción que ir.
- Hasgard, gracias por venir.
- No tiene nada que agradecer. ¿A qué debo el honor, su alteza?
El anciano rey tosió un poco, mientras se sentaba con ayuda de unos de sus sirvientes.
- Soy consciente de mi estado de salud, Hasgard. Sé que no me queda mucho tiempo, y que en máximo una semana, todo mi reino quedará en manos de mi hijo.- Habló con su voz cansada.- Pronto serán llamados al harem, y yo... Quiero pedirte un favor.
- Lo que sea, majestad.
- Hasgard, por favor, dale una oportunidad a Asmita.- Respondió el mayor.- Sé que muchas cosas se hablan de él, sé que su forma de actuar en distintos momentos pudo ser cuestionable, y sé que tiene un carácter algo difícil... Pero no es un mal muchacho, yo conozco a todos mis hijos y sé que él no es alguien malo. Estoy seguro de que si tú le pides permiso para marcharte, él no dudará ni un segundo en concedertelo.
Hasgard no respondió nada. Tenía tanto que decir... Pero debía mantener su postura.
- Hasgard, también quisiera pedirte otro favor.
- Lo escucho.
- Debes saber que mi hijo más pequeño, Atla, es apenas un niño, tiene apenas 10 años, y ha sufrido tanto...- Suspiró, antes de que un ataque de tos lo sorprendiera.- Tokusa, Yuzuriha, Asmita y Shion... Todos ellos tuvieron la oportunidad de crecer con sus madres, y aunque mis Omegas murieron hace años, fue cuando mis hijos ya eran mayores y podían valerse por sí sólos. Pero Atla... Gateguard murió a los días de dar a luz.
Sí sabía eso. Era de conocimiento público que las tres esposas del rey habían fallecido hace años. El primero en fallecer, hace 12 años, fue la segunda esposa Omega, Avenir, madre del también fallecido príncipe Tokusa y la princesa Yuzuriha, víctima de un ataque al corazón fulminante. Un año después, el siguiente fue la tercera esposa Omega, Ahimsa, la madre del príncipe Asmita, que murió al tropezar y caer por las escaleras.
Sorprendentemente, el último en fallecer, apenas unos meses después de Ahimsa, fue Gateguard, la primera esposa Omega, madre de los príncipes Shion y Atla. Víctima de una terrible infección y fiebres después de dar a luz al príncipe más jóven.
- Sus hermanos y yo hemos hecho todo lo posible porque a él no le faltara nada, y porque estuviera lo mejor posible sin su madre... Pero Shion y Yuzuriha siguieron sus propios caminos, y toda la responsabilidad cayó sobre Asmita.- Hasgard no entendía bien a qué quería llegar el rey, pero simplemente escuchó.- Atla es muy apegado a Asmita, lo ve casi como una madre, y Asmita lo ve casi como un hijo en vez de un hermano. Por favor, cuida de ambos. Creo que de los siete, tú eres quién mejor puede comprender el sentir de mis dos hijos, porque has estado tanto en el lugar de Atla como en el de Asmita.
- Está bien, su majestad.- Respondió.- Se lo prometo.
- Gracias.
Después de esa conversación, se marchó a casa, tratando de continuar con su vida, aunque sabía que la hora estaba cada vez más cerca. Y no se equivocó.
Apenas un par de días después de aquella última conversación con el rey, se dió a conocer la noticia del fallecimiento del gobernante, y unas horas después, unos guardias del palacio llegaron a buscarlo.
Solo abordó el carro, y no dijo absolutamente nada hasta llegar al palacio. Lo condujeron por un pasillo, hasta una enorme habitación. Ese lugar era más grande que toda su casa, así que espacio y comodidades no les faltarían a ninguno de los siete.
Al parecer, fue el segundo en llegar, ya que ahí ya se encontraba Kardia, quién al verlo, lo saludó tan eufóricamente cómo era natural en él. Aunque sabía que Kardia aún seguía sufriendo bastante por haberse separado de su hermana.
Prefirió no tocar ese tema, y conversar de temas al azar, hasta que unos minutos después, llegó otro más. No lo reconoció, aunque parecía ser alguien bastante tímido, ya que no dijo una sola palabra y se sentó solo en un rincón. Pero Kardia, siendo como era, no tardó en acercarse al recién llegado, logrando averiguar su nombre: Sísifo.
No pasó mucho tiempo para que finalmente vieran a Degel aparecer por las gigantescas puertas. Y el peli-verde no tardó en unirseles, al menos por unos minutos, antes de que otro Alpha apareciera.
No prestó demasiada atención a lo que hablaban. No creía correcto meterse en dónde nadie lo llamó, así que se mantuvo al margen, hablando con Kardia. Momentos después, aparecieron otros dos chicos, ésta vez un par de gemelos, Deltas por lo visto.
El gemelo más alto y de piel morena, se acercó a Sísifo, al parecer, se conocían de antes. El otro se acercó a él y a Kardia, presentándose con el nombre de Aspros.
- Hasgard.
- Kardia.
Se presentaron ambos con el Delta. No parecía alguien malo, al contrario, pero había algo en él que lo inquietaba y no de buena manera.
- Un placer conocerlos. Espero que nos llevemos bien y no tengamos ningún problema.- Dijo con una sonrisa Aspros, para después irse con Degel y el otro Alpha de cabello negro.
Kardia no le dió demasiada importancia, y fue a conocer al otro Delta, pero Hasgard se quedó algo inquieto por aquel Delta. Sentía que algo ocultaba.
En el transcurso del día, Degel se acercó a él y a Kardia, y les presentó al Alpha de cabello negro con el que había estado hablando: Cid. Aunque serio, él no le daba la misma sensación de inquietud que Aspros.
El resto del día fue tan normal como podría serlo en su situación: comer algo, intentar relajarse, organizarse, tratar de matar el tiempo y de socializar un poco con los demás.
Los ritos fúnebres se llevarían a cabo, y después la coronación, y hasta entonces, conocerían en persona al rey.
Durante los primeros tres días todo estuvo bien y relativamente normal para estar en un harem, en espera del rey. Degel, por alguna razón, conocía a todos de una u otra forma demás. Él y Kardia lograron llevarse bien con Cid a pesar de tener solo días de conocerlo. Kardia y Cid entrenaban juntos durante las tardes, o a veces, simplemente se sentaban con él y Degel a leer.
Sísifo y Defteros vivían en su pequeña burbuja a parte, pasaban sus días hablando entre ellos y entreteniendose a su manera. Según lo que Degel les contó, ese par se conocía por haber sido custodio y escolta en el pasado, y por eso se llevaban tan bien.
Y Aspros era bastante servicial. El Delta había tomado la costumbre de dormir cerca de las puertas y recibir las comidas de todos. Quizás se había apresurado a juzgar al peli-azul.
Pero en la mañana del cuarto día, ocurrió algo bastante extraño. Todos se quedaron dormidos.
Kardia siempre era el último en despertarse, pero ese día, era el único despierto además de Aspros. Pero lo que más les sorprendió, es que era mucho más tarde de lo que acostumbraba despertar Kardia.
- Quizás solo estábamos demasiado cansados y estresados.- Habló Aspros al verlos tan confundidos.- Yo solo desperté cuando tocaron la puerta... Ya saben, duermo algo cerca, así que por eso me desperté. Defteros está algo estresado, mi pobre hermano... Quizás sea mejor dejarlos descansar. Mañana llega el rey y debemos estar lo mejor posible. Un buen descanso le sienta bien a todos.
El que se quedaran dormidos por tanto tiempo, y que solo Aspros se despertara al escuchar el sonido de la puerta era bastante extraño. Pero él y Kardia lo atribuyeron a que, según lo que Degel y Cid les habían contado, Aspros era un guerrero con experiencia y quizás por eso tenía el sueño mucho más ligero que la mayoría... Pero aún si Aspros había entrenado toda una vida, Cid y Defteros también lo habían hecho, si lo que Degel les dijo era verdad, y ellos no despertaron. La única explicación que se les ocurrió fue que ellos estaban más lejos de la puerta.
Quizás solo estaba siendo paranoico y dejando que el tema del rey le comiera demasiado la cabeza. No había ninguna prueba de que Aspros hubiera hecho algo, así que no le dió importancia y lo atribuyó a su cansancio y estrés.
Cerca del mediodía, Sisifo y Defteros despertaron, llevándose la sorpresa de lo tarde que era, y sabiendo que pronto recogerían los platos y no queriendo problemas, se apresuraron a comer y beber todo lo más rápido posible, logrando terminar a tiempo a duras penas.
Menos de un día para que llegara el rey, y ya sentía sus nervios al borde de un colapso... En fin. Lo hecho, hecho estaba.
A la mañana siguiente, recibieron la visita de varios sirvientes que los ayudaron a alistarse para recibir al rey, y... Cielos, jamás en toda su vida se sintió tan incómodo y observado como esa mañana.
¿Era necesario que enviaran a medio personal del palacio para ayudarlo a ducharse?, perfectamente podría haberlo hecho por sí solo, lo hacía desde los tres años.
Pero lo peor estaba por venir... Depilación, perfume, tirones de cabello, varios peinados para al final terminar usando el primero... ¿Toda su vida iba a ser así?, ¡por todos los cielos y los infiernos!, sentía que todo le dolía, ¿cómo era que los Omegas y mujeres de gobernantes anteriores soportaban todo eso?... Su único consuelo era que no fue el único, los siete pasaron por el mismo doloroso y largo proceso.
Al mediodía, finalmente se abrieron las puertas, y el rey apareció, provocando un silencio sepulcral, al menos hasta que Kardia lo rompió.
- Buen día y bienvenido, su majestad.- Le sonrió pícaro Kardia... Este chico definitivamente no terminaba de entender que no estaba en las calles, y que todas las indicaciones que él y Degel le dijeron, le entraron por un oído y le salieron por el otro.- Por favor, siéntase en total confianza.
- Y... ¿Tú eres...?
- Oh, disculpe mis modales.- Sonrió de esa misma forma, sin quitarle los ojos de encima. Kardia ya se lo estaba comiendo con la vista.- Kardia, a su servicio.
El rey se quedó callado por unos segundos, pareciendo nervioso. ¿En serio?, había acabado con varios Alphas en batallas en el pasado, ¿y se ponía nervioso porque uno le coqueteara?
- Vaya, el rey es mucho más hermoso de lo que me prometieron.- Dijo Kardia sin borrar su sonrisa.- Será un honor y sobretodo, un placer estar a su servicio.- Añadió, para después besar su mano, haciendo que al rubio todos los colores se le subieran a la cara.
- Kardia, ¿qué crees que haces?
Como esperaba, Degel no tardó en acercarse a toda prisa para apartar a Kardia.
- Relájate, Degel. Estoy seguro de que tendrás tu parte.
"Kardia, por lo que más quieras, ya cállate." Era lo único en lo que podía pensar.
- No seas insolente.- Se sumó Cid.
- Por favor, discúlpelo, alteza.- Intervino un Aspros.- Kardia no sabe medir bien sus palabras y es algo imprudente, pero es solo porque está algo nervioso.
- ¡Oye!- Kardia definitivamente no sabía cuándo cerrar la boca, pero Degel y Cid volvieron a intervenir.
- No se preocupen. No me ha molestado en absoluto.- Dijo el rey, cesando la pequeña revuelta.- Al contrario. Gracias por la bienvenida, Kardia.- Añadió, regálandole un leve guiño al Alpha, quién sonrió victorioso.- Los demás, ¿serían tan amables de presentarse, por favor?
- Desde luego que sí, majestad. Mi nombre es Aspros, y estoy a su servicio.
Degel y Cid mantuvieron su semblante serio y sobrio, hincando una rodilla en señal de respeto, después de decir sus nombres.
Sin más opción, suspiró cansado, y se limitó a decir su nombre. No iba a fingir felicidad, pero tampoco iba a ser un maleducado.
Sísifo y Defteros estaban casi temblando, y a duras penas lograron decir sus nombres, para después quedarse sin más que decir.
El rey se retiró poco después de aquella conversación. Tomaría una decisión, y después mandaría a llamar a quién sería el primer esposo, lo cual ocurrió más pronto de lo que esperaban, y el elegido resultó ser Degel.
Degel solo volvía al harem para asearse y desayunar con ellos. Era el único momento en el que podían hablar con él, porque el resto del día, lo pasaba al lado del rey.
Si el embarazo se lograba, se suspendería la asignación de puestos hasta que el cachorro naciera, pero no fue el caso. Así que tuvo que seguir la selección, siendo Cid y Defteros los siguientes.
Con el pasar de los meses, fue inevitable que la confianza entre ellos fuera creciendo cada vez más, dejando poco a poco la tensión de lado, llegando incluso a ser amigos todos.
Pero después de Defteros, no pudo seguir esquivando la bala, y fue su turno. Defteros, Degel y Cid le decían que Asmita no era tan malo, y que le diera una oportunidad, pero para él era Realmente difícil confiar en el rubio. Aún así, no tenía opción, y aguantó de nuevo todo el proceso de preparación. Sinceramente, ya comenzaba a acostumbrarse, teniendo que aguantar esa tortura dos veces por semana, ya se le había hecho rutina.
- Y cuéntame, Hasgard, ¿cómo terminaste aquí?
Y ahí estaba... En el comedor real, sentado enfrente del rey, obligado a cenar con él.
- Sé que no puedo faltarle al respeto, pero tampoco voy a mentir y a llenarlo de halagos.- Respondió sin ocultar la desconfianza que le transmitía el Omega.- Estoy aquí porque no tenía otra opción. Debe ser consciente de que no se le puede ni debe negar nada al rey, así que cuando me pidió dejar mi trabajo como médico para formar parte del harem de su hijo, no tuve más opción que aceptar.
- Veo que eres muy directo y sincero. Eso me gusta.- Dijo el rubio con una sonrisa, y Hasgard casi podía jurar que solo lo hacía para molestarlo.- Así que tenías un puesto como médico. Cuéntame, ¿era interesante?
Se mantuvo callado, mirando de reojo a Asmita. A decir verdad, no confiaba en el Omega. No después de todo lo que había escuchado de él con anterioridad, aún si Degel, Cid y Defteros dijeron algunas cosas buenas. No era tonto, sabía que el rubio había ido a batalla con anterioridad, y bien sabía que sus manos estaban manchadas de sangre, de personas que quizás su único error fue nacer en el lugar equivocado, y servir a un gobernante idiota.
- Tranquilo, tómate tu tiempo.- Sonrió tranquilo el rubio.- No soy un tirano cómo quizás piensas. Por algo trato de acercarme y tener algo de confianza entre nosotros.
- Mejor deje las apariencias de lado, y solo terminemos con ésto.- Suspiró cansado. No quería que eso durara más de lo que debía.- Así ninguno de los dos tendrá que volver a verse en un buen rato.
- Me temo que hoy no me apetece hacer nada en la alcoba.- Replicó el Omega con una ligera risa.- Por hoy quiero que me cuentes un poco más sobre tí, me digas todo lo que tengas que decirme, y también me preguntes lo que quieras para que dejes de verme como un desgraciado.- Añadió.- Y por cierto, puedes dejar las formalidades de lado. No es necesario que me hables de usted, solo llámame Asmita.
Hasgard tuvo que tomar un profundo respiro y contar mentalmente hasta díez. Ahora sí podía jurar que ese Omega hacía eso con el único fin de molestarlo.
Pero no le daría el gusto, así que se calmó e hizo lo que el rubio le pidió.
- Ya sabes mi nombre. Creo que soy mayor que tú, tengo 28 años, y creo que tú 21. No tengo un apellido porque fui abandonado en un orfanato cuando era un recién nacido, y jamás fuí adoptado.
- Sí, me conoces bastante bien por lo que veo.- Sonrió Asmita.- Tengo 21 años, así que sí, soy siete años menor que tú, pero eso es lo de menos.- Añadió.- Estuve investigando un poco sobre tí, y debo decir que tengo demasiada curiosidad. Así que fuiste el primero en obtener una puntuación perfecta en un examen para una beca real, y también fuiste un alumno de excelencia en la escuela de medicina. Interesante. Me gustan los Alphas inteligentes y centrados en lo que quieren.
Bueno, ahora entendía porqué se entendió tan bien con Kardia primer día... Los dos tenían en común coquetear e incomodar a los demás por diversión.
- Sí, así fue.- Respondió, ignorando las insinuaciones del Omega.- No es fácil obtener las cosas sin ningún apoyo.
- Lo sé, y por eso me pareces tan admirable.
Al inicio el ambiente era demasiado tenso, pero con el pasar de los minutos, ambos se fueron relajando y bajando sus barreras poco a poco. Quizás el vino hizo su efecto, o quizás solo se había apresurado a juzgar a Asmita sin saber su versión de la historia... De cualquier modo, logró tener la confianza suficiente para hablarle de los niños a los que ayudaba en el orfanato, así como de su trato con el difunto rey.
- ¿Entonces te gusta cuidar niños?- Preguntó Asmita con una sonrisa.
- Desde siempre he querido ser padre, y poder darle a mi hijo lo que a mí me habría gustado tener.
En ese momento, la puerta del comedor se abrió, y un pequeño Alpha se asomó con timidez. Asmita de inmediato lo reconoció y se levantó para ir con él.
- Lo siento, majestad.- Habló una de las que que supuso, eran las niñeras del niño.- Intentamos detenerlo, pero...
- No te preocupes, Flourite.- Respondido Asmita, alzando en brazos al niño.- Vayan a dormir. Yo me encargo.
Las chicas se fueron, y Asmita volvió a su lugar, ahora con el pequeño Alpha abrazándose a él.
- Lo siento. Atla tiene pesadillas de vez en cuando y no se duerme si no estoy con él.- Dijo, sentándose y abrazando al niño.- ¿Estás bien?- El niño asintió, escondiendo su rostro en el pecho de Asmita, igual que un niño con su madre.- ¿Volviste a soñar con monstruos?
Así que ese niño era Atla, el hermano menor de Asmita... Ahora entendía porqué el rey le pidió aquel favor, y vaya que no exageraba cuando habló de la conexiones entre ambos hermanos.
- Tranquilo. Sabes que papá ya no está, pero yo te cuido.- Le dijo Asmita, abrazándolo, mientras sollozaba.
- Lo extraño mucho...
- Yo también, pequeño. Pero todo estará bien.
Hasgard no soportaba ver a un niño llorar. Así que se acercó a Asmita para ayudarlo a calmar a Atla, logrando que el niño se tranquilizara, e incluso olvidara su tristeza, terminando comiendo algunas frutas con ambos adultos, y riendo con algunas bromas, hasta que se quedó dormido en brazos del Alpha.
- Lamento esto. Hace tiempo que no le pasaba.- Dijo Asmita, acercándose.- Si lo dejo sólo, va a despertar llorando de nuevo.
- Es solo un niño, acaba de perder a su padre hace apenas unos meses, es normal que esté así.- Respondió con tranquilidad.- Lo único importante es que esté bien y no se sienta sólo.
- Sí, lo sé. Él es realmente importante para mí.- Suspiró Asmita, acariciando la mejilla de su hermano.- Si quieres, puedes volver a la sala común del harem con los demás o usar la que será tu habitación. Yo dormiré con Atla por hoy.
- Dijiste que no querías hacer nada hoy. Así que... Supongo que puedo quedarme con ustedes. Para ayudarte a calmarlo por si despierta o algo.
Asmita solo sonrió sutilmente, para después dar media vuelta e indicarle que lo siguiera.
- Si querías dormir conmigo solo debiste pedirlo.- Dijo con una leve risa, mientras caminaban.- Por cierto, me gustaría que me abrazaras a mí también.
Hasgard solo rodó los ojos y sonrió levemente, siguiendo a Asmita.
Así pasó otro mes, en el que, estando obligado a convivir y pasar tiempo con él, Hasgard cambió un poco de opinión sobre Asmita. Bien, admitía que no era un monstruo, pero tampoco era un santo. Sinceramente, Asmita era algo arrogante, pero tenía cierto carisma. Sin contar el enorme cariño que tenía a todos sus hermanos. Al final, sí lograron entenderse, aunque el embarazo no se logró. Y llegó el momento de elegir al quinto esposo.
Sí, quizás su inicio con Asmita no fue el mejor, pero ahora no dudaría en dar hasta su vida por ese Omega. Era más que solo el rey al que había jurado lealtad, era su esposo, la madre Omega de su hijo, alguien a quién realmente amaba, y esa era la verdad.
Su pequeño Alde, su más grande tesoro y lo que más amaba en la vida, fue el quinto en llegar, apenas poco más de un año después de Camus, el hijo de Degel.
Sabía que al ser hijo de un rey, y tener varios hermanos que querrían el trono, su hijo estaría en un grave peligro si no hacía algo.
Afortunadamente, Alde desde muy pequeño, fue un niño muy tierno y que nunca buscaba conflictos. Y para rematar, mostró interés en una princesa Beta de un reino vecino, y la niña, que era hija única, le correspondía y los padres estaban conformes.
Así que, aunque no era lo que más le habría gustado, vió a su hijo comprometerse a la corta edad de siete años, para casarse en cuanto cumpliera la mayoría de edad. Pero al menos, ahora, tres años después del compromiso, su hijo estaba fuera de peligro.
En esa enorme sala, con Asmita a punto de decir quién sería su sucesor, perfectamente se respiraba la tensión y la posible traición en el ambiente.
Saga y Kanon, los hijos de Aspros. Ese par de niños a los que también ayudó a criar, y que también sentía como sus hijos, eran ahora una amenaza para sus propios hermanos, Aioros, Shaka y el pequeño Milo.
Los únicos que estaban a salvo además de Alde, eran Aioria, Camus y Shura. El resto perfectamente podrían ser apuñalados por la espalda por los gemelos, todo por el poder, y por culpa de Aspros.
Pero por más que le doliera ver la situación, nada podía hacer, más que desearles la mejor de la suerte a todos los chicos. Aspros se encargó de envenenar a sus hijos desde niños, y ya era muy tarde para hacer algo al respecto para ayudarlos... Si tan solo no hubieran sido tan ciegos...
No siempre era válida la frase de hacer lo que se debe hacer...
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Primer fanfic del año! Siguiendo con los spin-off de este harem.
Bueno, creo que no tengo nada que decir, más que, espero que en los días que van del año, les haya estado yendo bien, y que hayan empezado a trabajar en sus propósitos de este año.
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