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El Doncel Del Mar [🧜‍♀️EoxBaian🐎]

Había arribado a aquel país en busca de aventura. Hace casi un año que decidió seguir a sus amigos en aquella travesía de recorrer varios países del mundo, viajando de norte a sur, y de éste a oeste.

Habían pasado desde su natal Canadá, hasta llegar a la natal Grecia de Kanon y Julián. Luego a la tierra de Sorrento en Austria. Después por el país que vió nacer a Isaac, Finlandia. Pasando por la tierra de Tethys en Dinamarca. No se olvidaron de la tierra de Sri Lanka, dónde nació Krishna. Incluso habían llegado a la natal Portugal de Kaysa. Pero él seguía sintiendo que algo le faltaba y no encontraba en ningún lugar.

Lo peor era que su travesía alrededor del mundo estaba a punto de terminar, y todos sus amigos parecían satisfechos, menos él. Bueno, Julián y Tethys ya eran pareja desde antes de iniciar su viaje, y éste no había hecho más que fortalecer su ya de por sí fructífera relación. Kanon y Sorrento, después de varias escenas de celos de alguno de los dos, terminaron finalmente aceptando sus sentimientos el uno por el otro e iniciado una relación que prometía mucho. Kaysa y Isaac no perdían el tiempo, se habían tomado muy en serio eso de "un amor en cada puerto". Krishna estaba encantado conociendo todo sobre la cultura de cada país que visitaban, aprendiendo idiomas, costumbres, tradiciones, y mil cosas más, en palabras de él, se había encontrado a sí mismo.

Su última parada antes de volver a su punto de partida en Estados Unidos, era Chile, aquel país que había cautivado a todos.

- Vamos, Baian, anímate un poco.- Le decía Isaac, dándole un leve golpe en el hombro.- Cambia esa cara de funeral, que matas la alegría.

Se encontraban en una playa de Chile, en una ciudad costera llamada Valparaíso. En plena noche de verano era perfecto para salir a beber y pasarla bien en la noche, y ese era el plan, pero el canadiense simplemente no estaba de ánimos.

- ¿Ocurre algo, Baian?- Se acercó Tethys a preguntarle qué le sucedía.- No le hagas caso a éste para de brutos, ya sabes cómo son.

Baian solo sonrió de forma forzada y negó con la cabeza.- No es nada, solo estoy algo cansado.

- Quizás lo mejor sea que todos nos vayamos a dormir al hotel.- Añadió Julián.- Mañana nos espera un largo recorrido si queremos terminar de ver toda la ciudad.

- ¡No seas aguafiestas!- Reprochó Isaac.- Si quieren váyanse, yo me quedo otro rato.

Una pequeña discusión se armó entre el grupo, algunos querían quedarse un rato más bebiendo y bailando, pero los demás preferían irse ya. El acuerdo era: "Juntos llegamos y juntos nos vamos", así había sido durante toda la travesía, pero ahora no lograban ponerse de acuerdo.

- Quizás deberían hacerle caso a sus amigos y buscar un lugar para resguardarse, jóvenes.- Escucharon la voz del bartender.- ¿No saben qué fecha es hoy?

- ¿22 de junio?- Preguntó Isaac, mirando su teléfono.

El hombre negó.- Estamos a tan solo un par de horas de que comience la noche de San Juan.

- ¿La noche de San Juan?- Preguntó Krishna, intrigado por añadir otro dato a su bitácora de viaje.- ¿Qué es eso?

- Las personas cuentan que durante la noche del 23 de junio se abren portales entre nuestro mundo y el otro.- Contó el hombre.- Ésta noche las energías son mucho más fuertes, y criaturas de todo tipo salen a pasear libres por el mundo de los mortales a hacer todo tipo de fechorías.

- ¿Cómo qué?- Preguntó Isaac, curioso por aquel relato.

- Muchas en realidad. Pero en este lugar en específico es más probable que salgan las sirenas.- Respondió el mayor.- Dicen que si durante la noche de San Juan pasan muy cerca de la costa, pueden escucharlas cantar, pero tengan cuidado. No se dejen engañar ni tentar, esas criaturas pueden ser muy peligrosas.

Con escuchar esa leyenda, Isaac y Kaysa no tardaron en hacer ojos de cachorro a sus amigos, pidiéndoles quedarse e ir a hacer una expedición rápida a la costa, solo para comprobar si la leyenda era cierta.

- No.- Respondieron todos al unísono.

- Pero-

- Si una sirena no te mata, la marea alta lo hará cuando caigas dormido al mar por estar tan ebrio.- Renegó Kanon.

Pero Isaac y Kaysa eran peor que niños cuando se lo proponían, y no dejaron de hacer una pataleta hasta que Tethys intervino y dijo que solo si no tomaban demasiado, y sería una expedición rápida, después volverían al hotel y no saldrían hasta el amanecer.

Isaac y Kaysa aceptaron, igual que niños aceptando las condiciones de su madre para tener un dulce. Julián y el resto solo suspiró resignado.

Justo cuando el reloj marcó la medianoche, y el bartender les indicó que ya había comenzado la noche de San Juan, abandonaron el local y se dirigieron a la costa.

Caminaron por la orilla de la playa, sin ver realmente nada fuera de lo común, aunque el ambiente era muy relajante y tranquilo.

Kanon y Sorrento caminaban tomados de la mano, terminando con un Sorrento adormilado y que Kanon cargó en sus hombros. Al final, el peli-lila fue el primero en ser vencido por el cansancio, quedando dormido en la espalda de Kanon a los pocos minutos de expedición.

Krishna admiraba el paisaje, tomando algunas fotos del cielo despejado y el mar de madrugada, que seguramente usaría para agrandar su enorme álbum de memorias.

Isaac y Kaysa daban brincos por todos lados, a ver si veían una sirena.

Julián se mantenía al lado de Tethys, aunque el cansancio comenzaba a jugarle en contra, caminando casi como zombie, recargado en la chica.

Baian solo seguía a su grupo, hasta que, al llegar a un punto, comenzó a escuchar un hermoso canto.

Era tan dulce, pero intenso a la vez. Le recordaba a aquella voz privilegiada que solo los tenores poseían, aunque le pareció extraño que alguien cantara en ese lugar a esa hora.

Intentó localizar con la vista al dueño de aquella melodiosa voz, sin éxito en su misión, a pesar de seguir escuchándolo. Pero su sorpresa incrementó cuando al devolver la vista al frente, vió a todos sus amigos dormidos, más bien, inconscientes sobre la arena. Desde Kanon hasta Isaac, todos parecían como si los hubieran noqueado.

¿En qué momento pasó eso?, solo se giró unos segundos y cuando volvió a mirar al frente todos estaban inconscientes.

Pero de inmediato notó otra cosa: Tethys no estaba con los demás. La buscó desesperadamente, siguiendo las huellas sobre la arena, mientras gritaba el nombre de su amiga.

- ¡Tethys!- Corrió a toda velocidad, siguiendo las huellas, hasta que llegó a la orilla del mar, dónde vió a la rubia, adentrándose en el mar, que ya casi le llegaba a la altura del pecho.- ¡Tethys!

Sin pensarlo, corrió detrás de ella. Tethys no era buena nadando en mar abierto, y si no la alcanzaba podría ahogarse. No dejó de llamarla en ningún momento, pero ella parecía no escucharlo, como si estuviera sonámbula o hipnotizada.

Afortunadamente, Baian era un excelente nadador, y sin mucho problema pudo alcanzar a Tethys, justo antes de que cayera en mar profundo.

La sujetó de la cintura con fuerza, para después llevarla de vuelta a la orilla, dónde Tethys al fin pareció reaccionar.

- ¿B-Baian?- Tartamudeó la chica, después de toser algo de agua.- ¿Q-Qué pasó?

- No lo sé.- Respondió Baian, con su corazón aún latiendo a mil por hora a causa del esfuerzo físico reciente.- Solo me distraje unos segundos y para cuando ví, todos estaban tirados en la arena y tú caminando hacia el mar.- Añadió.- ¿Qué fue lo que te pasó?, ¿por qué no reaccionabas?

Tethys miró a sus amigos y novio tendidos sobre la arena, completamente dormidos.

- Y-Yo... No sé qué pasó.- Contestó la rubia, tan confundida como Baian.- Si recuerdo haber escuchado a un chico cantar, y... Después nada.

Entonces no había sido su imaginación, ese canto sí se había escuchado, pero ahora la pregunta era ¿quién lo emitía?, y ¿por qué causó eso?

- Será mejor que no te acerques más al oceano.- Dijo Baian, ayudando a Tethys a levantarse.- No tengo idea de qué fue eso, pero no es seguro quedarnos aquí.

- Quizás debimos escuchar al señor del bar.- Añadió Tethys.- Debimos habernos ido al hotel.

- El hubiera no existe, querida.- Respondió Baian.- Ahora ayúdame a llevar a esta bola de inútiles, que yo solo no puedo.

Tethys asintió, y entre los dos, con mucho esfuerzo, consiguieron llevar a Sorrento, y Julián que eran los más ligeros de todos. Sin embargo, en el hotel tuvieron que pedir ayuda para llevar al resto. Afortunadamente, el personal era muy amable y al escuchar lo que había pasado, no dudaron en ayudar. Gracias a eso, al cabo de más o menos media hora, todos estaban en sus habitaciones.

A Baian le tocaba compartir habitación con Krishna, así habían hecho, a decir verdad, su amigo era el más tranquilo y nunca daba problemas. Pero Baian no podía sacarse la cabeza lo que había pasado en la costa.

De pronto, comenzó a escuchar aquel canto, y su primer instinto fue asomarse por el balcón, que daba una vista directa al mar. Sentía que ahí estaba la respuesta a sus preguntas.

Observó todo lo que sus ojos le permitan, y en una roca algo alejada de la orilla, pudo ver una silueta humana. No sabía qué, pero algo lo impulsó a salir de su habitación y correr por los pasillos del hotel, hasta llegar a la costa, dónde el volumen de aquel canto no hizo más que aumentar.

Miró en la dirección de aquella roca, y vió más claramente aquella figura, iluminada únicamente por la tenue luz de luna. Se trataba de un jóven de figura delgada y esbelta, bastante bien parecido, con piel acanelada, y unos largos cabellos rosados. Él era quién entonaba aquella melodía.

Dudó si debía acercarse, y prefirió mantenerse a una distancia segura, en una parte del mar dónde el agua a duras penas le rebasaba las rodillas, hasta que aquel canto cesó y vió a aquel jóven lanzarse al agua.

Baian de inmediato entró en pánico, creyendo que se habría hecho daño, pero pronto vió a ese joven desconocido surgir de entre las olas, desplazándose con la misma naturalidad y facilidad que lo haría un pez.

Baian se perdió observándolo, hasta que escuchó aquella voz cerca de él, topándose con unos hermosos ojos rosados.

- Eres tú...- Pronunció aquel chico en un suave susurro.

- ¿Qué?- Baian no entendía nada y no pudo evitar preguntar.

- No sabes cuántas noches te esperé.- Murmuró aquel chico, sosteniendolo de las mejillas.- Tú eres el elegido.

Baian se puso nervioso por la cercanía de aquel chico, que no le era nada indiferente. Sentía como si lo conociera de algún lado, como esas escenas de películas donde dos almas gemelas se encuentran. Apenas cruzan miradas y sus corazones ya se aman.

- Solo un beso de un varón me dará la vida.

El chico rompió la corta distancia, fulminando en un casto y amoroso beso, que Baian, sin saber porqué, correspondió alegre, abrazando por la cintura a aquel chico.

- Tú rompía mi maldición.- Dijo aquel chico de cabello rosa.- Al fin te volví a encontrar después de tantos años sin verte...- Añadió, acariciando la mejilla del castaño.- Te juro que no volveré a perderte, no ahora que al fin pude encontrarte de nuevo.

Al cruzar su mirada con aquellos hermosos ojos rosados, mil recuerdos llegaron a la mente de Baian, pero no de su vida actual, sino de una pasada.

- Eo...- Murmuró el nombre que al fin recordó, acariciando con cariño la mejilla del peli-rosa.

- ¿Me recuerdas, Baian?- Preguntó con lágrimas resbalando por sus mejillas, pero una radiante sonrisa el mencionado.

- Claro que te recuerdo...- Respondió Baian, derramando unas cuántas lágrimas.- Al fin te vuelvo a encontrar después de tantos años... No sabes cuánto tuve que pasar para encontrarte... Después de...

- Ya no importa.- Lo interrumpió Eo, colocando un dedo sobre sus labios.- Eso ya pasó, ahora que estás aquí, solo quiero estar junto a tí, como siempre debió ser.

Baian no respondió con palabras, sino con un beso en los labios ajenos, sellando ante la luna el reencuentro de dos amantes, dos almas que pasaron siglos intentando volver a encontrarse, y cómo después de tantos siglos, aquella maldición que recaía sobre uno de ellos, era al fin rota por el otro.

"Eo, un alma condenada después de su muerte a estar separado de su alma gemela, y vivir en soledad, después de haber asesinado a una mujer que intentó obligarlo a casarse con ella, fingiendo un embarazo.

Eo dió su vida para salvar al hombre que tanto amaba y que habría muerto con él si su amor prohibido por dios salía a la luz. Eo enfrentó solo el juicio por asesinar a esa mujer, y después de su muerte, enfrentó la justicia divina, que lo condenó a ser un monstruo.

Si castigo fue ser convertido en un tritón, cuya voz sumiría en un profundo sueño a todos los hombres y atraería a toda mujer que lo escuchara cantar, llevando a las féminas a morir ahogadas. Para que nunca olvidara el crimen que lo condenó, viviendo atormentándose por matar a doncellas inocentes, cuyo único error sería caminar cerca de la costa.

Esa maldición duraría hasta que el alma del hombre al que tanto amó le diera aquel beso que dejó pendiente. Hasta que el varón por el que sacrificó todo, reapareciera, podría ser libre de aquella prisión de agua salada.

Y ese día, después de tantos siglos, finalmente había llegado."

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