El diablo no negocia [♉HasgardxKagaho💥]
« Es inútil, no lo hagas,
Es arrogante intentarlo »
Eran palabras que ya se había acostumbrado a escuchar de varios cuando el tema de ese ex-espectro salía a colación.
La guerra santa había terminado, cobrando la vida de Athena y Tenma para sellar el alma de Hades hasta la próxima era.
Que ellos estuvieran vivos había sido un regalo de la diosa Perséfone, la reina del Inframundo, que despertó de su sueño al sentir como todo el Inframundo estaba a nada de colapsar.
Le permitió a los santos caídos en batalla volver a la vida en señal de tregua y a la vez, forma de limpiar un poco su reputación por todo el desastre que su esposo causó al dejarse engañar y manejar por un mortal y uno de sus jueces. Aunque también fue a cambio de que le devolvieran las almas de sus espectros, atrapados en el rosario de las 108 cuentas.
Perséfone les demostró que no era una diosa despiadada, al preocuparse por el destino que habían sufrido sus espectros por culpa de un mortal corrompido por sus propias emociones, la ambición de uno de sus jueces, y la incompetencia de su esposo.
Al inicio, Asmita se mostró renuente a entregar el rosario, y no dudó en plantarle cara a la diosa, pero al no detectar malas intenciones en ella, cedió y le permitió recuperar las almas de los espectros, con la condición de mantenerlos a raya hasta que Athena volviera. Perséfone aceptó la condición, y la cumplió, al revivir a los espectros y dejar ir a los que no desempeñaban ninguna tarea en el Inframundo.
De eso, habían pasado ya varios meses. Sin Athena ni conflictos cercanos de por medio, cada quien eligió un camino diferente. Algunos eligieron permanecer en el santuario, listos para enfrentar cualquier amenaza en potencia. Otros más decidieron alejarse del Santuario y buscar su propio camino en otro lugar, pero manteniéndose como aliados. Otros más recibieron una tarea y se trasladaron a cumplirla...
Hasgard había decidido permanecer en el Santuario. Teneo ya casi estaba listo para heredar el puesto de Tauro, Salo había vuelto a la vida gracias al trato con Perséfone y junto con Celintha, habían decidido mudarse a Rodorio y llevar una vida normal. Él respetaba y apoyaba las decisiones de los tres, después de todo, eran sus vidas al final del día, y el bienestar y felicidad de sus niños eran lo único que le importaban.
Los espectros revividos y devueltos a la Tierra, habían seguido caminos diferentes. Algunos habían retomado sus vidas previas a la guerra, otros más se habían visto forzados a encontrar la forma de reintegrarse a la sociedad, y otros más... Bueno, la vida da muchas vueltas.
- ¡Hey, Hasgard!, te necesitamos en Tauro para controlar a esa fiera que adoptaste.- Lo llamó Kardia, llegando al coliseo.- Otra vez asustó a una doncella y de paso inició una pelea con unos guardias.
El peli-blanco suspiró cansado.- Gracias por avisarme, Kardia.
Dejó su entrenamiento de lado para ir a Tauro a ver qué era lo que había pasado ésta vez.
Kagaho, aquel espectro que conoció en plena batalla y al que acogió bajo su protección cuando Perséfone los trajo de regreso a todos.
El chico no tenía a dónde ir, ni una familia que lo esperara, ni un hogar al cual volver. Ahora, que el ejército de Hades había sido disuelto y él había sido devuelto a la vida, estaba completamente sólo en el mundo.
Lo dijo en su primer encuentro con él y lo sostenían: a pesar de su agresividad, no percibía maldad en él, solo un enorme dolor que se esforzaba en silenciar, disfrazar de odio. Por eso, unos días después de volver de la muerte, cuando lo descubrió vagando por los alrededores del Santuario, hambriento, deshidratado por el inclemente clima desértico de Grecia, y con algunas heridas, no dudó en ofrecerle algo de comida, agua y un lugar dónde dormir.
Kagaho, como esperaba, se mostró orgulloso y agresivo, pero al final, logró convencerlo y llevarlo a Tauro para curarlo y alimentarlo.
El peli-negro le agradeció a su manera, que se resumía en palabras despectivas intentando ser amables sin verse débil. También dijo que solo había aceptado porque estaba harto del sol de verano, pero se iría en un par de días, que al final se habían vuelto meses.
Tal y como esperaba, muchos no se tomaron a bien la estadía de Kagaho en el Santuario, y sabía bien qué razones no les faltaban, pero él siempre había sido un fiel creyente de que todos merecían una segunda oportunidad, y que hasta el corazón más podrido podía ser redimido con algo de amor, comprensión y compasión.
Varios le habían dicho que no confiara en ese chico, aún si la guerra había terminado, eso no borraba todo lo que hizo, cómo intentar matarlo, atacar el Santuario y en general, haber sido de los peores sádicos, incluso entre los espectros.
Solo algunos como Dohko, Kardia, Asmita, Manigoldo y Sage le habían dado el beneficio de la duda. El resto se mostraba reacio a siquiera dirigirle la palabra.
Sí, sabía que Kagaho no era un ángel libre de pecados, pero sabía que tampoco era el demonio cruel y despiadado que todos creían. Sabía que en el fondo, muy, muy, muy en el fondo, tenía un buen corazón. Quiénes habían decidido darle una oportunidad, podían confirmarlo.
Dohko dijo haber descubierto algunas cosas de él, y junto con la batalla que tuvieron, podía entender un poco porque el Bennu era como era.
Kardia, a pesar de su fiera e intimidante apariencia, no era una mala persona, y muchas veces era junto con Hasgard y Dohko, quiénes más fácilmente podían ganarse la confianza de otros. El guardián de Escorpio dijo poder entender hasta cierto punto al chico, después de todo, él también sabía lo que era estar sólo y ser señalado y juzgado sin que se hubieran tomado la molestia de conocerlo y saber sus razones para ser como era. Estigma que lo seguía incluso siendo un santo dorado, siendo tachado de torpe, despiadado e innecesariamente violento.
Manigoldo, al igual que Kardia, podía entender hasta cierto punto a Kagaho. Después de todo, él también sabía lo que era quedarse completa sólo en el mundo, perderlo todo y estar furioso, pero no saber ni con qué y cargar todo eso en silencio. Antes de ser el Santo de Cáncer, él también había cometido errores que no le enorgullecían, cómo robar, herir y quizás hasta matar sin querer a inocentes, así que no se sentía con el derecho de juzgar demasiado duro al espectro. Después de todo, no todos tenían la suerte de ser rescatados a tiempo por alguien como su maestro Sage, que los guiara, aconsejara y cuidara con un cariño casi paternal.
Sage, cómo el líder, figura de autoridad y guía de todos, compartía una forma de pensar similar a la de Hasgard. Todos merecían una segunda oportunidad, siempre y cuando hubiera disposición a cambiar para mejor. Él había comprobado en su longeva vida, que sí era posible hacer cambiar a alguien, aunque el camino no era nada fácil y menos lo sería con un caso como el de Kagaho.
Asmita, milagrosamente, al fin estaba de acuerdo con él en algo: no había maldad real en Kagaho. El Santo invidente dijo que, a diferencia de otros espectros o incluso el propio Aspros que los traicionó, en ese chico no sentía maldad alguna por más que buscó. Pero en el proceso sí descubrió varias cosas, y Kagaho le recordaba más a Defteros, alguien con un corazón bondadoso y muy herido, que se esforzaba en esconder bajo capas de odio y maldad fingidos.
Los demás había sido un rotundo "no" al jóven. Kagaho pasaba casi todo el día encerrado en Tauro, aunque de vez en cuando, subía a Cáncer, Virgo o Escorpio, los únicos lugares en todo el santuario dónde era bienvenido.
A pesar de todo, él estaba dispuesto a demostrarles que Kagaho podía cambiar. Jamás se había rendido con nadie, y ésta no sería la primera vez que lo hiciera.
Confiaba plenamente en que Kagaho cambiaría. No había conseguido aún que le dijera exactamente qué le había pasado para llegar a ser cómo era, y Dohko y Asmita, quiénes de una u otra forma habían logrado saberlo, guardaban aquel secreto por respeto al chico. Después de todo, no tenían derecho alguno a revelar eso, si lo hacían, solo harían que Kagaho desconfiara aún más y sería echar el poco progreso a la basura.
Aún así, no importaba saber las razones, sabía bien que no era malo, solo había tenido una vida demasiado difícil, y esperaba que algún día le tuviera la confianza suficiente para contarle.
Muchos le cuestionaban si acaso había perdido la razón por pensar así. Compañeros como Degel y Albafica le habían dicho que era demasiado ingenuo por creer que podía cambiar a alguien tan despiadado y cruel. Otros como Shion insistían en que no se aferrara a esa idea, nada le garantizaba que obtuviera resultados favorables algún día y no querían que saliera herido por querer hacer una buena obra.
« Lo sé. Sé que nada está garantizado, pero ¿qué acaso no es uno de los ideales de Athena la fé en la redención?, ¿o que la fuerza más grande de los humanos, capaz de incluso hacernos enfrentar y derrotar dioses, es el amor?, ¿acaso no es eso por lo que luchamos? »
Eran las palabras que no se cansaba de repetir en cada ocasión. Era la verdad, era lo que realmente pensaba y creía firmemente en ello.
Le daba igual si todo el mundo creía que no lo lograría. Era un santo de Athena, y no cualquier santo, sino el Santo dorado Tauro, y un Santo de Athena, jamás perdía la esperanza ni se rendía.
Después de dar unas indicaciones a los jóvenes que ayudaba a entrenar, estuvo por retirarse para seguir a Kardia, cuando una voz conocida lo hizo detenerse un momento.
- Maestro.
- ¿Pasa algo, Teneo?
- ¿Por qué insiste en mantener a ese... Chico aquí?- Cuestionó el menor, intentando ocultar su molestia.- Siempre está dando problemas. Aún si ya no tiene una armadura, conserva su cosmos y no deja de ser un peligro en potencia para las doncellas, los guardias, los aprendices y los santos de bronce. ¿Qué harán si un día los ataca?, no tendrán forma de defenderse.
- Teneo, ¿acaso no te enseñé que nunca se debe juzgar un libro por su portada?
- Lo sé, pero él demostró no ser de fiar. Es agresivo, violento, inestable...- Mencionó el jóven aprendiz. Aún recordaba bien su primer encuentro con Kagaho, y le daba igual así pasaran cien años, ese recuerdo jamás se iba a ir.- No confío en él, y creo que nunca lo haré.
Hasgard solo sonrió y negó con la cabeza. Sabía bien que Teneo era alguien fuerte y valiente, pero también algo rencoroso. Bueno, no podía ser tan duro con él, después de todo, su primer encuentro con Kagaho no fue precisamente la mejor carta de presentación.
- ¿Por qué no vienes, Teneo?- Sugirió, y vió al joven dar un pequeño respingo.- Desde que llegó, ambos se la pasan evitándose entre ustedes. Pero jamás lograrás conocer qué hay debajo de la superficie de un lago si no te atreves a sumergirte.
El joven pareció pensarlo. Su maestro no mentía, desde que supo de la llegada de ese espectro al santuario, procuraba no acercarse a las doce casas para nada, y si por mala suerte se lo topaba rondando por el coliseo o Rodorio, prefería dar media vuelta y fingir que no lo vió. Finalmente, suspiró y negó, no quería ni siquiera escuchar el nombre de ese espectro.
- Lo siento, pero sería demasiado hipócrita de mi parte fingir que me agrada o que le tengo una sola pizca de confianza.- Admitió Teneo.- Nada borra todo lo que hizo, y sinceramente, no creo poder perdonarlo algún día.
- Y menos lo harás si te quedas con la primera impresión sobre alguien.
Teneo siguió negándose, pero al final su maestro logró convencerlo de ir a las doce casas. No cómo amigo, solo como compañía y apoyo si era necesario contener a Kagaho.
Así, los tres fueron de vuelta a la casa de Tauro, dónde Teneo se sorprendió de no ver ningún desastre demasiado grande, más que un par de golpes y daños en un pilar.
En el interior del templo estaba Kagaho hablando, casi a gritos, con Asmita, mientras el santo de Virgo, tan inamovible cómo siempre, permanecía escuchando.
- Comprendo, y no te juzgo por lo que hiciste.- Escucharon que le dijo el caballero de Virgo al ex-espectro.- Pero ahora explícales a ellos.
Kagaho giró la vista de inmediato, topándose con los recién llegados.
- Le informaré al patriarca lo que pasó, Kagaho.- Añadió Asmita, poniéndose de pie.- Nos vemos.
Asmita salió del templo, con dirección a Géminis. Kardia no tardó mucho en irse, no sin antes despeinarle un poco el cabello a Kagaho, quién soltó un gruñido.
- ¿Qué pasó ésta vez?- Cuestionó Hasgard, una vez que solo quedaba Teneo con ellos.
- Nada.- Respondió Kagaho, e intentó irse, pero fue detenido por el custodio del templo.
- Asmita no deja su templo, y Kardia no va corriendo hasta el coliseo por nada.- Replicó el mayor de los tres.- ¿Qué pasó?
- ¡Ésta vez no hice nada malo!
- Jamás dije que lo habías hecho.- Repuso Hasgard.- Te pregunté qué pasó. Jamás dije que habías hecho algo malo o que tenías la culpa.
Teneo solo miraba en silencio, intentando mantener una expresión neutra, pero le era casi imposible con la actitud de Kagaho. No entendía cómo su maestro le tenía tanta paciencia. A ese chico nadie le había hecho nada, a pesar de que él había empezado el problema, y aún así se ponía agresivo.
- ¿Y bien?
- ¿Qué hace ese niño aquí?- Cuestionó Kagaho, intentando zafarse de la situación.
Teneo rodó los ojos y se mordió con fuerza la lengua para evitar responderle cómo quería. Era un aprendiz, era cierto, pero no por eso estaba dispuesto a permitir que alguien como Kagaho lo hiciera menos por ese hecho.
- Ese niño tiene nombre, ya lo sabes, se llama Teneo. Y vino porque yo se lo pedí.- Replicó el peli-blanco.- Listo, respondí tu pregunta. Ahora tú responde la que yo te hice.
Kagaho volvió a gruñir y rechinar los dientes. Teneo solo apretaba los puños y contaba mentalmente hasta el diez y de regreso para evitar perder los estribos. Su maestro perdía el tiempo con ese chico.
- Tengo todo el día, Kagaho. Aquí podemos quedarnos hasta el anochecer si es necesario.
- Creo que yo mejor me voy, maestro.- Habló Teneo.
- Harías un gran favor.- Gruñó Kagaho.
Teneo gruñó y de no ser por la rápida reacción e intervención de Hasgard, quizás habrían terminado en una confrontación física.
- No son niños, así que contrólense los dos.- Los regañó a ambos, logrando evitar una discusión.- Teneo, dijimos que vendríamos a ver qué había pasado, no a discutir.
- Pero-
- No me importa quién empezó. El fuego no se apaga con más fuego.- Añadió, adelantándose a las posibles palabras de Teneo.- Y Kagaho, no haz respondido. ¿Qué fue lo que pasó?, ¿por qué atacaste a un guardia?
Ambos jóvenes se miraron fijamente por unos segundos. Teneo esperaba que Kagaho se quedara callado al verse expuesto como el volátil y agresivo hombre que era. Kagaho no quería hablar sobre sus motivos delante de ese chiquillo, y verse vulnerable.
- ¿Vas a hablar o tendré que preguntarle a Asmita?
- ¡Bien!- Gruñó el peli-negro.- ¡Estaba en Tauro y escuché gritar a una mujer. Salí a ver qué demonios pasaba, y encontré a ese bastardo encima de esa niña!
Teneo no vió venir esa respuesta, y no supo cómo reaccionar. Hasgard solo guardó silencio, sabía que Kagaho tenía más cosas por decir, ya se había acostumbrado a dejarlo desahogarse.
- ¡¿Vas a decir que una niña que no pasa de los 13 años, gritando por ayuda, mientras un maldito que fácilmente le dobla la edad, la sostiene de los brazos atrapada contra el suelo, es un malentendido?!, ¡¿o que debí usar las palabras con ese cerdo?!, ¡¿o que ni siquiera esa escoria merece un castigo?!
Teneo solo observaba y escuchaba en silencio. A decir verdad, eso no sonaba a ningún malentendido y era una historia que desgraciadamente no sonaba difícil de creer.
No era un secreto que más de una doncella había sido víctima de algún tipo o intento de abuso por parte de guardias o gente ajena al Santuario. Tanta fue la incidencia de esos casos, que llegó a los oídos de Athena, quién se pronunció al respecto, declarando que todo aquel que atentara de esa forma contra alguien, sería declarado y juzgado como un traidor, e hizo que se detuvieran por un tiempo.
Pero ahora, que Athena ya no estaba, las santos femeninos, aprendices y doncellas volvían a ser blancos fáciles para degenerados. Ya habían tenido que enfrentar un puñado de casos.
Siendo sincero, no estaba precisamente en desacuerdo con Kagaho en ese tema. Ese tipo de actos le parecían asquerosos y de lo más bajo que un ser humano podía hacer a otro, y cuyo daño definitivamente no se reparaba ni con la muerte del responsable.
- No, no voy a decir nada de eso.- Habló finalmente Hasgard.- Solo sabía que tenías más qué decir. Gracias por tu ayuda, pero ahora debemos encargarnos de ese tipo.
Kagaho dijo que la niña había escapado y al parecer logró llegar a Virgo, resguardandose con el santo invidente, quién a su vez la envió a la sala del patriarca y bajó para hacerse cargo de la situación.
Luego de escuchar a Kagaho, Hasgard se retiró del templo para ir ante el patriarca. Después de todo, su templo había estado a nada de ser el escenario de un crimen atroz, así que también le concernía tomar cartas en el asunto.
Teneo se quedó en Tauro, en silencio, hasta que Kagaho habló.
- ¡¿Qué?!- Gruñó.
- Nada.- Suspiró el aprendiz, por poco olvidaba el carácter de Kagaho.
- ¿No tienes algo qué ir a hacer a otro lado?
- Ya me voy.- Respondió, intentando tenerle paciencia.- Supongo que... Quizás me equivoqué al juzgarte tan rápido.
Teneo comenzó a caminar, dispuesto a irse, pero cuando estaba por salir del templo, Kagaho apareció enfrente de él, sacándole un susto.
- ¡¿Qué quieres decir?!- Le cuestionó el mayor.
- En primer lugar, no hagas eso. No somos amigos, y para serte sincero, no confío en tí. Así que evita aparecer de esa forma.- Dijo, encarando a Kagaho.- En segunda, no dije nada ofensivo. No es para que te pongas a la defensiva.
- ¡Eso no-!
- No es necesario gritar todo el tiempo.
- ¡Yo no-!
- ¿Lo ves?
Kagaho se mordió los labios, gruñó, y finalmente suspiró. Ese santo de Tauro ya le había dicho que controlara el tono de su voz, y vaya que lo intentaba, pero en momentos como ese le era casi imposible.
- Lo que quise decir, es que quizás mi maestro tiene razón, y no eres tan malo.- Aclaró Teneo.- Creo que en tu lugar habría hecho lo mismo por defender a un inocente.
Kagaho no supo qué responder, no esperaba palabras así de parte de Teneo. El jóven aprendiz no dijo nada más, y simplemente se retiró, no quería tener problemas.
[...]
Las horas pasaron, hasta que el sol se ocultó y la noche cayó sobre el Santuario, y el guardián del templo no aparecía.
Kagaho decidió salir a las afueras del templo, a las escaleras que conectaban con Aries. No podía dejar de darle vueltas a las palabras de ese aprendiz. ¿Qué no era tan malo?, ¿qué quería decir con eso?, ¿acaso ese mocoso lo percibía ahora como alguien débil?, ¿acaso así era como lo veían todos, débil, una amenaza desactivada?
- Volví.
Escuchar la imponente voz del portador de la armadura de Tauro lo hizo dar un respingo de la impresión. Tan sumido estaba en sus pensamientos, que ni siquiera lo escuchó llegar.
- ¿Todo en orden?- Preguntó, sentándose a su lado.
- Sí. No es nada.
- ¿Volviste a pelear con Teneo?
- Mi vida no gira en torno a ese mocoso, ¿sabes?
Hasgard solo negó con una leve sonrisa. A veces olvidaba que dejar a ese par a solas era como intentar mezclar agua con aceite en una botella.
Kagaho solo refunfuñó cómo solía hacer, y se cruzó de brazos. Estaba por irse, pero las dudas lo atacaban, y por alguna razón, sentía que si no obtenía una respuesta, iba a volverse loco.
- Tauro.- Llamó al más alto, captando su atención.- ¿Qué es exactamente lo que esperas lograr al tenerme aquí?- Preguntó una de las dudas que tenía.- ¿Qué es lo que soy para tí?, ¿un experimento, un trofeo de guerra, un perro guardián quizás...?
Kagaho desvió la mirada. Quería una respuesta, pero a la vez temía escucharla. ¿Qué tal si no estaba cumpliendo las expectativas?, ¿qué tal si no era más que un experimento para ese caballero de Athena?... ¿Por qué le afectaba tanto esa posibilidad?
Hasgard solo le despeinó el cabello con cariño, sonriendo como siempre hacía.
- Nada de eso.- Respondió.- Simplemente eres alguien que no ha tenido una vida fácil, que ha enfrentado desafíos enormes, que ha cargado un enorme peso en sus hombros por años y que ahora trata de hacer lo correcto, aunque no sea fácil. Eso es lo que veo en tí, y lo único que espero de tí, es que logres encontrar tu camino en la vida, felicidad y un motivo para vivir. Nada más.
Kagaho sintió su mente hacer un corto circuito de los nervios al escuchar la respuesta. ¿Qué era exactamente esa sensación?, no se parecía a lo que experimentaba cuando acudía con el ciego de Virgo a meditar para aprender a controlar su ira, o cuando el desquiciado de Escorpio lo retaba a una pelea amistosa mano a mano o se aliaba con el fanfarrón de Cáncer para llevarlo a beber a algún bar de mala muerte... No, era algo completamente distinto.
Ninguno de los otros que habían decidido darle otra oportunidad y ayudarlo a redimirse le provocaba sensaciones así. Era únicamente ese grandulón de sonrisa bonachona quién lo confundía y hacía dudar de todo lo que antes daba por sentado... Pero no iba a admitirlo.
- Pues mejor, porque no prometo nada.- Dijo, poniéndose de pie finalmente.- Sé que no soy, y jamás voy a ser un héroe, un príncipe de cuentos de hadas, ni nada de eso, y tampoco me interesa serlo.
- Nadie necesita que lo seas.
- Pues más les vale. Porque deberían saber que el diablo no se conforma, y el diablo no negocia.- Añadió, usando aquella palabra con la que más de uno se había referido a él.
- Bien. Como digas, pero de demonio lo único que tienes es el mal genio.- Bromeó Hasgard, volviendo a revolverle el cabello con cariño, para después adentrarse en su templo.
Kagaho de nuevo sintió esa extraña sensación de calidez en el pecho y sus tropas retorciéndose. Eran sensaciones desconocidas hasta que conoció a ese guerrero, y que simplemente se negaba a aceptar...
Quizás el invidente Santo de Virgo tenía algo de razón.
"El amor verdadero no encuentra diferencias. El amor surge en el interior de cada ser y si es amor verdadero será igual para la familia, la pareja, incluso personas que podrían ser consideradas enemigas, para todos por igual."
Amor... Esa cosa sobre la que todos en ese Santuario de la pasaban hablando y repitiendo como loros lo mismo día y noche. La fuerza más poderosa de todas, el ideal más importante y valioso para Athena, la cosa capaz de hacer a mortales derrotar dioses y bla, bla, bla... Pero, por extraño que fuera incluso para él, el Santo de Virgo tenía un concepto un tanto diferente y que, aunque le generara ciertos conflictos, le agradaba un poco más que toda esa miel que ya estaba harto de oír.
"Para Buda, el amor es un sentimiento universal que debe prodigarse a todo lo existente. Llenándote de verdadero amor alcanzas el equilibrio y, con éste, la paz espiritual."
Llevaba ya varios meses yendo a meditar con Virgo. Al inicio fue horrible, no soportaba estar quieto en esa posición tan incómoda tanto tiempo, y toda la palabrería del rubio y su maldita inexpresividad a veces lo sacaban de quicio. Pero mentiría si dijera que eso no había cambiado con el tiempo, y que no había aprendido nada.
Ciertamente, haciendo una introspección, ahora le resultaba un poco más fácil controlar sus impulsos, al menos ya tenía más de dos meses sin irse a los golpes contra alguien (sin contar al desgraciado de la tarde, por supuesto). También había podido asimilar de una mejor forma su pasado, la muerte de su hermano... Seguía doliendo, pero al menos ahora no sentía que se le oprimía el pecho y se le cortaba la respiración al pensar en eso, e incluso podía sonreír al recordar a Sui y los momentos a su lado.
"Si conoces a alguien y tu corazón late con fuerza, tus manos tiemblan y tus rodillas se vuelven débiles, entonces no es la persona indicada. Cuando conoces a tu alma gemela, sientes calma, paz. Nada de ansiedad, nada de agitación."
Calma, paz... Durante mucho tiempo olvidó lo que significaban o cómo se sentían, hasta que ese caballero de Tauro se cruzó en su camino.
Cuando se enfrentaron, y Hasgard le dijo que no sentía maldad en él... Sacudió su mundo por completo, ni siquiera él podía creer que no había maldad en su interior. Por unos instantes se sintió humano, vivo, con una posible salvación nuevamente... Y hasta ahora, ese gigante de buen corazón seguía provocando eso.
Sí, eso era lo que sentía con su presencia: paz, seguridad, amor sincero... Eso era la calidez que sentía en su pecho cuando lo tenía cerca.
"Al final, el único al que no puedes engañar es a tí mismo. Pero tampoco soy nadie para apresurarte, ni tampoco para revelar intimidades ajenas. Aunque, debo confesar que creo que eres correspondido.
Así que sé sincero cuando estés listo. Pero primero debes perdonarte, y aprender a amarte a tí mismo. Solo entonces serás capaz de admitir tus sentimientos, y compartirlos con alguien más."
Bien, Virgo sí tenía razón. Quizás sí sentía esa cosa llamada amor por el portador de la armadura de Tauro... Pero primero iba a sanar su alma, a perdonarse genuinamente y aprender a amarse a si mismo, a aprender a estar sólo, a controlar su temperamento, y hasta entonces, los confesaría, cuando fuera capaz de aceptar, ya fuera un rechazo o ser correspondido.
Ese hombre no merecía salir herido por su incapacidad de sanar, ya le había provocado suficientes problemas en el pasado, no iba a volver a hacerlo.
Estaba decidido, iba a volverse la mejor versión de sí mismo, para tener algo que ofrecer, y no entraba a discusión, después de todo el diablo no negocia, ni siquiera consigo mismo.
Hasgard solo miraba de reojo a Kagaho con una sutil sonrisa. Definitivamente no se había equivocado con él, ese chico realmente estaba esforzándose por cambiar, y eso era motivación más que suficiente para no desistir.
Mentiría si dijera que sus sentimientos hacía él se limitaban a tener fé en su redención, aunque pudiera resultar difícil de creer, la fuerza de voluntad, el coraje y el valor de Kagaho lo habían terminado cautivando. No cualquiera soportaría pasar todo ese calvario, ni tampoco de aceptar que se equivocó y tratar de ser mejor. Era una cualidad que muy pocos poseían, pero que a su parecer, era lo más encantador que podía existir. Sin embargo, no iba a hostigar a Kagaho, de momento era más prudente darle tiempo al tiempo, pero algún día, ese Bennu sería una ave nueva, y él estaría ahí para ayudarlo a emprender el vuelo nuevamente.
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Pues... Nada. Por azares del destino, navegando por YouTube, encontré la canción de multimedia, y por alguna razón, no pude evitar relacionarla con estos dos.
No lo sé... Últimamente mi cerebro anda pensando demasiado en varios "What if...?", así que se me ocurrió esto de "¿y si Kagaho y todos los demás tuvieran otra oportunidad de vivir...?", y salió ésto.
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