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El amor de un fantasma [♊Sagax🛐ShakaxKanon🐉]

Ir a la ópera un viernes por la noche, vaya que sus padres los odiaban demasiado. ¿Qué edad creían que tenían?, ¿60 años?. ¡Por todos los cielos!, tenían apenas 17 años, estaban en la flor de su juventud, preferirían mil veces estar en la fiesta de Aioros en vez de estar ahí sentados, rodeados de ancianos y un que otro bicho raro que disfrutaba ir a esos espectáculos por voluntad propia cómo Shura y Camus.

Por momentos como ese, a veces maldecían que su tío estuviera saliendo con una directora de teatro, facilitándole a su padre llevarlos a aquella tortura, usando también de excusa, conocer a la conquista de su tío al terminar el show. Aún así, no tenían opción más que obedecer, era parte de su castigo por haber casi chocado el auto de su padre hace dos semanas. Así que se sentaron a regañadientes al lado de Shura y Camus, esperando que ese cruel suplicio terminara.

Las luces de todo el lugar se apagaron, y las del escenario se encendieron, iluminando a los cantantes, y la función comenzó.

Según lo que les dijeron, la ópera de esa noche era "El fantasma de la ópera". Pero al llegar a la pieza principal, les sorprendió ver aparecer a dos interpretes del fantasma, pero solo una de la mujer...

Eso logró captar su atención, pero creyeron que simplemente era un especie de variación, reinterpretación o alguna tontería artística de ese estilo, y no le habrían dado mayor importancia, de no ser por la hermosura voz que poseía el segundo fantasma.

No era tan grave como la del primer fantasma, era mucho más suave y aguda, pero tenía su propio encanto, que logró ponerlos a ambos al borde del asiento, usando las mirillas para detallar a aquel intérprete.

Sus padres y demás acompañantes seguro se les quedaron viendo como bichos raros, pero en ese momento no pudo importarles menos. Toda su atención estaba dirigida a ese enigmático cantante.

Una larga cabellera rubia, atada en una coleta baja, el traje oscuro, y la típica máscara que cubría solo una cuarta parte del rostro, le daban el toque perfecto a aquella melodiosa e hipnotizante voz.

Por un momento, podrían jurar que ese dichoso fantasma les dirigió una mirada y una sutil sonrisa en el climax de la canción. Manteniendo ese contacto visual hasta que la pieza terminó, y todos se retiraron del escenario, para apagar las luces y dar paso a la siguiente escena.

El resto de canciones, el segundo fantasma siguió apareciendo, siempre en el lado opuesto al primero, robándose su atención por completo. Cuando solo aparecía la chica, ni siquiera le prestaban atención, esperando con ansias la participación del misterioso rubio, hasta que el espectáculo finalizó.

Toda la gente no tardó en levantarse y aplaudir de forma respetuosa a los intérpretes, y en cuánto se retiraron del escenario, algunos fueron a dónde dejar las rosas para su intérprete favorito.

Ellos no le quitaron la vista de encima al segundo fantasma, y se dieron cuenta rápidamente de que tomó una salida diferente a la de los demás cantantes, no sik antes dirigirles esa misma sonrisa.

No perdieron el tiempo, y de inmediato salieron corriendo a esa dirección, ante la mirada sorprendida de sus acompañantes, que fueron en dirección opuesta.

Cruzaron las butacas y bajaron las escaleras necesarias, hasta llegar a un pasillo que había detrás del escenario, dónde el rubio parecía esperarlos. Ninguno dijo nada, el rubio solo sonrió y se adentró en aquel pasadizo, y ellos, igual que unos marineros hipnotizados por el canto de una sirena, lo siguieron sin dudarlo.

En esos instantes, todo dejó de existir y su mente solo pensaba en seguir a ese misterioso hombre. Cuando finalmente llegaron a un rincón, el rubio detuvo su andar y se giró para verlos.

- ¿Disfrutarlo de la función?- Preguntó con esa gentil sonrisa, después de despojarse de su máscara, mostrando por completo su rostro.

Ambos se sorprendieron un poco por lo hermoso que era, y lo joven que lucía, creían que sería alguien mayor, pero ese chico parecía tener la misma edad que ellos.

Su piel blanca como la nieve, labios levemente rosaseos, una perfecta y respingada nariz pequeña, y unos hermosos ojos azules, decorados por unas tupidas y largas pestañas rubias.

- S-Sí.- Tartamudearon ambos al mismo tiempo, provocando una pequeña risa en el rubio.

- Tranquilos. No muerdo.- Rió el rubio.- En fin. Gracias por venir, espero verlos de nuevo algún día, Saga, Kanon.

Eso logró sorprenderlos de nuevo, ¿cómo fue que supo sus nombres?, ¿se los dijeron en algún momento?, ¿acaso lo conocían de otro lado?

- Ups, lo siento. Digamos que, oí sobre ustedes mientras estaba tras bambalinas.- Dijo con una sonrisa, acercándose un poco a ambos.- ¿Son para mí?

- Sí.- Volvieron a responder rápidamente, aún algo nerviosos, ofreciéndole los ramos de flores que su padre los había obligado a llevar, pero que ahora agradecían por poder entregar a ese jóven.

El cantante volvió a reírse levemente, antes de tomar ambos ramos que los gemelos le ofrecían.

- Gracias.- Agradeció con una leve y corta reverencia.

- No fue nada realmente.- Respondió Kanon, cómo siempre, intentando tomar la ventaja.

- La próxima vez traeremos otras.- Añadió Saga, negandose a quedarse atrás.

Ambos gemelos estaban por empezar una de sus típicas y pequeñas discusiones. Tan parecidos eran, que hasta las mismas personas les gustaban, y muchas veces terminaban peleando entre ellos por conquistarla.

Pero ninguno vió venir recibir un beso en la mejilla por parte del rubio, y se congelaron por completo. El tacto de sus labios era tan suave como el terciopelo, pero a la vez, tan helado como el hielo... Logrando despertar en ambos un extraño torbellino de emociones, entre la emoción por haber recibido un beso de aquel cantante que los había cautivado, y un inexplicable escalofrío.

- Los están buscando.- Murmuró el rubio, volviendo a ponerse la máscara.- Nos vemos.

Los dos quisieron ir detrás de él nuevamente, no habían podido ni siquiera preguntarle su nombre. Pero entonces, las voces de su padre y su tío llamándolos, así como los sonidos de pisadas apuradas, se los impidieron, haciéndolos girar por unos segundos.

- ¿Qué demonios creen que hacen aquí?- Les cuestionó su padre, llegando junto a ellos.

Ambos contaron a su modo lo que había pasado, omitiendo la parte del beso y su pequeña riña por el rubio, pero Aspros solo se les quedó viendo enfadado.

- ¿Tomaron algo antes de venir?, ¿o es que tanta hierba ya les fundió las neuronas?- Cuestionó enfadado el peli-azul mayor.

- ¿Qué?

- ¡Claro que no!- Se defendió Kanon.- Esa es la verdad. Vino por aquí y lo seguimos. Pero se fue por allá cuando llegaron.- Añadió, señalando la dirección en la que el rubio se fue.- Debe estar en los camerinos.

- ¿Y esperas que me crea eso, viniendo de tí, Kanon?- Bufó Aspros.- ¡Están en las catacumbas, imbécil!, ¡los camerinos están tres niveles arriba! ¡no hay ninguna salida en esa dirección, solo mira!

Ambos giraron la vista de nuevo, y avanzaron un poco, dándose cuenta de que efectivamente, no había ninguna puerta ni salida ahí, solo una pared.

- ¿Lo ven, par de locos?- Los regañó Aspros.- Saquen ya la maldita hierba o la mierda que sea que tengan en los bolsillos, y no les extenderé el castigo dos semanas más.

- P-Pero...- Ambos gemelos tartamudearon incrédulos, y se voltearon a ver entre ellos, tratando de encontrar alguna explicación a lo que había pasado.

- Aspros.- Intervino su tío.- Creo que ésta vez en serio no están mintiendo.

Aspros volteó a ver a su gemelo.- ¿Qué quieres decir, Defteros?

- Vengan conmigo.- Suspiró el moreno, sosteniendo a sus sobrinos de los hombros para sacarlos de ahí, aún bastante impactados por lo ocurrido.

Aspros, no muy convencido, suspiró resignado y siguió a su hermano.

Salieron de las catacumbas, y hasta entonces, Saga y Kanon se dieron cuenta de la enorme distancia que habían recorrido.

Llegaron al pasillo junto al escenario, y entraron a los camerinos, dónde Defteros los dejó con Chris y fue a buscar a alguien.

Su angustiada madre no tardó en preguntar qué había pasado y dónde se habían metido, mencionando que pasaron más de veinte minutos buscándolos. Pero ellos seguían en shock por lo ocurrido, intentando encontrar una explicación, cómo para responder.

Su tío volvió unos minutos después, acompañado de una mujer rubia, con un ligero aire al chico que ellos habían visto, pero mucho mayor.

- Asmita tiene algo qué decirles.- Mencionó Defteros.

- ¿Éste es el chico al que vieron?- Preguntó la mayor, mostrándoles una foto que parecía algo antigua, dónde aparecía ese misterioso joven, vestido exactamente como lo habían visto esa noche.

Ambos asintieron rápidamente, ante la incrédula mirada de sus padres.

- ¿Quién es?- Preguntó Kanon.

- Mi hermano.- Suspiró la novia de su tío.- Shaka.

- ¿También participa en la ópera?- Cuestionó ahora Saga.

- Solía hacerlo.- Respondió con una sonrisa triste la rubia.- Antes de morir en un accidente, durante una presentación, en este teatro.- Añadió, haciendo que a todos se les helara la sangre.- Ésta es la última foto que tomamos de él, la noche del accidente. Tenía tan solo 17 años, un futuro prometedor, y toda una vida por delante...

¿Un fantasma?... ¿Acaso habían visto un fantasma?

Ambos gemelos se miraron entre ellos, y el recuerdo de ese beso helado cobró sentido.

- No son los primeros que lo ven.- Añadió Asmita, guardando aquella foto de nuevo en su cartera.- Pero sí los primeros logran hablar con él. Usualmente, quiénes intentan seguirlo, lo pierden de vista a los pocos pasos. No se preocupen, han reportado sus apariciones en el teatro desde hace veinte años, y jamás ha lastimado a nadie. Es inofensivo.

Se quedaron unos minutos más en los camerinos, hasta que lograron calmarse, y se dispusieron a volver a casa. Demasiadas emociones por una noche.

Justo cuando se dirigían a la salida, les pareció ver aquella figura asomándose por uno de los balcones altos, despidiéndose con la mano, sosteniendo dos rosas de las que le habían entregado.

Definitivamente, encontrarían la forma de convencer a su padre de llevarlos de nuevo a la ópera.

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