¿Destino o casualidad? [🦀Manigoldo🦀]
Siendo hijo del hermano gemelo del rey, y teniendo varios primos, estaba fuera de la línea sucesoria directa. Su tío siempre lo consideró alguien bastante fuerte y capaz, cosa que siendo el primogénito de su generación en la familia real, no era tan difícil siempre llevar algo de delantera a Tokusa, Asmita, Shion, Yuzuriha y Atla. A los 12 años, recibió el título de duque del reino de Laghari, de parte de su tío, y con ello, sus responsabilidades aumentaron.
No recordaba mucho de su madre, ya que murió cuando él tenía unos tres años. No recordaba cómo era su voz y a duras penas recordaba su rostro, y solo por todas las pinturas y retratos que había de él por todo el castillo dónde vivió y creció al lado de su padre y algunos sirvientes.
No se quejaba de su vida. Al estar en la quinta línea de sucesión, no tenía a todos con los ojos sobre él las 24 horas del día, y gracias a eso, durante su infancia, fácilmente logró escaparse del castillo y mezclarse con los súbditos en más de una ocasión. Era de sus cosas favoritas, porque con sus amigos del reino no estaba forzado a seguir protocolos, ni a permanecer pulcro e impecable siempre. Pero todo tiene un fin, y la paz y tranquilidad del reino no fueron excepción.
No había pasado ni un mes de que el título de duque le fuera otorgado, cuando una declaración de guerra llegó. Al parecer, el reino de Ulfhednar se había aliado con el reino de Elysium, formando una fuerza en busca de conquistar al resto de reinos.
Sin más opción, todos tomaron cartas en el asunto, incluído él y todos sus primos, que eran apenas unos niños en ese entonces.
Los años pasaban y pasaban, y la guerra por momentos pasaba y por momentos retomaba fuerza. Pasaron muchas cosas durante esos años, incluída la muerte de Tokusa durante una batalla a la corta edad de 18 años, la muerte de su propio padre al llevarse con él a uno de los generales más peligrosos del ejército invasor, así como varias alianzas y las muertes de los Omegas del harem.
Un solo reino, incluso uno tan fuerte como el suyo, enfrentó muchos problemas para enfrentar al enemigo, perdiendo a cientos de vidas en el proceso. Cómo la batalla de las cordilleras, que fue una de las más sangrientas y de la que aún se seguía hablando e incluso se conmemoraba desde hace años, dónde murieron cientos de soldados jóvenes, recién ingresados al ejército, al lanzarse de frente a un ejército entero. Todo siendo carne de cañón para que los guerreros más letales atacaran al enemigo por la espalda. Una estrategia moralmente cuestionable, sin duda, pero dicen que en el amor y en la guerra todo es válido por la victoria.
En fin... Con el paso del tiempo, la alianza de Ulfhednar y Elyseum fue perdiendo fuerza, al enfrentar alianzas de reinos. Varios reinos de poco poder buscaron unir fuerzas con reinos más fuertes, y lo más grandes buscaron unirse entre ellos.
Shion, su primo, había sido el enlace con el reino de Gardenrose, un reino cuya virtud yacía en sus tierras fértiles y abundantes nacimientos de agua, al casarse con el príncipe Omega del reino. Así habían conseguido aumentar sus provisiones y sus filas, aumentando su fuerza.
Yuzuriha no tardó mucho en seguir el ejemplo de su hermano mayor, tan solo un año después, cuando un par de ojitos coquetos del príncipe Omega del reino de Galloppe, un reino con bastantes minas de oro, plata y demás minerales, así como lleno de herreros, le robó el corazón.
Con ellos era más que suficiente para mantener el reino a salvo. Aún con la muerte hasta cierto punto estúpida de Tokusa, las cosas estaban bastante bien, para estar en una guerra claro está. Al menos sus súbditos estaban a salvo dentro de las murallas, y aunque a veces los recursos escaseaban, la pasaban mejor que otros reinos.
Su tío le sugirió buscar pareja, pero él se negó en primera instancia, al igual que Asmita, alegando que no estaba para esas cosas. No cuando todo su reino corría peligro de una invasión sorpresa. Pero todo cambió cuando durante una misión diplomática que su tío le encomendó, al llevar algunas provisiones al reino vecino, vió a un lindo Omega de cabellos castaños, casi rubios, y unos enormes y brillantes ojos azulados... Un lindo Omega, que corriendo, chocó contra él, cayendo ambos por el impacto.
- Hey, oye. Más cuidado, amigo.- Rió levemente mientras se levantaba, ofreciéndole al Omega su mano.- ¿Estás bien?
- Eh?- Exclamó el castaño, pareciendo nervioso.- Lo siento. No miré por dónde iba.- Añadió avergonzado.
- No te preocupes. Solo ten más cuidado, no se debe correr en los pasillos.- Sonrió para calmarlo.
El Omega le devolvió una tímida sonrisa, y sus miradas se mantuvieron fijas una en la otra, hasta que el persecutor del castaño hizo acto de presencia.
- ¡Regulus!- Exclamó otro castaño bastante similar al Omega.- No corras así.
- Lo siento, tío.- Suspiró el tal Regulus... Espera, ¿Regulus?
- ¿Tú... Usted es el príncipe Regulus de Ioannidis?
El Omega volteó a verlo de nuevo, asintiendo con la cabeza.- Así es.
- Disculpe mis modales, su alteza.- Sonrió, hincando una rodilla.- El duque de Laghari, Manigoldo Santoro, a su servicio.
El jóven Omega parecía más avergonzado por su actuar, pero no tardó en aparecer el rey y decirle que se retirara. Después, todo siguió con normalidad, hablar con el rey en nombre de su tío, entregar las cosas, escuchar unas pala de agradecimiento, y volver a casa. Nada a lo que no estuviera acostumbrado ya después de casi nueve años siendo más que duque, el mandadero de su tío, hacía todo eso casi en automático.
Su vida habría seguido normal, ayudando a su tío y su primo a reforzar las medidas de seguridad, elaborando estrategias, la distribución de bienes, y un largo etcétera en su itinerario diario. Excepto que ahora, la imágen de cierto príncipe no dejaba su mente por más que trataba.
A decir verdad, el jóven era bastante agraciado, pero no era eso lo que llamaba su atención... Sinceramente, ni él sabía qué tenía ese Omega para no salir de su cabeza. Aunque lindo, no era nada del otro mundo. Toda su vida había visto Omegas de todo tipo. Desde los más recatados y delicados que hacían un escándalo hasta porque el aire los rozara, cómo el desde hace 8 años muerto Gateguard. Hasta los más aguerridos que parecían verdaderos amazonas, como Avenir y Ahimsa, primo Asmita que desde las primeras batallas se fue al frente con él y los demás Alphas, e incluso un Omega del ejército enemigo al que había llegado a enfrentar, y vaya que le dió pelea...
Al lado de todo eso, el príncipe de Ioannidis era un Omega bastante promedio. Algo así como el príncipe Albafica de Gardenrose, el Omega de Shion. Lindo, con la educación, modales y todas esas cosas que estaban forzados a estudiar y saber al pie de la letra, pero nada más... Quizás solo pensaba en él por la forma en que se conocieron. Sí, debía ser por eso.
Aún con ese jóven dando vueltas en su mente cada que bajaba al menos un poco la guardia, decidió seguir su vida, hasta que la noticia de que el rey de Ioannidis había decidido aceptar negociar la mano de su hijo en matrimonio, se esparció por todo el reino. Y tal y como veía venir, su tío le preguntó su impresión del jóven.
- Parece un chico agradable, tan maduro como alguien de su edad, bastante inquieto, sonriente y algo risueño... Se ve que su padre hizo un gran trabajo cuidándolo.- Respondió con normalidad, logrando disimular todo lo que ese jovencito había removido en él.
- ¿No estás interesado en intentar cortejarlo?
Esa pregunta fue demasiado directa, tomándolo por sorpresa. Sí, su tío le había preguntado en un par de ocasiones si no estaba interesado en alguien, pero él siempre respondía que aún no aparecía la persona indicada, y no tocaban más el tema. No se vió venir esa pregunta.
- No. Ese chico tiene, ¿qué?, ¿14?, ¿15 años, tal vez?
- 14.- Confirmó su tío.
- Le saco 7 años, y sinceramente, no tengo ganas de cambiar pañales, ya suficiente tuve con cuidar de Asmita, Shion, Yuzuriha y de paso también Atla.
- ¿Seguro que eras tú quién me cuidaba a mí?
Lo que le faltaba... Escuchar la voz de Asmita con ese tono burlón significaba de todo menos algo bueno.
- Su majestad, ¿puedo hablar con el duque Virgilio un momento, por favor?
Y ahí iba ese desgraciado otra vez... Asmita sabía que odiaba profundamente su segundo nombre, y perfectamente sabía que cuando Asmita se dirigía a él de esa forma, era con un solo objetivo en mente: Joderlo.
- Permiso concedido.- Dijo su tío antes de retirarse, dejándolo a solas con su primo.
Asmita solo sonrió de esa forma que solo él podía, burlona pero discreta a la vez, mientras tomaba asiento en el lugar frente a él en la mesa.
- Suelta el veneno que tengas que soltar, Gauthama.- Dijo, con una sonrisa burlona que se agrandó al ver el leve gesto de desagrado que hizo Asmita al ser llamado por su segundo nombre.
- No te hagas el tonto conmigo, Manigoldo.- Dijo Asmita, volviendo a su habitual calma.- Desde que volviste de tu misión en el reino de Ioannidis haz estado actuando diferente.
Estaba por negar todo, pero Asmita se lo impidió.
- Y antes de que intentes negarlo, tu aroma es diferente desde entonces.- Añadió el rubio.- Desde que volviste, tu aroma se volvió más intenso y más fuerte. Quizás para el rey y todos los demás, haya pasado desapercibido. Pero no para mí, que desde los ocho años tengo que convivir contigo, e incluso compartir la ducha o la tienda de campaña en el frente de la batalla cuando es necesario.
¿Cómo es que Asmita se daba cuenta de todos esos pequeños detalles? Sí, desde que todo el conflicto comenzó, y Asmita se unió a las fuerzas armadas que iban al frente, había convivido con él, Yuzuriha, Tokusa y Shion, Alphas y Beta respectivamente. Y sí, más de una vez habían tenido que dormir en la misma tienda de campaña o tomado una ducha juntos, y por eso se tenían tanta confianza como para bromear entre ellos y dejar de lado todos los protocolos. Nada fuera de lo normal ni con segundas intenciones. Eran familia y el incesto, si bien no estaba prohibido, tampoco era bien visto ni socialmente aceptado como en otros reinos. Pero ese era otro tema...
- El romero ya es un aroma bastante fuerte por sí solo. Desde que volviste de Ioannidis, tengo que salir a tomar algo de aire durante la madrugada para no morir asfixiado mientras estamos en campaña.- Bromeó Asmita.- Así que por favor deja de negar lo evidente. Ya me arde la nariz por oler tanto romero.
Sabía lo que todo eso podía significar, pero se negaba a creerlo. Jamás había sido un fiel creyente de esas cosas de destinados, y jamás pensó que algo así le sucedería, pero las pruebas apuntaban a lo mismo.
- Mi tío decía que cuando conoció a tu madre, le pasó exactamente lo mismo que te está pasando a tí. Su aroma se intensificó, no dejaba de pensar en él, el aroma de todos los demás dejó de siquiera llamarle la atención, cada vez que lo tenía cerca su aroma se volvía fuerte y dispersaba incondicionalmente.- Siguió Asmita.- Y mis madres solían contarme que a ellos les pasó lo mismo con mi padre.- Añadió, con un pequeño y triste suspiro.
- Bien, ya entendí tu punto. Tampoco era necesario que te atormentaras de esa forma.- Dijo, acercándose a Asmita para palmearle el hombro.- Al final, solo tú y yo sabemos la verdad, y desgraciadamente, no podemos contarla a nadie.
- ¿Crees que me arrepiento aunque sea un poco de lo que hice con Gateguard?- Cuestionó Asmita con una leve sonrisa.- No, Gateguard no me importa, no me arrepiento de haber acabado con su miserable vida y haberle hecho pasar todo lo que él hizo con Avenir y Ahimsa.- Añadió.- Pero me da tanta rabia, que a pesar de todo, ese desgraciado esté en el mismo sepulcro que mis madres. Y yo no puedo decir sus crímenes, porque tendría que confesar lo que hice, y te implicaría a tí por haberme ayudado.
Un pequeño capitulo oscuro de los tantos que seguramente había en toda la historia de la familia real...
Avenir, la segunda esposa, madre de dos Alphas, de los cuales el mayor era el primogénito, murió repentinamente de un ataque al corazón apenas un año después de iniciada la guerra. Su muerte fue por demás extraña, ya que el Omega peli-blanco no tenía ningún tipo de padecimiento, ni había tenido nunca algún síntoma de alguna enfermedad que le pudiera causar ese fin. Al contrario, al ser proveniente de tierras lejanas dónde los Omegas tenían mayor poder sobre los Alphas y haber sido un guerrero, siempre fue un Omega muy sano y muy fuerte. Fue quién entrenó a todos los príncipes en el arte de la guerra.
Y Ahimsa, la tercera esposa, madre de Asmita, vió el fin de sus días al caer por las escaleras y fracturarse el cráneo. Apenas unos meses después de Avenir.
El último en morir fue Gateguard, unos días después de dar a luz al príncipe más pequeño, Atla.
Pura basura. Las repentinas muertes Avenir y Ahimsa no fueron casualidad, Gateguard los mató a ambos. A Avenir lo envenenó poco a poco, hasta causarle ese fallo cardíaco. Y a Ahimsa, lo empujó por las escaleras, después de que la madre de Asmita descubriera su crimen y escribiera todas las pruebas en un cuaderno.
Manigoldo sabía todo eso, porque él y Asmita vieron cómo Gateguard mató a Ahimsa. Asmita tenía apenas 10 años y él 14 cuando fueron testigos de ese brutal crimen, luego de que escucharan a ambos Omegas discutir y fueran a ver qué ocurría. Los dos escucharon la confesión de Gateguard, de cómo envenenó y mató a Avenir por representar un peligro para sus planes. Vieron como Ahimsa le dió pelea y casi logró salir con vida, pero Gateguard, cómo la rata traicionera que fue, aprovechó un pequeño descuido para empujarlo y quitarle el cuaderno.
No pudieron hacer nada para salvar a Ahimsa, pero Asmita juró vengar a sus madres, y Manigoldo, quizás por el remordimiento de haberse quedado en silencio y no haber detenido la pelea a tiempo, decidió ayudarlo.
Robaron el cuaderno de la habitación de Gateguard, y así se enteraron de todo lo que Ahimsa había descubierto y todas las pruebas que había reunido. Asmita estaba furioso y quiso envenenar a Gateguard, pero vió frustrados sus planes cuando se enteró que el infeliz estaba en cinta.
Asmita decidió esperar a que diera a luz, y entonces sacó la carta que guardó por casi un año para Gateguard. Fue más inteligente que el Omega pelirojo, y contaminó toda el agua con fluidos de personas enfermas de una infección que azotó el reino los últimos meses, no era letal para personas jóvenes sanas, pero sí para quienes estaban en estado de gestación, ancianos, y también para los que recién acababan de parir. Todos atribuyeron la muerte de Gateguard a un desafortunado contagio de la enfermedad, y no le dieron más vueltas al asunto.
El único que supo lo que Asmita hizo, fue Manigoldo, porque lo ayudó a conseguir los objetos contaminados. Ambos juraron guardar el secreto, tanto del asesinato de Gateguard, cómo sus crímenes. Y así lo habían hecho.
Las muertes de Avenir y Ahimsa fueron una pérdida bastante dolorosa para todos. Ambos Omegas eran muy queridos por todo el reino, debido a sus acciones con los menos afortunados, siendo pieza clave en incentivar la construcción de escuelas y el aumento de cupo para becas reales. También fueron una pérdida muy fuerte para todos los príncipes y toda la corte real. Pero quizás quien más sufrió a causa de sus decesos, fue el rey, quién de no haber sido por su hermano, sus hijos y la guerra que enfrentaban, seguramente se habría hundido en una profunda depresión.
- En fin, eso no viene a cuento ahora.- Dijo Asmita, retomando la compostura.- Lo que realmente viene a cuento ahora, es que ya encontraste a tu destinado, y ahora debes ir por él.
- ¿Enloqueciste acaso, Asmita?, estamos en medio de un conflicto, estamos a solo unos pasos de patearle el culo a Hades y los demás imbéciles, no hay tiempo para romances.
- Manigoldo, no digo que te cases y dejes de lado todas tus responsabilidades.- Aclaró Asmita.- Regulus es el príncipe del reino de Ioannidis, un reino aliado. Si alguno de nosotros se casara con él, los reinos estarían aún más unidos, y podríamos dar el golpe de gracia siendo una sola coalición. Además, el rey Ilías está tan interesado como tú y yo en acabar con la amenaza de Ulfhednar y Elyseum, por proteger a su hijo y su reino. Así que ambos tendrían algo en común.
- En pocas palabras, quieres que me case con él para formar una alianza, porque Tokusa pasó a mejor vida, Shion y Yuzuriha ya están casados, Atla es muy pequeño, y tú eres un Omega.
- En parte, sí.- Asintió Asmita con su misma sonrisa.- Desde hace un tiempo he estado considerando proponer una alianza formal con el reino de Ioannidis, pero con todos mis hermanos casados, muy jóvenes o muertos, y yo siendo un Omega, no encontraba una forma.- Añadió el Omega.- Así que el único descendiente directo de la casa Laghari disponible eres tú. Iba a pedírtelo, pero luego me retracté al tomar en cuenta que eres difícil de soportar...
- Mira quién habla...
- Déjame terminar.- Replicó el rubio.- Pero ahora que sé que eres el destinado del príncipe Regulus, todos ganaríamos. Piénsalo.
Así lo hizo, se quedó con las palabras de Asmita durante un tiempo, hasta que finalmente decidió que nada perdía con intentar. Después de todo, según lo que había oído, nadie había logrado convencer al rey Ilías de ser un buen partido, así que no esperaba nada y estaba listo para retirarse con dignidad. Envió una carta dirigida al rey, redactada lo mejor que pudo.
No quería que ese asunto quedase en manos de alguno de los escritores al servicio real. Si iba a pedir permiso para tratar de cortejar a un Omega, iba a hacerlo siendo quien era en realidad. Sin disfrazar su forma de ser, de hablar ni de expresarse. Si se daba bien, y sino, al menos había sido sincero.
Pasó un mes desde que envió su solicitud, y había perdido toda esperanza de tener una oportunidad, pero una carta del rey de Ioannidis, solicitando su presencia, cambió todo.
Llegó al reino vecino algo nervioso, pero ya estaba ahí, ya no tenía nada qué perder. Así que esperó pacientemente su turno, hasta que se vió cara a cara con el rey, y fue bombardeado con cientos de preguntas. Algunas más incómodas de responder que otras... Pero aún así, se tragó toda la vergüenza que algunas le generaron, y respondió todas.
- Bien. Lo admito, Sir Santoro.- Dijo el monarca, mirándolo fijamente.- Me ha sorprendido gratamente con sus respuestas y su honestidad, y me complace anunciarle que ha quedado dentro de los seleccionados.- Añadió.- Pero ahora queda la última parte: convencer al príncipe de aceptar su propuesta de matrimonio. Así que por ahora vaya a casa, y vuelva en una semana para su entrevista con el príncipe Regulus.
- Le agradezco, majestad.
Después de aquella despedida, Manigoldo se retiró de vuelta a su reino, siguiendo con sus actividades diarias, hasta que la semana pasó, y nuevamente, se encontraba en el palacio del reino de Ioannidis.
Ésta vez fue conducido hasta el jardín privado del palacio, dónde ya lo esperaba el joven Omega al lado de su chaperón.
Al verlo, sintió su corazón latir con algo de fuerza, y no pudo evitar que una sonrisa sincera se formara en sus labios, misma que le fue correspondida por el Omega.
Tomó asiento frente a Regulus, y después de un pequeño saludo, comenzaron con las preguntas.
Para sorpresa de ambos, las cosas fluyeron bastante bien y naturalmente entre los dos. Tanto, que se olvidaron por completo de las preguntas, y antes de que se dieran cuenta, ya estaban bromeando y riendo juntos.
El tiempo pasó volando, y la hora de la despedida llegó. Así que, aunque algo desanimado, se despidió del jóven y se retiró.
Bien, había hecho todo lo que estaba en sus manos. Ahora solo quedaba tener fé, lo cual terminó dando frutos, ya que una semana después, recibió otra carta del rey Ilías, citandolo de nuevo en el palacio.
No dudó en asistir, recibiendo la noticia de que tenía permiso para cortejar al príncipe, pero había ciertas condiciones:
En primera: tenía rotundamente prohibido estar a solas con el príncipe, así como cualquier contacto físico indebido antes del matrimonio. El único contacto físico que estaba permitido era un beso en el dorso de la mano y nada más.
En segunda: tendría que aceptar y superar ciertas pruebas que el rey le iría imponiendo, para demostrar ser digno de la mano de su hijo.
En tercera: Si se negaba a realizar o no lograba superar alguna de las pruebas impuestas por el rey, automáticamente perdía su oportunidad.
En cuarta: Si se casaban, tendría que mudarse al reino de Ioannidis, vivir en el palacio y apegarse a las costumbres y cultura del reino.
Bien, eran algo estrictas, quizás algo extremistas a su punto de vista... Pero las aceptó.
No fue nada fácil. El rey parecía realmente decidido a no soltar a su hijo, poniéndole pruebas que entendía, y otras que le parecían simplemente ridículas, cómo hacerlo preparar la comida favorita de Regulus o ir a conseguir sus flores favoritas a las montañas...
Afortunadamente, tenía al tío de Regulus de su lado. Sísifo lo ayudó en varias pruebas, y gracias a eso, junto al cariño que había desarrollado por el joven, logró superar todas las pruebas.
Al final, el rey Ilías aceptó su derrota y le cedió la mano de su hijo en matrimonio. Y luego de las negociaciones necesarias, se casaron.
Ciertamente, estaba felíz, pero aún había una guerra por ganar. Así que ni siquiera dejó sus deberes por su noche de bodas.
Regulus lo entendió, y dijo que esperaría. Así que simplemente le deseó suerte y lo dejó ir a ayudar a sus guerreros en el frente.
Durante los siguientes dos años, no ocurrió nada relevante, quizás solo un par de cambios, cómo que ahora su hogar era el reino de Ioannidis, y que a pesar de no haber consumado su matrimonio, sí que había crecido la confianza y amor entre ellos. Pero una de las últimas y decisivas batallas, les pasó factura.
Su suegro, el rey Ilías, fue herido de gravedad por uno de los comandantes del reino invasor. Pero a pesar de que logró acabar con la vida de su asesino, no vivió para ver la paz volver a su reino.
La herida no pudo ser tratada a tiempo, y causó una infección que ningún médico fue capaz de tratar. La salud del adorado rey fue decayendo cada vez más y más, hasta que finalmente murió después de varios meses de sufrimiento, dejando el puesto a su jóven hijo.
Manigoldo aún recordaba su última conversación con su suegro, que fue tan solo un par de días antes de su muerte, cuando él estaba en el campo de guerra, librando la última batalla, que les dió la victoria.
- ¿Sabes algo, Manigoldo?- Dijo Ilías, con la voz ronca y cansada.- Siempre supe que eras el indicado para mi hijo... De alguna forma, sabía que pasarías las pruebas.
- Se lo dije en esa ocasión, y se lo repito: Mis intenciones con su hijo son buenas. Jamás haría nada para lastimarlo, al contrario, daría hasta mi vida por él si fuera necesario.
- Lo sé.- Asintió el mayor.- Y por eso sé que puedo irme tranquilo, sabiendo que mi hijo estará bien, al cuidado de alguien que lo amará y protegerá por mí.- Añadió.- Te lo encargo, Manigoldo. Por favor cuida bien de él, protegelo y ámalo.
- Le doy mi palabra.
Después de esa conversación, se despidió de Regulus, prometiendo volver apenas terminara la batalla. Y fue hasta entonces, dos semanas después, cuando todo terminó y volvió a casa con el estandarte en alto, que se enteró de la noticia.
Para Regulus fue bastante doloroso perder a su padre. Sin una madre, con su tío en el reino vecino sirviendo de diplomático, su Alpha luchando y arriesgando la vida por el bienestar de sus reinos, y sin más familia en quién refugiarse. Por eso fue que apenas se enteró de la muerte de su hermano, Sísifo volvió a su reino de origen lo más rápido que pudo, para apoyar a su sobrino en su dolor, y también, ayudarlo a poner todo en orden de nuevo, hasta que Manigoldo regresó.
La guerra había terminado, la paz había vuelto a los reinos, pero ahora faltaba volver a poner en pie todos los destrozos que más de diez años de guerra habían dejado. Y eso era lo que trataban de hacer.
Sísifo se quedó con ellos en el palacio, descubriendo que era un Alpha y no un Omega como todos creyeron. Pero aún así, ellos lo aceptaron.
Las cosas siguieron su curso natural los siguientes meses, hasta que la visita de su tío provocó un alboroto.
Sabía que Asmita iba a heredar la corona, después de todo, no dejaban de ser familia. También sabía que iban a apegarse a sus costumbres, y darle un harem a Asmita. Pero jamás se le cruzó por la cabeza que su tío le fuera a pedir a Sísifo formar parte del harem, ni mucho menos, que Sísifo fuera a aceptar.
Regulus se puso fatal, y él no dudó en consolarlo y mimarlo todas las noches mientras lloraba, hasta quedarse dormido. Odiaba verlo sufrir, pero Sísifo era un adulto, y si él había decidido aceptar, nada podían hacer.
No pasó mucho tiempo desde la visita de su tío, para que fuera convocado al palacio de Laghari, recibiendo una encomienda bastante extraña, por llamarla de algún modo.
- ¡¿Enloqueciste acaso, viejo?!- Exclamó.- ¡Estoy casado, y mi Omega va a querer matarme si se entera!
- Te lo pido porque sé que tienes una capacidad increíble para ver a través de las personas, Manigoldo.- Señaló Hakurei.- Yo ya he seleccionado a seis de los siete candidatos. La mayoría son de clases favorecidas, pero no quiero que en el harem haya solo esposos que hayan tenido vidas fáciles.
- ¿Y por eso yo debo ir a bares y burdeles de mala muerte a conseguirle un esposo a Asmita?
- No seas infantil, Manigoldo. No creas que no sé todas las veces que te fugaste a uno de esos lugares de "mala muerte".
- Eso fue mucho antes de conocer a mi Omega.- Replicó.- Ahora soy Alpha casado, y con un Omega de un reino dónde la poligamia no es bien vista.
Al final, su tío lo convenció de aceptar ir en busca del último esposo para Asmita. Vaya que iba a ser difícil, y de seguro Regulus iba a querer colgarlo del árbol más alto que encontrara si volvía a casa oliendo a alcohol o a otro Omega. Así que debía tener cuidado con no estar demasiado tiempo cerca de Omegas, y de no beber más de dos copas.
Pasó varios días y noches buscando tanto en Ioannidis cómo Laghari, sin éxito alguno. Había varios Alphas que sabía le encantarían a su primo en cuanto a apariencia física, pero ninguno era una persona de bien.
Realmente estaba por tirar la toalla, le contó a Regulus lo que su tío le había pedido, y aunque su Omega hacía de todo por no hacer un escándalo y ser comprensivo, de vez en cuando eran evidentes sus celos por saber que su Alpha estaba demasiado tiempo fuera. Afortunadamente, no habían tenido una discusión por ello, pero no quería tentar a la suerte. Así que prefirió desistir de esa misión.
Sin embargo, en su camino al palacio para ver a su tío, no contaba con que unos rufianes intentasen robarle... Pobres de ellos, fácilmente pudo defenderse. Sin embargo, a pesar de su fuerza y entrenamiento, era difícil lidiar con cinco a la vez.
Su sorpresa fue mayor cuando una larga y alborotada melena violeta apareció en su ayuda. No hubo demasiado tiempo para presentaciones, así que solo se encargaron de quitarse a todos esos malvivientes de encima, y después hablaron.
- ¿Eres nuevo en el reino acaso?- Preguntó su misterioso salvador.- Es peligroso pasar por estas calles a estas horas. Regla número 1: No pases por las calles cercanas a las murallas, ni antes del amanecer, ni después del anochecer.
- Mira quién lo dice.- Respondió con algo de burla, mirando al contrario. Fue fácil deducir que se trataba de un Alpha.- ¿Qué hacías tú aquí?
- Trabajar, cómo la mayoría de los plebeyos.- Le respondió con una sonrisa confiada.- Me encargaron llevar algunas manzanas del campo al mercado. Iba pasando tranquilamente, después escuché que había una pelea. Me acerqué, ví que tenías problemas, y así fue como terminamos aquí. ¿Otra pregunta, niño bonito?
Ese Alpha le recordaba bastante a sí mismo, solo que una versión un poco más descarada y algo coqueta. También le llamó un poco la atención que no lo reconociera, pero decidió usar eso a su favor. Cómo fuera, le debía una, y decidió preguntar su nombre.
- Kardia.- Respondió el peli-violeta, ofreciéndole su mano.- ¿Y tú eres...?
- Virgilio.- Respondió, usando su segundo nombre.
- ¿Eso es un nombre?- Tal y como esperaba, el mentado Kardia no tardó en reírse.- Lo siento. Es solo que jamás en mi vida había escuchado ese nombre.- Añadió, limpiandose una pequeña lágrima que se le había escapado.
- Es de otro reino.- Dijo lo que su padre le había dicho sobre su nombre.- Mi madre era extranjero, así que por eso me puso ese nombre, y mi padre lo dejó.
- Bueno, señorito-
- Señor para tí, mocoso.- Interrumpió al contrario, mostrando orgulloso su sortija de matrimonio.- Soy casado.
- Bien. Entonces, venerable anciano, Virgilio.- Respondió con burla el peli-violeta.- ¿Necesitas que te muestre el camino?. Se nota que no tienes idea de a dónde vas.
Manigoldo solo se rió unos segundos. A decir verdad, le agradaba el sentido del humor de ese chico, quizás podrían ser buenos amigos.
Aceptó la oferta de Kardia, inventando una identidad e historia falsa, sobre ser un joyero del reino vecino de camino al palacio para entregar algunas piezas que el rey enviaba al otro monarca, pero se había perdido y desviado de la ruta segura. Aferrándose a su papel lo más que pudo durante todo el trayecto que Kardia lo acompañó.
Durante todo el camino, Kardia le contó un poco sobre él, y su estilo de vida. Así se enteró de que el Alpha tenía apenas 20 años, siendo casi de la misma edad que Asmita, solo un año de diferencia. Supo que trabajaba ayudando a un agricultor, sembrando y vendiendo las cosechas, y que tenía una hermana menor de la que cuidaba él sólo.
Kardia, siendo sincero, perfectamente cumplía con los requisitos necesarios. Era el tipo de Alpha por el que Asmita babearía todo el día, era de clase no favorecida, una buena persona, y además, tenía buen sentido del humor. Era perfecto, y había llegado como caído del cielo.
Kardia se encargó de señalarle el camino y una vez en el palacio, se despidieron.
Manigoldo de inmediato fue a ver a su tío y le contó sobre Kardia, la forma en que lo conoció y porque consideraba que podría ser el indicado. Tal y como esperaba, su tío se mostró interesado en el jóven, y le pidió investigarlo un poco más. Debían estar seguros.
Al menos ya no tendría que buscar hasta debajo de las piedras, sabía por el propio Kardia, que podría encontrarlo en el mercado del pueblo casi todos los días. Así que después de darle la noticia a Regulus y pedir su consentimiento para seguir ayudando, continuó su misión.
Su camino y el de Kardia volvieron a cruzarse "casualmente" en algunas ocasiones, nuevamente, como Virgilio llevando cosas al rey, pidiéndole a Kardia ser su escolta, y Kardia aceptando gustoso.
Manigoldo más de una forma intentó ponerlo a prueba. Desde ofrecerle un pago monetario por acompañarlo, que Kardia siempre rechazó. Hasta fingir haber bebido demás y quedarse dormido para saber la reacción de Kardia, la cual fue llevarlo a su casa y cuidar de él hasta la mañana siguiente. Así fue como conoció a la hermana de Kardia, ya varios meses después de sus encuentros casuales.
Fingió haber bebido demás, y recuperarse un poco al llegar y cenar juntos en casa de Kardia con Sasha.
Al verla, Manigoldo de inmediato sintió que conocía a esa niña de algún lado, pero no recordaba de dónde. Su nombre también se le hizo familiar, pero no supo porqué. Aún así, decidió apegarse a su papel, hasta que se marchó a la mañana siguiente.
Una vez en su hogar, caminando por los pasillos para encontrarse con su amado Omega que siempre esperaba ansioso su regreso, fue cuando vió unas de las tantas pinturas que decoraban los pasillos.
Una era el retrato de una pequeña niña de unos tres años, idéntica a la "hermana" de Kardia. Otro mostraba a un pequeño Regulus de no más de seis años sosteniendo de la mano a una pequeña bebé de cabellos lilas que parecía dar sus primeros pasos. En otra pintura, mucho más grande, aparecía una mujer sentada en una silla, sosteniendo a su hija en su regazo, y su esposo detrás de ambas. Nuevamente, esa niña era idéntica a Sasha.
Kardia le confesó que Sasha realmente no era su hermana, sino que la había encontrado herida en el río que pasaba por Laghari y varios reinos más. También le dijo que cuando la encontró, ella no recordaba nada, y a duras penas pudo recordar su nombre y su edad unos días después de despertar.
Eran demasiadas coincidencias, ahí ocurría algo, y debía saber qué era. Y quizás el único que podría tener respuestas era Regulus.
- ¿Qué?- Preguntó Regulus extrañado cuando le cuestionó por sus parientes desaparecidos durante la guerra.
- Sí. La prima de tu padre y su familia.
- Bueno... Realmente, es algo complicado, y no sé mucho. Mi padre jamás quiso tocar mucho el tema.- Respondió Regulus.- Fue cuando yo tenía unos 11 años, mi tía Sendai era la duquesa de Areleous, y estaba casada con mi tío, Krest. Tuvieron una hija juntos, mi prima, Sasha.- Añadió el Omega.- Una noche, ocurrió un ataque al palacio dónde todos los miembros de la familia real nos encontrábamos refugiados... Todo fue un caos, fuego, gritos, llantos... Es muy confuso para mí recordar esa noche, todo es como escenas sueltas. Solo sé que perdimos a muchas personas esa noche. Mi tío y yo nos salvamos de puro milagro por lograr salir a tiempo y escondernos en una cueva en el bosque, hasta que mi papá y los soldados nos encontraron al otro día.- Siguió con su historia, limpiandose un par de lágrimas.- En el castillo, todos estaban muertos. Encontraron los cuerpos de mi tía Sendai y mi tío Krest ese mismo día, pero jamás encontraron el de Sasha... Nadie sabe cómo fue que terminó.
Ahora entendía porqué esa niña y su nombre se le hicieron familiares. Ilías y Sísifo le habían comentado un poco sobre la historia familiar, y todo lo que habían pasado. Regulus y Sasha solían ser cercanos de niños, y su pérdida le afectó demasiado, al grado de no ser capaz de recordar demasiados detalles del ataque.
No sabía bien cómo decirle lo que había descubierto. No quería reabrirle heridas que tanto le había costado sanar, ni tampoco darle falsas ilusiones, pero al abrazar a Regulus, notó un pequeño detalle: el dije que su Omega siempre llevaba. Era idéntico al que la hermana de Kardia tenía en su poder, la única diferencia era el nombre que tenían grabado.
Recordaba que Regulus lo guardaba con especial cariño por ser un regalo de su padre, y por ser uno de los pocos recuerdos que conservaba de su prima, ya que Ilías había mandado a hacer el mismo modelo para ambos niños.
Decidió que lo mejor era pasar su reporte a su tío, y confirmar que Kardia era el indicado para el puesto, después vería el asunto de que posiblemente Sasha y Regulus eran parientes.
Así lo hizo, le pasó el reporte a su tío, tanto de Kardia, cómo de la posible conexión entre Regulus y Sasha. Su tío lucía realmente sorprendido, al parecer, también sabía la tragedia de la familia real de Ioannidis, y cómo fue que ahora Regulus y Sísifo ahora eran los únicos descendientes directos vivos, el resto murió en ese ataque o durante la guerra.
Debían investigar un poco más a fondo ese asunto, después de todo, no era poca cosa que un Ioannidis que todos creían muerto, apareciera de la nada. Pero quizás solo sería posible saber la verdad, teniendo a la niña bajo su cuidado.
Así que Hakurei tomó la decisión de ir a buscar a Kardia personalmente, para proponerle formar parte del harem, y de paso, también una vida mejor para su hermana. Aún si no era Sasha de Ioannidis, por cómo Manigoldo la había descrito, podría llegar a ser una gran diligente real en el futuro.
Esperaron a que el atardecer llegara, y Manigoldo se adelantó a buscar a Kardia. Como esperaba, no estaba en el mercado, así que eso significaba que debía estar brindando otro tipo de servicios a alguien que se lo haya solicitado. Entonces se dirigió al bar donde un par de veces habían ido juntos, y ahí fue donde lo vió sentado en la barra, bebiendo tranquilamente después de guiñarle un ojo al cantinero.
- Sabía que estarías por aquí.- Dijo, llegando a su lado.
Kardia pasó tranquilamente el trago que había dado, para después quitarse el tarro de los labios y brindarle una sonrisa.
- ¿Te perdiste de nuevo, Virgilio?- Preguntó con una sonrisa burlona, cómo siempre, terminando riéndose ambos.- ¿Qué te trae de nuevo por aquí?
- Nada en especial.- Respondió.- De hecho... Te estaba buscando.
- ¿No dijiste que eras casado?- Bromeó Kardia.
- Para eso no, estúpido.- Rió Manigoldo, recordando que Kardia de vez en cuando bromeaba algo pesado, igual que él. Pero jamás habían hecho nada.- Hay alguien que quiere hablar contigo.
- ¿Conmigo?, ¿para qué?
- No debe tardar en llegar, pero creo que el trato te va a interesar.
Kardia arqueó una ceja. Probablemente preguntándose de qué tipo de trato podría tratarse. Bueno, tampoco podía culparlo, después de todo, su alterego y Kardia no tenían nada en común, laboralmente hablando.
Aún así, Kardia, siendo como era, confió en su palabra. Así que simplemente bebieron, y al terminar, Manigoldo se ofreció a pagar la cuenta. Kardia no rechazó la oferta, y ambos se retiraron después.
Fueron a casa de Kardia, dónde, efectivamente, el interesado en negociar con Kardia, no tardaría mucho en llegar. Y de seguro, que Kardia no se veía venir de quién se trataba...
Lo confirmó unos minutos después de llegar a casa, cuando llamaron a su puerta, y quién estaba ahí era el rey, y vaya propuesta con la que llegó... La cara de Kardia fue todo un poema.
Hakurei saludó con una gentil sonrisa a Sasha. Manigoldo reconoció esa sonrisa de Hakurei, definitivamente, algo sabía el viejo.
- Pequeña, ¿podrías salir un momento, mientras hablo con tu hermano?
- Yo...- La niña miró a Kardia un momento, quién solo asintió muy discretamente.- Por supuesto, majestad.
Una vez que Sasha salió de la casa con los guardias, se sentaron a hablar.
- ¿De qué se trata todo esto?- Preguntó Kardia, probablemente algo nervioso y muy desconcertado.
- Mi sobrino me ha hablado mucho de tí, Kardia.- Inició el anciano, mirando a Manigoldo, quién se retiró el curioso sombrero que siempre llevaba al andar por el reino. Kardia no lo reconoció nunca, pero los demás eran otra historia.- Virgilio tiene una curiosa facilidad para ver a través de las personas.
- ¿Qué...?
Si las miradas mataran, Kardia ya estaría condenado a prisión por asesinar a un miembro de la familia real. Los afilados ojos del peli-violeta posados fijamente sobre él decían más que mil palabras.
- Que no me digas Virgilio, viejo.- Gruñó bajo Manigoldo, desviando la mirada. Aún si Kardia lo apuñalaba con la mirada, no iba a quedarse sin renegar por ser llamado con su segundo nombre.
- De acuerdo, Manigoldo.- Dijo con un tono algo burlón Hakurei.- Pero eso no borra que también sea uno de tus nombres.
Ahora, definitivamente, Kardia estaba confundido. No sabía mucho de la familia real, según lo que le contó algunas veces, pero también que era amigo de Degel, el hijo de Zaphiri, uno de los embajadores más cercanos a ellos. Así que de seguro sabía al menos que el sobrino del rey, dentro del reino tenía el título de duque, y en el reino vecino, el de rey consorte. Y eso le puso la piel de gallina.
- Manigoldo Virgilio Santoro.- Se presento con su nombre completo al ver su confusión.- Duque de Laghari, y rey consorte de Areleous.
Si Kardia quería matarlo con la mirada, de seguro ahora quería hacerlo en serio. En su rostro se veía que tenía más preguntas que respuestas, pero a la vez solo quería que todo terminara.
- Vayamos al grano. ¿Qué busca viniendo hasta acá?
Tal y como esperaba, Kardia no dejaba de ser directo, ni siquiera con una figura de autoridad tan grande como el rey. Y Manigoldo sabía que Hakurei internan estaba dando brinquitos de alegría por ello.
- Me alegra que preguntes, Kardia.- Respondió el rey.- Verás, de seguro ya sabes que el hijo al que he elegido para sucederme en el trono, es un Omega.
Kardia no dijo nada, solo mantuvo su mirada fija.
- Y seguiremos todas las tradiciones, incluído el harem.
- Lo siento, pero no puedo.- Interrumpió Kardia.- Me temo que no estoy sólo. Tengo una hermana menor que depende de mí, a la que no puedo simplemente dejar abandonada. Así que gracias, pero no acepto.
- Sí, Manigoldo me habló de tí y tu hermana.- Asintió el rey.- Y por eso quería ofrecerte un trato especial.
Kardia arqueó una ceja, luciendo curioso por saber de qué se trataba.
- Por lo que sé, y he comprobado, tu hermana es una niña muy inteligente, y quizás podría llegar bastante lejos.
- Bien. Lo escucho.
- Si aceptaras formar parte del harem, te doy mi palabra, de otorgarle a tu hermana un título noble, un cargo en la corte, tierras y hombres a sus órdenes. Además de hacerme cargo de su educación y cuidar de ella.- Al oír todo eso, la expresión de Kardia sufrió otro cambio, que Manigoldo no supo descifrar.- A ella jamás le faltaría nada. Pero debemos empezar desde ahora, para que pueda estar lista para el cargo en el menor tiempo posible.
Kardia se quedó callado por unos minutos, probablemente pensando en la oferta. Hasta que finalmente dió una respuesta.
- Una última pregunta.- Dijo, y el rey asintió.- ¿Por qué yo?- Soltó.- En el reino hay varios hijos de funcionarios y familias acaudaladas, ¿por qué elegir a un plebeyo, no, un pobre, ramero como yo?
Manigoldo ya se veía venir que Kardia haría una pregunta así, y se lo advirtió a su tío. Pero también sabía que Hakurei no dudaría en responder con la verdad.
- Justamente por tu procedencia es que te tomé en cuenta, Kardia.- Respondió el anciano.- No quiero que el harem esté lleno de nobles y gente privilegiada, que jamás en su vida ha tenido dificultad alguna. Quiero que Asmita sea consciente de que no todos corren la misma suerte, pero eso no es una excusa para ser una mala persona. Quiero que tú le enseñes cómo es la vida de los menos favorecidos, que te encargues de que no pierda el rumbo, y seas su brújula moral.
- No puedo prometer ser el mejor esposo, pero si mantenerlo felíz.- Rió levemente Kardia.- Bien, acepto entonces.- Suspiró.- Solo permítame despedirme de mi hermana por favor.
El rey accedió, y pidió que dejaran pasar a la niña, así como darles un momento a solas. Manigoldo no pudo evitar sentir algo de culpa al mirar por el rabillo del ojo como Kardia le decía algo a su hermana y ambos comenzaban a llorar. Quizás se había equivocado al permitir que separaran a dos hermanos.
Esperaron a que Sasha saliera de la casa, con sus pocas pertenencias, y despertar de despedirse y darle un último abrazo a su hermano, partió con ellos.
Sasha no dijo nada durante todo el trayecto, derramando algunas lágrimas en silencio, y eso solo aumentó el remordimiento de Manigoldo al verla llorar así.
Al llegar al palacio, Hakurei mandó a llamar a unas doncellas para que ayudaran a Sasha a tomar una ducha para calmarse, y mostrarle su habitación, y después fuera a cenar.
Manigoldo bajó del carruaje, y tan perdido estaba en sus pensamientos, que cuando un caballo marrón apareció a su lado, casi se desmaya del susto.
- Así que esa es la niña de la que hablaban.
De inmediato reconoció la voz de Asmita, y al alzar la vista, lo vió montando ese condenado equino que parecía ser igual de insoportable que su jinete.
- Sí... Espera, ¿cómo fue que tú te enteraste de eso?
- Sé muchas cosas, Manigoldo.- Sonrió Asmita.- La próxima vez procuren no hablar tan fuerte. Recuerda que las paredes del palacio tienen oídos... Y algunos pasadizos secretos.
- Tú no cambias por más que pasen los años...
Asmita solo rió bajo, encogiéndose de hombros.- Iré a ver a la nueva niña. Tengo curiosidad por ella. No se tiene a una probable duquesa desaparecida en el palacio todos los días.
- No empieces a fastidiar, que ella no está de humor para tus cosas ni las de tu mula.
- Me ofendes, primo.- Bromeó Asmita.- Y no es una mula, es un semental, y se llama Joseph. En fin. Te veré después.
Asmita dió un leve golpe con las riendas al caballo, y después de dejarlo en medio de una pequeña nube de tierra, jinete y caballo se retiraron.
Manigoldo volvería a Ioannidis en dos días, pero antes decidió pasar por el mercado para despedirse de Kardia. Realmente su conciencia se lo estaba comiendo vivo.
- Kardia...- Lo llamó desde un callejón.
- ¿Volviste a perderte, Virgilio?- Para sorpresa suya, Kardia hablaba como si nada hubiera pasado.- Ya falta poco para el atardecer, deberías irte.
- Kardia, yo...
- No te preocupes, no estoy enfadado.- Sonrió el peli-violeta.- De hecho, creo que ahora estoy más tranquilo por saber que mi hermana está mejor. Gracias por todo.
- De verdad lo lamento.
- Te perdonaré si prometes invitarme un trago una vez al mes hasta que sea hora de recluirme en un cuarto con quién sabe cuántos Alphas más.
- Bien, lo prometo. ¿Qué tal si empezamos hoy?- Respondió Manigoldo, devolviéndole la sonrisa a Kardia.
- Y cuéntame, ¿cómo es mi futuro esposo?
- Cómo una flor de hiedra venenosa. Hermoso, pero insoportable.
- Afortunadamente me gustan los retos.
Ambos fueron al bar donde solían beber cuando tenían oportunidad, limando ahí cualquier aspereza, y prometiendo que nada cambiaría entre ellos.
Al día siguiente, Manigoldo se fue a Ioannidis, dónde se reencontró con su querido Omega.
De momento debían manejar el asunto de Sasha con discreción, al menos hasta tener un panorama más claro del asunto. Pero entre más preguntas le hacía a la niña y más pistas hallaban, más convencidos estaban.
Fue unos dos meses después, cuando la inesperada visita de Asmita en el palacio de Ioannidis los sorprendió. Manigoldo por un momento quiso estrangular a su primo al ver que llevó a Sasha con él, y aún más cuando el Omega le confesó sin pena alguna, que había ido sin el permiso del rey.
Pero Regulus apareció antes de que pudiera llevar a cabo alguna de sus ideas de parricidio.
- Asmita, qué sorpresa verte.- Dijo el castaño, al ver al otro Omega.
- Larga historia, Regulus.- Respondió Asmita.- Pero, quiero que conozcas a alguien.
Cuando Regulus vió a Sasha, ambos se quedaron mirando fijamente por unos segundos. Manigoldo vió que Regulus soltó algunas lágrimas silenciosas que se deslizaron por sus mejillas, y después corrió hacia la pequeña Alpha, abrazándola.
- ¡Sasha!, ¿de verdad eres tú?
- Eh?... Yo...- La niña parecía algo confundida.- ¿Nos hemos visto antes?... Siento que te conozco, pero... No sé de dónde.
Asmita provocó ese desastre, que Asmita lo solucionara, y así lo hizo.
Asmita se encargó de explicarle a ambos todo lo que sabían, desde el dije idéntico que ambos portaban, hasta el vestido con el que Sasha fue encontrada, y las circunstancias en las que la hallaron. También las pinturas que habían en el palacio de Ioannidis, y cómo es que Sasha era la viva imagen de su madre. Hasta la prueba decisiva, que hizo a Asmita desobedecer las órdenes de su padre: la marca de nacimiento en hombro izquierdo, en forma parecida a un corazón, que solo los Ioannidis tenían.
Sasha la tenía, al igual que Regulus. Asmita se dió cuenta mientras la ayudaba a vestirse y peinarse hace un par de días.
- No puedo creerlo...- Murmuró Regulus después de escuchar toda la historia.- No sabes cuánto te extrañé.
- Yo... Yo no sé qué decir.- Murmuró Sasha.- Todo ésto es muy confuso.
- Tendrán tiempo para asimilarlo.- Mencionó Asmita.- Suerte. Yo ya la traje, lo demás queda en tus manos, Regulus.
Sin duda, Asmita a veces era un verdadero desgraciado, pero Regulus no parecía molesto, y aceptó que Sasha se quedara con ellos. Así que Manigoldo lo aceptó, y solo por eso dejó vivir a su primo.
Los siguientes días, Regulus se la pasaba al lado de Sasha y Sísifo también, ambos mostrándole pinturas, ropas y varias cosas relacionadas a ella y a su familia, tratando de hacerla recordar quién era.
Manigoldo a veces se sentía fuera de lugar, después de todo, él jamás conoció a Sasha, todo lo que sabía de ella era por lo que Regulus le había contado, nada más. Así que no podía hacer nada por ayudar.
- ¿Está todo bien, Mani?- Preguntó su Omega, recostado a su lado.
- Sí, no es nada.- Respondió, abrazándolo.- Solo pensaba en todo esto... Es una locura, ¿no?
- Y que lo digas...- Sonrió el castaño.- Hasta hace una semana no sabía nada de mi prima, que sobrevivió al ataque, y ahora... Aún no puedo creer que esté aquí... Todo este tiempo estuvo tan cerca, y yo ni enterado.
- Lo sé.- Suspiró Manigoldo.- A veces me siento algo inútil por no poder ayudar en nada respecto a ella.
Regulus lo miró por unos segundos, y después se incorporó para darle un pequeño beso y preguntarle porqué creía eso.
Manigoldo decidió hablar con la verdad, y decirle cómo se sentía respecto a todo lo que había pasado. Desde haber separado a Sasha de Kardia, y como se sentía un estorbo, alguien ajeno ahí al no poder apoyarlos en la recuperación de Sasha.
Regulus lo escuchó atentamente, hasta que terminó de contarle todo, y finalmente suspirar.
- Oye, te elegí entre tantos Alphas por una razón, ¿no lo crees?- Dijo el Omega, abrazándolo.- Algo tienes, que te hace diferente a los demás. Eres la persona más sincera que conozco, no temes expresar y decir lo que realmente sientes o piensas, y eso tiene un valor enorme para mí. Eres muy valiente, también muy cariñoso conmigo, muy divertido y muy tierno.- Añadió, logrando hacer sonrojar al peli-violeta.- De no ser por ti, quizás jamás habría descubierto que Sasha seguía viva. Y aunque no lo creas, tu sola compañía y presencia, saber que cuando te necesite, estarás ahí para mí, es más que suficiente y me ayuda mucho más de lo que piensas.
Manigoldo sonrió enternecido, sintiendo el leve rubor en sus mejillas, para después besar con cariño la frente de su esposo.
- ¿Te he dicho que te amo?
- Cómo siete veces el día de hoy.- Respondió Regulus con una sonrisa.
Después de hablar por algunos minutos más, ambos se quedaron dormidos, abrazados y muy pegados uno del otro, cómo siempre había sido.
Esa se volvió su pequeña rutina diaria. Manigoldo una vez al mes iba a su reino natal para ver a Kardia y cumplir su promesa, pero estando forzado a no decir nada sobre el asunto de Sasha. Su tío le había pedido guardar el secreto, y a Asmita lo había mandado a limpiar los establos reales durante una semana por haber hecho semejante cosa tan imprudente.
Con el paso de los meses, Sasha poco a poco recuperaba su memoria. A veces, despertaba a todos en la madrugada para decir que había recordado otra cosa. Y aunque bastante molesto las primeras veces, terminaron acostumbrandose. Hasta que Sasha decidió tomar las responsabilidades que le correspondían, y mudarse al castillo que perteneció a sus padres.
A decir verdad, las cosas fluían con tanta normalidad, que la noticia de que su tío había enfermado, un año después de reclutar a todos los chicos del harem, lo tomó por sorpresa.
Todos sabían que el fin estaba cerca, y fue reabrir una herida. Regulus no podía dejar de llorar por saber que su tío pronto se iría y nunca más volvería a verlo. Manigoldo tuvo que movilizarse a su reino de origen para ayudar en todo lo que pudiera hacer falta, dejando a Regulus en manos de Sísifo.
Al llegar a su reino, lo primero con lo que se topó en el palacio, fue con Yuzuriha y Shion, que habían vuelto al nido para ayudar al cuidado de su padre en sus últimos días. Atla también andaba por ahí, llorando por los pasillos y siendo consolado por sus niñeras o sus hermanos, pero ni rastro de Asmita.
Manigoldo sabía dónde estaría, y no se equivocó. Asmita estaba escondido en el establo real, enmedio de fardos de heno.
Sus miradas se cruzaron, y no hicieron faltas palabras para simplemente abrazarse, y permitirse llorar. Asmita era el pilar que sostendría todo el peso de la corona cuando el rey diera su último aliento, y debía mostrarse fuerte e imperturbable. Manigoldo sabía por lo que Regulus le había contado, y también por conocer a su primo, que no iba a ser fácil, pero estaría para apoyarlo siempre.
Los días pasaron, quizás más rápido de lo que les habría gustado, y finalmente ocurrió lo que tanto temían. El rey murió, acompañado de Asmita, cómo pidió.
Asmita salió de la alcoba de su padre, sosteniendo en sus manos el cojín con la corona... Todos supieron de inmediato lo que significaba, y comenzaron todos los preparativos.
Asmita, a diferencia de sus hermanos, que se quebraron en llanto apenas lo vieron salir sosteniendo la corona, no derramó una sola lágrima enfrente de los sirvientes y demás miembros de la corte, y se encargó de dirigir a todos.
Manigoldo sabía que Asmita era capaz de tragarse todos sus sentimientos, y dolorosamente, no tenía otra opción. Así que prefirió darle espacio y limitarse a obedecer sus órdenes, que fueron volver a Ioannidis para dar la noticia a Regulus... Bueno, Asmita no sabía que Manigoldo iba a volver con un pequeño recuerdo de Ioannidis.
Su regreso con la noticia del fallecimiento del rey, y la solicitud de la presencia de Sísifo en el palacio, fue un verdadero dolor para Sísifo y Regulus. Los dos lloraron, y se abrazaron más fuerte que nunca, y Manigoldo no pudo hacer otra cosa más que observar.
Con lágrimas en los ojos, Sísifo se despidió de su sobrino y emprendieron el viaje, Regulus alcanzaría después a su Alpha, cómo indicaba el protocolo.
- Hey, oye...- Le dijo Manigoldo, tratando de animarlo un poco.- Tranquilo. Estarás bien. Estuve revisando un poco las cosas del viejo y estarás con buenas compañías.
- Gracias, Manigoldo.- Suspiró Sísifo.- Solo... Por favor, prométeme que cuidarás de Regulus.
- Tienes mi palabra de que así lo haré.
El resto del trayecto se resumió en Manigoldo tratando de calmar y levantarle el ánimo a Sísifo. Con bromas, chistes, algunas anécdotas, y hablando un poco sobre lo que sabía del harem pero sin dar demasiados detalles. Todo sin mucho éxito, ya que el castaño parecía ausente y sin escuchar nada realmente.
Al arribar al palacio, Manigoldo solo pudo acompañar a Sísifo hasta el pasillo que conducía al harem. Ahí se despidieron.
Manigoldo se tuvo que retirar con el resto de su familia. Aunque quisiera, nada podía hacer, no tenía acceso al harem. Así que se vió forzado a solo seguir todos los protocolos en silencio, desde el funeral hasta la coronación. Todo en compañía de su Omega, quién apenas llegó, no paró de preguntar por su tío.
- Tranquilo. Él estará bien.- Dijo, intentando genuinamente creer eso. Pero era difícil al recordar una de las discusiones que tuvo con su tío durante sus últimos días, cuando le permitió ver la lista de los esposos.- Es fuerte, y Asmita inteligente. Estará bien.
Regulus solo suspiró, probablemente sintiendo su real sentir. Pero no dijo nada más.
Manigoldo intentó mantenerse calmo, y no intervenir, pero le fue imposible quedarse de brazos cruzados y sin hacer nada. Así que, sabiendo el día y la hora en que Asmita finalmente visitaría el harem por primera vez para conocer a sus esposos, lo interceptó en el pasillo.
- ¿Nervioso?- Preguntó intentando sonar casual, llegando al lado de su primo, dándole un ligero golpe con el codo en las costillas.- No tienes porqué, hace rato cuando puse de excusa venir a avisarles que recibirían la primera visita del rey, investigué un poco de los siete.- Mintió para evitar tener que darle explicaciones a Asmita de cómo conocía y sabía de los chicos.
- ¿Algo que deba saber?
- Mucho.- Rió levemente, aferrándose a su papel.
Asmita arqueó una ceja, y lo miró. Entonces Manigoldo supo que estaba haciendo una buena actuación.
- Son buenos chicos en general, excepto el gemelo de piel blanca, uno de los dos Deltas, ese es algo arrogante y prepotente. Sinceramente dudo que te guste, se ve a leguas que está aquí solo por ser hijo de un general y porque su hermano está también. Yo que tú lo dejaba como último recurso, solo si los demás fallan. Aspros creo que se llama.- Explicó el peli-violeta, no perdiendo el tiempo en expresar todo lo que sabía y pensaba de ese Delta.- Uno de cabello largo y violeta me agrada bastante, Kardia se llama. Tiene actitud el chico, y en tu lugar, personalmente lo elegiría cómo primero. Pero tú preferirías algo más leve para arrancar, y ese se ve que es puro fuego.- Vaya que se había tomado su tiempo para tantear el terreno por él...- Sí, iba a poner a su primo sobre aviso de la arpía a la que su tío lo había dejado expuesto, pero también le daría una mano a Kardia.
- Solo espero que no hayas olvidado que estás casado, con un rey Omega de un reino donde estas cosas no están permitidas... Al menos públicamente.- Bromeó el rubio.
- Oye, ¿acaso me estás ofreciendo uno de tus esposos?- Le siguió la broma Manigoldo.- Sabe bien que soy muy exigente con la belleza, y a la de mi Omega nadie le llega ni a los talones. Tu Alpha es todo tuyo.
- Al menos si de pronto todos mueren en circunstancias misteriosas por enfermedades repentinas o algo así, menos él, ya sé quién lo ayudó o al menos dió la idea.- Rió bajo Asmita.- En fin, ¿sugieres a uno como primero?
- Creo que hay dos que quizás te interesen, Hasgard y Defteros. A Hasgard lo vas a identificar fácilmente, es el más alto de todos, es un Alpha, cabello blanco, y como te gustan, que casi te doblen la estatura y que con un solo brazo te puedan alzar.- Expuso Manigoldo sus argumentos, recordando todo lo que leyó sobre esos dos. Para ser sincero, a su criterio, eran los mejores candidatos.- Y no digas que no, porque más de una vez te ví babeando y comiéndote con la mirada a Alphas así.
Asmita solo se rió, olvidando por unos momentos todo el estrés y nerviosismo que seguramente cargaba en silencio. Manigoldo sabía que su primo no era precisamente una blanca y pura paloma, sabía perfectamente de su gusto por ese tipo de hombres. El doble de altos que él de ser posible, músculos como fuera tan humanamente posible, y con carácter dulce y amable.
- Defteros es el gemelo menor, el otro Delta. Lo vas a identificar por ser de piel demasiado morena, tener un colmillo que sobresale, y por ser unos diez centímetros más alto que el malévolo brujo que tiene por gemelo.- Siguió con sus explicaciones.- También cumple con el perfil de tu hombre ideal. Pero además de eso, los dos son buenos chicos en general, Defteros algo tímido a pesar de su apariencia intimidante. Así que vas a tener que armarte de paciencia, fue criado únicamente por su padre y creció entre Alphas y Deltas, no tiene experiencia tratando con Omegas, él mismo me lo dijo.- En su vida había cruzado una sola palabra con ese Delta. Todo lo que sabía, lo había leído en los documentos escritos a puño y letra de su tío.- Hasgard es un poco más experimentado, está algo incómodo por estar aquí, pero al menos no se va a congelar al verte.- Continuó.- Sísifo es uno de cabello castaño, casi rubio, demasiado tímido, demasiado callado, está nervioso, no quiere ser el primero porque no tiene ni idea de qué hacer... Ah, si, y es tío de mi Omega.- Sísifo y Kardia eran los únicos a los que había tratado, así que también le daría una mano a Sísifo.- Larga historia, el punto es que hasta hace un año, creía ser un Omega con celo tardío, y de pronto le llegó el celo y se presentó como Alpha, pero creo que sería buen padre.
- ¿Y los otros qué?
- Te dije los más relevantes. Yo sugiero Defteros o Hasgard como el primer y segundo esposos según tu criterio, Kardia tenlo en consideración solo cuando ya tengas algo de experiencia estés dispuesto a probar cosas más intensas, y Aspros cómo el séptimo. Créeme, ese entre más lejos del poder mejor, no me da buena espina. Los demás eligelos cómo quieras, no son tan relevantes.- Respondió, encogiéndose de hombros.- Cid y Degel nada relevante. Los dos parecen cortados con la misma tijera, los dos demasiado serios, demasiado correctos, no son los primeros en iniciar una conversación y solo responden si tú lo solicitas. Cid es uno de cabello negro, Degel uno de cabello verde. Los vas a identificar por tener cara de pocos amigos.- Añadió.- Pero Cid es hijo de un guerrero y fue entrenado como tal, también hizo expediciones al extranjero y conoce bastante del resto del mundo. Y Degel es hijo de un embajador, también ha estado en el extranjero y creo que entre todos los de tu harem, es el más inteligente, tomando en cuenta que es quizás el único que recibió educación en varias disciplinas desde niño.
- Bien.- Asintió Asmita después de escuchar todos sus argumentos.- Deséame suerte.
- Entendido, su majestad.- Rió Manigoldo para después irse. Ahora solo le quedaba tener fé.
El tiempo fue pasando, siguiendo su curso natural. Asmita eligió a todos sus esposos, afortunadamente, siguiendo el consejo de su primo y dejando a Aspros cómo el último. También en un par de ocasiones acudió a los llamados de su primo, cómo cuando le pidió llevar a Regulus al palacio para reunirlo con su tío, y desde entonces estaba prácticamente forzado a ir cada mes. También tuvo que mandar a llamar a Sasha cuando Asmita descubrió la conexión que existía entre ella y Kardia...
A decir verdad, las cosas salían tan bien como podrían. Pero Manigoldo jamás pudo olvidar aquella conversación con su tío, y menos ahora, que estaban todos reunidos para escuchar la decisión de Asmita sobre cuál de todos sus hijos sería su sucesor.
- ¡¿Enloqueciste acaso, viejo?!- Cuestionó aquella vez al reconocer el nombre de Aspros y leer su información.- ¡Éste loco fue el culpable de la masacre de las cordilleras!, ¡si no tuvo problema en sacrificar a tanta gente, ¿qué te hace creer que no hará lo mismo con tu hijo?!
- Justamente por eso lo elegí, Manigoldo.- Respondió el rey, sorprendiendo a su sobrino. ¿Acaso Hakurei estaba tratando de matar a Asmita?- En un harem, por más que te esfuerces, siempre termina habiendo una manzana podrida. Que se ciega por la sed de poder, y es capaz de todo... Pero aunque esa manzana podrida intenta todo, sus acciones solo hacen más fuerte el vínculo de las demás esposas.
- ¿Y quién era la manzana podrida de tu frutero?- Cuestionó Manigoldo esa vez.
- Sé todo lo que pasó con Gateguard, Manigoldo.- Afirmó su tío, y Manigoldo sintió que por un momento le faltaba el aire.- Gateguard desde un inicio, solo aceptó formar parte del harem por ambición. Dejó a su prometido plantado en el altar por un completo desconocido. Eso debería decirte todo.- Añadió.- Gateguard siempre hizo de menos, maltrató y lastimó cada que tuvo oportunidad a Avenir y Ahimsa. Pero todo eso, solo hizo que el vínculo entre ellos fuera más fuerte cada vez al protegerse mutuamente... Pero al final, Gateguard se aprovechó de la bondad de Avenir, y lo envenenó. Después le fue muy fácil acabar con Ahimsa sin piedad alguna, cuando él quiso hablar y exigir justicia por Avenir.
- ¡¿Todo el tiempo supiste que él mató a tus esposos, y no hiciste nada?!- Reclamó Manigoldo, sintiéndose bastante enfadado al momento.- ¡Maldición!, ¡¿cómo podías dormir tan tranquilo sabiendo que Avenir fue envenenado y Ahimsa empujado por las escaleras. Y lo peor, tus hijos a Merced del asesino de sus madres?!
- También supe todo el tiempo cómo Asmita y tú tomaron la justicia en sus manos.- Respondió el Alpha mayor.- Y no hice nada, porque sé perfectamente que Asmita amaba con todo su ser a Avenir y Ahimsa. Para él, ambos eran sus madres, y sus muertes le dolieron quizás más que a mí.- Añadió, y Manigoldo lo vió derramar unas lágrimas al mencionar a sus dos difuntos Omegas.- Dejó de ser un asunto mío, y pasó a ser un asunto de Omegas. Así que permití que Asmita hiciera lo que creyera correcto.
- Y entonces, ¿por qué traer otro Gateguard al palacio?
- Aún si no ponemos nosotros a la manzana podrida, alguna se corromperá. Así que es mejor elegir una que el resto pueda contener.- Aclaró su tío.- Avenir y Ahimsa eran solo dos contra Gateguard, bastó que bajaran un poco la guardia para acabarlos. Pero estos chicos son seis, si uno baja la guardia, el resto lo cubrirá... Uno puede contra dos, pero no contra seis.- Añadió.- Pero aún así, Manigoldo, manténlo tan vigilado cómo puedas, cualquier comportamiento sospechoso. Y cuando llegue el momento, saca todo a la luz.
Ahora más que nunca, esa conversación resonaba fuerte y claro en su memoria. Asmita había elegido como su sucesor a Aioros, y Aspros y sus hijos no tardaron en iniciar un escándalo, siendo apoyados por sus partidarios.
- ¿A dónde vas?- Le cuestionó su hijo, quién estaba a su lado junto a Regulus.
- Quédate aquí, Angelo.- Respondió a su unigénito.
- Voy contigo.
- Ya te dije que te quedes aquí, y pase lo que pase, no te separes de tu madre.- Repitió, haciendo finalmente que su pequeña copia obedeciera de mala gana.
Manigoldo fue hasta el frente, llegando justo a tiempo para acabar con el forcejeo que tenían entre todos los Alphas del harem por intentar contener a Aspros.
- Creo que se le olvidó mencionar algo, majestad.- Dijo, dirigiéndose a su primo.- Cómo quizás, la razón de su decisión. Supongo que eso es lo que tiene a su séptimo esposo tan alterado.
Había hablado con anterioridad con Asmita, contándole hace un par de años sobre esa conversación con Hakurei. Al final, resultó que Asmita tampoco confiaba en Aspros, y por eso siempre trataba de evitarlo lo más que podía.
- Me alegra que pregunte, estimado duque.- Respondió Asmita, mirando fijamente a Aspros.- ¿Por qué no dejan pasar a nuestra invitada especial?- Añadió, con una sonrisa algo tenebrosa.
Aspros palideció al ver pasar por el largo pasillo, hasta llegar frente a Asmita, a una mujer de cabello rubio. Manigoldo no pudo evitar una pequeña sonrisa. Y el resto de los Alphas no tenían ni idea de qué estaba pasando.
- ¿Puede decirnos su nombre?- Preguntó Asmita a la Alpha.
- Úrsula Walden.- Respondió la rubia, manteniendo agachada la mirada.
- ¿Podría decirnos porqué está aquí hoy, señora Walden?- Habló ahora Manigoldo, mirando de reojo como Aspros parecía desesperarse cada vez más.
- Yo... Estoy aquí para declarar.- Dijo con dificultad.- Sobre lo que hizo el séptimo cónyuge del rey.
- Adelante. Soy todo oídos.- Habló Asmita.- Pero primero, ¿podría decirnos cómo conoce a Aspros?
Úrsula inició contando qué ella y Aspros eran amigos desde la infancia, cuando se conocieron en una de las boticas de las que su padre era dueño.
Lo siguiente que contó, fue cómo Aspros le pidió algún remedio para evitar la concepción, y cómo ella le proporcionó una gotas que tenían esa facultad, e incluso de provocar esterilidad.
Cada palabra de Úrsula, era un clavo más en el ataúd de Aspros. El Delta lo sabía muy bien, ya que no dejaba de temblar, y parecía que en cualquier momento perdería el control, lo cual no tardó en suceder. Específicamente, cuando su cómplice contó que él había usado esas gotas para dejar estéril a Sísifo, la verdadera causa del misterioso dolor que sufrió años atrás. Todo para que alguno de sus hijos se quedara con la corona.
- ¡Maldita bruja traidora!- Gritó el Delta, logrando llegar hasta ella para darle un puñetazo y tratar de irsele encima, pero de inmediato fue sostenido por Cid y Hasgard.
Sísifo no pudo contener las lágrimas, al igual que Defteros, quién solo bajó la mirada, quizás más avergonzado que su hermano. Kardia estaba algo alterado, pero su primera reacción fue correr a dónde estaban su pequeño hijo y los demás príncipes, para sacarlos de ahí, excepto a los gemelos y Aioros. Degel se acercó a Asmita y permaneció a su lado, buscando impedir que Aspros intentara lastimarlo si se escapaba del agarre de Hasgard y Cid.
- Para terminar, y no hacer esto más largo, ¿por qué está aquí ahora?- Cuestionó Manigoldo a la Alpha.
- Por un trato que hice con el rey.- Confesó la mujer.- Si yo confesaba todos los crímenes en los que ayudé a Aspros, mis actos serían perdonados.
Manigoldo no pasó todos esos años solo mirando, se puso a investigar desde las sombras y a buscar hasta debajo de las piedras, hasta que después del incidente de Sísifo, dió con Úrsula, la amiga de la infancia de Aspros, según el padre de los gemelos.
El resto fue vigilarla por varios días y noches, hasta que finalmente, la sorprendió colándose al palacio en la madrugada, y entregándole un misterioso frasco a Aspros en el jardín al que tenía vista el harem. Así, Manigoldo la interceptó y llevó a interrogatorio, uno que hizo el mismo Asmita el día siguiente.
Manigoldo sabía que Asmita podía ser un ángel, o el peor de los demonios. Sabía que para que esa mujer soltara toda la información que tenía, Asmita no se iba a tentar el corazón para usar todos los métodos que había aprendido durante la guerra. Y no se equivocó, así obtuvieron toda esa información, que guardaron por años, esperando el momento adecuado. Y ese momento, ya había llegado.
- Gracias por su cooperación, señora Walden.- Dijo Asmita, mirando a Aspros.- Puede retirarse.
La rubia se retiró a toda prisa, ante las severas y frías miradas de todos los presentes sobre ella.
Aspros estaba tan blanco como la nieve, definitivamente, sabía que Asmita estaba furioso y no se iba a contener más, ahora que todos sabían la verdad.
- ¿Tienes algo qué decir, Aspros?- Cuestionó el Omega a su esposo.
Aspros se quedó callado, bajó la mirada, y algunas lágrimas se le escaparon.
- No... Majestad.
- Eso pensé.- Dijo Asmita.- ¡Guardias!, llevenlo a la sala de interrogatorios.
De inmediato, los guardias obedecieron la orden dada por el rey, y Cid y Hasgard se hicieron a un lado. Aspros estaba completamente paralizado, y no movió un solo músculo, sabía que estaba acabado.
- ¡Majestad!
Defteros sorprendió a todos, cuando después de que sacaran a Aspros de la sala, y Asmita estuviera por poner fin a la reunión, corrió hasta quedar frente al Omega, arrodillándose.
- Por favor... Por favor se lo pido. Perdone a mi hermano.- Suplicó de rodillas el Delta, con las manos juntas y la cabeza agachada, mientras lloraba.- Por favor.
- Defteros...
- Sé que hizo mal... Pero es mi hermano, majestad.
Manigoldo sintió una pequeña opresión en el pecho. Sabía por Asmita que los gemelos eran muy cercanos y se querían demasiado, más bien, algo unilateral por parte de Defteros, ya que Aspros siempre lo trataba bastante mal.
Defteros terminó llorando enfrente de todos, suplicando el perdón del rey para su hermano. Manigoldo sabía que eso era considerado lo más humillante que alguien podía hacer, pero a Defteros parecía no importarle con tal de salvar a su hermano.
Manigoldo miró como incluso Asmita parecía conmovido por la noble acción de su esposo.
- Vamos, todo estará bien.- Dijo Manigoldo, ayudando a Defteros a levantarse y salir de ahí.
Tal y como Manigoldo esperaba, Asmita se apiadó de Aspros únicamente por la súplica de Defteros. Y en vez de darle la pena máxima por lo que perfectamente podría considerarse traición a la corona, pero vaya que Asmita tenía un castigo que quizás para alguien como Aspros era mucho peor que la muerte.
Su castigo fue perder sus pocos derechos como séptimo esposo, recibir 100 latigazos, y también beber el mismo brebaje con el que había dejado estéril a Sísifo. En pocas palabras, darle a beber un pequeño trago de su propio veneno, de la forma más literal posible.
Parte de su castigo, también fue estar obligado a quedarse en el harem, completamente aislado del mundo exterior al haber perdido sus derechos como séptimo esposo. Estando sólo y aislado, ya que según lo que le contó Asmita, ni siquiera Defteros le dirigía la palabra, sintiéndose completamente herido.
Sí, definitivamente, la vida de un noble no era un cuento de hadas como muchos creían. Manigoldo lo sabía mejor que nadie. Más de una vez tuvo que hacer el cumplimiento de su deber como duque de Laghari y rey consorte de Ioannidis.
Sabía que tenía más de un enemigo suelto por ahí. Sabía también que sus manos estaban manchadas de sangre de todas las personas a las que mató en batalla. Sabía también que todo el tiempo corría peligro...
Pero con ver la cálida sonrisa de su Omega cada mañana al despertar, saber que pasara lo que pasara, siempre estarían juntos, y ver crecer a diario a su hijo, le era más que suficiente para sentir que todo valía la pena.
Al menos de momento, Laghari estaba a salvo, y estaba seguro de que quedaría en buenas manos al quedar bajo el mando de Aioros. Él y Regulus, por su parte, se estaban encargando de criar lo mejor posible a Angelo para que fuera un buen rey al heredar el reino de Ioannidis.
Todo lo ocurrido en su vida era destino o casualidad?. Sinceramente, no lo sabía, pero tampoco le importaba demasiado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro