Destinados [🐯DohkoxShion🐑]
Desde que era tan solo un niño había escuchado aquella historia sobre las almas gemelas destinadas a encontrarse.
Decían que por cada Alpha, había un Omega ideal, un Omega que lo amaría, estaría siempre a su lado, y le daría muchos cachorros para continuar el linaje. Pero él siempre las consideró patrañas, estupideces que inventa la gente sin oficio ni beneficio.
Esa historia se le hacía ridícula, además de denigrante hasta cierto punto para los Omegas. Que fuese un Alpha no le daba ningún derecho a mirar a los Omegas como objetos o trofeos que ganar.
En los años que llevaba entrenando y siendo un santo de Athena, había conocido a Omegas que no tenían nada que envidiarle a ningún Alpha, eran fuertes, inteligentes y capaces de valerse por sí mismos, sin necesidad de un Alpha que los protegiera. Ecarlate, Shijima y Cardinale eran la prueba viviente de ello. Simplemente no veía sentido a tratar a todos los Omegas como objetos hechos para atender a los Alphas.
Durante toda su vida se había negado a buscar un compañero, aunque desde que su casta se presentó por primera vez, no había día en que alguno de sus superiores no le ofreciera tomar a alguna de las doncellas Omegas que servían en el santuario, o incluso a uno de sus compañeros Omegas si lo deseaba. Y no había día en que él accediera a semejante cosa.
Ya habían ocurrido casos en los que alguno de los Omegas entraba en celo, y terminaba siendo tomado por uno o varios Alphas. Y él no podía sentir más que repulsión por los Alphas que hicieran aquellos actos tan bajos.
Ni él, ni ningún Alpha tenía derecho alguno a tocar a un Omega sin su consentimiento. El que un Omega entre en celo no es su culpa, no tendría porqué correr el peligro de que algún Alpha idiota se aprovechase de su vulnerabilidad...
Pero de momento eran solo sueños, ideales que él y un puñado de personas tenían. Así que, de momento tenía que conformarse con proteger a todos los Omegas que pudiera, y soñar con que algún día todas esas ideas que denigraban a los Omegas desaparecieran, y no existieran más las diferencias entre castas.
La mayoría de las personas a su alrededor le decían que debía estar loco por pensar todo aquello. Incluso él había llegado a pensar que algo estaba mal con él, después de todo, jamás se había alterado con las feromonas de ningún Omega. Era raro, lo sabía. Pero para fortuna suya, era fácil disimularlo, diciendo que simplemente había aprendido a controlarse.
Todos esos pensamientos rondaban en su mente mientras caminaba rumbo al santuario, después de comprar provisiones, misión que le encomendó el patriarca. Justo cuando pasaba por el coliseo, una peculiar mezcla de aromas lo puso alerta.
"Uno, dos, tres... Cuatro.- Contó en su mente los aromas.- Cuatro Alphas... Y un Omega en celo.
No era necesario ser un genio para saber lo que esos desgraciados estaban haciendo, y Dohko no dudó ni un segundo para seguir el rastro.
La mezcla de aromas lo llevó hasta la arena, en el centro del coliseo, dónde vió cuatro Alphas rodeando a un pobre Omega que debía estar muerto del miedo.
Esos Alphas se percataron de su presencia, y como los viles gusanos que eran, tuvieron el descaro de invitarlo a unirse como si abusar de alguien indefenso fuera lo más normal y correcto del mundo.
Dohko sintió su sangre hervir, apretó sus nudillos hasta que tomaron un color blanco, y sus dientes rechinaron por la rabia contenida. Y segundos después, sus puños impactaban con la piel de aquellos Alphas.
Se trataba de unos aprendices, novatos, no eran competencia para él, los años que portó la armadura de dragón, y los meses que llevaba portando la armadura de Libra. Le tomó apenas unos segundos hacer que huyeran heridos y asustados como unas ratas.
Cuándo se aseguró de que no volverían, se acercó al Omega, intentando no asustarlo, pero fue grande su sorpresa al ver de quién se trataba.
- ¿S-Shion?- Tartamudeó nervioso al ver a su amigo en aquellas condiciones.
El peli-verde se sobresaltó al escuchar su voz, y lo vió retroceder torpemente, cayendo de bruces y golpeándose los labios contra el suelo en el proceso.
- Shion, tranquilízate, no voy a lastimarte.- Añadió rápidamente, intentando calmar al contrario.
No sabía que Shion era un Omega. El peli-verde siempre había manifestado ser un Beta, al igual que Mystoria y Death Toll. Además, nunca había percibido aquel aroma en él.
- Tranquilo, sabes que las feromonas no me afectan.- Añadió, sabiendo que Shion era el único que conocía su secreto.- No voy a lastimarte.
Los ojos de Shion se cristalizaron, y segundos después, el peli-verde rompió en llanto. Dohko solo atinó a abrazarlo contra su pecho, no sabiendo qué más hacer.
Quizás Shion tampoco sabía su casta hasta ese día. A veces el primer celo de un Omega tardaba en aparecer más de lo normal, a algunos les llegaba por primera vez hasta los 25 o 30 años. Shion hace poco había cumplido 19 años, quizás era un caso de celo tardío, y de serlo, normal que estuviese asustado y confundido.
- Ven, será mejor que te lleve a casa.- Susurró, ayudando a Shion a ponerse de pie.- En la casa de Aries estarás seguro.
Shion estaba demasiado débil por el celo para caminar, y Dohko optó entonces por cargarlo. Shion era más alto que él, y eso le dificultó un poco la tarea, pero con esfuerzo, consiguió llevar a Shion a la seguridad del primer templo.
- ¿Quieres que llame a Shijima para que te acompañe?- Preguntó, ya que Shijima era el único Omega de la orden dorada que se encontraba en el santuario. Ecarlate y Cardinale habían sido enviados a misiones.
- No...- Murmuró Shion, apretando sus piernas contra su abdomen.
- Shion, no tienes porqué estar avergonzado.- Intentó animarlo Dohko.- No tiene nada de malo que seas un Omega, ni tampoco que no lo supieras. A veces el celo llega un poco tarde y-
- ¡Yo ya sabía que era un Omega desde los doce años, Dohko!- Exclamó Shion, sorprendiendo a Dohko.- ¡¿Crees que es divertido ser perseguido?!, ¡¿o que corras riesgo de que algún Alpha se aproveche de tí?!, ¡¿o ser juzgado únicamente por tu casta?!
Dohko vió que Shion estaba llorando, probablemente producto tanto del dolor físico, como de la ira que no encontraba forma de sacar. A decir verdad, sabía lo que los Omegas debían aguantar, y no podía argumentar contra las palabras de Shion.
- Cuando mi celo llegó por primera vez... Yo había entrenado tan duro por obtener mi armadura... ¡No podía permitirme perder todo por ser un maldito Omega!, ¡por eso pasé años ocultando mi casta!... Y ahora... Ahora...
Shion estaba inconsolable. No podía dejar de llorar, y Dohko sintió una opresión en el pecho al ver tal escena.
Shion siempre se mostraba como alguien fuerte, pero Dohko sabía que el lemuriano también tenía un lado bastante frágil. Sabía que el mayor sueño de Shion siempre había sido llegar a ser santo de oro, sabía lo duro que Shion trabajó por años para ganar el derecho de usar primero una armadura de bronce, y después obtener la de Aries. Entendía la impotencia y angustia por la que Shion debía estar pasando.
Después de todo, los Omegas no tenían permitido ser santos de oro, al menos no como si podía un Alpha o un Beta. Para que un Omega pudiera acceder al puesto, solo tenía dos opciones:
Hacía un voto de castidad, jurando mantenerse virgen y fiel a Athena hasta el día de su muerte. Ésto con el fin de que la diosa lo tomara como su Omega, obviamente solo de forma simbólica. Ese había sido el caso de Shijima y Cardinale, que juraron castidad y fidelidad a Athena en un ritual guiado por el patriarca cuando tenían entre 12 y 13 años.
O la otra opción, era que su Alpha perteneciera al mismo rango de santo, y se lo autorizara. Si un Omega no era consagrado a Athena, ya fuera por no ser virgen, porque ya tenía un Alpha, o cualquier otra razón. Entonces, para poder ser un santo de oro, debía tener el permisos de su Alpha, además de jurar a Athena dar al menos un hijo y consagrarlo a ella como futuro guerrero. Esa había sido la elección de Ecarlate, que tenía permiso de su Alpha para participar como guerrero, además de haber prometido entrenar a su primogénito como un santo al servicio de Athena.
- Shion, entiendo que ésto no ha sido fácil para tí.- Susurró Dohko, después de abrazar a Shion.- Pero debes decir la verdad, y proceder con alguna de las dos opciones que da el santuario para conservar tu armadura.
Shion no dijo nada por varios minutos, sollozando en el pecho de su amigo.
Dohko no sabía si Shion podía tomar la opción de consagrarse a Athena, o si ya tenía un Alpha entre los santos de Athena, que debía concederle el permiso. No se atrevió a preguntar, no queriendo ser entrometido, pero Shion respondió.
- No soy virgen, no puedo consagrarme a Athena.- Murmuró el peli-verde, sonando avergonzado.- Y no tengo un Alpha que pueda darme el permiso.
Shion volvió a llorar, apretando la ropa de Dohko entre sus puños. El castaño sintió pena por su amigo, sabiendo que si no tomaba una de las dos opciones, no solo sería removido de su cargo, sino que también tendría que enfrentar un juicio por mentir sobre su casta, corriendo riesgo de ser sentenciado a muerte por traición a Athena y al santuario, o en el mejor de los casos, el exilio.
Dohko sabía que para Shion solo quedaba la opción de que un Alpha de la orden dorada lo tomase y le diera el permiso. Pero también sabía que casi todos tenían un Omega, además de que Shion no aceptaría tan fácilmente a cualquiera de ellos. Shion no era alguien que se dejase mandar y pisotear, Dohko lo sabía, y el que fuera un Omega no lo cambiaría.
Entonces se le ocurrió una idea, pero no sabía si Shion estaría de acuerdo.
- Déjame ser tu Alpha entonces.- Dijo, y como esperaba, Shion se sorprendió.- No voy a lastimarte ni a forzarte a nada. Solo te daré el permiso para servir como santo de Aries, y cuando llegue el momento... Bueno, es necesario cumplir con dar un guerrero a Athena.
Shion se quedó callado, procesando la información. De todos los Alphas de la orden dorada, Dohko era de los mejores candidatos. Dohko era de los pocos que aún no habían tomado un Omega, además de mostrarse siempre bastante respetuoso con todos los Omegas, y tener la peculiaridad de no responder a las feromonas de los Omegas, sin importar lo fuertes que fueran. También era un Alpha, que aunque no tan alto como Caín o Izo, ni tan corpulento como Ox, si era bastante fuerte, inteligente y ágil, en sí, una buena opción para engendrar y entrenar cachorros fuertes.
Así que, después de pensarlo por unos minutos, decidió aceptar y volverse el Omega de su mejor amigo, obteniendo su marca ese mismo día.
[...]
Luego de postergar el momento por varios años, aprovechando la llegada de la guerra santa y sus nuevos cargos asignados como los dos únicos sobrevivientes, Shion dió a luz a un pequeño bebé de cabellos lilas.
- Bien, los el color de ojos lo entiendo.- Le comentó Dohko, mirando al bebé, que reía en sus brazos.- Pero ¿de dónde sacó el cabello lila?
- Supongo que de su abuela.- Respondió Shion, descansando en su cama.- Mi madre solía tener el cabello de ese color.
Dohko solo asintió con una sonrisa, mientras jugaba con el pequeño recién nacido.
Dohko tuvo que volver a los cinco picos ese mismo día, tan solo dejó su lugar para ir al santuario a conocer a su hijo, pero quién se encargaría de cuidarlo y entrenarlo para convertirlo en un guerrero sería Shion.
Los años pasaron, y el pequeño y tierno Omega que Shion parió, se convirtió en un fuerte y leal santo de Athena. El nombre que eligieron para el pequeño fue Atla, y consiguió destacarse entre los guerreros, manteniendo siempre en secreto sus orígenes como hijo del patriarca. No fue exento de ninguna norma, al descubrir su casta, incluso fue sometido a aquella elección de consagrarse a Athena o conseguir un Alpha.
Dohko no se molestó en ocultar su descontento por poner a su único hijo en esa situación, pero nadie podía ser exento, Shion estaba al mando del santuario, y nada pudo hacer.
Afortunadamente, Atla encontró a un buen Alpha, de quién se enamoró, y con quién fue felíz. Pero nuevas amenazas aparecieron, y costaron las vidas de varios santos, incluídos Atla y su Alpha.
Pero unas semanas antes de su muerte, Atla cumplió su promesa a la diosa, al dejar un pequeño destinado a convertirse en santo.
Dohko y Shion lloraron la muerte de su hijo, sintiéndose impotentes al no poder hacer nada. Ahora, el pequeño bebé de Atla era lo único que les quedaba de él.
Shion se encargó de criar a aquel bebé, ocultándole completamente su origen como nieto del patriarca, aún cuándo Dohko no estuvo de acuerdo.
Desgraciadamente, la escena se repitió una y otra vez por varias generaciones, llevándose Omegas, Betas y Alphas por igual...
Así hasta llegar a su descendiente más jóven. Un pequeño bastante parecido a Atla, igualmente Omega, como el hijo que perdieron años atrás.
Dohko temía que la tragedia se repitiera una vez más, especialmente al saber que el pequeño estaba destinado a ser el santo de Aries en esa época, en la próxima guerra santa contra Hades, y también por aquel mal presagio para Shion.
Sin embargo, nada pudo hacer para evitarlo. Shion fue asesinado por uno de los santos dorados que entrenó, y se apoderó del santuario.
Pero lo que sí pudo hacer, fue advertir al pequeño Mu del peligro, y ayudarlo a escapar del santuario a un lugar seguro. Por respeto, y por el amor que le tuvo a Shion, decidió respetar los deseos de Shion y no contarle a Mu sobre los lazos de sangre que los unían, y limitarse a decirle lo que debía saber sobre el traidor, ayudarlo en su entrenamiento, y ayudarlo a mantenerse oculto y a salvo en Jamir hasta que el momento de pelear llegara.
¿Coincidencia o destino?, no lo sabía. Quizás los destinados sí existían, quizás no... Lo único que sabía, era que llegó a amar al que fue su mejor amigo, y no importaba cuántas vidas pasaran, solo deseaba volverlo a encontrar.
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