Cuando un demonio se enamora... [🍎Kardia x Asmita 📿]
Amor... Esa cosa que la mayoría de los humanos pasaba toda su miserable existencia buscando, obteniendo y perdiendo en un ciclo vicioso.
Los humanos siempre le habían parecido tan simples, cómo curiosos por igual. Eran seres tan débiles en comparación a los de su tipo, pero a la vez tan complejos, que a veces llegaban a dar miedo, incluso a un ser inmaterial y que realmente nunca había estado vivo como tal, cómo él.
Odio, dolor, rencor, perdón, sueños, alegría, tristeza, rabia, amor... Todo, habitando en un mismo ser, en mayor o menor medida. Aún después de siglos observando y conviviendo con humanos, no era capaz de descifrarlos por completo, y no dejaban de sorprenderlo.
Bueno, quizás su naturaleza híbrida tenía algo que ver. Después de todo, no dejaba de ser un alma concebida a partir de un alma humana y un demonio, y por lo tanto, una mezcla de ambas esencias.
Su parte demoniaca le había permitido todos los poderes de un demonio puro, un íncubo, cómo el que lo engendró. Pero su parte humana lo hacía sentir una conexión inexplicable e irracional con el mundo mortal y todo lo que ello implicaba.
Cómo todo demonio, no estaba sujeto a ningún tipo de moral, siendo libre de formar sus propios principios, ideales, reglas y moral con los años. Al fin y al cabo, tenía toda una eternidad para ello, de la forma más literal posible. No podía morir algo que nunca había estado vivo, al menos no de la misma forma que los mortales.
El mundo mortal terminó por encantarlo, los humanos lograban fascinarlo por varias razones. Pero la que más le intrigó siempre, fue el amor.
Era curioso cómo un humano podía llegar a depositar su absoluta confianza, desnudar su alma a alguien, permitirle ver sus mayores miedos, debilidades y dolor, prácticamente darle todas las armas para herirlo. Pero, si el sentimiento era mutuo, la otra parte correspondía de la misma forma.
Guiado por su curiosidad, decidió intentar ganarse ese nivel de confianza de un humano. Enamorando a su presa poco a poco en sueños, hasta que finalmente caía rendido a sus pies, y hasta entonces, poseerlo para obtener su alimento.
Así descubrió que el líbido combinado con amor, era una combinación sumamente exquisita, y desde entonces, su alimento favorito, volviendose desde entonces su método de caza.
Pasó siglos así, enamorando humanos en sus sueños, y alimentándose de ese amor, tan solo para después desaparecer tal y como llegaba. Sí, el sabor del amor y la sensación de entrega eran de lo mejor, pero eran solo temporales.
Ninguno de esos humanos lo había amado realmente, es más, casi ninguno de ellos había descubierto lo que era en realidad. Todos habían visto, sentido y oído lo que querían, lo que deseaban, lo que amarían en el mundo mortal, pero al terminar, ese vacío regresaba.
Se había resignado a ser lo que era después de todo: un ser oscuro, que se alimentaba del líbido y lujuria de los humanos, tentandolos para ceder a sus deseos carnales. Que jamás tendría una sola pizca de amor verdadero, cómo el que algunos humanos llegaban a experimentar. Nadie lo amaría, y él jamás amaría a nadie. Igual que todos los demonios, el amor no existía para los de su tipo. No eran capaces ni dignos de amar ni de ser amados, todo por su naturaleza diabólica, hasta su misma existencia era un error... Al menos hasta que ese mago apareció.
Asmita. Un híbrido, igual que él, con la única diferencia de que él había nacido como mortal y con una pequeña esperanza de la salvación, igual que la mayoría de híbridos de humano y demonio.
Cuando lo conoció, el rubio no era más que un niño escuálido, del que no dudó en burlarse, al menos hasta que descubrió que lo había subestimado. Asmita resultó ser un prodigio en la magia, dejándolo atrapado en un círculo de invocación. Así había terminado volviendose su espíritu familiar, reconociendo su derrota, y teniendo curiosidad por ese chiquillo y la magia que desprendía, hace más de dieciocho años.
- Oh, ya volviste, Kardia.- Dijo con una sutil sonrisa el rubio, acercándose a él.- Buen chico... O más bien, ¿buen cuervo?- Añadió con una tenue burla, tomando la canasta con hierbas que le había mandado a conseguir hace unas horas, despeinando un poco las plumas de su cabeza.
- Muy gracioso.- Masculló, tomando su forma humana, yendo detrás del rubio.- ¿Tengo que recordarte quién me pidió que tomara la forma de un estúpido cuervo?
- ¿Hubieras preferido una rata?- Preguntó el rubio, encogiéndose de hombros, soltando una pequeña risa, siguiendo con lo que hacía.- ¿O un gusano, quizás?
Kardia solo rodó los ojos, suspirando derrotado.
- ¿Qué tenemos que hacer hoy?- Preguntó, recargandose en el hombro de su mago.
- En un reino vecino han estado ocurriendo cosas extrañas. Algunas personas han desaparecido sin dejar rastro, otros actúan extraño. Sospechan de posesiones, así que el sumo sacerdote me ordenó que fuera a investigar.- Respondió Asmita.- Partiremos mañana a primera hora, así que hoy tenemos que preparar todas las protecciones necesarias. No sabemos a qué nos enfrentamos, si es solo histeria colectiva, un par de locos, o realmente uno de los peces gordos.
- ¿Hasta cuándo vas a mantener el teatro de exorcista?- Cuestionó el familiar con una descarada risa, que le fue correspondida por su mago.- Si supieran que su mejor exorcista es en realidad uno de los que llaman brujos...
- Hasta ahora no he terminado en la hoguera.- Se encogió de hombros nuevamente.- Supongo que soy buen actor, ¿no lo crees?
- ¿Mentir?, ¿tú?. Oh, claro que no.- Ironizó, para después soltar la carcajada.- Digo, no es como que seas un mago híbrido, coincidentemente criado por otro mago híbrido, que aprendió a invocar demonios antes que a caminar, tiene prácticamente un pacto y como guardián a un íncubo desde los cinco años, que ha engañado a varios demonios y espíritus, logró infiltrarse cómo estudiante y volverse sacerdote en una iglesia, y que usa magia de varios tipos... ¿Cierto?
- Vaya que tienes buena memoria.- Sonrió Asmita, mientras seguía con lo suyo.- Ahora, mejor toma tu forma de cuervo. No quiero tener que volver a cubrirte el trasero si alguien llega de sorpresa y te ve aquí en tu forma humana.
Kardia solo se rió, recordando aquel incidente, cuando una monja apareció en la casa de Asmita con un mensaje del sumo sacerdote, encontrándolo hablando con él en su forma humana... Aún recordaba cómo la joven se puso tan roja como una manzana y empezó a tartamudear al verlo. Solía tener ese efecto sobre los humanos no híbridos, todos veían en él lo que más les tentaba, haciéndoles desearlo más que a nada en el mundo.
- Eso le pasa por entrar a una casa ajena sin tocar a la puerta primero.- Se excusó al terminar de reírse tras recordar ese pequeño caos.- Pero tienes garantía de que a esa yo no la toqué ni con un palo. Todo lo que haya soñado o hecho, fue solo su mente y sus deseos ocultos.
- Igual, no quiero a ninguna otra monja encima de mí día y noche, preguntando por "el mensajero de un pueblo lejano.", y si volvería.- Sonrió Asmita, acercándose, quizás demasiado, casi rozando sus labios.- Así que, mejor obedece y así los dos nos ahorramos malos ratos.
Asmita, igual que todos los híbridos nacidos de mortales, poseía un aroma distinto al de los íncubos y súcucos puros. Un aroma dulce, suave, agradable, un aroma que recordaba a la vida misma. Tan diferente al de los demonios, más intenso, potente, capaz de despertar los más bajos deseos de cualquiera, el aroma del líbido y la lujuria...
Había conocido a otros híbridos iguales a Asmita, había percibido ese aroma antes, pero el de Asmita era diferente y ni siquiera él sabía definir porqué. Su aroma lograba calmarlo, hacerlo sentir bastante dócil y hasta algo indefenso.
Ese condenado aroma, junto al calor de la blanca piel del mago, siempre lograban hacerlo flaquear y ceder a lo que fuera.
Finalmente, sintió el tibio y calmo tacto de los labios de Asmita sobre los suyos. Era tan diferente al de todos los demás mortales que había sentido antes de él...
- Bien, tú ganas.- Sonrió, rodando los ojos.- Pero-
Otra vez, ese suave contacto, lo silenció, adelantándose a su petición, y después vió a Asmita sonreír.
- Ya lo sé. Otro beso.- Sonrío con cierta diversión el rubio.- Ahora haz caso. Te conseguí algo de miel y manzanas, come y descansa un poco. Necesito que le lleves algo a mi hermano más tarde.
- De acuerdo, su majestad.- Rió, aceptando felizmente su derrota, retomando su forma de cuervo, para después ir en busca de las ofrendas que Asmita le daba a diario.
¿En qué momento había empezado a sentir algo por ese mago?, ¿cuándo fue que sus besos se volvieron su mayor debilidad?, ¿en qué momento se había prometido a si mismo cuidarlo de todo, al grado de haber llegado a arriesgar su propia existencia al enfrentar a demonios más fuertes?, ¿cuándo fue que la pequeña energía que Asmita le brindaba a través de pequeños gestos, se había vuelto alimento más que suficiente?... Ni idea. Tenía mil preguntas y ninguna respuesta en concreto, una de las tantas cosas que a veces odiaba de su parte humana.
Antes de Asmita, creía firmemente que estaba tan condenado como los demás demonios a nunca conocer el amor, a nunca sentir nada más allá de deseo, y a nunca sentirse amado. Pero ahora... Estaba estúpidamente enamorado de su mago, esa era la verdad.
Sabía que no debía amarlo, era su espíritu familiar y no más. No sabía si Asmita lo amaba, o simplemente lo veía como lo que era. Pero ya era tarde para dar marcha atrás.
Sabía que amar a un mortal era un error. Las almas como la de Asmita, por el simple hecho de haber nacido y vivido en el mundo mortal, estaban automáticamente condenados a morir y renaces una y otra vez, hasta alcanzar algo llamado iluminación. Cuando cumplieran las misiones a las que fueron enviadas, cuando hubieran purificado sus acciones, cuando encontraran a su llama gemela y estuvieran listas para ascender.
Por más que protegiera a Asmita, tarde o temprano iba a verlo morir, y a estar forzado a apartarse de él, al menos hasta que renaciera en otro cuerpo, con otra vida y sin ningún recuerdo. Y aún así, nada garantizaba que se volvieran a ver. Eventualmente, Asmita trascendería, y entonces, definitivamente, jamás volvería a verlo. Los demonios no podían ir a ese lugar, y dudaba seriamente que Asmita eligiera habitar en el mismo plano que él, casi ningún alma mortal trascendida elegía eso.
Sí, enamorarse de su mago había sido un error, uno que quizás lamentaría por toda la eternidad. Pero, aún si la vida entera de Asmita era apenas un parpadeo, se encargaría de cuidarlo y amarlo durante todo ese parpadeo.
Ser consciente de que amas a alguien, que lo verás cumplir sus sueños, llorar, reír, ser felíz, morir, renacer, una y otra vez, pero, en un momento deberás dejarlo ir y nunca más volverás a verlo. Y a pesar de eso, de saber el dolor que eso significa, estar dispuesto a soportarlo, a ignorar la sensación de amargura y apreciar y atesorar cada momento, esperando el final... Eso pasa cuando un demonio se enamora.
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No tengo mucho qué decir. Después de un bloqueo creativo y unas semanas de descanso, por azares del destino volví a recordar mi pasado de adolescente curiosa y un poco obsesionada con los temas de demonologia, las religiones paganas y todo ese tipo de cosas.
Todo por culpa de esto XD
Ni de chiste iba a aventarme el paquete completo, pero el "Witch AU" y "Demon/Angels AU" me hicieron ojitos durante el bloqueo creativo (y me siguen haciendo para un Long Fic, pero ese es otro tema), y pues... Salió esto.
Sí, ese es todo el contexto.
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