Confesión de un asesino [🧜♀️SorrentoxShun⛓️]
Estaba ahí, en aquella sala de interrogatorio, su cuerpo aún temblaba, sin poder creer lo que había hecho. Hasta que el encargado del interrogatorio entró a la sala.
- Y bien, Sorrento.- Dijo aquel oficial de cabello castaño.- ¿Podrías explicarme qué pasó?
El peli-lila aún temblaba, mientras las lágrimas brotaban de sus ojos sin control. No podía evitar arrepentirse profundamente de lo que había hecho, pero sabía que su arrepentimiento no servía de nada.
- ¿Por qué lo hiciste?- Preguntó el castaño.
- Yo... Yo... No lo sé.
Aioros se encargó de hacer el interrogatorio, con una paciencia admirable, hasta que el más joven se calmó.
El asesino: Sorrento Walden, 17 años, de nacionalidad austriaca, acusado de asesinar a un joven de 17 años.
La víctima: Nakamura Shun, 17 años, de nacionalidad japonesa, presuntamente asesinado por su mejor amigo en su propia casa.
- ¿Por qué lo hiciste, Sorrento?- Preguntó Aioros, después de calmar al joven.- Era tu mejor amigo, ¿qué fue lo que ocurrió?
- Él no era mi mejor amigo...- Sorrento rompió en llanto nuevamente.- Él, él... Él era... Era... Mucho más que eso.
- ¿Qué quieres decir?
- ¡Nos amábamos!- Sollozó el peli-lila.- Pero... Todos... Jamás estuvieron de acuerdo, ellos... Ellos querían separarnos y... Yo no podía permitirlo.
- Cuéntame qué es lo que sucedió exactamente.
Sorrento intentó calmarse, respiró profundo, y contó su historia lo mejor que pudo.
▪️▪️▪️
Todo comenzó cuando el peli-lila viajaba en el tren para llegar al escuela como cada día, cuando, un día, al subir a un vagón diferente, vió a un chico de cabellos verdes.
Fue un flechazo a primera vista, le fue imposible no enamorarse de esos brillantes ojos verdes, esa blanca y tersa piel, y ese hermoso cabello. Así pasó alrededor de una semana, tomando a propósito el mismo vagón solo para verlo, pero nunca se atrevía a acercarse y hablarle.
Uno de esos días leyó una extraña leyenda para conquistar a tu interés amoroso. Consistía en tomarle una foto sin que se diera cuenta, y poner dicha foto de fondo de pantalla en tu celular. A diario debías declarar tu amor a la foto de esa persona al levantarte y antes de dormirte. Si hacías ese ritual, y lograbas tener esa foto de fondo de pantalla por dos semanas, sin que nadie la viera, entonces esa persona correspondería tus sentimientos y serían felices juntos por siempre.
Sorrento jamás creyó en ese tipo de cosas, pero pensó que nada perdía con intentar, así que, un día, solo tomó una foto al chico sin que éste se diera cuenta, y la puso de fondo de pantalla.
Hizo lo que la leyenda decía, declarando su amor a diario al despertarse y antes de dormirse. Logró seguir los pasos durante una semana, pero después de ese tiempo, alguien descubrió la foto.
- ¿Te gusta?
- ¡Kanon!- Exclamó nervioso al darse cuenta de que lo habían descubierto.- N-No, eso no...
Su amigo solo rió levemente.- No te preocupes, te ayudaré a conquistarlo.
Así fue como empezó eso. Kanon fue el primero en acercarse al peli-verde, descubriendo su nombre: Nakamura Shun.
Kanon se hizo amigo de Shun, y en cuestión de días, lo invitó a comer con ellos. Sorrento estaba nervioso, pero aceptó, logrando congeniar con el peli-verde al instante.
Con el aliento de Kanon consiguió declararle su amor al peli-verde, quién le correspondió felizmente.
Fueron dos meses los que duró su relación, que parecía ir viento en popa, al menos desde la perspectiva de Sorrento. Hasta que Shun llegó con una noticia.
- Lo siento.- Murmuró el peli-verde al ver a Sorrento derramar unas lágrimas.
- Pero...- Tartamudeó el peli-lila.- ¿P-por qué?
- Me gusta alguien más.- Admitió apenado Shun.- Espero que podamos seguir siendo amigos.
Sorrento no respondió nada, solo salió corriendo, con el rostro lleno de lágrimas. En ese momento no podía hacer otra cosa más que llorar, ¿por quién lo había cambiado el amor de su vida?
Ese día lloró como nunca, y al otro día, al tomar el tren para llegar al escuela, no vió a Shun. Le pareció raro, le dolió, pero al llegar a su destino quiso buscar a Shun, quizás a Kanon, pero no los encontraba por ningún lado.
No quiso entrar a clases, así que se escapó hasta la azotea. Se sentía tan triste y tan sólo, que lo único que quería era llorar, sin que nadie lo molestara o preguntara al respecto, pero al abrir la puerta y mirar a la banca dónde solía almorzar con Kanon y Shun...
Sintió su corazón ser atravesado por mil espadas a la vez, y una más yendo a su garganta, impidiéndole hablar.
Vió al que consideraba el amor de su vida, y su mejor amigo, juntos, besándose en dónde solían pasar los descansos juntos.
Sintió las lágrimas mojar su rostro, y como sus brazos perdieron fuerza, dejando caer su mochila de su hombro, provocando un estrepitoso ruido, llamando la atención de ambos chicos.
- ¡Sorrento!- Exclamaron ambos al verlo.
Él ni siquiera se movió, no dijo nada, ahora no solo sentía el dolor del abandono de su primer amor, sino también de la traición del que se hacía llamar su mejor amigo.
- ¿Desde cuándo?- Preguntó en automático, después de que Kanon lo sujetara de las manos, quedando arrodillado enfrente de él, llorando, y Shun permaneciera a unos metros de distancia, manteniendo la vista en el suelo.
Quería saber desde cuándo le habían estado viendo la cara de idiota. Desde cuando Kanon lo había apuñalado por la espalda. Desde cuándo dejó de ser importante para Shun.
Kanon no respondió su pregunta, solo lloraba, repitiendo "perdón" una y otra vez
- Desde el festival de primavera.- Respondió Shun su pregunta, sin dirigirle la mirada.- Hace un mes.
Sorrento sintió lo que quedaba de su corazón ser pulverizado. ¿Solo fue un juego para ellos dos?
- Lo siento.- Añadió Shun.- No puedo elegir sobre eso, Sorrento.
- Sorren- Kanon intentó decir algo, pero él reaccionó dándole un puñetazo.
- ¡Cállate!- Gritó, con lágrimas en los ojos.- ¡Eres un maldito traidor!, ¡tú sabías lo que sentía y no te importó!, ¡creí que eras mi amigo!
Kanon bajó la mirada.- Lo siento.- Murmuró.- Jamás quise lastimarte... No planeé esto, solo... Solo pasó y... Lo siento.
Sorrento no quiso escuchar más, y salió corriendo sin mirar atrás, ignorando las palabras de Kanon y Shun, así como los pasos que le seguían. Corrió con fuerza hasta llegar a la salida de la escuela y escapar saltando la barda.
Corrió y corrió por las calles, con los ojos llenos de lágrimas, hasta llegar a la estación de trenes, y subió justo a tiempo cuando uno arrancó.
El vagón estaba vacío, se dejó caer en el frío suelo metálico, abrazando sus rodillas y llorando. De rabia, de tristeza... Sus emociones eran un desastre en ese momento.
Su teléfono comenzó a sonar, llenándose de notificaciones de mensajes de Kanon y Shun.
Al alzar la vista, no tardó en darse cuenta de que ese vagón era el mismo en dónde le tomó aquella foto a Shun. Estaba justo en el mismo punto desde el que sacó aquella fotografía que a pesar de todo, aún conservaba de fondo de pantalla.
Se quedó llorando, recordando todo, hasta que llegó a su destino y bajó del tren, con el objetivo de llegar a su casa y encerrarse. Así lo hizo, fue hasta su casa y se encerró en su habitación, llorando para intentar sacar todo el dolor que tenía acumulado.
No podía dejar de mirar las fotos enmarcadas en su mesa de noche: una donde él y Kanon aparecían juntos, cuando fue su primer recital y su amigo fue a apoyarlo. Otra de esas fotos era con Shun, Kanon la tomó el día que Sorrento le declaró su amor y Shun lo aceptó. Y la que más le dolía mirar, una donde aparecía él al lado de Kanon y Shun, esa la tomó Kanon el primer día que Shun almorzó con ellos.
De pronto, la ira se apoderó de él, y de un puñetazo tiró aquellos marcos al suelo, rompiéndolos en el proceso, haciendo que los trozos de vidrio volaran por todos lados, hiriéndolo en el proceso.
Algo de su sangre cayó sobre las fotografías ahora arrugadas y tiradas sobre el piso, manchandolas de rojo.
Lo siguiente que hizo era borroso y muy confuso. Solo recordaba que tomó su teléfono, y Shun apareció en su puerta unas horas después.
Le sirvió algo de té y hablaron tranquilamente por unos minutos, pareciendo haber arreglado todo, y haber quedado en buenos términos.
Sus recuerdos eran difusos, solo recordaba la tranquilidad y felicidad que sintió al tener a Shun cerca de él, y la repentina rabia que lo invadió cuando el teléfono del peli-verde sonó y escuchó la voz de Kanon del otro lado.
Se levantó del sillón y fue a la cocina con la excusa de traer más té, dejando la tetera en la estufa. La rabia se acrecentaba en su interior, de escuchar a Shun hablar con Kanon, despedirse de esa forma tan cariñosa y decirle que lo esperaría, para que Kanon lo llevara a casa...
De pronto, el brillo de algo en un cajón abierto llamó su atención: el cuchillo de carnicero nuevo que su madre había comprado el día anterior para su padre como regalo de cumpleaños.
No sabía aún qué lo hizo tomar aquel afilado cuchillo entre sus manos, esconderlo detrás de sí y volver a la sala.
El resto de lo que pasó era oscuridad total, lo único que recordaba era el ardor en su garganta por estar gritándole a Shun todo lo que sentía. Perdió el control de sí mismo, fue como si se hubiera desmayado.
- S-Sorrento...
Escuchar el débil hilo de voz de Shun, seguido del ruido de algo cayendo de lleno al suelo lo hizo volver en sí y detenerse.
Para cuándo logró reaccionar, se horrorizó con la imagen que sus ojos vieron.
Se encontraba encima de Shun, con su ropa completamente manchada de sangre, al igual que algunos mechones de su cabello, su rostro y sus manos, que sostenían aquel cuchillo.
Notó que Shun no se movía, su vista estaba perdida y sus ojos bañados en sangre, con un hilo carmesí escurriendo por la comisura de sus labios entreabiertos, su corazón no latía, su respiración ya no existía... Estaba muerto.
Sorrento de inmediato soltó el cuchillo, llevándose las manos al rostro, ensuciándose aún más con la sangre ajena.
No pudo contener el grito de desesperación que escapó de su garganta sin permiso, al igual que las lágrimas y los sollozos.
Se quedó ahí, completamente inmóvil, incapaz de asimilar lo que acababa de pasar, hasta que sintió como intentaban apartarlo del cuerpo del peli-verde.
Los vecinos habían escuchado los gritos y habían llamado a la policía, que no tardó en llegar, derribando la puerta al tratarse de una emergencia de vida o muerte, encontrándose con la macabra escena.
Derribaron a Sorrento y lo arrestaron. Así había llegado hasta donde estaba ahora.
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