Cada segundo 🍎Kardia🍎
Una hermosa sonrisa en los labios y la mejor actitud, entre más atrevida y coqueta mejor. Así vió todo su alrededor desde niño.
Jamás conoció a su madre, mucho menos a su padre. Fue criado en un burdel, por las amigas y compañeras de trabajo de su madre, quién falleció a los pocos días de darlo a luz a causa de una infección.
Durante sus primeros años de vida se encargaba de ayudar a sus "madres", limpiando las mesas y vasos, además de ordenar todas las bebidas. Eran labores sencillas y que le gustaba hacer, incluso, de vez en cuando, algunos clientes le daban algunas monedas, golosinas, ropa o juguetes como propina, y eso siempre lo hacía bastante felíz. Aunque en ese entonces no entendía porqué cada vez que sus madres veían algo como eso, dejaban lo que estuvieran haciendo para ir a alejarlo y después regañarlo, diciéndole que no se acercara a esos tipos, ahora, de adulto, y siendo más consciente de muchas cosas, entendía perfectamente que ellas solo querían protegerlo de esos hombres con malas intenciones.
Pasó años llevando ese estilo de vida. Limpiando y ayudando, y lidiando con sus dolores en el pecho y dificultades para respirar de vez en cuando, pero todo bien.
Para él, sus madres eran su ejemplo a seguir, las amaba muchísimo, y más de una vez dijo que quería ser como ellas, dedicarse a lo mismo y quedarse a su lado siempre. Pero cuando tenía 12 años, después de que su celo se presentara por primera vez, revelándolo cómo Alpha, sus madres le dijeron que podía aspirar a algo mejor.
Él renegó mucho, pero al final decidió darles gusto y tomar el trabajo que le consiguieron con un agricultor del reino. A decir verdad, aprendió mucho sobre la siembra y cosecha, pero su parte favorita era ir al mercado a vender todo.
Con la belleza que según sus madres, heredó de su progenitora, y su actitud tan vivaz, aduladora y pícara, no era nada difícil para él vender todo, incluso a precios un poco más altos. Así que en poco tiempo se volvió el favorito tanto de su jefe como de la mayoría de los súbditos. Era difícil no adorarlo.
Al finalizar su jornada, volvía con sus madres al burdel, directamente a la habitación que compartía con dos de ellas.
Todos en el establecimiento lo conocían, varios desde que era un niño y lo habían visto crecer y madurar. Así que no era raro que al llegar, varios lo saludaran y a veces incluso le ofrecieran un trago de licor, cerveza o vino. Pero sus madres siempre lo regañaban si aceptaba, así que para ahorrarse sermones, prefería rechazar el ofrecimiento.
Así pasó más de un año, cuando a sus 13 años, mientras ayudaba a limpiar por fuera el local, uno de los tantos clientes que conocía desde su infancia y que siempre había sido bastante amable con él, se le acercó.
Le ofreció una suma algo considerable, a cambio de una paja. La cantidad era tentadora, el tipo no estaba nada mal, el trabajo era relativamente simple tomando en cuenta que él también era un Alpha y se había tomado el tiempo de experimentar consigo mismo, y su estúpida curiosidad adolescente insistente... Ni siquiera él entendía ahora porqué demonios aceptó.
Quedó únicamente como eso, no pasó nada fuera de lo pactado, pero... Algo en él se sentía extraño, raro, con remordimiento...
Al final, todo eso le pudo más y le contó lo ocurrido a sus madres. Ellas estaban furiosas, pero no con él, sino con ese hombre. Ellas se encargaron de calmarlo, dejándolo llorar y sacar todo lo que había reprimido, diciéndole que no fue su culpa, pero debía tener más cuidado.
Él, con el tiempo, pudo pasar ese trago amargo, aunque seguía siendo algo difícil para él fingir una sonrisa al volver y toparse con todos los clientes, entre ellos ese hombre.
Después, cuando tenía 14 años, recibió una nueva propuesta, ahora de un Omega un par de años mayor que él. Lo conocía por ser un cliente habitual en el mercado, pero viéndolo tan recatado, nunca vió venir algo así. Ésta vez, la oferta fue aún mayor, pero también la solicitud. Le pidió directamente, sexo, diciendo que pronto se casaría y quería tener algo de experiencia para complacer a su esposo, antes de lanzarse de cabeza sin aviso.
Dudó y lo pensó mucho, pero al final, volvió a aceptar. Ésta vez, debía admitirlo, fue mucho menos difícil que la anterior, y a pesar de ser su primera vez, de cierta forma, le gustó.
Al final, quedó como un asunto aislado y totalmente discreto. Cómo si nada hubiera pasado entre ellos.
Ni siquiera él fue del todo consciente de que ese fue apenas el inicio de su segundo oficio y que más dinero le dejaba. Si no estaba ayudando en el campo o a vender las mercancías, estaba dándole un buen momento a alguien.
De vez en cuando, en sus ratos y momentos libres, iba a relajarse en el bosque, a nadar en el río un rato para refrescarse, especialmente en primavera y verano. Y así fue como, a sus 15 años, durante una de esas escapadas, encontró a una pequeña niña herida e inconsciente a orillas del río.
No lo pensó dos veces antes de tomarla en brazos y correr con sus madres para pedirles ayuda. Ellas se encargaron de revisarla y curar sus heridas, al parecer, la niña presentaba un severo caso de hipotermia y sería difícil que sobreviviera, pero Kardia se quedó a su lado, cuidándola hasta que finalmente despertó.
- Ey, tranquila. Ya estás a salvo.- Dijo, sosteniendola.- Soy Kardia, ¿cómo te llamas?
- Y-Yo...
- Tienes un nombre, ¿no?
La niña parecía nerviosa, y solo se quedó callada, con la mirada baja.
- No lo recuerdo.
- Bueno, después del golpe que te diste...- Mencionó Kardia.- Quizás eso tuvo algo que ver. Por cierto, tenías esto contigo.- Añadió, entregándole un collar, un dije de oro.
- ¿Es mío?- Preguntó la niña, luciendo confundida, tomando el collar.
- Lo tenías puesto cuando te encontré en el río.- Respondió Kardia.- También tenías un vestido diferente, pero estaba empapado y hecho una porquería. Así que lo cambiamos por algo más útil.
- ¿Cambiamos?
En ese momento, la puerta del dormitorio de Kardia se abrió, dejando ver a una de sus madres. Una mujer no mucho mayor que él, quizás unos siete u ocho años a lo mucho. De largo cabello negro, piel color canela y unos afilados ojos marrones.
- Kardia, ¿qué te dije de molestar a la niña?
- Es una Alpha, igual que tú y yo, ¿qué problema hay entonces?
- No tienes remedio.- Rodó los ojos la mayor.
Kardia solo rió bajo, y se acercó a la mujer para tomarla del brazo y acercarla a dónde descansaba Sasha.
- Niña, ella es Calvera, mi madre más jóven.- Inició las presentaciones.- Calvera, ella es la niña que encontré en el río.
La niña lucía confundida, y Calvera solo suspiró para acercarse a ella.
- ¿Está todo bien, pequeña?
- Yo... No lo sé. No recuerdo nada.- Respondió triste la menor.
- Kardia dice que tenías ese collar contigo cuando te encontró.- Explicó la azabache al ver el collar.- Parece que tiene algo escrito.
Los tres miraron con más detenimiento el dije, y se dieron cuenta de que tenía un nombre grabado, Sasha.
Cómo la niña no recordaba su nombre, decidieron llamarla de esa forma, al menos para tener una forma de referirse a ella.
Kardia y sus madres se encargaron de cuidarla hasta que se recuperó por completo, lo cual llevó una semana entera. Pero en ese transcurso, la niña recordó al menos su nombre y su edad, así que ahora sabían que se llamaba Sasha y tenía 6 años. Pero no sabían cómo había terminado en el río, ni quiénes eran sus padres, o si al menos seguían vivos.
- Kardia, sabes que no te diríamos esto si hubiera otra opción.- Habló con él Calvera.- Pero debemos entregarla a la guardia real y qué ellos se encarguen de buscar a su familia.
- Pero, ¿qué nos garantiza que va a estar a salvo ahí?
- Nos gustaría poder hacer algo más, Kardia.- Habló otra de sus madres, la mayor de todas y la que consideraban la matriarca de la peculiar familia, Electra.- Pero creo que tú sabes mejor que nadie, que este lugar es peligroso para alguien tan pequeña, sin familia, sin recuerdos, y completamente indefensa.
- Yo me crié aquí.
- Fue diferente, Kardia.- Intervino otra de las mujeres, una Beta, Alciope.- Tú naciste aquí. Durante toda tu vida, cuidamos de tí y te advertimos muchas cosas, estabas familiarizado con todo, y aún así, eso no evitó que pasaras ese horrible episodio de tu vida.
Eso hizo a Kardia considerar las palabras de sus madres. Ciertamente, no quería que alguien más pasara lo mismo que él, pero tampoco quería dejar a Sasha a su suerte.
- Kardia, estamos seguras de que puedes aspirar a una vida mucho mejor que esta.- Merope, la segunda más joven de sus madres, después de Calvera. La más dulce y amable de todas, una Omega.- Es lo que Maya, tu madre quería para tí. Nosotras hemos hecho lo mejor que hemos podido, pero quizás sea hora de que encuentres tu propio camino.
- Yo...- Merope era la única de sus madres a la que escuchaba sin replicar nunca nada. Ella sabía cómo hacerlo entrar en razón siempre.- Es que...
- Sabemos que tienes un buen corazón, Kardia.- Siguió la Omega.- Quizás, Sasha es la señal que necesitabas para emprender el vuelo a un lugar mejor.
Su mirada, inevitablemente, se posó en las siete mujeres que se encargaron de criarlo y velar por él: Electra, Alcione, Taigete, Asterope, Celeno, Merope, y Calvera... Electra, siendo la mayor, una Alpha con bastantes años de experiencia y sabiduría encima, con un carácter fuerte pero protector a la vez. Alcione, una Beta que siempre lograba mantener la compostura y ser imparcial siempre, hablando con la razón. Taigete, una Omega que le enseñó que los Omegas no son la casta débil, siendo fuerte y aguerrida. Asterope, otra Alpha, amable y dulce, pero también aguerrida y bastante valiente si había que luchar. Celeno, una Beta fuerte y aunque algo arisca, bastante protectora con él. Merope, una dulce Omega que siempre sabía consolarlo y hacerlo entender. Y Calvera, una Alpha de carácter algo rudo, pero con un enorme corazón.
Todas ellas fueron importantes en su vida, las veía a todas como sus madres, y era feliz de tenerlas a su lado. Pero... Quizás su madre Merope tenía razón, y era hora de volar con sus propias alas.
Así que decidió dejar el burdel, y buscarse un lugar para él y Sasha. No fue difícil con tantas personas detrás de él que querían algún "favor", así que pudo conseguir una casa pequeña a cambio de cumplir ciertos favores cada tanto tiempo por un par de años.
Ahí se dedicó a cuidar de Sasha, nombrándola como su "hermana menor". Un niño de 15 años, cuidando de otra niña de 6... Sí, quizás no era fácil, ni tampoco era perfecto, pero hacía lo mejor que podía.
Por alguna extraña razón, Sasha no tenía idea de su pasado antes de llegar con él, y a duras penas recordaba su nombre, su edad y su cumpleaños, pero sabía leer, escribir, hacer cálculos matemáticos sencillos, tenía conocimientos de geografía y de historia que solo niños que asistían a una escuela tendrían.
Kardia jamás pudo asistir a una, el dinero no era suficiente, pero sus madres le enseñaron en casa cosas básicas como leer, escribir y hacer cálculos sencillos. Aunque eso no quitaba que más de una vez tuvo la curiosidad de asistir a una escuela.
Así que, viendo el potencial de Sasha, decidió trabajar aún más para poder enviarla a una escuela pública. Su pequeña hermana estuvo bastante felíz, y siempre volvía con las mejores calificaciones de su clase, incluso le habían dicho que de continuar así, quizás incluso podría intentar conseguir una beca real para la universidad en el futuro.
Así pasó más de un año, Sasha estudiando por las mañanas y dedicándose a hacer tareas y labores domésticas durante la tarde, y Kardia trabajando tanto en el mercado y la granja, cómo haciendo algunos favores especiales a cambio de una suma más elevada de dinero. De vez en cuando, su corazón dolía bastante, dificultandole respirar, un par de veces llegó a perder la consciencia, pero siempre volvía al ruedo... Todo valía la pena por Sasha.
Fue durante una noche, cuando después de terminar su jornada en el mercado, cuando terminó de prestar sus servicios a alguien, cuando conoció a uno de sus pocos amigos.
Esa noche había tormenta, el agua helada raspaba la piel de cualquier desprevenido que hubiera salido sin alguna capa o manta encima, los rayos caían en los árboles, y los relámpagos iluminaban el cielo lleno de brumosas nubes negras.
Estaba a solo unas calles de llegar a casa, cuando vió a un chico Alpha de largos cabellos verdosos. El Alpha parecía completamente perdido y asustado, igual que un perro en plena tormenta. Sus madres solían decirle que procurase ser siempre una buena persona y ayudar a quién lo necesitara, así que no dudó en acercarse, tomarle de la mano y ofrecerle ayuda.
El peli-verde le preguntó la dirección de la zona del reino dónde vivían solo miembros de la corte o la familia real.
- Amigo, estás lejísimos de ese lugar.- Respondió.- Eso está al otro lado del reino.
Al parecer, el joven Alpha estaba muy lejos de su destino, había ido en la dirección contraria por sabrá el cielo cuánto tiempo. La tormenta iba a cesar durante toda la noche, Kardia lo sabía por estar acostumbrado a ese tipo de tormentas en esa época del año, pero no podía acompañar al chico a su destino, y tampoco dejarlo ahí.
- Escucha, con este clima va a ser imposible llegar a dónde quieres ir. Lo mejor será esperar hasta mañana.- Añadió Kardia.- Mi casa está cerca, puedes quedarte a pasar la noche y mañana te indicaré el camino, cuando la lluvia pase.
El peli-verde parecía inseguro, pero, bueno, no era como si tuviera muchas opciones. Era aceptar refugio en casa de un extraño, o quedarse en la lluvia, así que terminó aceptando.
Kardia, le tomó de la mano y lo cubrió con la capa que llevaba consigo para evitar que se empapara aún más, y emprendieron el camino. Lo guió por unas cuantas calles, hasta finalmente llegar a su cálido refugio, su casa.
- ¡Volví!- Saludó a Sasha, que ya había encendido algunas velas para iluminar, y parecía esperarlo ya.- Traje compañía, por cierto, enana.
- ¡Kardia!- Sasha corrió hacia él, abrazándolo como siempre hacía.
Su nuevo amigo parecía extrañado, seguramente preguntándose de dónde había salido Sasha. Así que empezó las presentaciones.
- Sasha él es...
- Degel.- Completó el peli-verde.- M-Me llamo Degel.
- Degel. Lo encontré caminando perdido en medio de la lluvia. Se va a quedar por esta noche con nosotros.- Añadió Kardia.- Degel, ella es Sasha, mi hermana menor.
- De acuerdo... Creo.- Respondió Sasha, ya siendo consciente de cómo era Kardia.- ¡Pero mira cómo estás, Kardia!- Añadió, regañandolo.- ¡Estás empapado!, podrías enfermarte, y...
- Tranquila, enana. Estaré bien.- Sonrió, despeinandole un poco el cabello.
Sasha solo suspiró y negó con la cabeza.- No tienes remedio...- Murmuró, para después ir a la cocina.
Kardia solo rió bajo. A veces hasta él dudaba quién cuidaba a quién.
Sasha volvió unos segundos después con unas mantas, y algo de té para ambos. Degel, aún algo cohibido, aceptó ambas, temblando de frío mientras bebía el té.
- Gracias, enana.
- Agradeceme no volviendo a llegar tan tarde sin avisar.- Dijo la pequeña peli-lila, sentándose junto a su hermano.
Kardia solo se rió, para después abrazarla. Realmente no imaginaba qué sería de su vida sin su hermana.
Los tres bebieron el té que Sasha había preparado, y después de un rato, la menor se quedó dormida junto a Kardia, quién no tardó en cargarla para llevarla a la única cama que había, dónde ambos dormían.
Después siguió hablando con Degel, descubriendo que ambos tenían la misma edad, y cómo Degel había terminado perdido en medio de la tormenta, después de perder la noción del tiempo, leyendo en la biblioteca.
- ¿Cuidas tú solo de tu hermana?
- Así es.
Degel parecía sorprendido por su respuesta, y no tardó mucho en hacer otra pregunta.- ¿Dónde están sus padres?
- La verdad... De mi padre no sé nada. Mi mamá murió cuando yo nací.- Le contó Kardia.
- Pero entonces, ella...
- La encontré hace un año, cerca del río.- Confesó Kardia con una ligera sonrisa.- Tenía una herida muy fea en la cabeza, y algunos golpes. Parecía que se había escapado de alguien, pero no había resistido más.- Añadió.- La traje a casa, le curé las heridas, y la cuidé hasta que despertó. Pero, ella no recordaba nada, ni siquiera su nombre ni cómo había terminado ahí. Pero tenía con ella un collar que tenía grabado el nombre "Sasha", y un par de días después, recordó que ese era su nombre, y tenía 6 años. Pero solo eso.
- ¿Te has estado haciendo cargo de ella tú sólo?
- Bueno, yo sé cuidarme sólo. Pero ella aún es muy pequeña.
Kardia decidió contarle a Degel un poco más sobre su vida para hacerlo sentir en confianza, mientras trataba de conciliar el sueño. Le contó todo de su historia, desde sus madres, su vida en el burdel, las cosas que había pasado ahí, e incluso cómo desde era niño, de vez en cuando tenía dolores algo fuertes en el pecho y le costaba respirar.
En ese instante no comprendió porqué Degel parecía tan sorprendido como asustado por oír todo eso, pero lo hizo después de que Degel le contara su historia, una que era prácticamente lo opuesto a la suya. Degel era hijo de uno de los embajadores del reino, no tenía hermanos, y desde niño había tenido siempre todo en bandeja de plata... Bueno, no iba a juzgarlo por su lugar de origen, después de todo, él no era un santo sin errores, ni nadie para juzgar a otro.
- Bueno, entonces mañana te acompañaré a la biblioteca a primera hora. Así que trata de dormir un poco.- Sonrió gentilmente, después de darle algunas mantas y una almohada a Degel.- Buenas noches, Degel.
- Buenas noches, Kardia.
Ambos se quedaron dormidos en poco tiempo. Y a la mañana siguiente, apenas se asomó el sol, Kardia despertó a Degel, y tal y como prometió la noche anterior, lo acompañó a la biblioteca, cuando todo estuvo más despejado y el despistado peli-verde podría encontrar el camino de vuelta a casa. Ahí se despidieron y cada uno siguió su camino.
Kardia creyó que quizás esa sería la última vez que se vieran, pero un par de días después, volvió a ver a Degel en el mercado. Al parecer, el padre del chico estaba tan agradecido con él por haber ayudado a su hijo, que después de que Degel le contara todo lo ocurrido esa noche, además de castigarlo sin permiso para ir a la biblioteca por un mes entero, le dijo que lo buscara y le llevara unas cuántas monedas por haberlo salvado de una muerte segura. Y así lo había hecho.
Degel dijo que pasó todo un día entero buscándolo, hasta que esa mañana, al preguntar por él, le dijeron que podía encontrarlo en el mercado.
Degel tuvo que insistir mucho para que aceptara el dinero, pero fue una única forma en que lo dejó trabajar en paz, sin estar pegado a él como una mosca a la miel.
Sin duda, ninguno de los dos creía que ese era solo el principio de una gran amistad. Que el que ambos provinieran de mundos completamente diferentes, no impidió.
Degel sabía que todo lo que hacía, era para asegurar que a Sasha nada le faltara, y aunque más de una vez expresó que era poco lo que podía hacer desde su posición, Kardia no lo veía así. Al contrario, a veces sentía que abusaba de la confianza de Degel por pedirle dinero prestado que tardaba semanas o incluso meses en devolverle, o por aceptar comida que Degel le regalaba de vez en cuando.
Aún así, trataba de ser un buen amigo para Degel. Estando ahí para el peli-verde cada vez que lo necesitara, y alegrando sus días más grises.
Gracias a eso, tenían ya cinco años siendo amigos. Por sus estilos de vida, eran pocas las veces que podían verse y simplemente sentarse a conversar por más de cinco minutos, pero aún así, ningún momento era despreciado. Y cada vez que Kardia se encontraba con Degel por casualidad en el pueblo, no dudaba en correr a saludarlo... Quizás sacándole un susto de vez en cuando al saltar sobre su espalda.
- ¡Kardia, ya bájate que pesas!- Exigió el peli-verde, con él colgado a su espalda.
- También me da gusto verte después de tanto tiempo, Degel.- Rió, para luego bajar de un salto.- ¿A qué debemos el honor los simples plebeyos de su visita?
- Kardia.- Refunfuñó, cruzándose de brazos el contrario.
Kardia solo se rió por su reacción. Cuando Degel se enfadaba, tendía a arrugar la nariz igual que un conejo, además de que su aroma a limón se hacía más intenso cuando se enojaba. Por eso le encantaba fastidiarlo de vez en cuando.
- Iba a la biblioteca.- Respondió Degel, frotándose el puente de la nariz.- ¿Vienes?
- Lo siento, pero ya sabes que no tengo descanso en todo el día si quiero que mi hermana pueda comer.- Respondió con simpleza. Aún debía ir a terminar un par entregas, y después ir a un par de citas con clientes de otro tipo de servicios.
Degel se quedó callado por unos segundos. Kardia era consciente de que para Degel era incómodo hablar de todo eso, y estuvo por cambiar de tema, pero afortunadamente, Degel lo hizo antes.
- Por cierto, ¿cómo está Sasha?
- Mucho mejor. La pequeña pulga es más fuerte de lo que parece.- Dijo Kardia con una sonrisa- Gracias por lo de la medicina. Ya casi reúno todo el dinero que me prestaste.
Sasha se había enfermado hace un par de semanas, y como siempre, Kardia terminó pidiéndole a Degel algo de dinero prestado para las medicinas. Afortunadamente, se llevaba bien con el médico local, y por eso le dió las consultas gratis, pero la medicina solo se podía conseguir en alguna de las boticas del reino. Aún así, Kardia no se sentía bien aceptando todo gratis, y por eso había estado incluso doblando turnos para poder pagarles aún en abonos a sus dos amigos.
- Ya te dije que no es necesario. A mí no me hace falta ese dinero, a tí sí.- Replicó Degel, como siempre hacía.- Y también, ¿cómo estás tú?
Esa pregunta casi lo hace oaralizarse. Ciertamente, no había estado prestando demasiada atención a su salud, y los dolores en su pecho no se habían hecho esperar mucho tiempo.
- Eh... Pues, bien. Sigo vivo.- Intentó bromear para desviar la atención de Degel.
- Kardia, esto es en serio. ¿Has estado cuidando tus hábitos?
Finalmente, Kardia se quedó callado por unos segundos. A veces, Degel lo hacía sentir igual que cuando era un niño, hacía alguna travesura, y terminaba siendo sermoneado por alguna de sus madres.
- Kardia, no puedes tomarte tu salud tan a la ligera. Tienes que cuidar lo que comes, dormir lo necesario y no hacer demasiado esfuerzo físico.- Lo regañó el Alpha peli-verde.- Si no lo haces por tí, entonces házlo por Sasha. Ella te necesita vivo.
Esas últimas palabras de Degel, lo hicieron pensar muchas cosas, pero solo sonrió y asintió.- Bien, bien. Lo haré.- Prometió con una leve sonrisa.- Ya debo irme. Nos vemos.
Degel solo suspiró y lo dejó marchar, para después, cada uno seguir su camino.
Kardia fue a terminar todos sus encargos pendientes. Llevar algunas cajas de frutas y verduras a unos restaurantes, hostelerías y casas, y después, esperar a sus dos clientes de ese día en dónde cada uno lo citó.
Terminó un poco más temprano de lo usual, bueno... Sus dos clientes de ese día ya no estaban en sus mejores años, así que no podía esperar otra cosa.
Decidió pasar a beber algo a un bar, solo una cerveza y nada más. Quería relajarse un momento, pero tampoco quería que Sasha y Degel lo regañaran por andar bebiendo.
- Sabía que estarías por aquí.
Estaba bebiendo tranquilamente, cuando escucho esa voz familiar a un lado suyo. Le fue imposible contener una sonrisa al alzar la vista y toparse con aquel Alpha que conoció hace casi un año, quizás más.
- ¿Te perdiste de nuevo, Virgilio?- Preguntó con una sonrisa burlona, terminando riéndose ambos.- ¿Qué te trae de nuevo por aquí?
- Nada en especial.- Respondió el Alpha.- De hecho... Te estaba buscando.
- ¿No dijiste que eras casado?- Bromeó Kardia.
- Para eso no, estúpido.- Rió el contrario.- Hay alguien que quiere hablar contigo.
- ¿Conmigo?, ¿para qué?
- No debe tardar en llegar, pero creo que el trato te va a interesar.
Kardia no pudo evitar arquear una ceja. Conoció a ese Alpha hace un puñado de meses, cuando lo ayudó en una pelea contra unos ladrones, y después de patearle el trasero a los rufianes, se encargó de atenderle la herida.
Virgilio dijo que era su nombre, y Kardia no pudo evitar burlarse la primera vez que lo escuchó, pero ahora se llevaban bien. La primera vez que se vieron, el Alpha se presentó como un joyero del reino vecino, y dijo ir de camino al palacio para entregar algunas piezas que el rey enviaba al otro monarca, pero se había perdido. Así que Kardia se encargó de señalarle el camino y ahí se despidieron. Pero sus caminos volvieron a cruzarse en algunas ocasiones, nuevamente, con Virgilio llevando cosas al rey, y pidiéndole a Kardia ser su escolta. A veces tomaban un par de cervezas, almorzaban, y hace un par de meses, cenaron juntos en casa de Kardia con Sasha.
Virgilio sabía de Sasha, y también sabía su situación, pero Kardia no imaginaba de qué tipo de trato estaría hablando.
Al final, decidió confiar en su palabra. Así que simplemente bebieron, y Virgilio se ofreció a pagar la cuenta. Kardia no rechazó la oferta, y ambos se retiraron después.
Fueron a casa de Kardia, dónde, según Virgilio, el interesado en negociar iría... Vaya que no se vió venir de quién se trataba.
Unos minutos después de llegar a casa, llamaron a su puerta, y quién estaba delante de él, era el rey, y vaya propuesta con la que llegó...
Después de pedirle a Sasha que saliera un momento con los guardias del rey, para evitar que escuchara la conversación, se sentaron a hablar.
- ¿De qué se trata todo esto?
- Mi sobrino me ha hablado mucho de tí, Kardia.- Inició el anciano rey, mirando a Virgilio, quién se retiró el curioso sombrero que siempre llevaba.- Virgilio tiene una curiosa facilidad para ver a través de las personas.
- ¿Qué...?
¿Quién demonios era Virgilio en realidad?, ¿sobrino del rey?, pero...
- Que no me digas Virgilio, viejo.- Gruñó bajo el peli-azul.
- De acuerdo, Manigoldo.- Dijo con un tono algo burlón el mayor.- Pero eso no borra que también sea uno de tus nombres.
Kardia estaba realmente confundido. No sabía mucho de la familia real, pero de lo poco que recordaba por las conversaciones con Degel, el sobrino del rey, dentro del reino tenía el título de duque, y en el reino vecino, el de rey consorte. Entonces...
- Manigoldo Virgilio Santoro.- Se presento con su nombre completo al ver su confusión.- Duque de Laghari, y rey consorte de Areleous.
Kardia ahora tenía más preguntas que respuestas. Pero solo quería que todo terminara de una vez.
- Vayamos al grano. ¿Qué busca viniendo hasta acá?
- Me alegra que preguntes, Kardia.- Respondió el rey.- Verás, de seguro ya sabes que el hijo al que he elegido para sucederme en el trono, es un Omega.
Algo había escuchado por Degel, pero no le dió demasiada importancia.
- Y seguiremos todas las tradiciones, incluído el harem.
- Lo siento, pero no puedo.- Interrumpió Kardia.- Me temo que no estoy sólo. Tengo una hermana menor que depende de mí, a la que no puedo simplemente dejar abandonada. Así que gracias, pero no acepto.
- Sí, Manigoldo me habló de tí y tu hermana.- Asintió el rey.- Y por eso quería ofrecerte un trato especial.
Kardia arqueó una ceja, bastante curioso.
- Por lo que sé, y he comprobado, tu hermana es una niña muy inteligente, y quizás podría llegar bastante lejos.
- Bien. Lo escucho.
- Si aceptaras formar parte del harem, te doy mi palabra, de otorgarle a tu hermana un título noble, un cargo en la corte, tierras y hombres a sus órdenes. Además de hacerme cargo de su educación y cuidar de ella.- Al oír todo eso, el estómago de Kardia se removió levemente. Era una oferta tentadora.- A ella jamás le faltaría nada. Pero debemos empezar desde ahora, para que pueda estar lista para el cargo en el menor tiempo posible.
Kardia pensó por unos minutos la oferta... Sí, quería muchísimo a Sasha, ella era su vida... Pero él nunca podría darle ni siquiera una milésima parte de lo que el rey podría. Si se quedaba a su lado, lo único a lo que podría aspirar, era a una vida de carencias y miseria... Quizás era lo mejor para ambos.
- Una última pregunta.- Dijo, y el rey asintió.- ¿Por qué yo?- Soltó.- En el reino hay varios hijos de funcionarios y familias acaudaladas, ¿por qué elegir a un plebeyo, no, un pobre, ramero como yo?
Si iba a formar parte del harem, al menos quería saber qué habían visto en él y no en los demás. Si lo que querían era virginidad, hace años que la había perdido. Si era dinero o poder, jamás los había tenido... Entonces, ¿qué?. ¿Su belleza quizás?, pero en todo caso, también había nobles y aristócratas que llenaban las expectativas.
- Justamente por tu procedencia es que te tomé en cuenta, Kardia.- Respondió el anciano, sorprendiéndolo.- No quiero que el harem esté lleno de nobles y gente privilegiada, que jamás en su vida ha tenido dificultad alguna. Quiero que Asmita sea consciente de que no todos corren la misma suerte, pero eso no es una excusa para ser una mala persona. Quiero que tú le enseñes cómo es la vida de los menos favorecidos, que te encargues de que no pierda el rumbo, y seas su brújula moral.
- No puedo prometer ser el mejor esposo, pero si mantenerlo felíz.- Rió levemente Kardia.- Bien, acepto entonces.- Suspiró.- Solo permítame despedirme de mi hermana por favor.
El rey accedió, y pidió que dejaran pasar a la niña, así como darles un momento a solas.
Kardia le explicó a Sasha la situación, que sería adoptada por el rey y tendría un título.
- ¡No!- Cómo era de esperarse, Sasha se negó.- ¡No quiero irme de tu lado!
- Es lo mejor, enana.
- Pero...
- Sasha, eres la niña más inteligente, más hermosa y más buena que conozco...- Dijo, con dificultad, sintiendo sus lágrimas llenar sus ojos.- Desearía poder darte el mundo entero... Pero sabes que no puedo. Pero el rey sí.
- No quiero separarme de tí... Tú eres mi hermano.- Sollozó Sasha, abrazándose a él.
- Yo tampoco quisiera que fuera así, Sasha.- Sollozó, abrazándola.- Por favor, prométeme que serás fuerte, y te convertirás en la mejor noble de toda la corte.
- Kardia...
- Házlo... Por favor, prométeme que lo harás por ambos, para reencontrarnos algún día.
Kardia sabía que ese día jamás llegaría, las esposas no salían del harem a menos que el rey así lo indicara, y si iban a estar tan apegados a las tradiciones, seguramente él tampoco saldría, y jamás volvería a ver a su hermana. Pero debía convencer a Sasha de irse.
Sasha finalmente asintió, y después de empacar sus pocas cosas, incluído el vestido con el que Kardia la encontró y que reparó para ella, la vió partir con el rey.
Una vez sólo, finalmente rompió en llanto como nunca antes. Sentía como si le hubieran arrancado un pedazo de su alma. Su corazón dolía, sus lágrimas brotaban sin control igual que un manantial, los sollozos parecían querer desgarrarle la garganta... Lloró toda la noche, hasta quedarse dormido.
A la mañana siguiente, despertó completamente sólo. No tenía ni siquiera un día que Sasha se había marchado y ya echaba de menos su presencia.
Sin ánimos, se alistó y salió a cumplir sus deberes, pero al ir a pagar algo del dinero que le debía a uno de sus amigos, se llevó otra sorpresa.
- ¿Tú también?
Al parecer, Hasgard también había sido convocado por el rey para formar parte del harem. Kardia le contó todo lo ocurrido, sin poder evitar llorar en plena historia, siendo consolado por el peli-blanco.
Un plebeyo era coincidencia, pero dos ya era sospechoso. Quizás solo estaban siendo paranoicos, pero decidieron buscar a Degel e interrogarlo al respecto, lo cual no fue difícil al saber sus horarios de visita a la biblioteca pública.
- ¿Qué?- Tal parecía que ni Degel sabía sobre el asunto del harem.
- Lo que escuchaste.- Repuso Kardia.- Creímos que tú estabas enterado.
- Claro que no. Se supone que esto es un secreto de estado y... ¿Qué respondieron?
Ante esa pregunta, se miraron entre ellos un par de segundos, y después bajaron la mirada. Definitivamente, Degel ya debía sospechar sus respuestas.
- Como si tuviera otra opción que aceptar.- Suspiró con impotencia Hasgard.- Si actualmente terminé la universidad y puedo ayudar a las personas, es por una beca que obtuve... Sabía que era venderle el alma al diablo y aún así tomé el riesgo. Ahora no puedo hacer nada.
- ¿Y tú, Kardia?
- Yo... Acepté también.- Murmuró, con la mirada baja, totalmente avergonzado y decaído por su decisión.- Sasha... Me ofrecieron adoptarla y darle un título real, y yo...
Sin poder resistirlo más, se le comenzó a quebrar la voz, y no tardó en romper en llanto, abrazándose a sí mismo para tratar de calmarse.
- Ella no quería irse... Pero... Prácticamente la abandoné...
Sabía que era lo correcto, que era lo mejor para ella, pero aún así, no dejaba de doler haber renunciado a ella.
- Kardia... Tranquilo. Yo...- Dijo Degel intentando calmarlo.- Yo también fuí seleccionado.
Les tomó algunos minutos calmar a Kardia. Pero una vez que Kardia logró tranquilizarse, Degel les contó cómo el rey había ido a verlo el día anterior y cómo había aceptado. También les explicó que todo iba a estar bien, pero de momento debían mantener en secreto que habían sido seleccionados, igual que todos los demás. Así que los tres prometieron guardar el secreto, y reunirse dentro del harem, y después cada uno fue a hacer sus actividades.
Kardia estuvo bastante decaído por unos días, pero sabía que siempre debía tener una hermosa y alegre sonrisa en sus labios. Así que se guardaba todo ese dolor para las noches, cuando nadie lo viera, desahogando su dolor en soledad.
Así pasó un año, hasta que la noticia de que el rey había enfermado y el pronóstico no era alentador, llegó a oídos de todo el reino. La hora estaba cada vez más cerca.
Tan solo unos días después, el rey finalmente falleció, y unos guardias reales fueron a su casa para recogerlo. Él no opuso resistencia alguna, limitándose a sonreír y caminar de forma confiada y algo sensual. Debía dar su mejor carta de presentación al nuevo rey.
Al llegar al palacio, fue escoltado por un largo pasillo, hasta llegar a una enorme habitación. Era mucho más grande que toda su casa o el burdel, sin contar todos los lujos que había ahí, desde telas, hasta cortinas de seda, y enormes tapetes tejidos.
Aún con todas esas cosas, que sin duda eran mucho más cómodas que cualquier otra cosa en su vida, no dejaba de darle una sensación de amargura por haber dejado a su hermana, y se sentía bastante triste, que ni siquiera se dió cuenta de que en la habitación ya había alguien, un Alpha de cabellos castaños.
El chico se le acercó, y Kardia, no queriendo dar una mala primera impresión a uno de los que serían sus compañeros por el resto de su vida, rápidamente cambió su expresión a una mucho más jovial.
- Un placer conocerte. Me llamo Kardia.- Dijo con una enorme sonrisa.- ¿Y tú?
- Sísifo.- Respondió algo tímido el castaño.
Cómo era habitual en él, Kardia se mostró bastante receptivo y hablador, llegando a sacarle alguna sonrisa a Sísifo y ganar algo de confianza con él, con sus ocurrencias.
Poco después, aprecio otro Alpha, ésta vez, un hombre de cabellos blancos, a quien al Kardia rápidamente reconoció, y se acercó rápidamente.
- ¡Hasgard!
- Vaya, así que llegaste antes.- Sonrió levemente el peli-blanco.
- ¿Qué puedo decir?- Rió suavemente Kardia.
Sísifo prefirió quedarse en su lugar. Kardia se dió cuenta de su incomodidad, y que no se sentía en la confianza para acercarse al Hasgard, pero aún así insistió un par de ocasiones, yendo de vez en cuando a ofrecerle unirse a la conversación, pero Sísifo siguió negandose amablemente.
Degel fue el siguiente en aparecer, seguido apenas unos minutos después por otro Alpha de cabellos negros. Ambos estaban hablando de algo en otro idioma, pero él y Hasgard prefirieron mantenerse al margen.
Unos minutos después, aparecieron otros dos, ésta vez gemelos, Deltas por lo visto.
El gemelo más alto y de piel morena, se acercó a Sísifo, se conocían de antes, o al menos eso fue lo que Kardia intuyó al notar su cercanía. El otro se acercó a él y a Hasgard, presentándose con el nombre de Aspros.
- Hasgard.
- Kardia.
Se presentaron ambos con el Delta. No parecía alguien malo, y Kardia no dudó en sonreír y ofrecer su mano en seña de camaradería.
- Un placer conocerlos. Espero que nos llevemos bien y no tengamos ningún problema.- Dijo con una sonrisa Aspros, para después irse con Degel y el otro Alpha de cabello negro.
Kardia no le dió más importancia, y prefirió ir a conocer al otro Delta, pero notó que Hasgard estaba inquieto por el tal Aspros. Bueno, Hasgard tenía un especie de sexto sentido que a veces daba miedo, pero prefirió no hacerse ideas.
Al llegar con Sísifo y el otro gemelo, descubrió el nombre del moreno: Defteros. Y también logró entablar una buena relación con él, para después volver con Hasgard.
En el transcurso del día, Degel se acercó a él y a Hasgard, para presentarles al Alpha de cabello negro con el que había estado hablando, Cid era su nombre. Y aunque bastante serio, no era nada a lo que no estuviera acostumbrado ya al tener tantos años de conocer a Degel.
El resto del día fue tan normal como podría serlo en su situación: comer algo, intentar relajarse, organizarse, tratar de matar el tiempo y de socializar un poco con los demás... Un día tan tranquilo que logró abrumarlo.
Afortunadamente, Cid pareció darse cuenta de su estado de ánimo y le ofreció entrenar juntos por las tardes para mantener una buena condición física, y Kardia no dudó en aceptar.
Los primeros tres días transcurrieron así, en su nueva normalidad. A diario recibían sus alimentos en la puerta, y siempre acompañado de una maldita taza de té... No se molestó en ocultar su desagrado por esa bebida, hasta que finalmente desistieron de ponérsela, cambiandolo por otra bebida.
El resto de su día era arreglarse, hablar con sus compañeros para matar el tiempo. Entrenar por las tardes con Cid, o sentarse a practicar algo de lectura con Degel y Hasgard.
En ese poco tiempo había adoptado la costumbre de ser el último en despertar, aunque realmente no era así. Su organismo estaba acostumbrado a despertar apenas los primeros rayos del sol comenzaran a asomarse, pero se las arreglaba para volver a quedarse dormido.
Pero fue durante el cuarto día, que algo diferente ocurrió. Cómo siempre, despertó temprano, pero intentó volver a dormirse, cuando escuchó algo inusual.
Abrió un poco sus ojos, y miró a Aspros en silencio. Se tuvo que morder la lengua al ver cómo el Delta echaba unas gotas a todas las tazas de los demás.
Aún así, decidió fingir seguir dormido, con la esperanza de que alguien despertara, pero nada. Definitivamente, algo estaba mal, Hasgard, Cid y Degel solían despertarse bastante temprano, ¿por qué ahora parecían troncos?, ¡por todos los cielos!, Degel estaba hasta roncando.
¿Qué debía hacer?, ¿qué rayos era lo que Aspros había puesto en las tazas?, ¿qué tal si era veneno?... Miles de escenarios pasaron por su mente, pero después de pensarlo por mucho tiempo, finalmente decidió tomar acción.
- Buenos días.- Dijo Aspros, con su típico tono de voz calmo y amable.
- Buenos días.- Respondió con un bostezo Kardia, estirándose en su lugar, fingiendo recién haber despertado.- ¿Qué hora es?. Usualmente soy el último en despertar, no el segundo.- Añadió, bromeando para evitar levantar sospechas.
- Supongo que están algo cansados.- Se encogió de hombros Aspros.- Por cierto, te enviaron jugo en vez de té.
Kardia hizo su mejor actuación de no haber visto nada, y sin poner un solo pero, se puso a desayunar rápidamente, bebiéndose de un trago todo el jugo. Aspros se le unió unos segundos después.
Varios minutos después, Hasgard, Cid y Degel comenzaron a despertar. Asombrandose por ver a Kardia despierto, pero aún más al saber la hora.
Sísifo y Defteros seguían dormidos, y de no ser porque se movían y respiraban, casi los creían muertos.
Kardia fingía comer despacio, pero en realidad observaba con detenimiento a todos, intentando encontrar algo extraño, o si alguien de pronto se sentía mal, pero nada.
- Quizás solo estábamos demasiado cansados y estresados.- Mencionó Aspros.- Yo solo desperté cuando tocaron la puerta... Ya saben, duermo algo cerca, así que por eso me desperté. Defteros está algo estresado, mi pobre hermano... Quizás sea mejor dejarlos descansar. Mañana llega el rey y debemos estar lo mejor posible. Un buen descanso le sienta bien a todos.
Nadie podía comprender cómo se quedaron dormidos por tanto tiempo, ni cómo es que solo Aspros se despertó al escuchar el sonido de la puerta. La explicación más fácil era que Aspros se crió como guerrero y quizás por eso tenía el sueño mucho más ligero que la mayoría. Pero aún así, Cid también encajaba en ese perfil, la única explicación era que él estaba más lejos de la puerta.
Nadie le dió más vueltas al asunto, y simplemente se sentaron a comer. Y cerca del mediodía, Sisifo y Defteros despertaron, llevándose la sorpresa de lo tarde que era, y sabiendo que pronto recogerían los platos y no querían problemas, se apresuraron a comer y beber todo lo más rápido posible, logrando terminar a tiempo a duras penas.
Kardia sentía que algo raro estaba pasando, pero no tenía forma de probarlo y no quería quedar como un loco. Así que pasó todo el día prestando atención a cualquier pequeña molestia, pero nada. No tenía nada.
Aún así, no iba a cargar con ese muerto sólo. Así que espero a que todos se fueran a dormir, y una vez entrada la madrugada, se acercó a dónde dormían Cid y Degel, despertando a ambos.
- Lamento si los molesto, pero sinceramente, no quiero quedarme de brazos cruzados.- Murmuró con vergüenza.
- ¿De qué hablas, Kardia?- Preguntó Degel, tallandose los ojos con cansancio.
- Que yo me desperté a la hora de siempre, pero cuando ví que Aspros se levantó a recibir el desayuno fingí seguir dormido. La verdad, fue porque no quería que me pusiera a servir todo...- Contó Kardia, intentando no sonar como un paranoico.- Pero ese no es el punto. El caso, es que ví cómo Aspros le ponía unas gotas a todas las tazas.
- ¿Qué?, ¿por qué no lo dijiste antes, Kardia?- Reclamó Degel.- ¿Qué pasaba si eso era veneno y todos lo bebíamos?
- Pues veneno no creo que haya sido, de ser el caso, no estaríamos teniendo esta conversación, Degel.- Replicó Kardia.- La verdad, quise seguir fingiendo que estaba dormido, a ver si alguien despertaba. Pero... Si era veneno, no quería que alguno de ustedes sufriera las consecuencias.
- Kardia...
- Descuida. Sé que todos ustedes tienen familias que llorarían sus pérdidas, pero yo... Bueno, ya sabes, Degel. A mí nadie me extrañaría, y ya nadie depende de mí.- Dijo con una amarga sonrisa el Alpha de cabellos violetas.- Por eso, decidí fingir que recién me despertaba y que no había visto nada. Me bebí de un trago el jugo, pero no pasó nada. Después, todos empezaron a despertar, y bueno... No pasó nada. Después creí que solo malinterpreté todo y era solo una broma de Aspros con un laxante o algo así, pero nadie aquí tuvo dolor de estómago ni nada así durante el día. Y sinceramente, ésto ya me dió mala espina.
Cid y Degel parecieron intercambiar unas miradas, que Kardia no supo descifrar, y la incertidumbre comenzó a colarse en su ser.
- Por ahora no podemos hacer nada, Kardia.- Suspiró Cid, sonando derrotado.- Por ahora, lo mejor es dormir, y rezar por despertar mañana.
Kardia solo suspiró y asintió, para después volver a su lugar, antes de despertar a alguien más y los escuchara.
No tardó mucho en quedarse dormido, tal y como sugirió Cid, rezando por despertar mañana.
Al día siguiente, fueron despertados más temprano de lo usual. Debían estar presentables para la visita del rey, que tendría lugar al mediodía. Así que varios sirvientes los ayudaron a alistarse.
El proceso fue algo incómodo y difícil, pero vivió para contarlo, así que estaba bien. Lo que no te mata, solo te hace más fuerte. Además de que coquetear y poner nerviosos a algunos de los los sirvientes, ayudó a pasar más fácilmente ese trago amargo y reemplazarlo con risas.
Lo siguiente fue esperar al rey, hasta que al mediodía, tal y como les dijeron, el rey apareció.
Las enormes puertas se abrieron, dejando ver la delgada y esbelta figura del Omega, con sus largos cabellos rubios, piel blanca como la leche, y unos preciosos ojos azules, rodó envuelto en finas y bellas ropas.
Kardia no pudo evitar quedarse mirándolo por unos segundos. A decir verdad, ese Omega era precioso, de eso no había duda, pero había algo más en él, que lo hacía perderse en sus ojos, y su suave aroma a gardenias... Cielos, se sentía como una abeja atraída a una flor.
- Buen día y bienvenido, su majestad.- Le sonrió lo más pícaro que pudo.- Por favor, siéntase en total confianza.
- Y... ¿Tú eres...?
- Oh, disculpe mis modales.- Añadió, sin cambiar su expresión y sin quitarle los ojos de encima.- Kardia, a su servicio.
El rubio lo miró sin decir nada por unos segundos, pero el suave rubor en sus mejillas lo delató ante los cazadores ojos de Kardia.
- Vaya, el rey es mucho más hermoso de lo que me prometieron.- Siguió Kardia con esa misma sonrisa, no estaba dispuesto a dejar ir a ese Omega.- Será un honor y sobretodo, un placer estar a su servicio.- Añadió, para después besar su mano, haciendo que el leve rubor de Asmita se volviera un enorme sonrojo en toda la cara.
- Kardia, ¿qué crees que haces?
Degel no tardó en acercarse para apartar a Kardia de inmediato, provocando cierto enojo en el peli-violeta.
- Relájate, Degel. Estoy seguro de que tendrás tu parte.
- No seas insolente.- Se sumó Cid, ayudando a Degel a sostenerlo.
- Por favor, discúlpelo, alteza.- Intervino el imbécil de Aspros.- Kardia no sabe medir bien sus palabras y es algo imprudente, pero es solo porque está algo nervioso.
- ¡Oye!- Se quejó Kardia, con bastantes intenciones de poner a ese Delta en su lugar, pero Degel y Cid volvieron a intervenir, logrando sostenerlo.
- No se preocupen. No me ha molestado en absoluto.- Dijo Asmita, cesando la pequeña revuelta.- Al contrario. Gracias por la bienvenida, Kardia.- Añadió, regálandole un leve guiño al Alpha, quién sonrió victorioso.- Los demás, ¿serían tan amables de presentarse, por favor?
- Desde luego que sí, majestad.- Y ahí iba ese Delta venenoso otra vez...- Mi nombre es Aspros, y estoy a su servicio.
Degel y Cid mantuvieron su semblante serio y sobrio, hincando una rodilla en señal de respeto, después de decir sus nombres.
Los otros tres restantes estuvieron renuentes, pero al final cedieron. El primero fue Hasgard, dejando ver claramente que no era el más felíz ahí, pero sin ser irrespetuoso.
Sísifo y Defteros estaban casi temblando, igual que dos perros enfermos, y a duras penas lograron decir sus nombres, para después quedarse sin más que decir.
Asmita se retiró poco después de aquella presentación, diciendo que después mandaría a llamar al elegido como primer esposo.
Una vez que el Omega se retiró, Kardia sintió como si lo hubieran liberado de un hechizo. ¿Qué rayos le había pasado?, ¿por qué le respondió así a Degel cuando su amigo solo intentaba ayudarlo?, ¿por qué casi se le va a los golpes a Aspros solo por un comentario?... Definitivamente, algo le había pasado, ¿pero qué?. Su celo recién había ocurrido la semana pasada, el siguiente sería hasta dentro de seis meses. Y aún así, no era un mocoso con las hormonas alborotadas para alterarse así solo con la presencia de un Omega...
Si le daba más vueltas a ese asunto, iba a terminar volviéndose loco. Así que prefirió solo sonreír y fingir que nada había pasado. Después de unas horas, un sirviente apareció, solicitando la presencia de Degel. El peli-verde había sido seleccionado como primer esposo. Kardia le dió ánimos, y lo vió partir.
Degel solo volvía al harem por las mañanas para asearse y comer algo, pero todo el resto del día y la noche, los pasaba al lado del rey. Kardia se encargó de darle algunos consejos de cómo complacer al rubio, y también a sí mismo durante el sexo, y seguramente Degel los puso en práctica, porque vaya que estaba de mucho mejor humor...
En fin, el primer mes pasó, y al no lograrse el embarazo, llegó la hora de elegir al segundo, quién resultó ser Cid.
Los siguientes fueron Defteros como el tercero, Hasgard como el cuarto, y Sísifo como el quinto. Todos sin lograr el embarazo, hasta que finalmente, después de seis meses de espera, su turno llegó.
Apenas sus miradas se cruzaron, esa misma sensación de la primera vez que se vieron, lo invadió por completo. Antes de que se dieran cuenta, ya se estaban besando como si hubieran esperado toda una vida por ese momento.
No hicieron falta palabras siquiera para que terminaran en la alcoba del rey, aparentemente y por una extraña razón, ambos en celo, hasta calmar sus instintos.
Después, mientras comían algo para reponer energía, Asmita le hizo una pregunta que no esperaba.
- Y cuéntame, Kardia. ¿Cómo terminaste aquí?
Kardia dudó si decir la verdad o no. Siendo sincero consigo mismo, ese asunto era una herida aún fresca y algo dolorosa para él. Además, de que quizás lo mejor era decir lo que cualquiera querría escuchar.
- La verdad es que cuando el rey me ofreció un lugar en el harem, no dudé en aceptar la oferta.- Admitió con descaro. En parte, no era tan mentira, ya que no lo pensó mucho antes de dar un sí.- Quiero decir, vivir en el palacio, dónde mi única obligación será complacer a un bello rey Omega que parece un ángel caído del cielo... ¿Qué imbécil diría que no a ese paraíso?
La última parte quizás no era totalmente cierta, ya que en ese entonces, no tenía ni idea de cómo era Asmita, pero ahora, admitía que sí era su tipo. Pero no se sentía en confianza de hablarle de Sasha, aunque quizás después preguntaría por ella.
- ¿Así que bello ángel caído del cielo, eh?- Rió suavemente Asmita.- ¿Y se puede saber de quién se trata?
- ¿Ves otro por aquí además de tí?- Respondió Kardia con una coqueta sonrisa.
Asmita solo soltó una pequeña risa, para después ser besado de nuevo por Kardia... Fue cuestión de segundos para dejar la comida en el olvido.
Así pasaron casi una semana, en la que Asmita no dejó de hacerle preguntas sobre él. Kardia al inicio buscaba evitar los temas, pero después de convivir un tiempo con Asmita, por alguna razón, le tomó bastante confianza, y le contó sobre su vida. Desde sus madres, hasta Sasha, incluído su pacto con el anterior rey.
Esperaba que Asmita se molestara por haberle ocultado todo eso, pero no. El Omega solo le dió un pequeño y cálido beso.
- Gracias por contarme todo esto.- Dijo con una suave sonrisa.- Creo que ya tengo un favorito de ustedes, y eres tú.
- ¿En serio?- Preguntó Kardia con una sonrisa, siguiéndole el juego a Asmita.- ¿Aún si no llegué virgen para su alteza?
- ¿Te parece que yo llegué virgen a tí?- Río levemente Asmita.- Estuve con cinco hombres antes de tí.
Ambos terminaron riéndose por unos segundos. Vaya que eran una combinación algo extraña, pero funcional.
Siguieron su rutina de siempre, hasta que una semana después, Asmita dijo que le tenía una sorpresa. No tenía idea de qué se trataba, pero después de reunirse en el comedor, Asmita le puso una venda en los ojos, le tomó de la mano y lo fue guiando por los pasillos, incluso bajando escaleras, hasta que finalmente se detuvieron.
Sintió el aire en su cara y meciendo sus cabellos. Pudo percibir el aroma proveniente del jardín, pero por la frescura, se daba cuenta de que estaban en la puerta que daba al patio trasero, el jardín privado del palacio.
No tenía idea de qué estaban haciendo ahí, hasta que Asmita se acercó a él y le quitó la venda de los ojos, dejando ver qué estaban frente a un gran y lujoso carruaje.
- Asmita, ¿qué es todo esto?
- Hay alguien que vino a visitarte.- Dijo con una sonrisa el rubio.
Un guardia abrió la puerta del carruaje, y otro más permaneció a un costado para sostener la mano de quién bajaría.
Kardia por un momento sintió que estaba soñando... Quien bajó de ese carruaje...
- ¿No vas a decir nada, Kardia?- Preguntó Asmita con una leve sonrisa.
Sasha... Su hermana, estaba frente a él. Hace más de un año que no la veía, y estaba tan diferente... Ya estaba cerca de cumplir 14 años, ya era toda una mujer...
Ambos corrieron en dirección del otro, encontrándose a mitad de camino. Kardia no pudo evitar alzar a Sasha en un abrazo, terminando ambos con lágrimas de alegría.
- Kardia, mi querido sexto esposo, es un honor para mí presentarte a la duquesa Sasha Marie Ateneous, del reino de Ioannidis.- Mencionó Asmita.- Duquesa Sasha, es un honor presentarle al más querido de mis esposos, Kardia. Pero, creo que ustedes ya se conocían.
- ¿Qué?- Exclamó Kardia, mirando a su hermana.
- Tengo muchas cosas que contarte.- Sonrió Sasha, limpiandose las lágrimas, con una ligera sonrisa.
Asmita los hizo pasar al comedor, dónde dejó a ambos hermanos a solas, para que pudieran ponerse al tanto de su vida. Sabía que eso iba a tardar, pero mientras tanto, él se encargaría de darle un pequeño sermón a su primo por haberle ocultado la historia de Kardia y dejar que lo descubriera todo hasta después.
Sasha le contó a Kardia qué había sido de ella desde hace un año. Y Kardia no pudo evitar sorprenderse por todo lo que ella le contó. Sin duda, parecía una historia de cuento de hadas, con una conspiración real incluida y todo lo demás.
- Hace años, cuando era más pequeña, mi familia sufrió un atentado por los reinos enemigos.- Contó Sasha.- Mis padres desgraciadamente, murieron asesinados, pero de alguna forma, yo logré escapar, cayendo al río y llegando hasta donde me encontraste hace años.- Añadió.- Fue el duque Manigoldo quién me reconoció cuando lo llevaste a casa la primera vez. Pero fue este dije lo que confirmó todas las sospechas.- Siguió, mostrando el dije con su nombre.
- Entonces...
- No ha sido fácil para mí tampoco asimilar todo. Pero poco a poco he ido recordando todo.- Sonrío la peli-lila.- Pero yo jamás te olvidé, Kardia.- Añadió, tomándolo de las manos.- A pesar de todo, para mí siempre serás mi hermano mayor. No hubo día en que no pensara en ti y volver a tu lado. Por eso, cuando el rey Asmita me invitó a venir para verte... No dudé en aceptar.
- ¿Tú eres feliz?- Preguntó Kardia con una sonrisa.
- Ahora que sé que estás bien, sí, lo soy totalmente.
Ambos siguieron hablando por varios minutos más, contando qué había sido de ellos y qué planes tenían para sus vidas en el futuro. Kardia expresó desear quedarse en el harem, y Sasha lo aceptó, pero ambos prometieron mantenerse en contacto, y Asmita les permitiría reunirse al menos un día al mes, cuando Sasha estuviera libre de sus obligaciones en el reino vecino.
Kardia estaba bastante felíz por saber de su hermana, y que podría verla, y además, ¿para qué negarlo?, se había enamorado de Asmita.
Así pasaron los años, y los niños fueron llegando poco a poco, siendo los primeros los gemelos de Aspros. El siguiente fue el hijo mayor de Aioros. Después el hijo de Cid, luego el de Degel. El siguiente fue el de Hasgard, y después el segundo hijo de Aioros, el siguiente fue el de Defteros. Hasta que finalmente llegó su pequeño y adorado Milo.
Desde que supo que venía en camino, Milo se volvió su adoración. Cuando lo tuvo en sus brazos, se juró a sí mismo que sería el padre que le habría gustado tener y que no pudo. También se encargaba de mantener a Asmita con los pies sobre la tierra, y de mostrarle las problemáticas del reino y buscar soluciones junto a Degel.
Su responsabilidad en el harem era la educación de los niños, junto con Aspros, pero al final, cada quién terminó tomando por voluntad propia la crianza de sus hijos. Aunque eso no quitaba que cuando alguno tenía que salir, los demás se encargaban de cuidar de sus hijos como si fueran propios. No hacían diferencias entre los niños, todos eran hijos de todos... Excepto Aspros.
Ese Delta siempre fue sumamente estricto con sus hijos, siempre los mantuvo aislados de todos, y siempre menospreció a todos los demás niños.
Ahora, que estaban todos reunidos en esa enorme sala, esperando conocer la decisión de Asmita, los nervios se lo comían vivo.
Saga, Kanon, Aioros, Shaka y su pequeño Milo competían por el puesto como sucesor. Realmente estaba preocupado por Milo, y Defteros y Sísifo compartían su preocupación.
Ninguno quería que sus hijos estuvieran en peligro por la corona al competir contra los gemelos. Pero por más que él y Defteros lucharon por sacarles a Milo y Shaka la idea de competir por la corona, nada pudieron hacer. Sabía que Milo y Shaka eran los favoritos de Asmita, pero si Milo era elegido... No, no quería eso para su pequeña manzanita.
- He tomado una decisión.- Habló Asmita.- He elegido como mi sucesor al príncipe Aioros.
Hasta entonces, Defteros y Kardia pudieron respirar tranquilos, pero la calma duró poco, antes de que Saga, Kanon y Aspros iniciaran una revuelta.
La situación se iba a salir de control, iban a tener que unirse más que nunca... Sabía que ese momento llegaría, pero aún así, no dejaba de doler.
Por algo debía aprovecharse cada segundo.
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