"La amatista tiene grandes poderes, es una piedra muy relajante, da equilibrio, sinceridad, pureza y espiritualidad. Aporta sentido común, sabiduría y crea armonía. Clarifica la resolución de problemas. Ayuda en la toma de decisiones y en los cambios."

Eso le decía su abuelo cuando era niño, cuando le entregó aquel pendiente de amatista que había pasado de generación en generación en su familia. Viniendo de una familia de geólogos y mineros, pasó gran parte de su vida rodeado de toda clase de minerales, incluidos varios tipos de piedras, pero sin duda, su favorita siempre fue la amatista.

Y ahora, años después, ya hecho todo un hombre y con una vida realizada, miraba ese pendiente, y luego al pelirojo frente a él.

- ¿Qué pasa?- Escuchó la voz de Mime.- Llevas mucho tiempo callado.

- No es nada.- Respondió con una sonrisa, para después ponerse de pie y caminar hasta Mime, colocándole aquel pendiente.- Creo que te queda mejor a tí.

Mime no entendía qué quería decir con eso, mirándolo extrañado.

- Las amatistas no son solo piedras hermosas, tienen un significado muy profundo.- Explicó Alberich.- Tienen grandes poderes, son piedras muy relajantes. Dan equilibrio, sinceridad, pureza y espiritualidad.- Añadió, acariciando la mejilla de Mime.- Aportan sentido común, sabiduría y crean armonía. Clarifican la resolución de problemas, y ayudan en la toma de decisiones y en los cambios.

- ¿Y por qué me la das a mí?- Preguntó Mime, algo sonrojado.- Ha sido de tu familia por generaciones, te lo dejó tu abuelo.

- No lo necesito cuando tengo una amatista más grande a mi lado.- Respondió el peli-rosa.- Una linda amatista de cabello "rubio rojizo", y ojos rosados.

Entonces Mime lo comprendió, y no pudo evitar sonrojarse, para después abrazar a Alberich.

Si las amatistas otorgaban todos esos poderes a su portador, entonces Mime era la amatista de Alberich. Desde que llegó a su vida, ese bello músico puso su mundo de cabeza, y nunca volvió a ser el mismo.

Mime sabía relajarlo, darle paz y equilibrio solo con su presencia. Gracias a él es que había conocido lo que era estar en contacto con su lado más sincero, pureza y espiritual, solo con Mime se mostraba tal cual era, solo con él se volvía vulnerable y dejaba ver sus miedos, sus inseguridades y también sus anhelos. Mime siempre sabía cómo hacerlo usar el sentido común, aún cuando actuaba como loco. Con Mime sentía que recibía como aportaba sabiduría por igual, ambos le aportaban algo al otro. Desde que llegó a su vida, Mime había transformado su caótica vida en una llena de armonía. Mime sabía hacerlo entrar en razón aún en los peores momentos, y siempre le ayudaba en la resolución de todo tipo de problemas, así como era de gran ayuda en la toma de decisiones y en los cambios que implicaban.

Sin duda, Mime era su amatista. Una hermosa y única amatista.