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Adieu mon homme [🦁RegulusxYato🦄]

* Pedido de AiorosSaguitario

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Todo había terminado...

La guerra santa había acabado...

La paz había vuelto...

El Santuario y el mundo entero eran un caos...

Muchos habían muerto...

Todo había terminado.

- Nadie más sobrevivió.- Dijo el maestro de Tenma con la mirada baja, sosteniendo a un malherido caballero de Aries.

Todos los que estaban presentes para preguntar por algún ser querido que se embarcó en esa misión tan arriesgada, y por la misma Athena, no tardaron más que un par de segundos en romper en llanto. Algunos solo derramando lágrimas en silencio, otros incluso llegando a gritar como si trataran de que esa persona los escuchara en el otro mundo.

Pero Yato... Él ni siquiera se movió. Esas tres simples palabras fueron como cuchillas apuñalando su corazón. Fue como si su mente se desconectara de su cuerpo por unos segundos, todo eso parecía demasiado irreal, tan doloroso... Primero su querido maestro, y ahora esto... Y él no pudo hacer nada.

Pronto el sonido a su alrededor comenzó a hacerse más y más leve, y su visión se tornó borrosa, y después... Oscuridad.

- Yato...

Un lejano susurro casi imperceptible llamándolo se hizo presente en esa inmensa oscuridad.

- Yato...

Cada vez sentía ese susurro más y más cerca, cada vez más claro... Imposible.

- Yato, despierta.

- ¿Regulus?- De inmediato abrió sus ojos, y ahí estaba él.

La misma piel blanca con un suave bronceado, los mismos labios rosáceos y gruesos, la misma boca pequeña y redonda, la misma nariz pequeña, el mismo cabello rubio cenizo, y los mismos ojos felinos de color verde azulado.

¿Cómo era eso posible?, Dohko dijo que nadie más había sobrevivido... ¿Dónde estaban más bien? No había nada más que una infinita oscuridad total rodeándolos.

- Tranquilo. Todo estará bien de ahora en adelante.- Dijo Regulus con una sonrisa.

- ¿Qué es este lugar?- Preguntó Yato, tomándolo de las manos.- ¿Qué pasó?

- Es una larga historia, y no tengo demasiado tiempo para contarla.- Respondió el joven Santo de Leo.- Solo quiero decirte que te amo. Te prometí que lo haría siempre, y que ni siquiera la muerte lograría apagar lo que siento por tí.- Añadió, y entonces Yato entendió todo.

- Regulus... Tú...

El mencionado solo esbozó una sonrisa triste, cerrando sus ojos para asentir.

- No... Tú no.

- Lo siento, de verdad no quisiera que ésto hubiera sido así, pero fue necesario.- Dijo, pareciendo algo apenado.- Sé que te prometí que volvería con vida, para que juntos ayudaramos a volver a poner todo en orden... De verdad lamento no haber podido cumplir mi promesa.

Yato no pudo contener más su llanto, y terminó sollozando, abrazado a Regulus, negandose a soltarlo, mientras sentía como sus brazos lo rodeaban de igual forma.

- Ya debo irme.- Susurró Regulus, después de separarse un poco, para regalarle a Yato una suave sonrisa.

- No... Por favor no te vayas. No me dejes sólo.

Regulus le tomó delicadamente del mentón, y dejó un suave y tierno beso en sus labios. El último de ellos.

Después, lo soltó, y con la sonrisa tan encantadora que lo caracterizó durante toda su vida, se despidió de Yato, aún con un par de lágrimas recorriendo sus mejillas.

- Regulus...- Murmuró Yato con un frágil y quebradizo hilo de voz mientras lo veía alejarse de él, hacía una luz blanca que parecía hacerse cada vez más grande.- ¡Regulus!

Un grito de desesperación fue lo último que salió de su garganta, antes de que la luz extinguiera la oscuridad y lo cegara.

- ¡Regulus!

- Yato, ¿estás bien?

Al girar su vista, se topó con Teneo, uno de los aprendices del Santo de Tauro. Cerca también estaban Yuzuriha y Celintha.

No tardó mucho en darse cuenta de que estaba en el que parecía ser el templo de Aries. La pregunta ahora era, ¿qué había pasado?, ¿acaso todo fue un mal sueño?

- Te desmayaste después de que Dohko nos diera la noticia.- Dijo Yuzuriha, probablemente al ver su confusión.- Afortunadamente, Teneo logró sostenerte para evitar que te golpearas la cabeza al caer.

¿Entonces todo era real?, ¿Regulus de verdad estaba muerto?... Las lágrimas volvieron a inundar sus ojos, y los sollozos surgieron de nuevo, tan solo para terminar soltando el nombre de su amado en un desgarrador grito de dolor.

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