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A pesar de todo 🏹 Sísifo 🏹

"Bastardo", "hijo de zorra", "hijo de la traición", "hijo del pecado", "error"...

Toda su vida había escuchado a todos referirse a él de esas y mil formas despectivas más. Siendo producto de una infidelidad del rey con solo él sabía quién, no podía esperar otra cosa.

No conoció a su madre, ni siquiera sabía si era una mujer Beta o un Omega, ni su nombre, ni si aún estaba con vida, nada... Su padre, por la vergüenza que representó la noticia de la infidelidad del rey a la pobre reina enferma, lo recluyó en el palacio desde que nació, arrebatándolo de los brazos de su madre.

Creció como un sirviente más del palacio, uno exclusivo del príncipe Ilías, el único hijo legítimo del rey y heredero al trono. Durante toda su vida fue blanco de múltiples desprecios y maltratos, incluso de los demás sirvientes del palacio, todo por ser hijo de la persona con la que el rey fue infiel a su esposa, lo que le causó tal dolor a la reina, cuya salud pendía de un hilo, que la llevó a la muerte.

Todos lo odiaban y repudiaban, todos lo desearían muerto, todos lo veían como una carga... Todos, menos Ilías.

Ilías siempre lo llamó su hermano, siempre lo trató como un igual y procuró su bienestar, siempre lo protegió de todos los malos tratos que recibía. Ilías siempre fue su refugio, su mejor amigo, el único en quién podía confiar. Incluso le prometió ayudarlo cuando tuviera el título de rey. Y lo cumplió.

Tras la muerte del rey, cuando Ilías tenía ya 23 años cumplidos, la corona cambió de propietario, pasando al nuevo rey.

En ese entonces, Ilías ya estaba casado, y tres años después de ascender al trono, nació su único hijo, aunque perdió a su amada esposa pocos días después a causa de una terrible infección.

Sísifo, creyendo ser un Omega de apenas 11 años de edad, se ofreció a tomar el papel de madre sustituta para su sobrino, cuidando de él como si de su propio hijo se tratase. Al fin y al cabo, la reina Arkhes fue junto con Ilías, de las pocas personas que jamás lo trató mal. Le tenía un gran aprecio, y por eso, prometió cuidar de Regulus por ella.

A decir verdad, su vida parecía una cordillera de montañas, con subidas y bajadas, pero no se quejaba. Sí, seguía siendo señalado y recibiendo malos tratos en su reino, pero al menos tenía a su hermano y a su sobrino, y con eso le era más que suficiente. No le importaba si el mundo se caía a pedazos, mientras tuviera a su lado a las únicas dos personas que consideraban su familia.

Cuando Regulus cumplió la edad mínima para casarse, catorce años, aunque no fuera su mayor anhelo, Ilías se vió en la obligación de aceptar recibir y entrevistar a todos los pretendientes de su hijo. Siendo sinceros y objetivos, Regulus era un Omega bastante bello, grácil y encantador, varios Alphas, Deltas y Betas lo deseaban como esposa Omega. Algunos con intenciones no tan buenas, y varios más genuinamente interesados en él. Pero Ilías siempre buscaba hasta debajo de las piedras alguna razón para negarles la mano de su hijo.

Esa situación comenzó a desesperar al joven Omega, quién no tardó en recurrir a su tío para pedirle ayuda. Sísifo entendía los motivos de su hermano para ser tan desconfiado y no querer dejar a su hijo en manos de cualquiera, pero también a Regulus. Ver cómo la mayoría de los chicos de su edad se casaban o al menos ya estaban comprometidos, y él no podía siquiera hablar a solas con ningún Alpha, porque su padre desconfiaba hasta de su sombra, debía ser frustrante.

Así que por eso habló con Ilías, y después de una larga charla que se expandió por horas, logró convencer a su hermano de revisar todas las solicitudes y darle una oportunidad a los que creyera más aptos. Pero Ilías puso también una condición: Regulus debía ser quién tuviera la última palabra.

Así pasó días enteros al lado de Ilías, revisando todas las cartas que a diario llegaban sin parar, hasta que un mes después, los finalistas fueron seleccionados, y se les envió una carta solicitando su presencia.

Ilías fue bastante severo con sus preguntas, y así descartó a más de la mitad, dejando sólo a los más fuertes. Y ahora quedaba la última parte: convencer al príncipe de aceptar su propuesta de matrimonio.

Las reglas especificaban que un Omega soltero no podía estar a solas con un Alpha, Delta o Beta. Era obligatoria la presencia de un chaperón o chaperona, que podía ser un familiar, nana, o dama o doncel de compañía del Omega. Y en el caso de Regulus, el elegido fue Sísifo.

Sísifo se limitó a jugar su papel, permaneciendo en silencio, para evitar malos entendidos. Pero perfectamente presenció cómo Regulus poco a poco perdía el entusiasmo. Iniciaba con una sonrisa, pero poco a poco su expresión iba cambiando, hasta llegar al desagrado o la incomodidad, y despedir al candidato, dejándolo descartado.

Parecía que al final, Ilías tenía razón, y lo mejor era esperar unos años más para preocuparse por esas cosas, hasta que el último candidato apareció. Se trataba de un Alpha, duque y sobrino del rey del reino vecino.

Ese Alpha resultó ser realmente encantador, y contra todo pronóstico, logró cautivar el corazón del jóven príncipe, siendo el ganador de si amor.

Ilías no se quedó de brazos cruzados, y siguió poniéndole pruebas al jóven, pero, con voluntad y algo de ayuda de Sísifo, el Alpha aguantó todas, y a Ilías no le quedó más opción que ceder y comenzar con las negociaciones del matrimonio.

Así fue cuando después de muchas trabas, Regulus finalmente consiguió casarse con el Alpha que había logrado enamorarlo, a los 15 años.

Durante todo el tiempo que duraron las negociaciones, Sísifo conoció a un soldado del reino vecino, Defteros, a quién llegó a tenerle un gran aprecio, hablando para pasar el rato, e incluso viéndose en la boda.

Después de la ceremonia, Sísifo se quedó en el reino vecino por petición de Ilías, para ser un representante del reino- aunque en realidad, bien sabía que Ilías se dió cuenta de su leve atracción por aquel Delta y solo quiso darle una mano.-, así que cumplió su papel de representante por un tiempo, en el que muchas veces de casualidad se tomaba con Defteros y aquel pequeño vínculo siguió creciendo.

Pero no todo podía ser perfecto, y dos años después, Ilías fue herido de gravedad durante una de las batallas que libraron contra un reino invasor. La herida no pudo ser tratada a tiempo, por lo que causó una infección que ningún médico fue capaz de tratar, por lo que la salud del adorado rey fue decayendo cada vez más y más, hasta que finalmente murió después de varios meses de sufrimiento, dejando el puesto a su jóven hijo.

Para Regulus fue bastante doloroso perder a su padre, y por eso, Sísifo volvió a su reino de origen, para apoyar a su sobrino en su dolor, y también, ayudarlo a poner todo en orden de nuevo.

Pero como si perder a su hermano no hubiera sido suficiente, apenas un par de meses después de la muerte de Ilías, una mala mañana despertó con un agudo dolor en todo el cuerpo. Creyó que sería un resfriado, pero resultó ser su celo. Al final, no era un Omega como creyó toda su vida, sino un Alpha.

Decidió quedarse en su reino de origen, no soportaba la idea de estar sólo, no después de la muerte de Ilías, y ahora de enfrentar su nueva realidad.

Sí, su vida seguía siendo un martirio. Sufriendo las mismas humillaciones de parte de todos los súbditos del reino y de todos los sirvientes y la corte. Por ser un hijo bastardo, por ser demasiado débil e inútil para ser un Alpha, por ser la vergüenza de la corona... Pero por su sobrino, todo valía la pena. Y por eso, aguantó todo tipo de malos tratos durante varios meses, hasta que un día, el rey del reino vecino, uno de los tantos con quiénes unieron fuerzas contra el invasor, apareció en el palacio.

No le dió demasiada importancia en un inicio. Después de todo, era el tío del Alpha de Regulus, además de un aliado político. Así que podría tratarse de asuntos políticos, cómo simplemente una visita familiar. Fuera cuál fuera la razón, a él no le concernía meterse, así que se retiró para ir a hacer otras tareas.

Pero la tranquilidad no le duró mucho, cuando el Regulus lo fue a buscar, pidiéndole acompañarlo. Notó a su sobrino bastante inquieto e intranquilo, y eso lo preocupó un poco, pero decidió no hacer preguntas y acompañarlo, llegando hasta donde estaban en ahora duque del reino vecino- y ahora rey cónyuge de Regulus- y el rey del reino vecino.

- ¿Puedo servirles en algo?- Preguntó, algo temeroso.

Manigoldo no era un mal hombre, al contrario, quizás solo un poco bromista, pero nada más. Por algo se había ganado la aprobación de Ilías. Y el rey Hakurei tampoco era alguien malo. Pero su intuición le decía que algo no estaba bien. Y vaya que no estaba del todo equivocado...

De todos los escenarios imaginables, el que jamás cruzó por su cabeza, fue la petición que le hizo el rey Hakurei.

- ¿Y-Yo?, ¿parte del harem?- Tartamudeó con nerviosos.

- Así es, Sísifo.- Asintió con calma el anciano.- Supongo que estarás enterado gracias a mi sobrino, de que mi sucesor será mi hijo, el príncipe Asmita, un Omega. Sé que no seré eterno, y por eso quiero que mi hijo quede en buenas manos.

Sabían gracias a Manigoldo, que en el reino vecino estaba permitido que los Alphas y hombres no Omegas, tuvieran más de una esposa. Aunque, según lo que les contó el Alpha, a pesar de estar permitido, no era tan común, y era algo más limitado a la realeza, ya que, según sus leyes, debían tener los recursos para darle los mismos lujos a todas las esposas.

También sabían por Manigoldo, que a diferencia del reino que gobernaban, en el vecino jamás había reinado un Omega, y su primo sería el primero. Pero seguiría todas las tradiciones, incluído el harem real.

Se le hacía algo demasiado extraño, no entendía cómo podrían convivir dos Omegas, dos Gammas o dos mujeres o más, en una misma casa, compartiendo el mismo esposo y siendo conscientes de ello. Pero respetaba que era una cultura y costumbres diferentes a las suyas, así que se limitaba a solo escuchar. Pero jamás imaginó que el rey le pidiera formar parte de eso.

- Yo... Es que... Lo siento, esto es demasiado repentino.

- Lo sé, Sísifo. No te culpo, sé que nuestras costumbres pueden ser algo extrañas para ustedes.

- No, no es eso, majestad.- Aclaró nervioso.- Es solo que... Lo siento, todo ha sido muy difícil los últimos meses.

- Lo entiendo, Sísifo, y por eso no quiero que te sientas presionado.- Respondió con calma el rey.- Piénsalo por una semana, y cuando tengas unas respuesta, házmela llegar con Manigoldo. Pero realmente apreciaría que mi hijo tuviera a su lado a alguien como tú.

- Le agradezco por tenerme en cuenta, majestad.- Dijo, agachando la cabeza.- Pero estoy seguro de que hay candidatos mucho mejores que yo.

- No seas tan modesto. Al arrogante de mi primo le vendría bien alguien que le tire las riendas de vez en cuando.- Habló Manigoldo, ganándose una mirada filosa de Regulus.- ¿Qué?, Asmita es muy inteligente y muy competente. Pero desde que éramos niños, la arrogancia ha sido su mayor defecto.

- En eso debo darle la razón a Manigoldo.- Intervino Hakurei.- No desconfío de Asmita. Sé que hará un buen trabajo como rey. Pero sin duda, no le vendría mal que alguien le enseñara un poco de humildad.

Sísifo solo mantuvo baja la mirada y guardó silencio. Regulus tampoco dijo mucho, realmente no le correspondía a él decir algo, la propuesta era para su tío, no para él.

- Por favor piénsalo, Sísifo.

Después de aquella conversación, el rey se retiró, dejándolos a solas. Manigoldo decidido darles un momento a su Omega y si tío, yendo a acompañar a su tío. Sabía que no iba a ser un trago fácil de pasar para ninguno de los dos, conocía lo suficientemente bien a Regulus y a Sísifo también.

- ¿Qué piensas al respecto?- Preguntó Regulus, mirando a su tío.

- No lo sé, Regulus.- Suspiró Sísifo.- Yo... Quizás sea lo mejor.

- No sé cómo me las arreglaré sin tí ayudándome en todo.- Suspiró Regulus, con los ojos levemente cristalizados.- Yo... Ya perdí a mi madre, después a mi padre, y ahora...

Regulus rompió en llanto, y Sísifo no dudó en abrazarlo contra su pecho, igual que cuando era un niño.

- Estarás bien, Regulus.- Intentó calmarlo con una sonrisa.- Tienes un buen Alpha a tu lado... Él te ayudará a dirigir el reino, y estoy seguro de que ustedes serán un gran equipo.- Añadió, limpiandole las lágrimas.- Lo supe desde la primera vez que se encontraron.

- Aún así, te voy a extrañar.- Hipó el Omega.

- Yo también, pequeño.- Dijo su tío, abrazándolo.- Pero los dos supimos siempre que tarde o temprano, nuestros caminos se separarían. Así que ahora, ambos tenemos que ser valientes.

La semana pasó, y a pesar de que Regulus intentó persuadirlo, Sísifo se mantuvo firme en su decisión. Así que, cuando el rey volvió a visitar el reino, no le quedó más remedio que aceptar la decisión de su tío.

- Gracias por aceptar, Sísifo.

El castaño solo asintió, manteniendo baja la vista. Realmente no quería irse, pero ¿qué otra opción de vida tenía?

Manigoldo y Regulus eran los reyes del reino, la cabeza de la familia real, tendrían a sus cachorros y serían lo que eran: una familia. Él... Él sería solo un estorbo, cómo lo había sido toda su vida. No podía aspirar a un matrimonio, cómo Alpha era un complejo incompetente, había sido educado como un Omega, así que no tenía otra opción. El harem era lo mejor a lo que podía aspirar.

El tiempo pasó, quizás mucho más rápido de lo que a él y a Regulus les habría gustado, cuando el rey del reino vecino enfermó.

Manigoldo volvió a su reino de origen para ayudar a su familia en todo lo que pudiera hacer falta, dejándolos sólos unos días. Ambos sabían que la despedida estaba cada vez más cerca, y el regreso de Manigoldo marcaría la hora. Vaya ironía, el regreso de Manigoldo siempre era un motivo de alegría para Regulus, pero ésta vez, representaría separarse de su tío, quién fuese casi un segundo padre para él y a quien quería como a uno.

Pero no se podía escapar de lo inevitable, y el regreso de Manigoldo, con la noticia del fallecimiento del rey, y la solicitud de la presencia de Sísifo en el palacio, no tardó más de dos semanas en llegar a ellos.

Con lágrimas en los ojos, se despidió de su sobrino y emprendió el viaje, acompañado por Manigoldo, Regulus alcanzaría después a su Alpha.

Manigoldo trató de calmarlo y levantarle el ánimo durante el trayecto, sin mucho éxito. Hasta que la hora de separarse llegó. Al parecer, era el primero en llegar al harem, no había nadie aún.

Eso lo ayudó a sentirse un poco más tranquilo, y prefirió buscar un lugar en un rincón para estar lo más relajado posible. De todos modos, el gusto de estar sólo no le duró mucho, ya que minutos después, apareció un jóven Alpha de melena violeta.

El chico se veía algo decaído, y su instinto de protección lo hizo querer acercarse. El jóven, al verlo acercarse, rápidamente cambió su expresión a una mucho más jovial, presentándose como Kardia.

A decir verdad, Kardia se mostró bastante receptivo, y hablador por llamarlo de algún modo, llegando a sacarle alguna sonrisa con sus ocurrencias.

Poco después, aprecio otro Alpha, ésta vez, un hombre de cabellos blancos, a quien al parecer, Kardia conocía, ya que se acercó a él rápidamente.

Sísifo prefirió quedarse en su lugar. Kardia era bastante sociable, pero no se sentía en la confianza para acercarse al otro Alpha.

Así permaneció sólo, viendo llegar a todos los demás poco a poco, con Kardia yendo de vez en cuando a ofrecerle unirse a la conversación, pero él negandose amablemente.

Hasta que, cuando quedaban solo dos por llegar, vió a aquel Delta que años atrás conoció, Defteros.

Le fue imposible contener una sonrisa al verlo, misma que le fue retribuida de vuelta al acercarse.

- No esperaba volver a verte aquí.- Dijo, con una triste sonrisa, sentándose al lado de Defteros.

- Ni yo, Sísifo.- Suspiró el Delta.

- La verdad, no esperaba terminar aquí.- Suspiró Sísifo.- Ya sabes... Hasta hace un año era un Omega, y ahora... Estoy aquí.

- No te culpes por eso.- Dijo Defteros, intentando animarlo.- Quizás estaremos bien.

- Al menos me da algo de alivio saber que no estoy tan sólo.- Le sonrió Sísifo.

- Es bueno tener a alguien más, además de mi hermano aquí.- Le devolvió la sonrisa Defteros.- Y cuéntame, ¿qué ha sido de tí?

Sísifo, por un momento, olvidó su pesar, y le contó a Defteros todo lo que había pasado en el último año. Defteros también le contó todo lo que había pasado, incluído cómo habían terminado ambos ahí, poniéndose al corriente de sus vidas.

Sin duda, Defteros era de esas personas que con unas palabras o una simple sonrisa, eran capaces de cambiar un mal día a uno bueno, y mejorar cualquier momento por más horrible que fuera.

Eso hizo que los siguientes días fueran mucho más agradables para él. Disfrutaba pasar las tardes con Defteros, hablando y a veces haciendo tejidos o bordados. El Delta no lo juzgaba por seguir abrazando su pasado Omega, ni le decía que era un inútil o un incompetente, Defteros era de los pocos que le habían dado un trago digno e igual desde siempre, y eso era sumamente valioso.

Así pasaron con normalidad los primeros tres días en el harem, viviendo en su pequeño mundo aparte de los demás. Pero fue en el cuarto día que ocurrió algo muy extraño.

Despertaron cerca del mediodía, sorprendiéndose por lo tarde que era, y según sus compañeros, no fueron los únicos, ya que todos se quedaron dormidos menos Aspros.

Él y Defteros no le dieron demasiada importancia. Después de todo, quizás el hermano de Defteros tenía razón, y simplemente habían estado demasiado estresados, y tangas emociones acumuladas habían terminado por pasarles factura.

De cualquier forma, al otro día era la primera visita del rey, y debían estar lo mejor posible. Así que simplemente siguieron su rutina de siempre, y se fueron a dormir.

Al otro día, los despertaron más temprano de lo usual, y varios sirvientes los ayudaron a alistarse para la visita del rey, que tendría lugar al mediodía.

Para muchos, de seguro fue algo bastante incómodo y horrible, pero para él, era como volver a sus días de Omega. Así que estuvo bien.

El rey llegó a la hora que se les indicó, y... Las cosas no salieron como tenían previstas.

- Buen día y bienvenido, su majestad.- Le saludó Kardia con una sonrisa pícara.- Por favor, siéntase en total confianza.

- Y... ¿Tú eres...?

- Oh, disculpe mis modales.- Sonrió de esa misma forma, sin quitarle los ojos de encima.- Kardia, a su servicio.

Sísifo comenzó a ponerse nervioso, no sabía qué reacción podría tener el rey, y ante miles de escenarios, cada uno peor que el anterior, su primera reacción fue esconderse detrás de Defteros.

- Vaya, el rey es mucho más hermoso de lo que me prometieron.- Siguió Kardia con esa misma sonrisa.- Será un honor y sobretodo, un placer estar a su servicio.- Añadió, para después besar la mano del monarca, haciendo que a Asmita todos los colores se le subieran a la cara.

- Kardia, ¿qué crees que haces?

Después de esa acción tan atrevida, Degel saltó al ataque, sujetando a Kardia.

- Relájate, Degel. Estoy seguro de que tendrás tu parte.

- No seas insolente.- Se sumó Cid para controlar a Kardia.

Sísifo solo rezaba porque Kardia se callara. Ya suficientes problema tenían como para enfrentar la ira del rey.

- Por favor, discúlpelo, alteza.- Intervino Aspros.- Kardia no sabe medir bien sus palabras y es algo imprudente, pero es solo porque está algo nervioso.

- ¡Oye!- Intentó protestar Kardia, pero afortunadamente, Degel y Cid lograron contenerlo.

- No se preocupen. No me ha molestado en absoluto.- Dijo el Omega, cesando la pequeña revuelta.- Al contrario. Gracias por la bienvenida, Kardia.- Añadió, regálandole un leve guiño al Alpha, quién sonrió victorioso.- Los demás, ¿serían tan amables de presentarse, por favor?

- Desde luego que sí, majestad.- Habló Aspros otra vez.- Mi nombre es Aspros, y estoy a su servicio.

Degel y Cid mantuvieron el semblante serio y sobrio que los caracterizaba, hincando una rodilla en señal de respeto, después de decir sus nombres.

Hasgard fue el siguiente en presentarse, dejando ver su incomodidad, pero manteniendo el respeto al rey.

Sísifo intercambió una mirada con Defteros. Los dos estaban casi temblando, y a duras penas lograron decir sus nombres, para después quedarse sin más que decir. Defteros no estaba acostumbrado a hablar con Omegas, y él simplemente no sabía qué decir y temía ofender al rey.

Pero para su tranquilidad, el Omega no hizo demasiadas preguntas y se retiró. Debía tomar una decisión, elegir al primer esposo, y eso podría tardar. Así que solo les quedaba esperar.

Para relajarse un poco, se sentó con Defteros a hablar un poco, mientras pintaban sobre tela. Ignorar el problema no lo iba a hacer desaparecer, pero al menos así no se sentían sólos. Se tenían el uno al otro, y eso aliviaba un poco su pesar.

Al final, Asmita tomó como primer esposo a Degel. Por un mes, ambos pudieron respirar tranquilos, pero para desgracia suya, el embarazo no se logró, y la angustia se repitió, igual que el alivio cuando el elegido como segundo esposo fue Cid.

Durante esos meses en el harem, poco a poco lograba llevarse mejor con todos los demás chicos, aunque aún era algo tímido.

Al llegar el tercer mes, Defteros fue seleccionado como el tercer esposo. Sísifo solo pudo sonreírle y desearle suerte, aunque por dentro y en silenciador sentía su corazón estrujarse.

Sabía que estaba mal, que no debía hacerlo, pero... Quizás sus sentimientos por ese Delta iban mucho más allá de una simple amistad. Desde que lo conoció, cuando aún creía ser un Omega, no pudo evitar sentirse atraído como una abeja a la miel por él, pero ahora, que era un Alpha, y peor aún, uno que formaba parte del harem de un rey Omega... No, no podía hacerlo. Debía ocultar todos esos sentimientos y deshacerse de ellos.

Defteros volvía al harem por las mañanas para asearse, y desayunar con todos, pero el resto del día y toda la noche los pasaba con el rey. Sísifo siempre era el primero en recibirlo, y preguntarle cómo iba todo, aguantando a duras penas las lágrimas cada vez que Defteros le hablaba de Asmita.

Lo peor, y que era como una puñalada a su magullado corazón, era que Defteros parecía enamorarse cada vez más de Asmita. Siempre era Asmita esto, Asmita aquello, Asmita el otro... Asmita, Asmita, Asmita. Pero el último clavo en su ataúd, fue cuando Defteros le confesó que después de muchos intentos, finalmente logró tomar a Asmita y pasar la noche juntos.

- Me alegro por ti.- Dijo con una sonrisa, ocultando su tristeza.- Felicidades por ser el tercer esposo.- Añadió, dándole un abrazo.

Él quería ser su Omega. Él quería que Defteros lo amara. Él quería ser quien le robara el sueño. Él quería ser quien se durmiera entre sus brazos. Él quería acariciar sus largos cabellos azulados para arrullarlo. Él quería pasar todas las noches de su vida a su lado. Él quería que Defteros fuera su primer y único en todo... Pero no podía, y debía aceptarlo.

Para fortuna o desgracia suya, Defteros tampoco logró "dejar el pastel en el horno", y la hora de elegir al cuarto esposo llegó. Pero el elegido fue Hasgard.

Sin embargo, después del Alpha peli-blanco, si suerte se acabó, y fue elegido como el quinto esposo.

Nuevamente, varios sirvientes le ayudaron a alistarse para su encuentro con el rey, y acudió para cenar con él.

Asmita le sonrió tranquilamente y lo invitó a tomar asiento.

- Y cuéntame, Sísifo. ¿Cómo fue que terminaste aquí?

No esperaba esa pregunta, y aunque estaba muriéndose de nervios, sabía que debía responder.

- Hasta hace un año, creía ser un Omega, pero... Al final no fue así.- Contó bastante apenado.- Mi familia siempre ha sido algo cercana a los asuntos del gobierno, y más después de que mi sobrino se casara con el duque, el rey se enteró de la situación... Así que me pidió tomar un lugar en el harem.

- Ya veo.- Asintió Asmita.- A decir verdad, es agradable poder hablar con alguien que entiende de cierta forma lo que es ser un Omega.

- Sinceramente, ha sido algo difícil para mí aceptar que soy un Alpha. Ha sido muy confuso todo.- Suspiró Sísifo.- Cuando todos creían que era un Omega, siempre me decían que mi papel y propósito en la vida se reducía a engendrar hijos y complacer a mi Alpha. Pero cuando supieron que era un Alpha en realidad, no paraban de decirme que debía ser más fuerte, más rudo, me miraban mal si lloraba o algo así, cuando siendo un Omega, jamás me dijeron nada por eso.- Añadió, dejando salir un poco de su frustración.- Supongo que me va a tomar algo de tiempo adaptarme.

- No es necesario que lo hagas. Aquí puedes actuar como te sientas cómodo.- Respondió el rubio, sorprendiéndolo.- Estoy bien con lo que sea que decidas.

- Gracias.

Sísifo al inicio estuvo algo nervioso y desconfiado, pero Asmita era paciente y bastante dulce, así que logró ganarse su confianza.

Esa noche la pasaron hablando sobre sus vidas, contándose desde cosas triviales, cómo cuál era su comida favorita, hasta cosas algo más íntimas.

- La verdad, no me quejo de ninguno de los chicos. Cada uno tiene su encanto.- Le contaba Asmita de todos sus encuentros con todos los demás.- Degel es algo cohibido, pero cuando logras encender lo suficiente el fuego, todos los modales se le olvidan.- Contó, con una leve risa.- Cid... Qué te digo. Un guerrero bastante fuerte y con muy buen aguante. Hasgard, qué te digo, me gustó su forma de ser, difícil de conquistar. Y Defteros, es bastante dulce.

Era algo vergonzoso escuchar sobre los demás chicos, pero al mencionar a Defteros... Sintió como si su corazón se estrujara de nuevo, y Asmita pareció notarlo.

- ¿Te gusta?- Preguntó el rubio, sorprendiéndolo.

- ¿Qué?, no. No, solo... Solo somos amigos, nada más.- Respondió nervioso.

- Puedes decirme la verdad. No me molestaría si ese es el caso.- Replicó Asmita.- Después de todo, ahora somos todos una familia, y quisiera que se llevaran bien entre ustedes. Así que no me molesta si te gusta.

- No... Yo...

- Sísifo, no tienes que fingir conmigo. No te voy a juzgar por eso, de hecho, creo que me agrada esa idea.- Dijo con una sonrisa.- Prefiero mil veces que lleguen a formar relaciones entre ustedes, antes que se intenten matar unos a otros. Sinceramente, creo que algunos hacen buena pareja entre ustedes. La verdad, desde que los ví a ti y a Defteros por primera vez, tan juntos y siendo tan similares, sentí que entre ustedes había algo.

Sísifo no supo qué decir, y su reacción fue agachar la vista. Estaba avergonzado, de eso no había duda, no se atrevía a mirar a Asmita a los ojos.

- ¿Aceptarías compartir?- Preguntó Asmita, abrazándolo.- Puedes cuidarlo mientras no sea su turno de estar conmigo, y... Bueno, solo si quieres, podríamos intentar los tres alguna vez.

- ¿Q-ué?

Asmita dejó escapar una pequeña risita por su reacción, que fue ruborizarse por completo, pero después le dió un pequeño beso en la mejilla.- Es en serio. No me molesta compartir.

Sísifo no supo qué responder, pero Asmita decidió cambiar de tema, no sin antes regalarle una última sonrisa.

- Por cierto, le pedí al parlanchín de mi primo que viniera de visita la próxima semana.- Mencionó.- Tu sobrino te extraña, y tenemos un mes para convivir. Así que me gustaría conocer a tu familia.

Esa noticia le devolvió la sonrisa a Sísifo, y después de agradecerle a Asmita, el rubio añadió algo más.

- Viendo lo felíz que eso te hace, si alguna vez quieres ir a ver a tu sobrino, solo házmelo saber y de inmediato pondré alguien a tu servicio para llevarte y traerte de vuelta sin importar el día ni la hora. ¿Te parece?

- Por supuesto que sí, majestad.- Respondió casi al borde de las lágrimas por la felicidad.- Mil veces gracias.

- En primera, deja las formalidades de lado. Solo dime Asmita.- Sonrió el Omega.- Y en segunda, no es nada. Quiero tener felices a todos mis esposos.

Al final, él y Asmita entablaron una buena relación. Y oficialmente, pasó a ser el quinto esposo después de un par de noches. Pero tampoco se logró el embarazo, así que tocaba probar mejor suerte con el siguiente.

Al final, el afortunado que logró dar a los primogénitos, fue Aspros, el hermano de Defteros. Sísifo no dudó en acercarse a él para felicitarlo, y también para ayudarlo en el cuidado de los gemelos en cuanto le fueron entregados para su cuidado.

El tiempo siguió su curso, y cada uno aprendió a seguir su rutina según sus tareas asignadas, y a llevarse bien entre ellos. Hasta que los gemelos tenían nueve meses de nacidos, cuando se anunció un nuevo embarazo de Asmita, siendo ahora Sísifo el padre.

Aioros, su adorado hijo, llegó a iluminar su vida. Adoraba a su hijo más que a nada en el mundo, y desde que supo que estaba en camino, no hubo día en que se despegara de Asmita, y en cuanto nació, fue sumamente felíz al tenerlo en brazos.

Desde que Asmita se lo presentó, se juró a sí mismo que sería el mejor padre de todo el mundo. Sería el padre que a él le habría gustado tener, y no había descansado nunca en ser lo mejor posible. Siempre le recordaba a Aioros cuánto lo amaba y lo importante que era para él, pero también le recordaba que había reglas que no se debían romper.

Defteros también lo ayudaba, igual que todos los demás. Aspros se aisló mucho, y no dejaba que nadie se acercara a sus gemelos, así que todos se enfocaban más en Aioros.

Los siguientes en llegar fueron Shura, Camus y Alde. Hijos de Cid, Degel y Hasgard, respectivamente. Y aunque cada niño tuviera a su propio padre, todos aportaban algo en su cuidado, tratando a todos por igual, como un hijo más.

Cuando Aioros tenía diez años, Asmita dió a luz a Aioria, su segundo hijo juntos. Y se repitió lo mismo que con Aioros, siendo sumamente amoroso y protector con el nuevo bebé y Asmita, pero ahora con Aioros, siendo una pequeña réplica de Sísifo.

Todo era perfecto en su vida. Al fin tenía lo que siempre quiso por años: su propia familia. Un hogar, hijos, personas a las que amaba y lo amaban... Pero poco después de que Aioria cumpliera sus primeros dos meses de vida, algo inesperado sucedió.

Fue durante una noche. Dormía tranquilamente con Aioros, después de un día normal, cuando enmedio de la madrugada, despertó a causa de un terrible dolor abdominal.

No pudo evitar quejarse y casi gritar por el dolor que poco a poco se hacía más y más insoportable, y todos lo escucharon y fueron a auxiliarlo.

Estuvo con vómitos, mareo y muchísimo dolor durante días, y ningún médico lograba entender el porqué. Pero su mayor temor no era morir, sino dejar a sus hijos sólos. Su vida no le importaba, pero no quería causarle más sufrimiento a Aioros, quién presenció todo y según lo que le contaban, a diario preguntaba por él y pedía verlo.

Fueron dos semanas de horrible agonía, durante las que creyeron que no viviría, hasta que finalmente, así como llegó, se fue el dolor.

Nadie supo explicar qué había pasado, pero Sísifo prefirió no darle importancia. Tenía otra oportunidad de cuidar y ver crecer a sus hijos, y eso era todo lo que le importaba.

Así que pudo ver crecer a todos los niños del harem, pero ahora, nuevamente se sentía algo agobiado.

El momento de que Asmita eligiera a su sucesor había llegado, y en esa enorme sala, todos estaban expectantes.

Shura y Camus habían renunciado voluntariamente a la corona, tomando el puesto de comandar las fuerzas armadas y dirigir la tesorería del reino respectivamente. Así que ellos estaban a salvo.

Alde y Aioria estaban comprometidos con nobles de otros reinos. Así que ellos también estaban a salvo.

Pero Saga, Kanon, Aioros, Shaka y Milo, competían por el trono.

Sísifo confiaba en que Aioros cumpliría su palabra, y jugaría limpiamente, aceptando la decisión de Asmita. Confiaba en que había criado un buen Alpha. Pero a la vez, ser consciente de la educación que habían recibido Saga y Kanon, lo ponía nervioso.

Sabía que los gemelos tuvieron una infancia difícil bajo el cuidado de Aioros. Y aunque más de una vez intentaron hacer algo, Aspros siempre logró zafarse de todo.

Ahora, sin duda, Kanon y Saga no dudarían en atacar a cualquiera por el trono. Sin importar qué Shaka y Milo eran apenas unos niños de 7 y 3 años respectivamente.

Sabía que compartía la misma preocupación con Defteros y Kardia, así que, no dudó en tomar de la mano a ambos, tratando de darse ánimos mutuamente.

Sí. Su vida no había sido perfecta y había estado llena de dificultades. Pero estaba felíz y agradecido, porque si algo hubiera sido diferente, quizás no tendría todo lo que tenía. Por eso, tenía claro que se quedaría al lado de Asmita, todos los niños que veía como hijos propios, y todos los Alphas que se habían vuelto sus compañeros de vida, a pesar de todo.

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