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3. Roba-Cuerpos

El filete estaba sobre el sartén, y el sartén sobre la parrilla, Erda lo presiono un poco de los bordes para que se amoldara a la forma del recipiente. Después de unos cuantos minutos apenas tenía una pequeña costra marrón por ambos lados, significando que se había cocido la primera capa. Erda lo sacó del fuego y lo colocó sobre el plato de Daemon, se encorvó un poco y dejó un beso sobre sus labios.

Deathmask correspondió, y en cuanto la chica se alejó de él, este le palmeó con fuerza el trasero, enseguida ella se sentó en la silla frente a él. Ambos comenzaron a degustar sus platos, ambos cortes bañados en salsa inglesa, el de él con pocas gotas de sangre.

Mientras merendaban Deathmask no perdió de vista a su mujer; comenzaron con ese juego de miradas lascivas que hacían tornarse más erótica la situación, seguramente más tarde ambos se encontrarían nuevamente teniendo sexo en su cama, aunque esta vez, no incluirían al hombre desconocido, pues éste había sido colgado en la pared, con un tazón a sus pies, para que todo residuo se agua pantanosa, moho, bacterias u otros fluidos escurrieran

Ambos sujetos permanecieron en silencio mientras comían, Deathmask lucia peculiarmente cansado tanto que llego a bostezar un par de veces mientras trataba de darle un mordisco a un trozo de su jugosa carne.

Alrededor de una hora y media había transcurrido, Erda y Daemon estuvieron platicando sentados en el pequeño comedor aun después de haber terminado de comer. Enseguida el chico se levantó del lugar, dirigiéndose hasta la habitación. Se sacudió un par de veces los ojos y después se metió bajo las sabanas. Erda por su parte permaneció en el mismo sitio, observando desde la pequeña cocina hacia el rincón donde yacía colgado el cadáver.

Sonrió de lado y entonces inhalo profundamente el cigarrillo entre sus dedos, dejando que el humo consumiera totalmente su interior.

Aquella mañana Daemon se despertó temprano, tenía que llegar antes al trabajo para seguir con sus labores, el haber cubierto a Ray en aquella recuperación le había hecho perder muchísimo tiempo. Seguramente si Piero o Georg entraban al cuarto frio pensarían que se perdió durante la tarde. Con tantas penalizaciones al poco sueldo que percibía, Deathmask no se podía dar el lujo de cometer otro error y ser despedido.

Se tomó el tiempo de prepararle a su mujer un par de huevos rotos, puso a freír los últimos trozos de panceta, y dos rebanadas de pan. A pesar de no tener muchas cosas materiales, Deathmask se encargaba siempre de rellenar la alacena, y aunque sabía que Erda no era fanática de la comida, ella amaba esos gestos por parte suya.

Erda nunca fue una chica la cual amase las tareas de la casa, ella era muy joven cuando se embarazo, así que no tuvo el suficiente tiempo para aprender de las labores domésticas, los platos siempre estaban sucios sobre el fregadero, había residuos de comida y manchas sobre la mesa, además, la ropa con la que se vestía casi nunca estaba limpia, por eso, de vez en cuando Daemon apestaba a sudor y ella simplemente vestía en bragas. Sin embargo, esto no resultaba un problema para él, pues este la amaba como nunca antes había amado a nadie más.

Daemon negó un par de veces y entonces escucho que la tostadora arrojo los panes, este los coloco al costado del plato, lleno un vaso de jugo de manzana, y con cuidado llevo ambos hasta la mesita de noche a lado de su cama. Erda aun dormía plácidamente, así que el chico no vio la necesidad de despertarla, este, por el contrario, deposito un beso sobre sus cabellos castaños y enseguida se retiró para ir a trabajar.

Tan pronto Deathmask llego a su trabajo, se dirigió rápidamente al cuarto frio en la parte de atrás; sabía que además de seguir con sus tareas atrasadas, este podría evitar a Ray y sus preguntas acerca del trabajo de recolección que le había dejado la tarde anterior. Suspiro profundamente al entrar a aquel cuarto frio, se vistió de nuevo con el overol, este apestaba terriblemente, más no le importo, se colocó una mascarilla de plástico a la altura de su boca, y acto seguido se encargó de abrir, cercenar y vaciar los cuerpos que yacían en el congelador y en las mesas de muestreo, concentrándose únicamente en cumplir con la tarea impuesta.

Las mañanas calurosas del verano siempre irritaban a Erda, sobre todo cuando en aquel pequeño apartamento no había un aire acondicionado decente para satisfacerla, se dirigió hacia el baño para lavarse, seguramente el refrescarse la cara con agua fresca la haría sentir mucho mejor, pero lamentablemente aquello no fue así.

Sus piernas estaban pegajosas, su cabello corto estaba húmedo por encima de su cuello, además que su camiseta tenía una enorme mancha de sudor en la espalda. Molesta regreso donde la habitación, se deshizo de la camiseta, dejando al aire sus pequeños pechos. Entonces se dio cuenta del plato sobre la mesa, se acercó hasta la mesita de noche, para después tomarlo entre sus manos, enseguida lo acerco hasta su nariz y con una mueca de asco y molestia lo arrojo contra la pared. El tapiz viejo y desgastado se manchó de amarillo gracias a la yema de los huevos rotos, el tocino frito tardo un poco en llegar al suelo, dejando un rastro oscuro a su paso por sobre la pared. El plato de cerámica blanco se rompió en cientos de pedazos.

Erda se molestó, levanto las sabanas para después meterse debajo de ellas, trataría de volver a conciliar el sueño, sin embargo, no pudo, comenzaría a aburrirse o ahogarse en el calor de la habitación de no hacer algo pronto. Cerró los ojos y cuando por fin estaba por conciliar el sueño una vez más, una extraña sensación de desesperación le invadió, se sentía un poco ansiosa. Sus manos rápidamente comenzaron a recorrer su cuerpo y sus piernas se movían de arriba a abajo causando fricción entre las frescas sabanas de lino.

Sus largos y delgados dedos se desplazaron por encima de su cuello, enseguida los bajo hasta situarlos sobre sus pechos para poder sostenerlos. Cerro los ojos acariciando con las yemas de sus dedos con levedad sobre los rosados pezones. Sus manos presionaban y jugueteaban, y de vez en cuando tironeaba de sus pezones hasta que estos se tornaran duros. Erda comenzaba a sentir esa sensación de deseo y desesperación que iba en aumento, no se conformaría simplemente con esas caricias, lo sabía muy bien.

Acto seguido deslizo su mano izquierda por sobre su abdomen hasta llegar hasta su entrepierna. Acaricio la entrepierna aún por encima de su ropa íntima. Apenas había una separación entre sus piernas, la cual dejaba que su mano se moviera de arriba a abajo. Sintiendo enseguida un pequeño aumento de calor en aquella zona.

Aun así, Erda deseaba sentir muchísimo más, quería sentir ese estado tan placentero en el que había estado algunas veces antes cuando Daemon no estaba presente. Poco a poco sus interiores le causaban calor a pesar de lo frescas que solían ser las sabanas. La mano derecha se desplazó por encima del borde de la ropa íntima, y enseguida se deshizo de ella; paso aquella prende por lo largo de sus piernas hasta que pudo tirarlo justo al lado de la cama.

Enseguida llevo ambas manos entre sus piernas, el propio toque le causó escalofríos. Sentía el fino vello de su zona íntima enredándose entre sus delgados dedos, los ojos de la joven estaban cerrados, servían para imaginar al apuesto hombre sobre de ella. La apariencia de aquel hombre era completamente diferente a la de su pareja, los colores de sus cabellos eran castaños, ojos verdes y su piel un tanto quemada por el sol, después se imaginó como era que aquel hombre había muerto y caído dentro del pozo para años después ser rescatado por el idiota de Daemon. Erda utilizó solo dos de sus dedos para acariciar la pequeña cavidad entre sus piernas, esta última ya estaba húmeda y un tanto caliente, bastó un par de segundos para comenzar con movimientos circulares.

Los gemidos no tardaron en inundar la habitación. Estos aún eran muy débiles, al igual que sus estimulaciones. Las acciones circulares se vieron en aumento al igual que esas sensaciones que la hacían cerrar las piernas en ocasiones, el placer se hacía más intenso al comenzar con jaloneos a su clítoris, luego Erda palpaba con ambos dedos. Las uñas largas en color negro resultaban ser útiles para brindarle placer en estas ocasiones.

Erda había atrapado sus labios con los dientes y los mantuvo así hasta que sus dedos se desplazaron más abajo entre sus piernas, sin pensarlo un segundo más simplemente los dos dedos que mantenía erguidos se introdujeron en su cavidad con cierta rudeza; agradecía haber hecho la acción anterior si no aquel gemido habría llamado la atención de sus vecinos. Una vez que se acostumbró a la sensación de su mano en su interior, comenzó a mover los dedos en una especie de vaivén, después dio inicio a los movimientos rápidos haciendo que su mano chocara contra su propia piel.

La mujer de Deathmask no pudo evitarlo más, dejo escapar los jadeos y gemidos de una buena vez, no solo hacia eso, las caderas de la joven femenina se movían como si danzaran, sus piernas estaban abiertas de par en par, los delgados pies parecían los de una bailarina de ballet al estar en punta; todo a causa de ese placer acumulado que pronto estallaría. La fricción de sus dedos poco a poco dejo de ser dolorosa, pues su cavidad se había encargado de empaparlos con ese líquido que poco a poco comenzaba a salir de ella. Un agudo gemido se hizo presente nuevamente puesto que en esta ocasión la chica había ido más al fondo de su propio cuerpo.

Repitió la acción de vaivén un par de veces más antes de terminar retorciéndose entre las sabanas, el espasmo la había inundado por dentro, y no solo eso, sintió como un dolor aún más agudo se desplazaba desde su abdomen hasta sus piernas; un líquido viscoso le había empapado. El éxtasis poco a poco se desvaneció, al igual que sus dedos del interior, Erda cerro levemente las piernas antes de restregar su rostro a la almohada, pues el intenso calor de aquella mañana y su muy reciente estimulación la hicieron sudar, su respiración se había vuelto pesada y agitada, pero esto no la detuvo.

Erda se puso de pie, bajo de la cama y se puso de pie frente al cadáver que yacía colgado cual retrato en su pared. Puesto que este ser no era del todo pesado, Erda pudo descolgarlo fácilmente y colocarlo sobre la cama destendida. Enseguida la italiana se situó sobre el cuerpo putrefacto, el dildo de plástico que le habían situado entre la pelvis aún permanecía allí, rígido y listo para que esta se sentara.

Erda se colocó sobre el cadáver, haciendo que el instrumento de plástico se introdujera en su cavidad rectal; se inclinó hacia el frente y apoyo ambas manos sobre el pecho rígido, una vez más comenzaría a gemir y mover lentamente sus caderas, de forma que el miembro entrara y saliera levemente de su interior. La chica prolongo aquel acto excitante por al menos cuarenta minutos, mientras que lamia, succionaba y mordisqueaba parte del desfigurado rostro del cadáver.

Sobrepasaba la media mañana. Daemon había sido reprendido una vez más, su jefe Piero estaba más molesto que nunca. Los cadáveres que tenía que haber regresado a su familia días atrás aún no estaban listos, algunos ya se pudrían en la morgue y cada día se despintaban por el formol. Piero hizo que Deathmask asistiera a su oficina tan pronto se enteró de su trabajo incompleto. El hombre regordete y calvo sostenía un puro entre sus enormes dedos de salchicha. Daemon no podía si quiera decir una palabra, pues este hombre ya estaba escupiendo diez más; al final se echó sobre la silla reclinable haciéndola rechinar, inhalo profundamente sobre el borde del ébano y le extendió un sobre amarillento, enseguida le dio la espalda para colgarse al teléfono. Deathmask lo tomó sin más, temeroso y ciertamente apenado, camino afuera de la oficina mientras se abría el pestilente overol: tomó dirección al área de empleados donde estaban los casilleros, y del que estaba marcado con su nombre extrajo una chaqueta de cuero color café. Sus compañeros Georg y Ray no dijeron nada al verlo en aquel sitio, simplemente siguieron su jornada como si la presencia de este ya no les causase empatía; ¿y por qué hacerlo? Deathmask era meramente un triste, dependiente y perturbado tipo que, aunque solo buscaba comprensión, no hacía y decía algo sin que su dominante novia Erda ordenara.

Cabizbajo, Deathmask camino de regreso hasta su casa. Mientras el italiano caminaba por la acera se cuestionaba acerca de qué le diría a su novia al llegar a casa, observo en el interior del sobre de manila, había solo unos cuantos euros, quizás entre 250 o 400. Ahora si se preocupó, no sabía que le diría a Erda, pues con qué demonios pagaría el alquiler correspondiente a ese mes y donde conseguiría un trabajo que fuese adecuado para él; teniendo en cuenta que no sabía hacer nada más que limpiar porquería y cadáveres.

Tan pronto llego a su pequeño departamento, no dudo en abrir la puerta, su novia al escucharlo se levantó del sofá donde yacía recostada junto al putrefacto cadáver haciéndolo a un lado para recibirlo; deposito un tenue beso sobre sus labios y entonces le pregunto:

— ¡Hey D! ¿Qué haces aquí tan temprano? — Pregunto dejando una caricia sobre sus mejillas para después regresar donde su sitio.

Deathmask camino en silencio hasta poderse sentarse a su lado, suspiro profundamente y enseguida respondió —Me han despedido—

Erda se encontraba viendo una película, a su lado sobre el sofá estaba el cadáver, y sobre el regazo putrefacto un tazón de cerámica con palomitas de maíz, dando la impresión que aquellos dos sujetos mantenía una romántica cita.

La chica estaba por llevarse un puño de palomitas a su boca, sin embargo, aquella acción se vio entorpecida tan pronto le escucho: — ¿¡Qué hicieron qué!? —

Una vez más no respondió, su mirada parecía estar perdida, a lo que Erda se puso de pie frente a él, ella golpeo ligeramente su mejilla para que le viera y pudiera responder a lo que le había preguntado anteriormente. Daemon no dijo una palabra nuevamente, y entonces la chica lo abofeteo con mayor fuerza.

— ¡Respóndeme, pedazo de mierda! ¿Qué demonios vamos a hacer? — El golpe que Erda acertó sobre la mejilla de Daemon fue tan fuerte que su rostro se vio girado completamente.

— ¡NO LO SÉ, CARAJO! ¡NO LO SÉ! —El chico encolerizado se puso de pie, le tomo por las muñecas y le tironeo como una pequeña muñeca, enseguida la arrojo sobre el sofá.

Pero poco duro sobre el sofá, la más baja se puso de pie, sus cabellos cortos estaban un poco alborotados y cubrían su rostro, sin embargo, no se detuvo por un instante, a lo que continuo; — ¿¡Con que carajos pagaremos la renta!? ¡Eres un pobre imbécil, Daemon! ¡Nunca debí estar contigo! —

Con lo último dicho por la italiana Deathmask termino por montar en cólera, le tomo por los cabellos marrones para después acertarle un golpe en el rostro haciéndola caer nuevamente sobre el sofá.

Erda se quejó de dolor, se cubría el rostro con ambas manos, apenas pudo incorporarse de nuevo. Se llevó las manos sobre la comisura de su labio, estaba sangrando al igual que la nariz; los delgados dedos estaban manchados. Sentía un dolor incomparable.

— ¡Púdrete en el infierno, idiota! — Escupió un poco de sangre empujando al italiano con todas sus fuerzas.

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