Thanatomorphose
Volver a casa después de pasar todo el día encerrado en una oficina, calentar comida de la nevera, comer en soledad viendo lo que hubiera en la televisión, tomar una ducha y a la cama... La misma jodida rutina de siempre.
— Lo que faltaba...
Rodó los ojos con fastidio al ver su reflejo en el espejo del baño.
Desde hace un par de semanas, sin razón alguna, aparecían algunas marcas parecidas a moretones en su piel. No dolían, y desaparecían en un par de días, pero después reaparecían... Pero hace tres días, había aparecido una en su costado izquierdo, y no se iba, al contrario, parecía crecer cada día más, y ahora había varias más...
Al diablo, iría al médico el fin de semana. Simplemente entró a la ducha y siguió con lo suyo.
¿En qué momento su vida se había vuelto una rutina que seguía en automático?, ¿en qué momento perdió el interés en lo que alguna vez amó?, ¿en qué momento incluso levantarse de la cama se había vuelto difícil?... Eran preguntas que se hacía hasta dormirse, y apenas despertarse.
Al día siguiente, tocaba repetir la misma rutina de cada día. Levantarse con muchísimo esfuerzo de la cama, beber una taza de café, alistarse para el trabajo, subir al auto y conducir por toda la maldita ciudad hasta llegar al edificio... Solo hubo una no tan pequeña diferencia.
Las marcas de su abdomen seguían presentes, pero ahora vaya que dolían. Sentía como si hubiera hecho una rutina extremadamente pesada de abdominales, levantarse fue aún más difícil de lo habitual. Y no conforme con eso, ahora otra de esas marcas estaba en su brazo derecho, cerca de la muñeca... Menos mal que el endemoniado traje que estaba obligado a usar cubría esa zona. No tendría que inventar alguna excusa.
Fuera de eso, todo fue exactamente igual a los demás días de su vida.
— Buenos días, señor.
— Buenos días, Yuzuriha.- Respondió a la joven recepcionista.
En el camino, también tuvo que saludar a algunas personas más. Fingir que le agradaban, que estaba feliz de verlos, forzar una sonrisa... Ya estaba acostumbrado a mentir.
Esa oficina, que hace años fue su mayor logro y orgullo, ahora parecía una jaula de oro. Pero al menos le permitía concentrarse en sus asuntos y aislarse de todos.
El día pasó, igual que siempre, con las horas que parecían años. Hasta cerca de la hora de salida, cuando su teléfono sonó con un mensaje de su gemelo.
« ¿Qué tal el día? »
Vaya pregunta hacía su amado hermanito...
« Igual de difícil que siempre. ¿Pasa algo, Def? »- Escribió en respuesta.
« Sísifo y yo queríamos saber si vienes a cenar hoy. »
Aspros rodó los ojos con fastidio. Desde que su hermano le hizo aquella invitación hace un mes, dijo que no contaran con él, muy probablemente estaría ocupado. En realidad, sabía bien que ahí estarían varios de sus antiguos compañeros de escuela y juegos durante la infancia y adolescencia, y no estaba de humor para esas estupideces... Estaba por escribir una respuesta, usando la vieja excusa de tener trabajo pendiente, pero un nuevo mensaje de su hermano lo hizo retractarse.
« Incluso Asmita hizo un espacio en su agenda para venir. Toma un descanso al menos por hoy, por favor. Sabes que no te lo pediría si no fuera algo realmente importante para mí, hermano. »
Le importaba un carajo lo que su gemelo o su cuñado quisieran decir. Eran un par de ridículos que hacían un circo, maroma y teatro hasta por adoptar un perro, y seguramente a algo así iba esa cena. Pero el nombre que mencionó, ese sí le interesaba y mucho.
Hace años que no lo veía, sabía que tenía un itinerario diario ajetreado, así que no podía dejar ir esa oportunidad.
« No seas dramático. Logré terminar los pendientes.- Tecleó en su pantalla.- Los veo en una hora. ¿Necesitas que lleve algo? »
Conocía a su gemelo, de seguro con solo leer ese mensaje, estaría dando saltos por toda la habitación como un conejo... Seguía siendo el mismo ridículo sentimental de siempre.
« Con que vengas es más que suficiente. Gracias. »
Cómo esperaba. Su hermanito era tan predecible...
« Bien. Nos vemos luego entonces. »
Sin más, guardó todas sus cosas, y en cuanto dió la hora de salida, abandonó su oficina y el edificio tan rápido como pudo, aunque manteniendo la elegancia en su andar que le caracterizaba.
Condujo a su edificio y subió hasta su apartamento para tomar una ducha, cambiarse la ropa por una más adecuada para la ocasión, y partir a la reunión. Además de administrarse sus supresores, faltaba poco para su celo, así que debía extremar precauciones.
— Tiene que ser una broma...
Gruñó al observar su reflejo en el espejo del baño y notar que las manchas habían crecido hasta casi cubrir por completo su abdomen y brazo... Al diablo, se le estaba haciendo tarde.
Las marcas dolían, incluso al sentir las gotas de agua tibia cayendo sobre ellas, ni hablar de cuando fue hora de administrarse la inyección con el supresor... Tuvo que morder una toalla para evitar gritar. Pero aguantó todo el dolor, para después vestirse con una camisa de manga larga más informal, con un pantalón, zapatos y abrigo a juego, peinar su cabello, y volver al auto para arrancar rumbo a su destino, a más o menos quince minutos de camino.
Al arribar a su destino, frente a una pequeña casa, aparcó el auto y bajó para dirigirse a la puerta y tocar el timbre. No pasó ni un minuto cuando su hermano abrió, recibiendolo con un efusivo abrazo, haciéndolo morderse la lengua para evitar gritar del dolor. Aunque un par de pequeñas lágrimas se le escaparon.
— Me alegra que hayas venido.
— No es nada.- Respondió, intentando relajarse, a la par que se limpiaba las lágrimas.- ¿Cómo va todo por aquí?
— De maravilla, solo faltaban tú y-
El timbre sonó nuevamente, y le dió paso a su gemelo para abrir, y entonces pudo verlo. Con sus largos cabellos dorados como el sol, su piel blanca como la porcelana, y sus ojos tan azules y brillantes como el cielo. Ese Omega seguía tan bello como lo recordaba.
— Mita.- Saludó su hermano al recién llegado, igual que a él, con un abrazo.
— Lamento la demora.- Rió ligeramente el rubio, correspondiendo el abrazo del Delta.- Hubo una emergencia de última hora y tuve que cubrirla. Ni siquiera tuve tiempo de pasar a casa a cambiarme.
— No te preocupes por eso. Me alegra que hayas venido.
Asmita mostró una gentil sonrisa, y después se dirigió a él para saludarlo.
— Es un gusto verte de nuevo, Aspros.
— Igualmente, Asmita.- Respondió, sonriendo de forma involuntaria.- Hace tiempo que no nos reuníamos todos.
— Bueno, supongo que es normal hasta cierto punto.- Sonrió, encogiéndose de hombros.- Cada quien tiene su vida y ocupaciones, ¿no?. Debe ser difícil para ti estar al frente de las finanzas de una empresa multinacional.
— Un poco.- Asintió.- Lo mismo para un médico, ¿no?
— Sí, pero no me quejo.- Suspiró con un ligero bostezo.- Es cansado, pero me gusta mi trabajo.
— ¿Soportar berridos de niños, cambiar pañales, terminar cubierto de vómito y limpiar recién nacidos?... Bueno, cada quien se mata como quiere.
— Por algo pasé nueve años de mi vida estudiando, y lo sigo haciendo.
— ¿Entonces fuiste por otra especialidad?
— Sí, estoy haciendo la especialidad en oncología.- Respondió el menor.- ¿Y tú?, ¿qué ha sido de ti estos últimos dos años?
— Solo trabajar y ascender en la compañía, administrar los recursos, hacer algunos viajes... Lo esperado.
Lo esperado... Lo esperado por sus padres, por toda su familia, por él mismo... Y aún así, no le importaba ni generaba una emoción en lo absoluto. Pero no dejaría que nadie supiera eso.
— Me alegra.- Dijo Asmita.- Vamos, ya todos deben estarnos esperando.
Asintió, y fue como su hermano y su amigo de la infancia hasta el comedor, dónde, como esperaban, ya se encontraba el resto de los invitados, acompañando al otro anfitrión.
Asmita de inmediato se acercó a saludar a todos, incluído Sísifo. Aspros, sin más remedio, hizo gala de sus dotes actorales natos, mostrando una entusiasta sonrisa, saludando a todos de forma efusiva.
— ¡Aspros!, qué sorpresa verte.- Le abrazó el Omega castaño al saludarse.- Me alegra que hayas podido venir.
— Bueno, hace tiempo que no veía a mi hermano y a mi cuñado favorito.- Sonrió, volteando a ver a todos los presentes.- Desde su boda no nos reuníamos todos. Es bueno verlos a todos una vez más.
Aún recordaba perfectamente bien ese día... Vaya boda más extraña, no tenía otra forma de describirla. Estaba bastante seguro de que casarse con el hermano de tu ex, no era precisamente lo más normal o lógico que alguien haría. Por algo sus padres estuvieron demasiado molestos con Defteros por años, y hasta la fechas seguían sin mantener más contacto que un par de mensajes de texto al año. Solo un cabeza hueca como Sísifo, haría algo así... En fin, por algo lo dejó años atrás.
La cena avanzó tal y como esperaba. Todos saludándolo, diciéndole cuánto lo habían echado de menos, que se había olvidado de todos... Pura palabrería. Y él, teniendo que fingir que estaba feliz de verlos y aguantarlos. Lo único bueno fue poder sentarse al lado de Asmita y sostener una conversación con él.
En cuanto Defteros fue por el postre, notó algo inusual: Ese pastel... Era su postre favorito cuando eran niños. Pan de naranja y relleno de crema de fresa, hace años que no probaba ese postre. Su madre solo lo hacía en ocasiones muy especiales, y les enseñó la receta con esa condición.
A él no le importaba en absoluto esa absurda promesa, pero ¿Defteros rompiendo una promesa hecha a su progenitora?. ¿De qué diablos se trataba todo eso?
Su gemelo y comenzó a cortar el pastel, y Sísifo a pasar las rebanadas, hasta que todos tuvieron una. Con intriga, comió la rebanada, igual que todos los demás, quiénes, a excepción de Asmita, desconocían aquella promesa y no notaron nada inusual. Aunque para él no pasaron desapercibidas las miradas emocionadas y sonrisas de la pareja...
Al terminar su porción, notó que había unas letras escritas en el plato de cerámica. Y al quitar los restos de glaseado con el tenedor, notó escrita la frase: "Vas a ser tío."
Alzó la mirada, notando que todos los presentes tenían una expresión similar a la suya, intuyó qué estaba detrás de esa reunión.
— Def... ¿Ustedes...?
Su gemelo asintió con una sonrisa emocionada y los ojos brillantes, abrazando por la cintura a su Omega.
— Felicidades.- Dijo Asmita, levantándose para abrazarlos a ambos, siendo secundado por la familia de Sísifo, y Cid, Hasgard y sus parejas, que se acercaron a felicitarlos también.
No dudaba que todos estuvieran felices por esa noticia... Pero él no.
Su hermano prácticamente acababa de sellar su perdición definitivamente. Solo haberse casado en contra de la voluntad de sus padres, y dejado sus estudios de lado para conformarse con un trabajo cualquiera con un sueldo miserable, todo por un Omega como Sísifo... Pero debía mantener su boca cerrada.
— Felicidades a los dos.- Dijo, palmeandole el hombro a su hermano, fingiendo su mejor sonrisa.- ¿Para cuándo nacerá?
— Faltan aún seis meses.- Respondió Sísifo, completamente emocionado.
— Bueno, es un plazo considerable para ir ahorrando.- Mencionó.- Un bebé es de todo menos barato. Cualquier cosa que lleguen a necesitar, pidanmela con confianza. No puedo dejar solo a mi hermano, siendo la única familia de sangre que tiene desde hace dos años.
— Gracias, Aspros.
El Delta asintió, manteniendo su sonrisa, para después alejarse un poco, con la excusa de usar el baño.
El dolor en su abdomen y brazos a causa de los moretones se intensificó de un momento a otro, extendiéndose hasta su pecho, dificultandole respirar.
Al estar sólo, se alzó la ropa para apreciar su piel... Era un horror, las marcas habían ganado más terreno, y algunas ya habían pasado de un color violeta, a uno completamente negro. Era como si la carne estuviera pudriéndose de dentro hacia afuera.
Con terror, intentó tocar la de su costado, sintiendo con horror como sus dedos se hundían entre la magullada carne, manchandose con su propia sangre.
El olor que emergió era asqueroso, peor que el de basura acumulada. El reflejo del vómito fue imposible de evitar.
Para desgracia suya, hizo tanto ruido al arrojarse al suelo para vomitar en el inodoro, que terminó llamando la atención de alguien.
— Aspros, ¿está todo bien?
Al escuchar la voz de Asmita, acompañando esos ligeros toques en la puerta, trató de recomponerse, pero el olor era nauseabundo.
Se cubrió la nariz y la boca con su propia ropa, ya manchada de la sangre maloliente, y finalmente respondió como pudo.
— Sí... No es nada.
Apenas terminó aquella frase, volvió a inclinar la cabeza en el retrete, vaciando el contenido de su estómago.
Las arcadas eran incontrolables, el aroma era sencillamente imposible de aguantar... No fue capaz siquiera de voltear cuando escuchó la puerta abrirse.
— ¿Qué demonios pasó?- Interrogó Asmita, acercándose a él.
— No lo sé...- Respondió agitado.
— Tranquilízate, todo estará bien.- Prometió el Omega, haciéndolo levantarse hasta llegar a la ducha.- ¿Cómo pasó esto?
— No lo sé.
Asmita giró la llave del agua, dejando que las gotas cayeran sobre ambos, pero solo derivó en que el Delta chillara de dolor.
— Realmente lo siento si te duele, pero es necesario limpiar esto para ver qué está pasando.- Dijo el rubio, limpiando como podía la herida.- Carajo...
El dolor era demasiado, no podía soportarlo. Sentía que todo a su alrededor daba vueltas, su corazón estaba latiendo demasiado rápido, sentía una fuerte opresión en el pecho, como si un montón de agua hubiera inundado sus pulmones.
Dejó de escuchar y ver con claridad. La última imagen que pudo contemplar, fue a su hermano y sus amigos en la puerta del baño. Después de eso, todo fue pura oscuridad.
Al intentar abrir los ojos, sus párpados se sentían pesados y la luz, al igual que un pitido repetido, le molestaba.
Cuando por fin consiguió abrir sus ojos, se encontró en una habitación blanca, cubierto con una sábana del mismo color. ¿Un hospital?, ¿qué había pasado?
— ¡Aspros!
Al intentar incorporarse, su hermano se lo impidió con delicadeza, haciéndolo volver a recostarse. Hasta ese momento notó el respirador en sus fosas nasales, y el catéter en su muñeca.
— ¿Qué... Pasó?- Preguntó con cansancio.
— No lo sabemos.- Respondió su gemelo con los ojos rojizos e hinchados, seguramente había estado llorando.- Asmita te encontró en el baño, y... Y después...
Al final, su gemelo no pudo contenerse más y terminó llorando como un niño pequeño, abrazándolo.
No tenía las fuerzas suficientes para apartarlo o siquiera decirle que dejara de llorar, así que no tuvo más opción que aguantarlo por varios minutos, hasta que alguien entró en la habitación.
— ¿Cómo está todo por aquí?
— No lo sé.- Respondió la pregunta del médico.
El hombre procedió a explicarle lo que había sucedido. Asmita lo había encontrado en el baño y tratado de controlar la hemorragia, sin éxito. Cuando se desmayó, lo llevaron al hospital, dónde había sido ingresado de emergencia al quirófano para extraer la carne dañada y suturar la herida. Pero nadie lograba explicar el porqué de su estado.
Ya habían tomado varias muestras que se encontraban en el laboratorio, en busca de alguna explicación. Pero por el momento, debería permanecer en observación.
No tenía más opción, así que se fue resignando a quedarse ahí, al menos hasta que las suturas de la cirugía sanaran.
Los siguientes días fueron una maldita tortura. La comida del hospital era horrible, el dolor constante, no podía ni siquiera ducharse tranquilo, y ni hablar de Sísifo, Defteros o Hasgard fastidiando a diario. Preferiría quedarse sólo que soportar a alguno de esos tres por horas, así que no desaprovechó la primera oportunidad que tuvo para quitarse al menos a Sísifo de encima, diciéndole al médico de su embarazo y lo peligroso que podía ser para él estar cerca de una posible infección sin detectar... Uno menos. Pero con los otros no pudo hacer mucho.
Pero, entre tantos pesares, hubo una pequeña luz.
— ¿Cómo estuvo el desayuno?
Al escuchar su voz, de inmediato alzó la mirada, sonriendo.
— Horrible, igual que siempre.
El Omega le devolvió la sonrisa, acercándose a la silla en el costado de la camilla, dónde tomó asiento.
— Lo sé, los cocineros no son muy buenos.- Rió levemente, sacando algo de un bolsillo de su bata blanca.- Toma. ¿Aún siguen siendo tus favoritas?
Una bolsita de galletas de vainilla con nuez. Al parecer, Asmita aún recordaba ese detalle, y no pudo evitar sentirse conmovido.
— Por supuesto que sí.
— Bon apetit, entonces.- Bromeó el Omega, abriendo el empaque, para sacar una de las pequeñas galletas y dejarle en su boca.- Mi guardia acaba de terminar, y debo ir a casa para dormir un poco.- Añadió con una pequeña sonrisa.- Te veo para la hora de la cena. Te traeré un premio si comes tus vegetales, ¿de acuerdo?
— De acuerdo.- Rió, siguiéndole el juego.
Igual que hace años, Asmita se volvió su salvavidas en ese océano tempestuoso. Lo único bueno de estar internado en ese hospital, era poder verlo a diario, aún si eran solo unos minutos. Ver su sonrisa, escuchar su risa, tener su atención y algo de su cariño, era más que suficiente para aliviar cualquier dolor.
Sorprendentemente, así como habían aparecido, las manchas en su piel poco a poco comenzaban a desaparecer, hasta que un par de semanas después, no quedaba ni una. Las pruebas de laboratorio nunca arrojaron rastro de una bacteria, hongo o cualquier patógeno que pudiera haber causado ese cuadro clínico. Así que lo atribuyeron a alguna reacción autoinmune, y le permitieron irse a casa.
Durante unos días, todo estuvo bien. Parecía que su vida había vuelto a la normalidad, hasta que una semana después, las manchas volvieron, pero ahora parecían extenderse más rápido.
Inició una pequeña cerca de sus costillas, y ahora todo su abdomen y espalda estaban llenos de ellas, todo en solo un par de noches.
No quiso acercarse de nuevo al hospital, ni a su hermano. No quería lidiar con más pruebas, más preguntas, ni más miradas de lástima de nadie.
Simplemente volvió al trabajo, cubriendo todas las manchas, y pretendiendo estar bien. A diario tomaba analgésicos para tolerar el dolor, con la esperanza de que nuevamente se fueran... Pero no fue así.
Pronto, comenzó a emanar un olor horrible, como el de la sangre oscura de aquella ocasión. Al inicio, el perfume y dos o tres duchas al día fueron suficientes para disimularlo, pero poco le duró el gusto. El olor era asqueroso, al punto que ni siquiera él era capaz de soportarlo.
Al ducharse, y notar como una de sus uñas se desprendió completamente de su dedo, dejando detrás de sí un torrente delgado de sangre casi negra, y con ese aroma horrible, supo que estaba al límite.
No quería que nadie se diera cuenta de lo que pasaba, así que pidió a sus superiores realizar su trabajo desde casa. Afortunadamente, su historial impecable hizo que le otorgaran fácilmente el permiso, y se aisló en su apartamento.
A diario recibía mensajes y llamadas de su hermano, su cuñado y sus conocidos, todos preguntándole cómo se encontraba.
Al inicio los respondía, únicamente para quitárselos de encima y que no lo fastidiaran. Pero al poco tiempo dejó de hacerlo.
Estaba harto, fastidiado de todo y de todos. Las malditas manchas eran enormes, ya lo cubrían casi por completo, cada mañana y tarde terminaba vomitando sangre con ese aroma nauseabundo. Tenía varias llagas en toda la piel... Era horrible. Era como si su cuerpo se estuviera descomponiendo en vida.
Cada mañana era una tortura. Levantarse era doloroso, respirar era complicado por la opresión que sentía en el pecho, todo su cuerpo dolía... Era una tortura.
Dos meses después, su hermano y su cuñado aparecieron en su puerta, preguntando si todo estaba bien... Maldita la hora en que le dió un duplicado de su llave a Defteros.
— Estoy bien, solo vete.- Gruñó, oculto en su pequeña oficina.
— Aspros, no hemos sabido de ti desde hace más de un mes.
— ¡Solo concéntrate en tu maldita y perfecta familia y déjame en paz!- Respondió con enojo, lanzando un jarrón contra la puerta aún cerrada.- ¡No creo que te sea tan difícil!
— ¿De qué hablas, Aspros?- Preguntó angustiado su hermano, tratando de abrir la puerta. Aspros sabía que era inútil, se había asegurado de cerrarla por dentro.
— ¡Cómo si no lo supieras, Defteros!- Replicó.- ¡Hace años elegiste a un Omega por encima de nuestros padres, de toda la familia más bien!, ¡no te importaron en absoluto las palabras de ellos, que si te casabas con él, era como si ellos estuvieran muertos para tí!
— Aspros, sabes muy bien porqué-.
— ¡Porque eres un miserable ingrato!- Interrumpió.- ¡Ya es hora de que te vayas enterado!, ¡por tu culpa y del idiota de Sísifo, nuestros padres me dejaron de lado a mí también!- Añadió.- ¡Gracias a esa maldita invitación que como el imbécil ingenuo que eres les mandaste, se enteraron de que yo les ayudé en su estúpida boda!, ¡por tu culpa también soy un desterrado, maldito idiota!
— Aspros...
— ¡Cállate!, ¡si no te dije nada, fue porque Asmita me lo pidió. Pero ya era hora de que lo supieras!- Confesó finalmente una de las tantas cosas que lo hacían tener tanto odio hacia su gemelo.- ¡Ahora larguense y no vuelvan!
A duras penas escuchó un sonido similar a un suspiro, seguido por unos apurados pasos alejarse de la puerta.
Por unos segundos sintió como si el tiempo se detuviera, quedando perdido en sus pensamientos. Hasta que un fuerte dolor en el estómago lo hizo retorcerse.
Sintió el espeso líquido subir por su garganta, hasta desbordarse por sus labios, haciéndolo escupir en un balde de metal.
¿Qué carajo acababa de hacer?. Juró llevarse ese secreto a la tumba, no reprocharle a su hermano, no permitir que se enterara... Pero no lo hizo. Le gritó todo, y de seguro, Sísifo también lo había escuchado todo.
Estaba perdido. En cuanto todos se enteraran, todo se pondría en juego. Perdería cualquier apoyo de todos... Pero, también, a su hermano.
Tanto odiaba a Sísifo en realidad por haberlo puesto entre la espada y la pared al declararle su amor cuando ya todos los integrantes de su círculo cercano sabían, mantener una relación para evitar quedar como el malo, haber dejado ir al Omega que realmente quería, y después haberle quitado a su hermano... Y ahora él acababa de dejarle el camino libre.
Sentía que se iba a ahogar con su llanto y la sangre producida a raíz de sus pulmones o lo que en ese punto quedaba de ellos.
Solo pudo toser con desesperación, lanzandose al suelo y retorcerse en su propia sangre hasta perder la consciencia.
La oscuridad fue lo único que sus ojos contemplaron por quién sabe cuánto tiempo. Hasta que sintió un cálido y suave tacto en su mejilla, y al percibir ese dulce aroma floral, supo de inmediato de quién se trataba.
— Hasta que despiertas.
— ¿Asmita?
— ¿Esperabas a alguien más?- Sonrió el rubio, acariciando su mejilla.
Apenas se dió cuenta de que estaba en su cama, cubierto solo con una delgada sábana blanca y varias vendas en su abdomen y brazos.
¿Cómo había llegado ahí?, ¿qué hora era?, ¿cuándo había llegado Asmita?
— Defteros me llamó llorando después de que enloqueciste.- Mencionó el rubio, levantándose para servir agua en un vaso, y acercarselo a los labios.- Te escucharon ahogarte y caer. Sísifo me explicó todo lo que pasó, y me pidieron que viniera a revisarte.
— ¿Qué pasó?- Preguntó, aceptando el agua.
— Te desmayaste en tu oficina, estabas ahogandote con tu propia sangre.- Respondió el Omega.- Tuviste suerte de que tuviera el día libre, y Defteros una copia de la llave de esa puerta. Unos minutos más, y no estaríamos teniendo esta conversación.
Entonces Sísifo sí había escuchado todo... Definitivamente, era mejor morir que ahora soportar a todos.
— Aspros, ¿cómo te sientes?
— Esta maldita enfermedad o la mierda que sea volvió, cada día es más difícil siquiera respirar, vomito sangre todo el tiempo... Y ahora mi hermano me odia por culpa de ese maldito Omega...
Ya poco le importaba decir lo que realmente pensaba de Sísifo. De seguro Asmita ya estaba furioso de todos modos, y si no lo remataba, era por mera ética profesional.
— ¿Por qué no dijiste nada?- Cuestionó Asmita.- ¿Por qué no fuiste al hospital en cuanto reapareció?, ¿por qué no me llamaste?
— ¿Para qué?- Bufó.- ¿Para volver a soportar a todos en una maldita cama de hospital?, ¿para tener que ver al maldito idiota de Sísifo a diario?... No, gracias.
Asmita volvió a sentarse frente a él, y suspiró, agachando la cabeza. Parecía afligido.
— ¿Por qué les dijiste la verdad a Defteros y a Sísifo?- Preguntó, mirándolo a los ojos.- ¿Sabías que el embarazo de Sísifo es de alto riesgo, y las emociones fuertes son peligrosas? Tiene casi seis meses de gestación, con ese sobresalto pudo haber perdido a su bebé hoy.
— Deja de fingir que te importa, Asmita.- Replicó, fijando su mirada en la del Omega.- No es necesario que mantengas esa fachada conmigo. Estamos en el mismo barco.
El Omega no desvió la mirada, tampoco dijo una palabra, no mostró reacción alguna... Bueno, no podía esperar menos de Asmita.
— Seamos sinceros, Asmita. Tienes todo el derecho del mundo de odiarlo y desearle lo peor.- Siguió con su monólogo.- Sísifo fue la causa de que mi hermano te dejara. Te cambió por él, muy probablemente Sísifo se metió con él desde antes de que ustedes se separaran. Quieras admitirlo o no, sabes que es la verdad.
— Es una probabilidad, no lo descarto, más no es un hecho que me conste o del que haya siquiera una sola prueba sólida.- Respondió con simpleza el rubio, encogiéndose de hombros.- Terminar una relación de tantos años fue doloroso para mí y me tomó tiempo recuperarme. No lo niego, Aspros, fuiste testigo de ello.
— Y aún así, sigues siendo amigo del Delta que te rompió el corazón y prácticamente te dejó plantado en el altar por otro.- Añadió.- Incluso te hiciste amigo del Omega con el que te engañó, y los ayudaste en su boda. Y ahora, te preocupas por el hijo que esperan.
— Por favor no seas infantil ni dramático, Aspros.- Rió el rubio.- En primer lugar, no hay prueba contundente alguna de infidelidad. Así que sin cuerpo del delito, no hay crimen que perseguir.- Añadió.- En segundo lugar, que los conozca a tu hermano y a ti desde que tenía 3 años y ustedes 9, y sus padres me endiosaran y se imaginaran escenarios a futuro, no era ninguna garantía de que fueran a pasar. Ni siquiera de un compromiso o promesa. Tu hermano y yo jamás hablamos de matrimonio en el tiempo que estuvimos juntos, sabes bien que en mi religión no existe algo remotamente parecido a una boda.- Siguió.- Y en tercera, amé muchísimo a tu hermano, pero las cosas entre nosotros no funcionaron como pareja, y justamente por cuánto lo amé y todos los buenos momentos que viví a su lado, es que hice todo lo que hice, y hago por él. Y a Sísifo, aunque no lo creas, realmente lo considero un amigo. Incluso, el día de su boda, solo le pedí que cuidara bien de Defteros y lo hiciera feliz. Es todo lo que me importa.
— Eres bueno actuando...- Rió con amargura el Delta.
— No soy tú, Aspros.- Mencionó el Omega.- No tengo necesidad alguna de fingir, no gano nada haciéndolo. Y tampoco le temo a la soledad.
Aspros solo bufó, desviando la mirada. Tantos años, y Asmita seguía siendo el único capaz de hacerlo tragarse sus palabras... Definitivamente, ese Omega no cambiaba así pasaran años.
— Tienes muchas personas que realmente te aman y les importas, Aspros.- Escuchó decir a Asmita.- Pero... Eres el único que no lo ve.
— ¿Quién dijo que quiero el amor barato de un montón de idiotas como ellos?
— Lo necesitas, quieras admitirlo o no.
Mentira. Ni Sísifo, ni Hasgard, ni Cid, ni siquiera su gemelo, o sus padres... Hace años dejó de sentir algo más que repulsión por alguno de ellos. Hace años los odiaba en secreto, los detestaba por sus acciones, sus excusas, sus palabras, su falsedad... Era matar o morir, y él no se iba a dejar matar por ninguno de ellos. No podían herirlo si él los hacía trizas primero.
Pero... Había una sola persona a la que no era capaz de odiar por más que intentase. Por él habría sido capaz de saltar a un acantilado, por él había fingido querer a su hermano y a todos esos imbéciles, por él había callado todo ese odio por años.
— El único al que podría necesitar, es a tí.- Confesó, acercándose al rubio, atrapando su mano en la suya.- Por ti mantuve todo ese teatro por años.
— No era por mí por quién debías hacerlo.- Replicó el Omega.- Tu hermano te necesitaba en ese entonces... Te sigue necesitando. Él siempre estuvo a tu lado cuando lo necesitaste, y tú acabas de responder esa lealtad con una puñalada.
— Sabes bien lo que siento por tí, Asmita.- Murmuró el peli-azul, acercándose aún más al rubio, al punto de casi rozar sus labios.- Eso no ha cambiado nunca.
Llevaba casi la mitad de su vida enamorado de ese Omega. Cuando lo conoció, se le hizo insoportable la idea de jugar con un niño seis años menor que él, pero con el tiempo y la convivencia, todo fue cambiando lentamente, casi sin que se diera cuenta.
Cuando Asmita tenía 18 años, comenzó su relación con Defteros, sin saber que Aspros ya estaba perdidamente enamorado de él. Por la presión de sus padres y todo su círculo social cercano, y a la vez, el despecho y ligero sentimiento de traición, terminó aceptando los sentimientos de Sísifo, aún sin corresponderlos, y comenzó una amarga y tortuosa relación, viendo a lo lejos al único Omega al que había amado realmente.
Fueron cinco horribles años fingiendo amar a ese Omega, y viendo a su amado en brazos de otro. Hasta que se hartó de ese teatro y decidió terminar su relación con Sísifo, y sospechosamente, no pasaron más que un par de meses para que Defteros dejara a Asmita y comenzara una relación con Sísifo.
Aún recordaba cómo Asmita estaba destrozado, todas las noches que pasó en vela en llamadas con él, tratando de consolarlo, todos los regalos que le enviaba a la universidad para alegrarle el día... Y la única vez que pudo tenerlo como deseaba.
— Acordamos no hablar nunca de ese tema, ni permitir que se repitiera.- Le recordó Asmita, pero sin hacer el mínimo esfuerzo por apartarlo.
— Aún sigo considerando esa noche la mejor de mi vida.- Confesó, acercándose lo suficiente para acariciar con la punta de su nariz el cuello del Omega.- Sigues teniendo el mismo aroma dulce y perfecto.
Lo sintió estremecerse al recibir un cálido beso en su sensible piel, y no dejó ir la oportunidad de tumbarlo en la cama, buscando impedir cualquier escape.
— Aspros...
— Estaré bien.- Se adelantó a las posibles palabras del blondo.- Déjame tenerte una vez más.
Sentir la tibia y suave piel de Asmita en sus manos, tan contraria a la suya, magullada y llena de heridas. Respirar su dulce aroma, tan opuesto al horrendo hedor que se había vuelto habitual en su apartamento. Sentirlo temblar, y escucharlo suspirar ante sus toques. Sentir sus labios abriéndose a los suyos...
Por esos minutos, todo dolor quedó en el olvido. Qué importaba si respirar se volvía imposible, que su abdomen doliera, sus uñas se partieran o que la piel de su espalda se desgarrara, si podía oír al Omega que amaba, gemir su nombre, suplicando más, arañando su espalda y aferrándose a sus hombros, impidiéndole cualquier intento de escape.
El dolor se fue, solo existía el placer en esos instantes. El sentir su espalda desgarrada, la sangre escurriendo, y todo su ser luchando por no desmoronarse, se volvió incluso excitante. Llevándolos a ambos a varios clímax, antes de finalmente caer rendidos del cansancio.
A la mañana siguiente, al abrir los ojos, notó que la pesadez de días anteriores era mucho menor, y las marcas... Seguían presentes, pero las llagas eran menos profundas, y el aroma a putrefacción se había ido.
— Buenos días, bello durmiente.- Le recibió Asmita con una ligera sonrisa en el comedor, ofreciéndole una taza de café.- Bien cargado, tibio y sin azúcar. Tal y como te gusta.
— Mita...
— No estoy acostumbrado a dormir mucho, ni a estar todo el día en cama.
Aspros no pudo evitar sonreír, aceptando la taza y bebiendo el contenido. Asmita lo conocía demasiado bien, de eso no había duda. Era el Omega más perfecto que podría existir.
— ¿Te quedas más tiempo?
— Lamento romper tus ilusiones, pero tengo un día ocupado.- Respondió el Omega.- Debo terminar de empacar y arreglar algunos asuntos antes de irme.
Aquellas palabras lo hicieron sobresaltarse un poco. No comprendía de qué hablaba Asmita.
— ¿Irte?
— No tuve oportunidad de decirte ayer, pero me voy a Alemania en una semana.- Explicó el rubio, y Aspros sintió una punzada en el pecho.- Me ofrecieron una vacante de trabajo en un hospital, y terminar mi segunda especialidad allá.
— No puedes estar hablando en serio...- Murmuró con un nudo en la garganta.
— Me temo que sí lo hago, Aspros.- Reafirmó, mirándolo a los ojos.- Se los dije a todos hace un mes, cuando me ofrecieron el puesto. Te habrías enterado si no nos hubieras ignorado a todos por dos meses.
La sensación de ahogo lo invadió de nuevo. Podía sentir su pecho lleno de aquel espeso líquido, forzandolo a escupirlo en el lavabo de la cocina para evitar morir ahogado.
¿Asmita se iría?, ¿volvería algún día?, ¿qué rayos iba a ser de él sin ese Omega?... No, no quería que se fuera, no quería perderlo. A él no.
— Aspros...
— ¡¿Tú también te vas?!, ¡¿tú también me usas y dejas como si nada?!
— No quería decirte de esta forma, Aspros, yo-
— ¡¿Solo venías para meterte en mi cama, y después decirme que te largas?!, ¡¿cuándo planeabas decirme que te vas?!
— ¡Anoche, imbécil!- Replicó harto el Omega.- No tenía la más mínima intención de acostarme contigo, y ahora veo que fue un maldito error volver a ceder. Sigues siendo el mismo idiota de siempre.- Añadió, saliendo de la cocina para tomar la mochila que había llevado y dirigirse a la puerta.- Disfruta tu desayuno. Hasta nunca.
Después de esas palabras, Asmita se marchó, azotando la puerta detrás de sí, probablemente por accidente al no calcular bien su fuerza.
El espejo líquido desbordándose por su boca lo hizo mantenerse al borde del lavabo, escupiendo todo.
Luego de tantos meses, se había acostumbrado al olor. Podía soportarlo, pero no la sensación de ahogo. Le tomó varios minutos lograr controlarse y ser capaz de incorporarse para tratar de limpiar un poco.
Respirar era doloroso, caminar complicado, ni hablar de tratar de levantar algo... Solo abrió el grifo y dejó que el agua cayera, limpiando lo que pudiera. No quiso hacer más y se retiró a rastras hasta su habitación.
Estaba harto de todo... Solo quería dormir, era el único momento donde se libraba del dolor y de cualquier sensación desagradable.
No supo cuántas horas pasaron, solo supo que era tarde debido a la escasa luz que se colaba por las oscuras cortinas de su habitación. La noche estaba por cubrir todo con su manto.
Al incorporarse con mucha dificultad y dolor, notó que las marcas había vuelto, igual que todas las llagas y sangre... Estaba incluso peor que antes. Las sábanas estaban llenas de aquel líquido oscuro y con aroma desagradable, dándole un aspecto grotesco a ojos de cualquiera. Pero ya nada le importaba.
Solo se acomodó para tolerar el dolor, y tratar de quedarse dormido.
No comprendía qué sentía en ese momento. Una parte de él quería desaparecer, morir, lo que fuera para librarse de todo. Pero otra, le hacía revivir todos los recuerdos placenteros.
Asmita... Ese Omega, con su suave pieza su dulce aroma, tan distinto al que lo rodeaba, sus ojos llenos de luz y vida, su sonrisa perlada, y su calidez...
Los recuerdos de la noche anterior reaparecieron en su memoria, dándole un pequeño salvavidas en ese océano de calamidades. Recordar su calor, su voz, sus gemidos... Todo había sido tan especial y tan increíble, que sus manos terminaron moviéndose solas para hacer el miserable intento de igualarse al cuerpo del rubio. Era en vano, pero al menos servía para calmar un poco su amargura, hasta quedarse dormido.
Los días pasaron, sin que se diera cuenta o le importara en lo más mínimo, todos eran exactamente iguales. Arrastrarse de la cama a la horrorosa oficina en casa, revisar cuentas, hacer algunos movimientos y enviarlos a sus jefes. El resto del día era luchar por no hacerse pedazos.
Ya había perdido la cuenta de cuántas puntadas improvisadas se había hecho él mismo para mantener algún trozo de carne en su lugar, mejorando poco a poco, pero ninguna duraba demasiado.
La mayoría de sus uñas ya brillaban por su ausencia, y su cabello cada vez escaseaba más.
Por más que intentara ducharse, el hedor no se iba, al igual que la secreción negra, solo conseguía lastimarse más. Así que dejó de hacerlo. Qué importaba, si estaba sólo.
¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que vio a Asmita?, ¿una semana?, ¿un mes?, ¿dos?... Era difícil saberlo cuando todos los días parecían ser iguales.
Un día, recibió una llamada. No tenía planeado responder, el último mensaje que había recibido, fue de su hermano, presumiendo a su estúpido hijo con una maldita foto. No quería saber absolutamente nada, ya había bloqueado los números de todos desde ese entonces.
Pero en esa ocasión, decidió tomar el teléfono, y al ver de quién se trataba, no dudó en responder.
— Asmita...
— ¿Estás libre?
Su tono era tan sobrio y directo como siempre. Por eso no le extrañó, y de inmediato afirmó.
— Mira, no hay forma de suavizar esto, así que solo lo diré.- Dijo el Omega al otro lado de la línea.- Tengo casi tres meses de gestación.
— ¿Qué?
— Lo que escuchaste.- Afirmó el rubio.- Decidí quedarme con los bebés, puedo darles todo lo que necesiten, y no necesito nada de tí. Ni siquiera tenía planeado decirte, pero tu hermano tiene razón.
Ante la última frase, Aspros no pudo evitar rechinar los dientes... Ese maldito idiota de Defteros, siempre jodiendolo de una u otra forma.
— Son gemelos, lo confirmé esta mañana.- Siguió hablando Asmita.- No quiero una pensión alimenticia, ni nada de eso, Aspros. Solo quiero saber si te interesa estar presente en sus vidas o no.
— ¿Hablas de...?
— No.- Interrumpió Asmita.- No quiero casarme contigo, ni siquiera una relación. Solo seremos los padres de estos niños y nada más, si es que te interesa que sepan de ti.
— En ese caso, olvídate de mí.- Respondió con rabia.- No me interesa cuidar mocosos y gastar mi maldita vida en ellos.- Añadió.- Nada me garantiza que sean míos. Sabrá el cielo a cuántos les haz abierto las piernas, y yo no voy a hacerme cargo de una puta como tú... Creo que ahora entiendo porqué te hiciste tan amigo de Sísifo. Los dos son exactamente iguales, unas perfectas perras para coger y dejar.
— Sabía que dirías eso.- Dijo tranquilamente Asmita.- Gracias por confirmar lo evidente. Hasta nunca.
Después de eso, Asmita finalizó la llamada dejándolo con todas las palabras en la boca.
Fueron segundos interminables los que tardó en reaccionar y darse cuenta de la estupidez que acababa de cometer.
¿Por qué dijo eso?, ¿qué demonios había hecho?... Era su oportunidad de ganar el corazón de ese Omega algún día. Pudo haberla tomado, y enamorarlo lentamente, hasta que lo amara tanto como él lo hacía... Pero ahora de seguro, Asmita no querría volver a verlo nunca. Lo confirmó al tratar de llamarlo y no recibir respuesta.
Todo era un maldito desastre, que al igual que su podrida carne, se desmoronaba poco a poco, dejando un rastro de apestosa y negra sangre detrás.
De nuevo, sus días volvieron a la misma monotonía... Despertarse, arrastrarse hasta el computador, hacer como podía el maldito trabajo y volver a la jodida cama para continuar pudriéndose.
Hasta que un día, escuchó la puerta abrirse, seguida de la voz de su hermano llamándolo... Por su tono, estaba furioso. Y al verlo entrar a su habitación para zangolotearlo, a pesar de la expresión de asco por el olor dibujada en sus labios, se lo confirmó. Vaya, eso era nuevo en el siempre dulce, tímido y dócil Defteros.
— ¡Eres un idiota!
— ¡Mira quién lo dice!- Replicó al insulto de su gemelo.- ¡Qué te importa lo que haga con mi vida!
— ¡Ya fue suficiente, Aspros!- Gritó de vuelta su hermano.- ¡A mí puedes insultarme todo lo que quieras. Golpeame si eso deseas. Haz lo que quieras!, ¡pero no tenías derecho a hablarle así ni a Sísifo, ni mucho menos a Asmita!
— ¡Yo hago lo que se me da la gana!
Aspros no esperaba que Defteros fuera a reaccionar dándole un golpe directo al rostro, manchandose la mano con la sangre y unos cuantos trozos de piel. El dolor fue tal, que no fue capaz de responder.
— A pesar de todos tus desplantes, incluso de todas las cosas horribles que dijiste la última vez que nos vimos, quise perdonarte y olvidar todo, porque eres mi hermano y te quiero...- Dijo con un leve sollozo el moreno.- ¡Pero esto fue el colmo, Aspros!... Ya no te reconozco, ya no sé quién eres... Tu apariencia está muy acorde con lo que tienes dentro. Estás tan podrido por dentro como por fuera.
Aspros solo gruñó por el dolor. Las palabras de su hermano parecían cuchillos que desgarraban su ya maltrecho interior, provocando una nueva hemorragia.
— Ya no te reconozco, Aspros. Ya no eres el hermano que recuerdo... No sé quién eres, pero este no es mi hermano.- Siguió Defteros, derramando sus lágrimas.- Mi hermano murió hace tiempo, y ahora solo queda un horrible monstruo en su lugar... Un monstruo del que no quiero saber nada por el resto de mi vida, y que no quiero cerca de las personas a las que amo.
Luego de soltar esas palabras que llevaba tiempo guardando, Defteros salió de la habitación y después del apartamento, dejando de nuevo a Aspros en su solitaria agonía.
Pasó años deseando deshacerse de su hermano, soñando con alejarse de todos, anhelando su soledad... Y ahora que lo tenía, quería correr detrás de Defteros para suplicarle que no lo abandonara.
Pero, simplemente ya no era capaz de salir de su cama sin sentirse morir por el dolor. Así que, resignado, intentó dormir.
Los días siguieron y siguieron pasando, cada uno más horrible que el anterior. ¿Cuánto tiempo había pasado?, ¿un mes?, ¿dos?, ¿un año?... Era difícil saberlo cuando todos los días parecían ser malditamente iguales, y no tenía a nadie a su lado.
No había vuelto a saber de su hermano, ni de ninguno de sus conocidos, ni hablar de Asmita... Estaba realmente sólo, descomponiéndose en vida, anhelando su muerte.
Pero un día, el timbre del apartamento sonó. No tenía la más mínima oportunidad de abrir, así que se envolvió en las mantas llenas de carne podrida y sangre seca, ya se cansaría de tocar, quien quiera que fuera... O eso pensó.
Escuchó la puerta ser abierta, y unos pasos en la sala. Lo siguiente que percibió, fue la voz de Defteros llamándolo, y después...
Asmita...
No podía ser. ¿De verdad era él?, ¿de verdad estaba ahí?, ¿había vuelto por él?
Una pequeña luz de esperanza apareció en su mente, dándole la fuerza suficiente para envolverse en una gruesa manta limpia y salir de su habitación para dar la cara. Aunque no quería que Asmita viera su terrible estado.
Al encontrarse con los inesperados visitantes en la sala, pudo notar el paso del tiempo.
Asmita, seguía tan bello como lo recordaba, quizás un poco más, con su abultado vientre, prueba de un embarazo bastante avanzado y próximo a dar a luz.
Defteros también estaba ahí, al lado de Asmita. Pero eso no le importaba.
— Mita...
— No digas nada, Aspros.- Interrumpió el rubio.- No he olvidado ni una sola palabra de lo que dijiste hace cinco meses.
¿Cinco meses?, ¿de verdad había pasado tanto tiempo?
— No estoy aquí para pedir una disculpa, mucho menos para exigir algo. Sé perfectamente bien cómo eres, y que sería una pérdida de tiempo y esfuerzo.- Siguió hablando el Omega.- Vine hasta aquí porque Defteros me lo pidió, y porque no quiero ningún tipo de problema contigo a futuro.
— ¿De qué hablas, Mita?
— Dijiste que no querías estar presente en la vida de estos niños.- Respondió Asmita, llevándose una mano al vientre.- Estoy de acuerdo con eso. Así que, si estás totalmente seguro de tu decisión, quiero que firmes unos documentos donde renuncias a tu paternidad y a todo derecho sobre ellos.
— Mita-
— Es tu última oportunidad, Aspros.- Interrumpió el blondo, dejando una carpeta con varias hojas en la barra de la cocina.- Si quieres formar parte de sus vidas, estoy dispuesto a ir ante un juez y que determine el tiempo que pasen con cada uno. Y si no, quiero tener una garantía de que estaremos seguros. Decídete de una vez.
Sin darle oportunidad de réplica, Asmita salió del apartamento, dejando solos a ambos gemelos.
Aspros miró los papeles sobre la mesa, y después a su hermano... Sentía que había algo que le estaban ocultando y quería saberlo.
— Asmita está con alguien.- Finalmente, Defteros no pudo contenerse y soltó aquella verdad.- Se conocieron en Alemania. Lo ama y está dispuesto a hacerse cargo de los niños, incluso reconocerlos como suyos en caso de que tú renuncies a tus derechos como padre.
¿Esa era la razón de la insistencia de Asmita desde hace meses?, ¿había otro?
— Asmita supo de su embarazo desde las dos semanas, pero intentó ocultarlo para no tener que dar ninguna explicación. En Alemania conoció a ese Alpha, y fue sincero con él desde un comienzo... Quisieron hacer pasar a los niños como suyos, pero cuando nos contó a todos, nos dimos cuenta de que las fechas no cuadraban.- Le contó Defteros la parte de la historia que desconocía.- Al final, Asmita terminó contándome toda la verdad, y yo como tonto, le pedí que te dijera porque creí que merecías saberlo... Ahora me doy cuenta de que me equivoqué, y solo ocasioné que Asmita y Kardia tuvieran que venir hasta aquí para arreglar este asunto.
Aspros no dijo nada. Era demasiado para asimilar en tan poco tiempo... ¿En qué momento había sucedido todo eso?, ¿por qué había hecho todo lo que hizo?... ¿Qué debía hacer ahora?
— Ten al menos la decencia de hacer lo correcto y déjalo en paz con sus hijos y su pareja.- Dijo Defteros.- Adiós, Aspros.
Las palabras de su gemelo lo dejaron pensando... Dejar ir a Asmita era lo correcto, pero ¿realmente estaba dispuesto a hacerlo?... No.
[...]
— ¿De verdad tenemos que ir?
— Ya sabes cómo son las cosas, Kanon.
— No es justo.- Siguió renegando el infante.- ¿Por qué Shaka y Milo pueden quedarse en casa con ustedes, Kardia?
— Porque tú y Saga deben pasar los fines de semana con su papá, pequeño demonio.- Respondió el mayor, revolviendole cariñosamente el cabello al niño.
— Pero no nos gusta.- Se sumó ahora el gemelo mayor.- Estar ahí es... Raro.
— ¡Es horrible!- Añadió Kanon.- Huele feo siempre, Aspros se la pasa encerrado en su oficina trabajando, y solo nos da comida de microondas.
Kardia suspiró, tratando de pensar en algo. Sabía bien que los niños odiaban pasar tiempo con su padre biológico, pero había un acuerdo legal de por medio, y al ser solo su padrastro, no podía hacer mucho.
— Lo sé, par de diablillos.- Asintió.- Pero ya hablamos de esto.
— Acuerdo legal, y esas cosas tontas... Ya sabemos.- Bufó con fastidio Kanon.- Quisiera que tú fueras mi papá, Kardia.
— Yo también.- Se sumó Saga al comentario de su hermano.
Kardia solo suspiró, dándoles un abrazos a ambos.
— De cierta forma lo soy, enanos.- Les sonrió, acariciando sus cabellos.- Pero mientras sean menores de edad, deben pasar los fines de semana con su papá. Así que, sean buenos y trataré de convencer a Asmita de qué el lunes cenemos pizza, ¿de acuerdo?
Ambos infantes suspiraron, pero al final asintieron con una pequeña sonrisa.
Al llegar a la puerta del apartamento, Kardia tocó el timbre, y al poco tiempo, la puerta se abrió, mostrando al dueño con una cara de pocos amigos contra el otro adulto.
— Asmita tuvo turno doble, así que tuve que traerlos yo.- Mencionó Kardia, sosteniendo de la mano a ambos niños.- En sus mochilas traen todo lo que necesitan. Ropa, cepillos de dientes-
— Puedo hacerme cargo de mis hijos, Kardia.- Gruñó el Delta, jalando a los gemelos hacía él.- Gracias. Ahora vete, seguramente tus hijos deben estar esperándote.
El peli-violeta se mordió la lengua para evitar responder lo que realmente quería. Sabía que no debía armar un escándalo frente a los niños.
— Asmita vendrá por ellos el domingo a las 8:00.- Dijo, resistiendo su enojo.- Hasta entonces. Pórtense bien, niños.
Aspros solo bufó, y después de que Kardia se fuera, ingresó con los gemelos al interior del apartamento. Los niños de inmediato se cubrieron la nariz al percibir el desagradable aroma que siempre había en ese lugar.
— Si tienen tarea de la escuela, vayan a terminarla.- Dijo Aspros.- La cena es a las 6:00. Hagan lo que quieran, pero no se acerquen a mi oficina. Tengo asuntos de trabajo que atender.
— Sí, ya sabemos.- Respondió Kanon, para después irse con su hermano a la habitación en la que dormían todos los fines de semana.
Aspros solo bufó, y se marchó de vuelta a su oficina.
En soledad, miró las manchas en su muñeca, de nuevo estaban apareciendo... Sacó un frasco de pastillas de un cajón de su escritorio, y sin pensarlo, tomó un puñado, que pasó con agua. En el fondo sabía que era un esfuerzo inútil, las pastillas no las desaparecían, pero al menos ayudaban a controlar su crecimiento.
Años habían pasado desde que los gemelos nacieron. Al final, llegaron a un acuerdo de custodia compartida, los niños pasarían todos los fines de semana con él, y el resto de días con Asmita...
La realidad, era que poco o nada le interesaban esos niños, que parecían un par de copias suyas, solo había tomado ese acuerdo para tener una conexión con Asmita.
Era patético, lo sabía. Pero solo al estar cerca de ese Omega, las manchas desaparecían completamente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro