Más que una bestia [☄️Hasgard x Kagaho💥]
Después de haber vivido toda su vida en el mismo pueblo, decidió emprender una nueva aventura en otro sitio al aceptar una oferta de trabajo en una ciudadela cercana a la capital.
En su pueblo natal era común que cada mes hubieran heridos y muertos, después de la noche de luna llena. Ya se había hecho toda una leyenda alrededor de esos incidentes, aludiendo todo a manadas de licántropos.
Él nunca creyó en nada de eso, siempre le parecieron cuentos que la gente inventaba al dejar volar su imaginación más de la cuenta. Los lobos eran animales territoriales por naturaleza, y en las noches de luna llena tendían a ser más agresivos. No podía culpar a un animal de que algún descuidado se metiera en su territorio por sentirse inmortal.
Pero al parecer, la población de lobos se estaba saliendo de control. Los ataques que solían ser solo en pueblos, habían llegado ya a las ciudadelas más aledañas a la capital, y temían que llegaran a dónde la familia real vivía. Ya habían dado órdenes de cazar cuántos lobos pudieran, pero mientras el rifle sanitario daba resultado, necesitaban toda la ayuda posible para curar a los heridos.
Así había terminado ahí. Sólo, en una ciudad que conocía únicamente de nombre, esperanzado de ayudar a las personas como médico. Y esperando que sus discípulos pudieran hacerse cargo solos de la gente del pueblo.
Su llegada a su nuevo hogar había sido bastante buena. La gente era algo reservada, pero muy amable. El alcalde le ayudó a instalarse en la casa que le fue otorgada, y le mostró las instalaciones del centro médico. Sin duda, era mucho más grande y contaba con más material que la pequeña botica del pueblo, se adaptaría rápido.
Curioso y social, cómo era por naturaleza, decidió salir a dar una pequeña caminata por la pequeña ciudad. Aprovecharía para comprar algunas cosas y para conocer a los vecinos, quizás hacer alguna amistad.
Tenía una facilidad increíble para ganarse la confianza de cuánta persona con la que cruzaba palabra, así que rápidamente logró conectar con la gente local. Todo estaba aparentemente bien, hasta que de pronto comenzó a sentirse observado.
Creyó que eran simples alucinaciones suyas, y trató de no darle importancia, pero esa sensación no lo dejaba en paz. Al estar en el mercado, comprando algunas frutas, se percató de una figura envuelta en una capa negra.
El atardecer estaba a solo un par de horas, pero no hacía tanto frío como para requerir cubrirse con una tela así de gruesa, y menos de ese color. Le pareció extraño, pero no dijo nada. Cada quien sus gustos, pensó.
Pero al percatarse cómo toda la gente guardaba silencio y se apartaba al paso del encapuchado, comenzó a sospechar que algo andaba mal.
El desconocido se acercó a dónde él estaba, pero simplemente le dió un empujón con el hombro y siguió de largo. Sin embargo, a pesar de la capa cubriendolo de pies a cabeza, logró percibir la afilada mirada violeta clavándose en la suya.
Bien, eso sí había sido demasiado extraño.
- ¿Quién era ese?- Preguntó al vendedor con el que conversaba minutos antes.
- Se llama Kagaho.- Respondió el hombre.- No sé acerque a él. Vive sólo en una mansión en el bosque, y solo viene de vez en cuando a comprar algunas cosas... Es demasiado agresivo y huraño siempre. Quién sabe qué esconde para vivir sólo en un lugar olvidado por dios.
- No puede ser tan malo.
- Créame, no lo quiere cerca.
Sabía bien que discutir con una idea tan arraigada era como tratar de sacar agua de una piedra. Así que optó por simplemente pagar su pedido, despedirse y emprender el camino de vuelta a casa.
Ese chico no se veía tan peligroso, aunque sí bastante arisco. Quizás simplemente era el tipo de persona que prefiere la tranquilidad del bosque al ajetreo de la ciudad, y disfrutaba la soledad... Un poco extraño para él, pero quién era para juzgar a alguien sin conocerlo.
Pensaba en todo eso mientras caminaba rumbo a su nueva casa, cuando en un callejón solitario, pudo deslumbrar esa figura encapuchada, recargada en la pared.
- ¿Necesitas algo?- Preguntó, sin obtener una respuesta.
Viéndolo más de cerca y a detalle, podía notar que ese chico seguramente no pasaría de los 20 años. Era muy jóven, dudaba seriamente que fuera tan peligroso como todos creían.
- Kagaho, ¿cierto?
El chico solo lo miró fijamente, soltó un pequeño gruñido, dió media vuelta y se marchó, dejándolo con las palabras en la boca.
Bueno... Definitivamente era alguien extraño, pero no podía decir que malo o peligroso. Prefirió no darle vueltas al asunto y solo volver a casa. Era noche de luna llena, y si las cosas ya estaban como en su pueblo, a la mañana siguiente habría muchísimo trabajo.
La noche fue bastante tranquila, pero por alguna razón le era imposible conciliar el sueño. La misma sensación de alguien observandolo estaba presente, y la luz de la luna... Nunca le había tenido miedo, no creía en ese asunto de licántropos, vampiros y todas esas criaturas de la noche. Pero ahora la luna, junto a los lejanos aullidos de lobos, le erizaban la piel. Sin duda, iba a ser una larga noche.
Apenas salió el sol, saltó de la cama y se alistó para comenzar su primer día de trabajo, listo para lo que fuera.
Salió de la casa, después de desayunar algo, y comenzó su camino. No había nada fuera de lo usual.
Llegó a su nuevo lugar de trabajo, dónde conoció a sus dos compañeros de trabajo. Lograron entenderse muy rápido, a pesar de que no tuvieron demasiado tiempo para hablar, debido a que los heridos no esperaban.
Hasgard estaba acostumbrado a atender una gran cantidad de heridos en esas fechas, para él no era nada. Pero era evidente que sus compañeros aún estaban luchando por adaptarse a trabajar bajo presión.
Nada que no pudiera manejar, y lograron ayudar a todos los que habían llegado. Algunos más estables que otros.
Fue un día pesado, pero lograron vivir para contarlo. Al anochecer, volvió a casa, notando que en el centro de la ciudad había un muro con retratos de personas desaparecidas. Se detuvo un momento a observar, notando que eran más de 40 personas, de todas las edades y clases sociales. Además de que las más antiguas eran de hace apenas 2 meses.
Definitivamente, el tema de los lobos se estaba saliendo de control. Pero sabía que las manadas más grandes eran de unos 10 caninos, dudaba que hubiera tantos como para acabar con 20 personas en una sola noche. ¿Un asesino que encontró en los lobos una coartada para salir limpio quizás?... Bueno, cada cabeza es un mundo. Algunos más retorcidos que otros. Todo era posible.
En silencio, hizo una oración por el descanso de todas esas personas, o si es que aún estaban con vida, pudieran volver a casa con sus seres queridos. Y después se dispuso a retirarse, pero de nuevo se sintió observado.
Con algo de miedo, decidió voltear la mirada, y pudo ver a un enorme lobo de pelaje negro a un par de metros.
Sabía que darle la espalda a un lobo, o intentar escapar corriendo era un error fatal. Así que mantuvo la calma, y comenzó a retroceder lentamente, sin quitarle los ojos de encima, atento a cualquier movimiento del animal. Pero le sorprendió que no mostraba la menor intención de atacar.
El can dió apenas un par de pasos, antes de dejarse caer en el suelo, mostrando su vientre. Estaba herido.
Hasgard, de inmediato se acercó para revisarlo. Sabía que era peligroso, pero simplemente no podía dejar morir a un animal que había buscado su ayuda.
El lobo a duras penas respiraba, la herida parecía haber sido hecha por otro animal, era muy profunda y sangraba demasiado. Seguramente la pérdida de sangre estaba matando lentamente al pobre.
- Tranquilo, chico. Estarás bien.- Murmuró, como si el animal pudiera entenderle.- Esto va a doler, pero necesito que resistas.
El lobo abrió con fatiga los ojos, mirándolo por unos segundos. Esa mirada, sentía que la había visto en algún lado antes... Al final negó con la cabeza, y procedió a buscar en su maletín las cosas necesarias: agua, aguja e hilo para suturar. En ese estado tan deplorable, dudaba que el animal fuera capaz de hacer algo, pero por si acaso, le colocó una bufanda en el hocico, haciendo un nudo.
Con cuidado, se encargó de limpiar y suturar la herida. El lobo solo soltó un pequeño chillido por el dolor, pero se quedó tan quieto como podría, haciéndole más fácil el trabajo.
- Eso es, buen chico.- Murmuró una vez terminada la curación, acariciando la cabeza del animal.- Estarás bien.
El lobo solo chilló débilmente de nuevo, y cerró los ojos.
El médico le dió algo de agua que tenía y un poco de comida, con la esperanza de que se salvara. Al final, el animal estaba más recuperado, incluso fue capaz de levantarse, pero sabía que le llevaría días curarse por completo.
El animal lo miró por unos segundos, cómo dándole las gracias, y después dió la vuelta, comenzando su lento y seguramente doloroso andar hacía el bosque. Había hecho todo lo que podía, ahora todo dependía del lobo y su voluntad de vivir.
Sin más, volvió a casa. Una vez ahí, se encargó de asearse, comer algo, e irse a la cama.
Era la segunda noche de luna llena, al otro día habría más heridos que atender, así que debía dormir cuánto antes y tratar de reponer energía.
En esa ocasión, pudo percibir un aullido más claro. Era... Diferente. No sabía exactamente en qué, pero logró ayudarlo a dormir, cómo si de un arrullo se tratase.
Al otro día, siguió la misma rutina de ir a su lugar de trabajo, sin mencionarle a nadie nada sobre su "buena" acción de la noche anterior. La cantidad de heridos fue un poco menor a la del día anterior, así que pudieron terminar y desocuparse bastante rápido. Aunque el resto del día fue bastante aburrido.
Al final de su jornada, tomó sus cosas y se marchó a casa. En el camino, de nuevo se sintió observado. De nuevo, decidió girar la vista, encontrándose ahora con Kagaho.
Ninguno dijo nada, hasta que el chico avanzó hasta él.
- Gracias.- Pronunció en un murmullo apenas audible al pasar a su lado, sin alzar la mirada.
Hasgard no entendía de qué estaba hablando, y quiso preguntar al respecto, pero Kagaho dijo algo más.
- Sígueme si quieres saber de qué hablo.
Al verlo avanzar en silencio, dudó si debía hacerle caso. No conocía de nada a ese chico, y no sabía qué tan seguro era seguir a alguien por la noche... Pero, la intriga era demasiada. Y algo le decía que no podía ser tan malo.
Decidió seguirlo, aunque teniendo la precaución de observar por dónde iban y memorizar el camino de vuelta.
Kagaho lo guió hasta el bosque, un poco lejos de la ciudadela. Hasta llegar a un pequeño claro, dónde la luz de luna les permitía ver.
- Yo... Gracias.- Musitó Kagaho, quitándose por primera vez la capucha, dejando ver su cabello negro, su pálida piel y sus ojos violeta.
- No entiendo de qué estás hablando.
El pelinegro bufó, metió una mano en el interior de la gruesa capa, hasta que sacó algo.
Hasgard ni entendía qué buscaba, pero al ver lo que Kagaho tenía en la mano, temió comenzar a entender.
- ¿Esto se te hace familiar?- Cuestionó el azabache, mostrando la venda con unas cuantas manchas de sangre seca.- Me la diste ayer, después de suturarme esa herida.
No... No podía ser posible. De seguro se trataba de una broma retorcida, o algún sueño del que despertaría en cualquier momento. Los licántropos no...
- ¿Crees que estoy mintiendo?- Preguntó Kagaho, con una pequeña sonrisa, mostrando un par de colmillos filosos.
Hasgard sintió un escalofrío al ver eso. No podía creerlo, se suponía que los licántropos eran solo leyendas... Pero, si no era así, ¿qué tenía planeado Kagaho?
- Tranquilo, mastodonte.- Mencionó el aparente licántropo, volviendo a su expresión seria.- Si quisiera matarte, ya lo habría hecho.
- ¿Qué quieres de mí entonces?
- Yo nada. Pero agradece que te debo la vida, de lo contrario, ya serías mi cena.- Soltó Kagaho.- Y ahora que lo sabes, no tiene caso ocultar nada.
- ¿Qué quieres decir?
Kagaho tomó un profundo respiro, apretando los labios, cómo si tuviera vergüenza por lo que iba a hacer. Para después acercarse aún más a dónde Hasgard estaba, e hincar una rodilla en el suelo, frente a él.
- Si un humano salva la vida de un licántropo y descubre su identidad, el licántropo está obligado a ser su protector por el resto de su vida... Porque otros licántropos se darán cuenta, y tratarán de matarlo para evitar que revele su existencia a otros humanos.- Explicó Kagaho, tratando de ser amable.- Así que, nos guste o no. Estoy en deuda contigo, hasta que uno de los dos se muera.
¡¿Qué?!, ¡con un demonio, lo que le pasaba por hacer una buena acción!. Si era una broma, no era nada graciosa.
- Pregunta lo que quieras. No puedo matarte aunque quisiera.
Vaya que tenía demasiadas preguntas... La primera, asegurarse que no fuera ningún tipo de broma. Kagaho rodó los ojos, y justo enfrente de sus ojos, tomó la forma del enorme lobo negro al que auxilió la noche anterior.
- ¿Aún te quedan dudas?- Preguntó el azabache, retornando a su forma humana, cubriéndose con la gruesa capa que siempre llevaba.- ¿Otra pregunta más útil?
- ¿Qué eres?- Preguntó. Quizás era una pregunta estúpida, pero quería saber la verdad.
- Vaya, para ser alguien que no sabe nada de licántropos, eres muy perspicaz.- Mencionó con un pequeño aire de burla.- No soy un licántropo puro. Soy un híbrido.
- ¿Híbrido?
- Hijo de una licántropa y un vampiro.- Replicó Kagaho.- No preguntes cómo carajo fue posible eso, porque hasta para mí es repugnante saber cómo fuí concebido. Solo pasó y ya.
El médico nuevamente sintió un pequeño escalofrío ante esa revelación. ¿No bastaba con los licántropos?, ¿vampiros también?
- Relájate. Solo estarías en peligro si fuera la primera noche de luna llena.- Aclaró el híbrido.- Los híbridos somos más violentos que los licántropos puros, y por la parte vampiro necesitamos la sangre humana para no morir.
Hasgard no supo qué decir. ¿Licántropos, vampiros, híbridos?... ¿En qué clase de cuento de terror se había metido?
- Ya te dije que no tienes porqué asustarte.- Gruñó el azabache.- Los híbridos del cruce de vampiro y licántropo somos mucho más violentos y agresivos que los licántropos puros, y no podemos controlarnos, pero solo en la primera noche de luna llena. Después de esa noche, el peligro pasa. Así que cálmate.
No era como si tuviera muchas opciones de todos modos... Tomó un profundo respiro para calmarse y tratar de de digerir toda esa información, y finalmente, decidió seguir su interrogatorio.
- ¿Cómo te heriste ayer?
Ante esa pregunta, Kagaho se quedó callado, y agachó la mirada.
- Fue un accidente.
- ¿Qué tipo de accidente?
Aún luciendo nervioso, Kagaho estaba por responder, cuando una dulce voz los interrumpió.
- ¿Hermano?
- ¡Sui!- Exclamó alarmado Kagaho, corriendo hacia el niño.- ¿Qué haces aquí?, te dije que te quedaras en casa.
- Tardaste mucho y....
El niño se acercó a Kagaho, quién rápidamente lo puso detrás de él, cómo si quisiera protegerlo.
- ¡Sabes que no debed salir solo!- Regañó el azabache al menor, sujetandolo de las mejillas.- ¡Tenemos que irnos rápido!, ¡ya casi sale la luna!
- Pero-
Hasgard no entendía qué estaba pasando, pero la discusión de los hermanos se estaba poniendo difícil. El pequeño comenzaba a sollozar y a responder a los regaños del mayor, mientras Kagaho no dejaba de gritar.
Cuando Kagaho le dió una bofetada a Sui, y el niño comenzó a llorar, le fue inevitable meterse en la disputa, sujetando a Kagaho para apartarlo, tratando de separarlos y calmarlos a ambos.
- ¡Suéltame!- Pataleó el pelinegro, antes de soltarse de un solo empujón.- ¡Es peligroso!
- ¡Es solo un niño!
- ¡No lo entiendes!- Gritó Kagaho, para después alzar la vista, notando la luna llena en el cielo nocturno.- No...
Hasgard no entendía qué pasaba, pero entonces vió al aparente hermano de Kagaho mirando fijamente en satélite natural, cómo en un especie de trance. Y segundos después, comenzar la metamorfosis.
- ¡Rápido, vete!- Le dijo Kagaho, para después ponerse enfrente de Sui. Listo para un ataque.- ¡Vete antes de que sea tarde!
Quería irse, vaya que quería, pero estaba completamente paralizado. Vió al pequeño niño tomar la forma de un enorme lobo plateado.
Por unos segundos, cualquier otra cosa dejó de existir. Solo pudo ver a la bestia plateada a los ojos, saltando hacia él.
Pudo ver sus aterradores ojos ámbar, y los filosos colmillos asomándose de su hocico, listos para desgarrar la carne de su presa. Por un momento creyó que era su fin, hasta que una sombra negra golpeó al lobo plateado.
Hasta entonces fue capaz de reaccionar. Sentía como si hubiera recobrado la consciencia, después de estar bajo un tipo de hipnosis o algo así, en la que no tenía control sobre su cuerpo. ¿Acaso era ese el poder de los licántropos?
No tuvo tiempo de reflexionar mucho sobre esa duda, ya que escuchó el sonido de dos lobos peleando, seguido del chillido lastímero de uno. Y al girar la vista, notó que el lobo negro se había alzado con la victoria sobre el blanco, dejándole una mordida aún sangrante en el cuello, manchando el pulcro pelaje del animal.
El lobo negro gruñía amenazante en dirección al plateado, como una advertencia, o una madre disciplinando a su cachorro. Mientras el plateado permanecía herido y adolorido en el suelo, chillando quizás por el miedo, o tal vez por el dolor. Era difícil saberlo.
Una vez controlada la situación, Kagaho retomó su forma humana, y se acercó al lobo herido, acariciando su cabeza. Hasgard trató de acercarse, pero el can blanco gruñó.
- ¿Qué...?
- Vete a casa si no quieres morir.- Musitó Kagaho, sujetando al lobo.- No te preocupes por él. Estará adolorido pero bien. No es la primera vez que tengo que hacer algo como esto.
A pesar de la poca iluminación, el médico logró divisar una herida en el brazo de Kagaho, una en su muslo y otra más en su abdomen. Notó que eran bastante parecidas a la que suturó la noche anterior, aunque mucho menos profundas.
- ¿Él te-?
- ¡No lo hizo a propósito, ¿si?!- Respondió Kagaho.- ¡Tiene apenas nueve años. Sigue tratando de aprender a controlarse!
Hasgard tenía ahora más preguntas. ¿Acaso Sui había sido el verdadero responsable de todas esas muertes y ataques?, ¿Kagaho había tenido algo que ver?, ¿Sui era la razón de porqué Kagaho se mantenía tan aislado de todos?... No lo sabía, pero sin duda, Kagaho, debajo de esa fachada de agresividad, parecía alguien dispuesto a todo por proteger a su hermano.
Miró la capa negra que había quedado tirada a un lado durante la batalla. La tomó, y se acercó lentamente a Kagaho, que acariciaba la cabeza y el lomo del lobo herido.
- Bien, entiendo.- Susurró, dejando la capa sobre los hombros del pelinegro.- Déjame revisarlo, y a tí también. Después me explicas todo, por ahora son más importantes ustedes.
Kagaho no dijo nada, solo se cubrió con la tela negra, y se levantó, haciendo que el animal lo hiciera también, comenzando a caminar a su lado, a un paso lento.
Hasgard no se movió de su lugar, hasta que Kagaho le hizo una seña para que los siguiera.
- ¿Puedes caminar?
- ¡Claro que puedo!- Gruñó Kagaho, mostrando sus colmillos.
- Bien, solo decía.- Aclaró, alzando las manos.- No hace falta estar a la defensiva todo el tiempo. Solo quiero ayudar.
Kagaho bufó, y continuó su lento andar, seguido por Hasgard a un par de metros, únicamente por precaución. Anduvieron por el bosque, hasta llegar a una enorme mansión. Cercada con rejas metálicas en color negro, y un jardín delantero bastante amplio.
Kagaho tenía una llave con la que abrió la reja, pero a Hasgard le llamó la atención notar como Kagaho usó la tela para cubrirse las manos y evitar entrar en contacto directo con el metal.
Después de atravesar el patio, ingresaron a la imponente casa, completamente amueblada y en excelente estado.
Una vez adentro, Kagaho se encargó de encender unas lámparas de gas para iluminar la estancia, y el lobo simplemente se dejó caer en un tapete junto a la chimenea.
Hasgard trató de revisar las heridas de Kagaho, pero el azabache le dijo que estaría bien, y que revisara primero a Sui. El peli-blanco decidió aceptar, y se acercó al lobo plateado, que aunque le gruñó al inicio, bastaron un par de caricias en las orejas para calmarlo, y verificar que efectivamente, no tenía ninguna herida de gravedad. Una limpieza, un pequeño vendaje sencillo y estaría como nuevo.
El joven lobo, después de ser atendido, y comer algo de carne que su hermano mayor le había ofrecido, se quedó dormido en aquel tapete.
Kagaho seguía renuente a dejarse atender las heridas, pero al final terminó aceptando.
- No te preocupes por mí, me curo bastante rápido.- Repitió, descubriéndose el brazo herido.- ¿Lo ves?- Efectivamente, sanaba a una velocidad anormalmente rápida, pero aún así, requeriría al menos ser desinfectada y vendada.
- Aún así, es mejor prevenir que lamentar.- Mencionó el más alto, yendo por algo de agua.- Me preocupa la que tienes en el abdomen, esas son muy peligrosas siempre.
- Si lo que quieres es verme desnudo de nuevo solo dilo.- Siseó el azabache, buscando intimidar al contrario, pero solo consiguió sacarle una risa.
- ¿Se te olvida que soy médico?- Rió Hasgard.- He visto a cientos de personas desnudas por atender heridas, o por preparar cuerpos para entregarlos. La desnudez no es nada nuevo para mí.
El híbrido solo soltó una pequeña sonrisa forzada. Ahora empezaba a dudar quién había acorralado a quién.
Sin más alternativa, terminó aceptando su derrota, dejándose revisar por el médico, confirmando que sus heridas por suerte estaban cicatrizando bien. Una limpieza, un vendaje y todo estaría bien. Y así lo hizo.
Una vez que el último vendaje estuvo terminado, Hasgard se lavó las manos, y al volver a la estancia, observó a Kagaho recostado en el sillón, acariciando el vendaje en su brazo.
Le pareció curioso observar eso. Cómo alguien tan agresivo y arisco, al creerse sólo, observaba con tanta tranquilidad, y acariciaba con cariño algo como un vendaje.
Tenía muchas dudas sobre Kagaho. ¿Quién era en realidad?, ¿cómo había terminado de esa forma?, ¿qué lo había hecho ser así de agresivo?...
- Volví.- Anunció su presencia, acercándose al dueño de la mansión, que dió un respingo, fingiendo indiferencia.- ¿Todo en orden?
- Por supuesto que sí, mastodonte.- Respondió cruzándose de brazos el pelinegro.- Puedo cuidarme sólo.
- La herida en tu muslo dice lo contrario.
- ¡Me quedé aquí porque quise!- Alegó.- ¡Es mi maldita casa, puedo andar como yo quiera!
- Bien, bien. Entiendo.- Rió ante la exagerada reacción del híbrido.- Pero si necesitas ayuda, puedes decirme.- Añadió, consiguiendo un gruñido en respuesta.- Dijiste que debías protegerme hasta que alguno de los dos muera, ¿no?. Bueno, en ese caso, dudo que herido seas capaz de cumplirlo.
Kagaho gruñó de nuevo, pero no alegó nada. Solo intentó levantarse, teniendo demasiada dificultad y cojeando. Hasgard notó eso, y de inmediato se acercó para sostenerlo en brazos. Esta vez, el pelinegro no dijo nada, limitándose a cruzarse de brazos y dejarse llevar, indicando a duras penas la ubicación de su habitación en el tercer piso, al final del pasillo a mano izquierda.
- Ya confirmaste que estoy bien. Ahora elige la habitación que quieras, duérmete, y te llevo al pueblo apenas salga el sol.
- ¿Quedarme?- Cuestionó extrañado el médico.
- Es luna llena, genio. A este paso, ya todos los licántropos deben haberse dado cuenta y van a ir detrás de tí.- Respondió Kagaho, recostado en su cama.- Aquí adentro estás a salvo, pero una vez pongas un pie fuera de los límites de la mansión, eres presa fácil. Un enorme y jugoso trozo de carne fresca andante para la cena.
El aullido de unos lobos a lo lejos de nuevo consiguió erizarle la piel. Reacción que no pasó desapercibida para Kagaho, quién aunque se puso alerta, al dirigir su mirada al humano, sonrió con burla.
- Dicen que te invitan a cenar, y tú eres la cena.- Rió el híbrido.
- Qué gracioso...- Rodó los ojos el peli-blanco.
Por un corto instante, sus miradas chocaron, y de nuevo, esa extraña sensación se hizo presente. Los peculiares ojos violetas, destellando con la luz de la luna, eran como un par de pequeñas ventanas al alma del temperamental híbrido.
- Largo de mi habitación.- Murmuró el pelinegro, con un leve sonrojo, desviando la cara.- Y no te acerques aquí hasta que amanezca... Ni siquiera salgas, Sui podría perder el control de nuevo y atacarte, y yo no voy a poder llegar a tiempo a salvar tu trasero de nuevo.
- ¿Te pasa algo?- Preguntó al notar el repentino cambio de actitud del chico.- ¿Dije algo malo?
- ¡No tiene nada qué ver contigo, idiota!- Exclamó, apretando la manta en sus manos.- No quiero hablar de eso, solo vete.
Observó de arriba a abajo a Kagaho, tratando de averiguar qué sucedía, pero simplemente no encontraba una respuesta. Todo parecía estar bien con él, quizás a excepción del repentino sonrojo en sus mejillas, pero nada más... ¿Fiebre acaso? No, era imposible. ¿Simple vergüenza tal vez?
- Vete o no me hago cargo de las consecuencias.- Gruñó con un pequeño jadeo el pelinegro, inclinándose hacía adelante, apretando su abdomen.
- Ten cuidado, podrías lastimarte.
Su primera reacción fue acercarse lo suficiente para sujetarle las manos y apartarlas de la zona herida. Kagaho solo soltó un pequeño chillido, similar al de un lobo asustado.
- T-Tu anillo, imbécil.- Murmuró, apretando los ojos.- Suéltame.
Dirigió su mirada a su agarre, notando que la piel que había sido tocada por el anillo que portaba, estaba completamente roja, cómo si fuera una quemadura.
De inmediato lo soltó y se quitó la joya, dejándola en una mesa de noche cercana a la cama.
- L-La plata... La plata hiere a los licántropos.- Explicó con la respiración agitada Kagaho cuando le cuestionó el origen de ese suceso.- No tengo sensibilidad al sol, y puedo usar la metamorfosis sin que sea luna llena... Pero el menor contacto con la plata hace eso.
- Lo siento... No tenía idea.
- No importa. Solo vete... Por favor.
Definitivamente, algo estaba mal. Ese lobo explosivo de pronto se comportaba como un cachorro indefenso. Pero ¿qué era?
- La maldita parte licántropo es lo que pasa.- Respondió Kagaho.- Los desgraciados son igual que los lobos en... Tener una temporada de celo.
Al escuchar eso, todo comenzó a cobrar sentido, pero una nueva sensación de miedo apareció. ¿Qué rayos debía hacer ahora?, ¿auxiliarlo?, ¿simplemente irse a otra habitación y encerrarse?, ¿velar toda la noche?, ¿estaría bien por su cuenta?
- No te preocupes por mí, idiota.- Mencionó Kagaho, cuando sus miradas se encontraron una vez más.- Es difícil controlarme en este estado, y puedo lastimarte. Así que vete... No lo hagas más difícil.
No sabía qué era, pero un extraño impulso se hizo presente. Quizás era una locura, pero...
No tuvo ni siquiera tiempo de poner en una balanza las cosas, cuando dejó un pequeño beso en los labios del pelinegro. Quizás, lo más sorprendente fue que Kagaho no se negó en lo absoluto, atrayendolo aún más por las mejillas.
Segundos, quizás minutos que se sintieron como una eternidad, hasta que se dignaron a separarse unos centímetros, contemplando los ojos contrarios. Sin saber exactamente qué decir o qué hacer, era como si de alguna forma, sus almas ya se conocieran desde antes y supieran bien lo que pasaba por la mente del otro.
- No es necesario que hagas esto.- Jadeó Kagaho, abrazándose al más alto, sintiendo un par de dedos palpando su interior.- No sé si voy a poder... Controlarme.
- Confío en tí, si tú confías en mí.
El azabache asintió tímidamente, antes de arquear la espalda, ahogando un gemido en el cuello de Hasgard.
- Házlo ya.- Susurró en el oído del peli-blanco, dejando una pequeña lamida en su cuello.- Solo házlo... Te necesito.
- Avísame si te duele.
- Espero que tu resistencia sea proporcional a tu tamaño, grandulón.
- Procuraré no decepcionarte.
Un momento en el que el dolor se hizo presente en ambos, uno sintiendo su interior ser invadido, y el otro la piel de su espalda siendo desgarrada por las uñas del contrario. Tan sólo como antesala al torrente de excitación, pasión, adrenalina y placer, que le siguió. Aumentando cada vez más con la velocidad de las embestidas.
Besos largos, caricias atrevidas, fricción, el calor corporal de ambos... Parecía que ambos estaban decididos a no cederle la victoria de ese juego de seducción al otro, retrasando su clímax, y tratando de hacer sucumbir al otro. Hasta que Kagaho detuvo todo por unos segundos, solo para darse la vuelta y quedar boca abajo.
- No quiero morderte.- Murmuró, mirando los ojos de Hasgard.- Si te muerdo... Podrías morir en el mejor de los casos, o convertirte en una bestia como yo en el peor.
- Entiendo.- Susurró el peli-blanco, besando desde la nuca, hasta la espalda del híbrido, sacándole un par de suspiros.
Les tomó apenas unos segundos retomar el ritmo donde lo habían dejado, perdiéndose en el deseo, dejando salir sus más bajos instintos, hasta saciarse.
Kagaho no tardó nada en gruñir, intentando contener sus instintos de morder a su compañero, desquitando sus ganas en una almohada que tuvo la mala suerte de estar a su alcance. Sirviéndole de paso para ahogar sus gemidos.
Hasgard, a pesar de todo, trataba de tener cuidado con las heridas de Kagaho, haciendo todo lo posible por no lastimarlo de ninguna forma. El placer era innegable, igual que sus ganas de poner algo más de fuerza y velocidad, pero no estaba seguro si Kagaho en esas condiciones sería capaz de soportarlo.
Ambos intentaban proteger al otro del peligro que creían que representaban. Los dos buscaban su placer, pero no a costa del bienestar del otro. Aún si no eran conscientes de ello.
- Kagaho...
- Házlo dentro.- Gimió el híbrido, entendiendo el mensaje.
Unos cuantos movimientos más, y ese encuentro alcanzó su punto cúspide, liberando la prueba innegable de la satisfacción que ese encuentro había representado. Uno sobre las sábanas, y otro en el interior de su cómplice.
Kagaho terminó mordiendo de nuevo esa almohada, dejándola completamente destrozada entre sus fauces, una muestra de lo que pudo haber pasado si no cambiaba la posición.
- ¿Estás bien?- Preguntó Hasgard, acariciando su espalda.
- ¿Es lo único que sabes decir?- Replicó Kagaho, mirando al contrario a los ojos.- Nada mal para un humano.
- ¿Eso es un halago?- Bromeó con una sonrisa el peli-blanco.
- Tómalo cómo quieras.- Respondió el azabache.- Pero... Espero que seas capaz de resistir al menos dos rondas más.- Añadió, subiendo al regazo ajeno, rozándole los labios, sin romper el contacto visual.
- Acepto el reto.- Sonrió Hasgard, rompiendo la minúscula distancia, besándolo nuevamente.
- Y esta vez no te contengas.- Mencionó Kagaho, quitándose de un solo y rápido movimiento la venda del abdomen.- Te dije que me curo muy rápido. Así que quédate tranquilo y muéstrame tus verdaderas capacidades.
Una última sonrisa complice, seguida por un beso, sellaron el acuerdo por el resto de esa noche. Fuera, los aullidos nocturnos inundaban los campos, pero en esa habitación, era como si el tiempo se hubiera detenido, dejando solo a dos seres amándose, inundando el lugar de gemidos, jadeos, y demás ruidos obscenos que escandalizarían a más de uno.
A la mañana siguiente. Apenas el sol comenzó a coronar el cielo con sus rayos, Hasgard se despertó gracias a Kagaho.
Ninguno se atrevió a decir algo por un rato, limitándose a vestirse y alistarse para salir, ahora que el peligro había pasado.
- Todos los licántropos intentarán ir por tí de ahora en adelante.- Mencionó Kagaho, estando de pie a su lado, sin atreverse a mirarlo, después de ver todas las marcas que le dejó en la espalda.- Tienes mi aroma impregnado, así que se la pensarán dos veces antes de simplemente matarte... Pero lo mejor es no confiarse.
Hasgard notó la inquietud de Kagaho, sabía que tenía algo más que decir, y no se equivocó.
- La luna llena dura dos o tres noches al mes.- Añadió Kagaho.- Lo mejor será que pases al menos ese tiempo aquí. Dónde pueda cuidarte.
- ¿Me estás ofreciendo vivir contigo?
- ¡No lo hago!- Negó el azabache.- Solo... Solo sería hacer mi trabajo más fácil. Es todo, no tiene nada que ver contigo.
- Lo que tú digas.- Negó riendo Hasgard.- No puedo simplemente dejar la casa que me asignaron por venir a la ciudad a ayudar, pero... Creo que puedo venir dos o tres noches al mes.
- Bien, entonces que así sea.- Dijo el híbrido, saliendo de la habitación.- Date prisa, te veo abajo. Debo llevarte a esa alcantarilla de ratas antes de que se haga más tarde, y tener que aguantar a todos esos imbéciles.
Hasgard solo sonrió, negando con la cabeza. Estaba metido en un lío demasiado grande, pero al menos tenía la certeza de que podía confiar en su guardián. Tenía mucho que aprender de él y su historia, pero ya tendrían tiempo de sobra para eso. Un paso a la vez.
Un humano, acechado por manadas enteras de licántropos que buscarían acabar con su vida a como diera lugar. Pero siendo protegido por un híbrido, dispuesto a incluso morir por él, aunque nunca lo admitiría en voz alta.
Así fueron los siguientes años de sus vidas. Con Kagaho manteniéndose cerca, listo para atacar a cualquiera que tratara de herir al humano al que debía su vida, y Hasgard ayudándolo a ser menos agresivo y hacer al menos el intento de integrarse más a la sociedad.
Sin darse cuenta, terminaron sucumbiendo a las flechas de Cupido, formando un vínculo mucho más allá de guardián y protegido. Hasgard prácticamente se había integrado a la pequeña familia de Kagaho y Sui, siendo recibido por el pequeño hermano de Kagaho, quién con su ayuda y el entrenamiento de Kagaho, terminó por lograr aprender a controlar su transformación.
- No debiste exponerte así.
- ¡¿Y qué más podía hacer?!- Replicó el azabache, con una herida abierta en el brazo.- ¡Era ese hijo de perra o tú!
- Cada vez es más difícil frenarlos, y terminas peor.
Kagaho desvió la mirada, mordiendose los labios. Hasgard solo suspiró, para después tomar su mano.
- No es necesario que te arriesgues de esta forma solo por mí.- Suspiró con pesar el más alto.- ¿Existe alguna forma de romper el pacto, o algo así?
Kagaho se quedó callado por unos segundos, para después responder con un beso, robándole el aliento a su protegido y amante desde hace un par de años.
- Puedo soportar mordidas, golpes, un par de puntadas, curaciones y mil mierdas más... Pero perderte jamás.- Admitió con un fuerte rubor en las mejillas.- Tú salvaste mi vida, así que es mi deber proteger la tuya hasta la muerte, porque todos esos hijos de perra te quieren muerto para que no reveles el secreto a nadie.- Añadió.- La única forma, es que uno de los dos muera, o...
- ¿O qué?
El híbrido herido se volvió a quedar callado. Parecía muy disgustado y temeroso por lo que sea que tuviera que decir. Pero el médico insistió.
- O que... Seas uno más.- Confesó finalmente el híbrido.- Pero... Yo jamás te haría soportar toda esta mierda.
Por unos segundos, se quedaron callados, observando la nada, perdiéndose en sus pensamientos. Hasgard continuó atendiendo las heridas de Kagaho poco después, y el híbrido pensó que ahí terminaría ese tema. Pero se equivocó.
- Una mordida es suficiente, ¿no?
- ¡¿Enloqueciste acaso?!- Renegó Kagaho ante la petición de Hasgard.- ¡Yo no voy a ser quien te joda la vida, o a matarte!
- Sé que es una locura, pero si es la única forma en que podrás dejar de arriesgar tu vida de esta forma, por mí está bien.
- Sabes que es peligroso. Podría matarte y-
- Puedo soportar lo que sea. Confío en ti, sé que todo estará bien.- Le interrumpió Hasgard, dejando un corto beso en sus labios.- Podremos estar juntos siempre.
- Haz visto este mundo podrido. Sabes lo difícil que es... ¿De verdad estás dispuesto a dejar todo atrás, y aguantar todo eso?
- Por ti, no hay nada que no haría. Así como sé que no hay nada que tú no harías por mí. Aunque no quieras admitirlo.
Kagaho esbozó una pequeña sonrisa forzada. Era cierto que las vidas de ambos habían sido muy diferentes, tenían distintas formas de ver la vida y asimilar las cosas. Pero eran esas diferencias las que los hacían embonar y complementarse.
La vida de un híbrido como él no era eterna como la de un vampiro, pero sí muy longeva, más que la de un licántropo puro. La compañía de Sui era cálida, era su hermano menor al final del día. Pero, la idea de tener a su lado una compañía como Hasgard, como su amante y compañero de vida, sonaba realmente tentadora.
¿Aceptar y condenar a quien más amaba a una vida en contra de sus principios?, ¿o protegerlo hasta que la inevitable hora de de dejarlo ir en brazos de la muerte llegara?
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