La noche de Walpurgis
Todo comenzó hace dos semanas. Cuando su prometido se marchó a un viaje a su pueblo natal.
No sabía exactamente a qué se debía la visita, realmente nunca había sido una persona obsesiva ni controladora. Camus era perfectamente libre de hacer lo que le viniera en gana, y él también. Después de todo, no tenía ningún derecho para prohibirle visitar a su familia o simplemente ir a recordar algún episodio de su infancia.
Todo estuvo normal durante la primera semana, recibió una llamada diaria de Camus, diciéndole que estaba bien y deseándole buenas noches. Pero un día, simplemente dejaron de llegar las llamadas.
La primera vez pensó que quizás solo había sido un día agitado y se habría quedado dormido, pero la segunda vez comenzó a alarmarse, y decidió llamar, sin obtener respuesta. Dejó unos mensajes, creyendo que tal vez se había quedado dormido o algo así.
Pero llegó el tercer día, sus mensajes no habían sido siquiera abiertos, y para rematar, las llamadas marcaban que el teléfono estaba apagado o fuera del área de servicio.
Quiso mantener la calma, pero eran demasiadas coincidencias para ser solo eso. Así que decidió intentar preguntar a los amigos cercanos de Camus, para saber si alguno sabía algo, pero nada. Ninguno sabía de él desde hace más de una semana, a ninguno le había respondido mensajes ni llamadas, ni siquiera de su trabajo.
Algo estaba pasando, Camus no estaba bien, y debía hacer algo. No se lo pensó dos veces para adelantar sus vacaciones en el trabajo, hacer sus maletas y emprender el camino al dichoso pueblo, en busca de su pareja. No sin antes tomar algunas precauciones, cómo informar a su familia y amigos más cercanos, para que estuvieran al pendiente en caso de que las cosas se pusieran difíciles.
Así había llegado a aquel lugar en una zona rural de Francia, después de casi dos días de viaje por avión, tren y carretera, en los que siguió tratando de comunicarse con Camus, obteniendo el mismo resultado. Nada, el teléfono seguía marcando apagado.
Al llegar, lo primero que hizo fue llamar a todos los que sabían que estaba ahí, e informarles que había llegado con bien y los mantendría al tanto de cualquier novedad.
La gente y el lugar no parecían tener nada fuera de lo común, un típico pueblo oculto en las montañas nevadas.
Buscó alguna casa de huéspedes dónde hospedarse, afortunadamente consiguió una habitación, se instaló en ella, y trató de volver a llamar a Camus, sin éxito alguno. Nuevamente, informó a todos lo que estaba sucediendo, y que seguiría investigando.
Con desconfianza, salió de su habitación y recorrió la casa de huéspedes, buscando algún indicio de qué pudo haber sucedido con Camus.
Sabía bien que a pesar de ser un Omega, él no era alguien débil, y era perfectamente capaz de cuidarse sólo. Además de que al final del día, era su pueblo natal, lo conocía de arriba a abajo. Pero, ahora que se daba cuenta... No tenía ni idea de quién era la familia de Camus.
Había presentado a Camus con su familia hace años, sus padres le tenían mucho aprecio, tratándolo casi como a un hijo. Pero su Omega jamás le había presentado a su familia. La excusa era que vivían lejos, y que eran personas muy conservadoras, que solo aceptarían que les presentara a alguien si había planes de boda de por medio.
Bueno, ya lo estaban desde hace un par de meses, pero ni siquiera así Camus le había pedido acompañarlo a ese viaje.
No quería imaginar escenarios de una infidelidad o algo así, pero la situación era demasiado confusa y fácil de malinterpretar.
Al llegar a la sala común de la casa, que servía también como recepción, se encontró con otra persona registrándose. Por su apariencia, así como su aroma, dedujo que se trataba de un Omega. Sus rasgos lo delataban como extranjero, igual que él.
El pueblo no era muy concurrido, hasta antes de la aparición de ese Omega, él era el único registrado. Así que le llamó la atención qué había llevado a ese chico ahí, pero debía encontrar a Camus, así que decidió acercarse únicamente a saludar y marcharse.
No sabía bien dónde comenzar, no conocía el pueblo, ni sabía la dirección de la familia de Camus, así que decidió ir a la pequeña clínica y preguntar por él. Para descartar que se encontrara herido o enfermo, pero no tuvo éxito alguno. Por más que buscaron en los registros de las últimas dos semanas, no había nadie con el nombre de Camus. Al final, no le quedó de otra más que agradecer a la recepcionista y al personal por su ayuda y retirarse.
Para su sorpresa, al salir se encontró con el Omega de la casa de huéspedes. No entendía qué estaba haciendo ahí, pero no tenía tiempo para averiguarlo, así que solo siguió su camino.
Llegó hasta la estación de policía, dónde preguntó por su prometido. De nuevo, en los registros no había nada de él, y no podían darle información sobre la familia.
De nuevo, estuvo por retirarse, cuando vió de nuevo al misterioso Omega en la estación. Ya eran demasiadas coincidencias, así que decidió esperar fuera hasta que el desconocido salió, y acercarse para averiguar qué estaba pasando.
- Oye, ¿tienes un momento? Creo que estamos en la misma casa de huéspedes, ¿no?
- Sí, te recuerdo.- Respondió el peli-lila.- ¿Puedo ayudarte en algo?
- No lo sé, pero es la segunda vez que nos encontramos fuera de la casa de huéspedes.
El Omega miró ambos lados y guardó silencio unos segundos, cómo si estuviera vigilando algo.
- Sígueme.- Susurró, acercándose a su oído, dejando un corto beso en su mejilla.- Aquí no es seguro.
No tenía realmente nada que perder, así que decidió seguir al Omega, hasta que llegaron a la casa de huéspedes. Sin mediar más que un saludo rápido con la casera, fueron hasta la habitación que le correspondía al peli-lila, justo al lado de la suya, e ingresaron, cerrando la puerta.
- ¿De qué se trata todo esto?
- Antes respóndeme algo.- Habló el Omega, mostrando un semblante más serio y frío.- ¿Qué haces en este lugar? Por tu acento es más que obvio que eres un extranjero.
- Vine a buscar a mi prometido.- Respondió con la verdad.- Él es de este pueblo, y vino aquí hace dos semanas para visitar a su familia. Pero hace una semana su teléfono dejó de recibir llamadas y nadie ha sabido nada de él desde entonces. ¿Qué haces tú aquí?
- Vine por trabajo.- Respondió el peli-lila.- ¿Tienes una identificación?
- ¿Por qué?
- Precaución.- Replicó el Omega, con una funda en la mano.
El Beta dudó un poco, pero al final buscó en su billetera su identificación, sacándola.
- Los dos, al mismo tiempo.- Condicionó al Omega, quién asintió.
Así lo hicieron, ambos le entregaron al otro la identificación, y observaron la recibida.
- ¿Tú...?
- Sí, Shura.- Interrumpió el peli-lila, devolviéndole su identificación.- Ahora sabes porqué estoy aquí.
- En realidad no, ¿por qué te enviaron aquí?
- Lamento informarte que tu prometido no es el único caso de desaparición en este pueblo.- Desde hace años, varias personas han desaparecido en este lugar, y nadie ha podido dar con ellos. Algo está pasando aquí, y me enviaron a averiguar qué.
La funda que el Omega peli-lila le había entregado, se trataba de una placa que lo acreditaba cómo agente de campo de una mundialmente reconocida agencia gubernamental de investigación.
Para que una organización así hubiera enviado a alguien a investigar, significaba que definitivamente algo malo estaba ocurriendo, y saber que Camus no era el primero ni el único en desaparecer, comenzó a temer lo peor.
Tenía mil preguntas en la mente, pero el peli-lila, cuyo nombre resultó ser Mu, se encargó de calmarlo y explicarle mejor las cosas.
- Desde hace muchos años, han habido misteriosasa desapariciones en este pueblo, todas en las mismas fechas, entre la segunda y tercera semana del mes de Abril.- Explicó Mu.- Nos involucramos cuando extranjeros que llegaban de vacaciones aquí, comenzaron a desaparecer, pero siempre en estas fechas, desde hace más de diez años. Porque lo más extraño es que la gente local nunca reportó nada.- Añadió.- Las desapariciones ocurren exclusivamente en las mismas fechas, el resto del año no hubo ningún reporte.
- ¿Creen que la gente local esté involucrada en esas desapariciones?
- No puedo asegurar nada, pero todas las pruebas los señalan.- Asintió el peli-lila.- ¿De casualidad, tu...?
- Prometido.
- Prometido, ¿vino con un bebé, un niño de entre 3 y 10 años, o estaba en cinta?
- Todavía no tenemos hijos.- Respondió.- Pero... Él...
- ¿Cuánto tiempo tenía?
- Unos tres meses.- Suspiró.- Por eso decidió venir a darles la noticia a sus padres, antes de que el embarazo le impidiera viajar. Yo no pude acompañarlo por el trabajo, y además, él me dijo que prefería venir sólo.
- Lamento decírtelo, pero eso solo aumenta las probabilidades de que no vuelvas a verlo.- Mencionó Mu.- No puedo revelar demasiada información, pero si trabajamos juntos, podríamos llegar al fondo de esto y salir con vida.
Shura se quedó en silencio unos segundos, analizando las palabras de Mu.
- ¿En qué estás pensando?- Interrogó al agente.
- Las víctimas desaparecidas son solo bebés, niños de entre 2 y 10 años, y mujeres Beta y Omegas en cinta.- Explicó Mu.- Tú eres un Beta y yo no estoy en cinta, así que no somos víctimas en potencia, pero podríamos levantar sospechas si nos mantenemos separados.- Añadió.- Pero si fingimos ser pareja, podríamos pasar desapercibidos.
- Creo que es un poco tarde. Ya fuí a la clínica y a la estación de policía preguntando por mi prometido, y la casera ya nos vió a los dos.
- Para fortuna tuya, no soy tan tonto como para revelar mi identidad a posibles autoridades compradas.- Sonrió arrogante el peli-lila.- Solo fui a esos lugares con la excusa de estar de visita y buscar información de los servicios de emergencia en caso de necesitarlos. Así que para todos soy solo un inofensivo Omega de vacaciones.- Añadió.- Dicen que un clavo saca a otro clavo. Además de que nadie en este lugar te conoce, la gente ya me vió darte ese beso en la mejilla, y venir conmigo hasta aquí, la casera nos vió regresar y entrar juntos a mi habitación... Nadie cuestionaría que en pleno despecho encontraste un nuevo amor o algo así.
Era arriesgado, pero quizás era su única esperanza para encontrar a Camus o al menos saber qué había pasado con él. Aceptó la propuesta de Mu, y se pusieron en marcha.
Lo primero fue darle a Mu toda la información de lo ocurrido con Camus, todo lo que le había contado sobre el pueblo y su familia, fecha de nacimiento, edad, su fecha de llegada, su última llamada, y lo último que supo de él, además de una foto para lograr identificarlo.
Después, de eso, decidieron que lo mejor era permanecer juntos por el resto del día, únicamente para que su fachada fuera más creíble. Al menos esas horas les sirvieron para conversar y saber un poco más uno del otro, hasta que la hora de la cena llegó.
Los dueños de la casa no tardaron en preguntarles qué les estaba pareciendo el pueblo. Eran personas mayores y bastante agradables, pero por si acaso, lo mejor era apegarse al plan. Dijeron que todo había estado bien, que se habían encontrado en sus recorridos, y volviendo juntos. Así que planeaban pasar su estancia juntos. Los anfitriones solo sonrieron y les desearon buena suerte, insinuando un posible romance, cómo era de esperarse.
Los anfitriones les mencionaron que en dos días sería la fiesta local del pueblo, con un ritual antiguo para agradecer por las cosechas y ahuyentar el invierno. Y que esa noche procuraran no salir, el pueblo era algo reservada con ese rito en particular y no aceptaban a extranjeros. Ellos agradecieron la información y accedieron a mantenerse al margen.
Después de cenar, se despidieron y todos se retiraron a dormir. Acordando reunirse por la mañana para el desayuno.
Shura se fue a dormir, aunque seguía demasiado inquieto y cada vez se asustaba más por Camus. Todo apuntaba a que había sido una víctima más, pero se negaba a huir.
Por la mañana, se reunió con Mu en el comedor, dónde el peli-lila se encontraba tomando algo de té, hablando con la dueña de la casa. Saludó a ambos y se sentó a desayunar, no sin antes darle un pequeño beso en la mejilla a Mu, para mantener aquella fachada que querían montar.
La señora se retiró unos minutos después, mostrando una gentil sonrisa, deseándoles un buen día. Ellos agradecieron, y la dejaron marchar.
Cuando terminaron de desayunar, limpiaron todo y salieron de la cocina, con el objetivo de ir a recorrer el pueblo, en busca de alguna pista. Pero en el camino, Mu le contó algo de lo que había averiguado hablando con la anciana.
- ¿Noche de Walpurgis?
- Ese es el nombre de esa celebración.- Asintió el peli-lila, mientras caminaban, tomados de la mano.- Al parecer, aquí todos son devotos de una divinidad llamada Walpurgis. Creen que es quien da fertilidad y prosperidad al pueblo, la energía del pueblo. Y cada año hacen ese rito en su honor para renovar sus fuerzas.
- ¿Y en qué consiste ese rito?
- No me quiso decir. Es solo para los creyentes iniciados en el culto.- Respondió Mu.- Al menos ahora hay un hilo de dónde tirar. Le envié toda esa información a mis superiores para que investiguen todo lo que puedan, y al volver, también trataré de encontrar algo.
- Si tú lo dices...
Pasaron todo el día recorriendo el pueblo de arriba a abajo, probando algo de comida local, comprando algunas cosas y visitando algunos lugares como el parque o la iglesia. Un simple recorrido turístico a simple vista, pero en realidad estaban yendo a puntos estratégicos, que probablemente tendrían relevancia en lo que buscaban. Las artesanías podrían decirles algo del arte local y la cultura, la iglesia y plaza les dieron un panorama más amplio al ver los preparativos para el rito que sería justamente al otro día por la noche.
Al atardecer, decidieron que lo mejor era volver a la casa, cenar, y poner en orden todo lo que habían averiguado. Y así lo hicieron.
Al retirarse del comedor, ambos fueron a la habitación de Mu, cuidándose la espalda de algún fisgón, y al estar solos, revisar todo.
- ¿Alguna respuesta de tus superiores?
Mu asintió, mostrando la información que le había sido enviada a su computadora portátil.
- Al parecer se trata de una vieja práctica pagana, probablemente de la religión Wicca. Originaria de las zonas montañosas de Alemania, que se celebra durante la noche del 30 de Abril para amanecer el primero de Mayo. Para agradecer las cosechas, recibir el verano y ahuyentar el invierno, las plagas y la escasez de alimento.- Respondió, resumiendo toda la información enviada.- En la edad media había muchos mitos que rodeaban a la noche de Walpurgis, diciendo que era la noche en que las brujas se reunían para hacer danzas, orgías, sacrificios de niños y otras ofrendas a los demonios, principalmente a una entidad llamada Walpurgis. Actualmente, los wiccanos modernos siguen celebrando esta fecha, pero nada tiene que ver con las barbaries que se le atribuían en la antigüedad. Solo son reuniones para hacer danzas, música, rezos y algunos ritos inofensivos.
- ¿Entonces estamos viendo fantasmas donde no los hay?
- O estamos en la boca del lobo, en una secta que hizo lo que quiso con una práctica antigua.- Respondió Mu.- En la edad media se creía que en estas fechas, los niños y las mujeres Beta y Omegas en cinta debían permanecer en casa y tener mucho cuidado. Las desapariciones de esos grupos eran comunes en toda Europa a finales de Abril, la gente creía que estaban vinculados con la noche de Walpurgis... Quizás eso sea a lo que nos estamos enfrentando ahora.
Shura no pudo evitar suspirar con pesar. La sola idea de pensar que Camus había corrido con esa suerte, quizás que su propia familia lo había traicionado...
- Quizás lo mejor sea que vuelvas a casa y presentes formalmente la denuncia por desaparición de Camus.- Mencionó Mu.- Yo intentaré colarme al rito y obtener una prueba contundente. Pero de todos modos tendré que quedarme unos días más, hasta que los refuerzos lleguen y se encarguen de todo.- Añadió.- Tú no deberías exponerte más.
- Estamos juntos en esto. Si algo le pasó a Camus, quiero al menos saberlo.- Respondió, mordiendose los labios.- Cometí un error fatal al dejarlo venir solo a este lugar. No soportaría cargar con una tragedia más en mi consciencia.
- No seas imbécil.- Replicó el peli-lila.- Yo estoy entrenado y armado. Puedo protegerme solo. Tú no sabes absolutamente nada de defensa personal o manejo de armas. Ni siquiera tienes una, solo serías un estorbo.- Añadió.- Ya ayudaste en lo que podías, pero es hora de aceptar tus límites.
- Por más entrenado y armado que estés, ¿crees que podrás tú solo contra una secta del tamaño de un pueblo entero?
- No voy a enfrentar a nadie. Solo a hacer el intento de obtener una prueba, evitar que descubran que tienen a alguien encima, y largarme de aquí. Es todo.
- ¡Es mi Omega!- Exclamó el azabache.- Yo... Solo quiero saber qué pasó con él. Si es que aún está vivo, o... Al menos... Si no lo está, al menos quiero saberlo.
Mu se quedó callado por unos segundos, meditando las palabras de Shura, y analizando la situación. Hasta que finalmente habló.
- Entiendo cómo te sientes. Tengo esposo y un hijo... Y si a ellos les llegara a pasar algo como lo que a Camus, también querría saberlo.- Suspiró.- Pero entiende que no sabemos con exactitud a qué nos enfrentamos. Perfectamente podría ser un malentendido por una enorme coincidencia, o una peligrosa secta que lleva generaciones operando. Estamos jugando a la ruleta rusa, y para un civil como tú, involucrarse es un suicidio.
- Lo sé. Pero después de perderlo a él no me queda gran cosa.- Dijo Shura.- Por favor.
- Bien.- Accedió Mu, suspirando después de un rato.- Pero no hagas nada estúpido, y mantente cerca. ¿De acuerdo?
Shura accedió, y comenzaron su plan. Al otro día, seguirían la misma rutina de ese día, permaneciendo juntos todo el tiempo, y al anochecer, fingir obedecer el toque de queda para infiltrarse y volver sin que los notaran.
El día siguiente estuvo bastante extraño. Había varias plantas y decoraciones hechas con ramas, hojas y flores, altares fuera de todas las casas con cosechas y amuletos extraños. La gente ese día vestía de color blanco, y todos llevaban coronas de plantas, la mayoría eran solo ramas y plantas como laureles, y muy pocos con flores. Los únicos que desentonaban eran ellos.
- ¿No haz notado algo extraño?- Preguntó Mu en un susurro, abrazándolo para evitar levantar alguna sospecha de su conversación.
- ¿Hay algo normal aquí?- Cuestionó el azabache.
- Las coronas.- Murmuró Mu.- ¿Notaste que solo unos pocos niños Omegas, niñas y mujeres Betas usan flores?
No lo había notado, Mu evidentemente contaba con más experiencia en ese tipo de misiones y tenía una vista más ágil que él. Pero, era cierto, solo unos pocos llevaban coronas de flores, cómo si buscaran resaltar del resto. Pero ¿qué significaba?
- Quizás sean las sacerdotisas.- Añadió Mu, adelantándose a su pregunta.- Quiénes guían todo el ritual.
Continuaron su recorrido, notando cada vez más cosas extrañas. Tal parecía que quiénes usaban flores en la cabeza sí tenían un rango alto, ya que por dónde pasaban, la gente les abría paso y les brindaba una leve reverencia, además de entregarles algo de lo que ponían en los altares.
Cuando el atardecer comenzó a teñir el cielo de anaranjado, todos entraron a sus casas, y ellos supieron que era hora de volver. Pero en el camino, notaron que los adultos y niños con coronas de flores, se encaminaron a las montañas que rodeaban el pueblo, llevando antorchas y las ofrendas con ellos.
Entraron a la casa de huéspedes, dónde los anfitriones los recibieron con una cena y les recordaron no salir de sus habitaciones hasta el día siguiente. Agradecieron por la cena y prometieron cumplir su promesa, y después se retiraron, despidiéndose de sus anfitriones.
De nuevo, se quedaron en la habitación de Mu, vigilando ocultos tras la cortina de la ventana cualquier movimiento, pero solo vieron a la gente recogiendo las cosas de los altares y colocando velas sobre las mesas, y antorchas en las puertas. Cuando estaba cerca la medianoche, toda la gente comenzó a salir a las puertas de las casas, entonando rezos que no fueron capaces de entender, con una antorcha y una copa de incienso en las manos, y después todos se dirigieron al camino a las montañas, llevando con ellos el incienso y las antorchas.
Era hora.
Esperaron a que estuvieran lo suficientemente lejos, y salieron de la casa, manteniendo una distancia prudente para evitar ser vistos. El camino era largo, cada vez más empinado y difícil, y el aire frío de las montañas por la madrugada solo hacia su misión más complicada, pero era tarde para dar marcha atrás.
Llegaron hasta la cumbre más alta de la montaña, dónde había un especie de espacio para rituales. Con una enorme piedra que parecía servir de altar, y todas las ofrendas alrededor. Iluminado por todas las antorchas llevadas por la gente y varias alrededor del espacio.
Buscaron un lugar para esconderse, encontrandolo entre unas rocas, un poco más alto del pequeño espacio.
Las personas que habían salido antes que todos los demás, ahora vestían ropas de color negro, destacándolos del resto. Al parecer sí se trataba de los líderes o algo similar.
Los niños que vestían de negro se encargaron de juntar todas las ofrendas a un lado de la roca lisa, y comenzaron unos cantos junto a una danza, mientras con los inciensos rodeaban el cúmulo de plantas y hortalizas.
Los adultos tomaron unas antorchas, y mientras los más jóvenes seguían esa danza, prendieron fuego a las ofrendas, iniciando una hoguera, alrededor de las que todos danzaban.
Bien, extraño, definitivamente. Pero no había nada que los señalara cómo culpables de todas esas desapariciones. Quizás al final sí se había tratado todo de un enorme malentendido gracias a una desafortunada coincidencia... Hasta que vieron a llegar a uno de los adultos, con un niño de unos 10 años, y hacerlo acostarse en la roca.
Ver la afilada hoja del cuchillo clavándose en la garganta del infante, abriendo todo hasta su vientre, mientras la sangre se derramaba, a la par que todos se unían en un tétrico rezo en un idioma desconocido... Todo pareció ocurrir en apenas un parpadeo, y Mu tuvo que taparle la oca a Shura para evitar que gritara, delatando su ubicación.
El terror que los invadió a ambos al ver esa escena era indescriptible. Mu, a pesar de su entrenamiento, no pudo contener las lágrimas silenciosas, mientras se mordía los labios con fuerza. Shura sentía que iba a desmayarse en cualquier momento, jamás imaginó contemplar algo así.
- No hagas ruido.- Murmuró Mu, mirándolo a los ojos.- Te dije que esto podía salir muy mal.
Shura solo asintió en silencio, temblando de terror y asco. Y se forzó a seguir viendo ese espeluznante ritual, al menos atraparían a esos locos.
Mu se forzó a mantenerse calmo. Estaba entrenado, pero ver esa escena había tocado una fibra sensible en su ser al tener un hijo de una edad cercana a la de ese niño, y el temor de que algo así le sucediera. No quería ni imaginar lo que los padres de ese pequeño sentirían al saber el fatal destino de su hijo.
Pero ese fue apenas el comienzo del horror. Ese niño fue solo el primero de los más de díez que siguieron, cada uno más pequeño que el anterior.
Mu luchaba por mantenerse firme, observando y documentando lo que podía, para tener evidencia con la que actuar. Por más que quisiera, no podían hacer nada solo dos contra un pueblo entero. Sería matarse en vano.
Shura sentía cada vez más terror, rabia, miedo... Todo se mezclaba. Al ver a todos esos infantes masacrados, tuvo que morderse los labios y cubrirse la boca para evitar gritar. Pero sentía que ya no podía sólo quedarse viendo sin hacer nada.
Cuando vió que llevaron a un bebé de no más de unos días de nacido, no pudo más, y salió de su escondite sin que Mu pudiera hacer nada para impedirlo. Interrumpió el ritual, iniciando un forcejeo con esa persona, pero al estar tan cerca, notó algo que llamó su atención.
Ese aroma... Reconocería ese perfume en dónde fuera. Pero... No, no podía ser eso. No podía ser él, no...
- ¿C-Camus?
Al quitarle la capucha y observar su rostro en el forcejeo, no daba crédito a lo que veía.
No podía ser verdad, no... Conocía a Camus, y él jamás haría algo así. No, no podía ser cierto. Eso debía ser una horrenda pesadilla, tenía que serlo.
- Shura...
- ¡No me toques!- De inmediato soltó un manotazo al sentir el roce de la mano de Camus en su brazo.- ¡¿Qué demonios significa esto?!
Camus solo lo miraba fijamente, pero no era el único. Todos los presentes tenían la vista fija en él. Hasta entonces notó el peligro en el que se había metido.
Estaba en medio de un ritual de sacrificios humanos, rodeado de gente que no iba a dudar en acabar con su vida, en medio de las montañas, sin esperanza alguna de escapar.
No pudo contener un grito de dolor al sentir la afilada cuchilla clavándose en su abdomen.
- Lo siento, Shura.- Murmuró Camus en su oído, empuñando la daga que amenazaba con tomar su vida.- No habría querido hacer esto, pero es hora de decir adiós. Gracias por darme el sucesor que necesitaba, pero ya no me sirves para nada y no puedo permitir que tú y tu amigo se salgan con la suya.
¡Mu!... Hasta entonces recordó al peli-lila, y de inmediato dirigió su mirada a su escondite, y notó como algunas personas se dirigían ahí.
- ¿Preocupado por él, Shura?- Escuchó reír a Camus, a la par que el cuchillo salía de su herida abierta.- No te preocupes, pronto lo verás de nuevo. Hasta nunca, Shura.
Esas fueron las últimas palabras que escuchó del Omega que creyó el amor de su vida, antes de que el cuchillo se clavara en su garganta, apagando por completo su vida en segundos.
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