Doll House
Una gran y vieja casa, con una estructura y estética que databa a la época victoriana. Con unas enormes rejas metálicas rodeando la propiedad, y un jardín algo descuidado... Vaya lugarcito en el que se fue a meter.
Con resignación, tocó el timbre, y se presentó por el comunicador, esperando ser recibido, lo cual, para su bien o desgracia, no tardó mucho en suceder. El protón se abrió frente a él, dándole acceso a la propiedad.
Suspiró una última vez para darse valor, y comenzó su andar, intentando aparentar seguridad en su caminar. Escuchó las puertas metálicas cerrarse detrás de él, y sin más, avanzó, hasta finalmente llegar a la puerta de la casa, y esperar en el porche unos segundos.
No estaba ahí por gusto, sino por necesidad. Su familia estaba atravesando una mala racha, a raíz del fallecimiento de su padre. Su madre no ganaba suficiente para cubrir todos los gastos, su gemelo había decidido abandonar la universidad a mitad de la carrera para buscar un empleo de tiempo completo y ayudarle. Él se aferraba a su plan de vida, manteniendo sus becas y tomando trabajos ocasionales en sus horarios libres.
Así había terminado en ese lugar, después de enterarse de un trabajo que parecía inusualmente fácil. Solo limpiar un estudio en una casa, tres veces por semana.
En otras circunstancias, jamás habría aceptado hacer trabajo de limpieza, pero las deudas de su carrera no se pagarían solas, y su dinero no era suficiente, ni siquiera usando también las miserias con las que su familia pretendía ayudar. Y al pedir más informes, la paga que ofrecían era realmente generosa. Solo por eso valía la pena tragarse el orgullo.
- Hola, ¿qué tal?- Lo recibió el dueño con una amistosa sonrisa, un hombre de mediana edad, probablemente cerca de los cincuenta. De cabello castaño con algunas canas, y piel acanelada.- Aspros, ¿cierto?
- Sí, señor Youma.- Respondió, mostrando su mejor sonrisa, aunque completamente falsa.
- Oh, por favor, deja esas formalidades de lado. Me haces sentir viejo.- Rió ligeramente el hombre.- Solo dime Youma.
- De acuerdo, Youma. Cómo guste.- Asintió, manteniendo su sonrisa falsa.- Estoy a su servicio después de todo.
- Adelante. Pasa, te mostraré el lugar.
Sin más rodeos, ingresó a la casa, siguiendo al dueño por la sala y las escaleras, hasta llegar a una habitación, que hasta ese momento, permanecía cerrada con llave.
- Y aquí lo tienes.- Mencionó el dueño, mostrando el interior del cuarto.- Mis pequeñas adoraciones.
Era una habitación bastante grande, con una mesa y cuatro sillas en el centro, cada una con un muñeco de porcelana. Lo mismo con una cama matrimonial, en la que yacían recostados un par de muñecos, y el mismo caso en los sillones, frente a una enorme pantalla de televisión. Y un par de repisas de cristal, con más muñecos.
- Tu trabajo es sacudir, tender la cama y barrer a diario. Fregar el piso dos veces por semana. Y una vez por semana, peinarlos y vestirlos.
- Sí, ya me lo había comentado.- Asintió todavía algo incrédulo.- No hay ningún problema. Yo me encargo.
- ¡Perfecto!- Exclamó con una sonrisa el mayor, entregándole el pago acordado.- Bien, entonces, no te molesto más. Dejaré que se conozcan. En el cuarto de limpieza, al fondo del pasillo, está todo lo que puedas llegar a necesitar.- Añadió el extravagante hombre.- Lindos guantes por cierto.
Aspros agradeció el cumplido, sonrió ligeramente en respuesta y dejó marchar al propietario... Vaya que era un hombre extraño, pero mientras le pagara, podía casarse con un extraterrestre si quería.
Guardó el dinero en la pequeña mochila que había llevado, la dejó en una esquina de la habitación y salió a buscar lo necesario. Una simple escoba, un trapo y un sacudidor serían más que suficiente.
Sabía que los coleccionistas podían ser algo exagerados con sus piezas, así que antes de comenzar, sacó un par de fotos para tener una referencia del lugar exacto de cada muñeco por si llegaba a desordenar algo. Después, procedió a hacer sus deberes.
El lugar estaba realmente limpio, no le tomó más de díez minutos terminar lo que le correspondía ese día. Aún tenía tiempo, así que decidió aprovecharlo para vestir y peinar algunos de los muñecos, y evitar tener demasiado trabajo en su próxima visita.
En el armario que se encontraba en la habitación, había varios conjuntos de ropa para muñecos. Desde vestidos con pequeñas zapatillas, hasta trajes como overoles.
Seguro se iba a ver ridículo jugando con muñecas, pero al mal paso dale prisa, decía su padre.
Eligió un largo vestido de color negro con unas zapatillas y una pequeña tiara plateada a juego con el vestido. Después tomó una de las muñecas que se encontraban sentadas en la mesa, y la llevó con él hasta la cama.
- Un vestido de noche para la señorita.- Rió para sí mismo, colocándole la ropa a la muñeca.- Qué linda se ve, madame... Creo que la locura es contagiosa.
Miró por unos segundos la pieza de porcelana. Era bastante bonita, eso no lo iba a negar. Una larga y abundante cabellera negra, y unos lindos ojos castaños de cristal.
La muñeca realmente llamó su atención, sentía algo inusual en ella... Demasiado inusual.
Dejó la muñeca a un lado, y procedió a quitarse los guantes. Hace tiempo que no hacía eso, y sabía bien lo que podía pasar, pero su curiosidad era demasiada.
- Veamos qué me tienes que contar, hermosa.
Tomó la muñeca con ambas manos y, tal y como era de esperarse, varias imágenes aparecieron en su mente.
Pudo ver a una mujer con la misma apariencia que aquella muñeca, al lado de un Youma más jóven. Parecían ser felices juntos, pudo verlos convivir desde la adolescencia, hasta formar una familia, incluso vió el nacimiento de un hijo... Pero de pronto, pudo ver el fallecimiento de la mujer, apuñalada hasta la muerte a manos de su propio esposo, durante una discusión.
Cuando aquella visión terminó, supo la verdad detrás de esa muñeca.
- Vaya, así que era eso, Partita.- Dijo, mirando a la muñeca.- Bueno, tuviste una buena vida. Pero parece que olvidaste un principio fundamental y hasta lógico de las estrategias: nunca digas tus planes antes de llevarlos a cabo.
Llevó la muñeca de vuelta a su lugar, y fue a buscar otro cambio de ropa para la otra muñeca sentada en la mesa.
Repitió el procedimiento con la muñeca, descubriendo con ella otra historia. Una mujer con la misma apariencia de la muñeca, de ojos violetas y cabello negro, al parecer, conocía a Partita. Una vieja amiga de la infancia con la que mantuvo contacto siempre... Así cavó su tumba, corriendo la misma suerte que su mejor amiga.
Pandora, una mujer nacida en cuna de oro, y que siempre eligió lo que le convenía más en vez de lo que quería. Casada con el hijo de un amigo de sus padres, que la amaba con locura, pero ella solo veía en él un seguro económico de por vida. Teniendo dos hijos, despreciando y siempre haciendo menos al mayor por ser físicamente parecido a su padre, y favoreciendo, adorando y consecuentando al menor... Vaya que se merecía terminar cómo terminó.
- Vaya, eso sí que es amistad más allá de la muerte. Fuiste una excelente amiga, Pandora. Aunque por lo que veo, una terrible esposa y madre.- Rió el peli-azul, para después devolver a la muñeca a su lugar e ir hasta la cama.- Estos deben ser sus hijos, Alone y Tenma, ¿no?- Soltó aquella pregunta al aire al ver una fotografía sobre la mesa de noche.- Y como siempre, al pobre Radamanthys siempre lo dejabas de lado como si no existiera.
El retrato mostraba a ambas madres juntas, ambas con niños. Por su apariencia, y por cuál de las dos mujeres lo sostenía, podía intuir de quiénes se trataba.
- Me pregunto qué habrá sido de ellos...
Estuvo a punto de tomar la fotografía en sus manos, cuando al observar a detalle los dos muñecos en la cama, su duda quedó resuelta.
- Vaya... Eso fue inesperado.- Mencionó, sujetando el muñeco de cabello castaño. Era sorprendente como incluso así tenía bastante parecido con Youma.- Te pareces mucho a tu padre, pequeñín. Veamos qué historia tienes por contar tú.
Tal y como esperaba... Un niño con una vida aparentemente feliz, ajeno a los problemas del matrimonio de sus padres por años, hasta que durante la adolescencia, todo se fue al diablo.
Discusiones que los adultos trataban inútilmente de ocultar a su hijo, un hijo creciendo con rencor hacia su padre, sintiendo impotencia por no ser capaz de proteger a su madre... Qué adorable.
En cuánto a Alone, un niño nacido en cuna de oro. El segundo hijo de un matrimonio estable, aunque con una marcada autoridad de la madre sobre el padre. El niño consentido de su madre, siempre con favoritismo y prioridad en todo, a comparación de su hermano mayor.
Dos niños provenientes de contextos diferentes, pero terminaron igual. Muertos el mismo día, por entrometidos, a los 13 años. Mientras jugaban a los detectives, pretendiendo investigar las desapariciones de sus madres.
- Ternuritas...
Estar en ese lugar había resultado mucho más interesante de lo que pensaba. Aspros comenzó a preguntarse si acaso todos los muñecos estaban relacionados entre sí.
Comenzó a inspeccionar uno por uno, hasta revisar todas las piezas, que eran en total 10. Ninguna otra estaba relacionada entre sí, había desde prostitutas, hasta una niña. Cada uno con una historia muy distinta.
Era fascinante...
Había investigado un poco al respecto de ese tipo de prácticas, sabía que para lograr algo así se necesitaba un poder demasiado grande, al igual que un manejo impresionante de magia. Pasó mucho tiempo tratando de encontrar a alguien con tal capacidad, y sin querer, ese alguien lo había encontrado a él. No podía permitir que una oportunidad así se le fuera de las manos.
- ¿Todo bien por aquí?- Preguntó con una amigable sonrisa Youma, apareciendo poco más de una hora después.
- Ya lo creo.- Respondió con una sonrisa Aspros, sentado en el borde la cama, sosteniendo el muñeco de cabello castaño en sus brazos.- Tenma me contó algunas cosas.
Al escucharlo mencionar el nombre del muñeco, la expresión de Youma cambió, tornándose a una más agresiva.
- ¿Cómo es que-?
- No eres el único con habilidades superiores a las de los mundanos humanos, ¿sabes?- Interrumpió el joven, acariciando el cabello del muñeco.- ¿Sabes algo, Youma? Desde niño me dí cuenta que tenía algo muy diferente y especial al resto de inútiles. Con solo tocar directamente un objeto, puedo saber absolutamente todo de él.- Añadió, dejando el muñeco de lado, para levantarse y acercarse al contrario.- También funciona con personas. Así que... ¿Qué ocultas?
Con una sonrisa, Aspros tocó la mejilla de Youma, consiguiendo así acceso a toda su vida. Un niño nacido en una familia de clase media dedicada a la brujería, que se había abierto paso en la vida por su cuenta. Conociendo al amor de su vida durante la adolescencia, casándose y teniendo un hijo con ella... Y como poco a poco, el cuento de hadas fue destruyéndose, hasta que ella simplemente intentó abandonarlo cómo si nada.
Pudo ver cómo la asesinó, arrepintiendose después y logrando mantener su alma en esa muñeca. Cómo la entrometida amiga de su esposa ese mismo día también terminó asesinada y atrapada en otra muñeca.
Y cómo a pesar de haber tratado de ocultar las huellas con un teatro armado y sostenido gracias a las intenciones de Pandora de abandonar a su esposo e hijo mayor, y una carta que ella misma había escrito y dejado a su familia. Todo se vió amenazado, gracias a su propio hijo y ese niño mimado.
No tuvo más opción que acabar con ambos adolescentes, manteniéndolos ahí desde hace años.
Vió cómo se cometieron cada uno de los asesinatos, cómo fue capturar a cada una de las víctimas, sus muertes y los años que llevaban ahí. Así como los planes de que él fuera el siguiente.
- Así que, ¿piensas que soy lindo para ser el padrastro de Tenma?- Cuestionó con una sonrisa, tras saber las razones.- Me halagas.
- ¿No estás asustado?- Le preguntó el castaño devolviéndole la sonrisa, mientras le sujetaba la mano.- Para cuando se dan cuenta, normalmente están aterrados.
- ¿Por qué debería estarlo?
Sin darle tiempo a responder la pregunta, Aspros rompió la distancia, besando los labios del mayor. Youma parecía no esperar en absoluto esa reacción, pero no se opuso y correspondió el acto, apretando la cintura del joven.
- Eres fascinante... Jamás conocí a alguien con semejante poder, y que tuviera las suficientes agallas para usarlo.- Exclamó Aspros con un brillo de enamoramiento en los ojos.- Muéstrame cómo lograr algo así. Llevo años buscando a alguien que pueda enseñarme a explotar el poder que tengo, y por fin estás aquí.- Añadió.- Pasé años buscándote, y fuiste tú quien me encontró a mí... Déjame formar parte de la familia, cómo tu esposo.
Youma esbozó una sonrisa enternecida ante las palabras del peli-azul. Era un jóven bastante hermoso, tenía una linda voz, y encima de todo eso, resultó tener un poder increíble... Quizás al fin tenía lo que por tantos años buscó.
- Eres un jovencito muy directo y atrevido, ¿sabías?
- ¿Y te molesta que lo sea?
- Para nada, precioso.- Sonrió el mayor, afianzando su agarre en la cintura de Aspros.
- Entonces, ¿me aceptas?
Un nuevo beso se hizo presente, fundiéndose en el calor de los labios ajenos, mientras suaves jadeos emergían.
- Lo tomaré como un "Sí".- Rió el más jóven.- ¿Podemos tener nuestra luna de miel ahora?
- Si eso es lo que deseas, claro que sí. Pero primero...
Aspros lo vió sacar un anillo de plata con un zafiro azúl incrustado, y la frase "All yours" grabada alrededor.
El jóven no dudó en asentir enérgicamente, prestando su mano izquierda para que la joya fuera colocada en su dedo anular.
Gracias a su don, supo de inmediato que ese anillo había sido creado por el mismo Youma, exactamente cinco años después del asesinato de su esposa y con varios más tras su espalda. El anillo fue hecho con el propósito de ser otorgado a la persona indicada para ser su nuevo amante.
Pasó años conservando el anillo, buscando a su portador, pero nadie había sido merecedor de tal privilegio... Hasta ahora.
- Acepto.- Sonrió Aspros, después de abrazar y besar a su nuevo esposo.
Ese fue el inicio de su nueva vida. Youma le enseñó todo lo que sabía de magia, hechizos y conjuros, además de encargarse de él como su esposo. Aspros incluso se mudó con él al poco tiempo, dejando atrás toda su vida anterior.
Con el paso de los años, su unión fue haciéndose más fuerte, al igual que su familia, cuando Aspros quiso una hija... Una que jamás se iría del lado de ambos y que amarían por siempre.
Una pareja letal, que formaba su familia desde las sombras, sin ser descubierta por nadie.
Juntos por siempre, en su casa de muñecas, hasta que la muerte los separase... O tal vez, ni siquiera la muerte podría separarlos.
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