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20

—No dejaremos que completes tu misión —dijo Shaka con voz firme.

—¡No pueden detenerme! —bramó el Pecado de la Gula —. El relicario es el primer paso hacia un festín eterno, y ustedes, caballeros de Athena, son demasiado insignificantes para detenerme.

Shaka intentó bloquear los ataques y crear barreras protectoras, mientras Milo contrarrestaba los ataques del enemigo. A pesar de sus esfuerzos, Avarus había recuperado casi toda su fuerza y comenzaba a superar sus defensas.

El cansancio y las heridas anteriores, comenzaron a acumularse, y el agotamiento se hizo evidente en sus rostros, no comprendían como Avarus seguía en pie, cómo los wendigos seguían saliendo cual ratas de alcantarillado.

—¡No podemos rendirnos ahora! —gritó Milo, su voz rasgada por el dolor —. ¡Debemos encontrar una manera de destruir el relicario!

Shaka asintió, aunque sus movimientos eran cada vez más lentos. La batalla se tornó aún más sangrienta cuando el Pecado de la Gula, enfurecido lanzó un ataque: —¡Festin de estrellas!

Una violenta lluvia de estrellas rojas descendió directamente sobre ambos caballeros. Shaka no pudo más y cayó al suelo, su armadura rota, gotas de sangre saliendo de su boca, por otro lado Milo, tambaleándose, estaba luchando por mantenerse en pie, se giró hacia Shaka y al verlo en tal estado, quiso correr hacia él, pero los wendigos lo acorralaron, sus dientes afilados amenazaban con seguir atacandolo.

El Pecado de la Gula, satisfecho con el sufrimiento infligido, hizo un ademán y en instantes dos wendigos sostuvieron al rubio, con pasos determinados, Avarus se acercó a Shaka, le tomo de la barbilla y le hizo mirarlo a los ojos.

—Tienes un hermoso rostro, caballero de Virgo —acaricio su mejilla y bajo hasta su boca —. Y unos labios carnosos. No me extrañaría que tengas a muchos detrás de ti.

Shaka trato de liberarse, pero Avarus apretó su agarre.

—Es una lástima que deba matarte —Soltó al caballero y caminó hasta el relicario con la intención de completar su ritual.

Sin embargo, la determinación de Shaka  no se extinguía fácilmente. A pesar de sus heridas graves, se levanto con esfuerzo, era crucial detener al enemigo antes de que fuera demasiado tarde.

—¡No... lo permitire! —dijo Shaka, con su voz apenas audible pero llena de determinación.

Avarus mostró una enorme sonrisa al ver cómo ese caballero pese a estar tan herido, seguía luchando por evitar su muerte, le parecía bastante divertido. La batalla continuó con una intensidad frenética, los movimientos de Avarus eran tan impredecibles como destructivos.

Milo continuo luchando contra los wendigos por un par de minutos más hasta que finalmente logró matar a la mayoría y dejando a otros tan mal heridos que no podían seguir más.

El enfrentamiento alcanzó un clímax cuando un destello carmesí iluminó el bosque, proyectando grotescas sombras que reían y bailaban con el caos de la batalla. Avarus, estaba alimentándose del temor y la desesperación que emanaban de los muertos alrededor del lugar.

—¡Milo, cúbreme! —exclamó Shaka, cerrando los ojos para concentrarse mientras juntaba las palmas de sus manos.

—¡Entendido!— Se lanzó hacia Avarus—. ¡Aguja Escarlata!— Una serie de pinchazos precisos impactaron en su cuerpo, obligando al Pecado a retroceder momentáneamente y soltar quejidos por el dolor del aguijón del escorpión. Quizás la segunda vez estaban siendo más efectivos.

—¡Es inútil, insectos! —rugió Avarus, alzando una mano y desatando una ráfaga de energía oscura que barrió el área. El impacto derribó a Milo, pero no logró romper la concentración de Shaka.

El caballero de Virgo, inmóvil en medio del caos, irradiaba una calma inquietante. Un círculo dorado comenzó a formarse a su alrededor, expandiéndose lentamente mientras recitaba mantras en voz baja. La energía que emanaba de Shaka era como un loto contra la voracidad opresiva de Avarus.

Avarus, sintiendo el peligro inminente, se giró hacia Shaka con furia: —¡¿Qué estás haciendo, maldito iluminado?! —bramó, avanzando con una rapidez que dejó una estela de sombras a su paso.

Milo, herido pero indomable, se levantó tambaleándose y se interpuso entre Avarus y Shaka. —¡No pasarás! —gritó, desatando su técnica definitiva. —¡Aguja Escarlata: Antares!

Milo de acercó lo suficiente hasta Avarus, uso su aguja carmesí y la clavo en el pecho del pecado de la gula, Avarus por su parte soltó un grito de dolor, mito con furia al guardián de Escorpio, lo tomo del brazo y lo alzó hasta al cielo lanzándolo varios metros lejos.

—El ciclo de la vida y la muerte es eterno, y hoy tu hambre insaciable será purgada. —La voz de Shaka resonó como un eco divino mientras abría los ojos, revelando un resplandor cegador en su mirada. —¡Capitulación del Cielo y el Demonio!

La esfera de energía liberada por Shaka fue abrumadora. Una descarga de cosmos puro descendió sobre Avarus, purificando el área con un fulgor celestial. Los tentáculos de oscuridad del Pecado se desintegraron al contacto, y sus gruñidos de dolor se transformaron en alaridos desesperados. El cosmos de Shaka no solo atacaba el cuerpo de Avarus, sino también su esencia, desmoronando la corrupción que lo sostenía.

—¡Esto no puede estar pasando! ¡Yo soy eterno! —gritó Avarus, luchando contra la luz que lo consumía.

Pero Shaka, imperturbable, mantuvo su ataque. El Pecado de la Gula cayó de rodillas, su figura antes imponente ahora reducida a un ser debilitado que apenas podía sostenerse. El relicario, que había sido su fuente de poder, comenzó a resquebrajarse bajo la presión del cosmos dorado.

Milo, agotado y cubierto de heridas, se acercó a Shaka mientras Avarus emitía un último aliento de resistencia. —¿Lo conseguimos? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Shaka asintió levemente, pero su rostro mostraba una mezcla de preocupación y agotamiento. —El relicario aún está activo. Su destrucción es la clave para erradicar por completo la influencia de Avarus.

Ambos caballeros dirigieron su atención al relicario. Era una estructura pequeña, de apariencia engañosamente frágil, pero emanaba una energía que parecía desafiar las leyes mismas del cosmos. Shaka dio un paso adelante, alzando una mano para canalizar su cosmos hacia el objeto.

De repente, una carcajada baja y burlona resonó detrás de ellos. —¿De verdad creían que sería tan fácil? —Avarus, aunque debilitado, alzó una mano y desató un último ataque desesperado. Un torrente de sombras se dirigió hacia los caballeros, buscando consumirlos en un acto final de venganza.

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