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41. El deseo oscuro de Ker

Personajes: Saga de Géminis, Ker
Historia relatada en base a la serie de Origin, siguiendo la cronología de la misma obra. Los personajes aquí mencionados son exclusivamente del Origins Chapter 1 ''El tercer géminis''.

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Habían pasado veintiocho años desde que la diosa Ker había implantado la doble personalidad en uno de los Géminis; ella se lo había dicho a sus hermanos, ninguno sabría que se trataba de una estrella maligna. Solo uno de los dos gemelos había sido el desafortunado, y si lo salía bien para la diosa, aquel pobre inocente sería el caballero de oro de Géminis al servicio de Atenea.

Por primera y única vez, la Diosa Ker abandonó el inframundo; iría en busca del gemelo afectado. Su rumbo la llevo hasta el santuario de Atena; pero la fuerza de la estrella no la guío hacia uno de los doce templos como se esperaba, sino a la cámara patriarcal. Ker entró por su propio pie, sabía que sería peligroso pues cualquiera que poseyera un poco de cosmo podría detectar la intromisión del suyo.

Sin importarle continuo su andar, todo a su alrededor era blanco y dorado, tan puro como la viva imagen de Atenea. La menor de los consejeros de Hades, empujó las enormes puertas que yacían delante de ella. Detrás de lo que parecía un pasillo se encontraba un salón, vacío con las mínimas decoraciones como todas las habitaciones que visitó en su recorrido.

Delante de ella, pero a unos cuantos escalones por sobre el nivel, se encontraba un trono, forrado en terciopelo rojo e incrustaciones de oro; en el lugar yacía sentado una persona. Vestía de túnica azul con toques y bordados de hilos rojos y dorados, sobre la cabeza había un casco color escarlata, coronado con dragones. Su rostro no era visible, llevaba una máscara del silencio. Las conocía bien; la diosa Atena las usaba para castigar a sus guerreras femeninas. Renunciar a su feminidad y belleza simplemente era algo atroz para la diosa del destino, quien gozaba de extensa belleza otorgada por sus padres. Por si fuera poco, la diosa Ker no vestía con una túnica blanca como sus hermanos, sino que solo llevaba su súrplice pegada al cuerpo, esto se podía confirmar a simple vista pues sus muslos y brazos yacían descubiertos aún por debajo de las inmensas alas que conformaba su coraza.

Aquella persona sentada en el trono no hizo movimiento alguno, ni tampoco dijo ni una sola palabra durante la caminata de Ker; y es que la diosa del inframundo tenía una gracia precisa al caminar que parecía estar flotando. En su andar, se deshizo de la tiara coronada que llevaba a juego con el ropaje sapuri, dejó ondear el precioso y largo cabello negro y una vez que estuvo tan cerca del hombre de inclinó hacia él. Ker sonrió, le tomó por las mejillas y levemente levantó la máscara patriarcal. Los labios del hombre fueron descubiertos poco a poco; dejando que la diosa lo besara con cierta pasión

Sorprendentemente, el beso fue correspondido por el patriarca; sostuvo con fuerza la cintura de la diosa haciendo que el cuerpo de la misma se sentara sobre su regazo:

—¡Oh mi querida Estrella del infortunio! Han pasado casi treinta años — Dijo ella al separarse del hombre. Finalmente terminó por retirar la máscara de plata. Pasó sus delgadas manos por el rostro de Saga, acarició sus mejillas y besó parte del afilado mentón.

— Has tomado un cuerpo muy apuesto— sonrió y volvió a recargar sus labios contra los del caballero usurpador.

Fue entonces que Ker se puso de pie, atrajo al Géminis consigo y solo avanzó un par de pasos: la coraza negra e índigo se separó de ella, dejando expuesto su cuerpo, la diosa Ker hizo que Saga se recostara sobre la alfombra, abrió su túnica azul y se posicionó sobre su regazo.

Comenzó a avanzar besando desde su cuello hasta el abdomen, la diosa del destino se deleitaba con el cuerpo humano al que le había asignado su estrella celestial. Beso, lamió y mordisqueo cada centímetro del cuerpo de Saga, el hombre se deleitaba con cada caricia, los ojos rojos se tornaban blancos de vez en cuando conforme la lengua de su diosa lo tocaba; y es que la lengua de la menor parecía una llamarada que quemaba por completo haciendo de aquel acto algo increíblemente erótico.

La diosa continúo descendiendo hasta posicionarse entre sus piernas; terminó por bajar el pantalón de seda liberando el miembro del patriarca. Bastó un par de segundos para tomarlo y acariciarlo. Las delicadas manos de Ker hicieron enloquecer a Saga, el miembro comenzó a despertar, se erecto fácilmente gracias a la presencia femenina.

Ker llevo el falo de Saga hasta su rostro; lo sostuvo firmemente hasta que pudo introducirlo profundamente en su boca. La lengua caliente una vez más enloqueció al masculino, en forma viperina recorrió el miembro de arriba a abajo, deslizó la rosada punta por cada vena que comenzaba a hincharse, Ker logró llegar hasta la punta del miembro, deslizó el pequeño monte entre sus dientes haciendo gemir al masculino.

Definitivamente la diosa estaba encantada con la voz tan ronca perteneciente al Géminis. Una vez más la chica comenzó a succionar el miembro, lo hacía entrar tan al fondo de su boca que casi golpeaba la garganta; la acumulación y derrame de saliva era inminente, cada cierto tiempo se le veía a la diosa atragantarse. Repitió las acciones hasta que el miembro del masculino estuviera completamente erecto y fuera capaz de detenerse por sí solo, fue entonces que se levantó solo un poco para sentarse encima de este.

El miembro de Saga entró sin obstáculos dentro de la cavidad de Ker. La pequeña diosa libero un gemido alto y sonoro seguido de una risa delatora. Había sentido tanto placer por la interrupción de aquel miembro que no le importó si quiera que alguien más les escuchara. Tan pronto el miembro llegó hasta el fondo de su cavidad, Ker comenzó a moverse, de arriba hacia abajo, haciendo que la virilidad de saga entrara y saliera continuamente.

Los movimientos se volvieron repetitivos mientras las manos del santo de Géminis se situaban sobre los senos del espectro. Saga pellizco y tiro de los rosados pezones con brusquedad haciendo que Ker continuara entonando los gemidos tan altos como le fueran posibles. De repente un quejido provino del géminis, sus largos y negros cabellos habían cambiado totalmente; ahora se habían convertido en hebras doradas. Saga parecía confundido, tanto así que lo primero que hizo al ver a la diosa del destino sobre él fue empujarla lejos. Ker se limitó a observar lo que le ocurría, al contrario; no le pareció extraño, pues sabia el porqué de su actuar.

Cuando el rostro de Saga alcanzo la tranquilidad abrió los ojos, las pupilas no estaban rojos como antes, estaba por ponerse de pie cuando un nuevo ataque le poseyó; una vez más parecía quejarse, se sostenía la cabeza mientras el cabello se tornó obscuro nuevamente, y entonces Ker sonrió maliciosamente.  El hombre había vuelto a su forma maligna controlada por la estrella de Ker.

El cambio y deseo fue notorio, pues enseguida, el hombre mostro una sonrisa maliciosa, se acercó hasta Ker arrodillándose delante de ella. La besó con pasión y lujuria, y entonces la posiciono sobre sus rodillas, le sostuvo por las caderas y brutalmente comenzó a envestirla. La diosa sonreía adolorida, sus gemidos se hacían más fuertes y continuos, cada vez Saga parecía llevar toda su fuerza en contra de ella, el miembro erecto entraba y salía una y otra vez de su vagina, creando un sonido por cada golpe que ocurría entre ambos cuerpos.

Las rodillas y codos de Ker rosaban el mármol frio, las ligeras capas de sudor hicieron que la posición resultara un poco tediosa, sin embargo, la diosa se negaba a detenerse. El miembro de Saga crecía y se volvía más duro conforme los movimientos se suscitaban, su entrepierna no tardó mucho en arder, a los pocos minutos el caballero de Geminis vacío todo su líquido seminal dentro de la cavidad de la mujer, retirándose enseguida únicamente para posicionarse sobre de ella y continuar con una nueva serie de penetraciones.

Saga no se detuvo en ese momento a pesar de que su mente luchaba por expulsar de su cuerpo aquella estrella maligna; en un par de ocasiones durante el acto volvió a suscitarse la transición de personalidades, pero cada vez que sucedía, el éxtasis y el deseo de Saga y la estrella incrementaba. Sin saberlo, el patriarca usurpador estaba entregándose al deseo maligno de la diosa Ker, sin si quiera importarle que, a sus puertas, muy pronto estaría postrada la verdadera Athena.

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