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33. Juegos de amor

Personajes: Afrodita de Piscis, Deathmask de Cáncer
Historia relatada siguiendo la cronología y argumento original de la historia Excalibur: La historia Secreta, Sidestorie original de Saint Seiya. Los personajes aquí mencionados son exclusivamente del tomo #1, siendo más específicos, en el capítulo 6 ''La llegada''

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Eran poco más de las tres treinta de la madrugada. Todos estaban pendientes de la llegada. En ese año, ese bendito año, cuando la reencarnación de la Diosa Athena aparecería a los pies de la estatua. El pontífice Sion había fallecido sin dejar un sucesor aparente, pues Saga había desaparecido, fue por eso que, Arles, el hermano menor del pontífice había tomado su puesto como sumo sacerdote.

La dichosa vigilancia a la que Afrodita fue forzado a realizar como parte de sus deberes impuestos, y sospechas hacia el Santo de Oro, Aioros, había culminado, sin embargo, su mal humor no se esfumaba, en realidad estaba aumentando con cada momento que transcurría mientras sus ojos escrutaban en la búsqueda de su acompañante, que gustoso, había aceptado la "misión de cuidar" las puertas de los aposentos del Kyoko.

Sin embargo, dicho acompañante aprovechó de ser mayor que él para desaparecer por un momento en el templo del patriarca, ya que este último se habría insinuado a Deathmask, lo que para Afrodita tristemente significaba... sexo ocasional.

Debería estar acostumbrado a tan singulares "hábitos" de Arles, pero no podía, no cuando recordaba esa cara tan dura... y cuando de vez en vez ellos dos también terminaban de amantes. Esto, a espaldas de los demás caballeros de oro que tenían como regla número uno: "Nunca fornicar con algún otro caballero." Aunque la dichosa regla fue rota por su propio promulgador; El sumo Sacerdote.

—¡Hey, Afrodita! —La voz entonada con un sensual acento atrajo su atención, seguido de un beso húmedo sobre la sensible piel de su cuello. — ¿Por qué esa cara... no te divertiste? —La lengua viperina del moreno traviesamente dio una caricia sacudiendo las terminales nerviosas del piscis que vibraron ansiosamente.

Pero el sueco frunció el ceño al ver los cabellos desaliñados. Captar la mezcla del perfume barato italiano con la loción fuerte y varonil del pope, y sentir en esos labios el hedor del humo de cigarro sobre su piel. Afrodita se giró levemente sobre sus talones sosteniendo el casco bajo el brazo derecho.

—Shura se marchó hace una hora a dar su última ronda, y como tú ya te has divertido, yo me iré. En unas horas tendré una nueva misión. —Afrodita no esperó respuesta, comenzó a emprender la marcha.

—¡El pequeño Afrodita está enojado porque no lo atendí!... uhmm... —La risita y la expresión burlesca no pasó desapercibida para el otro caballero que frunció más el ceño denotando su molestia.

Afrodita continuó su camino por las escaleras de los templos a sabiendas que lo mejor que podía hacer en ese caso era ignorarle y salir de ese maldito lugar.

Pasaron el marco trasero del templo de Piscis, conectándolos a la sala central de dicho templo. Afrodita sentía muy pocas personas despiertas en el santuario, el cielo estaba oscuro como una noche tétrica, soplando el viento su aliento gélido. Pero no importó, el sonido único del castañeo de su armadura le indicaba que su acompañante se había detenido metros atrás. Se detuvo en la puerta principal del templo de Piscis y esperó a que su acompañante se dignara en subir para permitirle el paso por su propio templo, pues a pesar de ser un caballero de oro también, el propietario del templo debía permitirles a sus compañeros el paso libre.

—¡Yah... Afrodita! Pareces un niño caprichoso. —Continuó con su molesto tono burlesco mientras subía soberbiamente la escalinata y dejando entre ver una muda risa altanera.

Como muestra aprobatoria de conceder el paso libre por la casa, Afrodita hizo una reverencia con la mitad superior de su cuerpo, siendo respondida de inmediato por el italiano, a lo que el sueco espero a que Deathmask avanzara para adentrarse de inmediato a la casa.

Afrodita camino por delante, escuchando las pisadas de su compañero a la par de las suyas. Entonces escucho hablar de nuevo al italiano.

—Veamos si con esto me perdonas... —Afrodita no le presto importancia a lo que dijo hasta que fue recargado un tanto presuroso contra uno de los pilares de la casa de Piscis, enseguida veía como Deathmask se acercaba a él acariciando sobre sus pantalones con esas manos traviesas.

Afrodita no se dio cuenta como, pero su armadura se despegó de su cuerpo dejándolo con la ropa interior de su cloth. Fue entonces que Deathmask pudo seguir tocando su entrepierna, masajeándola suavemente, cuando menos lo pensó, el caballero de cáncer ya se encontraba a la altura de su entrepierna depositando un beso sobre la tela... haciendo despertar las emociones reprimidas. Deathmask sacó el miembro de las capas de estorboso tejido.

Ni siquiera pudo recordar lo que pensaba responder, ya que las manos rápidamente se dieron a la tarea de estimularlo de arriba hacia abajo, presionándolo con cierta fuerza. Su respiración se agitó... la excitación subió por su cuerpo provocando una descarga de electricidad. Los dedos del cáncer presionaban deliciosamente, rozando lentamente y bombeando a un ritmo sugestivo. Este no demoró en endurecerse. Afrodita comenzó a jadear... las sensaciones desbordantes golpeaban sin descanso, el placer se volvió dolor.

—¿Aún no es suficiente, ah? — Deathmask presionó con más fuerza el agarre, recibiendo un ronco gemido. — Aún viene lo mejor... —

Los bombeos se detuvieron, pero en cambio una caliente y húmeda boca engulló la palpitante entrepierna. Entonces sí, Afrodita perdió la noción del mundo. Se estremeció con rabia... podía sentir perfectamente esa pequeña lengua viperina torturándolo con movimientos circulares, los dientes mordisqueando con cuidado, los labios apretando y succionando magistralmente el falo desde la base hasta llegar a la rosada punta.

Las penetraciones a su boca comenzaron en una danza lenta, pero esto tan solo enloqueció sus sentidos. Deathmask apoyado con sus manos se esforzaba al máximo en complacer a su compañero. Tiraba con perversión tensando la resistencia del menor, que para esos momentos había acelerado el vaivén de sus caderas. Era un juego peligroso... pero que le gustaba jugar.

—Ahh... Ahh... An-angelo... v-voy... a... —El mayor ya lo presentía pues en su paladar estaba impregnado el sabor salino pre-seminal. Así que malvadamente gimió antes de que su ritmo fuera veloz, no se detuvo hasta que la explosión ocurrió, recibiendo con gula toda esa caliente y cremosa esencia salada que deslizó por su garganta, tragando hambrientamente. Solo con él hacía eso, solo con Afrodita tragaba el semen... era una fijación lujuriosa que Deathmask simplemente no podía evitar.

Pero este no lo liberó tan pronto, por el contrario, continúo lamiendo juguetonamente procurando dejar el miembro del piscis limpio... suspiró satisfecho cuando terminada su labor se levantó y le ayudo a acomodándole sus ropas...

—Uhm... ¿Más contento? —Sonrió sugestivamente mientras sus manos presionan la entrepierna ahora cubierta por la ropa nuevamente. —¿O todavía quieres que te lo meta?, ¿eh? Uhm... eso suena bien ¿No te parece? —

Con el pulso acelerado y la respiración jadeante, sujetó al piscis por los hombros apretándolo para después buscar la boca contraria y con la sangre encendida, se fundieron en besos húmedos. La saliva a licor y semen se mezclaron, Afrodita hambriento robaba el aliento del cáncer consumiendo los gemidos. Lentamente se separaron, sus ojos nublados en perversión se conectaron.

— Ahh... v-vamos... a-tu... habitación... —Ronroneó Afrodita presó del deseo de fundirse y sentirlo dentro. —V-vamos... An...gelo. —

Se encaminaron de inmediato hacia el ala privada del templo de Piscis, y tan pronto se adentraron a la habitación, los besos húmedos dejaban en evidencia sus intenciones oscuras. Fue el turno de Afrodita para lamer el cuello y mordisquear el lóbulo de la oreja. Soltó un jadeo urgido al mismo tiempo en el que se atrevió a sujetar con fuerza el trasero, masajeando con perversión... era la señal.

Con torpeza se fueron desnudando uno al otro. Gemían ansiosos, se tocaban por donde les permitían las manos, sonreían traviesamente. Llegaron a la cama principal. Deathmask empujó al menor sobre esta, gateó felinamente sin borrar esa sonrisa malévola, movió su cuerpo en un oleaje que incitaba al pecado, que provocaba a su acompañante... recorrió húmedamente el cuello y luego los hombros, en un camino zigzagueante hacia el pecho, atacando los duros pezones, pero tomando su tiempo en jugar con ellos.

Continuó bajando por la cintura, mordisqueando suavemente el ombligo, llegó al vientre hasta llegar a la entrepierna, empezó con besos cortos, luego con pequeñas lamidas similares a las de un gato, sus manos tomaron el miembro de Deathmask moldeando con movimientos en espiral... no tardó en cobrar color y vida, el caballero de cáncer gimió sensualmente, caprichosamente volvió a meterse el miembro a la boca... se tomó sus minutos lamiendo de arriba hacia abajo, succionó en puntos sensibles y sonrió victorioso cuando lo sintió vibrar. Afrodita posó dulcemente sus manos sobre la cabellera del mayor para marcar con cierta paciencia el ritmo que se le antojaba.

El ambiente pesado llenó la habitación de la clásica sinfonía de gemidos, jadeos y maldiciones. Afrodita liberó un rugido rasposo en el momento en que, de una certera estocada, termino penetrándose así mismo... por inercia las manos de Deathmask pararon en las caderas.

El menor temblaba con el palpitante miembro llenándole. No hubo lágrimas ni sollozos, en realidad el delicado sudor perló endemoniadamente sexy esa sonrisa triunfante en el rostro del italiano. Posó sus manos sobre los hombros fuertes del menor, comenzando así el cadencioso vaivén de caderas. Sus pieles rozaban con una armonía casi empática, se enfrentaban sensualmente y cuando llegaban a cierto punto sensible del piscis este gemía de una manera que enloquecía a Deathmask, esa voz, corrompida en placer sexual. Esas suaves y blanquecinas caderas a las que se aferraba apoyando al otro en el control de las embestidas osadas eran su perdición.

Las penetraciones no seguían un solo ritmo; unas veces eran lentas y con poca fuerza, otras eran rápidas con fuerza brusca, pero siempre profundas llegando a golpear esa zona orgásmica que arrancaba sonoros gemidos. Los labios ansiosos se unían en húmedos besos desesperados obligando a sus lenguas chocar en una batalla lujuriosa. Sus pieles sudorosas friccionaban con sobre excitación y las expresiones corrompidas en el más bajo placer carnal exponían sus emociones. Permanecieron unos minutos bajo dicho oleaje antes de que llegaran al clímax, resonaron entre las paredes gemidos ahogados que murieron, así como habían nacido. Afrodita se derramó entre los dedos de su compañero gracias al orgasmo obtenido con ayuda de su amante.

Ambos dejaron que sus cuerpos gozaran sumergidos en el éxtasis por breves segundos, luego, el italiano salió del menor cayendo a un lado de él sobre la cama. Sus pechos subían y bajaban desesperados debido al cansancio, los pulmones exigían aire. Permanecieron en silencio... Deathmask fue el primero en levantarse dirigiéndose al baño. Afrodita permaneció sobre la cama, disfrutando de las enloquecedoras sensaciones que envolvían su ser, esas descargas que permanecían dentro sacudiéndolo. Su amante demoro largos minutos, después le sorprendió con una tierna caricia en sus mejillas, Afrodita abrió los ojos encontrándose con el cuerpo y los cortos cabellos azulinos goteando, envuelto en una de sus batas de baño de seda.

—Duerme un poco... debes descansar. Yo te despertaré cuando sea la hora. —Deathmask sonrió amablemente, continuó acariciando el rostro.

—Estoy bien... —Rechazó la mano cálida que produjo ese extraño revoloteo de mariposas en su estómago, se volvió incorporándose. —Deberías irte ahora, tendré una misión muy pronto—

—Yo lo hago por ti, descansa. —El mayor insistió.

-—No te preocupes por mí. No soy ninguna chica, ¿recuerdas que soy un caballero de oro? poseo resistencia suficiente... además, ya me ayudaste con buen sexo. Ahora debes irte. — Afrodita se levantó, tomó sus cosas y fue al baño para limpiarse.

Cuando el piscis salió vestido, se encontró con el mayor también listo. Tenía puesta una vez más la armadura de cáncer.

-—No es necesario que hagas esto. Puedo partir solo. —Excusó Afrodita, odiaba las "atenciones amables" de sus amantes. Especialmente las de Deathmask, que desde la primera vez que intimaron demostró ser diferente al resto; él tenía caricias dulces, palabras amables y esa sonrisa encantadora. Le trataba con respeto a pesar de ser un sádico a la hora de luchar o estar frente a los demás.

-—Déjame hacerlo... por favor. -—Y entonces Afrodita no pudo negarse. Por alguna enferma razón había cosas que era incapaz de negarle al mayor. En realidad, no quería acostumbrarse a las atenciones caballerosas... porque eso significaba aceptar que lo suyo era algo más que jugar a los amantes sedientos de sexo.

Algunos meses después... las cosas no habían vuelto a ser las de antes en el santuario, tampoco para el caballero de cáncer. Llevaba poco más de dos meses sin poder intimar con otras personas... séanse mujeres y hombres. Su cuerpo simple y sencillamente no respondía al estímulo visual, ya no hablaba del físico porque era vergonzoso aceptar que lejos de indiferencia, sentía rechazo total. Sin embargo, no estaba enfermo ni nada por el estilo, su libido estaba mejor que nunca. Solamente que parecía activarse con Afrodita... lo cual era desesperante para Deathmask.

Afrodita nunca se imaginó que terminaría liado con el miembro más promiscuo de toda la orden. Sin embargo, no era estúpido, conocía a la perfección a Deathmask... su indiferencia ante todo lo referente al corazón, según él: "El amor no existe más que en películas y literatura", Afrodita estaba en contra de dicho pensamiento, era absurdo creer eso. Pero a este le atrajo más y más... descubrir ¿Qué había detrás de ese muro de superficialidad?

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