24. Lealtad
Personajes: Saori Kido, Kanon de Géminis
Historia relatada en base a la serie animada Saint Seiya, siguiendo la cronología de la misma obra. Los personajes aquí mencionados son exclusivamente de la Saga de Hades, capitulo Santuario, siendo más específicos en el episodio 115, ''El comienzo de una nueva guerra Santa''.
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Ya habían pasado unos cuantos meses desde la terrible batalla contra el emperador Poseidón en su reino submarino. Sus caballeros de bronce una vez más estaban heridos; se recuperaban lentamente. Un caballero se había unido a sus filas, esta vez tomando un puesto bastante importante; Kanon había dejado la escala del ejército del Dios Poseidón para tomar el papel de santo de Géminis, cuyo ropaje y templo había estado vacío hace más de trece años.
Desde que Atena había perdonado a Kanon y este último recibió el tridente de Poseidón en lugar de ella, la Diosa lo tomó como el mayor hombre de confianza de entre los santos. La señorita Saori se paseaba por el santuario junto a él, comía siempre con su compañía, inclusive permanecía en el templo de Atena a solas con él, por las noches Kanon montaba guardia a las afueras del templo, esperando poder salvarla de cualquier cosa que llegase a afectar a su diosa.
Aquel día, la última estrella había aparecido en el cielo, y con ello, Kanon daba por inicio una nueva noche en la que permanecería en vela. Sin embargo, la diosa Atena se presentó detrás de él, le colocó una manta de seda sobre los hombros.
— No pensé que estuvieras aquí, Kanon. —Le dijo ella, en cuanto el Géminis levantó la mirada para verla.
—Atena... no debes. — respondió poniéndose de pie enseguida, quitando la manta de sus hombros y así poderla colocar sobre los hombros de ella. Volviéndose a colocarse sobre la rodilla derecha.
La señorita Saori había mudado su vestido de seda largo por un camisón de dormir un poco más corto, lucía brillante ante la luz de la Luna. Saori sonrío y enseguida le tomo por la mano. Kanon la sostuvo con caballerosidad y respeto, se puso de pie para ayudarla a entrar nuevamente a sus aposentos. Con la mirada gacha se dejó guiar por ella hasta donde yacía el lecho. Y poco antes de emprender la escalinata le soltó, el hombre estaba por marcharse sin darle la espalda, a lo que ella le llamó:
—Kanon... no te he dicho que te marches—Dijo ella posando en un escalón, haciendo que el mayor se detuviera al instante en su intento por volver afuera.
El hombre asintió con la cabeza y acto seguido adoptó la postura de respeto conocida a su santidad, con la rodilla al suelo y su mirada por debajo esperando una nueva orden. Pasaron unos cuantos minutos en silencio, la diosa Athena no había dicho nada todavía, por lo cual, Kanon no podía levantar la vista o hacer cualquier movimiento. Fue entonces que la chica le pidió descansar.
—Puedes verme, Kanon — Dijo ella en un tono de voz completamente diferente, su voz parecía seductora y ciertamente excitante.
Kanon simplemente levantó la vista lentamente hasta encontrarse con Atena. Pero el ex dragón marino se sorprendió por lo que vio. Sobre el lecho de piedra se encontraba Atena, complemente desnuda recostada a lo largo de aquel mueble, dejando al descubierto su cuerpo terrenal, Kanon se quedó boquiabierto, su cuerpo lucía ser perfectamente el de una mujer adulta, la chica no se sonrojó al mantener la mirada, por el contrario, lució victoriosa, como si hubiese cumplido lo que anhelaba.
—Acércate Kanon— Dijo ella pasando su mano derecha por encima de sus piernas, marcando un camino hasta llegar a su pecho.
—No puedo... — Respondió el masculino manteniendo su mirada en el piso.
—Si puedes, te lo he ordenado. —
—Aunque sea una orden de usted, mi señora, no me es permitido. Las reglas del santuario dictan... — objetaba el caballero de Geminis con un tono de vergüenza en ella.
—El santuario soy yo... yo soy la diosa atenea, te he ordenado que me mires... que me toques... — y dicho aquello Atenea se dejó caer sobre la cama, pasó sus manos sobre sus pechos nuevamente, curvó la espalda ligeramente haciendo que aquellos se levantaran un poco a la vista, mientras sus cabellos púrpuras caían ligeramente de sus hombros, Kanon aunque ciertamente apenado no podía dejar de verla, la chica no lucía como una niña, aunque eso era la edad que representaba la diosa.
Su cuerpo terrenal era precioso, como el de una mujer adulta, una hermosa y sensual mujer. Kanon se levantó de su rodilla, y entonces como si estuviera bajo un embrujo, avanzó algunos pasos hacia el lecho de la diosa. Aquella solo permanecía con los ojos cerrados, acariciando sus pechos y sus piernas como si nadie estuviera viéndola.
Tal y como si lo supiera, la diosa Atena abrió los ojos, justo cuando Kanon se había acercado a ella, Saori le tomó la mano y le hizo que le tocara los pechos, Kanon no se negó, tan pronto hizo contacto con su piel terminó por acariciar con ambas manos; sus dedos largos se deslizaban por su cuello, las palmas masculinas eran lo suficientemente grande como para aprisionar por completo sus senos, aquellos parecían más pequeños a comparación del cuerpo del gemelo menor. Saori no tardó en gemir, un delicado sonido escapó de entre sus labios, dándole paso a una sonrisa.
—Oh... Kanon... — decía la joven diosa conforme se mordía poco a poco los labios esperando que las caricias del mayor no se detuvieran en ese momento
Enseguida el Géminis tomó sus pezones, los pellizco con levedad y libertad haciendo que aquellos se tornaran duros inmediatamente, sin embargo, las expresiones de la muchacha lo hacían continuar con toda la propiedad que él podía. Sin decir alguna palabra se inclinó sobre ella, le acarició los costados de su cuerpo al mismo tiempo en el que sus labios se encargaban de besar y lamer su piel.
El Géminis continúo descendiendo hasta llegar a su entrepierna, una vez allí, le dedicó una sonrisa llena de maldad y deseo, Saori no pudo descifrar lo que en ese momento el general pensaba, sin embargo, se imaginaba sus futuras acciones. Tan pronto le fue posible, Kanon se abalanzó contra su entrepierna, su boca la tomó como si quisiera morderla, enseguida comenzó con un vaivén con su lengua, encargándose de introducir la punta de la misma de arriba hacia a abajo entre su clítoris.
Athena soltó un enorme grito, acto seguido acompañó las estimulaciones del ex general con sus gemidos, además de rogar porque aquel hombre no se detuviera. La muchacha flexiono sus piernas, lo cual hacía que la vista de su caballero se tornara más amplia sobre su intimidad. Kanon por su parte lamia y succionaba la entrepierna de la muchacha, en ciertas ocasiones, el hombre llegaba a tironear con sus labios del clítoris de Atena, provocándole e incrementando la temperatura y el placer de ambos.
La pequeña diosa situó ambas manos sobre los largos cabellos ciruelos del griego, haciendo que de vez en cuando, aquel cesara en sus estimulaciones, y es que, resultaban tan placenteras que Saori creía que en cualquier momento estaría derramando su aroma en la boca de Kanon.
Fue entonces que el masculino se levantó, tomo los cordones de sus pantalones desatándolos con suma rapidez, y aun permaneciendo en la misma posición, hizo que Saori sostuviera rápidamente su miembro entre su boca. El mayor comenzó a mover sus caderas de forma continua, haciendo que el falo endurecido se restregara en contra de sus dientes y mejillas.
En ciertas ocasiones Kanon fue tan profundo en su boca que llegó a tocar la garganta de Saori, haciendo que la chica tuviera arcadas y el borde inferior de sus parpados se tornaran rojos. Al salir el miembro, aquel colgaba con largos hilos de saliva, Saori sonreía triunfantemente mientras sostenía sus pechos entre sus manos, los pezones estaban totalmente duros, al igual que el miembro de Kanon, tanto, que se había curvado ligeramente hacia la izquierda.
Acto seguido, Kanon tomó por los brazos a la diosa, la levantó y la colocó de espalda contra su pecho. La sostuvo con ambas manos fuertemente por la cintura, mientras que la hacía encorvarse hasta apoyar ambos codos sobre el lecho de piedra. Saori no hacía más que mostrar una impaciente sonrisa, levantó su trasero de forma que aquel quedase muchísimo más cerca y al alcance del Géminis. El hombre con sus enormes manos palmeó con fuerza, provocándole a que gimiera con tan melodiosa voz que aquella poseía.
Saori estaba esperando por que aquel hombre se decidiera a consumar el acto, sin embargo, en cuanto se disponía a realizar una reprimenda al caballero, aquel movió su pelvis, haciendo que de una estocada su miembro quedase dentro del cuerpo terrenal, Saori reprimió un gemido, e hizo todo lo posible porque aquello no representara un dolor para su cosmo, de ser así, seguramente en unos minutos tendría al resto de caballeros en su puerta preguntando qué era lo que le sucedía. Acto seguido, Kanon comenzó a moverse en contra de su cuerpo, el trasero de la pequeña diosa se golpeaba en contra de la pelvis masculina, conforme marcaba los movimientos de sus caderas.
El miembro e Kanon entro completamente en su entrepierna, el hombre estaba tan excitado como la mujer que había olvidado completamente de quien se trataba. Saori mordía sus labios con levedad, intentando reprimir sus gemidos, sin querer dejarle saber que aquellos movimientos la hacían sentir estallar.
Las caderas de la pequeña diosa se movían en contra del miembro de Kanon, de vez en cuando la menor viraba la vista hacia él, esperando poder verlo lleno de placer, sin embargo, el géminis mostraba más un rostro duro, implacable, tanto que le recordaba a su hermano mayor, Saga. En ese momento Saori se mordió los labios nuevamente, imaginarse sentía que aquel hombre podría ser igual de rudo que su hermano. Comenzó a gemir, cerró los ojos y se tendió sobre la cama, dejando únicamente su trasero elevado.
La intimidad de la pequeña diosa estaba sumamente húmeda, Kanon se daba cuenta, pues cada vez que introducía su miembro, este se deslizaba fácilmente, haciendo muchísimo más fácil y placentero el acto. Saori sentía que aquella extensión tocaba el punto más profundo de su cuerpo, simplemente era perfecto y delicioso.
Los choques entre ambos cuerpos comenzaron a crear un sonido, los gemidos de la pequeña diosa solo complementaban una armonía perfecta; sus labios estaban siendo mordidos cada cierto tiempo, hasta que, de un momento a otro, Kanon la hizo levantarse, la sostuvo por la cintura, mordió su mentón, y entonces la sento sobre sus piernas. Una vez más, la penetro, Saori automáticamente comenzó a moverse de arriba hacia abajo, con ritmo y perfecta sincronización con los besos que el caballero de Géminis le daba.
Sus pechos bien formados y ciertamente endurecidos, fueron atrapados entre los brazos y el cuerpo del mayor, ambos cuerpos estaban transpirando, sus respiraciones estaban agitadas, y sus voces desgastadas hasta el punto de solo parecer un susurro, pero ninguno quería rendirse. Atenea echo hacia atrás su cabeza, perdida en el deseo que aquel hombre le brindaba, perdida solamente en Kanon de Geminis, el hombre que la estaba volviendo loca. Aquellos dos amantes se entregaron el uno al otro sin reparo, Kanon recorrió cada centímetro del cuerpo carnal de la diosa de la guerra, sin si quiera imaginar que aquella noche, las sombras de los que se lamentan, ya estaban en los bordes del santuario.
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