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22. Garras doradas

Personajes:  Aioria de Leo, Shaina de Ofiuco
Historia relatada en base a la serie animada Saint Seiya, siguiendo la cronología de la misma obra. Los personajes aquí mencionados son exclusivamente de la Saga del Santuario, siendo más específicos en el episodio 22, ''El caballero de la llama''.

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Revisaba el libro mientras subía la escalinata hacia la biblioteca del santuario, lugar que temporalmente cuidaría y ordenaría, por órdenes del patriarca. Tenía entendido que no había nadie allí, pues con la desaparición del Sanbocho Gigas, nadie más se había preocupado por ese sitio, ni siquiera a Phaeton, antiguo ayudante y actual sucesor del señor Gigas.

Estaba un poco cansada, la reunión a la que le llamaron para asignar tareas y reordenar a los soldados fue de lo más estresante, jamás se había relacionado con personas tan aduladoras y cobardes como las que acudieron a la reunión. Necesitaba descansar o por lo menos estar en un lugar tranquilo y relajado como lo era la biblioteca. Unos cuantos escalones antes de su llegada decidió quitarse la máscara de silencio, teniendo en cuenta que había sido solo ella la designada para ordenar todos los archivos personales y libros sagrados del santuario, no tendría por qué preocuparse de que alguien más la viese sin su máscara.

Al estar frente a la puerta de roble de la biblioteca introdujo la combinación en la cerradura y abrió la puerta despacio. Repentinamente unas manos grandes, fuertes y ligeramente suaves, le tomaron por las mejillas y plantaron un beso en los labios. Los ojos de Shaina se abrieron grandemente ante la sorpresa y rápidamente se apartó.

Su compañero de armas y caballero de Oro, Aioria de Leo, le besó y, al igual que ella, estaba en un shock total, pues quizás se había confundido de persona, o simplemente porque aquella mujer no llevaba su máscara sobre el rostro, después de pensarlo unos momentos recapacito, durante algunos días antes Aioria pasaba mucho tiempo con Marín, y aunque ella no fuese de su total agrado, el santo de águila no solía ser muy discreta para mostrar su interés hacia el caballero, pero es que ¿acaso Aioria no debía estar al tanto de las órdenes del Kyoko?

—Yo... yo lo siento mucho —comentó el caballero en un tono bajo y un tanto nervioso, y aunque no era muy notorio sus mejillas estaban sonrojadas y con la cabeza gacha. —Pensé que eras Marín—

Shaina no sabía que contestar, su pulso se aceleró y el que ese caballero le besara había sido una tremenda sorpresa, una sorpresa que le alteraba los sentidos, pues él le gustaba, lo amaba en silencio y una de sus fantasías más profundas siempre había sido besarlo. Al escuchar su última respuesta, Shaina no fue capaz de mencionar nada más, estaba un poco molesta, quizás porque Aioria le confirmaba su amor por Marín y no por ella.

—Shaina, lo siento mucho... en serio. —

—No, no te preocupes por lo sucedido. —Alegó la de hebras cetrinas después de unos segundos en silencio, se sentía un poco incómoda—. Con permiso, tengo que ordenar unos cuantos pergaminos, puedes quedarte, si quieres. —

El caballero tan sólo asintió con la cabeza y se mordió el labio inferior mientras le observaba marcharse. ¿Cómo era posible que se equivocara? ¿Por qué Marín no había aparecido aquella noche? Aioria estaba seguro que no podría volverse a encontrar con Marín sabiendo que la biblioteca no era un lugar solitario, ya no...

Por otra parte, Shaina se desplazó hasta la sección más profunda de la biblioteca, en ese sitio se encontraban estantes repletos de pergaminos y cartas selladas, tomo unas cuantas que se encontraban en desorden y enseguida se dejó caer sobre uno de los bancos, con la vista puesta en la tinta y su mente hecha un caos. Por más que leyera el contenido de aquellos papeles no podía estructurar o entender el propósito, pues su mente solamente pensaba en lo que había pasado, finalmente había hecho realidad su fantasía más anhelada, pero se la imaginó diferente y no por un error, aunque aun así le gustó.

También, sus emociones se encontraban a flor de piel y el saber que el caballero estaba en el mismo lugar que ella le inquietaba demasiado. Ciertamente, estaba colocando toda su voluntad para no hacer una estupidez, pues tenía en claro que Marín podía llegar en cualquier momento y además no se atrevería a insinuársele a Aioria como antes lo había hecho con Seiya, ¿o sí? Aioria era un caballero de oro, un hombre que estaba muy por encima de su jerarquía, pero el hecho de no escuchar la puerta abrirse en ningún momento le hizo revolver todos sus pensamientos una vez más.

Se encontraba sumergida en sus pensamientos, dándole vuelta a las cosas una y otra vez hasta que el sonido de unos libros golpear sobre la mesa se escuchó y fue interrumpida. Rápidamente levantó la mirada del pergamino para ver de qué se trataba. Shaina se sorprendió. Era él. Aioria de Leo.

—Hola —Comentó ella en un susurro. Tratando de ocultar un poco los pergaminos que estaba leyendo, no quería entrar en un conflicto con el caballero de oro por estar leyendo cosas que no le correspondían.

—¿P-Podemos hablar? — Respondió él sin siquiera prestar atención a lo que Shaina realizaba anteriormente.

—Seguro. — Dijo ella intentando dar unos cuantos pasos hacia el corredor.

—¿Puede ser aquí? — Aioria le interrumpió, adentrándose hacia el pequeño espacio en el que Shaina había pasado los últimos minutos.

—¿En esta sección? —preguntó la chica ante la inesperada sugerencia. Sería un gran castigo tener que enfrentarse en ese sitio, con tantos papeles importantes resultaría una catástrofe, pero no encontraba la forma de negarse.

—Sí, si no te incomoda, claro. —

Shaina se apartó del acceso, dejando al chico adentrarse a los pasillos. Se acomodó de tal manera que quedaba semi-sentado sobre su escritorio e hizo una seña para que él tomase lugar en uno de los banquillos de madera.

—¿Y bien? ¿De qué quieres charlar? —

—El beso. —

—Si es por eso, no te preocupes, no le diré nada a Marín y por lo de mi mascara haré de cuenta que nunca sucedió. Puedes estar tranquilo. —

—Pero... ¿estaremos bien? —

—¿Qué quieres decir? — El caballero se levantó y dio algunos pasos hasta quedar frente a Shaina, fijando su mirada en esos ojos tan profundos y verdes. Con aquel acercamiento Shaina se sentía mucho más nerviosa, esa distancia entre ellos era demasiado peligrosa y no sabía cuánto tiempo iba a soportar. Era la primera vez, en mucho tiempo, que un chico lograba ponerle así, afectarle demasiado y alterar su sistema por completo.

—Shaina... No nos va a afectar, ¿cierto? Quiero decir, nuestra amistad seguirá tan buena como hasta ahora, ¿cierto?—

Fue demasiado para ella, tanto que dejó de prestarle atención a lo que decía, pero estaba concentrada en el movimiento que sus labios tenían, jamás se había percatado de lo gruesos que eran, y de la forma tan sensual que se movían en cuanto este hablaba. En un impulso, lo besó nuevamente, tomándose la oportunidad de colocar sus brazos sobre su cuello y traerlo hacia ella sosteniéndole la nuca. El masculino no respondió el beso en un principio, pues su subconsciente le advertía de lo que estaba haciendo, pero poco a poco se dejó llevar por el movimiento que los suaves labios contrarios ejercían sobre los propios, no podía engañarse, muy en el fondo algo lo hacía gustar de ella.

Aquel húmedo contacto no fue tan prolongado, pues dominado por sus emociones e impulsos, Aioria había guiado sus labios hasta la tersa piel del cuello de Shaina. Ante cada beso o roce, la piel de la amazona la erizaba y al chico le gustaba ver que tenía efecto en ella.

—Aio... Aioria, esto está mal —murmuró mientras echaba la cabeza hacia atrás y sus manos subían y bajaban por los brazos ajenos hasta llegar a sus hombros nuevamente.

El tono que usó al mencionar su nombre fue el último estímulo requerido para que él no pudiese detenerse. Tenía en claro que estaba mal, estaba traicionando la confianza y el amor que tenía con la otra chica, pero ella era una mujer que le gustaba y a la que más deseaba.

Las manos de Aioria comenzaban a dejar pequeñas caricias por sus costados, contorneando su bien formada figura y su nombre se hacía presente con más frecuencia en el mismo tono que se había escuchado con anterioridad. El santo femenino se encontraba sentada al borde del escritorio, tenía las piernas abiertas, y Aioria situado en medio de ellas y los brazos rodeando el grueso cuello del apuesto caballero al que tenía la dicha de besar. Por su parte, Aioria no tenía nada quietas las manos, aquellas se paseaban a lo largo de los mulsos femeninos y subían por su cuerpo hasta llegar a sus pechos, con los que juguetearon por un momento antes de comenzar a levantar la blusa que la chica portaba, pues le incomodaba que le impidiera tocar su piel.

—Aioria —se escuchó en un gemido—. Aioria no puedo más... —

—Shaina, te deseo...—murmuró el nombrado muy cerca de su oído, mordiéndole el lóbulo.

Las manos de Aioria bajaron hasta el trasero de la chica para atraerla hacia su cuerpo y que lograse sentir lo que había causado en él en tan poco tiempo; una erección. Ante el pequeño roce dado entre sus intimidades la chica gimió y enredó las piernas en la cadera del más alto, quien entendió que era momento de estar en un lugar más cómodo y no había nada más cercano y amplio que el mismo mesón en el que se encontraban recargados.

No hizo falta que Aioria se deshiciera de la ropa de Shaina, simplemente había trozado con ambas manos el puente en la entrepierna de la femenina, enseguida bajo sus pantalones hasta media pantorrilla, de igual forma Aioria estaba desnudo, exceptuando los pantalones que seguían vistiendo la parte inferior de su cuerpo. De nuevo comenzó a acariciar el cuerpo de Shaina, sus manos se encargaron de subir el entallado leotardo marrón, y las protecciones de cuero que llevaba cubriéndole el pecho, su lengua lamía la extensión de su abdomen plano y blanquecino hasta llegar a su vientre, donde dejó una pequeña mordida antes de subir a besarla una vez más.

Una sonrisa ladina y traviesa apareció en los labios de Aioria cuando una de sus manos bajó hasta aquella zona tan delicada para ella, su intimidad, y se encargó de hacer pequeños roces por allí. Necesitaba estimularla lo suficiente antes de dar el último paso el cual, no tardaría mucho en ocurrir...

Shaina se mordió la comisura inferior del labio, tratando de reprimir todo ese placer, pero sabía que aquello no le iba a funcionar, mucho menos sintiendo la piel acanelada de aquel hombre fundirse sobre la suya. En ese momento Aioria introdujo un par de dedos entre su cavidad, deslizándolos lentamente de atrás hacia adelante, como si en verdad no quisiera hacerlo. Shaina se erizo y en reacción cerro un poco las piernas, luego se sostuvo de la madera y gimió.

Aioria poco tardo para introducir una vez más sus falanges, esta vez sin la lentitud de antes, se recostó sobre ella y le beso los labios a la par, su pecho duro y caliente rozaba con los pequeños pezones erectos de Shaina, la cobra coloco ambas piernas alrededor de la cintura del mayor, tratando de retenerlo el mayor tiempo posible.

Después de un par de caricias en las que Aioria se vio obligado a deshacerse de las prendas que aún cubrían su cuerpo, hizo que Shaina se acercara más hacia el borde del mesón, allí la penetró lentamente, comportándose lo más sutil que podía, pues tampoco sería un animal y arriesgarse a lastimarla o que alguien más los descubriera. El león permaneció quieto un corto tiempo, dejando que ella se acostumbrase a la intromisión que su miembro hacía en su interior. Shaina respondió a dicho acto con un gemido y una sonrisa lasciva que lo único que lograba era excitar más al caballero. El muchacho comenzó a moverse de atrás hacia adelante, poco a poco, hasta que las estocadas se hicieron más rápidas y constantes.

El pecho de Shaina a pesar de ser poco desarrollado era capaz de moverse debido a las constantes embestidas que el Leo le daba, la pequeña italiana los sostenía con fuerza, incrementando de forma involuntaria su excitación.

Presa de la pasión y las ganas inmensurables de hacer que aquel encuentro durase lo mayor posible, Shaina llevo la mano diestra hasta su boca, allí, lamio un par de dedos y enseguida los llevo hasta su entrepierna; acariciando inmediatamente al compás de su compañero su clítoris, provocando mayor excitación y deseo para ambos.

Aioria se alejó solo un poco, sentía un deseo reprimido, una especie de sensación de alargar aquel acto antes de que cualquiera de los dos fuese atacados por la culpa y se detuvieran, acaricio con levedad sus pechos, y una vez más retomando los besos sobre su vientre, comenzó a desplazarse hasta su entrepierna. Estando aquella tan a la vista, no fue difícil brindar un par de lengüetazos.

Las largas y puntiagudas uñas de Shaina le parecían excitantes, más que el mismo cuerpo por si solo de Marín, enseguida Aioria lamio su entrepierna, deshaciéndose de los dedos con los que Shaina se estimulaba, hizo mover su lengua en forma circular, jugando con el clítoris y sus labios interiores. Aioria palpaba, succionaba y en ocasiones mordía la intimidad de su compañera, haciendo que aquella se retorciera en una especie de danza sobre el mesón.

Shaina por su parte tironeaba del cabello corto de Aioria, aquella sensación en la que estaba envuelta jamás había sido experimentada, se sentía una diosa, adorada por un león y sus garras doradas. Shaina abrió los ojos, observo hacia la puerta de la sección restringida, justo allí, en la esquina de un librero pudo observar un rostro pálido, sin macula alguna, con hebras rojizas que le caían cerca de los ojos cristalinos, entonces se dio cuenta de quien se trataba; Marín los estaba observando, y quien sabe desde cuándo. Shaina pensó en detenerse, pero no lo hizo, por el contrario, llevo ambas manos sobre la cabeza del griego, obligándolo a permanecer en donde estaba, brindándole mayor placer, placer que hasta ahora, quizás solo tendría junto a ella.

Aioria se levantó, mordiéndose los labios y enseguida los de Shaina, estaba actuando bruscamente, el deseo lo controlaba a mostrarse de esa manera. Palmeó su trasero con sonoridad, Shaina se dio media vuelta y se colocó sobre el borde del mesón, apoyándose sobre sus codos, aguardo por lo que haría el caballero, Shaina vio hacia Marín, ella continuaba observando, esperando a que el caballero se rindiera y se fuera, más no fue así.

El miembro de Aioria penetró nuevamente en la cavidad de Shaina, haciéndola gemir, le sostuvo por la cadera marcando los movimientos con estocadas bruscas; la chica de ofiuco se mordía los labios, moviendo su cadera, creando un sonido de choque entre ambas pieles.

En la habitación tan sólo se podían escuchar los gemidos y la dificultad que se presentaba en sus respiraciones, se estaban entregando el uno al otro, estaban siendo uno mismo sin importar que estuvieran traicionando un noviazgo y una amistad. Nada importaba. De todas maneras, era lo que ambos querían, ¿no? Sino no hubiesen alcanzado ese punto en el que ninguno de los dos quería perderse la oportunidad de conocer más íntimamente al otro.

Los dos estaban llegando a su límite, el éxtasis estaba más cercano de lo que creían. Sus cuerpos se encontraban tensos, la excitación era demasiado fuerte y necesitaban liberarla. Un gemido ronco salió de la garganta de Aioria cuando se corrió dentro de ella, aunque este también fue acompañado de uno más agudo y más sonoro que fue emitido por la chica. Demasiado habían luchado contra su voluntad para disfrutar de aquel encuentro lo mayor posible, pero tenían un límite. Dejó caer su cuerpo sobre el más frágil cuando se sintió más relajado y acomodó la cabeza sobre su espalda, buscando regular un poco más su respiración.

—Lo sé... sé que va contra las reglas —comentó Aioria dejando unos cuantos besos por su espalda—. Pero no pude evitarlo. — dejó una mordida que hizo a Shaina volverse a erizar.

—No digas más... — Comento ella sonriendo contra el mesón

—Maldita sea Shaina, te deseo. Quiero que seas mía... no me importaría verte de vez en cuando, si así es la única manera... quiero tenerte... aunque sea a escondidas... —

Aioria dejó escapar todo lo que sentía por Shaina en ese momento, sin saber que, entre las sombras, alguien más sollozaba bajo la máscara.

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