21. La confesión
Personajes: Shun de Andrómeda, Hyoga de Cisne
Historia relatada en base a la serie animada, siguiendo la cronología de la misma obra. Los personajes aquí mencionados son exclusivamente de la Saga del Santuario, siendo más específicos en el episodio 59, ''Hyoga vuelve a la vida''.
Si te gustan mis historias, por favor deja una estrellita o algún comentario diciendo que te pareció este capítulo.
Te lo agradecería muchísimo.
La terrible batalla parecía no llegar a su fin, más de la mitad de las llamas en el reloj se habían consumido por completo, terribles encuentros aun los precederían, su hermano estaba muerto, pero Shun había tomado la valiente decisión de continuar y apoyar a sus compañeros. La séptima casa estaba delante de ellos, un poco aliviados por saber quién era aquel caballero que custodiaba el templo, los tres de bronce entraron sin apuro. Shiryu les había revelado que su anciano maestro aun ostentaba el cargo de Caballero de Oro, y con su ausencia, podrían decidir entre avanzar o recuperar sus fuerzas por unos momentos.
Shiryu y Seiya habían decidido que no perderían más tiempo, aun con la incorporación de su hermano, Hyoga no había vuelto de la ilusión en el laberinto de géminis. Los tres caballeros estaban dirigiéndose hacia la salida del séptimo templo, cuando a unos cuantos metros lo divisaron: atónitos se acercaron hasta aquel sitio. Un enorme tempano de hielo, en una perfecta forma rectangular tenia atrapado en su interior al caballero de Cisne, por quien momentos antes aun desconocían su paradero.
Sus compañeros a pesar de estar faltos de tiempo se detuvieron a idear un plan para poderlo sacar de ahí; aun no tenían idea del como Hyoga había sido capaz de librarse únicamente para avanzar tantos templos y terminar en ese estado.
En ese momento, Shiryu explico quién era aquel caballero capaz de sepultar a hyoga de una manera tan increíble; Camus de Acuario, el maestro del maestro de Hyoga, un caballero de cristal muy poderoso. Y por supuesto que no era mentira, los poderosos meteoros de Pegaso no hicieron rasguño alguno al bloque de hielo. Sentían que el tiempo se les agotaba. A palabras del viejo maestro a través de Shiryu, ni un caballero de oro sería capaz de deshacer esa técnica.
—¿Perdimos a mi hermano y a hyoga también? — Dijo Shun con un tono de pesar en su voz.
—Yo aún siento el cosmos de Hyoga... podemos alcanzarlo... Demonios... — decía Seiya sintiendo la impotencia por rescatar a su amigo.
Seiya siempre había sido impulsivo, pero nunca sería capaz de dejar atrás a un compañero sin estar un cien por ciento seguro que este último lo alcanzaría. De repente, un temblor se hizo presente dentro de la casa de libra, al siguiente instante, la armadura de libra apareció delante de nosotros a través del piso.
Todos parecieron sorprendidos tan pronto la caja dorada se asentó delante de ellos. —¿Qué es esto? — Pregunto un siempre despistado Seiya.
—Es de oro... el cofre de la armadura de libra— Dijo Shun. Y tan pronto lo hizo, el cofre de la armadura se abrió por sus cuatro lados, las luces y relámpagos inundaron aquel templo, enseguida, un tótem conformado por las piezas de séptima armadura se hizo presente.
—Ya veo... el viejo caballero... el viejo caballero la ha mandado para salvar a hyoga— Decía Shiryu con una tranquilidad que parecía ser incomprendida —Gracias gran maestro— Susurro.
—Shiryu... — Lo llamaron ambos, Shiryu había comprendido algo que ellos no.
—Él me dijo que la armadura de libra era diferente a todas las demás armaduras— Shiryu parecía haberse conectado con la armadura de libra, enseguida, una de las armas se separó del tótem y fue hasta sus manos; la barra doble, un arma de los seis pares que conformaban la armadura.
Shiryu demostró sus habilidades en el uso de estas, enseguida, una tras otra, les fue presentando las restantes. Finalmente había decidido usar una de las espadas de libra. Con un solo movimiento, Shiryū cortó el aire, y enseguida, para sorpresa de los tres caballeros, sobre el ataúd un rayo apareció, fracturándolo en miles de pedazos.
Hyoga hacía en el suelo, sus cabellos y su rostro estaban pálidos, su armadura parecía grisácea, los caballeros se acercaron hasta donde estaba él, en ese momento se dieron cuenta de lo débil que estaba su compañero. El dragón y el pegaso se preguntaba qué debían hacer, no podían perder más tiempo en la séptima casa. Shun permaneció en silencio por un momento hasta que pudo hablar.
—Yo lo ayudaré. ¡Juro que salvaré a Hyoga! Continúen ustedes muchachos. —
El fuego de libra se había extinguido finalmente, así que no quedaba más por objetar, Shiryû y Seiya se dirigieron a la salida inmediatamente, encomendando el bienestar de Hyoga.
Shun se acomodó al costado de Hyoga, su piel estaba extremadamente blanca, podía sentir como el flujo de su sangre se movía lentamente, su cosmo era muy débil, y solo entonces, se atrevió a colocarle una de sus piernas sobre su cuerpo. Shiryu y Seiya habían continuado el cruce por los doce templos, era su misión. Solo le quedaba intentar reanimar el cuerpo de Hyoga y alcanzarlos como se los había prometido.
Un par de minutos pasaron, Hyoga parecía haber recuperado poco a poco el conocimiento, sin embargo, sus ojos permanecían cerrados, su ropa se había humedecido, quizás debido al tiempo que paso bajo el hielo. Shun acerco su rostro al de Hyoga, sintió el tenue aliento tibio, observo la finura de su rostro, había muy pocas marcas sobre él, muestra que su juventud permanecía latente. Sus labios gruesos tiritaban levemente, tenía frio.
Shun inconscientemente se acercó a sus labios y presiono con la suya. El toque era frio, seco, como si estuviese besando el suelo frio de mármol. Hyoga no hizo nada, seguía sumido en ese profundo trance. El de cabellos verdosos volvió a repetir el beso, esta vez humedeciendo más sus labios, aprovecho y succiono levemente.
—Shun... —susurró Hyoga contra su boca al mismo tiempo que el caballero de Andrómeda comenzaba a quitarse su ropa que cayó pesadamente hacia uno de sus extremos.
—Me da igual lo que vayas a decir... —le contestó con una voz ronca nunca antes escuchada, mientras desplazaba el beso por su cuello; punto débil de Hyoga y que Shun sabía por haberlo oído en alguna que otra ocasión —Voy a hacerte mío aquí y ahora... Hyoga —
Por la cabeza de Hyoga pasó la imagen que representaba un caballero, de sus compañeros, la compañía graad, la señorita Saori, y esa terrible batalla que ella libraba contra el tiempo... pero todo se fue a la mierda en el mismo momento que Shun le quitaba la camiseta que llevaba y comenzaba a mordisquearle los pezones.
Con sus manos y sin detenerse en sus acciones contra su pecho, trazó un camino hasta llegar al cierre del pantalón que quitó con unas cuantas maniobras no demasiado fáciles, puesto que el agua hacía la ropa más pesada y el estado débil de su compañero lo hacía más complicado. Pero lo logró, y el caballero de Cisne quedó en ropa interior y sentado por debajo del cuerpo de Shun, deshaciendo por completo la posición que en un principio habían tenido.
El caballero Andrómeda coló una de sus manos por dentro de la ropa interior. Cuando el cisne sintió como el menor hundía los dedos sobre su bolsa testicular, no pudo evitar soltar un débil jadeo que fue callado inmediatamente por un beso. Una batalla de lenguas se instaló entre ambos mientras los dedos del Shun no dejaban de moverse. La otra mano también había ido a parar a su miembro, moviéndolo de arriba abajo y volviendo a Hyoga completamente loco. Shun aprovechó que estaba ganando la batalla para moverse un poco sobre su pelvis y acelerar la estimulación.
—¡Hazlo de una puta vez, Shun! — le rogó el rubio notando como cada vez su miembro se endurecía y quedaba menos tiempo para acercarse al orgasmo. Pero al escuchar aquello, Shun disminuyo la velocidad de sus movimientos.
—No, no.... Voy a hacerte venir y gritaras mi nombre, inundaremos todo el lugar, pero juntos... — le dijo retirando los dedos para sustituirlos por su miembro más que erecto y listo a estas alturas. Realizo un par de roces con aquella extremidad, el miembro de Hyoga estaba frio, provocándole escalofríos por toda la espalda al Andrómeda.
El trasero de Shun se sentía cálido sobre Hyoga, su piel era extremadamente suave; Shun era muy similar a una chica, inclusive su cuerpo era tan ligero como el de una. Con aquella imagen en la mente, el miembro del caballero cisne entró prácticamente de una estocada, haciendo que el de hebras verdosas soltase un par de gemidos y llevase ambas manos al cuello, siendo el único lugar dónde poder sostenerse
Hyoga comenzó las embestidas con movimientos lentos pero profundos, haciendo que Shun gimiera cada vez que lo introducía hasta el fondo. Sin alguna estimulación previa a su cavidad o algún ungüento que le ayudase, cada embestida de Hyoga provocaba un intenso ardor, pero tan pronto aquel salía, el placer se hacía presente.
—¡Dilo Shun... di mi nombre! —le ordenó el mayor mientras le mordía la línea de la mandíbula, haciéndole delirar por momentos.
—H—Hyoga... — dijo el Andrómeda entre jadeos mientras se mordía el labio con fuerza, haciendo que su trasero se elevase para ayudar con los movimientos ejercidos.
El vaivén se intensificó. El agua proveniente de sus cabellos y el resto del bloque de hielo se movía a su lado conforme ellos lo hacían, en algunas ocasiones sus cuerpos habían salpicando más el suelo a su alrededor. Pero no les importaba en absoluto, eran ellos dos disfrutando por fin de sus cuerpos sin pudor ni arrepentimiento. Porque se querían, más de lo que en un principio habían llegado a pensar, sin importar que aquellos dos compartieran sangre, que fuesen caballeros que representaban castidad y honor, sin importarles finalmente si ambos eran del mismo sexo. Se atraían de una manera magnética, no podía dudarse a aquellas alturas, tampoco sabían cómo detenerse y continuar con las próximas batallas, sus espíritus estaban exhaustos, pero no sus cuerpos, se negaban a dejar de entregarse el uno al otro.
—¡Ahhhggh! Voy a... — contestó Shun cerrando los ojos con fuerza mientras tiraba un poco del cabello del rubio, el ruso asintió con la cabeza mientras aumentaba la velocidad y la fuerza. Sus jadeos fueron sonoros, los choques de ambos cuerpos provocaban ruidos. Hyoga se movía dentro de Shun de una manera bastante brutal, con tanta fuerza y poder, tanto que lo ahogaba en el éxtasis y el deseo, el caballero de Andrómeda adoraba cuando alguien se le imponía de aquella manera; ciertamente Hyoga le recordaba a la fiereza de su hermano.
Hyoga notó como las paredes del recto de Shun se estrechaban en su miembro al mismo tiempo que el menor se corría sobre su pelvis. La cabeza de su miembro se tornó un poco enrojecida sin dejar de arrojar el semen. Segundos después Hyoga se corrió también, sintió como aquella cantidad expulsada por su miembro había sido demasiada, pues un poco había comenzado a brotar del orificio.
Shun suspiro profundamente, mostrándole una enorme sonrisa a Hyoga, ambos se quedaron inmóviles por momentos, disfrutando plenamente del placer que invadía sus cuerpos, intentando que sus respiraciones volvieran a la normalidad. Hyoga abrió los ojos y la visión tan erótica del rostro de Shun plenamente satisfecho le hizo soltar una risa leve haciendo que el menor fijase su mirada sobre su compañero, hermano y ahora amante.
— ¿Qué? — le preguntó notando como el chico no le quitaba la vista de encima.
— Nada importante, solo admiraba lo lindo que eres y lo terriblemente bueno que eres en el sexo —el caballero Cisne admitió sin vergüenza alguna haciendo que Shun se riese y apareciera un leve rubor sobre sus mejillas.
— Lo sé... pero como caballero no puedo ir mostrándolo abiertamente... — le dijo con socarronería ganándose una fuerte mordida sobre los labios por parte de su pareja.
— ¿Qué haremos ahora? — le preguntó Shun momentos después mirando a su alrededor.
— Si te refieres a continuar con el ascenso, será cuestión de encontrarnos a Seiya y Shiryu... si te refieres a nosotros... ¿qué quieres que hagamos? Me gustas, te quiero con toda mi alma así que no hay mucho más que hablar.
Shun curvo sus labios mostrándole una sonrisa a Hyoga mientras lo observaba vestirse con su armadura de cisne, el caballero de Andrómeda no pudo hacer otra cosa más que abalanzarse hacia el rubio y besar aquellos carnosos labios con la misma intensidad con la que lo había besado momentos atrás.
— Yo también te quiero, Hyoga. — Fueron las últimas palabras que Shun dijo antes de caer desmayado. El caballero de bronce de Andrómeda finalmente se había rendido, su cuerpo no pudo mantenerse en pie, el agotamiento de las batallas, su muy reciente pérdida de cosmo y el tan apasionado encuentro que habían tenido le estaba cobrando factura.
Hyoga sonrió un poco al verlo caer contra su pecho, enseguida lo tomó sobre sus brazos y comenzó a andar, seguiría el ascenso con Shun, porque tenía la intención de estar a su lado después de esa terrible batalla.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro