10. Error
Personajes: Orfeo de Lira, Pandora Heinstein
Historia relatada en base a la serie animada Saint Seiya, siguiendo la cronología de la misma obra. Los personajes aquí mencionados son exclusivamente del Hades Saga; inferno, siendo más específicos en el episodio 130, ''¡Orfeo! El Caballero Legendario''.
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La música de Orfeo era tan hermosa, siempre recordaba lo fascinada que había quedado la primera vez que la escucho. Y tan solo pensar que el pobre había llegado hasta allí con suplicas de regresar a su amada a la vida. Eurídice era una chica estúpida, con sentimientos tan débiles y tontos, por eso recomendó que su castigo al quedarse en el inframundo fuera convertir la mitad baja de su cuerpo en piedra. ¿Después de todo una chica tonta como ella para que iba a utilizarlo en el inframundo?
Todos los días alguien la ayudaba a peinar su cabello, sirvientes tontos de su hermano, el señor Hades. Cada trece días del resto de su vida, la señorita Pandora asistía al salón del trono, donde el caballero de plata Orfeo la esperaba con su lira. Pero ese día no fue uno más, la señorita Heinstein no se levantó de la cama, nadie más entro a sus aposentos, con excepción del caballero de plata a quien había mandado llamar con uno de los sirvientes.
— Señorita pandora. ¿Me mandó llamar? — Hizo una reverencia apenas en la entrada de la habitación, quedándose sobre la rodilla esperando por una respuesta.
— Orfeo, adelante. — Respondió con un tono cálido y apacible desde la cama.
— ¿Se encuentra bien señorita pandora? — Pregunto apenas se puso de pie, encaminándose hasta el lado derecho de la cama.
— Me sentiré mejor apenas comiences a tocar. — Mostro una débil sonrisa, guiando la débil mano hacia el caballero.
— Pero señorita pandora, yo... — Se exalto un poco con el toque de aquella mujer, pero Orfeo con cuidado la guio de regreso sobre su cuerpo, esperando que no lo tomara como una ofensa.
— Todos los días escucho tu melodiosa sonata, este día simplemente no me siento con la energía suficiente para ir hasta el salón del trono. — Relamió sus labios sin borrar la débil sonrisa en su rostro. — Toca para mí, Orfeo. — Insistió
— Si señorita pandora. — Respondió de inmediato, no iba a negársele, además mientras más pronto cumpliera con la petición de la señorita más pronto podría volver a ver a Eurídice.
Orfeo tomo asiento en la silla que se encontraba a lado de la cama de la señorita Heinstein, y de inmediato sus dedos se deslizaron entre las cuerdas de la lira, uno a uno las falanges tiraban de las cuerdas para crear una melodiosa sonata, los ojos de pandora se habían cerrado, sin lugar a duda era la melodía más hermosa y tranquilizante que nunca antes había escuchado, el haberlo llamado a sus aposentos había sido la decisión correcta.
La melodía del caballero ateniense continuo durante un par de minutos más hasta que aquel caballero se dio cuenta que la señorita se había quedado dormida, o al menos eso parecía. Cuando estaba por retirarse, una mano le detuvo, inevitable no sentir miedo.
— Se ha despertado. — Respondió sin siquiera mirar tras suyo.
— Dejaste de tocar. — La voz de Pandora hizo estremecerlo una vez más.
«La belleza de la señorita Pandora solo es comparable con el miedo que ella inspira.» Se repitió lo que el inepto de Zeros decía siempre. — Lo siento, señorita Pandora. —
— ¿Iras corriendo tras Eurídice? — Pregunto la joven, presionando un par de veces la mano de Orfeo con tal de obtener una respuesta. — ¿Irás corriendo aun en el inframundo? — Insistió la muchacha de cabellos negros.
Orfeo estaba con un semblante duro en su rostro, sentía vergüenza, ¿Acaso la amaba tanto para renunciar a todo? Hacía años que no veía la luz del sol, tantos años tocando la lira hacia una montaña inmóvil de rocas, a pesar de que tenía su bello rostro, y aun podía hablar no dejaba de ser una roca.
Él estaba vivo, tenía necesidades como cualquier otro. El estar enamorado de esa mujer ya no le era suficiente. La lira cayó al suelo, y a su vez la armadura de plata se desprendió de su cuerpo, Orfeo se dio media vuelta, para la sorpresa la muchacha estaba sentada en la cama, por lo cual le fue muy fácil acercársele a los labios y besarla.
Pandora lo recibió con ambas manos, sosteniendo el rostro encontrar del propio. Orfeo por su parte tiro de la manta que cubría a la señorita, Pandora usaba un camisón de seda purpura, el cual no tardo en subir, sus manos al igual que el beso se apropiaron del cuerpo femenino. Orfeo de Lira había comenzado a acariciar las piernas blancas de la señorita Heinstein, cuando menos lo pensó ya se encontraba encima de ella. Descendió con sus labios hasta el mentón, pasando de cerca al cuello, lamiendo y olfateando cada centímetro de su piel, así continuo hasta llegar a los hombros, con cuidado hizo caer los tirantes del camisón, dejando a la vista sus pechos.
Los rosados y suaves pezones de la joven morena se tornaron duros con el primer toque de la boca del caballero, y es que Orfeo se había encargado de tirarlos, mordisquearlos y hasta succionarlos por más de una ocasión, haciendo que la boca de aquella mujer se abriera simplemente para gemir y hacerle saber lo bien que a estaba pasando. El caballero de la lira no se detuvo en esa zona, descendió al igual que el camisón, el cual solamente se había quedado a medio cuerpo de la muchacha. Poco importo pues no cubría más sus piernas ni la parte superior. El de cabellos albicelestes le sostuvo por unos momentos de la cintura mientras los besos continuaron. Ya no sabía si todo esto estaba bien, o si era un error que pagaría con su vida, pero si ese era el caso, entonces haría que el precio por tan pecaminoso acto valiera la pena.
Finalmente, Orfeo había descendido de la cama, pero el acto no había terminado ahí, su rostro se situó entre las piernas de la joven de tal forma que la distancia entre su boca y la intimidad de la misma fuese casi nula. Poco espero el caballero de plata cuando sus labios ya habían tocado la separación entre las piernas.
Para el ateniense fue el elixir, sus labios se sentían adormilados, encantados, su lengua igual, no podía detener el movimiento de arriba a abajo; sabía que lo estaba haciendo bien, pues desde que comenzó los gemidos de pandora no habían parado, mucho menos esos movimientos de cadera que realizaba como si supiera en que parte de su vagina estaría la lengua del albiceleste. Orfeo había olvidado completamente de quien era la mujer, olvido que aquella podía ejecutarlo en cualquier momento, pero eso no le importaba más, solamente le importaba brindarle placer y la sensación que después de tantos años creía haber olvidado.
Un tirón de cabellos por parte de la muchacha lo hizo reaccionar, pandora le llamaba para volver a su boca, después de un momento la volvería a besar profundamente, dejándola probar el propio sabor de su intimidad. Las acciones de la lira no se detuvieron ahí, con la diestra desato la abertura en sus pantalones, dejando libre la extremidad endurecida. Basto frotarlo un par de veces en contra de la entrepierna de su señora para completar la excitación, el deseo por parte del joven estaba a punto de culminar, deseaba poseerla inmediatamente.
Los jadeos se volvían más pesados entre los dos, poco antes de introducirse dentro de la joven Orfeo se deshizo de sus ropas, dejándole ver lo bien trabajado de su abdomen y algunas marcas de combate que tenía a lo largo de sus brazos y pectorales. Pandora se levantó y dejo algunos besos sobre la zona recién descubierta, pero fue repelida de inmediato por el caballero. No dejaría que perdieran más tiempo. Aún de pie Orfeo tiro de sus piernas, dejando la separación suficiente para que su cuerpo se colara entre este y en un abrir y cerrar de ojos una estocada con una fuerza incomparable hizo chillar a la señorita Heinstein. El endurecido miembro de Orfeo de Lira irrumpió entre las paredes vaginales de la alemana, sentía que el aire le faltaba, por poco olvidaba lo débil que estaba en esa mañana.
Con ayuda de sus brazos se apoyó sobre la cama, dando inicio a los movimientos de la parte pélvica. Orfeo solo podía ver a la señorita debajo de él, el semblante de debilidad, placer y perversión era lo que más lo confundía, ¿Qué estaba pensando en ese momento?, ¿Debía separarse? Fue entonces que la líder de los espectros abrió los ojos, la mirada tan obscura, profunda y encantadora que lo había inducido en todo eso. Una vez más el caballero embistió a la menor con fuerza, haciendo que los pechos se movían de abajo hacia arriba, la fuerza del hombre iba en aumento, cada vez que entraba y salía obtenía gemidos más y más desgastados, pandora sentía ardor en la parte intima, pero rogaba que no se detuviera.
Finalmente, Orfeo sintió ese espasmo que iba desde el abdomen hasta la punta de su miembro. Fue entonces que era tarde, la extremidad ya había derramado el semen dentro de la joven Heinstein, algunos rastros habían salido para escurrir entre sus piernas. El caballero se retiró del interior, tratando de recobrar el aliento a la par de colocarse las prendas y llamar su cloth. Pandora por su parte continuaba retorciéndose del placer sobre el colchón, pasaba su mano por encima de sus pechos mientras que la otra se colaba entre sus piernas. Una escena digna de admirar para cualquier hombre, inevitable para el griego no sentirse halagado, pues él había provocado aquello.
La sensación de cansancio, deseo y lujuria era todo lo que había perdido después de la muerte de Eurídice, esa sensación de calidez y pasión que aquella mujer rubia no le brindaba hacia años y que hoy, la señorita Pandora, su nueva princesa se lo había otorgado.
Después de haberse vestido completamente el hombre decidió marcharse, tratando de evadir a toda costa la mirada de la señorita.
—Orfeo. — Le llamo mientras aquel hombre se retiraba.
— ¿Sí, señorita pandora? — Se detuvo en la puerta, sosteniendo la lira bajo el brazo derecho.
—Vuelve aquí mañana. — Ordeno una vez más desde la comodidad de su cama.
Una sonrisa se dibujó en el rostro del caballero que apenas y dejo verle. — Eurídice, te amo aún aquí en el infierno, aunque tuve que traicionar a Athena, quería tu alma de vuelta esa es la verdad, sin embargo, cuando una flor muere nunca vuelve a florecer, la gente, las aves, los insectos, incluso las estrellas que brillan intensamente, la vida ocurre solamente una vez por eso es tan hermosa y preciada, ¿Comprendes Eurídice? La señorita pandora no es un error. Es la poca vida que aún me queda aquí. —Pensaba el caballero de Lira ante su silencio.
—Como usted ordene, mi señora. — Asintió con la cabeza para después retirarse y así cerrar la puerta de los aposentos de Pandora.
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