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09. Muñecas rotas

Personajes: Minos de Grifo, Anna
Historia relatada en base a la serie de The Lost Canvas Gaiden, siguiendo la cronología de la misma obra. Los personajes aquí mencionados son exclusivamente del TLC Special Chapter: Saint Seiya 30th Anniversary Manga", siendo más específicos, en el cuarto plano, cuando Anna, una sirvienta de Minos, presencia la ejecución de un soldado en el inframundo.

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Hacía muchos años que Anna había muerto, Luco de Dríades la había sanado con una de sus plantas malignas cuando era humana todavía, dándole solamente un par de días antes de morir y servir al ejército de Hades como una monja obscura. Tan pronto fue levantada en el inframundo, Anna fue seleccionada por Minos de Grifo, uno de los tres jueces del inframundo para ser su ayudante en la prisión número uno.

A pesar de que Anna le temía, hasta el momento Minos no había hecho nada en contra de ella, parecía ser algo reservado, usualmente no hablaba mucho y aunque en ocasiones podía escuchar los desgarradores gritos de algunas personas nunca se atrevió a mirar o preguntar qué era lo que pasaba en la sala privada de la prisión. Cada vez que aquello terminaba, Minos le regalaba una marioneta con hilos tan finos que casi llegaban a ser invisibles.

Anna se divertía jugando con las marionetas que Minos creaba para ella; a veces pasaba horas enteras mirándola mientras ella movía los hilos haciendo que los muñecos bailaran, crearan historias e inclusive sintieran penas en situaciones realmente deprimentes. Minos consideraba que Anna era una mascota, no sabía cuántos años tenía o cómo era por debajo del manto negro que cubría su rostro. A veces se la imaginaba como una mujer vieja y arrugada, otras veces podía ser la mujer más horrible, deformada por un aparatoso accidente y otras no era más que una joven de bellos rasgos y tersa piel que se había topado con un destino injusto al arrebatarle la vida por alguna enfermedad.

Ese día Minos se había retirado de una reunión a la que el señor Alone los había llamado, todos los espectros lo rodearon, sin embargo, Minos creyó que aquello no era de importancia, por lo cual terminó saliendo a media convocatoria. De regreso a su templo se dio cuenta que la joven Anna se encontraba ahí, estaba en el piso, jugando con los muñecos de madera como era su costumbre, pero en esta ocasión no llevaba puesto el velo negro.

Cuando la monja obscura se dio cuenta de la presencia rápidamente intentó cubrir su rostro con la prenda, pero Minos le llamó:

—Quítatela. — Ordenó con cierta tranquilidad.

—No debo, mi señor, Minos, lo siento, no volverá a pasar. — Respondió Anna un tanto temerosa.

—Y yo te estoy ordenando que te la quites. Soy tu señor, tienes que obedecer. — Respondió con mayor severidad, Anna tan solo asintió un par de veces con la vista al suelo, y con la mano derecha se desprendió nuevamente de la cofia y consigo del velo que cubría el rostro manteniendo la vista apartada del temible juez.

—Mírame. — Objeto nuevamente.

Cuando Anna levantó la mirada, fue más lento, temerosa por lo que pudiera pasarle dejo entrever su rostro, precioso y blanco como la porcelana, los ojos eran como dos avellanas a la luz del sol, el cabello castaño pero luminoso, sus labios parecían dos bombonetes de esos rosados que se encuentran en los aparadores de dulcerías. Tenía también un lunar, un poco por encima del labio en el lado superior izquierdo.

Anna permaneció en el suelo delante de Minos, ambos se propinaron miradas, pero fue hasta que Minos se arrodilló delante de ella que pudo notar el brillo en los ojos avellana de él. Sin temor alguno extendió su mano hacia ella, alcanzando a tocar su rostro, el primer reflejo de Anna fue alejarse. Le tenía miedo y Minos pudo notarlo al instante. ¿Pero por qué? Él nunca había sido malo con ella, quizás severo en ciertas ocasiones, pero nunca sería capaz de dañarla físicamente. Menos ahora sabiendo lo que se escondía debajo de ese velo.

Minos volvió a extender la mano, esta vez teniendo éxito en su propósito, el toque con su mejilla fue duradero, sentía la tersa piel de la joven, cálidas mejillas como si hubiera un poco de vida en ellas. Su pulgar delineó sus labios, inclusive tocó el coqueto lunar, Anna cerró los ojos ante las caricias, pero fue entonces que Minos realizó una extraña acción. El juez introdujo su pulgar a la boca de la monja, más sorprendente fue que Anna colocara ambas manos sobre la mano del mayor, y sin más comenzara a lamer el dedo.

Minos observó fijamente. Anna lamió de arriba a abajo, delineó suavemente la huella digital, inclusive succionó un par de veces el pulgar. Finalmente abrió sus ojos, encontrándose con los de Minos otorgó una suave mordida a la punta del dedo. Aquella fue el detonante de las emociones del juez, enseguida la tomó por la cintura, obligándola a inclinarse hacia adelante; Anna se imaginaba lo que pasaría y no lo negaría, desde el primer momento en el que fue elegida por él deseaba que dicho momento llegara. Se colocó sobre sus manos, la espalda recta y el trasero en dirección al juez.

El espectro rápidamente levantó el faldón de la túnica, deleitándose con la vista; Anna llevaba únicamente un fondo de seda ligera que Minos no tardaría en levantar también. La piel de aquella zona no era diferente a la de su rostro, quizás más blanca, pero igual de suave y provocativa.

Dos de sus dedos comenzaron a delinear la parte íntima, comenzando desde la entrepierna hasta el orificio anal. Las caricias en dicha parte se prolongaron por un largo momento, provocando los gemidos en la boca de Anna, al principio parecía estarse conteniendo, pero tan pronto Minos introdujo en cierta ocasión los dos dedos en su vagina termino sucumbiendo.

Los largos dedos del juez entraban en su cavidad, moviéndose en círculos y después salir; repetía una y otra vez las acciones, durante las últimas dos veces que la penetró, sus dedos estaban empapados en la secreción vaginal, Anna pedía con mucho tacto que continuara, inclusive que introdujera otro dedo en su vagina.

Sosteniéndose únicamente con un brazo, Anna desabotonó la sotana que llevaba puesta, dejando únicamente el camisón de seda que llevaba debajo. Sus brazos lograron pasar por debaj9 de los cordones, haciendo que la prenda resbalase hasta la cintura. Sus pechos estaban al aire libre, cayendo gracias a la posición en la que se encontraba y moviéndose conforme los lentos movimientos de la joven sucedían.

Minos aún sobre las rodillas se deshizo de sus pantalones, la erección ya se había comenzado a presentar, con ambas manos separó el trasero de la monja obscura y con cierta lentitud comenzó a frotarse contra la cavidad. Su miembr9 necesitaba aún más estimulación, que mejor que hacerlo entre la húmeda vagina de Anna. Minos comenzó a gemir de vez en cuando, Anna solo podía mover sus caderas al tiempo que este mismo marcaba, pues quería ser complaciente para ser requerida en más de una ocasión.

Minos deseaba consumar el acto en ese momento, sentía como la punta de su miembro estaba palpitando desesperadamente. Fue entonces que con ayuda de su mano derecha sostuvo el pene, introduciendo únicamente la cabeza del mismo en su vagina, como una especie de tortura aguardo unos segundos, después lo deslizo hasta en medio del clítoris y comenzó a golpear aquella parte.

Anna comenzó a enloquecer, quería gritarle que la penetrara ya mismo con todas sus fuerzas sin importar que tanto daño le causara eso, deseaba inclusive que tuvieran un objeto extra que pudiera introducirle en la cavidad anal. Si, hasta ese punto de placer quería llegar por ese hombre que durante mucho tiempo imagino sobre ella, recordó que inclusive una de las tantas veces que escucho los gritos de tortura en la sala se había tocado con la imagen de su maléfica sonrisa. Minos era perfecto, con esa enorme cantidad de malicia en el rostro y su cuerpo tan atlético su voz profundamente grave y el cabello tan largo.

Minos guio el endurecido miembro ante la cavidad vaginal de la monja, y con solo un movimiento hizo que entrara de lleno; un desgarrador gemido se creó desde el primer momento en el que el glande del espectro irrumpió hasta que le tomó por la cadera para hacerla permanecer en dicha posición. Aún sobre las rodillas Anna comenzó a mover sus caderas, de adelante hacia atrás, su trasero lograba chocar con los cuádriceps del kyoto creando los movimientos más sonoros que alguna vez pudo haber escuchado.

Anna gemía en un tono alto, lo estaba disfrutando muchísimo, a su vez llegó la diestra sobre sus senos, acariciando uno de ellos en forma circular, tiraba masajeaba y estimulaba el pezón. Fue entonces que Minos aumentó la intensidad en las embestidas, cada vez que la penetraba sentía como se desplazaba un poco hacia adelante, los ojos de la monja se cerraron y por el contrario sus labios permanecían abiertos.

El trasero de la femenina comenzaba a mostrar marcas de enrojecimiento debido a las embestidas que le propinaba el juez, sin embargo, no parecía estar satisfecha totalmente. Fue entonces que su cuerpo se inclinó aún más, elevando en su totalidad el trasero; Anna retiró el miembro de Minos de su cavidad vaginal, sin embargo, lo colocó en una cavidad aún mejor.

Poco a poco lo introdujo en su recto, acompañado de un gemido. Acto seguido tres de sus propios dedos se introdujeron en la vagina y de esa forma los movimientos de penetración continuaban. La sensación fue dolorosa, Minos se olvida por completo del cuidado con el que la trato al principio, sosteniéndola por las caderas hacia que el cuerpo de Anna chocara nuevamente contra sus piernas, pero aquello no le causaba más que un inmenso placer al igual que a Anna.

Sus gemidos incrementaron, y repentinamente comenzaron a ser desgarradores, la causa era que Anna había llegado a la cúspide del placer, sus brazos no pudieron mantenerla más tiempo, el orgasmo invadió su cuerpo haciéndola caer, por su parte Minos continuaba embistiéndola de una manera brusca al menos hasta que llegara al éxtasis total.

Con el rostro contra el suelo Anna pedía que se detuviera, estaba retorciéndose de placer, sus fluidos habían comenzado a brotar, empapando el suelo, alcanzando a esparcirse un poco más hasta lograr mojar la marioneta con la que Anna jugaba en la llegada de Minos.

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