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Capítulo 01

Kaido Shun estaba enamorado. Estaba loco de amor por otro chico. Pero claro, no lo suficientemente loco de amor como para buscar ser a toda costa el típico chico coqueto y semental que buscaría desesperadamente hacerle saber sus sentimientos a su interés amoroso con caricias, palabras bonitas, situaciones comprometedoras y un montón de palabras que sólo deberían de estar en un diccionario para géneros adultos, ajenos a su realidad. Tampoco buscaba ser el típico chico tímido y dulce que se dejaría pisotear, decir palabras acarameladas o enamorar a alguien con su ternura... ¡no!

¡Todo eso ya era muy cliché!

Kaido mostró su sonrisa más temblorosa ante el espejo de su cuarto, después de haberse acomodado las vendas rojizas que siempre utilizaba como un complemento muy importante de su uniforme escolar, y tomando prestado de su madre (sin su permiso) algo similar a un color negro pero que se colocaba cerca de los ojos (Kaido no sabía qué era, y tampoco le importaba), empezó a delinear fielmente en el centro de su frente, lo que parecía ser un ovalo que figuraba ser un ojo humano.

Kaido en esos momentos podía presumir de forma certera y honesta, lo ventajoso que era tener buen pulso, por lo que su creación sería todo un éxito. Cuando quedó bien la estructura, pasó de nuevo ese extraño instrumento de maquillaje tan maravilloso tres veces por la marca dada.

Eso emocionaba sin lugar a dudas a Shun, que permitía que el cosquilleo que sentía por la punta recorriendo su piel, se mezclara con sus nervios inocentes siendo enamorado hasta el fondo en ocasiones torpes como ésas. Estaba seguro de que Saiki se fijaría en él.

Como último toque de su extraña figura sobre su rostro, colocó un punto en el centro, simulando que era un globo ocular.

Y ¡boom! de pronto le había salido un tercer ojo de la nada. ¡Eso debía ser preocupante, ¿verdad?! ¡Debía de serlo! ¡Cualquiera se preocuparía si de repente llegaba alguien a la escuela que antes sólo tenía dos ojos con uno extra!

Sonrió satisfecho una vez más, antes de esconder el extraño color negro que había utilizado para su perfecta creación en uno de los bolsillos de su uniforme y acomodó lo mejor que pudo sus cabellos azulados para que éstos cubrieran lo mejor posible su frente y la maldición retenida en ésta. Porque si por pura casualidad su madre llegaba a notar su pequeño desliz de lo considerado correcto y estricto, tendría problemas... le caería una maldición. Literalmente. Muy posiblemente, quizás.

Al salir de su cuarto, tuvo el suficiente cuidado, mirando a todos lados como si fuera un gato arisco intentando huir de su presa. Bajó las escaleras torpemente, teniendo cuidado con cada escalón por el terror naciente de ver a sus padres en la cocina.

—Shun, ¿ya te vas? —La voz de su madre casi lo tiró de la escalera, sintiendo los escalofríos a flor de piel y aferrándose a la baranda para no caer de lleno al piso. ¿Cómo no lo tenía planeado? ¡El enemigo estuvo todo el tiempo en el segundo piso, y planeaba atacar cobardemente por la espalda!—. ¿No desayunarás?

—¡Y-ya lo hice, mami! —gritó dando un temblor. ¡No permitiría que sus planes fueran tirados por la borda! ¡Y tanto que se esforzó para llegar hasta ahí!

—No es cierto, ¿quieres que te prepare algo? —Las alertas empezaron a explotar en el chico de ojos carmesí.

Pero, ¡él era más listo que el enemigo! Tenía la vía de escape libre.

—¡No, me voy! ¡Hoy me toca ser el representante de grupo! —comentó, sintiendo como se lo tragaban sus miedos y salía corriendo rápidamente hacia la calle.

Su madre lo vio partir, y no pudo hacer más que arquear sus cejas al colocar una de sus manos sobre su mentón.

—Estoy segura de que a él le tocó ser el representante ayer —murmuró.

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