• SEACHDNAR FICHEAD
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SAIGHEAD BOIREANNACH
XXVII. Orgullo femenino.
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—Explícame algo, Murtagh—terció Jamie al percibir un cambio en su padrino. Le observó y notó que había peinado su cabello en una coleta y también rebajado su barba ¿Te bañaste?— mencionó sin poder evitar el tono de sarcasmo en su voz.
Ambos escoceses se encontraban en la cocina del castillo, tomando algo de café y llenándose con pan y masas dulces que preparaba la señora Fitz. Murtagh lo observó con cara de pocos amigos y frunció el ceño con desagrado.
—¿Acaso es un pecado peinarse, maldita sea?
—No— rebatió Jamie—, sólo que tenemos que aclarar que no lo haces muy seguido. Hay dos opciones, o ya no soportabas las pulgas en tu cuerpo—señaló— o quieres impresionar a alguien.
Entre padrino y ahijado existía la confianza como para bromearse y decirse ese tipo de comentarios, nada más que el mayor no estaba preparado para enfrentarse a las perceptivas apreciaciones del pelirrojo. Decidió que actuar como un malhumorado sería su mejor defensa antes de verse expuesto a hablar de los extraños sentimientos que la plática de anoche con Nimué Anderson le había despertado, pues no tenía idea como abordarlos primeramente en soledad.
—Cállate, idiota—refutó dando el tema por zanjado, cosa que agradeció, pues en ese instante el cuarteto de forasteras liderado por Blaire Paganon, ingresó a la cocina para acomodarse en un mesón alejado de el de ellos tras hablar con la señora Fitz.
Apenas Marlenne ingresó en la habitación se mantuvo con los ojos fijos en la rubia con la que conversaba, sin voltear la cabeza ni girarse a observar a otros lados. Desde que la irlandesa entró en la cocina, los ojos de Jamie iban hacia ella de forma furtiva y algo descarada, no podía apartar la mirada de ella y eso no pasó desapercibido para Murtagh, quien a su vez aprovechó también para mirar de forma algo más disimulada a Nimué.
—¿No irás a saludar o a pavonearte delante de la trovadora? Creo que es algo que haces a menudo últimamente— escupió para molestarle y devolverle la broma.
Jamie continuó bebiendo café y masticando los bollos horneados, miró a su padrino con algo de molestia y torció el gesto.
—Anoche cuando hablábamos sucedió algo y creo que ella se hizo una idea equivocada sobre mí— respondió, hastiado.
Murtagh se inquietó, sabía que su ahijado no era ningún maldito que se aprovechaba de las mujeres, pero notaba a leguas que esta chiquilla le gustaba en demasía y temió que hubiera hecho una tontería.
—¿Sucedió algo entre ella y tú?
—No—dijo en forma cortante—sabes que no soy de esa clase de hombre, no me ofendas—siseó—. Es sólo que al parecer ella cree que tengo algo con Loaghaire...
El escocés frunció los labios intentando reprimir las ganas de reírse de su ahijado a carcajadas y de abofetearlo al mismo tiempo.
—Anoche estábamos hablando, la llevé a un sitio particularmente importante para mí en el castillo. Vimos algunas luciérnagas y todo era jodidamente perfecto—mencionó más para sí mismo mientras susurraba metido en el oído del otro escocés— y en ese momento llegó Loaghaire y se lanzó a mis brazos a abrazarme, a decir que me buscaba para hablar como el otro día y todas esas cosas que suelen decir las mujeres, ya sabes.
—No , no lo sé. Jamás he coqueteado con dos mujeres al mismo tiempo— bufó burlón.
—Yo no estoy haciendo eso, tampoco lo he hecho ni lo hacía.
—A ver, ¿alguna vez te ha interesado Loaghaire en serio?
El pelirrojo guardó silencio, la muchacha aludida era hermosa, eso no podía negarse; nada más que era una niña y probablemente jamás dejaría de verla así, aunque hubiese intentado darle una oportunidad al interés que ella le demostraba. No le llenaba, pues la veía nada más que una cara bonita. Y sí, había sido pésimo darle esperanzas al besarla, pero jamás quiso que eso se tornara en contra de nadie; besar a Loaghaire no le provocó nada más que la buena sensación de un beso, pero nada más. Si alguna vez tenía la oportunidad de conocer a alguien y estar con esa persona, quería que pudiese transmitirle todo con tan sólo una mirada.
—Quería darle una oportunidad a los sentimientos que tiene por mí, pero me doy cuenta de que no son correspondidos, no quise dañarla y tampoco quise jugar con ella. Marlenne apareció después, no sabía que llegaría a conocerla más que en aquella ocasión donde la vi vagando en el camino de la campiña— explicó.
—Te dije que eso no iba a funcionar, no quiero alarmarte, pero ella se ve muy seria. No sé si molesta, pero no ha vuelto la mirada en ninguna ocasión hacia este miserable asiento. Creo que si te interesa salvar la escuálida e insipiente amistad que estabas logrando, debes actuar como hombre Jamie, no puedo decirte nada más.
A su vez, Marlenne no podía evitar hacer denotar sus sentimientos, quería que estos pasaran desapercibidos debido a que todavía le quedaba un día más para quedarse en el castillo Leoch, donde tendría que cantar y mostrarse como una persona confiada y simpática, debería hablar con el Laird y porque no, cruzarse con Jamie y Loaghaire; no pensaba dar indicios de que su corazón se había roto un poco al notar lo que parecía ser una cercanía bastante apremiante entre ambos.
No había dejado de pensar en aquello en toda la noche, cuando pudo dormir lo hizo a saltos, teniendo que levantarse sin más, dejando de lado la idea de tener un sueño reparador. Quizás todo estaba en su cabeza, su inexperiencia le jugaba malas pasadas, porque lo más seguro era que el señor Fraser nada más estaba siendo cortés y amable con ella, quizás no estaba interesado en lo más mínimo y sólo estaba siendo caballero con la nueva trabajadora de su tío. Él era un hombre tremendamente apuesto, dejando de lado su situación con la corona inglesa, era la clase de hombre que estaba segura muchas mujeres morirían por tener a su lado, era joven y bastante improbable de que nadie le interesara de forma romántica. A sus ojos, ella no era ninguna maravilla, habían muchas mujeres como ella, no sentía que llamara la atención de ninguna forma.
¿Por qué Jamie Fraser estaría interesado en ella?
Pero ahí estaba ella y sus sentimientos lastimados, no podía renegar de los celos que había sentido formarse en la boca del estómago en la noche anterior. Estaban viviendo un momento tan especial -o lo era para ella al menos- y aquella joven había irrumpido con una confianza tal que la había hecho sentirse pequeña, había sentido lo mismo que cuando la comparaban con Anabella, cuando todas las miradas del lugar eran para ella y todas las atenciones eran recibidas por su hermana por el hecho de ser dueña de una belleza notable.
Y ahora estaba degustando las frutas de la campiña escocesa, sintiendo la amargura haciendo presa a su corazón, no quería sentirse de ese modo, pero de cierta forma se sentía una inocente chiquilla engañada, aunque en realidad no había pasado nada grave, todo era tan sutil que era lo que más le incomodaba. Volvió a rememorar la situación en su cabeza, Loaghaire había ido hasta Jamie con tal afecto, tal cercanía que ella se había visto eclipsada; él había respondido a su abrazo, no sabía si con la misma intención, pero la escocesa no se inmutó por u presencia, sabía que entre ella y Jamie había más confianza, por ende no le importó irrumpir en su conversación, haciéndola sentir tan incómoda hasta el punto en que no le quedó otra que abandonar el jardín y volver al castillo a la fiesta, a pesar de que ya no le quedaran ganas de disfrutar del jolgorio.
—¿Te encuentras bien?—preguntó Heidrun interrumpiendo sus cavilaciones—, desde anoche que estás tan callada, incluso volviste de conversar con el pelirrojo prácticamente muda y te fuiste a dormir.
Las chicas se observaron unas con otras, los ojos de Blaire fueron una fracción de segundo en dirección a la mesa donde ambos escoceses bebían y comían. Todas comprendieron que hablar en esa sala no era apropiado.
—Nimué—habló Blaire—, debo conversar con Letitia McKenzie, sobre futuros negocios. Acompáñame.
—Nosotras también debemos ir, Marlenne. Vamos a dar un paseo alrededor del castillo.
Marlenne se levantó con cuidado, no obstante fue inconsciente, sus ojos se dirigieron a donde estaba Jamie y él estaba allí aguardando a los de ella. Antes de que pudiera ver la sonrisa que se colocó en los labios del pelirrojo, Marlenne desvió la mirada, poniéndose de pie más rápido que alma que persigue el diablo.
Ambas mujeres salieron de la cocina, dirigiéndose a los jardines entre los salones del castillo Leoch, cuando de repente, se toparon de frente con quien había perturbado los pensamientos de Marlenne durante la noche anterior y la presente mañana.
—Señorita Fitzgerald, un placer verla—saludó la criada—, que bueno encontrarla. Lamento mi intromisión en su conversación con el señor James anoche, sólo que tenía una plática importante y pendiente que no podía esperar—señaló la rubia con el cinismo saliendo a relucir—. De verdad espero que no haya sido molesta.
—Buenos días, señorita. No hay cuidado—murmuró Lenna haciendo un asentimiento con la cabeza.
—Él es tan cordial que nunca dejaría a nadie esperando, estoy segura de que podrá terminar esa plática con él aunque no haya sido tan llamativa, si me disculpa, debo ir a la cocina.
Heidrun entrecerró los ojos con sorpresa, completamente asombrada con la manera de ser de la escocesa. Ahora podía entender completamente la forma en que Marlenne se podía sentir, avanzaron lejos de las pesebreras y se instalaron debajo de unos árboles que proporcionaban bastante sombra y brisa.
—Así que eso es lo que sucedió, no es necesario que digas nada. Esa estresante chiquilla ya lo hizo por ti ¿crees que entre ella y Jamie hay algo?
Marlenne hizo un silencio algo largo y observó las aves que picoteaban lombrices en el césped.
—¿Crees que puedo ser tan bella como Laoghaire Mackenzie?
Heidrun frunció el ceño y negó con la cabeza, acariciando una de las manos de Marlenne.
—No puedo creer que estés diciendo algo así. Eres hermosa Marlenne, no dudes de eso, además ser hermosa no es lo más importante, eres astuta e inteligente, eres valiente y sabes manejarte en la vida como una mujer, no como una niña. Si hay un hombre que prefiere la belleza física antes de todas esas cualidades, pues que se pudra.
Sin embargo no obtuvo respuesta.
—Realmente estás interesada en él ¿no es así?
—Pero creo que ha sido una tontería, una ilusión. Quizás mi inexperiencia me hizo pensar que podía ser, pero te aseguro de que no es así y debo hacerme a la idea, no quiero sufrir por causa de ideas vagas. Debería de estar acostumbrada, en casa siempre fui invisible, no debería porqué ser diferente aquí.
—¿A qué te refieres?
—En Down, siempre fue mi hermana Anabella la que se llevaba las miradas, ella es rubia, su cabello cae en cascadas por sus hombros, tiene la piel como una porcelana, labios rosados y carnosos y los ojos celestes. Su personalidad es chispeante y risueña, definitivamente era ella la que siempre levanta el interés.
Heidrun se acercó para dejar un beso en su coronilla y sonreírle de forma reconfortante.
—Eres hermosa, Lenna. No necesitas la aprobación de nadie, ten por seguro que la persona que estará a tu lado te aceptará tal como eres, le parecerás asombrosa tanto como la luz de la luna.
—Te agradezco, te has convertido en mi amiga. Por escuchar estas ridiculeces y estas tonterías.
—¿Hablarás con James?
—No lo sé, siento que mi orgullo femenino es más grande que las ganas de oír cualquier cosa que quiera platicar. Creo que tengo una especie de resentimiento después de lo sucedido, aunque no sea nada. Quizás él realmente tiene o tenía algo con esa chica, si yo fuera ella, no me gustaría que él frecuentara otras mujeres en lugares solitarios, llenos de luciérnagas para crear escenarios románticos.
Eso le causó intriga a Heidrun, desde que se encontraban en Leoch, Jamie no se separaba de Marlenne, la frecuentaba y evidentemente la cortejaba. En ningún momento lo percibió demostrando interés por otra chica, menos por la criada del Laird.
—A lo largo de mi vida, he conocido a muchos hombres y mujeres, algunos buenos y otros no tanto. Loaghaire Mackenzie está interesada en el pelirrojo, es evidente. Y lo que es más evidente, es que ella se siente intimidada por ti y por tus talentos, ella teme que Jamie se escurra de sus manos como si fuese parte de su propiedad ¿O con qué motivos trata de minimizar tu cercanía con él?
—No me des ese tipo de esperanzas.
—Hoy vas a cantar en la cena del Laird como si nada sucediese y no te vas a dejar intimidar por nadie. Cuando cantas, logras brillar, logras transmitir y eso vale más que cualquier cara bonita.
—¿Tú te estás divirtiendo aquí?
—Pues quizás me divierto demasiado, claramente no es lo óptimo para una dama, como tanto se esfuerzan en decirnos aquí. Pero de que lo hago, lo hago.
—Oh—Marlenne se sonrojó, sonriendo, demasiado avergonzada como para atreverse a preguntarle más sobre sus experiencias.
—Vamos, tienes cosas que hacer y debemos hacer que Blaire controle sus ansias de vender vestidos incluso a los hombres de este lugar, será mejor que regresemos.
Después de los cánticos correspondientes en la noche y los vítores que todos los hombres le entregaron a Marlenne, caminó en dirección a la mesa en la que se encontraba su grupo de mujeres, no obstante no los encontraba. Quizás habían ido a buscar bebida, al baño o tendrían alguna conquista, se quedó apoyada en uno de los muros junto a los vitrales del salón, cuando de repente Loaghaire, apareció junto a ella.
—Señorita ¿se sirve un whisky?
—Gracias—aceptó Lenna sacando una de las copas que la mujer llevaba en una bandeja—¿hace cuánto que trabaja aquí el Leoch, señorita Mackenzie?
—Mis padres son parte del clan desde hace años, vivo aquí en Escocia desde que nací. Servimos al amo, trabajo desde que tengo edad para hacerlo.
En ese instante Loaghaire se percató de que Jamie se encontraba en la esquina contraria del salón, junto a Colum, Murtagh y otros dos hombres más, estaban en compañía de Blaire Paganon. No obstante, el pelirrojo estaba viendo en dirección a Marlenne.
—Creo que Jamie realmente disfruta de sus canciones—señaló intentando hacer conversación, pero la irlandesa se percató del mismo tono sarcástico—, sin lugar a duda es el talento que la hace destacar entre las demás mujeres, algo no muy común ¿pudo terminar su conversación con él?
Marlenne la observó con una sonrisita, no estaba dispuesta a volver a sentirse mal por ella. No por esos motivos. Estaba claro de que la escocesa estaba menospreciando sus habilidades, dando a entender que su voz era hermosa, más no ella. Estaba dando a entender que su voz era lo único que la hacía sobresalir.
—¿Hace cuánto conoce al sobrino del Laird?
—Pues desde hace años, él es tan cordial, tan galante, tan caballeroso— suspiró sin poder ocultar sus sentimientos.
—Oh, por lo que veo usted está interesada en él.
—Y él también lo está de mí—dijo con un tono presuntuoso, levantando la cabeza orgullosa.
Marlenne se acercó ella, después de darle un trago al contenido, sintiendo como quemaba en su garganta. Observó sus facciones, sin duda bellas, pero también temerosas por la cercanía de la chica.
—Señorita Mackenzie, no necesita ofenderme, no crea que no me doy cuenta de que muchos de sus halagos no son más que insultos disfrazados.
—Oh, perdone, no ha sido mi intención.
—No lo intente. Sólo le diré una cosa, sé que hace esto porque me ha visto conversar con el señor James, usted está interesada en él y cree que puede ser grosera con quien está cerca de él. No tengo intenciones de quitarle la atención del hombre que cree suyo, no he peleado por un hombre nunca y esta sin duda no es la ocasión para hacerlo— le dijo con la mirada afilada—, pero créame, luce patética haciéndolo, como si tuviera una enemiga cuando sólo está en su imaginación—murmuró dejando la copa en la bandeja—. El whisky estaba delicioso.
Avanzó en dirección a las chicas que venían en dirección a ella.
—¿Todo está bien?—preguntó Blaire levantando una ceja.
—Oh, por supuesto. ¿Por qué hablaban con el Laird? ¿Hemos sido desalojadas?
—No, adivina qué. Iremos de viaje—murmuró Blaire.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque doña Letitia me recomendó a mujeres muy influyentes, nada más y nada menos que en tu tierra natal, en Irlanda.
De pronto un sinfín de emociones recorrieron el cuerpo de Marlenne. Irlanda era su hogar, nada más que no en esta época.
—¿Cuándo debes ir?
—Iremos, ya he hablado con el Laird de que necesito compañía, por lo que te ausentarás un tiempo del castillo. Y eso es todo—declaró la mujer con un aire de satisfacción—, llevaremos compañía.
Nimué y Heidrun intercambiaron una risita.
—Algunos hombres del amo Colum, se ofrecieron voluntariamente a acompañarnos, no vaya a ser que suframos dificultades en el camino—comentó Nimué.
—Entre ellos su sobrino—comentó Blaire avanzando y acercándose a la trovadora—, de nada— susurró.
En ese instante Marlenne dirigió su mirada a donde sabía estaba el escocés y notó cómo le sonreía. Estaba allí, observándola, sosteniendo sus ojos con los de ella.
Le fue imposible no sonreír.
En ese momento sintió que tenía un poder que jamás creyó poseer.
El de una mujer completamente segura de sí misma.
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